I Vísperas – Solemnidad de Pentecostés

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VEN, CREADOR, ESPÍRITU AMOROSO

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama
los pechos que criaste poderoso.

Tú que abogado fiel eres llamado,
del Altísimo don, perenne fuente
de vida eterna, caridad ferviente,
espiritual unción, fuego sagrado.

Tú te infundes al alma en siete dones,
fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza,
haznos vencer la corporal flaqueza,
con tu eterna virtud fortalecidos.

Por ti, nuestro enemigo desterrado,
gocemos de paz santa duradera,
y, siendo nuestro guía en la carrera,
todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos,
y al Hijo, soberano omnipotente,
y a ti, Espíritu, de ambos procedente,
con viva fe y amor siempre creamos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Aleluya.

Salmo 112 – ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Aleluya.

Ant 2. Aparecieron sobre los apóstoles unas como lenguas de fuego, y se posó sobre cada uno de ellos el Espíritu Santo. Aleluya.

Salmo 146 – PODER Y BONDAD DEL SEÑOR

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado,
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aparecieron sobre los apóstoles unas como lenguas de fuego, y se posó sobre cada uno de ellos el Espíritu Santo. Aleluya.

Ant 3. El Espíritu, que procede del Padre, él me glorificará. Aleluya.

Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Espíritu, que procede del Padre, él me glorificará. Aleluya.

LECTURA BREVE   Rm 8, 11

Si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.

RESPONSORIO BREVE

V. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

V. Os lo enseñará todo.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, tú que con la diversidad de lenguas congregaste todos los pueblos en la confesión de una sola fe. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, tú que con la diversidad de lenguas congregaste todos los pueblos en la confesión de una sola fe. Aleluya.

PRECES

Celebremos la gloria de Dios, quien, al llegar a su término en Pentecostés los cincuenta días de Pascua, llenó a los apóstoles del Espíritu Santo, y supliquemos con ánimo gozoso y confiado, diciendo:

Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra.

Tú que, al comienzo de los tiempos, creaste el cielo y la tierra y, al llegar la etapa final de la historia, quisiste que Cristo fuera cabeza de toda la creación,
por tu Espíritu renueva la faz de la tierra y conduce a los hombres a la salvación.

Tú que infundiste el aliento de vida en el rostro de Adán,
envía ahora tu Espíritu a la Iglesia, para que, vivificada y rejuvenecida, comunique tu vida al mundo.

Ilumina a todos los hombres con la luz de tu Espíritu y disipa las tinieblas de nuestro mundo,
para que el odio se convierta en amor, el sufrimiento en gozo y la guerra en paz.

Fecundiza el mundo con tu Espíritu, agua viva que mana del costado de Cristo,
para que la tierra entera se vea libre de todo mal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que, por obra del Espíritu Santo, conduces sin cesar a los hombres a la vida eterna,
dígnate llevar, por este mismo Espíritu, a los difuntos al gozo eterno de tu presencia.

Dirijámonos ahora al Padre con las palabras que el Espíritu del Señor resucitado pone en nuestros labios:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has querido que la celebración del misterio pascual se prolongara simbólicamente durante cincuenta días, te pedimos que, por la acción del Espíritu Santo, lleves a la unidad en el amor a todas las naciones de la tierra, y que sus diversas lenguas se unan para proclamar unánimemente la gloria de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 19 de mayo

Lectio: Sábado, 19 Mayo, 2018

Tiempo de Pascua

1) ORACIÓN INICIAL

Dios todopoderoso, concédenos conservar siempre en nuestra vida y en nuestras costumbres la alegría de estas fiestas de Pascua que nos disponemos a clausurar. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Juan 21,20-25

Pedro se vuelve y ve, siguiéndoles detrás, al discípulo a quien Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.» Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.

3) REFLEXIÓN

• El evangelio de hoy empieza con una pregunta de Pedro sobre el destino del discípulo amado Señor, y éste, ¿qué? Jesús acababa de conversar con Pedro, anunciando el destino o tipo de muerte con que Pedro iba a glorificar a Dios. Y al final añade: Sígueme. (Jn 21,19).

• Juan 21,20-21: La pregunta de Pedro sobre el destino de Juan. En aquel momento, Pedro se volvió y vio al discípulo a quien Jesús amaba y preguntó: Señor, y a éste ¿qué le va a ocurrir? Jesús acababa de indicar el destino de Pedro y ahora Pedro quiere saber de Jesús cuál es el destino de este otro discípulo. Curiosidad que no merece una respuesta adecuada de parte de Jesús.

• Juan 21,22: La respuesta misteriosa de Jesús. Jesús dice: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué te importa? Tú: sígueme. Frase misteriosa que termina de nuevo con la misma afirmación que antes: ¡Sígueme! Parece como si Jesús quiera borrar la curiosidad de Pedro. Así, como cada uno de nosotros tiene su propia historia, así cada uno tiene su manera de seguir a Jesús. Nadie repite a nadie. Cada uno debe ser creativo en seguir a Jesús.

• Juan 21,23: El evangelista aclara el sentido de la respuesta de Jesús. La tradición antigua identifica al Discípulo Amado con el Apóstol Juan e informa que él murió muy tarde, cuando tenía alrededor de 100 años. Al enlazar la avanzada edad de Juan con la misteriosa respuesta de Jesús, el evangelista aclara: “Por esto corrió la voz entre los hermanos de aquel discípulo que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, a ti, ¿qué?» Tal vez sea una alerta para estar muy atentos a la interpretación de las palabras de Jesús y no basarse en cualquier rumor.

• Juan 21,24: Testimonio sobre el valor del evangelio. El Capítulo 21 es un apéndice que fue aumentando cuando se hizo la redacción definitiva del Evangelio. El capítulo 20 tiene este final que lo encierra todo: “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran. Han sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30-31). El libro estaba listo. Pero había muchos otros hechos sobre Jesús. Por esto, en ocasión de la edición definitiva del evangelio, algunos de estos «muchos otros hechos» sobre Jesús fueron seleccionados y acrecentados, muy probablemente, para aclarar mejor los nuevos problemas de finales del siglo primero. No sabemos quién hizo la redacción definitiva como tampoco el apéndice, pero sabemos que es alguien de confianza de la comunidad, pues escribe: “Este es el discípulo que da testimonio de las cosas y que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.

• Juan 21,25: El misterio de Jesús ¡es inagotable! Frase bonita para encerrar el Evangelio de Juan: “Jesús hizo además muchas otras cosas. Si se escribiesen una por una, pienso que no cabrían en el mundo los libros que se escribirían”. Parece una exageración pero es pura verdad. Nadie jamás sería capaz de escribir todas las cosas que Jesús hizo y que sigue haciendo en la vida de las personas que siguen a Jesús hasta hoy.

4) PARA UNA REFLEXIÓN PERSONAL

• En tu vida ¿hay cosas que Jesús hizo y que podrían escribirse en ese libro que no se escribirá jamás?

• Pedro se preocupa de unos y otros y olvida realizar su propio “Sígueme”. ¿Te pasó a ti también?

5) ORACIÓN FINAL

Yahvé en su santo Templo,
Yahvé en su trono celeste;
sus ojos ven el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres. (Sal 11,4)

Domingo de Pentecostés

1. Situación

La Iglesia ha de mantener la tensión entre su vida hacia dentro y su vida hacia fuera, su corazón vuelto al Resucitado y su amor al mundo, entre el don y la tarea, la contemplación y la misión.

Como cada uno de los cristianos.

Cuanto más vive de la Eucaristía, tanto más descubre que el culto «en espíritu y en verdad» está en la vida diaria, en el realizar la fe a la intemperie. Cuanto más descubre la presencia de Dios en los acontecimientos, tanto más necesita permanecer en Jesús, escuchando su Palabra.

2. Contemplación

Pentecostés celebra la universalidad de la Pascua que el Resucitado encomienda al Espíritu Santo, su Enviado, su Misionero en la historia, mediante la Iglesia.

¿Es que podemos guardarnos para nosotros la Buena Noticia? Deberíamos gritar y llorar por los caminos, con Francisco de Asís: «El Amor no es amado».

– Los Hechos describen la misión encomendada a la comunidad cristiana como una irrupción del Espíritu, que inicia una nueva era de la historia de la Salvación. El Espíritu Santo, mediante la palabra de Pedro, convoca a judíos y paganos en una nueva humanidad reconciliada; lo contrario de la división de Babel (cf. Gén 1 1 ).

– La segunda lectura nos recuerda el origen de nuestra misión: nuestro bautismo, que nos hace Iglesia.

– En el Evangelio, con otras palabras, como en la Ascensión, volvemos a escuchar el mandato de Jesús resucitado:

Corno el Padre me ha enviado, así os envío yo.

¿Qué nos pasa que esto de la misión se lo dejamos a los misioneros, y que somos incapaces de vivir nuestra vida ordinaria en estado de misión?

3. Reflexión

La fe adulta se caracteriza por vivir en estado de misión.

– Porque sabe que su vida no le pertenece; pero no confunden la misión con las ganas de hacer adeptos para la propia causa; por el contrario, respeta al otro y deja a Dios que haga a su manera y en su momento.

– Porque la Buena Noticia le quema; pero vive la misión como un servicio, no como un poder.

– Porque las cosas más sencillas de la vida ordinaria nunca son para un cristiano una tarea, sin más, sino obediencia al Padre y, por lo tanto, acción de Dios en la historia. Sin embargo, no necesita espiritualizar lo que hace, sino vivirlo a fondo, dando calidad a cada acción, como si en ello se jugase la salvación del mundo; pero sin crispación, con esa naturalidad que caracteriza a la libertad espiritual.

– Porque la vida en estado de amor lleva en sí misma la fuerza transformadora del mundo.

– Porque lo mismo si se retira a orar en lo escondido al Padre, como si predica en un púlpito, como si conversa con un amigo/a, como si se compromete en una acción social, como si cumple su trabajo fielmente en la empresa, en todo está presente el Resucitado, Señor de la Historia.

– Porque la ambigüedad de todo lo humano no se opone al Reino de Dios; al contrario, la eficacia del Espíritu se verifica en el ocultamiento, en lo no espectacular, «desde dentro» de la condición humana.

4. Praxis

Suele ocurrir con nuestras fiestas: Si estamos en fase de entusiasmo, nos vienen deseos de grandes cosas (hoy, Pentecostés, de comprometernos con alguna misión); si estamos en fase de realismo o de desgana espiritual, nos resbalan las grandes palabras como «vivir en estado de misión».

Sintetiza en unas cuantas líneas la vida que el Señor ha ido suscitando en ti desde el Miércoles de Ceniza hasta hoy. Procura distinguir entre deseos ideales y transformación real, aunque ésta te parezca poquita cosa. Mira lo espiritual y también lo humano. Que tengas sensación de vida que te crece por dentro.

Pues bien, ahora traduce esa vida en una tarea o relación hacia fuera. Ahí está tu Pentecostés.

Javier Garrido

Pentecostés

Jesús en la última cena había prometido a los apóstoles el envío del Espíritu Santo para que los mantuviera firmes cuando Él ya no estuviera con ellos y también para que los ayudara a entender correctamente lo que Él les había enseñado (Jn. 15, 26-27) (Tercera lectura)

La festividad de Pentecostés hace referencia a la solemne venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. Es lo que aparece en la primera lectura tomada de los Hechos (2,1-11)

San Pablo saca las consecuencias que nos ha recordado la segunda lectura (1ª Cor. 12, 6-7, 12-13)

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Los ejemplos sensoriales, las imágenes, sirven para que lo que vemos nos ayude a comprender aquello sobre lo que se nos quiere informar. Las imágenes nos ayudan a comprender las ideas.

Dios cuenta también con ese recurso para acercarnos a la comprensión de las grandes verdades que desea comunicarnos.

En los relatos de hoy, festividad de Pentecostés, como en otros muchos, Dios se vale de elementos sensibles para “darnos a entender” la eficaz , aunque misteriosa, acción del Espíritu Santo sobre nosotros.

Como toda acción divina, es inalcanzable comprensivamente por nosotros. Los elementos sensoriales solamente nos sirven para “acercarnos un poco” a su profundo significado.

Hoy escuchamos que el Espíritu se manifestó en forma de lenguas de fuego. Indudablemente este símbolo no ha sido arbitrariamente elegido por Dios. Con él nos quiere dar a entender que lo que hace el fuego en el orden material es semejante a lo que hace el Espíritu sobre nosotros en el campo de lo sagrado.

El fuego es útil para desinfectar, por ejemplo, una zona contaminada por una epidemia. Por su fuerza destructora fue empleado también por el hombre primitivo para defenderse de las fieras. En una fragua vuelve dócil a los metales duros convirtiéndolos en objetos útiles.

Además de “eso” también ilumina y da calor, abriendo posibilidades ilimitadas al avance de la civilización. Gracias a él se vence a la noche ampliando el tiempo de ver, se abre un campo ilimitado a la industria, aumenta también extraordinariamente las posibilidades culinarias del hombre con nuevos sabores de cocido, asado, frito, etc.

Cuando Dios nos habla de lenguas de fuego refiriéndose al Espíritu Santo, nos está diciendo que tiene fuerza tanto para purificarnos de nuestros pecados como para aumentar espectacularmente nuestras posibilidades de actuación, como para doblegar nuestra indómita voluntad y para defendernos de los ataques del mal.

Se le representa también con una paloma. A la paloma se la considera como el símbolo de la paz. Su simbología nos manifiesta que uno de los efectos de la Presencia del Espíritu es alcanzar la paz interior fundamento necesario para conseguir la paz exterior.

En el relato de los Hechos se lo compara con un viento fuerte. Las propiedades del viento son bien conocidas. Mueve a los barcos de vela, a los molinos de viento y las aspas de las torres productoras de energía eólica.

Son los efectos del Espíritu sobre nosotros: nos ofrece su fuerza para movernos y actuar.

Con todo esto no sabemos QUÉ es el Espíritu Santo pero sí todo aquello que nos interesa saber sobre ÉL: que nos purifica, que aumenta nuestras posibilidades y que nos da la fuerza necesaria para llevarlas a la práctica. “ESO” es lo que nos interesa saber y eso es lo que nos ha querido comunicar Dios con todas esas imágenes. “ESO” es lo que necesitamos para poder decir al final de nuestra vida lo que le decía San Pablo a Timoteo (2ª Tim. 4, 7-8) “He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe; sólo me queda recibir la corona merecida, que en el último día me dará el Señor, justo juez; y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida”.

La “misión” del Espíritu Santo es llenar nuestra vida elevándola a un orden sobrenatural.

Jesús había dicho a Nicodemo que “el que no nazca del agua y del Espíritu no podrá entrar en el Reino de Dios” (cfr. Jn 3,3 y 3,5).

San Pablo les escribía a los gálatas (4,6-7) “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son Hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para proclamar que somos hijos de Dios”

En la Sagrada Escritura se hace mención muchas veces a estar lleno del Espíritu.

Así por ejemplo se muestra en Zacarías, que profetizó el cántico del Benedictus, habiendo “quedado lleno del Espíritu Santo”. El mismo tipo de expresión se utiliza cuando Isabel, al recibir a María, “llena del Espíritu Santo” dijo “Bendita tu entre las mujeres…” (cfr. Lc 1,41). Algo similar se afirma del anciano Simeón, puesto que “estaba en él el Espíritu Santo” , y este espíritu le había revelado que no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor (cfr. 2,27).

En la primera lectura aparece Pedro “lleno del Espíritu Santo”.

Una afirmación semejante tiene lugar cuando Pedro y Juan son liberados por el Sanedrín. Llegan a los suyos, y después de haber contado todo y hacer una oración en común, “retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía” (Hch 4,31).

San Pablo en esa misma carta (5,22) señala como frutos del Espíritu el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la afabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, el dominio de sí…”

La sensación de concordia que aparece en el relato de los Hechos (2,11) cuando la gente constata que “somos diferentes y todos les oímos hablar en nuestra propia lengua” es una manifestación del carácter vinculante de la acción del Espíritu sobre nosotros.

Una constatación importante ésta de que todos entendían lo mismo con diferentes lenguas. Podría apuntar a la necesidad de dejar hablar al Espíritu a las diferentes civilizaciones en su propia lengua, costumbres y ritos.

Es importante saber entender los signos de los tiempos para que hablando todos lo mismo cada uno sea capaz de captarlo desde su propia cultura.

El Papa Francisco es muy sensible a toda esta problemática y constantemente está pidiendo que nos adaptemos a las nuevas situaciones que se le plantean a la Iglesia.

Sin dejar de ser la Iglesia de Jesús, inmutable en lo fundamental, es absolutamente urgente que seamos sensibles a todas esas situaciones diferenciadas para que el mismo evangelio diga lo mismo a todas las gentes, pero de modo que cada uno lo entienda en su propia idiosincrasia.

La Iglesia tiene que vivir un nuevo Pentecostés, donde cada uno oiga al mismo y único Espíritu, pero en su propia lengua, es decir, según su cultura, situación política, económica, personal. Lo de café para todos, ¡vale! con tal de que cada uno lo tome en su taza, no en una empleada indiscriminadamente para todos.

La Iglesia no debería tener miedo a esa apertura. Jesús en varias ocasiones dijo a los Apóstoles en situaciones que ellos creían perdidas: ¡no tengáis miedo, soy Yo!

En lo que esté de nuestra parte abrámonos a la voz y acción del Espíritu y favorezcamos que los demás puedan hacerlo también.

Terminamos esta pequeña reflexión pidiendo que venga sobre nosotros ese Santo Espíritu. Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. AMÉN.

Pedro Sáez

Torre de David, Torre de marfil

– Oración a María

Querida Madre.
Acompáñame todos los días.
Ayúdame a portarme bien
y ser un buen hijo, servicial y atento
para lo que necesiten mis papás.
Quiero ser un buen hermano,
que no discuta ni me pelee tan fácil
por cosas que no son importantes.
Dame una manito en las cosas de la escuela
y ayúdame a tener siempre
una sonrisa para todos los que me rodean.
Ayúdame a vivir haciendo el bien,
como le enseñaste a tu hijo Jesús.
Ayúdame a ser como El y quererle con el alma y la vida.

– Le cuento a la Virgen

Torre de David, Torre de marfil, Casa de oro.Virgen María, tú eres la más fuerte y resistente , la más bella y elegante, la más valiosa obra de Dios eres Tú. Estos parecen piropos inventados por un constructor como el señor Angelo, que se la pasa pensando en el mármol de Carrara y otros materiales por el estilo, super carísimos, mientras Papá saca cuentas y más cuentas para poder hacer un muro que proteja la casa cuando vengan las lluvias. ¡ Cuando se entere del precio del cemento, las cabillas y los ladrillos va a quedar loco! Pensándolo bien… creo que se quedaron cortos con estas letanías , yo le agregaría una más: «Torre de chocolate» porque eres también, la más dulce de todas y nos haces saborear la ternura de Dios.

– Le pido por todos

– Gracias por ser nuestra torre firme donde nos apoyamos.

– Te pido por todas las personas débiles que se dejan vencer por las dificultades.

– Enseña a todos los niños a ser constructores de Paz en su familia.

– Ayuda a los que no tienen casa ni un lugar para dormir tranquilos.

–  Pienso y rezo

Ahora cierro los ojos y el corazón para pensar y rezar un misterio del Rosario que corresponda al día de hoy. 1 Padrenuestro, 10 Avemarías y el gloria.

Ecclesia in Medio Oriente

La familia

58. Institución divina fundada en el matrimonio, tal y como lo ha querido el Creador mismo (cf. Gn 2,18-24; Mt 19,5), la familia está actualmente expuesta a muchos peligros. La familia cristiana, en particular, se ve más que nunca frente a la cuestión de su identidad profunda. En efecto, las características esenciales del matrimonio sacramental –la unidad y la indisolubilidad (cf. Mt19,6)–, y el modelo cristiano de familia, de la sexualidad y del amor, se ven hoy en día, si no rechazados, al menos incomprendidos por algunos fieles. Acecha la tentación de adoptar modelos contrarios al evangelio, difundidos por una cierta cultura contemporánea diseminada por todo el mundo. El amor conyugal se inserta en la alianza definitiva entre Dios y su pueblo, sellada plenamente en el sacrificio de la cruz. Su carácter de mutua entrega de sí al otro hasta el martirio, se manifiesta en algunas Iglesias orientales, donde cada uno de los contrayentes recibe al otro como «corona» durante la ceremonia nupcial, llamada con razón «oficio de coronación». El amor conyugal no se construye en un momento, sino que es el proyecto paciente de toda una vida. Llamada a vivir cotidianamente el amor en Cristo, la familia cristiana es un instrumento privilegiado de la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo. En este sentido, necesita ser acompañada pastoralmente[58] y sostenida en sus problemas y dificultades, sobre todo allí donde las referencias sociales, familiares y religiosas tienden a debilitarse o perderse[59].


[58] Cf. Id., Exhort. ap. Familiaris consortio (22 noviembre 1981): AAS 74 (1982), 81-191; Santa Sede, Carta de los derechos de la familia (22 octubre 1983): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (27 noviembre 1983), 9-10; Juan Pablo II, Carta a las familias (2 febrero 1994): AAS 86 (1994), 868-925; Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 209-254.

[59] Cf. Propositio 35.

La plenitud pascual

1. En Pentecostés se pone de relieve el Espíritu de Dios, comparado en la Biblia al viento y al aliento, sin los cuales morimos. El Espíritu es respiración de Dios. El soplo respiratorio del hombre viene de Dios, a quien vuelve cuando una persona muere. Es también viento reconfortante, brisa, huracán que arrasa, y cuya procedencia se ignora en ocasiones (es fuerza ordenadora frente al caos). Es aliento que se halla en el fondo de la vida (es fuerza vivificante frente a la muerte). Se manifiesta particularmente en los profetas, críticos de los mecanismos del poder y del culto desviado y defensores de los desheredados, y en los jueces, promotores de la justicia (es fuerza socializadora). El mismo Espíritu que hoy fecunda a la Iglesia y a los cristianos creó el mundo y dio vida humana al «barro» en la pareja formada por Adán y Eva. Desgraciadamente, se desconoce al Espíritu cuando se le considera como algo etéreo, abstracto o inapreciable. Sin embargo, lo confesamos en el credo: creo en el Espíritu Santo.

2. De un modo pleno reposó el Espíritu de Dios sobre el Mesías. Así se advierte en la concepción de Jesús, en su bautismo y comienzo de su misión, en el momento de su muerte y en las apariciones del Resucitado. Jesús murió entregando su Espíritu y apareció resucitado dando Espíritu (soplo) a los discípulos. El Espíritu es, pues, don de Dios, personalidad de Jesús, fuerza del evangelio, alma de la comunidad. Su donación en Pentecostés tiene como propósito crear comunidad («ruido» que conmociona, «voz» que interpela y «fuego» que calienta), abrirse a los pueblos y culturas, impulsar el testimonio y defender la justicia y la libertad.

3. La fuerza del evangelio es Espíritu que llama a conversión, expulsa lo demoníaco, reconcilia a los pecadores, mueve a optar por los pobres y marginados y crea Iglesia comunitaria. En resumen, el Espíritu promueve conciencia moral lúcida, da sentido agudo al discernimiento, empuja al compromiso social por el pueblo y ayuda a la puesta en práctica del mensaje de Jesús. Pecados contra el Espíritu son la injusticia, con las secuelas del subdesarrollo y la miseria; la división de los seres humanos y de los pueblos, con todo el odio generado; las dictaduras y el imperialismo, con los dominios del terror y de la guerra, etc.
 

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué espíritu respiramos nosotros y respira la sociedad?

¿Nos distinguimos los cristianos por el Espíritu del Señor?

Casiano Floristán

La fuerza del Espíritu

Pentecostés es una de las grandes fiestas cristianas. En ella celebramos la fuerza del Espíritu presente en la Iglesia de Cristo.

El Espíritu y el miedo

La muerte de Jesús había sido un duro golpe para los discípulos. El enfrentamiento con los grandes de su pueblo, coludidos con las autoridades romanas, los aterraba. «Por miedo a los judíos» (Jn 20, 19) se hallaban reunidos con las puertas cerradas. El Maestro les da sus últimas lecciones: les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, búsqueda de la justicia, armonía. Les manda, además, continuar la misión, que precisamente lo había llevado a la muerte ignominiosa que asusta a sus seguidores (cf. v. 21).

El Señor les pide que tengan el valor de anunciar su evangelio, sin importarles la resistencia y la hostilidad que encontrarán. Podrán hacerlo sólo si reviven la fuerza del Espíritu (cf. v. 22). Espíritu de amor que, como dice el mismo Juan en su primera carta, se opone al temor (cf. 1 Jn 4, 18). En efecto, el miedo para hablar claro y decir con precisión y oportunidad la palabra de Dios revela una falta de amor. La presencia del Espíritu en la Iglesia, en todos nosotros, nos debe llevar a defender la dignidad de los hijos de Dios, que ven pisoteado su derecho a la vida y a la verdad. Paralizarse por temor a los poderosos o a perder nuestra comodidad y nuestros privilegios en la sociedad, significa negarse a recibir el Espíritu de amor.

Cada uno en su lengua

Pentecostés era, en Israel, la fiesta de la recolección(cf. Ex 23, 16; 34, 22). De agraria se convierte más tarde en fiesta histórica, en ella se recordaba la promulgación de la ley sobre el Sinaí. En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes venidos a la festividad desde diferentes lugares. Los discípulos, temerosos ya lo sabemos, se hallaban reunidos, sin saber bien qué hacer; el don del Espíritu hará que proclamen la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la ciudad (cf. Hech 2, 1-11).

Bajo la inspiración del Espíritu santo los discípulos encuentran el lenguaje apropiado para ese anuncio. El texto trae una precisión importante que va contra una interpretación frecuente, pero superficial. No se trata de emplear un solo idioma, sino de ser capaz de entenderse. El texto es claro: la gente escuchaba a los discípulos «porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: ¿No son galileos todos esos que están hablando?» (Hech 2, 6-7). Cada uno comprende en su lengua, desde su mundo cultural.

Por consiguiente, la evangelización no consiste en una uniformidad impuesta, sino en la fidelidad al mensaje y al entendimiento en la diversidad. Eso es la Iglesia, una comunión, en ella cada miembro tiene una función (cf. 1 Cor 12). Todos cuentan, y deben por lo tanto ser respetados en sus carismas. Coraje para decir el evangelio y verdadero sentido de la comunión eclesial, a eso nos llama la fiesta de Pentecostés.

Gustavo Gutiérrez

Pentecostés una palabra extraña

Hoy celebramos la llamada fiesta de Pentecostés. Palabra extraña que difícilmente la oiremos en el mercado o en lugares de ocio y negocio. Esta palabra griega, tan elemental y tan fría, significa cincuenta. Se refiere a los cincuenta días que han transcurrido desde el domingo de Pascua o de Resurrección hasta el día de hoy. Pero, si recordamos que esta jornada coincide con la venida del Espíritu Santo nos aclaramos suficientemente. Jesús les habló a los apóstoles del Espíritu y le mencionó repetidas veces. Pero no se lo explicó con detalle. Si bien dijo algunas cosas fundamentales: primera, “conviene que yo me vaya (…). Si me amareis, os alegrarías de que vaya al Padre” (…)”Si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu; si me voy os lo enviaré”. Por tanto, si es superior a Jesús, manifiesta que se trata de alguien muy importante. Segunda, otra forma de conocer al Espíritu es “por sus obras, por sus frutos. San Pablo nos ofrece una lista larga: alegría, paz, amor…

Cuando alguien, como lector o como escuchante, analiza situaciones de aquí y de allá, uno se asusta de la dureza de muchos corazones. Por ejemplo lo que ha sucedido la semana pasada en la ciudad de Jerusalén. Precisamente en el mismo lugar, en el mismo escenario donde ocurrieron los hechos que relata el texto bíblico que se lee en la misa de este domingo. O la situación que está viviendo la Iglesia chilena debido principalmente a la conducta de algunos miembros de la jerarquía.

Un monje oriental confesaba: “Sin el Espíritu Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación y el obrar cristiano una moral de esclavos”

La Iglesia, los cristianos hemos vivido etapas en las que nos hemos olvidado del Espíritu. En estos últimos años gracias, entre otros, al Concilio Vaticano II y a ciertos movimientos carismáticos (no todos) se ha despertado la presencia del Espíritu. Conocemos poco, amamos poco al Espíritu. Él nos anima a crecer en sus frutos, como la paz, la generosidad, la verdad, la justicia y a vencer las tendencias negativas como el sectarismo, la mentira, el odio. El Espíritu se declara enemigo de las vacilaciones, de las rutinas, de los cansancios, de las desilusiones. Evoca entrega, inspiración, optimismo.

Algunos creyentes, dirigentes y dirigidos, suelen creer que el Espíritu solo interviene en este mundo a través de ellos. Como si tuvieran la exclusiva. Y no es así. El Espíritu sopla donde quiera y con absoluta libertad. Y seguramente que se dan muchas sorpresas. En estos tiempos revueltos nadie como el Espíritu puede mover los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión.

Josetxu Canibe

Recibid el Espíritu Santo

Señor, hoy celebramos ese gran regalo que Tú nos haces a todos y a cada uno de los seres humanos y que es tu mismo Espíritu. Hoy es Pentecostés.

¿Por qué siento esta mañana con fuerza tan especial mi vacío interior y la mediocridad de mi corazón? Mis horas, mis días, mi vida está llena de todo, menos de Ti. Cogido por las ocupaciones, trabajos e impresiones, vivo disperso y vacío, olvidado casi siempre de tu cercanía. Mi interior está habitado por el ruido y el trajín de cada día. Mi pobre alma es como «un inmenso almacén» donde se va metiendo de todo. Todo tiene cabida en mí menos Tú.

Y luego, esa experiencia que se repite una y otra vez. Llega un momento en que ese ruido interior y ese trajín agitado me resultan más dulces y confortables que el silencio sosegado junto a Ti.

Dios de mi vida, ten misericordia de mí. Tú sabes que cuando huyo de la oración y el silencio, no quiero huir de Ti. Huyo de mí mismo, de mi vacío y superficialidad.

¿Dónde podría yo refugiarme con mi rutina, mis ambigüedades y mi pecado? ¿Quién podría entender, al mismo tiempo, mi mediocridad interior y mi deseo de Dios?

Dios de mi alegría, yo sé que Tú me entiendes. Siempre has sido y serás lo mejor que yo tengo. Tú eres el Dios de los pecadores. También de los pecadores corrientes, ordinarios y mediocres como yo. Señor, ¿no hay algún camino en medio de la rutina, que me pueda llevar hasta Ti? ¿No hay algún resquicio en medio del ruido y la agitación, donde yo me pueda encontrar contigo?

Tú eres «el eterno misterio de mi vida». Me atraes como nadie, desde el fondo de mi ser. Pero, una y otra vez, me alejo de Ti calladamente hacia cosas y personas que me parecen más acogedoras que tu silencio.

Penetra en mí con la fuerza consoladora de tu Espíritu. Tú tienes poder para actuar en esa profundidad mía donde a mí se me escapa casi todo. Renueva mi corazón cansado.

Despierta en mí el deseo. Dame fuerza para comenzar siempre de nuevo; aliento para esperar contra toda esperanza; confianza en mis derrotas; consuelo en las tristezas.

Dios de mi salvación, sacude mi indiferencia. Límpiame de tanto egoísmo. Llena mi vacío. Enséñame tus caminos. Tú conoces mi debilidad e inconstancia. No te puedo prometer grandes cosas. Yo viviré de tu perdón y misericordia. Mi oración de Pentecostés es hoy humilde como la del salmista: «Tu Espíritu que es bueno, me guíe por tierra llana»(Sal. 142, 10).

José Antonio Pagola