Miércoles IX de Tiempo Ordinario

Hoy es 6 de junio, miércoles de la IX semana de Tiempo Ordinario.

Te vas a adentrar en un tiempo de oración. Toma conciencia de ello. Por unos segundos deja lo que estabas haciendo, invoca al Padre, al Hijo y al Espíritu. Pide que esa presencia de amor, que te habita, sea tu guía a lo largo de este rato y que la palabra que vas a escuchar se pueda transformar en ti en frutos de vida abundante.

La lectura de hoy es de la carta de Pablo a Timoteo (2Tim 1, 1-3.6-12):

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio. De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.

Timoteo es discípulo, amigo y colaborador de Pablo. Son varias las veces en las que Pablo le muestra su afecto y su recuerdo constante. Cuando el evangelio irrumpe, se nos regalan amigos y hermanos en el Señor. En unos momentos de silencio, nombra a las personas por las que llegó a ti la Buena Noticia del amor de Dios. Nombra también a los que hoy caminan contigo y te sostienen en la fe.

Pablo anima a Timoteo a no avergonzarse del evangelio y a tomar parte en su anuncio. ¿De qué manera es tu vida anuncio de la Buena noticia? ¿Sientes que podrías implicarte más o que alguno de tus dones permanece sin estrenar?

Al leer de nuevo la palabra de Dios, se te invita a recibirla como si esa carta fuera dirigida hoy a ti. Que ella interpele tu vida y reavive el don que Dios ha depositado en ti. Que la vida de Pablo, entregada al anuncio del evangelio, interpele hoy la tuya.

Tú también eres amigo y compañero de Jesús, a ti también te ha concedido un espíritu de energía, amor y buen juicio. No por tus méritos, sino por su gran amor. Concluye este tiempo de oración con el deseo de ser disponible a ese amor. Confiado de que él, que te ha llamado, te hará capaz de sostener esa llamada aunque las dificultades y flaquezas sean muchas. Repite varias veces con fuerza: sé de quien me he fiado. Deja que esta frase te acompañe.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Liturgia 6 de junio

MIÉRCOLES DE LA IX SEMANA DEL T. ORDINARIO

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido; Prefacio común.

Leccionario: Vol. III

  • 2Tim 1, 1-3. 6-12. Reaviva el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.
  • Sal 122.A ti, Señor, levanto mis ojos.
  • Mc 12, 18-27.No es Dios de muertos, sino de vivos

Antífona de entrada          Cf. Sal 24, 16. 18
Mírame, oh, Dios, y ten piedad de mi, que estoy solo y afligido. Mira mis trabajos y mis penas, y perdona todos mis pecados, Dios mío.

Oración colecta
OH, Dios, tu providencia

nunca se equivoca en sus designios;
te suplicamos con insistencia
que apartes de nosotros todo mal
y nos concedas todo lo que nos sea conveniente.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, confiando en tu bondad,

nos presentamos con ofrendas ante tu santo altar,
para que, purificados por tu gracia,
quedemos limpios en virtud de estos misterios que ahora celebramos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 16, 6
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.

     O bien:          Cf. Mc 11, 23. 24
En verdad os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis, dice el Señor.

Oración después de la comunión
GUÍANOS, Señor, con tu Espíritu,

a los que alimentas
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
para que, alabándote
no solo de palabra y con los labios,
sino con las obras y el corazón,
merezcamos entrar en el reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Norberto

SAN NORBERTO

(†  1134)

He aquí unos pies anchos, seguros, infatigables, que caminan bajo la ternura de la primavera, por las orillas del Rhin, esponjados gozosamente sobre la caricia de los praderíos, que los unge de un perfume de hierbabuena. Yo he visto estos pies, en el verano, polvorientos y morenos de sol, sudorosos. por la enorme fatiga, recogerse al descanso, a la sombra de la catedral de Colonia, y, al quedar reverentes, de rodillas, todos los santos, los ángeles y los grifos, que cantan un misterio de fe sobre la gloria del pórtico, han sonreído beatamente, en la frialdad de la piedra sagrada y maravillosa. Y los vi sobre los montes de Spira, en lucha amarga con las tormentas de invierno, ir dejando en la nieve un camino de sangre. Pero su vida y su gloria —la de estos pies extraordinarios— resplandece en caminar sin vacilaciones, sin pausas. ¿Qué buscan con tan ardorosa impaciencia estos pies? ¡Las almas!

 Los pies pueden definir la existencia de un hombre. En los libros Sapienciales hay toda una impresionante teología de los pies, como mandatarios de nuestro libre albedrío, cuando siguen los huellas del Señor y cuando caminan por las tinieblas del pecado, a la condenación eterna. Y, en el Evangelio, una ordenanza, sin apelaciones, de Jesucristo: «Si tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti; porque más te vale entrar cojo en el cielo que con los dos pies perderte en la gehena».

 Pero estos pies —para siempre, ahora, descalzos, mendicantes apostólicos— calzaron en su juventud finos escarpines de pieles, labradas en oro y pedrería. Eran esbeltos y ágiles para la danza en las fiestas de corte del emperador Enrique; cauteloso para tantear los laberintos sutiles de la política; raudos en la ambición de prebendas y honores.

 Son los pies de Norberto. Noble en las marcas de la Germania, arzobispo de Magdeburgo, fundador de los canónigos regulares premonstratenses, santo en el cielo de Dios. Y, según la historia que os voy a referir, estos pies, como dos columnas inconmovibles de la Santa Iglesia de Cristo, en la edad turbada del siglo XI, donde hay antipapas, confusión de la fe con las herejías, mientras atardece en un crepúsculo deslucido de sombras toda la grandeza del Sacro Imperio.

 Había nacido el año 1080, en la pequeña ciudad de Santes, del Estado de Cléves, en las márgenes alemanas del Rhin, que tiene castillos de leyenda, viñedos dorados por un embrujo de sol, para que destilen sus vinos, como la sangre encendida. La Crónica laudatoria del XVII atribuye a su padre Heriberto ascendencia de césares. Era realmente noble y emparentado con el emperador. Su madre Haduvije “traía origen de la Serenísima Casa de Lorena, raíz fecunda de donde han descollado, en todas las edades, muy cristianos héroes». Pues nada sorprende que, con semejantes ejecutorias en su cuna, tuviera Norberto entre sus manos la estrella de los elegidos y la fortuna asomada a sus ojos anhelantes y limpios. Sería un puro intelectual de la época, libre de toda servidumbre a las armas y a las artesanías.

 En las escuelas monásticas y episcopales se refugiaba entonces todo el humano saber. Turbas de copistas, en la calma serena y oracional de los scriptorios, ponían a punto las humanidades clásicas, junto a las últimas novedades de Anselmo de Bec, de Escoto Erigena, de Rábano Mauro. El Trivium, con el estudio de la gramática y de la dialéctica, con la pompa de los retóricos, interpretaba la historia y la poesía, mientras la austeridad del Quadrivium, apretado de números secretos, de astrologías y geometrías, se humanizaba también admitiendo los simples pentagramas de Guido de Arezzo, para reducir a un lúcido orden las melodías de la música. En la inquietud de estas escuelas se preludiaba ya el advenimiento feliz de la escolástica, que casaría valientemente las verdades de la fe con la filosofía de Aristóteles. Y un gran viento de mística espiritualidad agitaba a toda la Europa, empujando a las gentes al heroísmo de las Cruzadas, a la quieta y dolorosa contemplación de Dios en la penitencia y silencio de los claustros.

 Norberto ha vivido estos mundos alucinantes de la sabiduría. Tiene una inteligencia despejada y aguda; imaginación dulce para los madrigales, una palabra vital, que hace impacto de llagas en quien le oye.

 Sigue las disciplinas eclesiásticas porque le prima en la sangre el ejemplo de su tío, Federico de Carinthia, arzobispo de Colonia. Y asciende al subdiaconado, pero sin intenciones de consagrarse al Señor, en la plenitud de entrega del sacerdocio. Su tonsura le traerá un estado de vida magnificada por los honores y por las prebendas. Su propio tío le confiere una capellanía en la imperial iglesia de Santes, donde se muere de tedio y de nostalgias bajo el meridiano del demonio, dando a sus pasiones placer y a su ambición conquistas. Un canonicato en la catedral de Colonia le introduce triunfalmente en la vida cortesana. El emperador le hace su limosnero. Y ya está Norberto sobre los lujosos escenarios de la intriga palatina, para decir su papel, en alegres justas de amor, que han de terminar en drama. De cuerpo bien plantado y hermoso, maestro de humanidades, de cetrerías y poesías, insinuante y bien compuesto el ademán, la palabra caliente…, y una turba de damas, como gacelas, que ansían el venablo del cazador.

 Hay para Norberto, en este tiempo de vanidades, un viaje imperial a Roma, porque Enrique desea zanjar con el papa Pascual Il el escándalo de las investiduras que trae envilecida a la cristiandad, Han precedido unas conversaciones en Sutri, donde ambas partes llegaron a un esquema de convenio. Sólo falta la solemnidad de la firma, en la gran ceremonia que se celebra en San Pedro, con pausada pompa papal. Pero entonces, lejos de suscribir el emperador las estipulaciones de Sutri, «con la mayor alevosía que se lee en las historias —según papeles del tiempo—, hace una seña en alemán a sus tropas, que se echan sobre el Pontífice y los cardenales, les despojan de sus saeras vestiduras y los reducen a prisión». Fuera, los regocijos de Roma por la visita de tan insigne viajero naufragan en sangre inocente, en tropelías de la soldadesca, en incendios de destrucción. El alma exquisita de Norberto se turba y reprueba la conducta indigna de su amo: corre a la cárcel del Pontífice para reverenciarle y llorar con él tan grandes desventuras, y, ya de regreso en Alemania, no quiere admitir el obispado de Cambray, con el que desea investirle el emperador. Es el principio de su salud.

 La Crónica jesuita de Anvers desliza otra interpretación a esta renuncia obispal, como si el joven subdiácono amase más su vida desarreglada que el servicio divino, y pone la misma intención mundana a un cierto recreo que Norberto se toma, un día luminoso de abril, jinete de elegante caballo, cuando se dirige con su paje a un conventillo de Freten de Westfalia. ¿Le llevaba el impulso ciego del amor? Pero allí sería su camino de Damasco. Iba así nuestro caminante, huyendo de la luz hacia las oscuras regiones de tan ruines pensamientos, «cuando vino sobre la espalda de este fugitivo de Dios una palabra poderosa, que derriba en tierra al caballo y al caballero.» Claro que esto es la pintura un poco barroca del Cronicón. Porque la realidad fue que, en aquella calma radiante de primavera —todo el cielo perfumado de lirios y de rosas—, se cerró en una colosal tormenta. Nubes cárdenas restallando truenos, los árboles de la selva bamboleantes, las golondrinas atolondradas sin poderse recoger a seguro, y Norberto acurrucado en los temblores de su miedo, aterido entre el furor de las lluvias. Un rayo cae a los pies de su cabalgadura y sepulta a Norberto, con su paje, entre el lodo y las hierbas ardientes, como en un infierno.

 Se repite la historia de Saulo. Norberto encuentra su Ananías en el santo abad del cenobio de Ligeberg, en cuyas soledades se convierte a la contrición de sus pecados, a la penitencia. Entonces decide ascender hasta el sacerdocio. Su primera misa en la iglesia natal de Santes se configura, como una perfecta crucifixión, con el Cristo vivo de su Sacrificio. Es escarnecido por clérigos y por labradores, que le recuerdan los regalos carnales de su vida mundana; pero el sermón primero que les dirige impresiona hasta las lágrimas a todos sus paisanos, porque les confiesa con extrema humildad los escándalos de su vida y les invita a seguir a Jesucristo, en la vida nueva que él va a emprender.

 Y sus pies inician la gran epopeya. Reparte entre los pobres sus tesoros; renuncia a los cargos eclesiásticos y se hace sembrador del Evangelio por todas las marcas del Rhin, con milagros, carismas y don de lenguas, como los mismos apóstoles, que recibieron en Pentecostés al Santo Espíritu. Andar y andar, a la sola conquista de las almas. Los auditorios que abarrotan los templos vienen de largas distancias para oírle: pastores, letrados, clérigos, y todos quedan embebidos en los ardores de su caridad. Acusado falazmente por su propio Cabildo de Colonia al concilio de Hesse, en 1118, alcanza del Papa una legación para predicar en todo el orbe. Llega a Valenciennes con la salud rota, agotado de una misteriosa fiebre, y, sabiendo que allí se encuentra su buen amigo Burcardo, obispo de Cambray, le visita. Asiste a la conversación el capellán de su excelencia, Hugo, que, desde tiempo, había tomado el propósito de renunciar al mundo. Y, oyéndole, le suplica que le tome de compañero para aquel apostolado de evangelización rural. Y así la Providencia une estos dos corazones en un mismo destino: la fundación de una Orden que remedie las necesidades de la Iglesia.

 En 1119, muerto el papa Gelasio, le sucede el arzobispo de Viena, Calixto II, quien convoca un concilio en Reims para la reforma de las costumbres y el arreglo de la cuestión de las investiduras. Asisten cuatrocientos obispos, el rey de Francia y nuestros dos apóstoles, Norberto y Hugo. En el curso de las sesiones conocen al obispo de Laón, don Bartolomé, quien, movido del Espíritu, ofrece edificar un monasterio allí donde lo determine Norberto. Y así nace el Premontré. En la selva de Coucy, pantanosa, sombría, dantesca, circundada de montes pelados y rocosos, hay un prado —Pratum monstratum— donde Norberto presiente que debe nacer su obra. Y en la Navidad de 1121, sobre las ruinas de una pobre ermita, se alza el primer monasterio de la Orden Premonstratense. El drama de su propia vida —la traición que hizo al estado eclesiástico con su vida desarreglada— va a encontrar aquí un muy original y divino remedio. Bajo la regla de San Agustín no busca Norberto a los monjes, sino a los clérigos: en una vida común, tan rigurosa como la de los cenobios, sus canónigos regulares aseguran en el estudio, en la penitencia y en el silencio ese potencial de vida interior que es la clave de todo apostolado: no permanecerán en clausura, ni adscritos de por vida a un monasterio, como los monjes, sino que deben andar y andar a la conquista de los pecadores, derramando el cáliz de su corazón, que está lleno de Cristo, sobre las almas abandonadas e ignorantes. Y así van por las ciudades y las campiñas, con su hábito de lana blanca, como ángeles de la buena noticia, adoradores del sacramento y heraldos de Santa María.

 El suceso del Premontré conmueve a toda Europa. Las grandes Ordenes monásticas que obedecen a Cluny han entrado en una crisis de decadencia; las riquezas territoriales y el amplio poder de jurisdicción han corrompido al Cister; la soberbia de su gran abad Pons de Melgueil siembra de rivalidades la paz de los monjes, hasta conducirles a la excomunión y a la apostasía. Por eso Francia, Alemania, Bélgica acogen a los premonstratenses como la medicina celeste que Dios les envía. En los cuatro primeros años Norberto preside ya nueve monasterios y atiende a la formación de sus canónigos, a quienes empuja y calienta el ejemplo santo de su vida.

 En este nacimiento afortunado de la Orden hay un signo que la consagra definitivamente: el encuentro de su fundador con la herejía maniquea. Importada de Asia a Europa en el siglo III, reaparece con nuevos bríos en Amberes y Brujas, en el Delfinado, Provenza y Languedoc. Un cierto Tanchelim, fingiéndose obispo, nada menos que de consagración papal, embauca a turbas de mujeres con sus palabras histéricas. Cuando aparece en los campos o en las plazas públicas —él odia los templos a quienes llama guaridas del diablo—, centellea, como un ídolo, cubierto de púrpura y de oro. Es risible, pero dramático. Porque se hace acompañar de un verdadero ejército de tres mil hombres, que, en su fanatismo, siembran de libertinaje y de muerte las dulces tierras de Flandes. Muere a manos de un clérigo. Pero su muerte aumenta el número de los seguidores, encolerizados y rebeldes. Y es Norberto, con sus canónigos, llamados por el obispo de Cambray, quienes combaten el error y devuelven la paz y el orden a las gentes.

 Semejante suceso le hace concebir una idea genial y salvadora. Su Orden tendrá otra rama, completamente secular, donde hombres y mujeres, que viven en el mundo. observan una vida cristiana, a la sombra de sus abadías, lucrándose de las instrucciones, del ejemplo, de la oración. y de la compañía de sus canónigos. Son, ya entrevistas, las Ordenes Terceras, que los mendicantes Asís y Domingo han de fundar, después, corno pilares ciclópeos de la grandeza espiritual de la Alta Edad Media.

 Y ahora la apoteosis de sus pies descalzos. Peregrinantes, celosos de la gloria de Dios. Por el 1126 se reunía en Spira lo más selecto de Europa; del sacerdocio y del Imperio. La entrada triunfal del emperador Lotario aterra a los vencidos, que buscan el valimiento del obispo de Maguncia para que la victoria no les tiña de sangre ni les humille con cadenas. Y corre, de pronto, la voz de que Norberto se encuentra en la ciudad. Le conocen bien: le saben piadoso y justiciero; y le suplican que, en aquella hora de amargura, les consuele su palabra, ungida de tantos carismas. Lotario asiste al sermón y queda transido del amor de caridad en que se abrasa el apóstol. Y sin saber cómo —¡el Santo Espíritu sopla donde quiere y como quiere!— arrebatado el auditorio se echa sobre Norberto, clamando, «¡Norberto, arzobispo de Magdeburgo!». Queda anonadado y se resiste, con violencias, por su auténtica humildad. Pero aquel fervor de multitud mueve a Lotario a confirmar la elección de Norberto y después al Papa. A los pocos días hace su entrada en la catedral. Va, como siempre, descalzo, con su pobre túnica blanca, para recibir el homenaje de los obispos, de los nobles, de los cabildos y del pueblo. Cuando la solemnidad termina y se dirige a su palacio, el guardián le niega la entrada al verle tan pobre y descalzo: “Llegas tarde —le dice—, porque ya se dio la comida a los necesitados». Y cuando le avisan que aquel es su señor, el nuevo arzobispo, se arrodilla confuso para besarle los pies. Y así queda, para la historia, la apoteosis de unos pies anchos, seguros, inconmovibles, que sólo se movieron para la honra de Dios y la caridad del prójimo.

 Durante los ocho años de su pastoreo arzobispal Norberto culmina, en sus obras, el ejemplo de San Pablo. Pone a su discípulo Hugo como gran abad de toda la Orden, que se extiende por ciento veinte monasterios. Predica y escribe. Es perseguido como el apóstol, salvando por dos veces la vida de manos criminales. Viaja con el emperador a Roma y consigue deponer al antipapa Pedro de León. Asiste al concilio de Reims, donde su sabiduría brilla con los mismos resplandores de su santidad y de su celo.

 El 6 de junio de 1134, dentro de la octava de Pentecostés, este siervo humilde, a quien San Bernardo llamaba «Maestro», apóstol fidelísimo del Espíritu Santo, agotado de la fiebre, en suaves transportes de divino amor, se fue para el cielo a festejar los gozos de su Pascua. Os dejaré una divisa para que la maduréis dentro del alma. La que sin cesar repetía a sus discípulos: «Yo he frecuentado las cortes de los príncipes y abundé en riquezas. No perdoné a los deleites. Pero tened por cierto, hermanos míos, que la mayor abundancia de bienes de este mundo reside en la pobreza del espíritu. Sólo fui rico cuando de ellos carecí. Porque lo mismo fue arrojar de mi corazón los bienes de la tierra que llenarse de los de la gloria, mucho mejores sin comparación, de suavidad inefable y de una duración eterna».

 FERMÍN YZURDIAGA LORCA

Laudes – Miércoles IX de Tiempo Ordinario

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.

Himno: SENTENCIA DE DIOS AL HOMBRE

Sentencia de Dios al hombre
antes que el día comience:
«Que el pan no venga a tu mesa
sin el sudor de tu frente.

Ni el sol se te da de balde,
ni el aire por ser quien eres:
las cosas son herramientas
y buscan quien las maneje.

El mar les pone corazas
de sal amarga a los peces;
el hondo sol campesino
madura a fuego las mieses.

La piedra, con ser la piedra,
guarda una chispa caliente;
y en el rumor de la nube
combaten el rayo y la nieve.

A ti te inventé las manos
y un corazón que no duerme;
puse en tu boca palabras
y pensamiento en tu frente.

No basta con dar las gracias
sin dar lo que las merece:
a fuerza de gratitudes
se vuelve la tierra estéril.» Amén.

SALMODIA

Ant 1. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

Salmo 35 – DEPRAVACIÓN DEL MALVADO Y BONDAD DE DIOS

El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia.»
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!;
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;

se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva
y tu luz nos hace ver la luz.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

Ant 2. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.

Cántico: HIMNO A DIOS CREADOR DEL MUNDO Y PROTECTOR DE SU PUEBLO Jdt 16, 2-3. 15-19

¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.

Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.

Ant 3. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

Salmo 46 – ENTRONIZACIÓN DEL DIOS DE ISRAEL

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

El nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
El nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

LECTURA BREVE   Tb 4, 16-17. 19-20

No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos.

RESPONSORIO BREVE

V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

V. Dame vida con tu palabra.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Realiza, Señor, con nosotros la misericordia y recuerda tu santa alianza.

PRECES

Demos gracias a Cristo y alabémoslo porque ha querido santificarnos y llamarnos hermanos suyos; digámosle, pues, confiados:

Santifica, Señor, a tus hermanos.

Concédenos, Señor, consagrar el principio de este día en honor de tu resurrección
y haz que todos los trabajos que realicemos durante esta jornada te sean agradables.

Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos,
sobre todo en los tristes, en los más pobres y en los que son menos útiles a los ojos del mundo.

Tú que para aumentar nuestra alegría y afianzar nuestra salvación nos das el nuevo día, signo de tu amor,
renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre.

Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo
y que a nadie devolvamos mal por mal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tal como Cristo nos enseñó, terminemos nuestra oración diciendo:

Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, salvador nuestro, danos tu ayuda para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así, los que de ti hemos nacido en el bautismo, seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Oficio de lecturas – Miércoles IX de Tiempo Ordinario

OFICIO DE LECTURA

 

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.

 

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: CON ENTREGA, SEÑOR, A TI VENIMOS

Con entrega, Señor, a ti venimos,
escuchar tu palabra deseamos;
que el Espíritu ponga en nuestros labios
la alabanza al Padre de los cielos.

Se convierta en nosotros la palabra
en la luz que a los hombres ilumina,
en la fuente que salta hasta la vida,
en el pan que repara nuestras fuerzas;

en el himno de amor y de alabanza
que se canta en el cielo eternamente,
y en la carne de Cristo se hizo canto
de la tierra y del cielo juntamente.

Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
el Señor Jesucristo, nuestro hermano,
y al Espíritu Santo, que, en nosotros,
glorifica tu nombre por los siglos. Amén

SALMODIA

Ant 1. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Salmo 17, 2-30 I- ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Ant 2. El Señor me libró porque me amaba.

Salmo 17 II

Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su rostro se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.

Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad:

como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;

y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.

El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz,
al soplo de tu ira.

Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.

Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor me libró porque me amaba.

Ant 3. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.

Salmo 17 III

El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;

Le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.

Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.

Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.

V. Todos quedaban maravillados.
R. De las palabras que salían de la boca de Dios.

PRIMERA LECTURA

De la carta a los Gálatas 3, 15-4, 7

EL OFICIO DE LA LEY

Hermanos, voy a proponeros un ejemplo tomado de la vida humana: nadie anula ni modifica un testamento que esté en regla, a pesar de ser una cosa puramente humana. A Abraham y a su descendencia se hicieron las promesas de parte de Dios. No dice la Escritura «a los descendientes», como si se tratase de muchos, sino, en singular, «a tu descendencia». Y ésta es Cristo.

Y, ahora, a lo que iba: El testamento, formalizado ya con anterioridad por Dios, no puede ser anulado, hasta invalidar la promesa, por una ley que vino cuatrocientos treinta años más tarde. Si la herencia divina hubiese dependido de la ley, ya no dependería de la promesa. Ahora bien, Dios la concedió a Abraham como un don gratuito, mediante una promesa.

Entonces, ¿cuál fue el fin de la ley mosaica? Fue puesta por Dios junto a las promesas por razón de las transgresiones, hasta que viniese la descendencia a quien se habían hecho las promesas; fue promulgada por ministerio de ángeles y por intervención de un mediador. Pero, cuando solamente hay una persona, no hay lugar para mediador alguno; y, en el caso de la promesa, sólo hubo uno: Dios. Así, pues, ¿va la ley contra las promesas de Dios? De ningún nodo. Si se hubiese promulgado una ley capaz de darnos la vida, realmente la justificación habría provenido de la ley.

Pero la Escritura ha declarado que todos los hombres son culpables de pecado, para que así la promesa se concediese a los creyentes, por su fe en Jesucristo.

Antes de venir la economía de la fe, estábamos encerrados bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que había de revelarse. De este modo la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de ser justificados por la fe. Pero, una vez llegada la era de la fe, no estamos más bajo la potestad del ayo, pues ya sois todos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

En efecto, todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer: todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo sois por lo mismo descendencia de Abraham, herederos según la promesa.

Pongo también otra comparación: El heredero, mientras es menor de edad, con ser dueño de todo, no se distingue en nada del esclavo: está bajo tutores y administradores hasta el tiempo prefijado por su padre. De igual modo: Nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos esclavizados por los «elementos del mundo».

Pero, cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Y la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Padre!» Por consiguiente, ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también eres heredero por voluntad de Dios.

RESPONSORIO    Ga 3, 27. 28; cf. Ef 4, 24

R. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil: * todos sois uno en Cristo Jesús.
V. Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
R. Todos sois uno en Cristo Jesús.

SEGUNDA LECTURA

De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo.
(Catequesis 18, 23-25: PG 33, 1043-1047)

LA IGLESIA O CONVOCACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o las terrenas; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales.

Con toda propiedad se la llama Iglesia o convocación, ya que convoca y reúne a todos, como dice el Señor en el libro del Levítico: Convoca a toda la asamblea a la entrada de la Tienda de Reunión. Y es de notar que la primera vez que la Escritura usa esta palabra «convoca» es precisamente en este lugar, cuando el Señor constituye a Aarón como sumo sacerdote. Y en el Deuteronomio Dios dice a Moisés: Convoca el pueblo a asamblea, para que yo le haga oír mis palabras y aprendan a temerme. También vuelve a mencionar el nombre de Iglesia cuando dice, refiriéndose a las tablas de la ley: Y en ellas estaban escritas todas las palabras que el Señor os había dicho en la montaña, de en medio del fuego, el día de la iglesia o convocación; es como si dijera más claramente: «El día en que, llamados por el Señor, os congregasteis.» También el salmista dice: Te daré gracias, Señor, en medio de la gran iglesia, te alabaré entre la multitud del pueblo.

Anteriormente había cantado el salmista: En la iglesia bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel. Pero nuestro Salvador edificó una segunda Iglesia, formada por los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos, acerca de la cual dijo a Pedro: Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán.

En efecto, una vez relegada aquella única iglesia que estaba en Judea, en adelante se van multiplicando por toda la tierra las Iglesias de Cristo, de las cuales se dice en los salmos: Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la iglesia de los fieles. Concuerda con esto lo que dijo el profeta a los judíos: Vosotros no me agradáis -dice el Señor de los ejércitos-, añadiendo a continuación: Desde el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones.

Acerca de esta misma santa Iglesia católica escribe Pablo a Timoteo: Sabrás ya de este modo cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

RESPONSORIO    1Pe 2, 9-10

R. Vosotros sois linaje escogido, nación santa, pueblo adquirido por Dios, * para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
V. Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo sois ahora pueblo de Dios.
R. Para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño, y nos concedas lo que pueda sernos de provecho. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.