Vísperas – Lunes XI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LANGUIDECE, SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA.

Languidece, Señor, la luz del día
que alumbra la tarea de los hombres;
mantén, Señor, mi lámpara encendida,
claridad de mis días y mis noches.

Confío en ti, Señor, alcázar mío,
me guíen en la noche tus estrellas,
alejas con su luz mis enemigos,
yo sé que mientras duermo no me dejas.

Dichosos los que viven en tu casa
gozando de tu amor ya para siempre,
dichosos los que llevan la esperanza
de llegar a tu casa para verte.

Que sea de tu Día luz y prenda
este día en el trabajo ya vivido,
recibe amablemente mi tarea,
protégeme en la noche del camino.

Acoge, Padre nuestro, la alabanza
de nuestro sacrificio vespertino,
que todo de tu amor es don y gracia
en el Hijo Señor y el Santo Espíritu. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122 – EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123 – NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Ant 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

LECTURA BREVE   St 4, 11-13a

No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

RESPONSORIO BREVE

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Sáname, porque he pecado contra ti.

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Porque he pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sáname, porque he pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

PRECES

Cristo quiere que todos los hombres alcancen la salvación. Digámosle, pues, confiadamente:

Atrae, Señor, a todos hacia ti.

Te bendecimos, Señor, porque nos has redimido con tu preciosa sangre de la esclavitud del pecado;
haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Ayuda con tu gracia a nuestro obispo N. y a todos los obispos de la Iglesia,
para que con gozo y fervor sirvan a tu pueblo.

Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad logren encontrarla
y que, habiéndola encontrado, se esfuercen por difundirla entre sus hermanos.

Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas y a los que viven abandonados;
ayúdalos en sus necesidades para que experimenten tu solicitud hacia ellos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,
allí donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, serás todo en todos.

Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 18 de junio

Lectio: Lunes, 18 Junio, 2018

Tiempo Ordinario

1) ORACIÓN INICIAL

¡Oh Dios!, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Mateo 5,38-42

«Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

3) REFLEXIÓN

• El evangelio de hoy forma parte de una pequeña unidad literaria que va desde Mt 5,17 hasta Mt 5,48, en la que se describe como pasar de la antigua justicia de los fariseos (Mt 5,20) para la nueva justicia del Reino de Dios (Mt 5,48). Describe como subir la Montaña de las Bienaventuranzas, de donde Jesús anunció la nueva Ley del Amor. El gran deseo de los fariseos era alcanzar la justicia, ser justo ante Dios. Es éste también el deseo de todos nosotros. Justo es aquel o aquella que consigue vivir allí donde Dios quiere que lo haga. Los fariseos se esforzaban para alcanzar la justicia a través de la observancia estricta de la Ley. Pensaban que era por el esfuerzo que podrían llegar hasta el lugar donde Dios los quería. Jesús toma postura ante esta práctica y anuncia que la nueva justicia tiene que superar la justicia de los fariseos (Mt 5,20). En el evangelio de hoy estamos casi llegando a la cima de la montaña. Falta poco. La cima está descrita con la frase: “Sed perfecto como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48), que meditaremos en el evangelio de mañana. Veamos de cerca este último grado que nos falta para llegar a la cima de la Montaña, de la que San Juan de la Cruz dice: “Aquí reinan el silencio y el amor”.

• Mateo 5,38: Ojo por ojo, diente por diente. Jesús cita un texto de la Ley antigua diciendo: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente!”. El abrevia el texto diciendo: ”Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex 21,23-25). Como en los casos anteriores, aquí también Jesús hace una relectura enteramente nueva. El principio: “ojo por ojo, diente por diente” estaba en la raíz de la interpretación que los escribas hacían de la ley. Este principio debe ser subvertido, pues pervierte y perjudica la relación entre las personas y con Dios.

• Mateo 5,39ª: No devolver mal con mal. Jesús afirma exactamente lo contrario: “Pero yo os digo: no os vengais de quien os hace el mal”. Ante una violencia recibida, nuestra relación natural es pagar al otro con la misma moneda. La venganza pide: “ojo por ojo, diente por diente”. Jesús pide retribuir el mal no con el mal, sino con el bien. Pues, si no sabremos superar la violencia recibida, la espiral de violencia lo invadirá todo y no habrá salida. Lamec decía: “Pongan atención a mis palabras. Yo he muerto a un hombre por la hrida que me hizo y a un muchacho por un moretón que recibí. Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta y siete veces” (Gn 4,24). Fue por causa de esta venganza extremada que todo terminó en la confusión de la Torre de Babel (Gen 11,1-9). Fiel a la enseñanza de Jesús, Pablo escribe en la carta a los Romanos: “antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. “No devuelvan a nadie mal por mal, procuren ganarse el aprecio de todos los hombres. No te dejes vencer por lo malo, más bien vence el mal a fuerza de bien”. (Rom 12,17.21). Para poder tener esta actitud, es necesario tener mucha fe en la posibilidad que el ser humano tiene de recuperarse. ¿Cómo hacer esto en la práctica? Jesús nos ofrece 3 ejemplos concretos.

• Mateo 5,39b-42: Los cuatro ejemplos para superar la espiral de violencia. Jesús dice: (a) al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; (b) al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; (c) y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. (d) a quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.(Mt 5,40-42). ¿Cómo entender estas cuatro afirmaciones? Jesús mismo nos ofreció una ayuda de cómo debemos entenderlas. Cuando el soldado le dio una bofetada en el rostro, él no ofreció la otra. Por el contrario, reaccionó con energía: “Si he hablado mal, muéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23) Jesús no enseña la pasividad. San Pablo piensa que, retribuyendo el mal con el bien, “haciendo esto, amontonarás brasas sobre su cabeza” (Rom 12,20). Esta fe en la posibilidad de recupero del ser humano sólo es posible desde una raíz que nace de la total gratuidad del amor creador que Dios mostró para con nosotros en la vida y en las actitudes de Jesús.

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• ¿Has sentido alguna vez una rabia tan grande como para querer aplicar la venganza “ojo por ojo”, diente por diente”? ¿Cómo hacer para superarla?

• ¿Será que la convivencia comunitaria hoy en la iglesia favorece el tener en nosotros el amor creador que Jesús sugiere en el evangelio de hoy?

5) ORACIÓN FINAL

Escucha mi palabra, Yahvé,
repara en mi plegaria,
atento a mis gritos de auxilio,
rey mío y Dios mío. (Sal 5,2-3)

Natividad San Juan Bautista

La «historia» del nacimiento de Juan en Lc 1 se ha prestado mucho a la piedad o, por el contrario, es una de las cuestiones históricas más debatidas. En realidad la descripción del nacimiento de Juan se hace en paralelo con la de Jesús, pero con las diferencias pertinentes. No podemos menos de notar lo escueto que es el evangelista para narrar el «nacimiento» de Juan (Lc 1.57-58) en dos versículos, mientras que al nacimiento de Jesús le dedica veinte (Lc 2,1-20). Las consecuencias del nacimiento de Juan y la imposición de su nombre se explican como contrarréplica a la escena del anuncio de su nacimiento y a la mudez de su padre Zacarías. Zacarías debe hablar y escribir para dimensionar el nombre divino y el papel que el niño ha de tener. Lo extraño y curioso es que Lucas concede menos peso al nacimiento de Juan y mucho más al rito judío de la circuncisión y la imposición del nombre (vv. 59-66), mientras que en el caso de Jesús sucede al contrario: el nacimiento y sus consecuencias tienen un peso extraordinario y del rito judío de la circuncisión le basta con una simple evocación (Lc 2,21). Además, se subraya que la imposición del nombre corresponde al padre de la criatura, en el caso de Juan. Pero en el caso de Jesús se le encomienda a María (Lc 1,31). Estas diferencias, sin duda, marcan la teología de lo que Lucas quiere expresar: aunque son dos anuncios y nacimiento paralelos, lo de Jesús es distinto de lo de Juan el hijo de un sacerdote.

Algunos autores no están seguros de que en tiempos de Jesús la imposición del nombre se realizara en el momento de la circuncisión, va que en el AT parece que era en el momento del nacimiento (Cf Gn 21,3). En todo caso, la afirmación de Zacarías: ¡Juan es su nombre! pretendería explicar que la vida de Juan estaría en manos de Dios y no de sus padres o de su familia. Según la tradición que Lucas recoge, Zacarías era de familia sacerdotal, como sabemos, y el futuro de este niño debería ser el mismo: servir al culto y el templo; tenía derecho. Pero como se quiere poner de manifiesto en Lc 1,80, este niño no será sacerdote, sino profeta, aunque un profeta muy especial: en el desierto y llamando a un bautismo de conversión a todo Israel. ¿Qué es histórico en todo esto? No lo sabemos, porque la verdad es que el nacimiento no ocupa mucho interés; casi todo se centra en poner el nombre previo acuerdo entre Isabel y Zacarías después, con la tablilla; todo para contradecir a la gente e imponer un nombre que no sabemos que viene «del cielo», como el de Jesús, pero lo parece, según la estética de nuestro narrador.

¿Qué significar Juan? Un nombre es muy importante en la Biblia. El nombre es todo un programa, un diseño de vida… Jesús significa «Dios salva o es mi salvador» y su vida estará dedicada a la salvación. Juan (Yóhanan) viene a significar: «Dios es propicio o Dios se ha apiadado» o bien, «Dios es misericordia». Desde esta explicación y significado es cómo podemos entender el canto del Benedictus que Lucas ha puesto a continuación, donde la visita de Dios a su pueblo es la idea que exhorta a bendecir y a alabar a Dios. Este cántico de Zacarías, sin duda compuesto de Lucas, con todas las resonancias de los cantos del AT viene a mostrar que toda la historia del pueblo de las promesas no ha sido en vano y que ha llegado el momento en que Dios, de nuevo, estará con los suyos. Juan, pues, tiene esa misión en su nombre mismo: anunciar que Dios ha de llegar para visitar, liberar… es lo que hará Jesús, quien con su nombre y su vida ha de llevar a cumplimiento lodo el proyecto salvador de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez

18 de junio – Sagrado Corazón

LA LANZADA

ORACIÓN PREPARATORIA

Oh Dios, que por medio del Corazón de tu Hijo, herido por nuestras culpas, te dignas, en tu misericordia infinita, darnos los tesoros de tu amor; te pedimos nos concedas que, al presentarte el devoto obsequio de nuestra piedad, le ofrezcamos también el homenaje de una digna satisfacción. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

CONSIDERACIÓN DEL DÍA

Lanzada contra el Corazón de Cristo son los sacrilegios como se cometen contra todo lo más santo y sagrado y en la recepción de los santos sacramentos indignamente recibidos.

 

LETANÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.

Padre Eterno, Dios de los cielos, ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros
Dios, Espíritu Santo, ten piedad de nosotros
Santa Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros

Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Pa­dre, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen Madre, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Al­tísimo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien están to­dos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseo de los eter­nos collados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y de mu­cha misericordia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, saciado de opro­bios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, perforado por una lanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de toda con­solación, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios, que quitas los pe­cados del mundo, perdónanos, Se­ñor.
Cordero de Dios, que quitas los pe­cados del mundo, escúchanos, Se­ñor.
Cordero de Dios, que quitas los pe­cados del mundo, ten piedad de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo.

 

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, mira el corazón de tu amadísimo Hijo y las alabanzas y sa­tisfacciones que te dio en nombre de los pecadores, y concede propicio el perdón a los que imploran tu misericordia, en nombre de tu mismo Hijo Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACIÓN FINAL

Señor Jesús, que tus santos misterios infundan en nosotros el fervor divino, con el que, recibida la bondad de tu dulce Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Tu que vives y reinas por siglos infinitos. Amén.

Ecclesia in Medio Oriente

88. Cada una de las Iglesias católicas presentes en Oriente Medio, herederas de un impulso apostólico que ha llevado la Buena Nueva a tierras lejanas, están invitadas también a renovar su espíritu misionero por la formación y el envío de hombres y mujeres orgullosos de su fe en Cristo, muerto y resucitado, y capaces de anunciar con valor el Evangelio, tanto en su región como en los territorios de la diáspora, o incluso en otros países del mundo[81]. El Año de la Fe, que se sitúa en el contexto de la nueva evangelización, si se vive con una convicción intensa, será un excelente estímulo para promover una evangelización interna de las Iglesias de la región, y para consolidar el testimonio cristiano. Dar a conocer al Hijo de Dios muerto y resucitado, el único Salvador de todos, es un deber constitutivo de la Iglesia y una responsabilidad imperativa para todo bautizado. Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tm 2,4). Frente a esta misión urgente y exigente, y en un contexto multicultural y religiosamente plural, la Iglesia goza de la asistencia del Espíritu Santo, don del Señor resucitado, que sigue sosteniendo a los suyos, y del tesoro de las grandes tradiciones espirituales que ayudan a buscar a Dios. Animo a las circunscripciones eclesiásticas, a los Institutos religiosos y a los movimientos a desarrollar un auténtico espíritu misionero, que será para ellos prenda de renovación espiritual. Para esta misión, la Iglesia católica en Oriente Medio puede contar con el apoyo de la Iglesia universal.


[81] Cf. Propositio 34.

Homilía – Domingo Natividad de San Juan Bautista

Celebramos hoy la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista. Juntamente con Pedro y Pablo, son los únicos santos que tienen dos fiestas litúrgicas. En el caso de Juan Bautista, se celebra su martirio el 29 de agosto, y la de hoy, que conmemora su nacimiento, con la categoría de solemnidad. Por eso, se celebra, aunque sea domingo.

De él hace Jesús una gran alabanza: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él». Primero dice que es el mayor de los nacidos de mujer. Juan cierra un ciclo, podíamos decir que el Antiguo Testamento, y, hasta entonces, dice Jesús, ha sido el más grande, el mayor. La segunda parte puede chocarnos, cuando dice que el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Juan Bautista ha sido el precursor de Jesús, el que prepara su camino, el que lo presenta a los primeros discípulos, pero no le ha escuchado a Jesús el anuncio del Reino, que es su mensaje fundamental, ni ha sido testigo de su pasión, muerte y resurrección.

El mismo Juan, cuando presenta a Jesús, dice que «conviene que Él crezca y que yo disminuya, y no merezco desatarle las sandalias». Él mismo se hace el menor, sabe ponerse en su sitio. El importante es Aquél a quien anuncia. Esto es lo que le hace grande. Como dice el canto de María: «el Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes». Hace grande a los humildes y Juan Bautista lo es.

Ya desde su nacimiento, cuya fiesta celebramos hoy, los vecinos y parientes ven algo grande en él. Quedaron sobrecogidos al enterarse del nombre que habían elegido para él. Era algo sorprendente que no llevara el nombre del padre. Por eso, reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser de este niño?». Y se lo preguntaban porque «la mano de Dios estaba con él». Y por eso felicitaban a Isabel, porque «el Señor le había hecho una gran misericordia». Como dijo el ángel a María, en la anunciación: «Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo».

Por todo esto, la Iglesia ha escogido como primera lectura para la fiesta de hoy la vocación de Isaías y la aplica también a Juan Bautista. «Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada…Te hago luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra».

<

p style=»text-align:justify;»>Tanto Juan Bautista, como Isaías, se sienten llamados por el Señor, ya desde el vientre materno, y descubren que tienen una misión. Una misión que no eligen ellos, sino que han recibido del Señor. Y los dos dedican toda su vida a llevar adelante esta misión. Los dos también son fieles hasta entregar su vida. El martirio de San Juan Bautista nos lo atestigua
 el Evangelio, pero esta fiesta la celebraremos el 29 de 
agosto.

<

p style=»text-align:justify;»>En el Salmo Responsorial hemos ido repitiendo: «Te
doy gracias, Señor, porque me has escogido portentosamente». Así se han sentido Isaías y Juan Bautista. Pero nosotros también tenemos que dar gracias al Señor, porque también hemos sido escogidos por Dios. Tenemos que sentirnos llamados y escogidos, también para realizar una misión. El Señor se ha fijado en nosotros desde el vientre de nuestra madre y nos encomienda una misión. Esta misión, este cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida, es lo que tenemos que ir descubriendo día a día, para ser fieles a ella hasta el final.

En un estado de vida o en otro, también nos ha hecho luz de las naciones, para que su salvación alcance hasta el confín de la tierra. Ya nos lo ha dicho Jesús: «vosotros sois la luz del mundo». Y en otro lugar: «para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre del cielo».

<

p style=»text-align:justify;»>Nuestra vida, como la de Isaías y como la de Juan
Bautista, es importante. Dios cuenta con nosotros para extender su Reino, como veíamos el domingo pasado, aunque nos veamos rodeados de cizaña. Nosotros también contamos con Él, que nos ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo. Que así sea.

Rafael Mateos Boggio, S.J.

Lc 1, 57-66. 80 (Evangelio Domingo Natividad de San Juan Bautista)

Lucas distribuye la comunicación en los dos primeros capítulos de su evangelio, el llamado “Evangelio de la infancia”, a modo de díptico: en un panel encontramos los acontecimientos en torno al nacimiento de Juan el Bautista, y, en el otro panel, lo referido a Jesús. Usando este tipo de paralelismo, recurso literario conocido en la literatura greco-romana, confronta a Juan y a Jesús, destacando la superioridad del segundo respecto al primero. A Juan se le dedica un espacio menor que a Jesús en la narración, lo que ayuda a subrayar este contraste.

<

p style=»text-align:justify;»>La segunda tabla del primer “panel” del díptico se centra en el relato del nacimiento de Juan. Tras el anuncio a
 Zacarías y su reacción ante las palabras del ángel, llega el momento 
en que se cumple lo que había pro-
metido. La narración es sobria; simplemente se limita a decir que «al
 cumplirse el tiempo a Isabel, dio a
luz un hijo». El nacimiento de Jesús
estará rodeado de una gran cantidad de detalles que mostrarán la superioridad, también narrativa, de éste frente al Bautista.

Más que en el nacimiento de Juan, la atención del relato se centra en su circuncisión y los acontecimientos que la rodean. A los ocho días del parto, como era costumbre entre los judíos, llevaron al niño a ser circuncidado. Este era el momento en que habitualmente se imponía el nombre al recién nacido. Y así será en este caso. Por otra parte, no era frecuente que se le diera el nombre de su progenitor, por lo que llama la atención la insistencia de los familiares y vecinos de la pareja en que se llamase como el padre: Zacarías.

Tanto Isabel como Zacarías tienen claro que el niño se llamará Juan. La rotundidad con que se expresa Isabel: «no, se llamará Juan», como la detallada narración de la intervención de Zacarías, revelan la importancia del hecho de que los dos, cada uno de un modo, se ponen de acuerdo. De esta manera se quiere destacar que todo lo que sucede alrededor de este niño se debe a una intervención divina: anuncio, concepción en la vejez, nacimiento, coincidencia en la imposición del nombre. Desde el comienzo de su vida, Juan estará “tocado” por Dios, por su fuerza y su protección.

El ambiente de la escena es de alegría, que se desborda cuando Zacarías recupera el habla. Se cumple lo que había anunciado el ángel: «Tú te quedarás mudo y no podrás hablar hasta que se verifiquen estas cosas», y en ese momento Zacarías, que pasa de la duda a la fe, se puso a alabar y bendecir a Dios. A lo largo de todos los relatos de la infancia, tanto de Juan como de Jesús, la presencia de Dios se hace palpable. Él es quien inicia, guía y acompaña la historia. Nada sucede sin que él esté presente.

La reacción de los que están asistiendo a estos sucesos es de sorpresa y temor. Es la reacción típica ante la manifestación de lo sobrenatural. Por eso, cuando esta noticia se difundió, «muchos pensaban en su interior: ¿Qué va a ser de este niño?». Todo está narrado con la intención de destacar esta importante presencia de Dios, porque «la mano del Señor estaba con él». Con esta expresión se destaca que la vida del futuro profeta estará siempre bajo la protección y guía de Dios.

Apenas hay interés biográfico en la narración; el evangelista quiere destacar esta presencia especial de Dios en el Bautista. La futura grandeza de Juan se manifiesta ya en las circunstancias maravillosas ocurridas al inicio de su existencia. El lector está preparado para acoger su mensaje.

Óscar de la Fuente de la Fuente

Hch 13, 22-26 (2ª lectura Domingo Natividad de San Juan Bautista)

<

p style=»text-align:justify;»>La coincidencia de la solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista con un domingo nos depara la rarísima circunstancia (quizá única en todo el ciclo litúrgico) de tener como segunda lectura un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, tomado en este caso 
del capítulo 13. Se trata de un 
fragmento del discurso pronun
ciado por Pablo en la sinagoga 
de Antioquía de Pisidia, en Asia 
Menor (actual Turquía), durante
 su primer viaje misionero. Evidentemente, el texto ha sido escogido para la liturgia de hoy por
la mención que se hace en él,
 con cierto detalle, del ministerio de Juan.

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p style=»text-align:justify;»>La figura histórica del Bautista nos es conocida no solo por fuentes cristianas (los cuatro Evangelios y el libro de los Hechos), sino también por un testimonio extrabíblico, el del historiador judío Flavio Josefo. Los textos del Nuevo Testamento, como el que ahora nos ocupa, subrayan habitualmente, al hablar de Juan, su papel de precursor de Jesús y, por tanto, su subordinación con respecto a este (cf. Jn 1,6- 8.15; 3,27-30).
 Lucas escenifica aquí un discurso de Pablo, en el que éste hace un primer anuncio de Jesucristo ante un auditorio compuesto por judíos (la escena se ambienta en una sinagoga). Por ello, es natural que aluda a la historia de Israel, y en concreto a las promesas hechas a David, presentando a Jesús como el Mesías anunciado: «Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús».

Ahora bien, antes de que llegara Cristo, apareció Juan, quien «predicó a todo Israel un bautismo de conversión». Este dato coincide fundamentalmente con lo que recogen los Evangelios canónicos (Mc 1,4-5; Mt 3,1-6; Lc 3,3). Lucas (por boca de Pablo) añade aquí que «cuan- do Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”». Como en los Evangelios, el Bautista afirma claramente que él no es el Mesías, sino que viene a prepararle el camino (cf. Jn 1, 19-23).

En cuanto a la frase sobre las sandalias, recogida en los cuatro Evangelios (Mc 1,7; Lc 3,16; Jn 1,27; y, con ligera variante, Mt 3,11), parece constituir una alusión al discipulado, pues correspondía al discípulo el desatar las sandalias del maestro y quitárselas cuando llegaba a casa fatigado del camino (no así lavarle los pies, que era tarea propia de los esclavos). Lo que está diciendo Juan con respecto a Jesús es, pues, algo así como «no soy digno de ser considerado su discípulo». De esta forma los evangelistas subrayan la primacía del Mesías sobre su precursor.

Pablo concluye declarando a sus oyentes, a los que llama «hermanos» (por su común pertenencia al judaísmo) e «hijos del linaje de Abrahán» –y añade «y todos vosotros los que teméis a Dios», con lo que tal vez se sugiere que en el auditorio había también prosélitos, o personas no judías que simpatizaban con la religión de Israel–, que «a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación». El testimonio de Juan sobre Jesús es considerado, pues, parte integrante del anuncio de la buena noticia.

José Luis Vázquez Pérez, S.J.

Is 49, 1-6 (1ª lectura Domingo Natividad de San Juan Bautista)

Este texto corresponde al segundo canto del siervo de Yahvé que se encuentra en el Deuteroisaías, los capítulos de Is 40 al 50 correspondientes a un profeta anónimo que escribe desde el exilio de Babilonia (s. VI a.C.). Se discute mucho sobre si estos cantos han de ser entendidos en referencia a un personaje individual o comunitario. Nuestro texto se refiere claramente a Israel (v.3), y desde esa perspectiva debe ser estudiado. Desde el principio son palabras dirigidas a las naciones (las islas y pueblos lejanos del v.1) por el siervo, en un discurso que no es de juicio ni un oráculo sino que es su propio testimonio sobre su llamada y su misión de llevar la salvación «hasta el confín de la tierra» (v.6).

El siervo, es decir, Israel, ha sido elegido por el Señor «desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre» (v.1); una expresión que este profeta anónimo ya había utilizado para hablar del origen de la elección de Israel como inserta en la raíz de su existencia. Su vocación parece que tiene que ver con la proclamación de un mensa- je. La palabra de Dios que transmite es como una «espada afilada» (ver Heb 4,12; Ap 1,16; Ef 6,17) y como «flecha bruñida» que irá hacia las tierras lejanas. Pero por ahora la palabra está escondida en la sombra divina, en su aljaba (v.2). Dios inter- viene dirigiéndose a Israel y expresando que el fruto de su misión será la gloria de Dios (v.3). Sin embargo, no parece que en un primer momento haya tenido mucho éxito. Parece que ha elegido un camino equivocado que le llevó a gastar sus fuerzas para nada. De ello se lamenta el siervo como ya hizo el profeta Jeremías (Jer 15,10-18; 20,17-18). El aparente fracaso es la paradoja de la misión, aunque en lo profundo de su vida, sin él saberlo, el Señor lo defendía y lo custodiaba (v.4). Por eso, la «causa» y la «recompensa» del siervo no se puede encontrar sino en el Señor. También aquí, como en todo el mensaje bíblico, la gracia precede a la acción del creyente.

La misión tenía un primer horizonte dirigido a la conversión de Israel para mantenerlo unido al Señor. Es una tarea en la que habían trabajado profetas anteriores, desde el Isaías histórico en el s. VIII a.C. hasta Jeremías casi en la misma época que el Deuteroisaías. Esa predicación anterior no logró su objetivo y la respuesta negativa que encontró par parte del pueblo de Israel provocó el exilio, la situación en la que se encuentra nuestro profeta anónimo. Pero la misión sigue en pie y su horizonte se ensancha. Lo que va a llevar a cabo el siervo en nombre del Señor es «restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel» (v.6). Estamos ante el anuncio del fin del exilio, un tema central en el Deuteroisaías. Y en este caso el acontecimiento será un signo para todos los pueblos, «luz de las naciones», y así la noticia de la salvación de Israel llegará «hasta el confín de la tierra». Hay aquí un preludio evocativo de la misión del la Iglesia primitiva tal como es expresada en Hch 1, 8. Pero en la perspectiva del Nuevo Testamento no es solo el anuncio lo que llegará a todos los pueblos sino la realidad salvífica que se manifestó en Jesucristo.

Luis Fernando García Viana

Comentario al evangelio – 18 de junio

La primera lectura es un relato actual, actualísimo, de lo que puede hacer el poder cuando no es capaz de limitarse, cuando se convierte en un poder abusador y todopoderoso. Frente a ese poder el débil no puede hacer nada. El que está en el poder puede hacer lo que quiera. Siempre encontrará una justificación, siempre encontrará un requiebro legal para decir que ha actuado según la ley. Y, cuando no es así, tendrá, valga la redundancia, el poder suficiente para esconder lo que ha hecho, para echar la culpa a otro, y salir con bien del apuro. No sólo con bien, sino consiguiendo sus objetivos. Así ha sido en tiempo de Ajab, rey de Israel. Y en los tiempos actuales. La impunidad suele dormir en la misma cama que el poder. No hace falta poner ejemplos porque seguro que todos los lectores tienen más de uno en la cabeza. Podemos lanzar la mirada a nuestros gobernantes pero también a los vecinos o a los miembros de nuestras familias. Y no será difícil que encontremos algún ejemplo concreto de esta realidad. 

Frente a esta realidad que pone frente a nosotros la primera lectura, de dentro nos sale un grito, un clamor: “No hay derecho”. Y brota con más fuerza porque los más afectados por esas actitudes de los que están en el poder, suelen ser siempre los más débiles, los pobres de nuestro mundo. “No hay derecho”. Así se expresa con fuerza el salmo responsorial.

Pero no nos podemos quedar en la primera lectura y en el salmo responsorial. Luego viene el Evangelio. Y Jesús parece que hace un planteamiento completamente opuesto. Por sus palabras entendemos que es consciente del problema. Sabe, porque vive en este mundo y no en uno imaginario, que hay personas que abusan de los demás, que agravian a los demás, que abofetean, que quieren poner un pleito con el objetivo único de quitarle la túnica al que solo tiene una, que te piden un favor pero que nunca van a ser capaz de hacerte un favor a ti. Todo eso lo sabe Jesús. Son los ejemplos que él mismo pone. Sacados de la vida. 

Pero Jesús da una respuesta diferente. Su “No hay derecho” tiene otras consecuencias sorprendentes. Lo que hay que hacer es ofrecer la otra mejilla, dar la capaz directamente al que nos la quiere quitar, ahorrándole el pleito, hacer el favor al que nos lo pide y hacerlo con exceso: acompañar dos millas al que nos pide que le acompañemos una y dar al que nos pide prestado. 

Vamos a ser sinceros: nos cuesta entender esta posición de Jesús. Nos cuesta más llevarlo a nuestra vida. Lo que nos sale de dentro es defender nuestros derechos y los derechos de los pobres. Y, si es necesario, aplastar al poderoso abusón y abusador. Lo que nos sale de dentro es el “ojo por ojo y diente por diente.” Pero Jesús se mueve en la órbita del Reino. Y eso es otra cosa, otra forma de mirar a la realidad, otra forma de construir la relación entre las personas. 

La verdad es que, bien pensado, llevamos muchos años aplicando el “ojo por ojo y diente por diente” y nos ha ido como nos ha ido. Tenemos una historia plagada de guerras, venganzas sin fin y sangre. Podríamos probar con lo que nos dice Jesús. Igual esta historia comenzaba a ir de otra manera. Más fraterna y más al estilo del Reino del que tanto habló Jesús.

Aristibulo Lorente, cmf