“La cosecha es abundante”. No es la hora del ocio. Para un pueblo desviado, bastardo, Dios suscita profetas; para un mundo fatigado, sin pastor, Jesús llama a los Doce. La mies es abundante, porque Dios, en lugar de condenar y de aniquilar, perdona. Los profetas, los misioneros, serán los cosechadores de esta gracia. Darán gratis lo que gratis han recibido.
Sin embargo, de todas partes nos llegan rumores de fracaso. Como una esposa desvergonzada, Israel se volvió a sus dioses de antaño, con los que pecó y parió entre dolores, pero sólo recogió viento y tempestad. En tierras reales, he aquí que el justo es vendido por dinero y la justicia condenada a muerte. Contemporáneos de Jesús, los escribas maquinan su perdición; Cafarnaún endurece su corazón. El pecado paraliza a los hombres y a la sociedad. Pronto los apóstoles se enfrentarán a la persecución a causa del nombre de Jesús. Hasta las familias serán divididas…
¿Cómo no iba Dios a emprender un proceso contra su pueblo? “¡Cafarnaún, te hundirás hasta las moradas de los muertos!” Pero el proceso de Dios sólo puede ser el de un enamorado… ¡Una acusación apasionada, ciertamente, pero con palabras que traicionan al corazón! ” ¡Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿No recuerdas ya tu juventud, tu infancia, el desierto en el que nos comprometimos y tus primeros pasos, cuando yo te enseñaba a andar?” ¡Pues Dios llegó hasta el extremo de enseñar a dar los primeros pasos del amor a su esposa, paralizada ya para entonces! Si en nuestros días está entablado un proceso, no es con vistas a un divorcio, sino con el proyecto de sellar una alianza nueva… Dios se complace en perdonar.
Mirad, pues, cómo Jesús rehabilita al paralítico, llama al publicano, resucita a la joven muerta, perdona los pecados… No condena, sino que cura. Y luego envía a los Doce; elaborando para ellos una estrategia de misión. Pone su yugo sobre sus hombros para que sean, como El, mansos y humildes y para que puedan llevar la paz al corazón de los pobres. Tendrán que perderlo todo, darlo todo, arriesgarlo todo. Su estrategia será dar a los hombres una viva imagen del Maestro, que es, antes que nada, un Siervo.
“La mies es abundante.” Dios, afligido por la ausencia de su adúltera esposa, sueña con volver a llevarla al desierto y rehacer su amor. Volverá a celebrarse la boda y el vino nuevo correrá a raudales. La recolección será abundante, “semillas de justicia y mies de misericordia”. Y aunque el grano que se arrojó en tierra parece muerto, dará mucho fruto, pues Dios no ha permitido nunca que el amor se pudra en la tierra. ¿Cómo podría Dios olvidar la gracia de la primera mañana?
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