I Vísperas – Domingo XVII del Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LOS PUEBLOS QUE MARCHAN Y LUCHAN

Los pueblos que marchan y luchan
con firme tesón
aclamen al Dios de la vida.
Cantemos hosanna que viene el Señor.

Agiten laureles y olivos,
es Pascua de Dios,
mayores y niños repitan:
«Cantemos hosanna que viene el Señor.»

Jesús victorioso y presente
ofrece su don
a todos los justos del mundo.
Cantemos hosanna que viene el Señor.

Resuenen en todo camino
de paz y de amor
alegres canciones que digan:
«Cantemos hosanna que viene el Señor.»

Que Dios, Padre nuestro amoroso,
el Hijo y su Don
a todos protejan y acojan.
Cantemos hosanna que viene el Señor. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.

Salmo 140, 1-9 – ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.

Ant 2. Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.

Salmo 141 – ORACIÓN DEL HOMBRE ABANDONADO: TU ERES MI REFUGIO

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.

Ant 3. El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.

Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.

LECTURA BREVE   Rm 11, 33-36

¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es origen, camino y término de todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

V. Cuántas son tus obras, Señor.
R. Cuántas son tus obras, Señor.

V. Y todas las hiciste con sabiduría.
R. Tus obras, Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cuántas son tus obras, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Jesús, viendo que venía a él una gran multitud, preguntó a Felipe: «¿Dónde compraremos panes, para que coma toda esta gente?»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús, viendo que venía a él una gran multitud, preguntó a Felipe: «¿Dónde compraremos panes, para que coma toda esta gente?»

PRECES

Glorifiquemos a Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y supliquémosle diciendo:

Escucha a tu pueblo, Señor.

Padre todopoderoso, haz que abunde en la tierra la justicia
y que tu pueblo se alegre en la paz.

Que todos los pueblos entren a formar parte de tu reino
y que el pueblo judío sea salvado.

Que los esposos cumplan tu voluntad, vivan en concordia
y que sean siempre fieles a su mutuo amor.

Recompensa, Señor, a nuestros bienhechores
y concédeles la vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge con amor a los que han muerto víctimas del odio, de la violencia o de la guerra
y dales el descanso eterno.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 28 de julio

Lectio: Sábado, 28 Julio, 2018

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial
Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio
Del Evangelio según Mateo 13,24-30
Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: `Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’ Él les contestó: `Algún enemigo ha hecho esto.’ Dícenle los siervos: `¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’ Díceles: `No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.’»

3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta la parábola del trigo y la cizaña. Tanto en la sociedad como en las comunidades y en nuestra vida personal y familiar, todo está mezclado: cualidades buenas e incoherencias, límites y fallos. En nuestras comunidades se reúnen personas de diversos orígenes, cada una con su historia, con su vivencia, con su opinión, con sus anhelos, con sus diferencias. Hay personas que no saben convivir con las diferencias. Quieren ser juez de los demás. Piensan que sólo ellas están en lo cierto, y que los demás se equivocan. Hoy, la parábola del trigo y la cizaña ayuda a no caer en la tentación de querer excluir de la comunidad a los que no piensan como nosotros.

• El telón de fondo de la parábola del trigo y la cizaña. Durante siglos, por causa de la observancia de las leyes de pureza, los judíos habían vivido separados de las demás naciones. Este aislamiento marcó su vida. Y hasta después de haberse convertido, algunos seguían estas mismas observancias que los separaban de los demás. Ellos querían la pureza total. Cualquier señal de impureza debía de ser extirpado en nombre de Dios. “No puede haber tolerancia con el pecado”, así decían. Pero otros como Pablo pensaban que la Nueva Ley de Dios traída por Jesús estaba pidiendo ¡el contrario! Ellos decían: «¡No puede haber tolerancia con el pecado, pero hay que ser tolerantes con el pecador!»

• Mateo 13,24-26: La situación: el trigo y la cizaña crecen juntos. La palabra de Dios que hace nacer la comunidad es la buena semilla, pero dentro de las comunidades aparecen siempre cosas que son contrarias a la palabra de Dios. ¿De dónde vienen? Era ésta la discusión, el misterio que llevó a conservar y recordar la parábola del trigo y de la cizaña.

• Mateo 13,27-28a: El origen de la mezcla que hay en la vida. Los empleados preguntan al dueño: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El dueño respondió: Un enemigo lo hizo. ¿Quién es este enemigo? El enemigo, el adversario, satanás o diablo (Mt 13,39), es aquel que divide, que desvía. La tendencia de división existe dentro de la comunidad y existe en cada uno de nosotros. El deseo de dominar, de aprovecharse de la comunidad para subir y tantos otros deseos interesados, dividen, son del enemigo que duerme en cada uno de nosotros.

• Mateo 13,28b-30: La reacción diferente ante la ambigüedad. Ante la mezcla entre bien y mal, los siervos querrían arrancar la cizaña. Pensaban: «Si dejamos a todo el mundo dentro de la comunidad, ¡perdemos nuestra razón de ser! ¡Perdemos nuestra identidad!» Querían expulsar a los que pensaban de forma diferente. Pero no era ésta la decisión del Dueño de la tierra. El dice: «¡Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega!» Lo que va a decidir, no es lo que cada uno habla y dice, sino que cada uno vive y hace. Es por el fruto producido que Dios nos juzgará (Mt 12,33). La fuerza y el dinamismo del Reino se manifiestan en la comunidad. Aún siendo pequeña y llena de contradicciones, la comunidad es una señal del Reino. Pero no es dueña ni señora del Reino, no puede considerarse totalmente justa. La parábola del trigo y de la cizaña explica la manera en que la fuerza del Reino actúa en la historia. Es preciso hacer una opción clara por la justicia del Reino y, al mismo tiempo, junto con la lucha por la justicia, tener paciencia y aprender a convivir y a dialogar con las contradicciones y con las diferencias. En el momento de la siega, se hará la separación.

• La enseñaza en parábolas. La parábola es un instrumento pedagógico que usa la vida cotidiana para mostrar que la vida nos habla de Dios. La realidad se vuelve transparente y hace que la gente tenga una mirada contemplativa. Una parábola apunta hacia las cosas de la vida y, por esto mismo, es una enseñaza abierta, pues de las cosas de la vida todo el mundo tiene experiencia. La enseñanza en parábolas hace que la persona parta de la experiencia que tiene: semilla, sal, luz, oveja, pajarillo, flor, mujer, niño, red, pez, etc. Así, la vida cotidiana se vuelve transparente, reveladora de la presencia y de la acción de Dios. Jesús no solía explicar las parábolas. Dejaba que el sentido de la parábola quedara abierto y no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad que la gente tenía de descubrir el sentido de la parábola desde su experiencia de vida. De vez en cuando la petición de los discípulos, explicaba el sentido (Mt 13,10.36). Por ejemplo, como hace con la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,36-43).

4) Para la reflexión personal
• ¿Cómo se manifiesta en nuestra comunidad la mezcla del trigo y de la cizaña? ¿Qué consecuencias trae para nuestra vida?
• Mirando en el espejo de la parábola, ¿a quién me parezco más: a los siervos que quieren arrancar la cizaña antes de tiempo, o al dueño que manda esperar hasta la siega?

5) Oración final
Mi ser languidece anhelando
los atrios de Yahvé;
mi mente y mi cuerpo se alegran
por el Dios vivo. (Sal 84,3)

El gran signo de la solidaridad

1.- Ver el hambre de la gente. En tiempo de Eliseo el pueblo está sufriendo en carne viva las consecuencias de un hambre prolongada. Era una costumbre el llevar a los hombres de Dios, como signo de sacrificio y consagración a Dios, los primeros frutos del campo. Lo que en principio estaba destinado para el goce de uno solo, por obra de Dios en manos de su profeta, se va a convertir en salud para muchos. El paralelismo de este relato con los evangélicos de la multiplicación de los panes es verdaderamente llamativo. Dios no abandona del todo a su pueblo. Jesús en el evangelio hace realidad la Buena Nueva que predica. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea, movido por la compasión, la necesidad de alimentarla. Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos e hijas.

2.- El gran signo es “compartir”. El signo de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelistas, lo cual quiere decir esta comida compartida impresionó a los primeros cristianos. Es un texto cargado de simbolismo. Lo explica así San Agustín: “Los cinco mil hombres significan el pueblo sometido a los cinco libros de la ley; los doce canastos son los doce apóstoles, que, a su vez, se llenaron con los fragmentos de la ley. Los dos peces son o bien los dos mandamientos del amor de Dios y del prójimo, o bien los dos pueblos: el de la circuncisión y el del prepucio, o las dos funciones sagradas, la real y la sacerdotal”. Los apóstoles, acomodando a las gentes, repartiendo el pan y recogiendo las sobras, hacen referencia a la Iglesia, dispensadora del pan de los pobres y del pan de la Palabra y la Eucaristía. Jesús une la palabra y el pan. La Iglesia, si quiere ser fiel a Cristo, ha de unir a la palabra el pan de la caridad. Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos sino porque nos falta generosidad para compartir. No echemos la culpa solo a los poderosos. La gente se muere de hambre porque somos egoístas. La lacra del hambre es consecuencia de nuestro pecado, pues Dios ha puesto los bienes del mundo al servicio de todos, no de unos pocos. Nosotros podemos saciar el hambre, Jesús nos lo pide: «Dadles vosotros de comer».

3.- La misión de la Iglesia. Los pastores de la Iglesia han de dar ese pan y ayudarnos a compartirlo. Deben ayudar a que llegue a todos el pan material que acaba con el hambre del cuerpo, y el pan de la palabra y la Eucaristía, que sacia el hambre más existencial del hombre. En este signo de la multiplicación de los panes se ven diseñadas las tareas pastorales de la Iglesia: predicar la palabra, repartir el pan eucarístico y servir el pan a los pobres. El hambre de verdad y plenitud sólo puede saciarla Dios. No nos reservemos para nosotros la gracia recibida. Son doce los cestos sobrantes, somos nosotros ahora los discípulos de Jesús. Vivamos de verdad la gran fiesta de la solidaridad

José María Martín OSA

28.- El rey de la verdad eterna

«Entonces Pilato le dijo: Luego, ¿tú
eres rey? Respondióle Jesús: Tú dices
que yo soy rey. Yo para esto nací
para esto vine al mundo, para dar testimonio
de la verdad…» (Jn 18, 37).

Señor
Sabemos que tú dijiste que eras rey y que tenías tu reino en este mundo.
Pero queremos saber qué clase de rey eres tú y qué clase de reino has venido a implantar sobre la tierra.
Porque sabemos que toda comparación con otros reyes y con otros reinos que nosotros hemos conocido puede inducirnos a error y falsedad.
Los reyes y los reinos de este mundo son sólo páginas de la historia escrita por los hombres. Tú hablas de otra historia, en la que tú eres rey, un rey en mayúscula, que no tiene ni ha tenido semejante en este mundo. 

Señor
Sabemos que el libro del Apocalipsis ya hablaba de ti como rey.
La visión de Daniel nos dice que todos los pueblos, todas las naciones de todas las lenguas te servirán.
Que los que son del Señor han de servir al Señor.
Que «tu poder es eterno», que tu reino no acabará. 

Señor
También nos dice el Apocalipsis que «este rey es testigo fiel».
Como testigo es la persona que desde una primera fila ha podido ver, comprobar, palpar y conocer la realidad de un acontecimiento.
Y tú eres este testigo que estando siempre con el Padre y siendo, como él, mismo Dios, nos vienes a hablar fielmente de la misma verdad eterna que quiere comunicarse con nosotros. 

Señor
En el mismo Apocalipsis se lee que este rey nos ama, y porque tiene el poder y todo el poder, nos ha liberado de nuestros pecados no fácilmente, sino «por medio de su sangre».
Y así nos ha convertido en «su reino», en su familia, haciéndonos a todos sus sacerdotes miembros sagrados de su pueblo.
Porque es «alfa y omega», primera y última letra del alfabeto, principio y fin de todo, que no ha tenido antecesor ni tendrá sucesor.
Es el que es, el que era y el que será, presente, pasado y futuro de todos y de todo. El todopoderoso. 

Señor
Tú lo eres todo y lo tienes iodo.
Nos tienes a nosotros, porque somos tuyos. Tú eres nuestro Dios y Señor. 

Señor
Durante tu vida en la tierra y ende nosotros, al preguntarte Pilato quién eras y cuál era tu reino, tú le dijiste:
—Yo soy rey, y para esto he venido… para ser testigo de la verdad.
Luego tú eres, ante todo, el rey de la verdad eterna, que no puede engañarse ni engañamos porque la verdad habla por tu bota.
Sólo si no queremos conocer la verdad no la sabremos.
Así lo dijiste: «Todo aquel que es de la verdad escucha mi voz». 

Señor
Muchas veces no queremos conocer la verdad, cuando nos acusa de nuestros pecados o cuando está en contradicción con nuestros deseos y pasiones.
Por esto, como Pilato, preferimos jugar al papel de «escépticos» y preguntamos con él: «¿Qué es la verdad?», queriendo que nadir nos conteste. 

Señor
Tú eres la verdad y tú sabes qué es la verdad. Nuestros filósofos también han intentado preguntarse qué es la verdad y alguno ha dicho que era «la realidad de las cosas», las cosas tal como son, no tal como aparecen o las vemos y entendemos nosotros.
Es verdadero lo que existe, independientemente de cómo lo vemos, lo queremos o deseamos ver, independientemente de lo que pensemos de ello. Para ti la verdad es lo que tú has hecho y tal como lo has hecho, lo que ha salido de tus manos y no de nuestras manos, lo que tú has hecho realidad. 

Señor
Más complicada que la verdad de las cosas es la verdad de las personas.
También en las personas, la verdad es la realidad de lo que son, más que la posibilidad de lo que quieren o deben ser.
Tal vez por esto no nos gusta acercarnos a nuestra propia realidad, ni acercarnos a la realidad de lo que son los otros.
Preferimos el engaño de creer que somos lo que queremos o lo que debemos ser. 

Señor
Porque eres el rey de la verdad para todas las personas, quieres llegar a la realidad de cada uno, acercándote hasta la pequeñez de nuestro corazón.
Y quieres hablarnos a cada uno, dentro de nuestro ser, muy al oído, en conversación íntima, del sentido de tu reino y del modo cómo quieres ser el rey de nuestro corazón.
Para cada uno tienes un programa, una palabra, un deseo particular, dentro de tu reino. Por esto eres un rey que conoces a tus súbditos y quieres que ellos te conozcan a ti.
Un rey que ama con predilección a cada uno, como si no existieran otros sobre la tierra, y quiere que ellos te amen a  de igual modo. 

Señor
A pesar de los grandes problemas generales del mundo, tu interés se centra en los pequeños problemas que tiene cada uno en su espíritu. Y tu primer interés es reinar en el corazón de cada persona y lograr que el programa de tu reino sea vivido primero por cada uno de nosotros. Tú nos dices que quieres ser el rey de nuestro pensamiento, de nuestros deseos, de nuestro querer y amor.
Y también el rey de nuestra familia, de nuestra casa, de nuestro trabajo y de nuestros negocios. 

Señor
Tú quieres conquistar el mundo palmo a palmo, y no todo de una vez.
Quieres reinar sobre el mundo reinando primero en cada corazón, uno a uno.
Quieres que tu reino universal sea el resultado, no el principio, después de reinar singularmente en el corazón de los hombres. 

Señor
Para que entendiéramos que hablabas de un reino interior y espiritual, no de otro tipo de reinos, nos dijiste:
—Mi reino no es de este mundo.
No es como los reinos del mundo, aunque está en este mundo.
En realidad es tan distinto de ellos que es todo lo contrario.
Como opuesta es la felicidad del programa de las bienaventuranzas, a la felicidad que los hombres buscan o tienen al fundar los reinos de la tierra. 

Señor
Sabemos que tu reino es reino de paz, de justicia y de amor.
Que sólo conseguiremos llegar a él si luchamos contra el egoísmo para que el pecado no reine en nuestro corazón.
Que abriendo nuestro corazón hacia los demás por la generosidad y el sacrificio sabremos amar y alcanzaremos la paz.
Que la paz, la justicia y el amor, para todo el mundo llegarán como fruto de conseguir la paz, la justicia y el amor en cada uno de nuestros corazones. 

Señor
Ayúdanos a examinar cada noche si trabajamos por instaurar en nuestras propias vidas —privadas y públicas— el reino de Dios.
Si dejamos para los demás el empeño y trabajo que tú pides de nosotros.
Si con nuestra acción diaria, no con palabras o sólo deseos, hacemos realidad que tú eres nuestro único rey y que nosotros somos verdaderos miembros de tu reino.

Miguel Beltrán

Gaudete et exsultate (Francisco I)

28. Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora. El desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo. De ahí que suela hablarse, por ejemplo, de una espiritualidad del catequista, de una espiritualidad del clero diocesano, de una espiritualidad del trabajo. Por la misma razón, en Evangelii gaudium quise concluir con una espiritualidad de la misión, en Laudato si’ con una espiritualidad ecológica y en Amoris laetitia con una espiritualidad de la vida familiar.

El sentido maternal de Jesús. El milagro de los panes y de los peces

Querido amigo: En este encuentro vamos a disfrutar juntos siendo testigos del amor de Jesús hecho detalles en la escena tan extraordinaria de la multiplicación de los panes y de los peces. Escuchamos este sublime milagro, que lo narra Juan en el capítulo 6, versículo 1 al 15. Lo escuchamos:

Después de esto se retiró Jesús al otro lado del mar de Galilea o de Tiberíades. Le seguía un gran gentío porque veían los milagros que hacía con los enfermos. Subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cercana la Pascua, la fiesta de los judíos. Levantando Jesús los ojos y viendo venir hacia Él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos panes para que coman éstos?”. Lo decía paraprobarle, pues Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco”. Le dice uno de los discípulos, Andrés,el hermano de Simón Pedro: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada ydos peces, pero ¿qué es esto para tantos?”. Jesús dijo: “Haced sentar a la gente”. Habíamucha hierba en el lugar. Se acomodaron pues los hombres, como unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes, y después de dar gracias, los distribuyó entre los que estaban sentados e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. Cuando sesaciaron, dijo a sus discípulos: “Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda”. Los recogieron y con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido, llenaron doce cestos. Al ver aquellos hombres la señal que Jesúshabía realizado, decían: “Éste es ciertamente el profeta que había de venir al mundo”.Pero Jesús, dándose cuenta de que iban a venir para llevárselo y proclamarle Rey, se retiró de nuevo al monte Él solo.

Después de oír esta narración, tú y yo nos vamos allí a esa escena tan preciosa y tan sublime y vamos a ser testigos de todo lo que pasó. Juntos vamos a disfrutar de este Jesús bueno, misericordioso, compasivo y con gran sentido maternal que alimenta a toda esta multitud y nos alimenta con su palabra y con su pan.

Jesús había querido descansar con sus discípulos, quería retirarse. Los discípulos van con Él, pero les sigue una gran multitud y no tienen tiempo ni para descansar. Cuando desembarcan en el lago de Tiberíades, ven una gran multitud. Y dice el texto que Jesús, subiéndose a una montaña, a una colina pequeña, se dio cuenta, levantó los ojos y vio la cantidad de gente que había y sintió lástima y compasión. Pero ocurre ahora la preparación del gran milagro de amor de Jesús; un Jesús que me llama la atención por ese sentido tan maternal, tan humano, tan compasivo, y poniéndose en la piel del otro. Se pone a hablarles y comprende que ya declina el día, se hace tarde, y sus discípulos llegan y le dicen: “Mira que este lugar es desierto, que la hora ya es muy avanzada, despídelos, que se vayan a sus casas y a sus aldeas”. A Jesús le duele esta reacción de los discípulos. Ellos no pueden hacer otra cosa, pero Él sí, y les responde: “No, no tienen necesidad de irse, dadles vosotros de comer”.

Estamos entre la multitud y vemos todo lo que ocurre en estos momentos. Nos extraña que Jesús diga eso, si no hay nada para comer ahí. “¿Dónde vamos —dicen los discípulos— a comprar doscientos denarios de pan? ¿Dónde, si estamos en despoblado?”. Pero Jesús quiere probarnos, y prueba a los discípulos, y prueba a Felipe, y me prueba a mí, y le dice a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para que comanéstos?”. Felipe se extraña: “Pero si no sabemos dónde podemos comprar todo esto…”.Y después ve el hermano de Pedro que hay un muchacho allí, un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces.

Comienza la escena más importante. Querido amigo, no te lo pierdas, vamos a estar muy atentos a todo lo que pasa. Jesús dice a toda esta gente, a esta multitud y alos discípulos: “Haced que los hombres se sienten por grupos”. En esta tierradespoblada habría hierba y allí se juntaron en grupos. Jesús, que ve la pobreza de los discípulos, la pobreza de Felipe, la pobreza de Andrés, y sólo tiene esos cinco panes de cebada y esos dos peces, ve que es el momento de alimentarles en la fe, de decirles que no se hundan y que Él está pendiente de todo, que no se puede tratar a la gente así, que no se puede ver una necesidad y pasar de largo y no atender y no saciar y no cubrir esa necesidad.

La reacción de Jesús es sumamente íntima: Jesús se concentra, toma esos panes de este niño y los peces, mira a su Padre, mira al Cielo, los bendice con ese gesto que se hacía para bendecir el pan y para hacernos ver que lo que nos va a dar es pan de Él, pan bendito. Y dando gracias, dio con toda autoridad a los discípulos la orden de que se sentaran y que repartieran los panes. Él partía y partía y toda la gente se sació, todo el mundo comió. Dice el texto claramente: “se hartaron”. Este milagro es contadopor sus discípulos y narrado por los evangelistas como algo extraordinario que les llamó muchísimo la atención.

Tú y yo, que estamos ahí presentes, vemos a este Jesús bueno y nos vamos a su corazón, como siempre. Y vemos que se conmueve de esta multitud y que tiene compasión; y que es como una madre, no han comido. Como nuestras madres cuando llegamos tarde, cuando tenemos hambre: “Toma hijo”, y prepara y prepara y prepara…Jesús es así. ¡Cómo nos recuerda el calor de la madre este calor de Jesús! Y el texto loamplía y lo escenifica diciendo: “Comieron cinco mil hombres hasta saciarse”, y cuenta“entre mujeres y niños” —lo detalla todo hasta el máximo—. Pero que de pronto comen tanto y tanto —hasta que se hartaron—, ven todo este milagro y empiezan:“¿Es un profeta? ¿Éste es el profeta que debe venir al mundo?”. A Jesús no le gustatodo esto, ve que no es su momento de glorificación, es una cosa que tenía que hacer—como Él es amor y más amor— y entendiendo que le querían hacer Rey y llevarle a Jerusalén, rápidamente cuando se dio cuenta y hubo despedido a todos, dice el textouna frase preciosa: “Huyó al monte solo a orar”. Y allí estaba solo.

¡Qué escena tan sublime! ¡Cuánto encierra cada acto! Yo soy también esa multitud hambrienta que a veces necesito que Jesús me dé pan. Y sé que está ahí y sé que me sacia y sé que me llena, pero a veces me pasa lo que a Felipe: “¿De dónde?,¿cómo? —esas preguntas—, ¿cómo voy a ir, si no hay nada?”. Pero Jesús se aprovechade todo, de todas las circunstancias para enseñarnos, para enseñarte a ti y a mí: primero acudir a Él para que nos dé ese pan que necesitamos. Descansar escuchándole, sentados ahí, con calma, en el encuentro. Jesús agradece todo: cuando vio la acogida de estos hombres, cuando vio cómo le escuchaban, se compadeció de ellos y no quiso que se fueran. Así es Jesús.

Yo me pregunto también si corro yo también en busca de Jesús, si le busco en una orilla, en otra orilla, si yo voy a por Él cada día, en el trabajo, en cada momento, si aprovecho esos medios tan ricos que me da, como es la Palabra, la Eucaristía, los encuentros, los momentos fuertes litúrgicos, tantas cosas… Y corro a por ti parallenarme de tu pan, que aunque no haya nada, aunque no tenga nada, Tú me vas a hartar. Cómo se repite esa frase en su corazón: los veía como ovejas ahí, sin pastor, tristes, de cualquier manera. ¡Cómo, cómo los veía con una necesidad grande!

Es un momento para preguntarnos esa actitud de esta gente: ¿yo también la tengo esta actitud acogedora? Y qué suerte la de este muchacho que fue generoso y lo poco que tenía lo dio. ¿Soy yo así de generosa? Como este muchacho, que pone todo, no se lo guarda para él; era lo único que él llevaba para comérselo, pero lo pone en los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, viene el milagro. Cuando se entrega uno a Él y a los demás, viene el milagro. Y el milagro no es así de portentoso y de extraordinario como éste de Jesús. Son pequeños signos, pequeñas señales que Él nos va dando, pero que necesitamos darnos cuenta de que nos está alimentando, de que nos está llenando de Él.

Jesús pone solución a todos nuestros problemas. Jesús soluciona todo lo que nos pasa, pero necesitamos buscarle. Sí, sí, querido amigo: hay que correr como la multitud, y hay que entregarse como este chico. Y aunque dudemos y no tengamos nada, como el pobre Felipe, y Andrés que busca y busca, y los discípulos… aunque no tengamos nada, sabemos que Él nos sacia, porque Él es un regalo para cada uno de nosotros. Nos restituye, nos llena de vida, nos destina hacia Él. Y vemos mucho máseste milagro en la Eucaristía: Él comparte su vida, su pan, su cuerpo… Y se me grabamucho la palabra “compartir”. Este encuentro también me lleva a pensar mucho cómo comparto yo, qué hago de mi vida, cómo me muevo, qué forma de actuar tengo.

Como ves, querido amigo, es para estar ahí disfrutando de este momento, de aquella tarde, ya tarde, que va anocheciendo, pero que Jesús sacia de todo, nos llena de todo, nos va a alimentar. Y cuando estemos así, en esa hambre, no pensemos qué hacer, no. Vamos a acudir a Él y no vamos a ser calculadores como Felipe, que el pobre no aporta mucho. Vamos a pensar un poco en Andrés, que busca a este muchacho. Y no vamos a ser como los discípulos, que la única solución era despedirlos así. Queremos dar todo lo que tenemos y ver los milagros de nuestra vida, ver la multiplicación que hay en nuestra vida, ver todos los imposibles, cómo Jesús a través de signos, de pequeñas cosas, de pequeños detalles, nos aporta la solución de todos los problemas.

Pero cuando nos ponemos en funcionamiento y vamos y nos dirigimos hacia Él y colocamos nuestras necesidades sobre su corazón, entonces surge el milagro; milagros cotidianos, que parece que no tienen fruto, que no son nada, pero que tienen la esencia del autor del milagro que es Jesús. ¡Cuántas veces nos ocurre esto! También queremos ser propiedad de todo lo nuestro. Exigirnos el compartir. Y luego viene el momento en que nos damos cuenta de todo lo que nos ocurre. Queremos darle gracias… y alabamos… pero tenemos que actuar después como Él: retirarnos a la soledad. “Se retiró solo” —dice el texto—, “se retiró otra vez a la montaña Él solo aorar”. Después de cualquier detallito, de cuando nos vemos saciadas, cuando nosvemos llenos de todo lo de Él… al silencio, a darle gracias, a orar, a hablar con Él. Y no esperar cosas grandes; el milagro lo tenemos cada día, cada hora y cada momento. Tenemos que pedirle a Él mucha fuerza: Jesús, gracias por saciarnos, gracias por darnos tu vida, gracias por darnos tu pan. Tú eres el pan de la vida, Tú eres mi camino, Tú eres mi verdad, Tú eres mi fuerza, Tú eres el todo de mi vida.

Que en este encuentro, tú y yo… se nos queden todas las actitudes que hemos visto: un Jesús maternal, amoroso, compasivo, de una ternura tremenda, un Jesús que está deseando alimentarnos, la actitud nuestra de correr, de pedirle, de ponernos delante de Él a escucharle. Y Él nos saciará de todo, del pan de la vida y del pan verdadero. Danos siempre de este pan. Él sacia nuestra hambre. Y ocurrirán muchos milagros en nuestra vida y será fortaleza de nuestras debilidades.

Vamos a pedirle a Él que seamos conscientes de todo lo que está haciendo en nuestra vida, que saboreemos el pan que nos da, que disfrutemos de su amor, que no seamos egoístas, que pensemos en tanta gente que pasa hambre y que nadie le echa una mano y que nadie cubre sus necesidades. Que esté pendiente de todos y que pueda decir: “se saciaron y llenaron doce canastas con todo lo que sobró” —la sobreabundancia del amor—. Esto es así. La fracción del pan. Él me alimenta, Él siempre está presente en mi vida, está presente en mi forma de trabajo, en mi forma de pensar. Y quiere repetir ese milagro. Dejémosle que nos alimente y que nos llene de su vida, pero pidámosle fuerza para correr, como esta multitud, que ni vieron horas ni momento. Le buscaban; quizá le buscaban por los milagros que había hecho. Así de pobres: seremos a veces Felipe, Andrés… Pero también queremos ser como este chiquito, este muchacho: este muchacho que entregó todo lo que tenía.

Jesús, al terminar este encuentro, vuelvo otra vez —como una música repetitiva, como un vídeo, otra vez, lento, muy lento— vuelvo a retomar la escena… a pararme… a pensar… a ver… a oír… a sentir… y a saborear lo que Tú eres para mí: mi Pan de vida y mi Luz en el camino y mi Fuerza de existir. Que seas siempre mi pan. Danos siempre tu pan para que tengamos fuerza para vivir, alegría e ilusión para transmitir la esperanza y el amor que eres Tú, Señor. Me quedo ahí, junto a ti, pensando y pensando lo grande que eres y lo extraordinario que es este milagro de los panes y los peces. Que así sea, Señor.

Francisca Sierra Gómez

Domingo XVII de Tiempo Ordinario

Por una serie de razones, que aquí no hay sitio para explicar, la Eucaristía se ha deformado en la Iglesia hasta tal punto, que ya es prácticamente imposible reconocer lo que quiso Jesús. Y no digamos, si se trata de una misa de pontifical solemne en una catedral. El problema está en que la Eucaristía tuvo su origen en las comidas de Jesús con la gente, especialmente en la multiplicación de los panes y en la cena de despedida. Pero todo eso ha desaparecido. Y la comida compartida se ha convertido en un ceremonial religioso que además no se entiende y a mucha gente ni le interesa.

Además, la misa se ha organizado de forma que la atención de los creyentes se centra en la presencia de Jesucristo y en la comunión. Otros, lo que desean es que la misa les aproveche para ser ellos mejores, para rezar por un difunto o quizá otra intención. Así las cosas, a muchos de los que van a misa no les interesa lo que de verdad quiso Jesús: la comensalía, la mesa compartida, destinada a construir una comunidad humana basada, no en la religiosidad, ni en la piedad y devoción, y menos aún en la sumisión al poder sacerdotal. La comensalía de Jesús con todos, empezando por los pecadores y descreídos, fue pensada para construir la convivencia y las relaciones humanas sobre la bondad, el respeto, la ayuda mutua y la solidaridad.

Jesús se hace presente en la Eucaristía. Por eso, el derecho de los cristianos a celebrar la presencia de Jesús entre ellos está antes que el privilegio de los sacerdotes a presidir la misa. Cada día hay menos sacerdotes y más cristianos sin Eucaristía. Y sobre todo más gente a la que ni le interesa ir a misa. La Iglesia se está desmoronando por sí sola. Los que mandan han conseguido que solo les queden los grupos incondicionales.

José María Castillo

Domingo XVII de Tiempo Ordinario

La idea central de estas tres lecturas es la de subrayar la distancia óptica, es decir, la que se da entre el SER de Dios y el nuestro; entre Dios y nosotros.

La primera lectura (2º Re. 4, 4-44) recoge una extraña multiplicación de panes. Dios tiene sus propios recursos, diferentes de los nuestros, como diferentes somos Él y nosotros. No hay nada sorprendente en ello.

San Pablo segunda lectura (Ef. 4, 1-6) subraya esta misma idea recordando a los cristianos de Éfeso que el Dios en el que creen está sobre todos. Está sobre, es decir, es distinto, pertenece a otro orden de seres.

Finalmente el Evangelio (Jn. 6, 1-15) nos muestra la superioridad de Jesús mediante la realización de un milagro. Jesús, Dios, está por encima de las normas ordinarias válidas para los seres humanos.

Dios aparece en LOS TRES TEXTOS como “El Otro que nosotros”. Esto podía llevarnos a múltiples reflexiones enriquecedoras de nuestra espiritualidad pero de entre todas ellas nos centraremos en lo que podríamos llamar de alguna manera la paradoja de la cercana lejanía de Dios. Lejanía en cuanto a su, para nosotros, misteriosa entidad. Cercanía porque, como dijo San Pablo en el Areópago de Atenas, “no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en él vivimos, nos movemos y existimoscomo alguno de vuestros poetas ha dicho también: «Porque somos de su linaje». (Hec. 17:27-28 ).

Desde la más remota antigüedad la humanidad ha sentido la necesidad de pensar y “dar vida” a seres superiores a quienes dar culto. Los Dólmenes y Menhires del neolítico son una buena prueba de ello.

Posteriormente, sobre todo en Grecia, donde se da una riquísima mitología, se eleva a la categoría de dios y se le da culto a todo aquello que “explique” lo que a ellos les resultaba inexplicable o muy poderoso, como el océano, las tormentas, el sol, etc. También buscaban la protección y destino de sus vidas tras la muerte. Ejemplo los enterramientos faraónicos y, quizás, ya en tiempos del Neanderthal.

La acertada preocupación en la búsqueda de Dios llevó junto a sí el peligro de proponer y creer en unos dioses absolutamente insuficientes para explicar lo que ellos pretendían. Por eso Dios, desde el comienzo mismo de la Revelación se presentó como el único y verdadero Dios. Así se recoge en los primeros capítulos del antropomórfico relato del Génesis.

No es por “celos” con los otros dioses, ni por ningún motivo egoísta por lo que Dios se muestra especialmente insistente en esta materia. ¡NO! Dios no necesita nada de nadie ni de nada. Fue exclusivamente su amor hacia nosotros el que le impulso a manifestarse rotundamente para evitarnos equivocaciones en una materia tan importante y de tantas consecuencias para nosotros.

Actualmente en una época de mayor cultura y desarrollo científico no caemos en la tentación de fabricarnos dioses de madera o piedra como hicieron en la antigüedad pero sigue estando presente en nosotros la tendencia a fabricarnos un Dios a nuestra imagen y semejanza.

Para no pocos la fe no consiste en creer en Dios sino en crear un Dios conforme a los contextos históricos de cada época.

No intentan crearle en el sentido de que le den ellos la existencia. NO. Creen que existe sin su intervención pero sí intentan crearlo en la medida en la que lo “configuran” influidos por los fluctuantes contextos sociales.

Los que ya tenemos algunos años hemos sido testigos de una profunda transformación en la concepción de Dios y de la religiosidad derivada de ella. No hace mucho tiempo, sobre todo por influencia de los relatos del Antiguo Testamento, (excesivamente interpretados literalmente) y por las concepciones del poder despótico vigente, (tanto por influencia del poder entendido por los emperadores romanos primero, como después en los tiempos del sacro-imperio y más recientemente por influencia del despotismo ilustrado) se le concebía como un DIOS DICTADOR Y BASTANTE INHUMANO: cruel, vengativo, inmisericorde con sus enemigos que engendraba una religiosidad siempre amenazadora con castigos en esta vida y/o con las penas eternas del infierno. La Iglesia fiel a esta visión amenazaba con anatemas y hasta castigaba físicamente a los pecadores. La idea central de esta concepción de la religión era la de que quien la hace la paga. La misma venida de Jesús estaba matizada de este tremendismo: Vino al mundo porque tenía que ser sacrificado como un cordero para “expiar” nuestro pecado originario cometido por unos primeros padres, que por cierto no existieron. San Pablo, por subrayar este matiz, llega a decir algo incomprensible por contradictorio: “Sabemos cuánto nos ama Dios porque no perdonó la vida a su propio hijo”. Si no tiene compasión de su propio hijo ¡como la va a tener con nosotros! ¡Absurdo razonamiento! Pero ahí está en la carta a los Romanos (8,32)

Con el paso del tiempo aparece un nuevo contexto social que influye bien y mal en el desarrollo de la religiosidad. Bien porque nos ofrece una nueva visión de Dios y de la religión como un compromiso personal de amor entre Dios y nosotros. Bien porque nos acerca a un Dios mucho más cristiano, mucho más acorde con el predicado por Jesús.

Mal porque las grandes ideas de los tiempos actuales, las grandes conquistas ideológicas de la humanidad en los últimos tiempos se han visto infectadas de una serie de defectos que, en muchos casos, las han desvirtuado profundamente.

Un logro tan extraordinario como el de la libertad ha sido prostituido muy frecuentemente derivando en libertinaje. El diálogo imprescindible para la solución pacífica de los conflictos ha degenerado en una especie de charla entre sordos en la que cada una de las partes trata de imponer despóticamente su postura inicial sin el menor propósito de ceder un ápice. La defensa del individuo ante el poder absoluto de las organizaciones ha cristalizado muchas veces en desobediencia y falta de respeto a lo establecido y a las instituciones. Las elecciones, formidable instrumento para saber las demandas del pueblo han pasado a ser las definitorias de lo que es verdad, honesto, correcto. Es bueno y verdad lo que aprueba la mayoría. Enorme error. La mayoría admitía la esclavitud, la mayoría, hasta Galileo, creía que la tierra era el centro del universo. La mayoría admitía la existencia de brujas. La mayoría ha creído tantas cosas que se ha demostrado que es un falso criterio de verdad y honestidad. La democracia, la consulta, vale para lo que vale: para conocer la opinión de los demás. La libertad de expresión, magnífico logro para poner en circulación las ideas en el gran mercado de la intercomunicación no pocas veces se ha convertido en el pretexto para el insulto, la burla y el desprecio de los demás.

Estos vicios que se han colado en la cultura actual se han entrometido también camufladamente , o quizás no tan clamufladamente, en el campo religioso dando lugar a la concepción de un Dios permisivo sin límites, condescendiente con todo, sin exigencia de compromiso y a una religiosidad compatible con todo tipo de desmanes. Bajo un falso concepto de la libertad se “cobija” toda serie de componendas ético-religiosas. ¡Todo está permitido! ¡Todo da lo mismo!

Dentro de esta errónea concepción progresista se contrapone el Dios inhumano de hace pocos años al Dios humano de la actualidad.

Siguen los equívocos porque el Dios verdadero ni es inhumano ni es humano. Dios es DIVINO, es decir LO OTRO QUE HUMANO O INHUMANO.

El profeta Oseas lo dice muy bien, precisamente comunicando a su pueblo la decisión de Dios: “No actuaré según el ardor de mi ira, no destruiré más a Efraín, porque yo soy Dios no un hombre (Oseas, 11, 9)

La lección que nos ofrece esta pequeña reflexión es que hemos de acercarnos a Dios con la humildad de escucharle y, desde lo que Él nos dice de sí mismo, despertar en nosotros una fe firme y confiada en Él, porque, si en algo insiste, es en que es el Padre Bueno que cuida, desde su transcendencia, de toda su obra: el mundo y los seres humanos.

Un padre que como todo buen padre avisa de los peligros que acechen, orienta sobre lo que conviene hacer, reprende por lo mal hecho, amenaza para disuadir, levanta al que cae, anima al que duda y premia a quien obra el bien. Ese es el verdadero Dios, el de Jesús.

No pretendamos comprenderle pero no nos sintamos inmaduros por creerle, por seguirle. Él nunca defrauda.
Pidamos en esta Eucaristía a Jesús lo que un ciego, allá en Palestina ya hace dos mil años: “Señor que yo vea”. Que yo vea y entienda lo que Tú me enseñas abandonando la tentación de crearte yo a mi medida. AMÉN

Pedro Sáez

Dadles vosotros de comer

El hecho quedó muy grabado entre los seguidores de Jesús. Lo narran todos los evangelistas: en cierta ocasión, Jesús se preocupó de alimentar a una muchedumbre necesitada en un lugar despoblado. El relato ha sido muy trabajado teológicamente y ya no es posible reconstruir qué es lo que pudo suceder.

A algunos cristianos la escena les recordaba a Jesús alimentando al nuevo pueblo de Dios en medio del desierto. Para otros, era una invitación a dejarse alimentar por él en la eucaristía. Marcos, el evangelista más antiguo, parece estar pensando en una llamada a vivir de manera más responsable la solidaridad con los necesitados.

Según este evangelista, los discípulos se desentienden de aquella gente necesitada y le dicen a Jesús dos palabras que muestran su falta de solidaridad y su individualismo: «Despídelos», que se vayan a las aldeas, y «que se compren algo de comer». El hambre no es problema suyo. Que cada uno se procure su sustento.

Jesús les responde con unas palabras sorprendentes: «Dadles vosotros de comer». No hay que «despedir» a nadie en esas condiciones. Es el grupo de discípulos el que se tiene que preocupar de esta gente necesitada. La solución no está en el dinero sino en la solidaridad. Con dinero sólo comen los que lo tienen. Para que todos coman es necesario compartir lo que hay.

El grupo de discípulos reacciona. Un muchacho tiene «cinco panes de cebada y un par de peces». No es mucho, pero allí están a disposición de todos. Jesús pronuncia la «acción de gracias» a Dios y los pone en una nueva dimensión. Ya no pertenecen en exclusiva ni al muchacho ni a los discípulos. Son un regalo de Dios. Nadie tiene derecho a acapararlos mientras hay alguien pasando hambre.

¿Hay algo en el mundo más escandaloso y absurdo que el hambre y la miseria de tantos seres humanos? ¿Hay algo más injusto e inhumano que nuestra indiferencia? ¿Hay algo más contrario al evangelio que desentendernos de los que mueren de hambre?

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio (28 de julio)

Terminamos la semana escuchando otra de las llamadas parábolas del Reino que el evangelista Mateo ofrece agrupadas. En los próximos días, fortalecidos ya por la celebración del domingo, se nos proclamarán más.

Nos encontramos hoy ante el trigo y la cizaña, que crecen mezclados en el campo; en un campo en el que los enemigos del Reino han ido haciendo también su trabajo. Muchos de nosotros pertenecemos a generaciones educadas en la contemplación de la misericordia de Dios, en la conciencia de su deseo de salvar a todos y de su infinita paciencia. Corremos el peligro (y a veces hemos caído en él) de minusvalorar la fuerza del mal, del que está sembrado en el campo del mundo y del que anida dentro de cada uno de nosotros. Con frecuencia, con el paso de los años, hemos ido poniendo palabra a esta experiencia: el mal existe; el mal tiene fuerza; el mal pelea dentro de cada uno de nosotros, a veces incluso con procedimientos muy sibilinos; el Reino tiene enemigos, y nosotros a veces bailamos a su ritmo.

Por eso la parábola suena tan bien y nos invita gozosa y confiadamente a la esperanza. La fe nos invita a ser lúcidos, a vivir en sencillez, pero también en astucia, a calcular bien el peso, la medida y el coste de la torre antes de edificarla. Hay cizaña; y de vez en cuando colaboramos con ella. No caigamos en ingenuidades que Dios no desea.

Pro al tiempo se nos ofrecen mil ayudas para que el trigo termine con la cizaña en nosotros, para que el bien venza claramente la batalla al mal, para que el Reino pueda seguir abriéndose camino con nuestra ayuda.

Hoy es sábado. María de Nazaret camina con nosotros todos los días del año, pero hoy podemos invocarla de modo especial, unidos a los millones de creyentes que lo hacen: María, madre y hermana, ayúdanos a dar buen fruto, a acoger mejor la Palabra, a proclamar con nuevo entusiasmo que viviremos como quiere el Señor. Santa María, ruega por nosotros.

¡Buen fin de semana, hermanos! ¡Que el Señor os conceda un buen domingo!