II Vísperas – Domingo XVII de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Ant 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Salmo 113 A – ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Ant 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO – Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA BREVE   2Co 1, 3-4

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. La gente, al ver la señal que Jesús había hecho, comenzó a decir: «Éste es, sin duda, el profeta que iba a venir al mundo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La gente, al ver la señal que Jesús había hecho, comenzó a decir: «Éste es, sin duda, el profeta que iba a venir al mundo.»

PRECES

Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

Venga a nosotros tu reino, Señor.

Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
y signo de salvación para todos los pueblos.

Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

Concede, Señor, al mundo el don de la paz
y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Pidamos todo al Señor

1.- Mucha gente –y hace bien– le pide a Dios que le arregle sus asuntos materiales. No parece un disparate que un hambriento pida pan al Señor y que un pobre le demande algo para salir de su situación precaria. Solo los soberbios eligen el tipo de peticiones que no se «pueden» hacer a Dios. Cuando Jesús multiplica los panes y los peces la muchedumbre le quiere hacer rey y el se marcha, solo, a la montaña. No desprecia el entusiasmo popular y lo comprende, pero no puede ser así y por eso se marcha.

Jesús nunca habló de peticiones especializadas, sino de la fe necesaria para pedirlas. Asimismo, otros soberbios no piden porque no confían en que Dios podrá satisfacerlos y ese es muy mal camino. Nuestra oración a Dios debe ser completamente sincera. Ello nos llevará a pedir lo que consideramos justo y necesario. Pero, no podemos dejar de pedir a un amigo lo imposible si ello es bueno. Estamos seguros aquí en Betania que, de una forma u otra, el Señor siempre da cumplida respuesta a nuestras peticiones.

2.- Un solo cuerpo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Ese es el resumen del pasaje de la Carta de Pablo a los Efesios y nos dispone a pensar en la unidad de los cristianos. La desunión es una de las cosas que más escandalizan y debemos de esforzarnos porque un día solo haya un rebaño conducido por el Señor Jesús. En los últimos tiempos se ha trabajado mucho en el Ecumenismo, pero no hay transferencias reales. Los templos de una y otra confesión siguen cerrados para los que no pertenecen a la misma. Hay que avanzar en ese camino de puertas abiertas. A veces es lógico pensar que la herejía es más una posición que una concreción doctrinal. Anglicanos, católicos y ortodoxos estamos muy cerca en nuestras celebraciones litúrgicas y, sin embargo, continuamos desunidos. Habría que dar un paso «provisional» para que, al menos, los templos nos sirvieran a todos. Esto es lo que deseamos con todo el corazón.

Ángel Gómez Escorial

La caridad divina y humana puede hacer milagros

1.- Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. La misericordia de Dios es infinita y Jesús de Nazaret, en este relato evangélico y en otros muchos, se portó como un verdadero Dios: con cinco panes y dos peces dio de comer a más de cinco mil personas. No nos importa ahora analizar la historicidad literal del número de comensales. El pueblo sencillo, en el mundo judío, leía los textos bíblicos con una finalidad más catequética, que histórica, tal como entendemos hoy la historia. Yo, hoy, también quiero ser gente sencilla y en el relato de la multiplicación de los panes y los peces lo que admiro es, sobre todo, la infinita misericordia de Dios para con nosotros. Jesús era un hombre compasivo y, al ver a tanta gente con hambre y con sed, lo primero que pensó y quiso fue saciar el hambre y la sed de aquellas personas. Este es el mensaje que tiene hoy para mí la multiplicación de los panes y los peces. Nosotros sabemos hoy que hay no miles, sino millones de personas que tienen hambre. ¿Qué hacemos los discípulos de Jesús para saciar el hambre de estos millones de personas? Las soluciones que están intentando dar nuestros jefes, banqueros y políticos a la crisis económica que padecemos no tiene parecido alguno con la actitud de Jesús. Y esto está ocurriendo en una Europa que es, al menos en sus raíces, cristiana. Pero no pensemos ahora en los banqueros y en los políticos, ¿qué estamos haciendo cada uno de nosotros para saciar el hambre de esos millones de personas que se están muriendo de hambre?

2.- Le seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.En este texto evangélico hemos visto que la misericordia de Dios es infinita, pero también podemos ver en este mismo texto que el egoísmo y la tacañería humana es humana, demasiado humana. La mayor parte de la gente que seguía a Jesús no lo hacía por amor a Jesús, sino por amor a sí mismos. Cuando llegaba Jesús a un determinado lugar la gente sencilla acudía en masa a verle. ¿Para qué? Para que les curara de sus enfermedades o, como en este caso, para que les resolviera sus problemas sociales y laborales. Al final del texto nos dice el evangelista que Jesús, “sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo”. Es decir, que hombres eran entonces y hombres somos ahora: siempre preocupados por nosotros mismos y pocas veces preocupados por los demás. Gracias a Dios que hay maravillosas excepciones, hay personas que intentan de verdad, y a veces lo consiguen, parecerse a Jesús de Nazaret. Vamos a pedirle al buen Dios que nos ayude a despojarnos de nuestro habitual egoísmo y que nos dé fuerzas para vestirnos con el hábito de generosidad y amor de su hijo, Jesús. Puesto que sabemos que también hoy la gente sencilla nos seguirá principalmente por nuestra generosidad y por nuestro amor, seamos generosos y caritativos con la gente. Al estilo de Jesús.

3.- Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente, con amor. Al final, como se nos dice hoy en esta carta de san Pablo a los Efesios, lo que debe distinguir a los cristianos es el amor. El amor de Cristo, claro. Dios es amor y, si vivimos con amor y por amor, viviremos como Dios, como vivió el Cristo que multiplicó los cinco panes y los dos peces. El amor, según san Pablo, es humildad, es amabilidad, es comprensión, es comunión, es paz. El espíritu de Cristo fue también amor, un amor que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Si todos los cristianos tuviéramos el espíritu de Cristo, la gente, la gente sencilla al menos, nos seguiría como siguió a Jesús.

Gabriel González del Estal

29.- Crucificados y resucitados

«¿No era menester que el Cristo padeciese
estas cosas y que así entrase en su gloria?»
(Lc 24, 26).

Señor
Con tu resurrección de entre los muertos nos has demostrado tu triunfo sobre la muerte y el mundo.
Nos has demostrado que eres dueño de la vida y por esto mismo, el verdadero Dios. 

Señor
Tú nos has mostrado que sólo se puede llegar a lo más alto después de haber bajado y pasado por el sufrimiento más agudo.
Y todo esto siguiendo el camino de cumplir siempre y hasta el fin la voluntad del Padre. 

Señor
Esta es tu verdadera gloria y el motivo de tu verdadera alegría.
Y quieres que lo sea también para todos nosotros, tus seguidores. 

Señor
A veces nos es muy difícil aprender la lección que nos das con tu ejemplo.
Que la alegría y la gloria vienen después y detrás del sufrimiento y la cruz.
Que la vida de cada día es «vía crucis y calvario».
Y que este camino lleva a la puerta de la resurrección y de la alegría.

Señor
Nos cuesta aceptar que la vida del cristiano es la vida de Cristo, que carga con la cruz y que muere en la cruz crucificado.
Nos cuesta aceptar que nuestra definición es ser crucificados con Cristo.

Señor
Nos hemos olvidado que hay algo más: que detrás de la crucifixión está la resurrección. Nos hemos olvidado de que nuestra definición de cristianos también es la de ser resucitados con Cristo.
Que detrás de la muerte está la vida. 

Señor
Pocos viven hoy la alegría de ser resucitados, de haber roto sus ataduras con el pecado, de poder vivir la esperanza de una vida nueva.
Muy pocos sienten que estar resucitados es tener un corazón nuevo y ser capaz de vivir una vida nueva.
Y esta es la realidad que tú nos has traído con tu resurrección. 

Señor
Si el cristiano fuese capaz de alegrarse de tu resurrección, si fuese capaz de participar de la alegría de la Virgen Madre al volver a verte y tenerte junto a ella, habría entrado por los caminos de la verdadera religión.
Pero todavía vivimos de nuestro egoísmo, todavía nuestra alegría es interesada y no llegamos a compenetrarnos por amor con las alegrías de los otros. 

Señor
Enséñanos a ser cristianos del todo: como crucificados y como resucitados, a la vez.
Estas son las dos caras de la moneda de la vida, que no pueden separarse:
Estar crucificados por fuera y haber resucitado por dentro. 

Señor
Ayúdanos para no renegar de la cruz que tú nos ofreces, para no desclavarnos de ella a la primera dificultad.
Ayúdanos a tener un corazón resucitado, un corazón santo, virtuoso, alegre, que nos acompañe dondequiera que vayamos. 

Señor
Que tu mensaje de la resurrección dé sentido a nuestras fiestas.
Que al felicitarnos unos a otros las pascuas nos deseemos este tipo de felicidad cristiana: poder vivir en la cruz y resucitar a la gloria de una nueva vida. 

Señor
Danos esta felicidad y no otra; la tuya, la que tú conquistaste y ganaste, no la del mundo. Danos la felicidad de aceptar y amar la vida de los crucificados y resucitados. 

Señor
No te pedimos la felicidad de tener lo que no tenemos.
Ni la felicidad de tener más y poseer lo que otros poseen.
Te pedimos la felicidad de contentarnos con lo que nos has dado, sin pensar si es poco o mucho, agradable o desagradable.
Te pedimos la felicidad de saber que tú has escogido mi cruz, mis caminos y mis sufrimientos.
Y que tú me has dado un corazón nuevo para entender y gozar las alegrías de la resurrección.

Miguel Beltrán

Gaudete et exsultate (Francisco I)

29. Esto no implica despreciar los momentos de quietud, soledad y silencio ante Dios. Al contrario. Porque las constantes novedades de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes, las innumerables ofertas para el consumo, a veces no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios. Todo se llena de palabras, de disfrutes epidérmicos y de ruidos con una velocidad siempre mayor. Allí no reina la alegría sino la insatisfacción de quien no sabe para qué vive. ¿Cómo no reconocer entonces que necesitamos detener esa carrera frenética para recuperar un espacio personal, a veces doloroso pero siempre fecundo, donde se entabla el diálogo sincero con Dios? En algún momento tendremos que percibir de frente la propia verdad, para dejarla invadir por el Señor, y no siempre se logra esto si uno «no se ve al borde del abismo de la tentación más agobiante, si no siente el vértigo del precipicio del más desesperado abandono, si no se encuentra absolutamente solo, en la cima de la soledad más radical»[28]. Así encontramos las grandes motivaciones que nos impulsan a vivir a fondo las propias tareas.


[28] Carlo M. Martini, Las confesiones de Pedro, Estella 1994, 76.

Lectio Divina – 29 de julio

Lectio: Domingo, 29 Julio, 2018

Comer y compartir el pan de la vida
Juan 6, 1-15

1. Invocación al Espíritu Santo

Padre nuestro que estás en los cielos
y nos has entregado a tu Hijo predilecto,
envíanos tu Espíritu,
para que podamos comer y gustar lo que nos das.
Danos hoy el pan cotidiano del cuerpo y del espíritu
y haz que susciten en nosotros el hambre y la sed
de Ti, de tu palabra y de tu banquete,
en el que nos saciarás de tu presencia,
de tu amor y de tu shalom (paz),
en la alegría de los hermanos que nos das hoy,
para que compartamos con ellos el pan material y espiritual. Amen.

2. Lectura

a) Premisas y claves de la lectura bíblica y litúrgica:

* Nuestro pasaje tiene una particularidad singular: narra el único texto «infraccionado» de los evangelios. De hecho, en total, se narra seis veces (una, en Lucas y Juan; dos en Marcos y Mateo, respectivamente). Más allá de la valoración histórico-crítica de esta insólita frecuencia, es evidente que la tradición cristiana primitiva dio a este pasaje una gran importancia.
* Las relaciones literarias con otras narraciones evangélicas son muy discutidas, pero actualmente no se pueden establecer definitivamente cuáles sean las relaciones directas o indirectas entre las distintas narraciones evangélicas. El paralelo más cercano a Juan, parece ser aquí, el primer texto de Marcos (6,30-54), pero Juan lo habría extraído de una fuente autónoma que ha reelaborado de tal modo que estuviese en estrecha relación con el sermón que le sigue.
* Como sucede a menudo en el cuarto evangelio, al «signo», que en este caso sería el milagro, se le une un sermón de gran importancia teológica. En este caso, el sermón que sigue y que comprende prácticamente todo el capítulo sexto, es el sermón sobre «el pan de la vida» (6,29-59), la gran fuente de reflexión teológica sobre el sacramento de la eucaristía.
* En todo el texto se ponen de relieve, palabras, ideas y gestos, característicos de la liturgia cristiana, por lo cual parece que está muy unido con la tradición litúrgica de la celebración eucarística, sobre todo teniendo en cuenta que el evangelio de Juan no narra la institución de la Eucaristía.
* En el ciclo litúrgico de este año, basado en el evangelio de Marcos, se incluye aquí una serie de evangelios dominicales tomados del evangelio de Juan. La inserción se realiza, justo en momento en el que se debería leer la multiplicación de los panes. La elección de la primera lectura es un ejemplo claro de la relación entre ambos testamentos: se trata de una multiplicación de panes realizada por el Profeta Eliseo (2 Re 4, 42-44). El paralelo entre ambos milagros ilumina el aspecto profético de la persona de Jesús. A su vez, la segunda lectura (Ef 4, 1-6) subraya uno de los aspectos de la vida eucarística de la Iglesia: la comunión que se construye en torno a Cristo y se alimenta del único pan eucarístico.
* Los temas mayores de este pasaje son aquellos relacionados con la simbología del pan y el compartir el alimento, también en perspectiva escatológica. Otros motivos importantes presentes en el texto son los de la fe en Jesús y en su modo de interpretar el mesianismo, mostrado aquí bajo la filigrana de la figura veterotestamentaria de Moisés.

b) El texto:

Juan 6, 1-151 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. 3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. 4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» 6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» 8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» 10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. 11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» 13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» 15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

c) Subdivisión del texto para comprenderlo mejor:

vv. 1-4: introducción temporal, geográfica y litúrgica
vv. 5-10: diálogo preparatorio entre Jesús y sus discípulos
vv. 11-13: el alimento «multiplicado» es sobreabundante
vv. 14-15: reacciones de Jesús y de la gente.

3. Un espacio de silencio

para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente.

* Estamos en primavera, la Pascua está próxima. El aire es fresco todavía y esto hace más fácil seguir y escuchar al ahora ya famoso, aunque discutido, rabí de Nazaret.
* Mientras leo y vuelvo a leer, también yo lo siento hablar haciendo una vez más discursos «extraños»: ¿cómo es posible dar de comer a esta muchedumbre inmensa que lo rodea por todas partes?
* Pocos panes, poquísimos peces…no tenemos miedo de perderlos mientras tratamos de dividirlos. ¡Se multiplican a medida que los distribuimos!
* Al final, lo recogemos todo: un gran trabajo, pero el pan en todas partes, en todo lugar, en cualquier tiempo, es un don precioso, sobre todo este pan.
* Vuelvo a emprender la camino con Él, sin pararme, con el corazón más ligero y feliz por las grandes cosas que he visto hoy, pero también con algunas preguntas de más. Continúo mirando y escuchándolo, para dejarme sorprender por sus gestos, las expresiones de su rostro y de su voz, por sus palabras.

4. La Palabra que se nos da

* El «libro de los signos» del cuarto evangelio: este pasaje está colocado en la parte del evangelio llamada «libro de los signos» (desde 1,19 hasta 12,50), en los cuales se describen y se comentan los siete grandes «signos» de auto revelación (semeion, milagro o acción simbólica) realizados por Jesús en este evangelio. Los sermones y los signos están estrechamente relacionados: los «signos» se explican con sermones teológicos y en los «signos» se presentan plásticamente los contenidos del sermón, en una progresiva profundización de la revelación divina y en la consiguiente creciente hostilidad hacia Jesús.

* El capítulo 6 de Juan: Algunos, para tratar de esclarecer los particulares geográficos y cronológicos del capítulo 6, proponen invertir la posición con el capítulo 5, pero esto no resolvería todos los problemas. Es mejor mantener y respetar lo que la tradición nos ha transmitido, aún teniendo presente los problemas de tipo histórico-redaccional, para no «acentuar indebidamente algo que parece ser no ha tenido mucha importancia para el evangelista» (R. Brown).

* Jesús fue a la otra orilla del mar de Galilea, es decir, de Tiberiades: el lago se identifica con una doble denominación; la primera es la tradicional, la segunda la adopta solamente Juan en el Nuevo Testamento (también en 21,1), quizás porque ha sido resaltada en la vida de Jesús y, por lo tanto, se ha hecho común este nombre en el período sucesivo después de su muerte, sobre todo en el mundo helenístico.

* Mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos: anteriormente (2,23-25) encontramos una situación semejante, en la cual muchos creyeron en Jesús porque habían visto los «signos» que realizaba. En ambas ocasiones, Jesús muestra desaprobar tales motivaciones (2,24-25;6,5.26).
Los «signos» en los enfermos, es decir, los milagros, que Jesús habría realizado en Galilea, no están narradas por Juan, a excepción de la curación del hijo del funcionario real (4,46-54). El mismo evangelista, sin embargo, deja entender con estas palabras que no ha narrado todos los acontecimientos y que ha hecho una selección entre las muchas cosas que podría haber narrado a los lectores (cfr. 21,25).

* Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos: No es posible situar este monte.
Jesús que, como Moisés, se sienta rodeado de sus discípulos, es un tema que también aparece en los otros evangelios (cfr. Mc 4,1; Mt 5,1;Lc 4,20). El gesto de sentarse para enseñar era propio de los rabinos, pero Juan, al contrario que Marcos 6,34, no señala que Jesús haya enseñado en esta circunstancia.

* Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos: En el cuarto evangelio se hace referencia a tres celebraciones de la Pascua de Jesús durante su vida pública. Esta sería la segunda (la primera:2,13; la tercera: 11,55) y hace comprender el ambiente religioso y teológico de todo lo que sucede en el capítulo 6; el «pan dado» por Dios como el maná, la subida al monte de Jesús, como Moisés, el paso del mar, como sucedió en el Éxodo (en el episodio siguiente: 6,16-21), el sermón centrado sobre el pan que viene de Dios. A propósito de la relación del maná que se dio en el desierto y la multiplicación de los panes, encontramos varios paralelos que hacen referencia a Números 11 (vv. 1.7-9.13.22).
Algunos gestos de Jesús (por ejemplo partir y distribuir el pan), como otros temas teológicos que tocará en el sermón siguiente, son referencias concretas al seder pascual y a las lecturas litúrgicas de la sinagoga en dicha fiesta.
La Pascua es, pues, una fiesta de primavera y, de hecho, Juan señala que había mucha hierba en aquel lugar (6,10; cfr. Mt 14,19 y Mc 6,39).

* Jesús vio que venía hacia él mucha gente: Al principio de la narración parece ser que la gente le seguía ya de antemano, mientras que Juan dice que la muchedumbre venía hacia él. Tal vez aquí hay uno de los temas teológico preferido por Juan y muy subrayado en este capítulo: el venir hacia Jesús, expresión correspondiente a la adhesión total de la fe (3,21; 5, 40; 6, 35.37.45; 7,37 y otros).

* Dice a Felipe…Andrés, hermano de Simón Pedro: son dos, de entre los doce, que en este evangelio juegan un papel importante (cfr. 1,44 y 12, 21-22), mientras que en los otros evangelios quedan en la sombra. Parece ser que eran venerados de modo especial en Asia Menor, lugar en el que tuvo su origen el evangelio de Juan.

* «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?»: La pregunta a Felipe se justifica, tal vez, por el hecho de que provenía de aquella zona geográfica.
Si interpretamos esta pregunta a la luz de otras semejantes en el evangelio (1,48; 2,9;4,11;7,27-28; 8,14;9,29-30;19,9), descubrimos el valor cristológico: preguntar de dónde proviene el don, es preguntar también por quien es el donante que, en este caso, es Jesús; por tanto la pregunta se dirige al origen divino de Jesús.

* Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer: El «poner a prueba» la reacción del discípulo, se expresa con un verbo (peirazein) que tiene normalmente un significado negativo, de tentación, verificación o engaño. Esta frase se pone para hacer resaltar la duda que la pregunta precedente de Jesús ha suscitado, como una expresión de ignorancia.

* «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco»: La cifra corresponde a al salario de doscientos días de trabajo de un obrero (cfr. Mt 20,13; 22,2).
Marcos (6,37) se expresa de manera, que hace pensar que una cantidad tal sea suficiente para cubrir la necesidad, pero Juan lo que quiere subrayar es la grandiosidad de la obra divina y la desproporción de los recursos humanos. A esto responde la pregunta inmediata de Andrés: «Pero ¿qué es esto para tantos?»

* «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces»: El muchacho, a juzgar por las palabras, doblemente diminutivas usadas en el texto griego (paidarion) es justo un «muchachito»: una persona sin ninguna importancia social. El mismo término se usa en 2 Re (4,12.14.25; 5,20) para el siervo de Eliseo, Giezi.
El pan de cebada, al contrario del de trigo, era un alimento barato usado por los pobres. Parece ser (cfr. Lc 11,5) que el alimento normal para una persona eran tres panes.
Los peces-secos (opsarion, nuevamente doble diminutivo) era el alimento que se consumía normalmente con el pan.

* «Haced que se recueste la gente…eran unos cinco mil hombres»: En realidad, según el uso de la época, Jesús los «hace recostar» o «tumbarse»: la comida se debía tomar cómodamente, igual que en el ritual de la Pascua y como era obligación en los banquetes.
Todas las narraciones evangélicas señalan el número de hombres.

* Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió…y lo mismo los peces: Estas palabras de Jesús están muy cercanas a las del rito eucarístico, aún cuando no se puede decir que el uno provenga del otro.
«Dio gracias» se traduce aquí por eucharistein, que se usaba de modo distinto a eulogein, bendecir, que es el verbo utilizado por los evangelios sinópticos en este pasaje; el primero era común en el ambiente griego, el segundo proviene del ambiente hebraico. Si consideramos el lenguaje usado en la época en la que fueron escritos los evangelios, podemos decir que entre las dos expresiones no hay mucha diferencia de contenido, aún cuando la referencia a la eucaristía de Juan sea mucho más directa para nosotros, acostumbrados al lenguaje litúrgico eucarístico cristiano. Tanto es verdad, que el cuarto evangelista utiliza el mismo verbo en 11,41, donde no encontramos ninguna referencia al sacramento.
Igual que el presidente de la mesa de Pascua, Jesús mismo parte el pan y lo distribuye directamente a la gente. De igual modo hará en la última Cena. Probablemente, sin embargo, los hechos han sucedido como narran los evangelios sinópticos: Jesús dio el pan ya partido para que lo distribuyeran los apóstoles, la muchedumbre era demasiado grande para que él solo lo pudiera hacer. Juan quiere llamar la atención de sus lectores sobre la persona de Jesús, único y verdadero dador del «pan del cielo».
Observemos bien cómo se realizaron los hechos: la multiplicación sucede después de la división del pan y la división ocurre después que un «pequeño» pone a disposición de todos sus irrisorios recursos. Aquellos pobres y pequeños panes, ¡se multiplican a medida que se dividen! Jesús multiplica lo que nosotros aceptamos, un poco ciegamente, para compartir con El y con los otros.

* Todo lo que quisieron…y se saciaron: Es la abundancia prometida por los profetas en el tiempo de la shalom y para el alegre banquete escatológico (cfr., por ej. Is 25, 6; 30,23; 49, 9;56, 7-9; Os 11,4; Sal. 37, 19; 81,17; 132, 15).
Por tanto, la muchedumbre no se equivoca cuando dice que Jesús «es el verdadero profeta que tenía que venir a este mundo»: profeta que realiza la promesa divina de enviar un profeta «igual a Moisés» (Dt 18,15-18) y que inaugura los tiempos mesiánicos con un banquete abundante como habían prometido los profetas antiguos.

* «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda»:Entran en escena los apóstoles que tratan de no perder ningún trozo de este pan precioso. Este pan, sin embargo, es un «pan que perece» y no que no se puede comparar con el verdadero «pan del cielo» (cfr. 6, 24). El mandato de recoger (synagein) lo que sobra, hace referencia a lo que estaba prescrito sobre el maná (cfr. Ex 16,15 ss).

* «Llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes que sobraron»: No se puede establecer con certeza si el números de canastos hace referencia al número de los discípulos. La frase quiere hacer subrayar la gran abundancia que vino de los panes bendecidos por Jesús.
Juan parece que no le da importancia a los dos peces que habían sido ofrecidos con los panes, tal vez porque el sermón que sigue está todo centrado en el pan.

* «Al ver la gente la señal»: La motivación que Juan ofrece a continuación del milagro, no es la compasión por la gente; esto lo habrían entendido así los discípulos que, según Marcos (/ 6,52 y 8, 14-21), no entendieron el significado del milagro. El cuarto evangelio pone de relieve el significado del «signo» del milagro.

* «Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo»:Contrariamente a los otros evangelistas, Juan narra la rápida desaparición de Jesús después del milagro; quería evitar que su papel como Mesías fuera «manipulado» por manifestaciones políticas por parte de la gente. Jesús confirma de nuevo su elección (cfr. Mt 4,1-10), la que realizará hasta el final, delante de Pilato (19, 33-37).

5. Algunas preguntas

para orientar la reflexión y la actuación.

a) El pan se multiplica porque alguien «muy pequeño» renuncia a conservar para sí sus propias seguridades (aún cuando son pequeñísimas, como las «cebollas de Egipto») arriesgando el hacer el ridículo o fracasar. El «muchachito» de la narración evangélica se fía de Jesús, aún cuando él no había prometido nada. Yo, nosotros, ¿haremos lo mismo?
b) El muchacho es una persona insignificante, los panes son pocos y los peces menos. Pasando por las manos de Jesús todo se convierte en grande y bello. Hay una desproporción entre lo que somos y lo que Dios nos hace llegar a ser, si nos ponemos en sus manos. «Nada es imposible para Dios»: ni convertir los corazones más duros, ni cambiar el mal en instrumento de bien…Dios colma toda desproporción entre él y nosotros. ¿Creo, incluso, cuando todo parece que está en contra?
c) El pan material que nos es dado por Dios nos recuerda lo que debemos compartir con tantos hombres y mujeres que sobre la tierra están faltos de recursos y que luchan desesperadamente por un trozo de pan. Cuando rezamos «danos hoy nuestro pan cotidiano», ¿dirigimos acaso un pensamiento a aquellos a quienes les falta este pan y tratamos de ir a su encuentro?
d) El hambre física y el pan material nos recuerdan también el «hambre de Dios» y el banquete escatológico. Son realidades que muy a menudo alejamos de nuestro pensamiento y que consideramos como lejos de nosotros. Sin embargo, el tenerlas presentes, nos ayudaría a relativizar tantos problemas que nos parecen más grande que nosotros y a vivir más serenamente preocupándonos solamente de aquello que es esencial. Cuando durante la celebración eucarística aclamamos «…¡Ven Señor Jesús!», ¿estamos realmente a la espera de la vuelta gloriosa de Aquel que nos ama y que desde ahora lo prevé todo para nosotros?

6. Oremos (Sal 147: 1-11)

Alabando a Dios con un himno de sabor pascual a Aquel que proporciona el alimento y todo tipo de subsistencia a los «pequeños» de su pueblo y a todo ser viviente.

Alabad a Yahveh,
que es bueno salmodiar, a nuestro Dios,
que es dulce la alabanza.
Edifica Yahveh a Jerusalén,
congrega a los deportados de Israel;
él sana a los de roto corazón,
y venda sus heridas.
El cuenta el número de estrellas,
y llama a cada una por su nombre;
grande es nuestro Señor,
y de gran fuerza,
no tiene medida su saber.
Yahveh sostiene a los humildes,
hasta la tierra abate a los impíos.
Cantad a Yahveh en acción de gracias,
salmodiad a la cítara para nuestro Dios:
El que cubre de nubes los cielos,
el que lluvia a la tierra prepara,
el que hace germinar en los montes la hierba,
y las plantas para usos del hombre,
el que dispensa al ganado su sustento,
a las crías del cuervo cuando chillan.
No le agrada el brío del caballo,
ni se complace en los músculos del hombre.
Se complace Yahveh en los que le temen,
en los que esperan en su amor.

7. Oración final

La Iglesia desde sus primeros pasos celebró la Eucaristía como la cena Pascual del Señor reflejada en la multiplicación de los panes. Nuestra oración de hoy recoge la herencia de los cristianos de los primeros siglos:

«Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento
que nos manifestaste por medio de tu siervo Jesús.
A ti sea la gloria por los siglos de los siglos.
Como este pan estaba disperso por los montes y después, al ser reunido, se hizo uno,
así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.
Te damos gracias, Padre santo,
por tu santo nombre, que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos.
Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre,
y diste a los hombres la comida y bebida para que disfrutaran de ellas.
Pero, además, nos has proporcionado una comida y bebida espiritual
y una vida eterna por medio de tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso.
A ti sea la gloria por los siglos.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
Para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor,
y congrégala de los cuatro vientos, ya santificada,
en el reino que has preparado para ella.
Porque tuyo es el poder y la gloria por siempre.
Que venga tu gracia y que pase este mundo.
¡Hosanna al Hijo de David!

(De la Didaché o Doctrina de los doce apóstoles, 9-10)

Gente que tiene hambre y camina a la deriva

1.- DESDE LA PRISIÓN.- La liturgia de la misa dominical sigue con la lectura de la carta de San Pablo a los Efesios que, junto a la que envió a los Filipenses, a los Colosenses y a Filemón, constituye el grupo de las llamadas cartas de la cautividad. Todas ellas están escritas desde la prisión. La valentía del Apóstol en predicar el mensaje de Cristo le ha llevado a esta situación humillante y penosa. Pero Pablo no ceja en su empeño y, aunque sea entre cadenas, sigue predicando a Cristo y animando a los cristianos para que vivan como tales.

Ahora les dice que sean siempre humildes y amables, comprensivos, que se afanen por sobrellevarse los unos a los otros con amor… Sus palabras, no lo olvidemos, se dirigen también a cada uno de nosotros, esperando una respuesta a esa exigencia que nos pone por delante. Si somos cristianos, y lo somos, vamos a luchar por vivir conforme a la vocación que hemos recibido. Sobre todo en esos puntos que San Pablo señalaba: en la sencillez y en la amabilidad, en la comprensión, en el amor mutuo.

En medio de su prisión, San Pablo vibra apostólicamente. Sus palabras se desgranan pletóricas de entusiasmo, llenas de fe, pujantes y optimistas. Si no lo indicara, se pudiera pensar que escribe en circunstancias distintas, más halagüeñas, más placenteras. La razón de todo ese vigor y empuje está en su fe profunda en Dios. Está convencido del poder divino, de su amor infinito, de su grandeza indescriptible, con un optimismo desbordante, con un gozo sin fin. Por eso, una vez más, sus palabras se convierten en un canto de gloria, una doxología que sale a borbotones de su alma gozosa, de su espíritu desbordado por la gracia divina. Es estado de ánimo le hace exclamar: Bendito sea Dios por los siglos de los siglos. Amén.

2.- HAMBRE DE DIOS.- Las muchedumbres siguen a Jesús, cuyas palabras penetran en los corazones como bálsamo que cura heridas e infunde esperanza. Luces nuevas se encendieron en el mundo desde que Cristo llegó, ilusiones juveniles anidaron en el corazón del hombre, afanes por alcanzar altas metas de perfección y de santidad. Hoy también la gente marcha detrás de Jesucristo cuando percibe, o intuye, su presencia entrañable. El espectáculo de las multitudes en seguimiento del Papa es una prueba de ello.

Dice el texto que Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Es uno de esos momentos de intimidad del Maestro con los suyos. Momentos de trato personal y directo que hemos de revivir cuantos queremos seguir de cerca a Jesús. Son instantes para renovar la amistad con Dios, el deseo de servirle con alma vida y corazón. Acudamos, pues, al silencio de la oración para oír la voz de Jesús, presente en el Sagrario, para decirle cuán poco le amamos y cuánto quisiéramos amarle.

Aquellos que van detrás de Jesús en este pasaje, son gente que tiene hambre y camina a la deriva. Hambre de comprensión y de cariño, hambre de verdad y de recta doctrina, hambre de Dios en definitiva. El Señor satisfizo el hambre de aquella multitud multiplicando unos panes y unos peces. Aquel suceso vino a ser un símbolo de ese otro Pan que el Señor nos entrega, el Pan que da la Vida eterna. Jesús vuelve cada día a multiplicar su presencia bienhechora en la celebración Eucarística. Una y otra vez reparte a las multitudes hambrientas el alimento de su Cuerpo sacramentado. Sólo es preciso caminar detrás de Jesús, acudir a su invitación para que participemos, limpia el alma de pecado, en el banquete sagrado de la Eucaristía.

Antonio García-Moreno

La regla de las tres erres

Un buen ejercicio sería “estudiar” durante una semana nuestro cubo de basura para darnos cuenta de la cantidad de residuos que generamos en el ámbito doméstico, sobre todo plásticos. El consumismo, la cultura del “usar y tirar”, han cambiado algunos hábitos que eran normales hasta hace unos años: hoy ya no se llevan a la tienda los envases de vidrio al comprar otros; algunos utensilios no merece la pena llevarlos a reparar porque salen más baratos si los compras nuevos; acumulamos prendas de ropa que compramos barata… Sin embargo, la creciente contaminación a nivel general, y la amenaza del cambio climático, han hecho que vaya surgiendo una mayor conciencia entre los consumidores, que se ha concretado en “la regla de las tres erres: Reducir, Reutilizar y Reciclar”. Reducir el consumo, dar a las cosas la mayor vida útil posible, y someter los residuos a procesos que permitan volver a utilizarlos, en lugar de utilizar nueva materia prima.

En el Evangelio, Jesús ha realizado un signo, la multiplicación de los panes y los peces, que prefigura la Eucaristía. Y al final indica: Que nada se desperdicie. Esta frase la deberíamos aplicar a diferentes ámbitos, no sólo a la materialidad del Pan consagrado. Podríamos decir que no se tiene que desperdiciar nada de lo que recibimos en la Eucaristía: es la fuente y culmen de la vida cristiana (cfr. LG 11), es el corazón de la Iglesia, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y Sangre de Jesús (Papa Francisco), y por tanto de ella mana y a ella se dirige toda la vida de fe.

Por eso, partiendo de la Eucaristía, también deberíamos aplicar “la regla de las tres erres” a la misión evangelizadora, para no dejarnos llevar también aquí por el “consumismo” o por la dinámica del “usar y tirar”, desperdiciando tiempo, fuerzas, materiales e incluso personas.

¿Qué habríamos de “reducir”? Solemos utilizar una pastoral y unas estructuras eclesiales “de cristiandad”, que ya no resultan adecuadas ni sostenibles en el contexto de nueva evangelización en que nos encontramos inmersos. Como dice el Papa Francisco: El problema mayor se produce cuando el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios (EG 34). Habría que reducir algunos elementos secundarios, externos, folclóricos… que ya no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo (EG 34), para centrarnos en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad (EG 35).

¿Qué tendríamos que “reutilizar”? A menudo en la evangelización ponemos el foco de atención en “lo nuevo”: nuevos materiales, nuevas experiencias, nuevas dinámicas… Y caemos en un auténtico “consumismo pastoral” sin dar tiempo a que surjan los frutos. Pero, ¿seguro que lo que hemos estado utilizando ya no sirve? Como también dice el Papa Francisco: Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante (EG 13). No deberíamos desechar los medios e instrumentos habituales como si fueran residuos, ya que las experiencias pasadas pueden ofrecernos pistas para afrontar nuestra realidad actual.

¿Qué deberíamos “reciclar”? En continuidad con lo anterior, es cierto que hay elementos del pasado (devociones, celebraciones, costumbres…) que han quedado desfasados por su lenguaje, contenidos, formas… Pero podemos hacer el esfuerzo de actualizarlos para recuperar el sentido que los hizo surgir en su momento y que vuelvan a ser útiles en nuestro contexto actual. 

¿Soy consciente de los residuos que genero? ¿Procuro aplicar la regla de las tres “erres”, o como mínimo, reciclar el plástico y el vidrio? ¿Aprovecho todo lo que encierra y ofrece la Eucaristía, o hay aspectos que “desperdicio”? ¿Qué tendría que “reducir”, “reutilizar” y “reciclar” en mi vida de fe? ¿Qué hago para que en la pastoral de la Iglesia se aplique la regla de las tres “erres”?

El Papa Francisco, en su encíclica “Laudato si”, denuncia que debido a los residuos la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. Muchas veces se toman medidas sólo cuando se han producido efectos irreversibles para la salud de las personas (LS 21). Cuidemos la Creación y cuidemos también la misión evangelizadora de la Iglesia. Vivamos de la Eucaristía para empezar a reducir, reutilizar y reciclar lo que sea necesario para que nada ni nadie se desperdicie, y el mensaje de Jesucristo siga anunciándose en nuestro mundo y circunstancias de hoy.

El gesto de un joven

De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.

El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio (29 de julio)

Jesús bendijo los panes y los repartió

      El problema de la alimentación ha sido uno de los asuntos más urgentes para la mayor parte de la humanidad a lo largo de la historia. Hoy lo sigue siendo para muchos millones de personas. Cada mañana sienten el hambre no satisfecha y todos sus esfuerzos se dirigen a encontrar lo necesario para subsistir. ¿Parece imposible? Pues es verdad. Y nos referimos al hambre material, al hambre de pan o de arroz, a la falta de lo más necesario para poder sobrevivir. 

Comentario al Evangelio del domingo, 29 de julio de 2018      El Evangelio de hoy nos cuenta cómo Jesús multiplicó unos pocos panes y peces y dio de comer a una multitud. Se dice que eran cinco mil hombres, sin contar a las mujeres ni a los niños. Eran gente desesperada. Quizá por eso habían abandonado sus casas y se habían lanzado al desierto a seguir a aquel predicador. Le seguían esperando quizá encontrar una palabra de aliento, algo que les infundiese nueva esperanza. 

      El milagro de Jesús no sólo consiste en darles de comer. Lo más importante es que consigue hacer de aquella multitud una familia que, sentados juntos, comparten la comida. Hace de ellos una fraternidad. Por eso termina sobrando comida. Si no se hubiese dado ese cambio cualitativo en la relación entre aquellas personas, no habría sobrado nada. Seguro que todos hubiesen luchado por acaparar toda la comida posible. No habrían hecho más que mirar por sus intereses, por saciar su hambre, la de entonces y la del día siguiente. No había ninguna razón para compartir con los otros. Pero se produce el milagro. Jesús les hace descubrir que, al compartir el pan, se empieza a vivir de una forma nueva, que el bienestar del otro es la condición de mi bienestar, que en familia es mucho más fácil satisfacer la necesidad y que termina por sobrar pan. 

      Al hacer el milagro, Jesús da una nueva esperanza a aquellas personas. Es lo que les hace decir: “Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo”. Jesús, mensajero y vocero de Dios, da esperanza a los que están desesperados, acoge en familia a los que están solos y da de comer a los que tienen hambre. 

      Con Jesús se abre también ante nosotros una nueva esperanza. Debemos ser portadores de ella para nuestro mundo. Los cristianos nos comprometemos a reunir, a compartir lo que tenemos, a acoger. No queremos dividir ni odiar ni separar. Creemos que podemos vivir unidos en el amor con el vínculo de la paz. Creemos que es posible superar el odio que mata y destruye. A eso nos comprometemos para esta misma semana que comienza. 

Para la reflexión

      ¿Dónde crees que hay signos de división en tu barrio o en tu familia? ¿Qué podrías hacer para reunir a los que están dispersos en torno a la mesa de la comunión? ¿Crees que la misa de cada domingo es un signo de unión? ¿Qué podrías hacer para mejorarla?

Fernando Torres, cmf