Esa es mi generación, que tiene hambre de Dios y no lo sabe.
Esa es mi generación que tiene hambre de un padre, y no sabe que todos somos hijos de él.
Esa es mi generación, que ríe de las cosas de Dios… mientras está llorando su neurosis ante los ídolos de vatios, amperios y voltios.
Esa es mi generación, que da la espalda al templo y camina, ciega, en dirección a los tribunales del divorcio o de las matanzas colectivas.
Esa es mi generación, que se tumba en la cama y conoce las mil posiciones y técnicas a usar en el lecho conyugal, pero que se atormenta con histeria ante las cunas vacías o trocadas en mortajas del angelito muerto antes de nacer.
Esa es mi generación que tiene hambre de crear, y ni siquiera consigue arrodillarse delante del Creador.
Esa es mi generación, que cuenta por las esquinas y círculos sociales las infidelidades que maquina, y en cambio se avergüenza de repetir las oraciones que rezó en un tiempo para la sobrevivencia del amor.
Y esa generación mía pide un milagro y una solución, porque las soluciones descubiertas hasta ahora siguen dirigidas a las grandes ciudades… a la espera de que alguien pulse un botón.
Y el mundo sigue temblando de miedo ante la locura de una entera civilización que decir no hacer la guerra… ¡porque no sabe quién tiene más botones que pulsar!
P. Zezinho