Vísperas – San Bartolomé

SAN BARTOLOMÉ, apóstol. (FIESTA)

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: COLUMNAS DE LA IGLESIA, PIEDRAS VIVAS.

¡Columnas de la Iglesia, piedras vivas!
¡Apóstoles de Dios, grito del Verbo!
Benditos vuestros pies, porque han llegado
para anunciar la paz al mundo entero.

De pie en la encrucijada de la vida,
del hombre peregrino y de los pueblos,
lleváis agua de Dios a los cansados,
hambre de Dios lleváis a los hambrientos.

De puerta en puerta va vuestro mensaje,
que es verdad y es amor y es Evangelio.
no temáis, pecadores, que sus manos
son caricias de paz y de consuelo.

Gracias, Señor, que el pan de tu palabra
nos llega por tu amor, pan verdadero;
gracias, Señor, que el pan de vida nueva
nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas.

Salmo 115 – ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO.

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas.

Ant 2. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Salmo 125 – DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Ant 3. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

LECTURA BREVE   Ef 4, 11-13

Cristo ha constituido a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

RESPONSORIO BREVE

V. Contad a los pueblos la gloria del Señor.
R. Contad a los pueblos la gloria del Señor.

V. Sus maravillas a todas las naciones.
R. Contad a los pueblos la gloria del Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Contad a los pueblos la gloria del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.

PRECES

Hermanos: Edificados sobre el cimiento de los apóstoles, oremos al Padre por su pueblo santo, diciendo:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.

Padre santo, que quisiste que tu Hijo resucitado de entre los muertos se manifestara en primer lugar a los apóstoles,
haz que también nosotros seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo.

Padre santo, tú que enviaste a tu Hijo al mundo para dar la Buena Noticia a los pobres,
haz que el Evangelio sea proclamado a toda la creación.

Tú que enviaste a tu Hijo a sembrar la semilla de la palabra,
haz que, sembrando también tu palabra con nuestro esfuerzo, recojamos sus frutos con alegría.

Tú que enviaste a tu Hijo para que reconciliara el mundo contigo,
haz que también nosotros cooperemos a la reconciliación de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que quisiste que tu Hijo resucitara el primero de entre los muertos,
concede a todos los que son de Cristo resucitar con él, el día de su venida.

Oremos ahora al Padre, como Jesús enseñó a los apóstoles:

Padre nuestro…

ORACION

Fortalece, Señor, nuestra fe, para que nos adhiramos a Cristo, tu Hijo, con la misma sinceridad con que lo hizo el apóstol san Bartolomé, y haz que, por la intercesión de este santo, sea siempre tu Iglesia sacramento de salvación universal para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 24 de agosto

Lectio: Viernes, 24 Agosto, 2018
Tiempo Ordinario
  
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Juan 1,45-51

Al día siguiente, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

3) Reflexión
• Jesús volvió para Galilea. Encontró a Felipe y le llamó: ¡Sígueme! El objetivo del llamado es siempre el mismo:»seguir a Jesús” Los primeros cristianos insistieron en conservar los nombres de los primeros discípulos. De algunos conservaron hasta los apellidos y el nombre del lugar de origen. Felipe, Andrés y Pedro eran de Betsaida (Jn 1,44). Natanael era de Caná (Jn 22,2). Hoy, muchos olvidan los nombres de las personas que están en el origen de su comunidad. Recordar los nombres es una forma de conservar la identidad.

• Felipe encuentra Natanael y habla con él sobre Jesús: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Jesús es aquel hacia quien apuntaba toda la historia del Antiguo Testamento.
• Natanael pregunta: «Pero, ¿puede salir algo bueno de Nazaret?” Posiblemente en su pregunta emerge la rivalidad que acostumbraba existir entre las pequeñas aldeas de una misma región: Caná y Nazaret. Además de esto, según la enseñanza oficial de los escribas, el Mesías vendría de Belén en Judea. No podía venir de Nazaret en Galilea (Jn 7,41-42). Andrés da la misma respuesta que Jesús había dado a los otros dos discípulos: “¡Ven y verá!» No es imponiendo sino viendo que las personas se convencen. De nuevo, ¡el mismo proceso: encontrar, experimentar, compartir, testimoniar, llevar a Jesús!
• Jesús ve a Natanael y dice: «¡Ahí viene un verdadero israelita, sin falsedad!» Y afirma que ya le conocía, cuando estaba debajo de la higuera. ¿Cómo es que Natanael podía ser un «auténtico israelita” si no aceptaba a Jesús como Mesías? Natanael «estaba debajo de la higuera». La higuera era el símbolo de Israel (cf. Mi 4,4; Zc 3,10; 1Re 5,5). Israelita auténtico es aquel que sabe deshacerse de sus propias ideas cuando percibe que no concuerdan con el proyecto de Dios. El israelita que no está dispuesto a esta conversión non es ni auténtico, ni honesto. El esperaba al Mesías según la enseñanza oficial de la época (Jn 7,41-42.52). Por esto, inicialmente, no aceptaba a un mesías venido de Nazaret. Pero el encuentro con Jesús le ayudó a percibir que el proyecto de Dios no siempre es como la gente se lo imagina o desea que sea. El reconoce su engaño, cambia idea, acepta a Jesús como mesías y confiesa: «¡Maestro, tu eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel!» La confesión de Natanael no es que el comienzo. Quien será fiel, verá el cielo abierto y los ángeles que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre. Experimentará que Jesús es la nueva alianza entre Dios y nosotros, los seres humanos. Es la realización del sueño de Jacob (Gén 28,10-22).

4) Para la reflexión personal
• ¿Cuál es el título de Jesús que más te gusta? ¿Por qué?

• ¿Tuviste intermediario entre tú y Jesús?
  
5) Oración final
Yahvé es justo cuando actúa,

amoroso en todas sus obras. (Sal 145,17)

Las mujeres

En aquel día del Señor me pareció que debía desencadenar mi desazón contra las mujeres. ¡Tenía mis motivos de profeta para ello!
Y grité fuerte para que todas lo oyeran:
— Escuchad, todas las mujeres de mi pueblo. ¿Hasta cuándo vais a seguir siendo esclavas de los hombres, esclavas de la moda que os despersonaliza y os hace sólo un cuerpo sensual? ¿Hasta cuándo aceptaréis la desvalorización de la maternidad que está marcada en vuestro vientre, en vuestro seno y en vuestro corazón de mujeres?
Habéis rechazado la dulzura, el decoro, la pureza, la feminidad… ¡y caísteis en la condición de mero cuerpo y objeto! Os dejáis sobornar con un reloj, una pulsera, un coche, y contribuís así a promover lo superfluo, sujetándoos a los caprichos de la época. Perdisteis el sentido de la sacralidad y dejásteis que el hombre hiciera de vosotras un juguete con el que se divierte antes, durante y después dle casamiento. Desacartasteis lo infinito que se albergaba siempre en vuestro corazón de madres, e hicisteis difícil el nacimiento de vuestros hijos. Habéis aceptado el aborto, os parece que tenéis derecho de buscaros otros hombres cuando los maridos ya no os satisfacen, y resolvisteis fingir una inocencia e ingenuidad que ya no tenéis. El mundo adolece de la falta de mujeres que sepan ser amigas, compañeras, esposas y madres. Pero, ¡ay de vosotras, cuyos vientres ya nunca adquieren turgencia! ¡Ay de la humanidad!
Vuestros días están contados. Descubriréis que ninguna mujer logra la felicidad lejos de la fidelidad del vientre turgente y de la maternidad total. Mi Dios va a haceros pagar bien cara vuestra infidelidad y vuestra testarudez en volveros cuerpo y no alma y mente de madre y de mujer…
Por la noche, en el silencio que me envolvía, el Señor me recriminaba:
— Tú a veces me aborreces. Hablas como quien odia a las mujeres.
Un profeta que no ama a las mujeres no tiene derecho a pedirles que sepan ser hijas, amigas, compañeras y esposas. Un profeta que se prota como quien nunca ha tenido hermanas, amigas o madre, corre el riesgo de caer en el ridículo.
Si la mitad del tiempo que empleaste en fustigar lo hubieras empleado en mostrar a esas mujeres lo mucho que el mundo se animaliza y se deshumaniza sin la grandeza interior que el Padre ha puesto en ellas…, hubieras conseguido mayor resultado. Las hijas de los hombres hacen ostentación de su cuerpo y ubscan el hedonismo, sólo en cuanto andan confundidas acerca de su verdadera identidad. Cuando descubren que Dios quiere nacer dentro de ellas, no hay mujer que no se vuelva sacra. ¡Pero tú, atacándolas de ese modo, no le has dado la oportunidad de descubrir verdad alguna!
Los hombres nunca descubren el verdadero equilibrio ante la mujer con un vientre que proteger y unos senos para amamantar; o la usan o la agreden. ¡Aprende a respetar a las mujeres y descubrirás que sus hijas van a aceptar ser vírgenes y madres!
P. Zezinho

Gaudium et exsultate (Francisco I)

55. Esta es una de las grandes convicciones definitivamente adquiridas por la Iglesia, y está tan claramente expresada en la Palabra de Dios que queda fuera de toda discusión. Así como el supremo mandamiento del amor, esta verdad debería marcar nuestro estilo de vida, porque bebe del corazón del Evangelio y nos convoca no solo a aceptarla con la mente, sino a convertirla en un gozo contagioso. Pero no podremos celebrar con gratitud el regalo gratuito de la amistad con el Señor si no reconocemos que aun nuestra existencia terrena y nuestras capacidades naturales son un regalo. Necesitamos «consentir jubilosamente que nuestra realidad sea dádiva, y aceptar aun nuestra libertad como gracia. Esto es lo difícil hoy en un mundo que cree tener algo por sí mismo, fruto de su propia originalidad o de su libertad»[61].


[61] Lucio Gera, “Sobre el misterio del pobre”, en P. Grelot-L. Gera-A. Dumas, El Pobre, Buenos Aires 1962, 103.

¿Nos marchamos o nos quedamos?

1. – Jesús no dejó indiferente a nadie. Cuando tuvo que hablar, alto y claro, lo hizo. Sin componendas ni miramientos. Aún a riesgo de perder, por exigir demasiado, a gran parte de los suyos. Pero es que, Jesús, quería eso: autenticidad y sinceridad en sus seguidores.

La predicación de Jesús, lejos de ser una imposición, era y sigue siendo una propuesta. A nadie se nos obliga a llevar la cruz en el pecho y, mucho menos, a decir que somos cristianos si –por lo que sea- no lo tenemos claro.

Hoy, con más severidad que nunca, estamos viviendo una deserción de la práctica de fe. Parece que lo que se lleva, es decir “no soy practicante” “a mi la Iglesia no me va” “paso de rollos religiosos”. En el fondo, hay un tema más grave: nadie queremos complicaciones. Los compromisos, de por vida, nos asustan; como en el evangelio de este domingo: encrespó el modo de expresarse y las directrices que marcaba Jesús de Nazaret.

2. – El Señor, porque sabe y conoce muy bien nuestra debilidad, siempre tiene sus puertas abiertas: unas veces para entrar y gozar con su presencia y, otras, igual de abiertas para marcharnos cuando –por lo que sea- nos resulta imposible cumplir con sus mandatos. Ahora bien; permanecer con El, nos lo garantiza el Espíritu, es tener la firme convicción de que nunca nos dejará solos. De que compartirá nuestros pesares y sufrimientos, ideales y sueños, fracasos y triunfos. Porque, fiarse del Señor, es comprender que no existen los grandes inconvenientes sino el combate, el buen combate desde la fe. Y, Jesús, nos adiestra y nos anima en esa lucha contra el mal y a favor del bien.

–¿Cuándo hemos dejado al Señor sólo?

–¿Sabemos estar en su presencia sin más compañía que el silencio?

–¿Nos planteamos, con frecuencia, lo que significa y conlleva el ser cristianos?

–¿Nos duele, en algún momento, la proclamación de la Palabra de Dios?

Estos interrogantes, al final de esta breve reflexión dominical, pretenden incentivar nuestra fe dormida. Si creemos y servimos al Señor, que lo hagamos con valentía, con transparencia y sabedores de que, seguirle, aunque no sea un camino de rosas, merece la pena.

3.- VOY CONTIGO, SEÑOR

Porque eres el único que permanece,
la verdad que nos hace libres
el sol que, más allá del que alumbra en lo alto,
nos alumbra una eternidad en el cielo.
Te lo prometo, Señor; yo no me voy
Porque, en el mundo, cambian muchas cosas
Lo que es amor, luego se convierte en egoísmo
Lo que es gratuito, a continuación es alto precio.
Tú, en cambio Señor, cumples lo que prometes
con un amor leal, legal y sin límites.
¿Se puede pedir algo más santo y bueno, Señor?

VOY CONTIGO, SEÑOR
Porque, en medio del recio viento,
eres veleta que orienta para no perderme
Porque, en medio del bravío mar,
eres timón seguro que siempre lleva a buen puerto
Porque, si miro hacia atrás,
sé que el arado que agarra mis manos
no podrá trabajar con la misma fuerza y hondura
que mirándote a los ojos, Señor.

VOY CONTIGO, SEÑOR
Ayúdame a no desertar, a no alejarme de Ti
Te doy las gracias,
por la libertad que me ofreces para seguirte
Te doy las gracias,
porque, aún en medio de tanta seducción,
sigues optando por mí,
sigues esperando mi respuesta
sigues añorando mi presencia.

VOY CONTIGO, SEÑOR
Ayúdame a cumplir con este reto,
con esta firme propuesta:
quiero estar contigo, Señor
Quiero estar a tu lado, siempre, Señor.

Javier Leoz

La misa del Domingo: misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Cada vez que nos reunimos en este lugar, recordamos y anunciamos con la Eucaristía, la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, hasta el día en que El vuelva.

Esto, amigos, nos debe de llevar a celebrar este Sacramento con fe, con delicadeza y, sobre todo, sin perdernos nada: ni la Palabra, ni los silencios y, por supuesto, la consagración.

Nos hemos fiado de Jesús y, por ello mismo, hacemos lo que El nos dijo: si le queremos, celebraremos este memorial hasta el final de nuestros días. Hasta que El venga.

Nos ponemos de pie.

 

2. PENITENCIAL

1.- Ten piedad de nosotros, Señor. Por las veces en que no damos importancia y vivimos distraídos este Sacramento. Señor, ten piedad

2.- Ten piedad de nosotros, Señor. Perdona por las veces en que te comulgamos con un corazón no suficientemente limpio. Cristo, ten piedad

3.- Ten piedad de nosotros, Señor. Perdona nuestra falta de puntualidad. Cuando olvidamos el saludarte a Ti que estás en el sagrario. Señor, ten piedad

 

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

¿Por qué creemos? ¿Simplemente porque estamos bautizados? La primera lectura, Josué, nos dice que hay que aceptar a Dios con todas consecuencias, no por obligación.

Además, en el evangelio, Jesús nos recuerda hay que seguirle libremente. Sin imposiciones. Sin obligación pero sabedores de que El tiene palabras de vida eterna.

 

4. ORACIÓN DE LOS FIELES

1.- Por la Iglesia. Para que sea signo vivo de la presencia de Jesús en el mundo. Roguemos al Señor.

2.- Por todas las parroquias. Por todos los sacerdotes. Por todas las personas comprometidas en la causa del Evangelio. Para que no tengan miedo. Roguemos al Señor.

3.- Para que cuidemos los espacios de la iglesia: el silencio, el sagrario, la cruz, la imagen de la Virgen María, los lugares de confesión. Roguemos al Señor

4.- Por los pobres. Por los que no tienen nada que llevarse a la boca. Por los que dicen tener mucho y, en el fondo, les falta lo más importante: la felicidad. Roguemos al Señor.

5.- Para que nos acerquemos al altar de Dios con mucha alegría, con paz, sabiendo que Dios nos conforta y nos ayuda siempre. Roguemos al Señor

 

5. OFRENDAS

1.- Con este MANTEL, limpio y reluciente, queremos revestir en este día la mesa del altar. Que el Señor, cuando venga a este lugar, se encuentre con personas que esperan su llegada.

2.- Con estas FLORES y CIRIOS, llevamos hasta el altar la belleza de nuestra fe. La esperanza de nuestra fe. Que el Señor, cuando venga, se encuentre con personas que quieren transformar el mundo con la belleza del evangelio y la luz de la verdad.

3.- Con el PAN y el VINO, traemos nuestras miserias y nuestras conquistas. Nuestras riquezas y nuestros deseos de que el Señor nos acompañe en nuestras luchas de cada día.

 

6. ORACIÓN FINAL

ERES AMIGO QUE VIENE

A nuestro encuentro, cuando estamos solos
A nuestro lado, si te necesitamos
A nuestro pensamiento, cuando dudamos

ERES AMIGO QUE VIENE
Sí, Señor, eres amigo que no fallas
Vienes oportunamente
Sin que te llamemos, apareces
Sin tiempo para abrir la puerta, la cruzas

ERES AMIGO QUE VIENE
Nos alimentas con manjar del cielo
Nos animas con alegría divina
Nos empujas con el viento del Espíritu
Nos abrazas con amor de Padre

ERES AMIGO QUE VIENE, SEÑOR

Siempre a tu lado (Oración)

SIEMPRE A TU LADO

Hola Jesús, un día más vengo junto a ti, a pasar un rato a tu lado y dejar que, como siempre, me enseñes tantas cosas. Porque siempre que estoy contigo, te escucho a través de tu palabra, aprendo cosas muy importantes. Para ello cierro los ojos, hago silencio y te escucho.

Adaptación de Jn 6, 60-69:

¿Os acordáis de las últimas semanas? Todas las semanas que Jesús ha estado explicando a los discípulos esas cosas tan extrañas sobre el pan y todo eso… Muchos de los que le escuchaban estaban enfadados porque no lo entendían, así que decidieron marcharse. Ya no querían ser sus amigos.


Entonces Jesús se fue a hablar con los amigos más cercanos: Pedro, Santiago, Juan, los que siempre iban con él. Y les preguntó, un poco triste: “¿También vosotros queréis marcharos?” Entonces Pedro se rió, le puso un brazo sobre los hombros y le dijo: “Pero hombre, ¿cómo dices eso? ¿A dónde vamos a ir? Nosotros nos fiamos de ti. Tus palabras nos ayudan. Y aunque no siempre lo entendamos, sabemos que tú hablas de Dios”. Jesús sonrió al escucharlo, y se sintió muy contento de tener amigos como ellos.

Seguro que esto que le pasó a Jesús también te ha pasado a ti alguna vez. No te entiendes bien con un amigo o compañero y te da la espalda y se marcha. O quizá tú te has enfadado con alguien o simplemente habéis dejado de ser amigos.

Pues bien, a Jesús también le abandonaron algunas personas, pero sabía que no estaba solo, porque tenía buenos amigos, de esos que, como Pedro, te pasaban el brazo por los hombros y con sólo mirarte te decían: aunque a veces no nos entendamos, siempre seremos amigos.

Ahora, cierra un momento los ojos y piensa en un amigo tuyo. El más especial. Seguramente será el primero que te venga a la cabeza. Piensa desde cuándo sois amigos, cómo os conocisteis, piensa qué es lo que más te gusta de esta persona. ¿Por qué disfrutas a su lado? Trata de recordar algún buen rato que halláis pasado juntos. Piensa también si alguna vez habéis discutido o os habéis enfadado por algo.

Gracias, Jesús por los amigos, por esos que nunca fallan, que me apoyen en los momentos difíciles, que están a mi lado cuando más lo necesito, que me ayudan, que me regalan su tiempo y compañía. También quiero pedirte hoy a las personas a las que no he regalado mi amistad. Y por aquellas que no me han tendido la mano. Todas aquellas son también tus amigos y pido comprender y aprender a perdonar, igual que tú lo hiciste con aquellos que te dieron la espalda.

Y tú, ¿eres amigo o amiga de Jesús? ¿O alguna vez has pensado en marcharte de su lado? Quédate a su lado, como Pedro, Santiago y Juan. Como hacen los buenos amigos, que permanecen fieles a pesar de las dificultades.

Es verdad, Jesús, que a veces me cuesta entender tu palabra. Pero igual que tus amigos, sé que tú hablas de Dios, de su amor, de su grandeza. Y es que todos mis amigos, tú, eres el mejor. Por eso te lo voy diciendo ahora.

Eres quien más me conoce
quien no se separa de mí ni un solo minuto,
quien entiende lo que necesito,
quien sabe lo que me gusta y lo que me molesta…
Quien me espera siempre,
quien siempre me escucha,
quien me quiere como si yo fuera único.

Se que, aunque todos los demás se marchan de mi lado, tú nunca me abandonarás. Por eso, amigo, yo quiero estar siempre a tu lado.

Señor, ¿a quién iremos,
Tú tienes palabras de vida?
Nosotros hemos creído
que tú eres el Hijo de Dios.

Soy el pan
que os da la vida eterna,
el que viene a mí
no tendrá hambre;
el que viene a mí
no tendrá sed,
así ha hablado Jesús.

Señor, ¿a quién iremos,
Tú tienes palabras de vida?
Nosotros hemos creído
que tú eres el Hijo de Dios.

Señor, ¿a quién iremos,
Tú tienes palabras de vida?
Nosotros hemos creído
que tú eres el Hijo de Dios.

El que viene
al banquete de mi cuerpo
en mí vive
y yo vivo en él,
brotará en él
la vida eterna
y lo resucitaré.

Señor, ¿a quién iremos,
Tú tienes palabras de vida?
Nosotros hemos creído
que tú eres el Hijo de Dios.

Señor a quien iremos interpretado por Expresarte, «Un solo Dios.»

En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.

 

Comentario al evangelio – 24 de agosto

Nuestra lectura continua de fragmentos del evangelio según San Mateo se interrumpe hoy, día 24, por la celebración litúrgica de la fiesta del apóstol Bartolomé. Conforme a una tradición extendida desde hace más de mil años, la Iglesia identifica a Bartolomé -de quien no hay más referencias bíblicas que la aparición de su nombre en las listas de los apóstoles- con Natanael, uno de los discípulos que encontramos al comienzo y al final del Cuarto Evangelio.

Esta identificación explica que este hermoso texto esté hoy ante nosotros. Felipe ha quedado impactado por la llamada de Jesús y comparte su descubrimiento con Natanael. Este formula una rotunda objeción: ¿pero de Nazaret puede salir algo bueno? (¡Atención! No es la primera vez que esta semana nos encontramos con nuestro empeño en decirle al Señor como tiene que hacer las cosas).

Felipe reacciona rehuyendo la discusión teórica o incluso erudita. No merece la pena cuestionar si Nazaret es mediación aceptable o no de la salvación: “ven y compruébalo” (“ven y lo verás tú mismo”). Su invitación da paso a un bello diálogo entre Jesús y quien va a acabar reconociéndole como Hijo de Dios y Rey de Israel.

En las catequesis que dedicó en 2006 a cada uno de los apóstoles, Benedicto XVI comentó este texto evocando a Bartolomé y subrayó cómo una vez más el Señor se revela precisamente donde no lo esperamos. Nuestras conversaciones siguen llenas de alusiones que a veces rayan el desprecio e incluso la blasfemia: “con la vida que llevan aquellos…”; “…y estos qué se creen”, “habrase visto…”.  Escuchemos al Jesús que siempre se ha adelantado a nosotros. Callemos un poco. Hablamos demasiado. Dejemos que sea Dios quien hable. Y que, como casi siempre, nos sorprenda y desinstale.