II Vísperas – Domingo XXVII de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: SANTA UNIDAD Y TRINIDAD BEATA.

Santa unidad y Trinidad beata:
con los destellos de tu brillo eterno,
infunde amor en nuestros corazones,
mientras se va alejando el sol de fuego.

Por la mañana te cantamos loas
y por la tarde te elevamos ruegos,
pidiéndote que estemos algún día
entre los que te alaban en el cielo.

Glorificado sean por los siglos
de los siglos el Padre y su Unigénito,
y que glorificado con entrambos
sea por tiempo igual el Paracleto. Amén

SALMODIA

Ant 1. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha.» Aleluya.

Ant 2. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Salmo 110 – GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su poder,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor piadoso ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Ant 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO – Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA BREVE   1Pe 1, 3-5

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
R. En la bóveda del cielo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dejad que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dejad que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó el mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Señor, tú que en el universo, obra de tus manos, nos revelas tu poder,
haz que sepamos ver tu providencia en los acontecimientos del mundo.

Tú que por la victoria de tu Hijo en la cruz anunciaste la paz al mundo,
líbranos de todo desaliento y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos
y fortalece a los débiles, para que en todos se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que al tercer día resucitaste a tu Hijo gloriosamente del sepulcro,
haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que con la magnificencia de tu amor sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre

1.- UNA SOLA CARNE. – Dios está preocupado. Adán se siente solo. Aquel mundo maravilloso que le circunda es demasiado grande para él, demasiado bello para no comunicar con alguien los hondos sentimientos que su contemplación provoca. Las aguas azules, los verdes valles, las rojas alboradas, la blanca nube. Mil matices polícromos que despiertan los deseos de cantar, de derramar hacia fuera el torrente de gozo que hay dentro.

Dios preocupado porque Adán está solo. Así de sencillo, y así de misterioso. Este relato, cargado de antropomorfismo, nos presenta en su lenguaje popular la maravillosa preocupación de Dios por ese hombre de barro recién hecho, con los ojos apenas abiertos a la luz del día. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así el hombre nominó a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo… Adán pone el nombre, ello equivale a decir que toma posesión de aquel mundo vivo que canta y que ruge, que lucha y que goza. La fuerza, la agilidad, la piel suave, los ojos profundos. Animales grandes y pequeños. Todos bajo el dominio de Adán… Pero el hombre sigue triste, con la soledad pintada en su mirada perdida. Y Dios sigue preocupado por él.

El sueño de Adán. Eso será la mujer. La imaginación del primer hombre vuela por las regiones lejanas e imprecisas de los sueños. Por el misterio del subconsciente el hombre vaga flotando sobre las cosas, buscando entre aquella selva exótica algo que llene su corazón vacío. Y de pronto, al despertar, ella, la primera mujer, está allí. Y Adán exclama entusiasmado: Esta sí que es carne de mi carne… El primer piropo ha florecido en el aire limpio de la mañana. Adán se ha enamorado, Dios ha creado el amor humano, fiel reflejo del divino. Ahora tiene el hombre lo que le faltaba para asemejarse más a Dios: el amor.

Los dos serán una misma carne, una vinculación íntima e irrompible ata dulcemente al hombre y a la mujer. Adán ya no está solo, los ojos le brillan otra vez con el color de la alegría. Sí, es maravilloso amar… Y después todo se viene abajo. Y el amor se rompe y la carne que debía ser una, se desgarra. El pecado lo manchó todo, lo arruinó. El pecado es el único obstáculo que impide y recorta la grandeza del amor, lo único que envenena la dulzura del cariño para convertirlo en la amargura del odio… Líbranos, Señor, del pecado. Haz que nuevamente el hombre descubra la belleza del auténtico amor.

2.- LO QUE DIOS HA UNIDO. – Siempre hubo problemas en la vida matrimonial. Sencillamente porque siempre falló el corazón humano, tan voluble y egoísta a veces. Ante esta dificultad hubo quienes pensaron que lo mejor era cortar por lo sano, olvidando que lo que Dios ha unido no lo debe separar el hombre. Sin tener en cuenta, además, que la solución de cortar por lo sano destruye todo posible rescoldo de amor en vez de alentarlo, corroe la vida familiar privándola de la capacidad de abnegación y de olvido de sí mismo, en favor de los demás, en especial en favor de los hijos.

San Marcos nos refiere con sencillez y brevedad el episodio de los fariseos que preguntan al Señor si le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer. Según el libro del Deuteronomio, uno podía dar el libelo de repudio a su mujer y casarse con otra. Jesús reconoce esta situación, pero la considera como una concesión provisoria a la terquedad de los israelitas. En realidad ese pasaje no permitía el divorcio. Simplemente tenía presente la costumbre introducida por algunos y procuraba imponer unas reglas para evitar mayores abusos. Es decir, ese texto de Dt 24, 1-4 es antidivorcista, a pesar de que lo tolera.

Pero aun admitiendo otro sentido a ese pasaje veterotestamentario, Jesús lo deroga con claridad y recurre a la originalidad de lo primigenio, a la voluntad primera de Dios que determinó que el hombre se uniera para siempre a la mujer, con un nudo que sólo la muerte podría romper. «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Es una sentencia tan concisa y clara que no es posible admitir componendas.

Jesús reconoce la dificultad que su doctrina entraña para que pueda ser entendida y aceptada sin más por el hombre. Pero él no echa marcha atrás y mantiene sus exigencias de amor supremo y siempre fiel. Decir otra cosa es tergiversar la palabra de Dios; aguar, por así decir, el vino fuerte y oloroso del Evangelio. Es cierto que, según el paralelo de San Mateo, Jesús alude a una posible excepción aparente, al caso llamado en el original griego «porneia». Pero la interpretación correcta de esa palabra la considera igual a matrimonios que son concubinarios o amancebamientos. En esos casos de uniones no matrimoniales, es posible la separación. Excluye, por tanto, todo matiz suavizante a la doctrina claramente enunciada en San Lucas y en San Marcos por el Señor. Así, pues, una vez que se da un verdadero matrimonio, éste es indisoluble.

Antonio García-Moreno

Para poner a prueba a Jesús…

“El amor hace de los dos una sola carne”

En su camino hacia Jerusalén, mientras que va instruyendo a sus discípulos, Jesús se encuentra con unos fariseos que le hacen una pregunta para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? Esta cuestión está de actualidad, en este mundo en el que la dignidad del sacramento del matrimonio está tan desacreditada. Es importante recordar una vez más lo que responde Jesús ante esta espinosa cuestión que le plantean los fariseos.

1. Los fariseos plantean a Jesús la pregunta acerca del divorcio, no con la intención de conocer lo que piensa Jesús, sino más bien con la intención de ponerlo a prueba, como apunta el mismo evangelista. La pregunta tiene una segunda intención, pues lo que esperaban los fariseos era que Jesús contradijese la ley de Moisés, para así tener de qué acusarlo. Y es que la ley de Moisés permitía a un hombre divorciarse de su mujer con tan sólo presentar un acta de divorcio, un simple papel. Hay que destacar que esta prerrogativa no estaba permitida a las mujeres, sino tan sólo a los varones. Jesús, con su respuesta, no busca contradecir la ley de Moisés, sino llegar al origen de las cosas. Por eso hace referencia al libro del Génesis, que escuchamos en la primera lectura, en el que dice que el hombre y la mujer fueron creados con la misma dignidad, haciendo notar así que la ley de divorcio establecida en la ley de Moisés era en sí misma injusta, al dar este derecho sólo a los varones, siendo así contraria a la voluntad de Dios que creó con igual dignidad al hombre y a la mujer. Al mismo tiempo, Jesús pone el centro no en el derecho o no a divorciarse, sino en el amor, que es el centro de la ley de Dios. Y es que Dios ha creado al hombre y a la mujer para que se amen, hasta el punto de ser los dos una sola carne. Jesús añade al libro del Génesis: “De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Jesús enuncia así la dignidad del matrimonio, que no es un mero contrato entre dos personas, sino que Dios une a un hombre y a una mujer que se aman, una unión que nadie puede romper. Jesús va más allá de una ley meramente humana y busca el sentido mismo de las cosas tal como Dios las ha creado. El matrimonio, la unión entre un hombre y una mujer, que es algo natural e intrínseco a la naturaleza humana, ha sido así elevado por Jesús a la dignidad de sacramento, constituyendo una unidad indestructible.

2. Jesús, el Hijo de Dios, al que la carta a los Hebreos presenta como el santificador mediante su sufrimiento y su muerte, es quien ha elevado a la dignidad de sacramento el matrimonio. Cristo, como leemos en la segunda lectura de este domingo, nos salva a través del sufrimiento y de la muerte en cruz. El autor de la carta a los Hebreos responde a la pregunta de por qué Jesús nos salva por medio del sufrimiento y de la muerte: Dios lo había juzgado conveniente. Así, se presenta a Jesús como el Siervo de Yahvé, como el justo que es capaz de dar la vida por nosotros. Cristo Jesús ama tanto a su Iglesia que por ella padece y entrega la vida hasta la muerte. El amor de Dios es un amor generoso, de entrega, de oblación. Este mismo amor es el que pide Jesús en el matrimonio, pues el hombre y la mujer se entregan mutuamente, el uno al otro, de igual modo. Cuando ese amor matrimonial entre un hombre y una mujer es así, auténtico, como el de Dios, ya no cabe la posibilidad de romperlo, pues no pasa nunca el amor que es auténtico. Sin embargo, cuando el amor en el matrimonio es un amor egoísta, interesado, que sólo busca al otro como un bien para mí y no como alguien a quien entrego toda mi vida, no podemos entender la verdad del matrimonio tal como Dios lo quiere, y por eso no se entiende el matrimonio como algo que no se puede romper. Cuando la unión entre un hombre y una mujer están fundamentadas en la roca firme del amor de Dios vivido y entregado mutuamente, esta unión es tan fuerte que nada la puede romper.

3. Después de la enseñanza de Jesús sobre del matrimonio, aparecen en el Evangelio unos niños que quieren acercarse a Jesús. Los discípulos les regañan, no quieren que vengan a molestar al Maestro cuando está enseñando. Sin embargo Jesús, al ver la actitud de sus discípulos, se enfada y les dice: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Al final del Evangelio de hoy se nos propone el ejemplo de los niños, que contrarresta la actitud maliciosa de los fariseos. Aquellos niños, que son apartados por los discípulos de la presencia de Jesús, son el modelo que Jesús nos propone a nosotros: hay que hacerse como niños. Los niños no tienen nada que esconder, no vienen con doblez de intención, y tampoco tienen nada que ofrecer. Sin embargo quieren acercarse a Jesús, desean verle, estar a su lado. Así nos pide Jesús que aceptemos el Reino de Dios, como un don que no merecemos.

Francisco Javier Colomina Campos

La importancia y el sentido cristiano que debe tener la relación sexual entre las personas

1.- No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude. – Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.Como se ve claramente en la lectura del Génesis y en este relato evangélico según san Marcos, la atracción sexual y la relación sexual no sólo no son algo malo en sí mismo, sino que son una exigencia natural de la naturaleza humana creada por Dios, porque, de hecho, la especie humana no podría sobrevivir sin esta relación sexual. De estas lecturas se puede deducir, además, que esta relación sexual, para que sea auténticamente cristiana, debe basarse en la igualdad y en el amor entre hombre y mujer. El hecho real de que el hombre haya sido superior a la mujer, durante siglos, se debe a circunstancias sociales y políticas, no a la voluntad de Dios, que hizo a la mujer igual al hombre. Es claro que el texto del Génesis, y el mismo texto evangélico, están escritos en tiempos en los que el hombre era considerado, social y políticamente, superior a la mujer, pero hoy, afortunadamente, ya no es así. Hoy el hombre y la mujer tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones. Hagamos, pues, del sexo y de la relación sexual algo cristianamente bueno, y tratemos siempre este tema cristianamente, es decir, un tema tratado siempre según el amor cristiano.

2..- Le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?… Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio… Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. No pasemos por alto que la pregunta de los fariseos a Jesús fue una pregunta “para ponerlo a prueba”, es decir, era una pregunta trampa. Y es que, en tiempos de Jesús, había muchísimos divorcios legales, puesto que la Ley mosaica permitía al varón dar un acta de repudio de la esposa, por muchísimas razones, y había división de opiniones entre los rabinos sobre cómo se debía interpretar la frase de Moisés. Jesús, dijera lo que dijera, se pondría en contra de unos rabinos o de otros. Lo que a nosotros nos vale hoy es ver que Jesús, hablando del divorcio, se olvida de lo que dice la Ley de Moisés, y se fija, sobre todo, en razones morales, apoyándose en el texto del Génesis. Nosotros, los cristianos de este siglo XXI, cuando hablemos del tema del divorcio, debemos fijarnos en razones morales cristianas, más que en razones legales. Para nosotros, el matrimonio cristiano se fundamenta en el amor cristiano. Verdaderamente, sólo hay matrimonio verdaderamente cristiano cuando hay amor cristiano. Esto es a lo que debemos aspirar los cristianos, a fundamentar nuestros matrimonios en el amor de Cristo. Leamos, sí, el <himno al amor> de san Pablo, en Corintios 13, y procuremos ser fieles a lo que aquí nos dice san Pablo.

3..- Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. ¿Por qué san Marcos pone este texto a continuación del texto sobre el divorcio? ¿Qué relación puede tener el divorciarse o no divorciarse con el hecho de aceptar el Reino de Dios como un niño, para entrar en el Reino de los cielos? Pues, entre las muchas razones que puede haber, yo creo que una de ellas puede ser esta: que tanto el divorciarse, como el no divorciarse, y el recibir el Reino de Dios como un niño, debe fundamentarse siempre el amor y en la confianza, en sentido cristiano. Las relaciones de un niño con sus padres se basan de hecho en el amor y en la confianza que los niños tienen con sus padres. Nosotros somos hijos de Dios y hermanos de su hijo Jesucristo. Sólo, pues, los que hacemos con amor y confianza en Dios y en su hijo Jesucristo nos hace verdaderamente cristianos. Hagamos todo con amor y confianza en Dios y en su Hijo Jesucristo, y sólo así entraremos en el Reino de Dios.

Gabriel González del Estal

Gaudete et exsultate (Francisco I)

Las ideologías que mutilan el corazón del Evangelio

100. Lamento que a veces las ideologías nos lleven a dos errores nocivos. Por una parte, el de los cristianos que separan estas exigencias del Evangelio de su relación personal con el Señor, de la unión interior con él, de la gracia. Así se convierte al cristianismo en una especie de ONG, quitándole esa mística luminosa que tan bien vivieron y manifestaron san Francisco de Asís, san Vicente de Paúl, santa Teresa de Calcuta y otros muchos. A estos grandes santos ni la oración, ni el amor de Dios, ni la lectura del Evangelio les disminuyeron la pasión o la eficacia de su entrega al prójimo, sino todo lo contrario.

Lectio Divina – 7 de octubre

Lectio: Domingo, 7 Octubre, 2018

Sobre el divorcio y los niños
Igualdad de la mujer y el hombre
Marco 10,1-16

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

En el texto que la liturgia pone ante nosotros, Jesús da consejos sobre la relación entre el hombre y la mujer y sobre las madres y los niños. En aquel tiempo mucha gente era excluida y marginada. Por ejemplo, en la relación entre hombre y mujer existía el machismo. La mujer no podía participar, no había igualdad de derecho entre los dos. En la relación con los niños, los “pequeños”, existía un “escándalo” que era la causa de la pérdida de la fe de muchos de ellos (Mc 9,42). En la relación entre hombre y mujer, Jesús pide el máximo de igualdad. En la relación entre las madres y los niños, él pide la máxima acogida y ternura.

b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

Marcos 10,1: Indicación geográfica;
Marcos 10,2: La pregunta de los fariseos sobre el divorcio;
Marcos 10,3-9: Discusión entre Jesús y los fariseos sobre el divorcio;
Marcos 10,10-12: Conversación entre Jesús y los discípulos sobre el divorcio;
Marcos 10,13-16: Jesús pide ternura y acogida para con las madres y los niños

c) El texto:

1 Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente hacia él y, como acostumbraba, les enseñaba.2 Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» 3 Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?» 4 Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» 5 Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. 6 Pero desde el comienzo de la creación, Él Marco 10,1-16los hizo varón y hembra. 7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, 8 y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» 10 Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. 11 Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12 y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.14 Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. 15 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» 16 Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto que te gustó más o llamó más la atención?
b) ¿Cual es la situación de la mujer que aparece en el texto?
c) ¿Cómo desea Jesús la relación entre el hombre y la mujer?
d) ¿Cuál es la preocupación de las madres que traen a los niños ante Jesús?
e) ¿Cuál es la reacción de Jesús?
f) ¿Qué enseñanza se saca para la vida sobre los niños?

5. Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

a) Comentario:

Marcos 10,1: Una indicación geográfica.
El autor del Evangelio de Marcos tiene la costumbre de situar el acontecimiento con éstas y otras breves informaciones geográficas, dentro del conjunto de la narración. Después, para el que escucha una larga narración sin tener el libro en las manos, tales informaciones geográficas ayudan en la comprensión de la lectura. Son como postes o hitos que sustentan el hilo de la narración. Es muy común en Marcos dar información: “Jesús enseñaba” (Mc 1,22.39; 2,2.13; 4,1; 6,2.6.34).

Marcos 10,1-2: La pregunta de los fariseos sobre el divorcio.
La pregunta es maliciosa. Trata de poner a Jesús a prueba: “¿Es lícito al marido repudiar a su mujer?” Señal de que Jesús tenía una opinión diferente, pues de lo contrario los fariseos no le preguntarían sobre este tema. No preguntan si es lícito a la esposa repudiar al marido. Esto no pasaba por su cabeza. Señal clara de una fuerte dominación masculina y de marginación de la mujer en la convivencia social de aquella época.

Marcos 10,3-9: La respuesta de Jesús: el hombre no puede repudiar a la mujer.
En vez de responder, Jesús pregunta: “¿Qué dice la Ley de Moisés?” La Ley permitía al hombre escribir una carta de divorcio y repudiar a su mujer (Dt 24,1). Esta permisión revela un machismo. El hombre podía repudiar a su mujer, pero la mujer no tenía este mismo derecho. Jesús explica que Moisés actuó así a causa de la dureza de corazón del pueblo, pero la intención de Dios era otra cuando creó al ser humano. Jesús vuelve al proyecto del Creador (Gén 21,27 y Gén 2,24) y niega al hombre el derecho de repudiar a su mujer. Echa por tierra el derecho del hombre frente a la mujer y pide el máximo de igualdad.

Marcos 10,10-12: Igualdad hombre y mujer.
En casa, los discípulos le hacen preguntas sobre este mismo tema del divorcio. Jesús extrae conclusiones y reafirma la igualdad de derechos y deberes entre el hombre y la mujer. El evangelio de Mateo (cf. Mt 19,10-12) aclara una pregunta de los discípulos sobre este tema. Ellos dicen:“«Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse”. Prefieren no casarse, antes que casarse sin el privilegio de continuar mandando sobre la mujer. Jesús va hasta el fondo de la cuestión. Pone tres casos en los cuales una persona no se puede casar: (1) impotencia, (2) castración y (3) a causa del Reino. Sin embargo, no casarse porque alguien no quiere perder el dominio sobre la mujer, esto ¡es inadmisible en la Nueva Ley del Amor! Tanto el matrimonio como el celibato, deben estar al servicio del Reino y no al servicio de intereses egoístas. Ninguno de los dos pueden ser un motivo para mantener el dominio machista del hombre sobre la mujer. Jesús propone un nuevo tipo de relación entre los dos. No permite el matrimonio en el que el hombre pueda mandar sobre la mujer, o viceversa.

Marcos 10,13: Los discípulos impiden acercarse a las madres con sus niños.
Algunas personas trajeron a los niños para que Jesús los tocase. Los discípulos tratan de impedírselo. ¿Por qué se lo impiden? El texto no lo aclara. Según las costumbres rituales de la época, los niños pequeños junto con sus madres, vivían en un estado casi permanente de impureza legal. ¡Jesús quedaría impuro si los tocaba! Probablemente, los discípulos quieren impedir que los toque para que Jesús no quede impuro.

Marcos 10,14-16: Jesús reprende a los discípulos y acoge a los niños.
La reacción de Jesús enseña lo contrario: “¡Dejad que los niños vengan a mí. No se lo impidáis!” El abraza a los niños, se los acerca y pone las manos sobre ellos. Cuando se trata de acoger a personas y promover la fraternidad, a Jesús no le importan las leyes de pureza legal, no tiene miedo de transgredirlas. Su gesto nos trae una enseñanza: “Quien no recibe el Reino de Dios como niño, ¡no puede entrar en él!” ¿Qué significa esta frase? 1) Un niño recibe todo de los padres. Él no merece lo que recibe, sino que vive del amor gratuito. 2) Los padres reciben los hijos como un don de Dios y cuidan de ellos con cariño. La preocupación de los padres ¡no es dominar sobre los hijos, sino amarlos y educarlos para que se realicen!

b) Ampliando las informaciones para poder entender el texto

Jesús acoge y defiende la vida de los pequeños

Jesús insiste varias veces en la acogida que se debe dar a los pequeños, a los niños. “Quien acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37). Quien dé un vaso de agua a una de estos pequeños, no perderá su recompensa (Mt 10,42). Él pide no despreciar a los pequeños (Mt 18,10). En el juicio final los justos serán recibidos porque dieron de comer a “uno de estos más pequeños” (Mt 25,40).
En los evangelios, la expresión “pequeños” (en griego se dice elachistoi, mikroi o nepioi), algunas veces indica “niño”, otras, los sectores excluidos de la sociedad. No es fácil discernir. Algunas veces, el que es “pequeño” en el evangelio es el “niño”, y no otro. El niño pertenecía a la categoría de los “pequeños”, de los excluidos. Dicho esto, no siempre es fácil discernir lo que viene del tiempo de Jesús y lo que viene del tiempo de las comunidades para que fuera escrito en los evangelios. A pesar de esto, lo que resulta claro es el contexto de exclusión que regía en la época y la imagen que tenían de Jesús las primeras comunidades: Jesús se coloca del lado de los pequeños, de los excluidos, y asume su defensa. Impresiona cuando se ve todo lo que Jesús hizo en defensa de la vida de los niños, de los pequeños:

Acoger y no escandalizar. Es una de las palabras más duras de Jesús contra aquéllos que causan escándalo a los pequeños, o sea, que sean motivo para que los pequeños dejen de creer en Dios. Para éstos, mejor les sería tener una piedra de molino atada al cuello y ser arrojados a lo profundo del mar (Mc 9,42; Lc 17,2; Mt 18,6).

Acoger y tocar. Las madres con sus niños en brazos se acercan a Jesús para pedir una bendición. Los apóstoles tratan de apartarlas. ¡Tocar significaba contraer impureza! Jesús no se incomoda como ellos. Corrige a los discípulos y acoge a las madres y a los niños. Los toca y les da un abrazo. “¡Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis!” (Mc 10,13-16; Mt 19,13-15).

Identificarse con los pequeños. Jesús se identifica con los niños. El que recibe a un niño, “a mí me recibe” (Mc 9,37). “Todo lo que hiciéreis a uno de estos más pequeños, conmigo lo hicísteis” (Mt 25,40).

Volverse como un niño. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el Reino como un niño. Sin esto, es imposible entrar en el Reino de Dios (Mc 10,15; Mt 18,3; Lc 9,46-48). ¡Hace que un niño sea el profesor de los adultos! Lo que no era normal. Estamos acostumbrados a lo contrario.

Defender el derecho del que grita. Cuando Jesús entró en el templo y derribó las mesas de los cambistas, eran los niños los que más gritaban. “¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt 21,15). Criticado por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende y en su defensa cita las Escrituras (Mt 21,16).

Agradecer por el Reino presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande cuando percibe que los niños, los pequeños, han comprendido las cosas del Reino que él anunciaba al pueblo. “¡Te doy gracias, Padre!” (Mt 11,25-26) ¡Jesús reconoce que los pequeños entienden mejor las cosas del Reino que los doctores!

Acoger y curar. Son muchos los niños y jóvenes que Él acoge, cura o resucita: la hija de Jairo de 12 años (Mc 5,41-42), la hija de la mujer cananea (Mc 7,29-30), el hijo de la viuda de Naím (Lc 7, 14-15), el pequeño epiléptico (Mc 9,25-26), el hijo del Centurión (Lc 7,9-10), el hijo del funcionario público (Jn 4,50), el pequeño de los cinco panes y de los peces (Jn 6,9).

El contexto en el que se encuentra nuestro texto dentro del Evangelio de Marcos

Nuestro texto (Mc 10,1-16) forma parte de una larga instrucción de Jesús a sus discípulos (Mc 8,27 a 10,45). Al comienzo de esta instrucción, Marcos sitúa la curación del ciego anónimo de Betsaida en Galilea (Mc 8,22-26); al final, la curación del ciego Bartimeo de Jericó en Judea (Mc 10,46-52). Las dos curaciones son símbolo de lo que ocurría entre Jesús y los discípulos. También estaban ciegos los discípulos que “teniendo ojos, no veían” (Mc 8,18). Necesitaban recuperar la vista; debían abandonar la ideología que les impedía ver claro; debían aceptar a Jesús tal como Él era y no como ellos querían que fuese. Esta larga instrucción tiene como objetivo curar la ceguera de los discípulos. Es como una pequeña cartilla, una especia de catecismo, con frases del mismo Jesús. El siguiente gráfico presenta el esquema de la instrucción:

Curación de un ciego 8,22-26
1° anuncio 8,27-38
Instrucciones a los discípulos sobre Mesías Siervo 9,1-29

2º anuncio 9,30-37
Instrucciones a los discípulos sobre la conversión 9,38 a 10,31

3º anuncio 10,32-45
Curación del ciego Bartimeo 10,46-52

Como se puede ver en el gráfico, la instrucción consta de tres anuncios de la Pasión: Mc 8,27-38; 9,30-37; 10,32-45. Entre el primero y el segundo hay una serie de instrucciones para ayudar a comprender que Jesús es el Mesías Siervo (Mc 9,1-29). Entre el segundo y el tercero, una serie de instrucciones que aclaran la conversión que debe darse en los distintos niveles de la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a 10,31). El conjunto de la instrucción tiene como fondo la marcha desde Galilea hasta Jerusalén. Desde el comienzo hasta el final de esta larga instrucción, Marcos dice que Jesús está en camino hacia Jerusalén (Mc 8,27; 9,30.33; 10,1.17.32), donde encontrará la cruz.

Cada uno de los tres anuncios de la pasión está acompañado de gestos y palabras de incomprensión por parte de los discípulos (Mc 8,32; 9,32-34; 10,32-37), y de palabras de orientación por parte de Jesús, que comentan la falta de comprensión de los discípulos y enseñan cómo deben comportarse (Mc 8,34-38; 9,35-37; 10,35-45). La comprensión plena del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción teórica, sino por un compromiso práctico, caminando con Él por el camino del servicio, desde la Galilea hasta Jerusalén. Áquel que desee mantener la idea de Pedro, esto es, la de un Mesías glorioso sin cruz (Mc 8,32-33), no entenderá nunca, jamás llegará a tener la auténtica actitud del verdadero discípulo. Continuará ciego, viendo a la gente como árboles (Mc 8,24). Sin cruz es imposible comprender quién es Jesús y lo que significa seguir a Jesús. El camino del seguimiento es un camino de entrega, de abandono, de servicio, de disponibilidad, da aceptación del conflicto, sabiendo que habrá una resurrección. La cruz no es un accidente casual, sino una parte de este camino. En un mundo organizado a partir del egoísmo, ¡el amor y el servicio sólo pueden existir crucificados! El que hace de su vida un servicio a los otros, incomoda a los que viven atados a los privilegios, y sufre.

6. Salmo 23 (23)

El Señor es mi Pastor, subiendo al Calvario

Yahvé es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.

Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes conmigo;
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas ante mí una mesa,
a la vista de mis enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén

No romper la alianza con el Señor. El valor del matrimonio

Querido amigo: hoy Jesús nos muestra el valor del matrimonio. Y lo hace a través de unas preguntas capciosas de los fariseos a Jesús que le quieren coger en algún renuncio para condenarle. Vamos a escuchar el Evangelio de Marcos, capítulo 10, versículo 2-16, donde se nos narra esta escena. Y le pedimos a Jesús el tener un encuentro con Él desde la alianza, desde el amor, desde nuestra entrega al Señor. Escuchemos con atención:

Se acercaron entonces unos fariseos que con intención de tentarle le preguntaron si le está permitido al marido repudiar a su mujer, pero Él les respondió:“¿Qué os mandó Moisés?”. Ellos contestaron: “Moisés permitió escribir el libelo de repudio y despedirla”. Pero Jesús les dijo: “Por la dureza de vuestro corazón os escribióeste precepto, pero al principio de la creación Dios los hizo varón y hembra. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una sola carne, de modo que ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unidono lo separe el hombre”. De nuevo en casa le preguntaron los discípulos sobre esto y les dice: “Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera”. Le presentaronunos niños para que los tocase, pero los discípulos les reprendían. Al advertirlo, Jesús seenfadó y les dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis porque de éstos es el Reino de Dios. Os aseguro que quien no reciba el Reino de Dios como un niño,no entrará en él.”

Después de oír este texto, vemos cómo Jesús deja definitivamente Galilea, pasa por Judea, se va acercando a su Pasión y quiere ir hacia Perea. Y allí ve la escasa fe que hay entre estas gentes, pero Jesús siempre es compasivo y generoso y las quiere preparar. En ese momento se acercan para probarle, para tentarle, y le hacen una pregunta delicadísima según la Ley de entonces, de ellos, de Moisés —una pregunta delicadísima sobre el matrimonio (los fariseos)—, y le preguntan: “¿Es lícito a unhombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”. Y aquí empieza un tema al que Jesús le da un valor tremendo: al matrimonio. Y habla de varias cosas: le da almatrimonio el valor de indisoluble, de permanente, del de “siempre”, del de “hasta que te mueras”, “hasta que nos muramos”. Es el mismo orden natural: “Lo que Dios haunido, que no lo separe el hombre”. La unidad, el no separar la alianza con el Señor.

Este texto que parece un texto de razonamiento, frío y sin llevar poco encuentro hacia el Señor, realmente cuando lo hacemos oración con Él, cuando nos encontramos con Él, nos lleva a pensar en nuestra alianza. Todos tenemos una alianza con el Señor, bien en un estado, bien en otro. Pero el Señor no quiere que nunca la rompamos. Quiere que tengamos una unidad profunda, y valiéndose de estas conversaciones del matrimonio, nos dice eso: “Por lo tanto lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. A Jesús le duelen estas preguntas y que se aten tanto a la Leyy que rompan lo más importante: el valor del matrimonio.

En este encuentro, Jesús…, es un recuerdo a nuestros padres que viven con fidelidad su entrega, su unidad en medio de dificultades de todo tipo, pero que saben sobrellevarlas muy bien. Y también me lleva a pensar en la alianza que tú y yo, querido amigo, tenemos con Jesús. Una alianza que Él no quiere que se rompa, que le duele, que no le gusta; y por eso nos aconseja y nos dice cómo tenemos que ser. Hoy que todo se rompe, nadie se aguanta, nada es permanente, todo es mudable, todo essuperficial… nos lleva a pensar en nuestra entrega; una entrega como cristianos que tenemos de ser fieles al amor de Dios, al compromiso que tenemos con Él. Él nos ha seleccionado, nos ha querido y nos ha llamado con nombre y apellidos, y ha estado presente en nuestra vida. Es verdad que sufrimos todo tipo de momentos: momentos de presencia profunda de Él, momentos de crisis, momentos difíciles…, pero Él siempreestá en medio, Él siempre nos une: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

Esta frase es la que hoy se nos va a quedar y nos va a llevar a pensar cómo realizó el Señor nuestra alianza, nuestro contrato de amor, y cómo a unos nos llevó aun sitio… hacia el otro… ¿Cómo hemos hecho con fidelidad, cómo hemos llevado con toda fe y con toda fidelidad voluntaria este acto de amor de Dios? Dios me ha creado para ser de Él, Dios me ha creado para ser feliz, Dios me ha creado y me ha puesto todo tipo de medios. Entonces me ha llevado a todo, aunque tenga que renunciar, aunque tenga que abrazar otro tipo de estado, pero son estados de amor; estados en que la única razón es el amor. Nunca, nunca ninguna alianza, ninguna unión conlleva tristeza, aunque lleve sacrificio. Lleva un amor con mayúscula grandísimo, un amor que nunca decepciona, que es constante, que es fiel.

Querido amigo, tú y yo nos hemos de preguntar hoy por nuestra fidelidad: ¿qué hemos hecho con el amor primero? Esa carta del Apocalipsis de San Juan que dice: “Porque eres frío, porque eres tibio te vomito de mi boca. Has perdido el amor primero”. Como que resuena hoy…: ¿qué hemos hecho del amor primero? ¿Qué hemos hecho en nuestro estado que estemos, en el que Dios ha querido, que nos ha querido como hombres perfectos, como hombres para Él? ¿Qué hemos hecho? Aunque hayamos renunciado, ¿qué hemos hecho? ¿Nuestra consagración está vacía, está llena de Él, tiene fe, está gozosa, experimenta el amor de Dios, experimenta el ser libre para entregarnos a Él, el convertirnos en testigos de Él en el estado que estemos, en testigos de un amor que nos plenifica y que nos llena? Hoy también, querido amigo, [pensemos] en esta pregunta dura y quejosa también de Jesús: “¿Qué has hecho del amor que Yo te di? ¿Dónde está tu entrega? ¿Cómo la vives? ¿Qué haces? ¿Cuál es tuvida?”.

Hoy también hacemos una pequeña petición y oración a Jesús. No le vamos a hacer como estos fariseos… sino va a ser el encuentro con Él de reflexión, de petición, de cercanía, de amor. Y le vamos a pedir por tantos matrimonios: por tantos matrimonios que viven felizmente su unión, por esos matrimonios que hacen su vida matrimonial con un mero contrato solo y no guardan fidelidad ni guardan amor. Por esos matrimonios, por nuestros padres, que han sostenido con amor y con fidelidad y con ejemplo esa unión; y ha sido ejemplo para sus hijos. Pedimos también, y con pena le decimos al Señor, que esas alianzas no se hagan por una ley civil, sino con un espíritu evangélico. Y por todas estas personas que hacen una alianza con Él y la consideran permanente, indisoluble, y crecen y se fecundan en ella.

Hoy es el día de valorar contigo, Señor, el sacramento del matrimonio, el sacramento de la fidelidad, el sacramento de la alianza, el sacramento del amor. Bajo esta mirada, Jesús, hoy te doy gracias por el regalo de este sacramento, por el regalo de la alianza, por todos los días felices, por ese ser fiel en la salud, en la enfermedad, en la alegría, en las preocupaciones…, ¡hasta la muerte! No podemos rechazar nunca este amor tan grande. A veces no nos damos cuenta y lo vivimos fríamente. Que el Señor nos ayude hoy, y Tú, Jesús, ayúdanos a no destruir el amor que nos das, a no destruir ese regalo tan fuerte que nos das, a ser fiel a tu alianza, a disfrutar de tu amor, a darnos cuenta de que Tú eres el grande amor para darnos felicidad, para darnos alegría, para darnos bienestar.

Terminamos este encuentro, Jesús, pidiendo en silencio contigo por tantos matrimonios felices, por tantos matrimonios rotos, por nuestros familiares, por nuestros amigos, por todo lo que nos une, por nuestra fidelidad, por nuestra entrega,por nuestro amor. Que “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Gracias, Jesúspor, a través de esta discusión de los fariseos, darnos el valor de la alianza, el valor de la fidelidad, el valor del matrimonio. Que hagas a muchos matrimonios felices, a muchas personas entregadas felices, y que sepamos también ser fieles hasta la muerte. Gracias, Señor, por este gran regalo.

Que así sea.

Francisca Sierra Gómez

No al clericalismo

Una vez entró una pareja al despacho parroquial, preguntando “qué tenían que hacer para casarse”. Les respondí, en broma pero en serio: “Lo primero, hay que pensarlo muy bien”. Porque son muchos los que simplemente “se casan”, como un trámite más, pero sin ser (o querer ser) conscientes de la importancia y de las consecuencias de dar ese paso, unas consecuencias que afectan, positiva o negativamente, a toda su persona e incluso a su entorno. Por eso no es de extrañar el alto índice de fracaso matrimonial que reflejan las estadísticas: en 2017, un total de 102.341 parejas se divorciaron, separaron u obtuvieron la nulidad civil, un 1 por ciento más que en el año 2016, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

En el Evangelio, Jesús es preguntado por los fariseos para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? Jesús, al responder, no niega la realidad del fracaso matrimonial y el consiguiente recurso al acta de repudio: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto.

Pero señala que no hay que resignarse a aceptar esta realidad como algo “normal”, porque no responde al Plan de Dios para la humanidad, y por eso cita el pasaje del libro del Génesis que hemos escuchado en la 1ª lectura: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Y para destacar cuál es la clave de una unión duradera entre el hombre y la mujer, añade a la cita del Génesis: De modo que ya no son dos, sino una sola carne.

Estas palabras de Jesús no deben interpretarse como si en un matrimonio cada uno pierde su personalidad, o como si en todo tuvieran que estar siempre de acuerdo, tener los mismos gustos, los mismos amigos, y hacerlo todo juntos sin separarse un instante, como si fueran siameses.

No ser dos, sino una sola carne, significa que el matrimonio no está formado por un “yo” junto a otro “yo”, sino por un “nosotros”. Y por eso hay que pensar bien el paso que se va a dar.

Los dos “yo” iniciales, que desean contraer matrimonio, están llamados a unirse y compenetrarse cada vez más profundamente en la totalidad de sus personas, sin limitaciones de espacios y tiempos. No significa que no tengan actividades separadas, amistades no comunes o gustos particulares de cada uno; esto incluso es beneficioso porque luego se comparten esas experiencias con el otro y se enriquece el “nosotros”, la vida matrimonial.

Pero no ser dos, sino una sola carne, es incompatible con mantener “zonas secretas”, ámbitos privados en donde el otro “no quiero que entre”, porque acaban siendo dos individualidades que están juntas durante un tiempo pero luego cada “yo” camina por su lado.

Y todo esto, que es válido para cualquier matrimonio, supone aún una mayor exigencia para quienes desean unirse mediante el Sacramento del Matrimonio. El Sacramento del Matrimonio no es una fórmula jurídica más, un contrato o un expediente para legalizar la vida conyugal. El Sacramento del Matrimonio asume toda la realidad humana de la unión matrimonial, iluminándola y dándole una grandeza y unos horizontes más allá de lo humanamente esperable, porque el Sacramento del Matrimonio refleja, en ese “nosotros” que forman los esposos, en ese no ser dos sino una sola carne, la comunidad de amor que constituyen el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, y también la unión que por amor Dios tiene con su pueblo, con nosotros. Por eso hay que pensarlo bien antes de pedir el Sacramento del Matrimonio, por el compromiso que libremente se adquiere.

Si estoy o he estado casado, ¿he vivido mi matrimonio como un “nosotros”? ¿A qué creo que se debe el alto índice de fracaso matrimonial? ¿Conocía el significado del Sacramento del Matrimonio?

Contraer matrimonio es mucho más que simplemente “casarse”: hay que pensarlo bien, porque es un compromiso que libremente se asume para formar un “nosotros”, para no ser dos, sino una sola carne. Si además quieren hacerlo con el Sacramento del Matrimonio, ese compromiso se asume ante Dios. Pidamos hoy por todos los matrimonios, especialmente por los que atraviesan dificultades, para que encuentren la ayuda y el camino necesarios para avanzar en su deseo de formar una verdadera comunidad de vida y amor, de modo que ya no sean dos, sino una sola carne.

Contra el poder del varón

Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: «¿Le es lícito al marido separarse de su mujer?».

No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado absolutamente por el varón. Según la Ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.

La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley «machista», en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la dureza del corazón de los varones, que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.

Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios «los creó varón y mujer». Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.

Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la Ley. Mujeres y varones se unirán para «ser una sola carne» e iniciar una vida compartida en la mutua entrega, sin imposición ni sumisión.

Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: «Lo que Dios unió que no lo separe el hombre».

Con esta posición, Jesús está destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio, sino en cualquier institución civil o religiosa.

Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la «dureza de corazón» de los varones?

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 7 de octubre

¡Trátala como a tu propia carne!

      La primera lectura recuerda lo que fue el principio de todas las cosas. Lo cuenta de una forma romántica. Quizá no fue exactamente así, pero lo más importante está recogido en esa historia: hombre y mujer se encontraron y se reconocieron uno al otro. La mirada no se detuvo en los ojos. Llegó al corazón. Comenzó entonces una historia que dura hasta nuestros días. Ambos se sintieron llamados a formar una sola carne, no sólo en orden a la procreación, sino, más allá, a vivir unidos en el amor y convertirse así en signo del amor con que Dios nos ama.

      Pero la realidad no ha sido siempre así a lo largo de la historia. La realidad es que el hombre ha tratado mal a la mujer muchas veces. Durante siglos el hombre no ha considerado a la mujer como su igual. A lo más una compañera de cama pero no alguien digno de situarse a su mismo nivel, con quien poder dialogar. El hombre se ha sentido dominador y ha visto a la mujer como una más de sus pertenencias, uno más de los objetos a su disposición. En nuestros días hay muchos hombres todavía que tratan a las mujeres como objetos de placer o como esclavas que deben tener limpia la casa y preparada la comida pero a las que no hay que dejar decidir ni pensar ni tomar decisiones por sí mismas. Eso sucede en muchos países, pero también en el nuestro. Los malos tratos, los abusos, las violaciones, los asesinatos, son signos de esa realidad. Hay mucho sufrimiento, a veces callado y en silencio, pero siempre demasiado, en las mujeres de muchas familias.

      Jesús nos invita en su Evangelio a remontarnos hasta la misma creación. Para darnos cuenta de que al principio no fue así. Dios creó a hombres y mujeres iguales. Son carne de la misma carne. Por eso la mujer no puede ser una posesión más del hombre como quien tiene un coche o una casa. En la primera lectura, escuchamos cómo el hombre recibe el encargo de Dios de poner nombre a los animales. Y lo hace, pero se da cuenta de que no están a su nivel. Son animales, no personas. Es al encontrarse con la mujer, formada a partir de sí mismo, cuando dice: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! En la mujer el hombre se reconoce y en el hombre la mujer se reconoce. Los dos se necesitan mutuamente para engendrar hijos pero también para ser felices, para vivir en la plenitud del amor a la que Dios nos ha llamado. 

      Hoy que hay tantos divorcios, que la familia parece estar en crisis, Jesús nos invita a volver al principio, a redescubrir la voluntad original de Dios y a intentar hacerla realidad en cada una de nuestras familias. De esa manera cada matrimonio, cada familia, se convertirá en un signo del amor con que Dios nos ama a todos, núcleo donde la vida se recrea diariamente en el amor. 

Para la reflexión

      ¿Conoces casos de violencia familiar cerca de ti? ¿Qué has hecho para tratar de ayudar a esas parejas a respetarse mutuamente? En tu casa, ¿el marido y la mujer os tratáis con el respeto y el cariño debidos? ¿Sois signos del amor de Dios para los que os ven?

Fernando Torres, cmf