II Vísperas – Domingo XXVIII de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HACEDOR DE LA LUZ: TÚ QUE CREASTE

Hacedor de la luz: tú que creaste
la que brilla en los días de este suelo,
y que, mediante sus primeros rayos,
diste principio al universo entero.

Tú que nos ordenaste llamar día
al tiempo entre la aurora y el ocaso,
ahora que la noche se aproxima
oye nuestra oración y nuestro llanto.

Que cargados con todas nuestras culpas
no perdamos el don de la otra vida,
al no pensar en nada duradero
y al continuar pecando todavía.

Haz que, evitando todo lo dañoso
y a cubierto de todo lo perverso,
empujemos las puertas celestiales
y arrebatemos el eterno premio.

Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
que junto con tu Hijo Jesucristo
y con el Santo Espíritu Paráclito,
reinas y reinarás en todo siglo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Ant 2. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Salmo 111- FELICIDAD DEL JUSTO

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Ant 3. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO – Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE   Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vosotros, que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis el ciento por uno y poseeréis la vida eterna.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vosotros, que lo habéis dejado todo y me habéis seguido, recibiréis el ciento por uno y poseeréis la vida eterna.

PRECES

Alegrándonos en el Señor, de quien vienen todos los dones, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso,
fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles,
y sumisos a la fe verdadera.

Tú que amas la justicia,
haz justicia a los oprimidos.

Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz
lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:

Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Jesús nos invita a seguirle sin ataduras

1.- El dinero no es un valor. Es sabio aquél que encuentra la auténtica felicidad. Nos lo recuerda hoy el Libro de la Sabiduría. Sin embargo, hoy fácilmente se vincula la felicidad a la posesión frenética de bienes. Pero la experiencia nos dice que esto no es verdad, no es posible que los bienes materiales nos llenen del todo. Es verdad que para el judaísmo la riqueza es signo de la bendición de Dios y recompensa a la piedad. Sin embargo, las palabras de Jesús son un camino nuevo, que está en contradicción con las creencias aprendidas por el joven del evangelio desde su niñez sobre la relación entre piedad y felicidad. El Reino de Dios es la alternativa que Jesús propone para todo el que quiera ser cristiano. Se desarrolla en el presente y tendrá su culminación en el futuro. Este texto no es para quien quiera ser más perfecto. Jesús habla para todo el que quiera ser cristiano. No se es cristiano por cumplir los mandamientos. Lo específico del cristiano no se mueve en el campo de la ética, de los mandamientos, de la conciencia: éste es el campo común a todo ser humano. La salvación está al alcance de todo ser humano, con tal de que siga las normas de su conciencia. Según este texto, ser cristiano es vivir un modelo de vida distinto de los habituales. Entrar en el Reino de Dios, es decir en la alternativa que Jesús propone, es vivir un tipo de vida en el que el dinero no es un valor. Esto sólo es posible en la medida en que se descubre otro valor radical: Dios. El descubrimiento de Dios lleva a un modelo de vida fraterno, realmente nuevo. Pertenecer al Reino significa fundamentalmente haber descubierto a Dios. A Dios se le descubre sólo como Padre. Consecuentemente, los demás hombres son hermanos míos.

2.- El peligro de las riquezas. Podemos suponer que este joven era un rico terrateniente. Le dice Jesús que cumpla los mandamientos. Da por sabido que el joven ya los conoce, y, a título de ejemplo, se limita a nombrar los que se refieren a los deberes con el prójimo. No se puede dudar de la sinceridad y de la honradez de este joven, que cumple efectivamente las normas generales de la Ley y no se contenta con ello. Por eso Jesús le mira con complacencia y con amor. Según la doctrina judía, el que daba limosna adquiría un tesoro en el cielo. Por lo tanto, la riqueza era una oportunidad para que un hombre piadoso y rico pudiese ganarse el cielo más fácilmente que los pobres. Pero Jesús propone a este joven que haga todas las limosnas a la vez y se haga a sí mismo pobre. Porque las riquezas para Jesús, lejos de ser una ayuda, son un estorbo para los que quieren entrar en el Reino de Dios. Nos separan de Dios y de los demás, nos convierten en personas autosuficientes, que no necesitan a Dios ni a los hermanos. Lo peor es que algunas riquezas han sido adquiridas injustamente….

3.- Jesús nos invita a seguirle. Le dice al joven: “sígueme». Más allá del cumplimiento de los mandamientos, más allá de las obras de caridad o de limosnas, más allá, incluso, de la pobreza voluntaria, hay un camino, comienza el camino de Jesús y de los que le siguen. La pobreza es una condición necesaria para recorrer ese camino, pero no basta para recorrerlo. El voto de pobreza no sitúa a los religiosos en «estado de perfección» entre otras razones, porque la perfección cristiana no es un estado, sino una meta, una vocación y un camino que han de seguir todos los discípulos de Jesús. Sólo el cumplimiento de este camino, que es el seguimiento de Jesús, saca al hombre de casa y de sí mismo para que se encuentre consigo en Jesucristo y, por Jesucristo, con los hombres, sus hermanos, y con el Padre. Seguir a Jesús no es propiamente «imitarle», haciendo exactamente lo que él hizo, sino hacer lo que cada uno tiene que hacer, pero como lo hizo Jesús, esto es, viviendo para los demás. Todos los ideales de este joven rico se vienen abajo ante la dificultad de cumplir la condición necesaria. No tuvo valor para dejar las riquezas. Prefirió seguir el camino de los fariseos, que veían en las riquezas una señal de la propia justicia -un premio de Dios a los justos- y un medio para acrecentarla haciendo limosnas ¿No es esto lo que hacemos muchas veces nosotros?

José María Martín OSA

Seguimiento de Jesús, la Palabra de Dios

Cada domingo nos reunimos los cristianos alrededor del altar para celebrar nuestra fe. Celebramos el amor de Dios, que se nos da en el pan de la Eucaristía. Pan compartido, Cuerpo entregado que comulgamos y que nos invita a hacer nosotros lo mismo dando lo que somos y lo que tenemos, como le pidió Jesús al joven rico del pasaje del Evangelio de hoy. Pero es necesario primero escuchar la palabra de Dios y dejar que ésta llegue hasta el fondo de nuestra vida. Es la palabra de Dios la que nos cambia, la que nos llama y nos hace capaces de seguir a Jesús.

1. Cuando escuchamos la palabra de Dios, no estamos escuchando una palabra más, como si fuese una especie de instrucción. No es tampoco una biografía de un tal Jesús de Nazaret. No es una palabra muerta que quizá nos puede parecer muy interesante, o de la que podemos sacar alguna enseñanza para nuestra vida. Cuando escuchamos la palabra de Dios estamos escuchando una palabra que es viva y eficaz, que actúa en nuestra vida, que es capaz de transformarnos y de cambiar nuestro corazón. Si leemos un texto de un teólogo, o algún escrito de un santo, por muy importante que sea y por muy interesante que nos parezca, no es palabra viva. Puede movernos a actuar de algún modo, o hacernos ver algo de forma distinta. Pero no deja de ser una palabra humana. Sin embargo, la palabra de Dios está viva, cambia, transforma. De hecho, la palabra de Dios es la que convoca a la asamblea de los cristianos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía. La palabra de Dios no se lee en la Misa, como podríamos leer cualquier otro texto, sino que la palabra de Dios se proclama para ser escuchada, para que entre a través de nuestros oídos y llegue hasta nuestro corazón para transformarlo. Pero es necesario que dejemos que la palabra de Dios penetre en nuestra vida. Nos dice el autor de la carta a los Hebreos que la palabra de Dios es cortante como espada de doble filo, que entra hasta los más profundo de nuestro ser. Por ello es necesario que nos quitemos cualquier escudo que impida a la palabra de Dios entrar en nosotros. También es necesario leer con frecuencia la palabra de Dios. A veces tenemos la tentación de leer el comienzo de un fragmento del Evangelio, y como ya casi nos sabemos de memoria, el texto cerramos la Biblia y nos conformamos simplemente con recordar lo que dice. Es necesario que leamos siempre el texto, aunque nos lo sepamos de memoria, para así dejar que la palabra de Dios actúe en nosotros. Esto nos puede suceder por ejemplo con el pasaje del Evangelio de este domingo.

2. En el Evangelio de hoy, se acerca un hombre a Jesús, un hombre que era rico. Este hombre, cuyo nombre no aparece en el Evangelio, pregunta al Maestro qué hay que hacer para heredar la vida eterna. Era muy buena y muy santa la intención de este hombre. Jesús comienza pidiéndole lo más elemental, lo que nos pide a todos los cristianos, que cumpla los mandamientos. Aquel hombre ya cumplía todos los mandamientos. Puede parecernos que era un hombre santo, un discípulo perfecto. Sin embargo, Jesús siempre da un paso más, siempre nos pide algo más de lo que ya damos. Por eso a continuación le pide: “Vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Jesús le pide que deje atrás aquello que le ata a la tierra y que por tanto no le deja seguirle. Sin embargo aquel hombre no fue capaz de hacerlo. No era el problema el tener muchos bienes. El problema era que no fue capaz de dejarlo todo para seguir a Jesús. Aquel hombre se entristece, se da media vuelta y se aleja de Jesús. Y es que el alejarse de Dios da siempre tristeza. Por eso es hermoso ver cómo hay gente que sí ha sido capaz de dejarlo todo por Cristo y vive con felicidad, con alegría.

3. Siguiendo con la misma idea del Evangelio, la primera lectura nos presenta a la Sabiduría como imagen del mismo Dios. El autor de este libro afirma que prefiere la Sabiduría a todos los bienes del mundo: cetros, tronos, riqueza, la piedra más preciosa, plata, salud, belleza, pues sabe que con la sabiduría recibirá riquezas incontables, mucho mayores que las de este mundo. Así lo explica Jesús a sus discípulos cuando les dice que todo el que deja casa, familia y tierras por Él y por su Evangelio recibirá cien veces más aquí en este tiempo, aunque con persecuciones, y les promete la vida eterna en el futuro. Así contrasta la actitud del hombre rico con la de los apóstoles, que sí han dejado todo, como dice Pedro, para seguir a Jesús.

Nos cuesta creer de verdad que si dejamos todo por Dios tendremos más de lo que damos. Sin embargo hoy Jesús nos lo asegura. Que esta palabra entre de verdad en nuestra vida, como espada de doble filo, nos transforme, nos desapegue de todo aquello que nos impide seguir al Señor, y nos deje las manos y el corazón libres para seguirle.

Francisco Javier Colomina Campos

La mirada triste y cariñosa de Jesús al joven rico: «Una cosa te falta»

Querido amigo: Hoy tenemos un encuentro precioso, entrañable, cariñoso y a la vez muy “cuestionante” para ti y para mí. Es el encuentro, es la entrevista de Jesús con el joven rico. Jesús había hablado con los niños, había hablado del matrimonio, y se refugia y se recoge en una casa. Intenta salir, cuando de pronto se le acerca un joven noble —según nos dice el texto—, y le hace estas preguntas. Lo vamos a ver en el Evangelio de Marcos, capítulo 10, versículo 17 al 30. Lo escuchamos con toda atención:

Al salir para ponerse en camino vino uno corriendo y, arrodillado ante Él, lepreguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas «bueno»? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces losmandamientos: no matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio,no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he observado desde mi juventud”. Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: “Unasola cosa te falta. Anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoroen el cielo. Después, ven y sígueme”. Afligido por estas palabras, se marchó triste, pues poseía muchos bienes. Mirando a su alrededor dijo entonces Jesús a sus discípulos:“¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!”. Los discípulosquedaron asombrados por estas palabras, pero Jesús de nuevo les dijo: “Hijos, quédifícil es entrar en el Reino de Dios… Más fácil es que pase un camello por el ojo de unaaguja que el que un rico entre en el Reino de Dios”. Ellos aún se asombraban más y se decían: “Entonces ¿quién podrá salvarse?”. Mirándolos, Jesús dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, pues para Dios todo es posible”. Comenzó Pedro a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Os lo aseguro: nadie que deje casa, hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o tierras por mí y por el Evangelio dejará de recibir el ciento por uno ya en esta vida en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones, y en elsiglo venidero la vida eterna”.

Realmente, después de escuchar esta entrevista, nos vamos ahí a esa casa, estamos presentes en esa entrevista tan fuerte, tan exigente y a la vez tan cariñosa de Jesús. Se le presenta un joven noble, de clase alta, un hombre que vive bien, que vive según la ley, pero que no es feliz. Quiere buscar la felicidad, busca algo más…, quiere tener paz de espíritu, quiere hacer alguna obra más, especial, para que descanse su alma y para dar seguridad a su vida futura, a su vida eterna. Y comienza alabando al Señor, alabando a Jesús: “Maestro bueno”, le dice. Jesús le dice: “Mira, nadie es bueno, sólo es bueno Dios. Nadie es santo sino sólo es santo Dios. Uno sólo es bueno: Dios”.Le empieza ya a dar la explicación para que este joven entienda que se está entrevistando con una persona de una profundidad interior excelente y le dice:“¿Quieres seguir la vida eterna? Guarda los mandamientos”. Pero a este joven, que él desconoce, le recuerda y le dice: “¿Cuáles?”. Pero Jesús le dice: “Conoces ya todos: no matarás, no adulterarás, no hurtarás”. Y este joven le dice: “Todo eso lo he guardado ya. Quiero algo más. Quiero más perfección… más. ¿Qué me falta?”.

Fijaos y fíjate, querido amigo, nos ponemos en ese momento… Dice el textoque Jesús le miró “de hito en hito y con mucho cariño”. Vio en este joven una gana deser mejor, una gana de perfección y a Él se le ensanchó el corazón, se llenó de alegría interior, y al verlo así, con tanto amor y con tanto agrado, le dice: “Mira, aún te falta una cosa… ¿Tú quieres ser perfecto? Anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás ese tesoro que buscas en el cielo. Pero mira, lo mejor es: ven y sígueme”.Cuando él oyó esto, el joven —según dice el texto— frunció el ceño, se marchó pesaroso. Pero Jesús se quedó triste y les dice a los discípulos: “¡Qué difícil va a ser a los ricos entrar en el Reino de los cielos!”. La tristeza de Jesús al encontrarse a un hombre que puede ser mejor, que puede ser feliz y no quiere; no sabe romper, no sabe romper con la libertad, con la riqueza, con la buena vida…

Por otra parte los discípulos, en esa cortedad, tan primarios, se extrañan deesas palabras. Pero Él les dice mucho más: “¡Qué difícil, hijos míos, es entrar en el Reino de los Cielos!”. Y pone ese ejemplo extraño y un poco fuerte del camello y laaguja. Es imposible todo esto… Pero Dios lo puede todo, lo puede todo. Y Jesúscontinúa diciendo: “Yo os aseguro que quien deje casa o hermanos o hermanas omadre o padre o hijos o tierras por mí y por el Evangelio, recibirá en este mundo cien veces más y después heredará la vida eterna”.

Querido amigo, hoy es la gran lección del desprendimiento, de las riquezas, de ver el peligro que tiene el ser así. Y hoy nosotros también somos el joven rico, ese joven que quiere ser bueno sin dejar toda su vida cómoda; ese joven que quiere pasar por la vida felizmente sin plantearse nada de sacrificio. Las riquezas, tanto exteriores como interiores, aminoran la vida eterna, empobrecen nuestra vida. Y Jesús nos dice que por ahí no es el camino. Nos ofrece otro camino. Te pregunto y me pregunto: ¿nos mirará Jesús hoy con cariño porque queremos más, pero con tristeza porque no sabemos dejar nada? ¿Nos mirará con cariño y a la vez con tristeza porque nuestros caprichos, nuestras formas de vida, nuestra forma de acaparar, nuestra forma de vivir nos impide escuchar su llamada?

La riqueza no abre la puerta del amor: la gran lección de hoy.

Nos quedamos con estas palabras de Jesús y vemos dónde está cimentada nuestra vida: ¿en los bienes materiales?, ¿en el poder más?, ¿en el tener? Y luego nossentimos insatisfechos, infelices… queremos mucho más. Pero con esta vida mediocre,con esta vida llena de riqueza interior, de caprichos interiores y exteriores, satisfechos de todo, no podemos encontrar así al Señor… ¡imposible! Esa mirada de Jesús nos tiene que llenar de cariño, pero de tristeza también a nosotros. Él nos propone una opción: ¿quieres o no quieres?, como al joven. Y es la opción del amor. Este joven aspiraba a grandes cosas, pero no sabía dejar nada. Dejar lo que nos estorba por el Reino, dejar lo que nos estorba por Él… Pero nos deja toda la libertad. ¡Con qué pena nos mira el Señor!

Optamos por la vida cómoda, optamos por no saber renunciar, optamos por no abrazar una vida de sacrificio y hacemos como este joven. Dice el texto que al oír la propuesta de Jesús, frunció el ceño y se marchó pesaroso. Y qué fina la expresión que pone el texto del Evangelio: “porque era muy rico”. Cómo miraría Jesús a este joven: con cariño, con complacencia, pero con tristeza, porque era muy rico. ¡Y qué difícil va a ser entrar a los ricos en el Reino de Dios!, nos dirá más adelante. ¡Qué difícil! Una lección dura, clara, comprometida. ¿Qué ves en mí, Jesús? ¿Qué riquezas tengo? ¿Qué es lo que me impide entrar en tu vida, ser feliz, quitar ese ansia, esa insatisfacción? Cuántas riquezas exteriores e interiores: la hipocresía, la incredulidad, la autosuficiencia, la propiedad de mis cosas, de querer todo para mí. “No podéis servir a Dios y al dinero”, nos dirá Jesús más de una vez.

Este encuentro candoroso, caluroso y a la vez de tú a tú con el Señor, nos lleva a dejarnos mirar por Él de hito en hito, con cariño, como dice el texto. Y nos lleva a oíresa frase de Jesús: “Si quieres ser feliz, una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dael dinero a los pobres y luego, sígueme”. Hoy resuena, querido amigo, esta llamada entu corazón y en el mío, como la llamada que hizo Jesús a Pedro, a Andrés, a Santiago, a Juan, a Saulo; una llamada que Jesús nos dice y nos llama al seguimiento suyo. Muchas veces nos refugiamos en nuestro egoísmo, en nuestro indiferentismo, en nuestraforma de huir… y huimos del amor. Y Él nos quiere proponer el camino del amor, pero no sabemos cogerlo.

Querido amigo, le hablamos a Jesús con todo amor: “Maestro bueno, gracias por mirarme, gracias por sentir ese cariño hacia mí, por tu invitación a seguirte, a desprenderme. Me cuesta desprenderme, no sé dar el salto. Ayúdame y ayuda a tantas personas que no saben cortar con su vida rica. No permitas que nada, nada me separe de ti. No permitas que yo también frunza ese ceño y me vaya triste arrastrado por mis bienes, por mis caprichos, por mis libertades. Dame la fuerza para dejarlo todo, para seguirte, para aceptarte lo que me quieras dar”. “Os aseguro que quien deje todotendrá la vida eterna”. Gracias también por las veces que he sabido seguirte, aunqueme ha costado. Gracias, Jesús, por las veces también que he sabido desprenderme de mis cosas, y perdón por las veces también que soy tan rico que ni soy solidario, ni soy pobre, y estoy en mis cosas, en lo mío… en lo mío…

Querido amigo, nos quedamos frente a frente a Jesús y le decimos lo que preferimos, lo que deseamos, lo que más queremos en esta vida. Le pedimos fuerza para que nos ayude a desprendernos de todo lo que no sea Él. Y como este joven rico también a nosotros Jesús nos dice: “Una cosa te falta: vende todo lo que tienes”. Quesepa vender todo por ti, todo lo que me estorba. Tú lo sabes todo, Tú sabes lo que me estorba. Que sepa vender todo y seguirte. Gracias, Jesús, por tu mirada, y gracias por esta entrevista. Que muchas veces te pueda decir: “Maestro bueno, Jesús, ¿qué es lo que me falta? ¿Qué es lo que tengo que hacer?”. Pero que sepa responder a tu llamada y escuchar: “Anda, vende lo que tienes y luego, sígueme”. Jesús, que aprenda también a ser así, que aprenda a seguirte y a dejar todo por ti.

Se lo pedimos a la Virgen, que dejó toda su forma de ser para ser la Madre de Dios: para que nos ayude a desprendernos y a preferir dejar todo para seguirte. Una cosa te falta: “Vende todo lo que tienes y luego… sígueme”.

Que así sea.

Francisca Sierra Gómez

Gaudete et exsultate (Francisco I)

107. Quien de verdad quiera dar gloria a Dios con su vida, quien realmente anhele santificarse para que su existencia glorifique al Santo, está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia. Es lo que había comprendido muy bien santa Teresa de Calcuta: «Sí, tengo muchas debilidades humanas, muchas miserias humanas. […] Pero él baja y nos usa, a usted y a mí, para ser su amor y su compasión en el mundo, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras miserias y defectos. Él depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama. Si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás»[94].


[94] Cristo en los pobres, Madrid 1981, 37-38.

Lectio Divina – 14 de octubre

Lectio: Domingo, 14 Octubre, 2018

Jesús llama al joven rico
El céntuplo ya en esta vida, pero ¡con persecuciones!
Marcos 10, 17-30

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

• El evangelio de este 28º domingo del tiempo ordinario cuenta la historia de un joven que pregunta a Jesús cuál es el camino para la vida eterna. Jesús le da una respuesta, pero el joven no la acepta, porque era muy rico. La riqueza ofrece una cierta seguridad a las personas y éstas encuentran dificultad para privarse de esta seguridad. Atados a los beneficios de sus bienes, estas personas viven preocupadas por defender sus propios intereses. El pobre no tiene esta preocupación, y por esto se haya más libre. Pero existen pobres con mentalidad de rico. Son pobres, pero no son “pobres de espíritu” (Mt 5,3). No sólo la riqueza , sino también el deseo de riqueza puede transformar a la persona y volverla esclava de los bienes de este mundo. Y tendrán dificultades para aceptar la invitación de Jesús: “Ve, vende todo lo que tiene y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y toma tu cruz y sígueme” (Mc 10,21) No dará el paso que Jesús pide. Y yo ¿soy capaz de dejar todo por el Reino?

• En el texto que ahora escuchamos, diversas personas se acercan a Jesús para pedirle un consejo: el joven rico, los discípulos y Pedro. En el curso de la lectura trataremos de estar atentos a la preocupación de algunas de estas personas y a la respuesta que Jesús da a cada uno de ellas.

b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

Marcos 10,17: La pregunta de la persona que quiere seguir a Jesús
Marcos 10,18-19: La respuesta inesperada y exigente de Jesús
Marcos 10,20-21: La conversación entre Jesús y el joven
Marcos 10,22: El joven se alarma y no quiere seguir a Jesús
Marcos 10,23-27: Conversación entre Jesús y los discípulos sobre la entrada de los ricos en el Reino
Marcos 10,28: La pregunta de Pedro
Marcos 10, 29-30: La respuesta de Jesús

c) El texto:

Marcos 10, 17-3017 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y, arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» 18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» 20 Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» 21Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» 22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.
23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» 24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.» 26 Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» 27 Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.»
28 Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» 29 Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, 30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto de este texto que más ha llamado tu atención? ¿Por qué?
b) ¿Cuál es la preocupación del joven y cuál su engaño?
c) ¿Qué significa para nosotros hoy: “Ve, vende todo, dalo a los pobres”? ¿Es posible tomar esta frase literalmente?
d) ¿Cómo entender la comparación de la aguja y el camello?
e) ¿Cómo entender el céntuplo en esta vida, pero con persecuciones?
f) ¿Cómo entender y practicar hoy los consejos que Jesús da al joven rico?

5. Para aquéllos que desean profundizar más en el tema

a) Contexto de ayer y de hoy:

* El Evangelio de este domingo describe la conversión progresiva, que según la invitación de Jesús, debe suceder en nuestra relación con los bienes materiales. Para poder comprender toda la portada de las instrucciones de Jesús es bueno recordar el contexto más amplio en el que Marcos coloca estos textos. Jesús camina hacia Jerusalén, donde será crucificado (cf. Mc 8,27; 9,30.33; 10,1.17.32). Está ya para dar su vida. Sabe que pronto será matado, pero no se echa atrás. Y dice: “ El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos” (Mc 10,45). Esta actitud de fidelidad y de entrega a la misión recibida del Padre le ofrece las condiciones para poder indicar qué cosa es realmente importante en la vida.
* Las recomendaciones de Jesús valen para todos los tiempos, tanto para la gente del tiempo de Jesús y de los tiempos de Marcos, como para nosotros hoy, en el siglo XXI. Son como espejos donde se reflejan lo que es verdaderamente importante en la vida, ayer y hoy: recomenzar siempre de nuevo, la construcción del Reino, renovando la relación humana a todos los niveles, sea entre nosotros, como de nosotros con Dios, como con los bienes materiales.

b) Comentario del texto:

Marcos 10,17-19: Los mandamientos y la vida eterna
Una persona se acerca y pregunta: “Maestro bueno, ¿Qué debo hacer para tener en herencia vida eterna?” El evangelio de Mateo dice que se trataba de un joven (Mt 19,20.22). Jesús responde bruscamente: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios”. Jesús desvía la atención de sí mismo hacia Dios, porque le interesa hacer la voluntad del Padre, revelar el Proyecto del Padre. Enseguida Jesús: “Tú conoces los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”. El joven había pedido qué hacer para heredar la vida eterna. ¡Quería vivir junto a Dios! Y Jesús le recuerda sólo los mandamientos que indican una vida junto al prójimo. No recuerda los tres primeros mandamientos que definen la relación con Dios. Para Jesús, conseguimos estar bien con Dios si conseguimos estar bien con el prójimo. No se puede engañar. La puerta para llegar a Dios es el prójimo. ¡No hay otra!

Marcos 10,20: ¿Para qué sirve cumplir los mandamientos?
El joven responde que ya observaba los mandamientos hacía mucho tiempo. Lo que es extraño es lo que sigue. El joven ha querido saber cuál es el camino de la vida eterna. Ahora , el camino de la vida eterna era y continúa siendo: hacer la voluntad de Dios expresada en los mandamientos, Quiere decir que aquel hombre observaba los mandamientos sin saber para qué servían. No sabía que la observancia de los mandamientos que él practicaba desde la infancia, era el camino para llegar a Dios, a la vida eterna. Es como muchos católicos de hoy, que no saben para qué sirve ser católico. “He nacido en Italia, he nacido en España, por esto soy católico.” ¡Una costumbre!

Marcos 10,21-22: Compartir los bienes con los pobres
Jesús lo mira, lo ama, y le dice: “Sólo una cosa te falta: ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y después ¡ ven y sígueme! Jesús no condena al joven, no lo critica, sino que trata de ayudarlo a dar un paso adelante en la vida. La conversión que Jesús quiere es progresiva. La observancia de los mandamientos solamente es el primer escaño de una escalera que va más lejos y cada vez más alto. ¡Jesús pide más! La observancia de los mandamientos prepara a la persona para poder llegar al don total de sí a favor del prójimo Los Diez Mandamientos son el camino para llegar a la práctica perfecta de los dos mandamientos del amor hacia Dios y hacia el prójimo (Mc 12,29-31; Mt 7,12). Jesús pide mucho, pero lo pide con mucho amor. El joven no acepta la propuesta de Jesús y se marcha “porque era muy rico”.

Marcos 10,23-27: El camello y el ojo de la aguja
Después que el joven se aleja, Jesús comenta su decisión. ¡Cómo es difícil para un rico entrar en el Reino de Dios! Los discípulos quedan estupefactos. Jesús repite la misma frase y añade un proverbio que se usaba para indicar una cosa humanamente imposible. ¡Es más fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios! Cada pueblo tiene sus expresiones y sus proverbios, que no se pueden tomar literalmente. Por ejemplo, en Brasil, para decir que una persona debe dejar de molestar a los otros se dice: “¡Vete a darte un baño!” Si se toma esta expresión literalmente la persona es engañada y no se da cuenta del mensaje. Lo mismo hay que decir del camello que debe pasar por el ojal de una aguja. ¡Imposible!
Los discípulos quedan asombrados con la afirmación de Jesús. Señal esta de que no habían entendido la repuesta de Jesús al joven rico: “Ve, vende todo lo que tiene, dalo a los pobres y ¡ven y sígueme!. El joven cumplía con los mandamientos, pero sin entender el porqué de la observancia. Algo parecido estaba sucediendo con los discípulos. Por seguir a Jesús, ellos habían abandonado todos los bienes (Mc 1,18-20), pero sin entender el por qué del abandono. Porque, si lo hubiesen entendido, no se hubieran quedado asombrados ante la exigencia de Jesús. Cuando la riqueza o el deseo de riqueza ocupa el corazón y el interés de la persona, ésta no consigue entender el sentido de la vida y del evangelio. Sólo Dios mismo la puede ayudar: “Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible”
Cuando Jesús habla de la casi imposibilidad del hecho que “un rico entre en el reino de Dios”, se refiere, no en primer lugar a la entrada en el cielo después de la muerte, pero sí a la entrada en la comunidad junto a Jesús. Hasta hoy, es muy difícil a un rico entrar en una pequeña comunidad eclesial de base y sentarse junto a los pobres, junto a ellos, para así seguir a Jesús.

Marcos 10,28-30: La conversación entre Jesús y Pedro
Pedro creía que “entrar en el Reino de Dios” era lo mismo que seguir a Jesús en pobreza, por lo que pregunta: “Nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. ¿Cuál será nuestra recompensa?” A pesar del abandono, Pedro seguía con la mentalidad primera. Todavía no había entendido el sentido del servicio y de la gratuidad. Ellos y sus compañeros abandonaron todo para obtener cualquier cosa en cambio. ¿Cuál será nuestra recompensa?. La respuesta de Jesús es simbólica. Deja entrever que no deben esperar ninguna ventaja, ninguna seguridad, ninguna promoción. ¡Recibirán el céntuplo, esto sí! Pero con persecuciones en esta vida. En el mundo futuro tendrán la vida eterna del que hablaba el joven rico. “¡En verdad en verdad os digo: nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o padre o madre o hijos o hacienda por mi y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno ahora, al presente, en casas, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero vida eterna”.

c) Ampliando conocimientos

Jesús y la preferencia por los pobres

Una doble esclavitud marcaba la situación de la gente de Galilea en los tiempos de Jesús: (i) La esclavitud de la política de Herodes, apoyada por el imperio romano, mantenía por todas partes un sistema bien organizado de violencia y represión. (ii) La esclavitud de la religión oficial, mantenida por las autoridades religiosas de la época. Por causa de esto, la familia, la comunidad, el clan, se desintegraba poco a poco y una gran parte de la gente vivía marginada, sin un lugar, sin una religión, sin una sociedad. Para combatir esta desintegración de la vida comunitaria y familiar, existían diversos movimientos que, como Jesús, buscaban un nuevo modo de vivir y convivir en comunidad. Por ejemplo, los esenios, los fariseos, y más tarde, los zelotas, todos ellos vivían en comunidad. En la comunidad de Jesús, por ejemplo, había algo nuevo que la diferenciaba de los otros grupos. Era la actitud ante los pobres y marginados.

Las comunidades de los fariseos vivían separados. La palabra “fariseo” quiere decir “separado”. Vivían separados del pueblo impuro. Muchos fariseos consideraban al pueblo ignorante y maldito (Jn 7,49), lleno de pecado (Jn 9,34). No aprendían nada de la gente (Jn 9,34). Jesús y su comunidad, al contrario, vivían mezclados con gente marginada, considerada impura: publicanos, pecadores, prostitutas, leprosos (Mc 2,16; 1,41; Lc 7,37). Jesús reconoce la riqueza y el valor que posen (Mt 11,25.26); Lc 21,1-4). Los proclama dichosos, porque el Reino es de ellos, de los pobres (Lc 6,20; Mt 5,3). Él mismo vive como un pobre. No tiene nada propio, ni siquiera una piedra para reposar la cabeza (Lc 9,58). Y a los que querían seguirlo para vivir con Él en comunidad, les hace escoger. ¡O Dios o el dinero! (Mt 6,24). Manda hacer esta elección por los pobres (Mc 10,21)

La pobreza que caracterizaba la vida de Jesús y de los discípulos, caracterizaba también la misión. Al contrario de los otros misioneros (Mt 23,15), los discípulos de Jesús no podían llevar nada consigo, ni oro, ni plata, ni dos túnicas, ni una alforja, ni sandalias (Mt 10,9-10). Debían confiar en la hospitalidad (Lc 9,4; 10,5-6). En el caso de ser acogido por la gente, deberían trabajar como los otros y vivir de lo que habían recibido en cambio (Lc 10,7-8)

Debían ocuparse de los enfermos y necesitados (Lc 10,9; Mt 10,8). Y entonces podían decir a la gente: “El Reino de Dios ha llegado” (Lc 10,9).

Por otro lado, cuando se trata de administrar los bienes, lo que llama la atención en las parábolas de Jesús es la seriedad que pide en el uso de estos bienes (Mt 25,21.26; Lc 19,22-23). Jesús quiere que el dinero sea puesto al servicio de la vida ( Lc 16,9-13). Para Jesús ser pobre no es sinónimo de ser perezoso y negligente.

Este testimonio a favor de los pobres era el paso que faltaba en el movimiento popular de la época de los fariseos, esenios y zelotas. Cada vez que en la Biblia surge un movimiento para renovar la Alianza, empiezan de nuevo estableciendo el derecho de los pobres, de los marginados. Sin esto, la Alianza no es posible. Así hacían los profetas, así hace Jesús. Denuncia el antiguo sistema que en nombre de Dios excluía a los pobres. Jesús anuncia un nuevo comienzo que en nombre de Dios acoge a los marginados. Este es el sentido y el motivo de la inserción y de la misión de la comunidad de Jesús en medio de los pueblos, Va a la raíz e inaugura la Nueva Alianza.

6. Oración de un Salmo 15 (14)

¡El huésped de Dios!

Yahvé, ¿quién vivirá en tu tienda?,
¿quién habitará en tu monte santo?

El de conducta íntegra
que actúa con rectitud,
que es sincero cuando piensa
y no calumnia con su lengua;
que no daña a conocidos
ni agravia a su vecino;
que mira con desprecio al réprobo
y honra a los que temen a Yahvé;
que jura en su perjuicio y no retracta;
que no presta a usura su dinero
ni acepta soborno contra el inocente.
Quien obra así jamás vacilará.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Domingo XVIII de Tiempo Ordinario

Este relato del hombre rico, que pretendió seguir a Jesús sin dejar de ser rico, debió de impresionar mucho a las primeras comunidades de creyentes en Jesús. Prueba de ello es que los tres evangelios sinópticos nos dejaron el recuerdo detallado de este episodio (Mc 10, 17-30; Mt 19, 16-30; Lc 18, 18-30). Un episodio en el que queda patente que, a juicio de Jesús, la pretensión de estar cerca de Jesús manteniendo, al mismo tiempo, las propiedades, los bienes, la abundancia de las muchas posesiones y los muchos caprichos, eso es un proyecto contradictorio, imposible. Porque en semejante proyecto se pretenden armonizar dos cosas irreconciliables, que son contradictorias la una con la otra, la «cercanía a Jesús» y la «posesión de bienes». Querer tener esas dos cosas a la vez, eso es sencillamente imposible. No nos engañemos. No hay razón o argumento que pueda justificar la presencia, en una misma vida, de Jesús y de la riqueza. El primer paso, que tiene que dar quien quiera estar con Jesús, es el paso del que es rico y pasa a no ser rico.

¿Por qué es esto así? ¿Por qué este planteamiento tan tajante? No hay que ser muy listo para ver con claridad que esto tiene que ser así. De forma que aquí no cabe escapatoria. ¿Por qué? La respuesta es tan clara como dura. Por sentido común, por la razón más elemental, la propiedad individual de los bienes de este mundo no se puede anteponer a las necesidades fundamentales de las grandes mayorías de los seres humanos. Si este criterio no se mantiene firme, la «Ley de la Selva» termina por imponerse y destruye la convivencia humana. El más fuerte se impone y manda y mata y devora al más débil. La convivencia se convierte en violencia, y la violencia termina destrozando a todos. Es lo que estamos viendo y viviendo ahora mismo en nuestro mundo. En el que el 2 % de los habitantes del planeta domina, manda, usa y abusa, no solo de los bienes de la tierra, sino incluso del futuro de la tierra misma. Mientras que los demás aguantamos y callamos, anhelando parecernos a quienes nos están destrozando.

¿Tiene esto solución? El problema está en que, en la sociedad, la «igualdad» y la «libertad» no se pueden unir ni son armonizables, a no ser que se introduzca un principio y una convicción que intervenga como un principio externo interiorizado por todos (o al menos por una importante mayoría). Ese principio puede ser el Evangelio que nos dejó Jesús. Si en la sociedad se privilegia la libertad, el pez grande se come al pez chico. Y si se quiere a toda costa que tengamos la igualdad, eso solo se puede lograr mediante una dictadura que controle todas las libertades. Ser libres y ser iguales, a la vez y respetando las diferencias, eso no es posible si semejante utopía no se programa desde los criterios (por ejemplo) que planteó Jesús y que vivió el propio Jesús. Solo una firme y compartida convicción de «fe laica» puede ser la raíz y el camino que nos lleve a poder vivir en una sociedad «libre» e «igualitaria». Eso es lo que quiso y propuso Jesús con su vida y su Evangelio. De ahí que convertir el Evangelio en religión, eso es, no solo deformar el Evangelio, sino además distraer y tranquilizar a la gente, para que todo siga como está. O sea, el mayor desastre.

José María Castillo

Con solo una mirada

Uno de los primeros rasgos físicos en que nos fijamos al conocer a otra persona es en los ojos, sobre todo en su color. Y después, más allá de las características físicas, nos fijamos en la mirada de esa persona, porque como escribió Gustavo Adolfo Bécquer: el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada (Rima XX). Y es que hay miradas expresivas, que transmiten sentimientos: miradas de odio; que matan; miradas que compadecen; miradas que advierten; miradas frías; miradas que animan; miradas tristes, miradas que acarician, miradas perdidas, miradas bondadosas, miradas ruines, miradas que aman… Una mirada de alguien a quien amamos puede hundirnos o puede alegrarnos el día, porque la mirada es poderosa, como cantaba Marta Sánchez con el grupo Olé-Olé: “Con sólo una mirada, con sólo una palabra, me puedes aliviar, me puedes destrozar, me puedes convencer.”

En el Evangelio hemos escuchado el encuentro de Jesús con un joven rico. Este pasaje aparecen en los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), pero sólo San Marcos nos transmite un detalle: cuando el joven le dice que desde pequeño ha cumplido los mandamientos, Jesús se le quedó mirando con cariño.

Hay muchos mensajes y puntos de reflexión contenidos en este pasaje evangélico, pero hoy nos fijaremos en la mirada de Jesús, para sentirnos mirados con cariño por Él.

Porque de lo contrario, nos ocurrirá como al joven rico: nos acercamos a Jesús pensando sólo en heredar la vida eterna, y queremos que nos diga “lo que debemos hacer”; solemos tener muy presente “todo eso que hemos cumplido desde pequeños”, como si lleváramos un registro contable; pero aunque nos situemos ante Jesús, sino le miramos, sino lo contemplamos, no nos daremos cuenta de cómo nos mira Él y por eso, ante su invitación a seguirle, sólo pensaremos en todo aquello a “lo que hemos de renunciar” y como el joven rico, acabaremos “frunciendo el ceño” y nos marcharemos pesarosos.

Necesitamos descubrir la mirada de Jesús, que aparece varias veces a lo largo de los Evangelios. La mirada de Jesús no es general ni superficial, se fija siempre en la persona, en su individualidad, en ese “tú” concreto que somos cada uno de nosotros. La mirada de Jesús es expresiva, bondadosa, es una mirada de amor, una mirada que llega hasta el corazón de la persona para aliviarla y animarla, para hacerle descubrir “esa cosa que le falta”, como le ocurría al joven rico, en el camino de su vida, y para convencerla de que merece la pena seguirle aunque haya que hacer renuncias.

Por eso, la mirada de Jesús es poderosa, porque puede transformar nuestra vida. Es cierto que físicamente no podemos ver su mirada, pero por la fe podemos sentirnos mirados por Él. La mirada de Jesús nos llega por medio de su Palabra; la mirada de Jesús nos llega por medio de la oración; la mirada de Jesús nos llega por medio de la celebración de nuestra fe, porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20); la mirada de Jesús nos llega por medio de la formación cristiana, tal como la entendemos en Acción Católica General, que no consiste en adquirir conocimientos sino en poner a la persona en contacto con Cristo. La mirada de Jesús nos llega por medio del Equipo de Vida, y también cuando nos comportamos como prójimos, sobre todo de los más necesitados, porque cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25, 40).

¿Cómo es habitualmente mi mirada? ¿Recuerdo alguna mirada que me haya impactado? ¿Me siento mirado con cariño por Jesús? ¿“Frunzo el ceño” ante su invitación a seguirle de verdad?

Si le dejamos, con sólo una mirada, Jesús puede transformar nuestra vida. No caigamos en el error del joven rico, dejémonos mirar por el Señor, porque soy muchas las ocasiones que se nos presentan para sentirnos mirados con cariño por Él.

Y un primer paso, al alcance de todos, sería hacer como aquel campesino de la parroquia de Ars que pasaba horas en la iglesia, con su mirada fija en el Sagrario; y cuando el santo cura le preguntó qué hacía ahí tanto tiempo, respondió: «Nada, yo lo miro a Él y Él me mira a mí».

El cambio fundamental

El cambio fundamental al que nos llama Jesús es claro. Dejar de ser unos egoístas que ven a los demás en función de sus propios intereses para atrevemos a iniciar una vida más fraterna y solidaria. Por eso, a un hombre rico que observa fielmente todos los preceptos de la ley, pero que vive encerrado en su propia riqueza, le falta algo esencial para ser discípulo suyo: compartir lo que tiene con los necesitados.

Hay algo muy claro en el evangelio de Jesús. La vida no se nos ha dado para hacer dinero, para tener éxito o para lograr un bienestar personal, sino para hacernos hermanos. Si pudiéramos ver el proyecto de Dios con la transparencia con que lo ve Jesús y comprender con una sola mirada el fondo último de la existencia, nos daríamos cuenta de que lo único importante es crear fraternidad. El amor fraterno que nos lleva a compartir lo nuestro con los necesitados es «la única fuerza de crecimiento», lo único que hace avanzar decisivamente a la humanidad hacia su salvación.

El hombre más logrado no es, como a veces se piensa, aquel que consigue acumular más cantidad de dinero, sino quien sabe convivir mejor y de manera más fraterna. Por eso, cuando alguien renuncia poco a poco a la fraternidad y se va encerrando en sus propias riquezas e intereses, sin resolver el problema del amor, termina fracasando como hombre.

Aunque viva observando fielmente unas normas de conducta religiosa, al encontrarse con el evangelio descubrirá que en su vida no hay verdadera alegría, y se alejará del mensaje de Jesús con la misma tristeza que aquel hombre que «se marchó triste porque era muy rico».

Con frecuencia, los cristianos nos instalamos cómodamente en nuestra religión, sin reaccionar ante la llamada del evangelio y sin buscar ningún cambio decisivo en nuestra vida. Hemos «rebajado» el evangelio acomodándolo a nuestros intereses. Pero ya esa religión no puede ser fuente de alegría. Nos deja tristes y sin consuelo verdadero.

Ante el evangelio nos hemos de preguntar sinceramente si nuestra manera de ganar y de gastar el dinero es la propia de quien sabe compartir o la de quien busca solo acumular. Si no sabemos dar de lo nuestro al necesitado, algo esencial nos falta para vivir con alegría cristiana.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 14 de octubre

El camino de la verdadera felicidad 

      Basta con encender la televisión para oír que seré más feliz si compro el coche tal o que la solución de todos mis problemas me los ofrece la empresa cual. Si hiciéramos caso de lo que nos dicen los medios de comunicación, la vida sería feliz y fácil para todos. Pero la realidad es diferente. Para muchas personas la vida es difícil, muy difícil. En el trabajo y en casa. Y, de vez en cuando, llegan problemas añadidos: una enfermedad, una muerte, un miembro de la familia que se va del hogar… A todos nos encantaría encontrar la respuesta mágica que convirtiese nuestra vida en un remanso de paz, sin nada de que preocuparnos, lejos de los problemas, de tanto trabajo.

      La primera lectura nos habla de una persona que se vuelve hacia Dios para pedir la sabiduría. En vez de encender la televisión o la radio, guarda silencio, pone su corazón en Dios y suplica la sabiduría. Esa persona sabía lo que se hacía. Sabía que la sabiduría es más importante que el poder y la riqueza. Incluso que la salud y la belleza. Porque una persona sabia sabe como ser feliz y vivir en plenitud en medio de los acontecimientos de la vida ordinaria. Lo que para otros son graves problemas, para el sabio son apenas ocasiones para amar más, para mejorar sus relaciones, para abrirse a nuevas realidades, en definitiva, para vivir mejor. 

      El Evangelio cuenta una historia que habla también de la sabiduría. Un hombre se acerca a Jesús. Está preocupado por alcanzar la vida eterna. Y pregunta a Jesús qué debe hacer. Ya cumple los mandamientos. Todos. Jesús, entonces, le abre nuevos horizontes. Si quiere de verdad ser feliz, poseer la vida eterna, ha de dejarlo todo, quedarse sin nada y centrarse en lo único que vale la pena: seguir a Jesús. Es un gran desafío. Porque para alcanzar la verdadera sabiduría hay que saber relativizar todo lo que se tiene, todo lo demás. No se encuentra la vida en las cosas que se poseen ni en cumplir todos los mandamientos. La verdadera sabiduría está en reconocer que todo es don, un regalo que Dios nos hace. Y sólo cuando nos volvemos a él con las manos vacías, somos capaces de acoger ese don enorme que es la felicidad o la vida eterna. 

      A los ricos se les hace difícil entrar por ese camino. Están muy preocupados con las cosas que tienen. Pasan el día pensando en cómo tener más y en cómo defenderlas mejor. Los otros se les antojan amenazas. Los ven como ladrones que les quieren quitar lo que es suyo. Sólo si son capaces de liberarse de las cosas que tienen, descubrirán en el rostro del otro a un hermano o hermana y se darán cuenta de que la felicidad está en el encuentro fraterno con los demás. Todos como hermanos y hermanas entre nosotros y como hijos e hijas de Dios. 

Para la reflexión

      ¿Dónde crees que está la verdadera felicidad? ¿Qué caminos has recorrido hasta ahora para buscarla? ¿Cuáles han sido los resultados de tus esfuerzos? ¿Tienes el corazón libre para encontrarte con tus hermanos y hermanas?

Fernando Torres, cmf