Vísperas – Miércoles XXIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HORA DE LA TARDE.

Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos
de tus viñadores.

Al romper el día
nos apalabraste.
Cuidamos tu viña
del alba a la tarde.

Ahora que nos pagas,
nos lo das de balde,
que a jornal de gloria
no hay trabajo grande.

Das al de la tarde
lo que al mañanero.
Son tuyas las horas
y tuyo el viñedo.

A lo que sembramos
dale crecimiento.
Tú que eres la viña,
cuida los sarmientos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Salmo 26 I – CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Ant 2. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Salmo 26 II

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Ant 3. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

LECTURA BREVE   St 1, 22. 25

Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en el estudio de la ley perfecta (la que hace libre) y es constante no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.

RESPONSORIO BREVE

V. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

V. No arrebates mi alma con los pecadores.
R. Ten misericordia de mí.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Oremos, hermanos, a Dios Padre, que en su amor nos mira como hijos, y digámosle:

Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia: guárdala de todo mal
y haz que crezca en tu amor.

Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como al único Dios verdadero,
y a Jesucristo como al Salvador que tú has enviado.

A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes
y que tu bondad les dé la vida eterna.

Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren: alivia sus dificultades
y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

En tu misericordia acoge a los que hoy han muerto
y dales posesión de tu reino.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos a nuestro Padre común:

Padre nuestro…

ORACION

Escucha, Señor, nuestras súplicas y protégenos durante el día y durante la noche: tú que eres siempre inmutable, da firmeza a los que vivimos sujetos a la sucesión de los tiempos y de las horas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 24 de octubre

Lectio: Miércoles, 24 Octubre, 2018

Tiempo Ordinario

  
1) Oración inicial
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del Evangelio según Lucas 12,39-48
Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre.» Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: `Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le castigará severamente y le señalará su suerte entre los infieles. «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos lanza de nueva una exhortación a la vigilancia con otras dos parábolas. Ayer la parábola era sobre el dueño y el empleado (Lc 12,36-38). Hoy, la primera parábola es sobre el dueño de la casa y el ladrón (Lc 12,39-40) y la otra habla del propietario y del administrador (Lc 12,41-47).
• Lucas 12,39-40: La parábola del dueño de la casa y del ladrón. “Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre.” Así que como el dueño de la casa no sabe a qué hora llega el ladrón, así nadie sabe la hora de llegada del hijo del Hombre. Jesús lo deja bien claro: » Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre!» (Mc 13,32). Hoy, muchas gente vive preocupada con el fin del mundo. Por las calles de las ciudades, a veces se ve escrito sobre los muros: ¡Jesús volverá! Hubo gente que, angustiada por la proximidad del fin del mundo, llegó a cometer suicidio. Pero el tiempo pasa y ¡el fin no llega! Muchas veces la afirmación “¡Jesús volverá!” es usada para meter miedo en las personas y obligarlas a atender una determinada iglesia. De tanto esperar y especular alrededor de la venida de Jesús, mucha gente deja de percibir su presencia en medio de nosotros, en las cosas más comunes de la vida, en los hechos de la vida diaria. Pues lo que importa no es saber la hora del fin del mundo, sino tener una mirada capaz de percibir la venida de Jesús ya presente en medio de nosotros en la persona del pobre (cf Mt 25,40) y en tantos otros modos y acontecimientos de la vida de cada día.
• Lucas 12,41: La pregunta de Pedro. “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» No se ve bien el porqué de esta pregunta de Pedro. El evoca otro episodio, en el cual Jesús responde a una pregunta similar, diciendo: “A vosotros os he dado conocer el misterio del Reino de Dios, pero a los otros todo les es dado a conocer en parábolas” (Mt 13,10-11; Lc 8,9-10).
• Lucas 12,42-48ª: La parábola del dueño y del administrador. En la respuesta de Pedro Jesús formula otra pregunta en forma de parábola: “¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente?” Inmediatamente después, Jesús mismo en la parábola da la respuesta: el buen administrador es aquel que cumple su misión de siervo, que nunca usa los bienes recibidos para su propio provecho, y que está siempre vigilante y atento. Es posible que sea una respuesta indirecta a la pregunta de Pedro, como si dijera: “Pedro, ¡la parábola es realmente para ti! A ti te incumbe saber administrar bien la misión que Dios te da como coordinador de las comunidades. En este sentido, la respuesta vale también para cada uno de nosotros. Y allí toma mucho sentido la advertencia final: “a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.”.
• La llegada del Hijo del Hombre y el fin del mundo. La misma problemática había en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Mucha gente de las comunidades decían que el fin del mundo estaba cerca y que Jesús volvería después. Algunas comunidades de Tesalónica en Grecia, apoyando la predicación de Pablo, decían: “¡Jesús volverá!” (1 Tes 4,13-18; 2 Tes 2,2). Por esto, había personas que habían dejado de trabajar, porque pensaban que la venida fuera cosa de pocos días o semanas. Trabajar ¿para qué, si Jesús iba a volver? (cf 2Ts 3,11). Pablo responde que no era tan simple como se lo imaginaban. Y a los que no trabajaban decía. “Quien no trabaja, ¡no tiene derecho a comer!” Otros se quedaban mirando al cielo, aguardando el retorno de Jesús sobre las nubes (cf He 1,11). Otros se quejaban de la demora (2Pd 3,4-9). En general, los cristianos vivían en la expectativa de la venida inminente de Jesús. Jesús venía a realizar el Juicio Final para terminar con la historia injusta de este mundo de aquí abajo e inaugurar la nueva fase de la historia, la fase definitiva del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra. Pensaban que esto acontecería dentro de una o de dos generaciones. Mucha gente seguiría con vida cuando Jesús iba a aparecer glorioso en el cielo (1Ts 4,16-17; Mc 9,1). Otros, cansados de esperar, decían: “¡No volverá nunca!” (2 Pd 3,4). Hasta hoy, la venida final de Jesús no ha ocurrido. ¿Cómo entender esta tardanza? Supone que ya no percibimos que Jesús volvió, que está en medio de nosotros: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28,20). El ya está con nosotros, a nuestro lado, en la lucha por la justicia, por la paz y por la vida. La plenitud no ha llegado todavía, pero una muestra o garantía del Reino ya está en medio de nosotros. Por esto, aguardamos con firme esperanza la plena liberación de la humanidad y de la naturaleza (Rm 8,22-25). Y en cuanto esperamos y luchamos, decimos con certeza: “¡El ya está en medio de nosotros!” (Mt 25,40).
4) Para la reflexión personal
• La respuesta de Jesús a Pedro sirve también para nosotros, para mí. ¿Soy un buen administrador/a de la misión que recibí?
• ¿Cómo hago para estar vigilante siempre?
5) Oración final
¡De la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre de Yahvé!
¡Excelso sobre los pueblos Yahvé,
más alta que los cielos su gloria! (Sal 113,3-4)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 6, 51-52

<

p style=»text-align:justify;»>51Y subió donde ellos a la barca y el viento amainó.
Y quedaron grandemente admirados dentro de sí mismos. 52(Porque no habían entendido lo de los panes y su corazón estaba embotado).

<

p style=»text-align:justify;»>6,51-52: Conclusión. Esta sofisticada red de alusiones bíblicas, sin embargo, parece no haber sido captada por los discípulos, que son duros de entendimiento, porque Marcos concluye su pasaje diciendo que ellos no entendieron porque su corazón se hallaba embotado (6,52). Esta anotación viene después del desenlace de la historia, que cuenta cómo Jesús entró en la barca, el viento se apaciguó del todo y los discípulos quedaron enormemente asombrados (6,51). Esta admiración ofrecería un buen final para una historia de milagro: Jesús había demostrado su dominio sobre la naturaleza, rescatando a los discípulos de la tormenta, y ellos respondieron con la admiración correspondiente. 
Sin embargo, la adición de Mc 6,52 ha transformado esa admiración, que sería lo adecuado, en una incomprensión reprensible, expresando así el tema típicamente marcano de la incomprensión de los discípulos. Dentro de una historia llena de alusiones al Éxodo, en este episodio de historia del nuevo éxodo, los discípulos de Jesús no solo aparecen como duros de mente, faltos de fe y llenos de miedo, como Israel en el desierto, sino que comienzan a aproximarse casi a la imagen del Faraón, duro de corazón y enemigo de Israel (cf. Ex 7,3.13.22; 8,15, etc.).

5. Apertura

Para poder tener una sincera dirección espiritual, es necesaria una disposición anterior más amplia, que se puede calificar como apertura. Sin esa apertura esencial a la novedad de Dios y a la palabra del director, es imposible el progreso en la gracia. Con el alma parcialmente abierta quizá se obtenga cierta justificación para el propio actuar o algún descanso de conciencia, pero en absoluto se llegará al encendimiento del corazón que tanto ansiamos. Por eso, antes de advertir qué es la apertura en sí misma, me parece necesario detenerme en algunos de sus principales enemigos. Una vez apartados esos obstáculos, será más sencilla esta bellísima tarea.
El primer enemigo de la apertura es la falta de libertad, impuesta quizá por unos hábitos sociales. Me explico. En ocasiones, la costumber de «tener» director espiritual deriva de una necesidad del entorno: un colegio, una asociación o un lugar de formación donde todos los asistentes tienen, casi necesariamente, un director espiritual. Entiendo que tales espacios son minoritarios, pero también es cierto que en esos lugares serán leídas con toda probabilidad estas letras. Son entornos en los cuales lo «natural» es dejarse acompañar espiritualmente: las madres aún buscan un director espiritual para sus hijos, los jóvenes comprenden que este instrumento es necesario en su camino de discernimiento vocacional, y los adultos dan por supuesto que esa figura es oportuna para, digámoslo así, mantenerse en unos compromisos esenciales.
En tales casos, si no se depura la intención, el director espiritual puede acabar pareciéndose más bien a un animador externo. Se pide cita con él, «para que dé caña», como si la tarea de llevar a cabo cada día con amor fuera de otro. Se llega a ser puntual en cada encuentro, pero casi nunca se habla de lo profundo, de lo verdaderamente importante. He aquí un primer obstáculo con que la apertura se encuentra, y que es necesario superar apelando a la sinceridad más absoluta: Realmente, ¿quiero dejarme acompañar espiritualmente?
Un segundo enemigo encuentra en aquellos que entienden este diálogo espiritual únicamente como lugar de desahogo. También en estos casos la apertura es limitada, circunscrita a aspectos sensibles o afectivos que tocan la epidermis o incluso el corazón del dirigido, pero no a la persona entera. De un modo lógico, el acompañamiento espiritual debe dejar poco a poco paso a una mayor apertura y sinceridad, y la conversación llegará con el tiempo a aspectos más profundos de la existencia, y no solo a las discusiones puntuales, decepciones laborales o desengaños amorosos.
Independientemente de la motivación inicial, hay que estar advertido de una tercera dificultad que acecha a todo acompañamiento espiritual sostenido en el tiempo: la carcoma de la rutina. Si en las líneas precedentes se hablaba de cómo rectificar en las causas del acompañamiento espiritual, buscando que fuera lo más abierto posible, ahora se trata de permanecer en esa apertura con el paso del tiempo, a pesar de los años.
La rutina reduce a polvo la madera más noble; en este caso, el acompañamiento espiritual. Nadie es ajeno a este peligro, si bien afecta especialmente a quienes abrazaron la dirección espiritual con entusiasmo, pero el día a día abrasó lentamente la originalidad de cada jornada, quemando los más nobles deseos.
Cuando dejamos que esto ocurra, con frecuencia nos cerramos a todo lo nuevo. Ya no se tiene fe en la originalidad de Dios, y silenciosamente se desconfía hasta del amor mismo. Ya nada distinto puede ocurrir. El acompañamiento espiritual es constante, las citas puntuales, los consejos, los de siempre, pero todo tedioso.
La palabra evangélica nos puede ayudar a entender lo que trato de explicar. Cuando Jesús se refería a la sal que se vuelve sosa, con toda seguridad tenía presente su uso en los antiguos hornos. Las planchas de sal en la hoguera mejoran la eficiencia del fuego. Pero todo tiene su precio: una vez quemada, la sal pierde su propiedad, y solo sirve para ser echada afuera y «que la pise la gente» (Mt 5, 13). La sal de la vida espiritual se echa a perder cuando se quema. También la dirección espiritual; y eso se produce por una fuerte presión puntual (una mala experiencia cierra muchas conciencias), o bien por un sostenido y progresivo descuido (el mismo paso del tiempo, del que venimos hablando).
En ocasiones, esas situaciones de cansancio se ven superadas con nuevas y extraordinarias metas. Así como las empresas en crisis sale adelante con nuevas inversiones de capital, del mismo modo el alma hastiada piensa que con un fuerte empujón será suficiente. Sin embargo, no es así. Como explicaba san Josemaría «necesito prevenirte todavía contra el peligro de la rutina —verdadero sepulcro de la piedad—, que se presenta frecuentemente disfrazada con ambiciones de realizar o emprender gestas importantes, mientras se descuida cómodamente la debida ocupación cotidiana». La apertura, la sinceridad, es el mejor de los remedios al acostumbramiento, pensar «si no te habrás hastiado de luchar siempre en lo mismo, porque no buscabas a Dios; mira si ha decaído —por falta de generosidad, de espíritu de sacrificio— la perseverancia fiel en el trabajo (…): clara señal de que hemos perdido el punto de mira sobrenatural; el convencimiento de que somos niños pequeños; la persuasión de que nuestro Padre obrará en nosotros maravillas, si recomenzamos con humildad» (Amigos de Dios, n. 150).
Nuestro Padre Dios obrará en nosotros maravillas. La apertura fundamental necesaria para el trato con Dios y para la dirección espiritual permite escuchar y hacer eficaz todo diálogo sobrenatural.
Esta apertura se educa al crecer en vida interior. No importa que uno comenzara su dirección espiritual para quedar bien, o bien que el peso de los años haya carcomido algunos de sus aspectos esenciales. Se crece al caminar, y siempre hay tiempo para rectificar.
Los que se inician en esta práctiva deberán de ser extraordinariamente dóciles, para poder alcanzar la profundidad necesaria que transforma una conversación humana en camino de verdadera santidad. El director espiritual ha de tener la paciencia oportuna que abra a las almas más y más, para que Dios pueda llegar al centro mismo de sus intenciones. De nuevo, la apertura se descubre como fundamento del acompañamiento; tanto para aquellos que la perdieron, como para los que aún han de aprenderla.
Ni la costumbre ni el desahogo dan sentido suficiente al porqué del acompañamiento espiritual. Es oportuno educar continuamente el corazón a salir de sí mismo. Abrirse a que algo nuevo puede suceder; dejarse sorprender por Dios; pensar que es posible dejarse conquistar por el amor.
A partir de estas consideraciones, destaco tres disposiciones que favorecen la apertura: fe en que Dios puede cambiarnos, creer que se puede amar cada día más y no complicarse la vida innecesariamente. Entrar en ellas es adentrarse de lleno en algunas de las piezas fundamentales de la vida del espíritu.

Gaudete et exsultate (Francisco I)

117. No nos hace bien mirar desde arriba, colocarnos en el lugar de jueces sin piedad, considerar a los otros como indignos y pretender dar lecciones permanentemente. Esa es una sutil forma de violencia[95]. San Juan de la Cruz proponía otra cosa: «Sea siempre más amigo de ser enseñado por todos que de querer enseñar aun al que es menos que todos»[96]. Y agregaba un consejo para tener lejos al demonio: «Gozándote del bien de los otros como de ti mismo, y queriendo que los pongan a ellos delante de ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón. De esta manera vencerás el mal con el bien y echarás lejos al demonio y traerás alegría de corazón. Procura ejercitarlo más con los que menos te caen en gracia. Y sabe que si no ejercitas esto, no llegarás a la verdadera caridad ni aprovecharás en ella»[97].


[95] Hay muchas formas de bullying que, aunque parezcan elegantes o respetuosas e incluso muy espirituales, provocan mucho sufrimiento en la autoestima de los demás.

[96] Cautelas, 13b.

[97] Ibíd., 13a.

Comentario Domingo XXX de Tiempo Ordinario

Oración

Del Salmo 31

En ti, YHWH, me cobijo, en ti, YHWH, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
Líbrame conforme a tu justicia, tiende a mí tu oído, date prisa.
Sé mi roca de refugio, alcázar donde me salve;
pues tú eres mi peña y mi alcázar, por tu nombre me guías y diriges.

Pero yo en ti confío, YHWH, me digo: «Tú eres mi Dios». Mi destino está en tus manos, líbrame
de las manos de enemigos que me acosan.
Que brille tu rostro sobre tu siervo, ¡sálvame por tu amor!

¡Tened valor y firme el corazón, vosotros, los que esperáis en YHWH!

 

Mc 10,46-52

«46Y van a Jericó. Y al salir de Jericó, con sus discípulos y una gran muchedumbre, el hijo de Timeo, Bartimeo, un ciego mendigo, estabasentado junto al camino.

47Y al oír que era Jesús el nazareno, comenzó a gritar y decir: “¡Hijo de David, Jesús, ten misericordia de mí!”. 48Y muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: “¡Hijo de David, tenmisericordia de mí!”.

49Y, parándose, Jesús dijo: “Llamadle”. Y llaman al ciego, diciéndole:“¡Sé fuerte, levántate, te llama!”. 50Y él, arrojando su manto, dando un brinco, fue donde Jesús.

51Y Jesús, respondiéndole, dijo: “¿Qué quieres que te haga?”. Y el ciegole dijo: “Rabbuní, ¡que vea!”. 52Y Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”.

Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino».
¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Con el evangelio de hoy se cierra la gran sección del camino(8,27-10,52), que estaba enmarcada por otra curación: la del ciego de Betsaida, y que contiene las grandes enseñanzas de Jesús sobre el verdadero seguimiento o discipulado. Las dos curaciones de ciegos son símbolo que indica el proceso de aprendizaje de los discípulos de entonces y de hoy. Describen el punto de partida (el ciego de Betsaida) y el punto de llegada (el ciego Bartimeo). La curación del ciego anónimo, al comienzo de la sección, se realiza en dos momentos: en el primero, el ciego ve, pero ve mal; ve las personas como si fuesen árboles (8,24); en el segundo, por fin ve bien. Los discípulos, de entonces y de hoy, eran como ese ciego: aceptaban a Jesús como Mesías, pero no aceptaban la cruz; cuando Jesús insistía en el servicio y en la entrega, ellos discutían quién era el mayor y ansiaban los primeros puestos en el Reino. La ideología imperante influía profundamente en sus mentalidades como hoy nos influye el modo convencional de vivir. Por eso, la enseñanza de Jesús trata de que sus discípulos sean como el ciego Bartimeo: su fe en Jesús le transforma por completo y se convierte en modelo para los discípulos de todos los tiempos.

 

TEXTO

Podemos estructurar el texto en 5 partes: a) la presentación del protagonista Bartimeo y su situación inicial (v. 46); b) los gritos del ciego a Jesús y los gritos de la multitud al ciego (vv. 47- 48); c) la llamada de Jesús al ciego y cambio de actitud de la gente (vv. 49-50); d) la conversación entre Jesús y el ciego (v. 51-52a); e) la curación y consecuencias (v. 52b). En esta estructura, quedan como el centro de la composición los vv. 49- 50, donde se sitúa la acción principal que está en el centro de todas las demás: ¡levántate! Este detalle convierte en unrelato de llamada, seguimiento y discipulado, lo que era inicialmente un milagro de curación. Destaca la abundanciadel nombre de Jesús, un hecho inusual, que es también una clave de interpretación: buscar a Jesús y encontrarse con él supone una transformación radical.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Bartimeo es, para Marcos, prototipo de la ceguera de los discípulos, aferrados a sus falsas seguridades (simbolizadas en el manto) y protagonistas de una vida estática y carente de vitalidad y dinamismo creyente. Bartimeo era, al principio, unmendigo (vive de los demás), ciego (no ve), sentado (postura de inactividad, falta de movimiento y de iniciativa), junto al camino (fuera de un proyecto personal y compartido). ¿Qué características reflejan nuestra situación de creyentes a nivel personal y comunitario?

• Al oír hablar de Jesús, se enciende su deseo de encuentro con él. Sus llamadas insistentes expresan la intensidad de su búsqueda, el encendido deseo de encontrarse con él, laconfianza (= FE) que deposita en la persona de Jesús y su poder para cambiar su situación. ¿Refleja esta actitud de Bartimeo nuestra actitud creyente?

• La curación del ciego no es el único “milagro” del texto: lamuchedumbre, que primero recriminaba al ciego por llamar a Jesús y le mandaba callar, luego le da ánimos y le mandalevantarse. Pasa de ser obstáculo para el encuentro afacilitarlo, porque han escuchado a Jesús. Una escucha atenta a Jesús nos transforma y nos permite ser puentes entre él y la realidad sufriente, insuflando en ella ilusión y esperanza y ayudando a llevar a Jesús a quien tiene necesidad de él. ¿Experimentamos esa transformación en nuestros encuentros con la Palabra y la Eucaristía? ¿En qué se nota, qué cambia?

• Bartimeo acude confiadamente, con fe, a las entrañas compasivas de Jesús y obtiene respuesta: «Al instante, recobró la vista y lo seguía por el camino». Deja atrás su antigua vidade ciego, representada por su manto, que es arrojado, como Pedro, Andrés, Santiago y Juan habían dejado sus redes, barcas y familias (1,16-20), como Leví había dejado su trabajo de recaudador (2,13-14). Ahora es un hombre nuevo (“levántate”: egeiro: “resucita”), que ve, que se hace discípulo (no vive de los demás sino para los demás), que sigue a Jesús por el camino (tiene actividad, iniciativa y proyecto). Esta magnífica catequesis de discipulado ¿qué significación tiene para nosotros hoy?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo XXX de Tiempo Ordinario

XXX domingo del tiempo Ordinario
28 de Octubre 2018

Jeremías 31, 7-9; Salmo 125; Hebreos 5, 1-6; Marcos 10, 46-52

Jesús sana a Bartimeo el ciego

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte:

«¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo entonces y dijo: «Llámenlo». Y llamaron al ciego, diciéndole: «¡Ánimo! Levántate, porque él te llama». El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: «Vete; tu fe te ha salvado». Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.

 

Reflexión

Bartimeo llamaba: “Jesús, hijo de David…” ¿Por qué le llamaba esto? El insistía, aunque lo callaban. ¿Por qué? Cuando Jesús lo llamó, el ciego en seguida tiró su manto y se levantó. Como mendigo seguro que su manto era lo único que tenía, pero lo dejó por acercarse a Jesús. Jesús le pregunta, “Que quieres que haga por ti”? Jesús sabía, pero quería que se lo pidiera. ¿Le cuentas tú a Jesús lo que necesitas? Por su fe, Jesús lo sana. ¿Creemos que Jesús puede sanar hoy también? No vemos claro cuando dudamos de algo, o no sabemos qué decisión tomar. ¿Hay ahora algo que te gustaría ver claro? ¿Se lo dices a Jesús? ¿Que hizo Bartimeo después que recobró la vista? ¿Como podemos seguir a Jesús?

 

Actividades

Actuar el evangelio turnándose ser el ciego (tapar ojos con pañuelo, llevar un manto). ¿Como se sentían cuando no podían y después cuando podían ver?

 

Oración

Jesús, gracias por la vista. Enséñanos a ver tu presencia en las personas que hacen el bien a nuestro alrededor y en nuestra comunidad. Ayúdanos a ser luz para los demás con nuestras acciones de cariño, apoyo y esperanza. Gracias por ser nuestra luz en el camino al Cielo. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo XXX de Tiempo Ordinario

Jesús salió de Jericó, una de las ciudades más grandes e importantes de su tiempo. En una de las salidas, a la orilla del camino, se encontraba pidiendo limosna un ciego llamado Bartimeo, quien no tenía lugar en esta ciudad.

Pero para Jesús, Bartimeo no pasó desapercibido, y descubrió en ese pobre ciego a un hombre que lo necesitaba y que lo reconoció como El Salvador. Por eso, lo curó y lo salvó, cambiándole su vida para siempre…

Hoy, en nuestras grandes ciudades, tampoco caben los enfermos, los pobres y los débiles. Pues muchas veces, los rechazamos y los aislamos, al no estar preparados para salir adelante en un mundo tan cometido, tan rápido y tan egoísta.

Y sin embargo, en muchos de esos pobres, hay una gran fe y esperanza en Dios. Sólo que ahora Jesús nos manda a nosotros a cambiar sus vidas, a compadecernos como Él, de sus necesidades, y a extenderles una mano.

Quizás nosotros somos “los ciegos” que necesitamos pedir a Dios que nos permita ver nuestros pecados y las necesidades de los más pobres, para cambiar y ser más compasivos con ellos, como Jesús.

¿Le pido a Dios que me ayude a ver mis pecados para arrepentirme y corregirlos?

Comentario al evangelio – 24 de octubre

El Evangelio nos sigue insistiendo en que hemos de estar vigilantes a la llegada del Señor. No sabemos ni el día ni la hora, su llegada se asemeja a la sorpresa causada por la irrupción inesperada del ladrón o la inspección imprevista del amo. El Hijo del hombre llega a nuestras vidas cada día, pero, si no estamos vigilantes, nos podemos quedar sin disfrutar de la dicha de su presencia viva y vivificadora. Nos pasa muchas veces: ¡cuántas noches llegamos a la cama con el corazón vacío y triste, sin haber acogido su gracia, su sabiduría y su amor! Jesús es muy directo: la vida cristiana o se vive en clave de expectación y de constante acogida de su Presencia, que todo lo llena de sentido, o divagamos en mil distracciones que nos hacen correr de un lado a otro buscando cosas que nos sumergen en la superficialidad.

Hoy celebramos la memoria de un hombre que centró toda su existencia en la llegada de Jesucristo a su vida y en el deseo de que esta riqueza llegue, también, a la vida de sus hermanos y hermanas de todo el mundo: San Antonio María Claret. Si tuviese que sintetizar toda la vida de este gran apóstol del siglo XIX en pocas palabras, elegiría la oración que rezaba en cada misión que emprendía por los caminos de Cataluña, Canarias, Cuba y toda España, en medio de fuertes calores, fríos, guerras, calumnias y peligros: “Señor y Padre mío, que te conozca y te haga conocer, que te ame y te haga amar, que te sirva y te haga servir, que te alabe y te haga alabar por todas tus criaturas”. Como ven, esta oración expresa la hondura de una vida totalmente centrada en la acogida de la sorpresa de Dios que se conoce, se ama, se sirve y se alaba cada día, y en el deseo de que esa riqueza llegue a todos los demás. Cuando un cristiano se toma en serio la llegada de Dios a su vida, inmediatamente se convierte en un apóstol que busca por todos los medios posibles que Dios sea conocido, amado, servido y alabado.

Termino recordando la respuesta que el P. Claret dio a una persona admirada de su inmensa capacidad de trabajo apostólico, quien le preguntó: “¿cómo es posible que pueda hacer tanto? El P. Claret le respondió: “Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y haréis cosas mayores”. Allí está el desafío: estar vigilantes para acoger ese amor que es capaz de centrarnos, enamorarnos y comprometernos de lleno en la construcción del Reino de Dios.

Carlos Sánchez Miranda, cmf