Vísperas – Lunes III de Adviento

VÍSPERAS

INVOCACIÓN INICIAL

Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.

En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuánta más nieve cae,
más cielo cerca.

La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza.

Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.

SALMO 122: EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

Ant. Mirad, vendrá el Señor, príncipe de los reyes de la tierra; ¡dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro!

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mirad, vendrá el Señor, príncipe de los reyes de la tierra; ¡dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro!

SALMO 123: NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Ant. Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra.

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrolado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza hasta el confín de la tierra.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

LECTURA: 1Ts 5, 23-24

Que el mismo Diso de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. Él que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R/ Danos tu Salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

PRECES

Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:

¡Ven, Señor, y no tardes más!

Esperamos, alegres, tu venida:
— ven, Señor Jesús.

Tu que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.

Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.

Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos dle dominio de la muerte.

Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.

Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María, siempre Virgen, escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 17 de diciembre

Lectio: Lunes, 17 Diciembre, 2018

1) Oración inicial

Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María siempre Virgen, escucha nuestras súplicas y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 1,1-17
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán: Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engrendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Ajín, Ajín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abrahán hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

3) Reflexión

• La genealogía define la identidad de Jesús. El es el «hijo de David y el hijo de Abrahán” (Mt 1,1; cf 1,17). Como hijo de David, es la respuesta de Dios a las expectativas del pueblo judío (2Sam 7,12-16). Como hijo de Abrahán, es una fuente de bendición para todas las naciones (Gn 12,13). Judíos y paganos ven realizadas sus esperanzas en Jesús.
• En la sociedad patriarcal de los judíos, las genealogías traían a menudo nombres de hombres. Sorprende el que Mateo coloque a cinco mujeres entre los antenatos de Jesús: Tamar, Raab, Ruth, la mujer de Urías y María. ¿Por qué Mateo escoge precisamente a estas cuatro mujeres como compañeras de María? A ninguna reina, a ninguna matriarca, a ninguna de las mujeres luchadoras del Éxodo: ¿Por qué? Es ésta la pregunta que el Evangelio de Mateo nos deja en la cabeza.
• En la vida de las cuatro mujeres compañeras de María hay algo anormal. Las cuatro son extranjeras, concebirán a sus hijos fuera de los patrones normales y no cumplirán con las exigencias de las leyes de pureza del tiempo de Jesús. Tamar, una Cananea, viuda, se viste de prostituta para obligar al patriarca Judá a que sea fiel a la ley y a que le dé un hijo (Gn 38,1-30). Raab, una Cananea de Jericó, era una prostituta que ayudó a los Israelitas a entrar en la Tierra Prometida (Js 2,1-21). Ruth, una Moabita, viuda y pobre, optó por quedarse al lado de Noemí y adherir al Pueblo de Dios (Rt 1,16-18). Tomó la iniciativa de imitar a Tamar y de pasar la noche en la era, junto con Booz, obligándolo a observar la ley y a darle un hijo. De la relación entre los dos nació Obed, el abuelo del rey David (Rt 3,1-15; 4,13-17). Betsabé, una Hitita, mujer de Urías, fue seducida, violentada y quedó embarazada por el rey David, quien, además mandó matar a su marido (2Sm 11,1-27). La forma de actuar de estas cuatro mujeres estaba en desacuerdo con las normas tradicionales. Y sin embargo fueron estas iniciativas poco convencionales las que dieron continuidad al linaje de Jesús y trajeron la salvación de Dios a todo el pueblo. Todo esto nos hace pensar y nos cuestiona cuando damos demasiado valor a la rigidez de las normas.
• El cálculo de 3 x 14 generaciones (Mt 1,17) tiene un significado simbólico. Tres es el número de la divinidad. Catorce es el doble de siete. Siete es el número de la perfección. Por medio de este simbolismo, Mateo expresa la convicción de los primeros cristianos según la cual Jesús aparece en el tiempo establecido por Dios. Con su llegada la historia llega a su plenitud.

4) Para la reflexión personal

• ¿Cuál es el mensaje que tú descubres en la genealogía de Jesús? ¿Has encontrado una respuesta a la pregunta que Mateo nos deja en la cabeza?
• Las compañeras de María, la madre de Jesús, son bien distintas de como nos la imaginábamos. ¿Cuál es la conclusión que tú sacas para tu devoción por Nuestra Señora?

5) Oración final

¡Que su fama sea perpetua,
que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones,
y todas lo proclamen dichoso! (Sal 72,17)

Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su santa alianza -según lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

Amen. (Lc 1, 28-38)

Lunes III de Adviento

LUNES III de ADVIENTO

(17 de diciembre)

Juan es el mensajero de Dios. Es el encargado de anunciar la llegada del Mesías, del hijo de Dios. Juan quiere saber si Jesús es el Mesías, el que ha esperado y anunciado durante tanto tiempo.
Jesús le invita a mirar a su alrededor y descubrir que hay personas a las que su llegada les ha cambiado: «los cojos andan, los ciegos ven…» Nosotros sólo con abrir un poco los ojos y mirar a nuestro alrededor podemos descubrir que Dios está presente en nuestras vidas… Porque hay personas que nos ayudan, que nos impulsan, que nos perdonan, que nos quieren, que confían en nosotros, que nos apoyan. Dios se nos acerca en cada una de las personas que hacen que nuestra vida sea más fácil.

Para reflexionar

• ¿Por qué personas quiero dar hoy gracias?

• ¿A través de quien se acerca Dios a mi vida?

• ¿Cómo me acerco yo a los demás?

• ¿Soy capaz de hacer que los demás se sientan bien con mi presencia?

Oración

Gracias, Dios padre,
por hacerte cercano a mi vida.
Gracias, por todas esas personas
especiales que me ayudan a descubrirte
y que hacen mi vida agradable.

Ayúdame a tener un corazón
agradecido por todo lo recibido.
Ayúdame a ser agradecido con las personas
que me quieren y se preocupan por mí.

Gaudete et exsultate – Francisco I

Siempre a la luz del Señor

169. El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano[124]. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy. Por tanto, pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero «examen de conciencia». Al mismo tiempo, el discernimiento nos lleva a reconocer los medios concretos que el Señor predispone en su misterioso plan de amor, para que no nos quedemos solo en las buenas intenciones.


[124] En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).

Homilía – Domingo IV de Adviento

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

«SE HA FIJADO EN LA HUMILDE CONDICIÓN DE SU ESCLAVA»

«Mis caminos no son vuestros caminos», advierte el Señor. Esto es lo que de forma palmaria quieren poner de relieve las lecturas de hoy al presentarnos a quienes han tenido una responsabilidad primaria en el misterio de la encarnación y nacimiento del Enviado de Dios. ¡Con lo que a nosotros nos gusta la grandeza!

Dios, sin embargo, es desconcertante. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46), exclama Natanael cuando Felipe le va a presentar a Jesús. Era opinión general que no se sabía el lugar de origen del Mesías, porque no podía nacer en cualquier localidad pobre y humilde, y, por eso, a pesar del testimonio de la Escritura, creían en una procedencia misteriosa; pero Miqueas afirma proféticamente: «Esto dice el Señor: Pero tú, Belén de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel» (Miq 5,1).

Todo en el entorno de Jesús será humilde, pobre, irrelevante. La mujer elegida para ser su madre es una aldeana de unos dieciséis años, sin cultura, pobre, hija de unos humildes vecinos de un villorrio, llamado Nazaret, perdido en las montañas de Galilea, en el extremo norte del país. María es marginada por ser mujer en la sociedad civil y en el ámbito religioso. Jesús nace en estas condiciones como un niño más de los pocos que nacen en Belén, otra aldea a la que han viajado sus padres para inscribirse en el censo del Imperio. Aquí y así empieza el acontecimiento supremo de la historia y la mayor revolución de la humanidad. Una revolución que ha congregado a miles de millones de seguidores de aquel Niño pobre, que nacerá en el más absoluto anonimato. El tema del poder de los débiles en manos de Dios no es sólo un tema favorito de Lucas, el evangelista de los pobres, sino que es una constante de toda la Historia de la Salvación: Dios sólo puede hacer maravillas «en» y «por» quien tiene un corazón pobre, humilde y servicial.

Canta la Iglesia de sí misma por boca de María: «El Señor hace maravillas en los que se sienten humildes servidores». Confiesa Gustavo Gutiérrez, iniciador e inspirador de la teología de la liberación: «Lo que me importa de verdad es la fe de mi pueblo y la fe que tengo como gracia del Señor. Lo más interesante que hay en Iberoamérica es la fe del pueblo, la enorme entrega y santidad que hay en muchas personas que trabajan anónimamente. Ellas, y no las personalidades o los teólogos, son las que representan a la Iglesia». Esto no se contrapone a que Dios haga maravillas «en» y «por» personas muy dotadas psicológica y culturalmente, siempre que sean pobres y humildes de corazón.

Dios no sólo desea realizar milagros «en» y «por medio» de personas humildes y sencillas, sino que quiere que aceptemos sus interpelaciones proféticas. María e Isabel, a pesar de ser marginadas por su condición de mujeres en el mundo civil y religioso, profetizan. «Las mayores interpelaciones de Dios – confesaba un teólogo- las he recibido del pueblo pobre y llano».

No olvidaré la interpelación a favor de los pobres de un trabajador del antiguo astillero Bazán, un verdadero profeta. Su palabra zamarreó al hablar con una fogosidad sorprendente de la pasión de Jesucristo por los pobres y por la justicia. El silencio reverencial que provocaban sus palabras era tangible. Impresionaba escucharle la denuncia de traición de los cristianos al mensaje y a la actitud de Jesús ante los pobres y excluidos. Como garantía inequívoca de sus palabras está su vida de servicio incondicional a ellos. Dedica todo el tiempo libre después de su jornada laboral a ayudar a personas y familias a través de Caritas parroquial. ¿Vamos a taparnos los oídos ante esta interpelación como hicieron algunos pretextando: «¿Qué nos puede enseñar a nosotros esa persona sin cultura? Bien, le ha dado por la chifladura de los pobres…». Sin embargo, ¡con qué encomios ensalza el párroco su entrega!

 

A DISPOSICIÓN DE DIOS

La mera condición de persona o colectivo humilde y sencillo no convierte automáticamente en mediador eficaz de salvación. Se necesitan las actitudes y disposiciones que animaban el espíritu de María:

Pasión por el Reino. Para ser mediadores eficaces de salvación y no obstáculo es preciso estar, como María, apasionados por el Reinado de Dios con espíritu de servicio. Sólo quien ama, quien se da desinteresadamente, revela el rostro de Dios. Quien sólo se busca a sí mismo, aunque sea en las tareas más sagradas, no sólo no ayudará a que el Señor sea acogido, sino que será un estorbo y causa de negación de la fe, porque generará conflictos, confusión y descrédito. María sólo buscó servir: «He aquí la esclava del Señor» (Lc 1,38).

Cuando Juan XXIII anuncia el Concilio Vaticano II, altos dignatarios se lo rebaten con dureza como una improvisación peligrosa. Monseñor Capodevila, su secretario, que contempla la escena y es quien lo relata, le comenta: «Santidad, ¿cómo pudo tener tanto coraje para oponerse a tan altos dignatarios? ¿No sabe que le puede costar serios disgustos?». «Mira, le replica el Papa con firmeza, desde que he puesto el amor propio debajo de los pies, no le tengo miedo a nadie y me opongo con justicia a quien sea». Precisamente, porque no se buscó a sí mismo, el mundo le debe la primavera de la Iglesia que fue el Concilio.

Dejarse guiar por Dios. Es preciso averiguar y discernirlos proyectos que Dios nos tiene reservados, como María; ella dialoga y discierne la voluntad de Dios antes de pronunciar su «sí». Esto mismo hizo Pablo: «Señor, ¿qué quieres que haga?» (Hch 22,10), como han hecho siempre los grandes creyentes. No se puede ir por libre; no es cuestión de embarcarse en el primer compromiso que se me ocurre porque me resulta gratificante o por acceder a la primera llamada de un amigo, de un compañero o de un miembro de una organización. Es preciso discernir la voluntad de Dios, descubrir dónde quiere que estemos y actuemos. Y esto no sólo a nivel personal, sino también de familia, grupo o comunidad. Sólo seremos mediación eficaz en manos del Espíritu cuando con toda disponibilidad, como María, digamos: «He aquí tu servidor incondicional para hacer tu voluntad y no la mía» (Cf. Lc 1,38; 22,42).

La unión hace la fuerza. El sujeto primario de la evangelización y de la construcción del Reino es la comunidad, no el creyente individualmente. Jesús envía a los suyos en comunidad: «Id y haced discípulos de todas las naciones» (Mt 28,19), «curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios» (Mt 10,8). Difícilmente abriremos las puertas de los corazones a Cristo si cada uno de sus discípulos va de francotirador. «La unión hace la fuerza», dice el viejo refrán. En este sentido fallan rotundamente las matemáticas: «Un débil más otro débil, afirma Leonardo Boff, más otro débil, no son tres débiles, sino tres fuertes». Señala Helder Cámara: «Cuando uno sueña, pues es un sueño; cuando sueñan varios al mismo tiempo, ya es realidad». Ir por libre es, la mayoría de las veces, quemarse inútilmente y no hacer nada.

La unión es origen de grandes instituciones eclesiales y humanitarias: Francisco de Asís y otros cinco formarán el grupo de «los locos de Asís», que desencadenarán la gran revolución franciscana; otro tanto ocurre con los carmelitas, jesuitas, claretianos y demás institutos religiosos de la Iglesia.

Confianza en Dios. «No temas, María; el Señor está contigo». Y el ángel le confirma: «Para Dios no hay nada imposible» (Lc 1,28.37). Si después del discernimiento estoy seguro de que el compromiso que he abrazado es voluntad de Dios, he de estar seguro también de que el Señor me proporcionará las luces y las fuerzas necesarias para llevarlo a cabo. Como Dios a todos los profetas, el Señor resucitado le dice a Pablo: «No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo» (Hch 18,10). Esto dice también a todo el que se embarca en una aventura inspirada por él.

«Cuando sé que algo es clara voluntad de Dios, me decía un joven, nada me asusta ni me detiene». ¿Por qué asustarse ante las arduas propuestas del Señor si Él está detrás como garantía? Por eso, hemos de exclamar como Pablo: «Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?» (Rm 8,3 ).

Atilano Alaiz

Lc 1, 39-45 (Evangelio Domingo IV de Adviento)

El texto que se nos propone forma parte del llamado “evangelio de la infancia” como un género literario especial, que se puede llamar “homologese”, que es un género que no pretende ser un relato fidedigno de acontecimientos, sino más bien una catequesis destinada a proclamar las realidades salvíficas que la fe proclama sobre Jesús (que es el mesías, el Hijo de Dios, el Dios-con-nosotros).

Se desarrolla en forma de narración y recurre a las técnicas del midrash haggádico (una técnica de lectura e interpretación del Antiguo Testamento utilizada por los rabinos judíos en la época en la que fue escrito el Nuevo Testamento).

La “homologese” utiliza, preferentemente, tipologías: hechos y personas del Antiguo Testamento que encuentran su correspondencia en hechos y personas del Nuevo Testamento. Por el medio, se entremezclan elementos apocalípticos (apariciones, ángeles, sueños), destinados a hacer avanzar la narración y a explicitar las ideas teológicas y la catequesis sobre Jesús.

Esta mezcla de elementos es la que podemos encontrar en el evangelio de hoy: más que de una información “periodística” sobre hechos concretos, se trata de una catequesis sobre Jesús, hecha a partir de un conjunto de referencias sacadas del mensaje y de las promesas del Antiguo Testamento.

La primera referencia, se refiere a que, tras el saludo de María, el niño (Juan Bautista), saltó de alegría en el seno de su madre.

Se trata, evidentemente, de una indicación teológica: para Lucas, Jesús es el Dios que viene al encuentro de los hombres y que tiene un mensaje de salvación/liberación y que realiza las promesas hechas por Dios a los antepasados.

Por otra parte, la presencia de Jesús, provoca alegría; el estremecimiento gozoso de todos aquellos que esperan la realización de las promesas de Dios y que ven en la llegada de Jesús la realización de las promesas de un mundo de justicia, de amor, de paz y de felicidad para todos los hombres.

A través de Jesús, Dios va a ofrecer la salvación a todos; eso provoca un estremecimiento incontrolable de alegría, por parte de todos los que ansían la realización de las promesas de Dios.

Tenemos, después, la respuesta de Isabel al saludo de María: “Bendita tú entre las mujeres”. Se trata de palabras que aparecen en el “cántico de Débora” (cf. Jz 5,24)para exaltar a Jael, la mujer que, a pesar de su fragilidad, fue el instrumento de Dios para liberar al Pueblo de las manos de Sísera, el opresor.

María es, así, presentada, a pesar de su fragilidad, como instrumento de Dios para realizar la salvación/liberación de los hombres.

Finalmente, tenemos la respuesta de María: “mi alma alaba al Señor…”. La respuesta de María retoma un salmo de acción de gracias (cf. Sal 34,4), destinado a dar gracias a Yahvé porque protege a los humildes y les salva, a pesar de la prepotencia de los opresores.

Es un salmo de esperanza y de confianza, que exalta la preocupación de Dios para con los pobres que son víctimas de la injusticia y de la opresión. Se sugiere, claramente, que la presencia de Jesús a través de esa mujer sencilla y frágil que es María, es un signo del amor de Dios, preocupado por traer la liberación a todos los que son víctimas de la prepotencia y de la injusticia de los hombres.

Con Jesús, llegó ese tiempo nuevo de liberación, de paz y de felicidad anunciado por los profetas.

La reflexión de este texto puede tener en cuenta los siguientes puntos:

La presencia de Jesús en este mundo es, claramente, la realización de las promesas de salvación y de liberación hechas por Dios a su Pueblo.
Con Jesús, se anuncia la eliminación de la opresión, de la injusticia, de todo aquello que roba y limita la vida y la felicidad de los hombres.

Jesús, al “nacer” entre nosotros, tiene como misión proponer un mundo donde la justicia, los derechos humanos, la dignidad, la vida y la felicidad de las personas sean absolutamente respetados.
Decir que Jesús, hoy, nace en nuestro mundo, significa proponer este mensaje liberador y salvador.

Nosotros, que somos en el mundo el rostro vivo de Jesús, ¿proponemos esta buena noticia?
Los pobres, los que sufren, todos los que son víctimas de la opresión y suspiran ansiosamente por un mundo nuevo, encuentran en nuestro anuncio esta propuesta?

¿Este mensaje libertador es nuestra propuesta fundamental, o nos dispersamos en propuestas laterales (el dinero que la comunidad tiene en caja para realizar obras en la iglesia, la presentación de nuevos elementos litúrgicos, las cuestiones de organización), que dicen muy poco acerca de lo esencial?

El “estremecimiento” de alegría de Juan Bautista en el seno de Isabel, es el signo de que el mundo espera, con ansiedad una propuesta verdaderamente liberadora.
¿Nosotros, los cristianos, somos verdaderamente el vehículo de este mensaje?

La propuesta liberadora de Dios para los hombres llega al mundo a través de la fragilidad de una mujer (recordad el contexto social de una sociedad patriarcal, donde la mujer pertenece a la clase de los que no gozan de todos los derechos civiles y religiosos) que acepta decir “sí” a Dios.

Es necesario tener conciencia de que es a través de nuestros límites y de nuestra fragilidad como Dios llega a los hombres y propone su proyecto al mundo.

María, después de conocer que va a acoger a Jesús en su seno, va al encuentro de Isabel y se queda con ella, solidaria, hasta el nacimiento de Juan.
¿Tenemos conciencia de que acoger a Jesús es estar atento a las necesidades de los hermanos, ir a su encuentro, compartir con ellos nuestra amistad y ser solidarios con sus necesidades?

Heb 10, 5-10 (2ª lectura Domingo IV de Adviento)

La “Carta a los Hebreos” es un texto anónimo, escrito probablemente, poco antes del año 70 y dirigido a una comunidad cristiana constituida mayoritariamente por cristianos venidos del judaísmo. Es una comunidad en la que el entusiasmo inicial parece haber dado paso a una fe adormecida y poco comprometida; la perspectiva de nuevas dificultades provoca el desánimo y comienza a haber un peligro real de desvíos doctrinales.

La “carta” es una presentación del misterio de Cristo, subrayando especialmente la dimensión sacerdotal de su misión.

Recurriendo al lenguaje litúrgico judío, el autor presenta a Jesús como el “sumo sacerdote” de la nueva “alianza”, que hace la mediación entre Dios y los hombres.

En la secuencia, el autor aprovecha para reflexionar sobre la condición cristiana que deriva de la misión sacerdotal de Cristo: los creyentes, puestos en relación con el Padre por Cristo sacerdote, están insertos en ese Pueblo sacerdotal que es la comunidad cristiana y deben hacer de su vida un continuo sacrificio de alabanza, de acción de gracias y de amor.

El texto que se nos propone, pertenece la tercera parte de la carta (Heb 5,11- 10,39). Ahí, el autor reflexiona sobre los rasgos principales del sacerdocio de Cristo.

En el mundo vétero-testamentario, quien quería celebrar su comunión con Dios, o manifestar su entrega absoluta a Dios, u obtener el perdón de sus pecados, ofrecía en sacrificio un animal, que el sacerdote ponía en la manos de Yahvé.

Sin embargo, la inutilidad y la ineficacia de estos sacrificios habían sido ya afirmadas por los profetas (cf. Is 1,11-13; Jr 6,20; 7,22; Os 6,6; Am 5,21-25; Mi 6,6-8), porque se trataba de ritos externos, que no siempre correspondían con una actitud sincera del corazón del oferente.

Poniendo en la boca de Jesús las palabras de un salmista (cf. Sal 40,7-9), el autor de la “Carta a los Hebreos” afirma que, en el mundo de la nueva “alianza”, no es ya el sacrificio de animales el que realiza la comunión con Dios, sino la entrega absoluta del creyente a Dios; es la encarnación de Jesús, la entrega total de la vida del propio Cristo, o su respeto absoluto por el proyecto y por la voluntad del Padre, los que permiten la aproximación y la relación del hombre con Dios.

Quien quiera descubrir al Padre y acercarse a él, que mire a Jesús; porque Jesús nos enseñó, con su obediencia al proyecto del Padre, cómo debe ser esa relación de filiación con Dios.

La reflexión puede tocar, entre otros, los siguientes puntos:

La encarnación de Jesús, su “aquí estoy, Padre”, corresponde al proyecto de Dios de traer a los hombres hacia sí, de establecer con ellos una relación de filiación y de amor.
En estos días en los que preparamos la Navidad, estamos invitados a contemplar la acción de un Dios que ama de tal forma a los hombres, que envía a nuestro encuentro al Hijo, a fin de conducirnos a la comunión con él.

El encuentro con Dios, no se realiza a partir de rituales externos (la ropa, la comida, los cantos, las procesiones, las oraciones, las liturgias solemnes, el incienso, los adornos suntuosos), sino a través de lo realizado por Cristo, el Hijo que entregó su vida, para que el proyecto del Padre se hiciera presente en la vida de los hombres y para que los hombres, aprendiendo a amar y a entregarse de una forma total, acepten convertirse en “hijos de Dios”.

El encuentro con Cristo significa aprender, con él, la obediencia y la disponibilidad al proyecto de Dios.
¿Cómo nos situamos ante esta propuesta?
¿Qué cuenta más, nuestros intereses personales (aun siendo legítimos), o el proyecto de Dios?

Miq 5, 1-4a (1ª lectura Domingo IV de Adviento)

El profeta Miqueas vivió y ejerció su ministerio en Judá, entre los siglos VIII y VII antes de Cristo.

Es originario del medio rural y conoce bien los problemas de los pequeños agricultores, víctimas de los latifundistas sin escrúpulos. Por otro lado, su tierra natal (Moreset Gat) está rodeada de fortalezas militares; la presencia de esas fortalezas y de funcionarios reales, hace que los habitantes de esa región sufran violencia, robos, impuestos excesivos, trabajos forzados.

Lo más grave es que los opresores consideran que Dios está de su lado e invocan las grandes tradiciones religiosas de Israel para justificar su opresión.

El libro de Miqueas comienza describiendo (Mi 1-3) los graves pecados de Israel y de Judá subrayando, sobre todo, los pecados sociales, presentándolos como una infidelidad grave a los compromisos asumidos en el ámbito de la “alianza” y denunciando esta “teología de opresión”.

Sin embargo el texto que se nos propone hoy, está integrado en la segunda parte del libro (que la mayor parte de los comentaristas admiten que no viene de Miqueas, sino de un profeta anónimo de la época del exilio en Babilonia), donde se presentan un conjunto de oráculos de salvación, destinados a animar la esperanza del Pueblo (Mi 4-5).

El texto retoma las promesas mesiánicas.

En un cuadro de injusticia y de sufrimiento, y, por tanto, de frustración y de desánimo, el profeta anuncia la llegada de un personaje, en el futuro, que reinará sobre el Pueblo de Dios.

Ese personaje, enviado por Dios, será de la descendencia davídica, que restaurará ese tiempo de paz, de justicia y de abundancia que el Pueblo de Dios conoció en la época ideal del rey David.

En la última frase de esta lectura (“éste será nuestra paz”), define el contenido concreto de esta esperanza; la palabra “shalom” aquí utilizada, significa tranquilidad, ausencia de violencia y de conflicto, pero también bienestar, abundancia de vida, en una palabra, felicidad plena.

La reflexión de este texto puede hacerse de acuerdo con los siguientes puntos:

La lectura cristiana ve en esta propuesta de Dios transmitida por Miqueas, una referencia a Jesús, el descendiente de David, nacido en Belén.

page3image1830272La misión de Jesús no pasa, sin embargo, por la instauración del trono político de David (un reino que se impone por la fuerza, por la riqueza, por las jugadas políticas y diplomáticas), sino por la propuesta de un reino de paz y de amor en el corazón de los hombres.

Los cristianos, seguidores de Jesús, son la comunidad que aceptó la invitación para formar parte de ese “reino” de paz y de amor que Jesús vino a proponer. ¿Es ese el “reino” que nos esforzamos por construir?
¿Estamos, verdaderamente, comprometidos con la causa de la paz, preocupándonos en eliminar todo aquello que destruye la vida o la dignidad de cualquier hombre o cualquier mujer?

¿Cómo reaccionamos ante las injusticias, las arbitrariedades, el sufrimiento, la miseria: con conformismo y miedo, o con el espíritu profético de los miembros de la comunidad del “reino” de Jesús?

El mensaje de este texto nos hace constatar, también, la presencia continua de Dios en la historia humana.
A pesar del egoísmo y del pecado de los hombres, Dios continúa preocupándose por nosotros, queriéndonos indicar qué caminos recorrer para encontrar la felicidad. La venida de Cristo, aquél que es “la Paz”, se inserta en esta dinámica.

Comentario al evangelio – 17 de diciembre

Hemos iniciado la tercera semana del tiempo de Adviento. Este año coincide con las ferias de la octava de preparación a la Navidad. En estos días la liturgia de la Iglesia, por medio de las lecturas bíblicas que propone, nos invitan a profundizar en la comprensión y la vivencia de este gran misterio de fe. En medio del bombardeo publicitario de esta época que promueve una navidad superficial y de consumo. Nosotros como cristianos estamos convocados a entrar en el espíritu de estos días con una actitud más contemplativa.

A estas alturas, no viene mal preguntarnos: ¿Cómo me estoy preparando para esta Navidad? ¿Cómo dispongo mi corazón para la Encarnación de Dios? ¿Me sigue sorprendiendo este Dios que se hace niño, que se revela en la pobreza y pequeñez? ¿Me dejo robar por la efervescencia comercial de estos días la alegría y la paz?

En el evangelio de hoy encontramos los primeros versículos del texto de Mateo. El evangelista nos presenta la genealogía de Jesús, su árbol familiar. Siempre nos resulta peculiar este texto, por su esquema repetitivo y por el elenco de nombres no del todo conocidos. Mas allá de la primera impresión que nos puede dar este relato, por su forma literaria, es fundamental captar el sentido teológico que el autor nos quiere comunicar.

Mateo comienza su evangelio presentándonos la descendencia humana de Jesús. Lo coloca en la línea de descendientes de Abraham hasta llegar a “José, el esposo de María del cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1, 16). El evangelista dibuja en esta cadena generacional una breve síntesis de la historia de la salvación que encuentra su plenitud en Jesús-mesías. Uno de los valores teológicos que descubrimos en este texto es la presentación de Jesús como hijo de la humanidad. Descendiente de una historia y una cultura concreta. Con ello se subraya un aspecto fundamental de la Navidad: la encarnación de Dios en nuestra carne.

Otro detalle que llama la atención es que Mateo coloca dentro de la genealogía de Jesús a hombres y mujeres pecadores. El Mesías se encarna en nuestra historia marcada por la fragilidad humana para revestirla con una luz nueva. Con ello también se nos dice que esta buena noticia de salvación que nos trae el Emmanuel tiene un carácter universal. La salvación es para toda la humanidad. Dios no tiene miedo de encarnarse en una historia humana sucia, manchada, oscura.  Jesús entra en nuestra historia por lo débil y lo caído.

Nosotros también formamos parte de esta historia humana santa y pecadora, como aparece en la genealogía de Jesús. De ahí, la invitación para dejar que el Verbo eterno del Padre se encarne en nuestras vidas. Pidamos en este día la gracia de saber asumir nuestra propia condición débil, frágil y pecadora. Solo desde esa experiencia de redención podremos ser portadores de la salvación universal de Dios para contagiar nuestro mundo con nuestra alegría y esperanza.  

Edgardo Guzmán, cmf.