II Vísperas

II VÍSPERAS

EPIFANÍA DEL SEÑOR, solemnidad

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. El Rey de la paz ha sido glorificado por encima de todos los reyes de la tierra.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Rey de la paz ha sido glorificado por encima de todos los reyes de la tierra.

SALMO 111

Ant. En las tinieblas brilla como una luz; el Señor es justo, clemente y compasivo.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En las tinieblas brilla como una luz; el Señor es justo, clemente y compasivo.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrás todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrás todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: Tt 3, 4-5

Ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre; no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Será la bendicón de todos los pueblos.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

R/ Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
V/ Todos los pueblos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy, la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy, la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.

PRECES

Veneremos, con grandísimo gozo, a nuestro Salvador, que en este día fue adorado por los magos, y digámosle:

Salva, Señor, la vida de los pobres.

Oh Rey de las naciones, que llamaste a los magos, como primicia de los pueblos gentiles, para que te adoraran,
— danos el espíritu de adoración y servicio.

Rey de la gloria, que riges a tu pueblo con justicia,
— concede a los hombres paz abundante.

Rey eterno, que subsistes por los siglos,
— haz que tu palabra penetre en nuestros corazones como la llovizna que empapa la tierra.

Rey de justicia, que quieres librar al pobre que no tiene protector,
— ten piedad de los desgraciados y afligidos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Oh Señor, cuyo nombre es bendito por los siglos,
— haz partícipes a nuestros hermanos difuntos de las maravillas de tu salvación.

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que en este día revelaste a tu HIjo unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

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Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del Rey Herodes, unos Magos procedentes del Oriente llegaron a Jerusalén diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle”. Al oír esto el Rey Herodes se turbó y toda Jerusalén con él. Y reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y escribas del pueblo, trataba de averiguar de ellos el lugar donde nacería el Cristo. Ellos le respondieron: “En Belén de Judea, pues así está escrito por el profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti saldrá un Caudillo que regirá a mi pueblo Israel»”. Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, averiguó de ellos con exactitud el tiempo de la aparición de la estrella, y enviándolos a Belén dijo: “Id e informaos con diligencia acerca del Niño y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarlo”. Ellos, después de oír al Rey, se pusieron en camino y la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. Y entrando en la casa vieron al Niño con María, su Madre, y postrándose, le adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Mt 2, 1-12

He escuchado con atención esta sencilla narración donde se nos dice todo lo que ocurrió en la historia de los Reyes Magos y me pregunto: ¿qué me quieres decir, Jesús? ¿Qué me quieres enseñar con esta historia de los Reyes Magos? Dímelo, ¿qué es lo que me quieres enseñar? Metiéndome en tu corazón y viendo lo que Tú veías de estos Reyes, me dices muchas cosas.

En primer lugar esa frase: “Hemos visto la estrella y nos hemos puesto en camino”. Seguir a la estrella. ¿Y qué estrella, Jesús? La estrella eres Tú, pero te encuentro tantas veces disfrazado en mi historia… Disfrazado de personas o también de personas necesitadas, de cualquier prójimo o cualquier persona que está cerca de mí, de cualquier acontecimiento. Y me dices: “Vieron la estrella y la siguieron”. Y me preguntas: “¿Ves tú las estrellas del camino? ¿Ves tú mi estrella? ¿Ves tú que detrás de cada cosa, de cada acontecimiento, de cada situación estoy Yo? ¿Te pones en camino? ¿Qué haces para ponerte en camino?”. Me hacen reflexionar mucho estas dos frases: “Vieron la estrella” y “Se pusieron en camino”.

Y en mi interior surgen un montón de interrogantes: ¿cuántas estrellas…? Y a veces también qué poco me doy cuenta de todo lo que Tú haces en mi vida y que… de tantas cosas que pones en mí y no me doy cuenta. Jesús, yo te quiero pedir hoy que sepa ver las estrellas, que esté atento, porque si no estoy atento, no veo nada; si estoy en mi mundo, estoy en mis cosas… ¡no veo nada! Que sepa ver, que sepa estar atento a todo lo que Tú me vas regalando, a mi interior. Y seguir… porque Tú me vas a guiar bien. Si yo me dejo guiar por ti, llegaré a la cueva de Belén. Llegaré ahí y… ¿qué haré? Pues como los Reyes, postrarme, como una pobre necesitada, como un pobrecito que necesita todo y te ofrece todo lo que tiene, pero con alegría, con ansia, con ilusión. Así tengo que seguir mis estrellas, para postrarme ante ti y estar feliz ahí ratos y ratos, sentirme humilde, pero sentirme también regalada, sentirme agradecida de tanto como Tú me das.

Y otra frase que me gusta y me impacta y que Tú me la das para que yo entre también en tu corazón a través de ella: “Y postrándose, te adoraron”. Tengo que postrarme, tengo que ser humilde, tengo que estar ahí, delante de ti, para ofrecerte todo lo poco que tengo: ofrecerte mi cariño, mi fe, mis ansias, mi oración, mi sacrificio, todo lo que me cuesta. Ese será el incienso, el oro, la mirra. “Y postrándose, te adoraron”. Y te ofrecieron todo lo que tenían, cayendo de rodillas.

Cuántas veces Tú estás ahí, fijo, en las cosas, en el Sagrario, y tengo que mirarte en silencio, y tengo que admirarte en la Eucaristía y tengo que saber el disfraz que tienes en cada persona. Te pido hoy de todo corazón que sepa seguir la estrella, la estrella que Tú me pones en mi historia, las estrellas pequeñitas que Tú me pones en cada momento; que sepa seguirla. Y que sepa ser humilde para ofrecerte todo. Que pueda decir: “Regreso, como los Reyes Magos, con gozo, con alegría, ¡porque he visto al Señor!”. Y te lo digo: ¡Cuántas estrellas del camino!

Y allí me encontraré también con la Virgen, con San José, que también estarían adorando a su Hijo, y me uno a ellos y estoy con ellos. “Y le ofrecieron oro, incienso y mirra”. Dos palabras o tres que se me quedan grabadas en mi corazón hoy:

“Y miraron la estrella y se pusieron en camino”. “Y postrándose, le adoraron”.
“Y te ofrecieron oro, incienso y mirra”.

Esta es la gran fiesta de hoy, alegre, porque aparece la estrella que eres Tú en mi vida; alegre, porque me dices: “¡Venga!, sal de tu mundo y empieza a seguir la estrella para encontrarme”. ¡Es la fiesta de la Epifanía, de la manifestación, de la alegría, del juguete, del regalo, de los niños! Que hoy sepa postrarme muchas veces ante ti porque he seguido tu estrella, porque te he visto en las personas, porque te he querido, porque te he ansiado. Y que pueda decir: “¡He visto al Señor! ¡Gracias, eras Tú, gracias!”.

Le pido a María también que me ayude hoy a vivir esta fiesta, pero que me pregunte: ¿sé adivinar las estrellas del camino? ¿Qué estrellas se pronuncian más en mi vida? ¿Cómo las sigo… cómo las sigo? ¿Sé adorarte? ¿Cómo me postro? ¿Qué hago cuando estoy ahí postrado delante de ti? ¿Y qué te ofrezco? Hoy te quiero llevar regalos, Jesús: te regalaré mi amor, mi fe, mi sacrificio, mi ilusión, mi acción de gracias.

Fiesta de la Epifanía. Que pueda decir hoy muchas veces: “¡He visto tu estrella y quiero adorarte, quiero darte gracias!”. Que pueda decir: “Ante ti me postro, toma mi vida, toma mi ser y llénalo de ti”. Me quedo contigo, me quedo con María y repito en mí:

He visto su estrella y vengo a adorarlo

¡Que así sea hoy! ¡Que sea feliz! ¡Que disfrute así!

Francisca Sierra Gómez

Fiesta de la Epifanía o Reyes

1. Situación y contemplación

«Epifanía» significa manifestación, revelación. En doble sentido: algo o alguien que irrumpe glorioso en medio de las tinieblas, y atrae todas las miradas; algo o alguien que está oculto, y se muestra progresivamente, desvelando su «misterio».

En la vida del hombre hay epifanías en ese doble sentido, momentos fuertes en que la persona da un viraje radical; o más frecuentemente, etapas laboriosas en que uno se deja guiar por una especie de intuición, que va alumbrando, poco a poco, un nuevo sentido.

Navidad representa, también, esa doble venida del Señor: la del ocultamiento (el Mesías y Señor, en un pesebre, revelado tan sólo a los pastores) y la de la gloria (celebrada por los ángeles en el cielo, anticipando la venida definitiva del Salvador victorioso al final de los tiempos; cf. Lc 2).

Las lecturas de Epifanía nos llevan en ésa misma doble dirección:

  • El Evangelio nos habla de una estrella que sólo ven los magos paganos, oculta a los sabios y poderosos de Israel; y, sin embargo, el Niño es adorado como Mesías, en el que se cumplen los anuncios proféticos de la era de la justicia y la abundancia.
  • La lectura de Is 60 y el salmo proclaman la manifestación esplendente de Dios en la historia, la unidad de todos los pueblos, la era de la paz, en torno a Jerusalén, y el culto al Dios vivo y verdadero.

¿No es sorprendente, desproporcionado, el contraste entre el Evangelio y el Profeta?

La respuesta nos la da Pablo: entre el pobre rincón de Belén y la ciudad iluminada, capital del mundo nuevo, la Iglesia celeste, habitada por la gloria de Dios, se sitúa la misión, la etapa del entretiempo, de la fe que anuncia a Jesús, ese Niño, como el Salvador de todos los pueblos (lectura segunda).

2. Reflexión y praxis

En efecto, no puede celebrar la Epifanía de Jesús sino el que, como los magos, ha visto iluminada su vida por este Niño. Cuando así ocurre, la evidencia del don es tan grande que lo entregas todo. Eso significa adorar: el amor fascinado que se pone entero, con lo mejor que tiene, a los pies de su Rey.

De aquí nace la necesidad de no guardarse para sí el tesoro, de decirlo, manifestarlo (¡epifanía!) a los cuatro vientos, como Pablo de Tarso, o Francisco Javier, o Teresa de Lisieux (aunque ésta viviese recogida en la clausura de un convento).

Es verdad que los cristianos hemos utilizado el don de la fe como un instrumento de poder, a veces sin mala voluntad, influidos por el contexto socio-cultural (había que ir a misiones para que los pobres paganos pudiesen salvarse). A partir del Concilio Vaticano II hemos comprendido mejor que la fe no es una verdad que se impone, sino un don; más, que Dios salva de muchas maneras, no sólo perteneciendo a la Iglesia; que el camino es de respeto y diálogo…

Con todo, el que ha experimentado que la fe no es una ideología, sino el encuentro gozoso con Jesús, el Dios hombre, no podrá ya dejar de anunciarlo a los hombres.

Lo hará poniendo a la persona por encima de todo otro valor, incluso el de que llegue a ser cristiano, pues también eso lo ha descubierto a la luz de su experiencia cristiana.

Lo hará de muchos modos; y el principal, el de su propia vida, sin grandes discursos, con plena confianza en el ritmo de Dios.

Lo hará no sólo centrando su misión en la fe explícita, sino también en la solidaridad humana, pues Jesús es Mesías que revela al Padre y trae la justicia a los pobres, inseparablemente.

¿Te sientes identificado con este tema, o te queda muy lejano? Es uno de los test de madurez cristiana: la experiencia de la fe lleva directamente a la misión y al servicio.

A veces el problema está en que se siente esta necesidad de misión, pero no se sabe cómo realizarla, porque se desconfía del talante de años atrás (ideales juveniles de transformación del mundo, proselitismo ideológico…). Reflexiona sobre esto, puesta la mirada en algo tan concreto como tu familia, tus amistades y tu parroquia.

Javier Garrido

Dios se manifiesta a todos los hombres

1.- Epifanía es el otro nombre que recibe la Navidad. Es el nombre que le dieron las iglesias orientales desde el principio. Si la Navidad, fiesta de origen latino, alude al nacimiento: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros», Epifanía significa manifestación y sugiere la idea de alumbramiento o de dar a luz: «y hemos visto su gloria, gloria propia del Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad». Por consiguiente, la metáfora bíblica de esta fiesta es la luz: «la gloria del Señor que amanece sobre Jerusalén», «la revelación del misterio escondido», la estrella de los magos que vienen de oriente… Debemos esforzarnos para rescatar el auténtico significado de la fiesta que celebramos. Como tantas otras, y quizás más que ninguna esta fiesta, llamada vulgarmente día de Reyes ha sido mercantilizada y degradada.

2.- Jesús nace en Belén para todos los hombres, para los de cerca y para los de lejos, para los judíos y para los gentiles, para los pastores y para los magos que vienen de oriente. No hay acepción de personas. Pero los primeros en recibirlo van a ser los pobres, los pastores, para que se vea que «los pobres son evangelizados», como había dicho el profeta Isaías. Y, después, llegarán los magos guiados por una estrella y buscando su significado La estrella que nos conduce a todos, debe ser la que nos saca de casa, del acomodo en bienes y opiniones, de las certezas humanas, de la pretensión de poseer la verdad. Herodes interroga a los magos y termina persiguiendo a los niños inocentes. Los que se creen en posesión de la verdad lo único que hacen es enseñar «sus verdades» despóticamente al pueblo. Los magos no fueron a Belén cargados de razón, sino preocupados y encaminados por una pregunta. Se acercaron al pesebre de Belén para contemplar la verdad hecha carne.

3.- ¿Qué regalo espera Dios de nosotros? En un día de ilusión para los niños y de regalos para todos debemos hacernos esta pregunta. Dios acepta nuestra debilidad, lo que somos, nuestro pecado y nuestras fragilidades, para rehabilitarnos y hacernos plenamente felices. Quiere que descarguemos ante él las pesadas cargas que nos impiden ser nosotros mismos. Alguien me contó un cuento de Navidad que leyó en alguna parte. Lo contaré a continuación porque realiza un hermoso viaje al corazón de Jesús Niño.

“Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.

– Acércate- le dijo Jesús- ¿Por qué tienes miedo?

– No me atrevo… no tengo nada para darte.

– Me gustaría que me des un regalo – dijo el recién nacido.

El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó:

– De verdad no tengo nada… nada es mío, si tuviera algo, algo mío, te lo daría… mira.

Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja de cuchillo herrumbrada que había encontrado.

– Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy…

– No – contestó Jesús- guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos.

– Con gusto – dijo el muchacho- pero… ¿qué?

– Ofréceme el último de tus dibujos.

El chico, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús:

– No puedo… mi dibujo es horrible… ¡nadie quiere mirarlo…!

– Justamente, por eso lo quiero… siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además quisiera que me dieras tu plato.

– Pero… ¡lo rompí esta mañana! – tartamudeó el chico.

– Por eso lo quiero… Debes ofrecerme siempre lo que está quebrado en tu vida, yo quiero arreglarlo… Y ahora –insistió Jesús- repíteme la respuesta que le diste a tus padres cuando te preguntaron como habías roto el plato.

El rostro del muchacho se ensombreció, bajó la cabeza. Avergonzado, y, tristemente, murmuró:

– Les mentí… Dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era cierto… ¡estaba enojado y lo tiré con rabia!

– Eso es lo que quería oírte decir –dijo Jesús- Dame siempre lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías, tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas… No tienes necesidad de guardarlas… Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa”

José María Martín OSA

Comentario del 6 de enero

Epifanía es «manifestación»: la manifestación del Señor. ¿Pero no se había manifestado ya en la Navidad con su nacimiento? El nacimiento de Jesús es la manifestación y visibilización del Señor del Universo en el mundo, la presencia visible en él del Enmanuel, el Dios-con-nosotros. ¿Qué añade, por tanto, esta fiesta a la Navidad? Sin duda, la presencia de unos nuevos destinatarios y beneficiarios de esta Manifestación o Epifanía. Ellos son los «protagonistas» de nuestro evangelio: los Magos de Oriente. Pero ¿a qué conceder tanta importancia a estos tres personajes casi de fábula venidos del lejano Oriente? El relieve que les confiere el relato evangélico es equiparable al que les es concedido a los pastores o a otros personajes anónimos de la ‘historiografía’ de Jesús. ¿Dónde radica, pues, su relevancia?

San Pablo lo deja entrever cuando habla de la «manifestación de un misterio» que no se había revelado nunca como «hasta ahora» (este «ahora» coincide con su tiempo histórico) a sus apóstoles y profetas. ¿Y qué misterio es ése? El Apóstol lo precisa: «que también los gentiles –y no sólo los judíos- son coherederos y partícipes de la Promesa dada en Jesucristo por el Evangelio». La promesa de la herencia se hace, pues, extensiva a todos los hombres. Todos los hombres estamos llamados a heredar la salvación que se anuncia y se hace realidad con Jesucristo, ‘el Dios con nosotros’. Y los Magos son la representación de los gentiles, esto es, de los venidos de lejos o de fuera, de los no-judíos. Su valor, por tanto, está en lo que representancomo destinatarios de la salvación (un regalo) aportada por Cristo.

Pero los Magos no sólo representan a los gentiles sin más, sino a los gentiles que buscan, es decir, que están en una actitud que les mantiene abiertos a una posible manifestación salvífica de Dios: abiertos, por tanto, a la trascendencia y a la ‘voz de la Trascendencia: abiertos a los signos astrales, a los conocimientos que emanan de la investigación científica; pero también a la voz de los profetas, confiando en que en ellos y sus Escrituras resuene la voz del mismo Dios. Ello requiere un mínimo de confianza: confianza en lo que observan los sentidos, confianza en lo que deduce la razón, confianza en el testimonio sincero y creíble de los testigos de Dios en el mundo. Sin este mínimo de confianza (y humildad), sin esta apertura al mundo y a su misterio, a Dios, sin esta fe, no es posible dar crédito a nada: ni a lo que nos muestran los sentidos (que en ciertas circunstancias engañan), ni a las conclusiones de nuestros científicos (que pueden ser erradas o no del todo explicativas), ni a las revelaciones de nuestros profetas y santos.

Los Magos buscaron, preguntaron –porque no hay búsqueda sin preguntas- ¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?; preguntaron incluso en casa del enemigo (Herodes); y obtuvieron respuestas –porque las había-: En Belén de Judá (así lo anticipaba el profeta), y finalmente encontraron a ese Niño del que hablaban las profecías y las estrellas. Al parecer, aquel hallazgo colmó sus expectativas, aunque no vieron más que a un niño en brazos de su madre. Pero ellos, cayendo de rodillas, lo adoraron: lo adoraron como a su Rey y Señor. Lo adoraron porque reconocieron en él al futuro Rey de los judíos y quizá algo más. A nosotros al menos, los representados en los Magos, se nos pide que lo adoremos como al mismo Dios, como al Dios-con-nosotros: a Dios en la carne de un niño, y después, en la de un adulto y un Crucificado. Porque ser doctrinalmente cristiano es reconocer a Dios en su encarnación, en la humanidad de Jesucristo.

La cortesía palaciega exigía portar regalos al Rey anfitrión. La gratitud por el beneficio exige de nosotros una correspondencia en forma de ofrendas o de regalos. Pero ¿qué podemos regalar nosotros a Aquel que nos lo ha dado todo con su Hijo? No hay regalo proporcional a éste; tampoco es regalable Aquel de quien lo hemos recibido todo. Ese niño al que los Magos obsequiaron con regalos como a un Rey, ofreció su propia vida (ofrenda de amor) en favor de todos esos hombres representados por los Magos, en favor de todos nosotros. ¿Qué cabe esperar de nosotros, los que hemos recibido semejante regalo, sino una devolución agradecida que guarde cierta correspondencia con su ofrenda de amor?

La mejor muestra de gratitud es en primer lugar el reconocimiento del regalo y, después, la necesidad de dar algo a cambio, aunque esto sea desproporcionado. Pero el regalo sólo es talcuando es una expresión de nuestro propio afecto, es decir, cuando nos regalamos con él a nosotros mismos. Si el regalo no fuera expresión de la propia entrega, perdería todo su valor. El regalo, o es expresión de amor o no es nada; más aún, si fuese algo, sería una falsedad, una apariencia de amor inexistente. La vida, regalo de Dios, nos ha sido dada para regalarla a su vez. De no hacerlo, quedaría frustrada en su misma realidad de don. Y toda frustración genera tristeza: la tristeza de lo que queda estéril o incompleto en su realización. Pidamos al Señor de los dones en este día de su manifestación a los pueblos gentiles que abra nuestros corazones clausurados por el egoísmo a la vida en todas sus manifestaciones, que haga de nuestras vidas un don para los demás.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID,
Dr. en Teología Patrística

Episcopalis Communio – Francisco I

Art. 2

Miembros y otros participantes en las Asambleas del Sínodo

§ 1. Los Miembros de las Asambleas del Sínodo son los previstos por el can. 346 del CIC.

§ 2. Según el tema y las circunstancias, pueden ser llamados también a la Asamblea del Sínodo otros que no estén investidos del munus episcopal, cuyo rol vendrá determinado en cada ocasión por el Romano Pontífice.

§ 3. La designación de los Miembros y de los demás participantes en cada Asamblea se realizará con arreglo a la norma del derecho peculiar.

Lectio Divina – 6 de enero

Lectio: Domingo, 6 Enero, 2019

Visita de los Reyes de Oriente
Mateo 2,1-12

1. En silencio delante de Dios

La escucha orante de la Palabra exige atención, exige que tu escuchar esté orientado a Dios sólo, con toda la disponibilidad de la que es capaz tu corazón. La calidad de la oración depende mucho de la atención que pongamos. Se ha dicho que la atención es “la esencia de la oración”. Si tu búsqueda de Dios es sincera, honesta, correcta, no podrás menos que encontrar a Dios. Hoy, en este domingo en el que Dios se manifiesta como luz de los hombres, queremos pedir al Señor “la pasión de escucharlo” con las palabras de la Beata Isabel de la Trinidad: “¡Oh Verbo eterno!, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme toda docilidad para aprender todo de Vos. Luego, a través de todas las noches, todos los vacíos, todas las impotencias, quiero estar siempre pendiente de Vos y permanecer bajo vuestra gran Luz” (Elevación a la Santísima Trinidad, 21 noviembre 1904)

2. La Palabra se ilumina

a) El contexto del pasaje:

Si en el primer capítulo del evangelio de Mateo el intento del evangelista es mostrar la identidad de Jesús (quién es Jesús), en el segundo, el misterio de la figura de Jesús viene engarzado con algunos lugares que señalan el comienzo de su vida terrestre.
El pasaje litúrgico de este domingo contiene el principio del capítulo 2 de Mateo (2,1-29) al que le siguen otros tres cuadros narrativos: la fuga a Egipto (2,13-15): la matanza de los inocentes (2,16-18) y el regreso a Egipto (2,1923).
Para una mejor comprensión del mensaje en 2,1-13 resulta más provechoso subdividir el relato de los Magos en dos partes siguiendo el criterio de los cambios de lugar: Jerusalén (2,1-6) y Belén (2, 7-12). Debemos aclarar que en el corazón de la historia de los Magos encontramos una cita bíblica que focaliza la importancia de Belén en este período de la infancia de Jesús. “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá: pues de ti, saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo, Israel” (Mt 2,6).
Las dos ciudades constituyen el fondo de esta epopeya de los Magos y están unidas por dos hilos temáticos: la estrella (vv 2.7.9.10) y la adoración del Niño (vv 2.11).

b) El texto:

1 Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, 2 diciendo: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.» 3 Al oírlo el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. 4Convocando a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntaba dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
6 Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;
porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel.»
7 Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. 8 Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, Mateo 2,1-12para ir también yo a adorarle.» 9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. 11 Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. 12 Y, avisados en sueños que no volvieran a Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

3. En silencio delante de Dios

Sitúate con sencillez delante de Dios, inmerso en un profundo silencio interior; deja aparte toda otra consideración curiosa de pensamiento o imaginación; abre tu corazón a la fuerza de la Palabra de Dios.

4. Para una lectura atenta

a) El simbolismo de la estrella:

Los Magos, astrólogos orientales, dedicados a la astrología y a la predicción del destino, a veces interrogaban a los astros. Ahora, llegados a Jerusalén dicen que han “visto su estrella en su levantar”. El término “levantar”, en griego anatolê, significa, sin artículo, el Oriente (el punto cardinal por donde se levanta el sol); pero en el texto griego está el artículo y esto significa el surgir de un verdadero y propio astro. La confirmación de esto nos viene dada por un texto bíblico: “surgirá un astro de Jacob y se levantará un hombre de Israel” (Num 24,17). La estrella se convierte en figura del nuevo rey apenas nacido y les guía al lugar donde ha nacido y se encuentra. Interesante es anotar que esta estrella, no es visible en Jerusalén, sino que vuelve a aparecer a los Magos mientras ellos se alejan de la ciudad. La estrella es, verdaderamente el elemento más significativo del relato.

Primero de todo, los Magos en su largo caminar no han seguido a la estrella, sino más bien la han visto levantarse y enseguida la han asociado con el nacimiento del Mesías. Además el viaje no era hacia lo desconocido, sino que tenía como meta a Jerusalén, la ciudad a la cual acuden en peregrinación todos los pueblos de la tierra según el profeta Isaías.

La ciudad, a esta noticia de los Magos que vienen para adorar al Mesías, se conturba y se agita. Los habitantes de Jerusalén no parecen muy entusiastas y no se preocupan lo más mínimo de rendir homenaje al “nacido rey de los judíos”. Sino que, para colmo, Herodes proyecta matarlo.

Aunque en Is 1-6 la ciudad de Jerusalén está llamada a “levantarse y acoger la gloria del Señor”, ahora en Mateo se asiste a una reacción de rechazo por parte del rey y de Jerusalén con relación al Mesías nacido en Belén. Tal conducta prefigura el comienzo de las hostilidades que llevarán a Jesús a ser condenado precisamente en Jerusalén. No obstante tal reacción, que impide a los Magos acercarse a la salvación precisamente en la ciudad elegida para ser instrumento de comunión de todos los pueblos de la tierra con Dios, los acontecimientos del nacimiento de Jesús se trasladan a Belén. Dios que guía los sucesos de la historia hace que se vayan de Jerusalén los Magos, que se pongan en camino y encuentren al Mesías, en la ciudad que fue patria de David, Belén. En esta ciudad David había recibido la investidura real con la unción dada por Samuel, ahora, por el contrario, el nuevo rey recibe una investidura divina: no con óleo, sino en el Espíritu Santo (1,18.20). A esta ciudad suben ahora los pueblos, representados por los magos, para contemplar el Emmanuel, el Dios con nosotros, y para hacer experiencia de paz y de fe…

b) El simbolismo del camino de los magos:

i) Un camino lleno de dificultades, pero al final termina con éxito

El motor de su itinerario es el aparecer de una estrella, asociada enseguida al nacimiento de un nuevo rey: “ hemos visto su estrella en el Oriente” . La estrella es aquí sólo una señal, un indicio que comunica a los Magos la iniciativa de ponerse en camino. Al principio puede ser que estén movidos por la curiosidad, pero enseguida esta curiosidad se transformará en deseo de búsqueda y descubrimiento. Se da el hecho que aquel indicio de la estrella ha conmovido a los personajes y los ha empujado a buscar para encontrar una respuesta: ¿quizás a un profundo deseo? ¡Quién lo sabe! El texto muestra que los Magos tienen en el corazón una pregunta y que no temen repetirla, haciéndose inoportunos: “¿Dónde está el rey de los Judíos?”

La pregunta se la hacen al rey Herodes e, indirectamente, a la ciudad de Jerusalén. La respuesta viene dada por los expertos, sumos sacerdotes, escribas: es necesario buscar el nuevo rey en Belén de Judá, porque así lo ha profetizado Isaías: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no , la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6). El texto profético sale al encuentro de las dificultades de los Magos: la Palabra de Dios se convierte en luz para su camino.

En fuerza de aquella información, sacada de la profecía isaiana, y confortados por el reaparecer de la estrella los Magos emprenden de nuevo el camino teniendo como meta, Belén. La estrella que los guía se para sobre la casa en la que se encuentra Jesús. Es extraño que los que viven en Belén o en los alrededores de la casa en la que se encuentra Jesús no vean aquella señal. Además, aquellos que poseen la ciencia de las Escrituras conocen la noticia del nacimiento del nuevo rey de Israel, pero no se mueven para ir a buscarlo. Al contrario, la pregunta de los Magos había, más bien, provocado en sus corazones miedo y turbación. En definitiva, aquellos que están cerca del acontecimiento del nacimiento de Jesús no se dan cuenta de los acaecido, mientras los lejanos, después de haber recorrido un accidentado camino, al final encuentran lo que buscaban. Pero, en realidad, ¿qué es lo que ven los ojos de los Magos? Un niño con su madre, dentro de una pobre casa. El astro que los acompañaba era aquel sencillo y pobre niño, en el cual reconocen al rey de los Judíos.

Se postran delante de Él y le ofrecen dones simbólicos: oro ( porque se trata de un rey); el incienso ( porque detrás de la humanidad del niño está presente la divinidad); mirra ( aquel astro es un hombre auténtico destinado a morir).

ii) El camino de los Magos: un camino de fe:

No es errado pensar, que lo realizado por los Magos haya sido un auténtico camino de fe, mucho más, ha sido el itinerario de aquéllos que, aunque no pertenecen al pueblo elegido, han encontrado a Cristo. Al comienzo de un camino hay siempre una señal que pide ser vista allí donde todo hombre vive y trabaja. Los Magos han escrutado el cielo, para la Biblia sede de la divinidad, y de allí han tenido una señal: una estrella. Pero para comenzar el recorrido de fe no basta escrutar los signos de la presencia de lo divino. Un signo tiene la función de suscitar el deseo, que necesita para realizarse un arco de tiempo, un camino de búsqueda, una espera. Es significativa la expresión con la que Edith Stein describe su camino de fe: “Dios es la verdad. Quien busca la verdad, busca a Dios, conscientemente o no”.

Un verdadero deseo provoca preguntas. Los Magos, por su parte, encuentran a Jesús porque tienen en su corazón fuertes interrogantes. Tal experiencia del encuentro con Jesús es, verdaderamente, una provocación para la pastoral: se impone la necesidad de no privilegiar una catequesis hecha de certezas o preocupada por ofrecer respuestas prefabricadas, cuanto de despertar en el hombre de hoy preguntas significativas sobre cuestiones cruciales de la humanidad. Es lo que sugiere un obispo del centro de Italia en una carta pastoral: “Presentar a Cristo y al Evangelio en conexión con los problemas fundamentales de la existencia humana (vida-muerte, pecado–mal; justicia-pobreza, esperanza-desilusión, amor–odio, relaciones interpersonales familiares, sociales, internacionales…), donde se evita lo desfasado entre las preguntas de la humanidad y nuestras respuestas”. (Mons. Lucio María Renna, O.Carm.)

La respuesta, como nos enseña la experiencia de los Magos, se encuentra en la Biblia. Y no se trata sólo de un conocimiento intelectual o de un saber acerca del contenido de las Escrituras, como en el caso de los escribas, sino en un acercarse a ella guiado por el deseo, por la pregunta. Para los Magos aquella indicación contenida en las S. Escrituras fue iluminadora para cumplir la última etapa de su camino: Belén. Además la Palabra de Dios les permitió ver en los sencillos y humildes signos de una casa, del niño con María, su madre, al rey de los judíos, el esperado de Israel.

Los Magos adoran y descubren en Jesús a aquel que habían con tanta ansia buscado. El lector, por un lado se sorprenderá por la desproporción existente entre los gestos y dones de los Magos y la humilde realidad que se presenta a sus ojos; pero, por otra parte, está seguro que aquel niño, que los Magos adoran es precisamente el Hijo de Dios, el esperado Salvador del mundo. Y así el itinerario se convierte en itinerario de todo lector que lee esta significativa historia de los Magos: quien busca, aunque parezca que Dios está lejos, puede encontrarlo. Aquéllos que, por el contrario, presumen de saber todo de Dios y creen tener asegurada la salvación, corren nel riesgo de privarse del encuentro con Él. En una catequesis habida en Colonia con ocasión de la XX Jornada de la Juventud así se expresaba el arzobispo Bruno Forte: “los Magos representan a todos los buscadores de la verdad, listos a vivir la existencia como un éxodo, en camino hacia el encuentro con la luz que viene de lo alto”

Además la experiencia de los Magos nos enseña que en toda cultura, en todo hombre hay esperanzas profundas que necesitan ser saciadas. De aquí la responsabilidad de leer los signos de Dios presentes en la historia de los hombres.

5. Para meditar

– Después de la lectura de este pasaje del evangelio ¿estoy disponible a revivir el camino de los Magos?
– ¿Qué dificultades encuentras en el profundo conocimiento de Jesucristo? ¿Cómo puedes superarlas?
– En tu búsqueda de la verdad ¿sabes confiarte, ponerte en camino y a la escucha de Dios?
– A la luz de la Palabra, ¿qué cosa puede cambiar en tu vida?

6. Salmo 72,1-11

Es un salmo real, compuesto para festejar al rey en el día de su subida al trono. La primitiva comunidad cristiana no ha tenido ninguna clase de dudas en ver en estas imágenes el retrato del Mesías.

Confía, oh Dios, tu juicio al rey,
al hijo de rey tu justicia:
que gobierne rectamente a tu pueblo,
a tus humildes con equidad.

Produzcan los montes abundancia,
justicia para el pueblo los collados.
Defenderá a los humildes del pueblo,
salvará a la gente pobre
y aplastará al opresor.

Durará tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;
caerá como lluvia en los retoños,
como rocío que humedece la tierra.

Florecerá en sus días la justicia,
prosperidad hasta que no haya luna;
dominará de mar a mar,
desde el Río al confín de la tierra.
Ante él se doblará la Bestia,
sus enemigos morderán el polvo;
los reyes de Tarsis y las islas
traerán consigo tributo.
Los reyes de Sabá y de Seba
todos pagarán impuestos;
ante él se postrarán los reyes,
le servirán todas las naciones.

Doxología

También nosotros te damos gracias
Padre Santo cuyo nombre es sublime;
con el Hijo y el Espíritu Santo
siempre gloria por los siglos eternos.

7. Oración final

Sí, ¡Amén!
Te lo decimos ¡oh, Padre!
con todo el corazón
sintonizados con el corazón de tu Hijo
y de la Virgen María.
Te lo decimos con toda la Iglesia
y por todo el género humano.
Haz que, reunidos en el amor,
después del “sí” en la hora de la cruz
podamos con voz unánime,
en potente coro,
en silencioso esplendor,
cantarlo eternamente
en el santuario del cielo.
¡Amén! ¡Aleluya!
(Ana María Canopi)

Domingo de Epifanía

El contenido de la festividad de la Epifanía aparece claramente en los textos. Isaías (1ª lec. 60, 1-6) promete al pueblo judío  el amanecer de Dios sobre él. San Pablo (2ª lec. Ef. 3, 2-3, 5-6 extiende la promesa a todos los pueblos. El evangelista (3ª lec. Mt. 2, 1-12) escenifica la universalidad con el relato de los magos.

Efectivamente: el relato de los Magos corresponde a una escenificación de la intencionalidad universalista de la venida de Jesús al mundo. Hoy discutir sobre la amplitud de esa intencionalidad carece de sentido pero no así en los primeros tiempos en los que el cristianismo se extiende en un ambiente judío que tiene  conciencia de ser el único pueblo elegido por Dios.

Una de las primeras discusiones que se originaron en el seno de la Iglesia fue debida a la pretensión de los judeocristianos  de hacer pasar por algunos ritos del judaísmo a quienes quisieran ser cristianos.

En ese contexto es normal que los Evangelistas quisieran escenificar el valor universal de la venida de Jesús. Así es como se entiende la aparición a los pastores, gente en aquel entonces, era tenida por  hombres  pecadores.

De la misma manera hemos de entender el episodio de los Magos. La entrada   en escena,  de unos personajes  que no sabemos ni quienes ni cuantos ni de dónde vienen, guiados por una estrella que se oculta en Jerusalén pero que vuelve a lucir al abandonar la ciudad, muestra claramente la intencionalidad de la narración. Jesús convoca a todas las gentes y las convoca porque Él ha venido para ser la luz que ilumine a todos los que se dejen ser iluminados por Él. El relato que acabamos de escuchar es simplemente  una de las varias escenificaciones que aparecen en los Evangelios. Pronto recordaremos otra: el Bautismo de Jesús.

Es importante insistir en estas cosas porque la información infantil que recibimos en la catequesis, acomodada a nuestras entendederas de aquel entonces  y   no ampliada luego en la edad adulta,   puede inducirnos a dudas, –muchas veces provocadas con mala intención por los detractores del Cristianismo-  que carecen de todo fundamento.

Estas navidades, en pleno siglo XXI me preguntaron varias personas si era verdad lo del nacimiento de Jesús porque habían oído en alguna emisora o cadena de televisión que el 25 de diciembre era una fiesta pagana y que los cristianos nos habíamos apoderado de ella como fiesta del nacimiento de Jesús. Es increíble que esto pueda ser cuestión hoy en día para “cristianos veteranos”.

La fecha del nacimiento de Jesús nos es desconocida  porque a los evangelistas lo que les interesa comunicarnos  es que nació Jesús, sus predicaciones y su obra. Hoy los historiadores detallan una serie de datos que en aquellos tiempos no se valoraban no solo por los Evangelistas sino también por los historiadores de aquella época.

Aprovechando las fiestas paganas en honor de Saturno, las saturnales, como comienzo del alargamiento de los días, -el nacimiento del sol-  los cristianos pensamos que siendo Jesús la Luz del mundo, -nuestro sol espiritual- , se podía celebrar su nacimiento en esas fechas.  Pero esto debería ser perfectamente conocido a estas alturas por todos los cristianos sin padecer la más mínima duda respecto del hecho del nacimiento de Jesús. Una cosa es el hecho y otra la fecha en la que se señala. Distinto es la fecha de su muerte porque esa sí sabemos que era en la pascua judía, en el mes de Nisán. No es que los evangelistas quisieran señalar la fecha sino que les venía dada por el solemne acontecimiento judío de la celebración de la Pascua.

Quizás un buen compromiso de esta pequeña reflexión en este domingo de Epifanía sea la de preocuparnos de leer alguna obra en la que se traten estos temas con rigor científico excluyendo todo sistemático y obsesivo  ataque al cristianismo.

Desde un punto de vista más “doméstico” siendo hoy también la entrañable fiesta de los Reyes no olvidemos poner en los deseos de los demás nuestro afecto y  nuestra ayuda. Mucha gente espera impaciente una sonrisa, una palmada en la espalma, una palabra de consuelo o una ayuda material.

“Echárselo” nosotros en su desesperada esperanza será la mejor forma de agradecer  lo que Jesús nos “puso” a todos nosotros un día, allá en Belén  cuando nació: el mensaje de su  amor. Que así sea. 

Pedro Sáez

¿No sabíais…?

Aunque litúrgicamente el tiempo de Navidad continúa hasta el próximo domingo en que se celebrará la fiesta del Bautismo del Señor, la Solemnidad de la Epifanía supone para la mayoría el final de la Navidad: terminan las vacaciones escolares, desaparecen los adornos de las casas y todo vuelve a la rutina habitual. Por eso, en este último día de fiestas, podemos pensar: ¿Qué ha quedado de la Navidad, en nosotros y a nuestro alrededor?

En el Evangelio hemos escuchado que Herodes, al enterarse por los Magos del nacimiento del Rey de los judíos, se sobresaltó y todo Jerusalén con él. Herodes representa a los poderes de este mundo, que actúan al margen de Dios y que, por eso mismo, ven en la fe cristiana una amenaza para sus intereses. Pero también en nuestro ambiente más cercano se produce esa situación: “La mayoría de las personas prescinden de lo religioso, prescinden de Dios, de la fe y de la Iglesia. Estamos ante una época de fuerte secularización, que va invadiendo de forma integral la vida de las personas, desarrollando una manera de pensar en la que Dios, no es que no sea el motor de sus vidas, sino que Dios no tiene sitio”. (Ser y misión de la ACG).

En esta realidad política, social, laboral, familiar… vivimos inmersos nosotros. Y tenemos que preguntarnos si, como los Magos, provocamos “sobresalto” a los “Herodes” de turno. Porque quizá en nuestra Navidad se nos han visto adornos, comidas, regalos… pero no se nos ha visto adorar al Niño. Muchos cristianos tienden a ver la fe como algo privado o individual, que no debe tener repercusiones en la vida política, social o laboral: “Muchos cristianos tienen en su modo de vida rasgos de un modo de vivir secularizado, de una vida en la que Dios no encuentra el sitio que le corresponde. El mensaje cristiano se reduce a aquello que sabemos que no va a crear un roce con el contexto cultural actual. Algunos cristianos omiten elementos fundamentales de la fe para no entrar en desacuerdo con los no creyentes” (Ser y misión de la ACG). De este modo quizá estaremos más tranquilos, pero no provocaremos ningún “sobresalto”.

Sin embargo, la celebración de la Navidad debe habernos dejado esta convicción: “que Jesús, el Hijo único de Dios, se ha hecho hombre entre los hombres y que se ha comprometido con nosotros y con la Historia. Por ello, el seguimiento de Cristo nos ha de llevar a plantear la vocación cristiana como una forma de vida comprometida con la realidad que nos rodea. O somos cristianos en medio del mundo o no lo somos de ninguna manera. El testimonio y el compromiso son el único modo posible de vivir la fe” (Llamados por la gracia de Cristo).

Por eso, al llegar la Navidad a su fin, los Magos de Oriente son un modelo para que se nos note que nosotros adoramos al Dios que nace, y así “sobresaltar” a nuestro entorno y a los “Herodes” del mundo. Y esto lo podemos hacer con normalidad, sin exhibicionismos ni acomplejamientos, como dijo el Papa San Pablo VI en “Evangelii Nuntiandi” 21: “Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Surgirán otros interrogantes, más profundos y más comprometedores, provocados por este testimonio que comporta presencia, participación, solidaridad”.

¿Qué ha quedado de la Navidad, en nosotros y a nuestro alrededor? ¿La adoración al Dios que nace ha ocupado un lugar primordial o han prevalecido otras cosas? ¿Mi fe provoca “sobresaltos” en los “Herodes” de mi alrededor, o prefiero ocultar mi fe para evitarme complicaciones?

La Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios, se nos tiene que notar en la normalidad de nuestra vida familiar, laboral, social… viviendo la fe sin exhibicionismos ni acomplejamientos. Como los Magos, no tengamos miedo de provocar “sobresaltos” en los “Herodes” que nos rodean, porque como dice el Papa Francisco en “Evangelii Gaudium” 183: “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra”.

Una nueva estrella se enciende en lo alto

1.- LA ENTREGA DE UN DON. – El profeta canta lleno de alegría y exhorta a Jerusalén para que también se llene de gozo: «Vienen todos los de Sabá, trayendo incienso y oro…” (Is 60, 6). Contempla como la luz hace retroceder a las tinieblas. Como el Bien vence al Mal y se inicia la salvación de los hombres que sólo Dios puede otorgarnos. Vislumbra extasiado como el Dios de los cielos nace en la tierra. El nuevo y definitivo Rey de Israel, el Hijo de David anunciado como redentor nace y con él la esperanza, la alegría y la paz.

 Y como a Salomón, el otro hijo de David, vienen desde las tierras del sur y de este, de Sabá y de Madián, a festejar su grandeza, a rendirle pleitesía. Para ello llegan cargados de dones: oro, incienso y mirra. Elementos valiosos y altamente significativos. Expresión de su amor y de su fe. Ratificación de sus sentimientos mediante la entrega de algo de sí mismos, de un don que pruebe la autenticidad de su reconocimiento y admiración.

2.- LA LLAMADA DE UNA ESTRELLA. – San Pablo nos recuerda que «…también los gentiles son coherederos…» (Ef 3, 5). Hoy es el día en que conmemoramos, revivimos, el momento en el que Dios se manifiesta a los gentiles, es decir, cuando el Señor abre las puertas de su Reino a todos los hombres, sean o no hebreos, pertenezcan o no al pueblo judío, el elegido en primer lugar. Hasta que Cristo nace los que no fueran descendientes de Abrahán no podían entrar en el Reino de Dios. Eran los gentiles, gente impura cuya cercanía manchaba, hasta el punto de que no se podía entrar en sus casas sin quedar impuros ante Dios.

Todo aquello desaparece y el Señor destruye sus fronteras. Con el nacimiento de Cristo, una nueva estrella se enciende en lo alto de los cielos, su luz brilla con claridad y fuerza, es un signo visible del amor de Dios, de su llamada insistente y persuasiva para que cada uno siga el camino marcado por la luz de la fe en Cristo, un camino distinto y personal, uno pero igual para todos ya que a todos nos llama Dios a ser santos.

3.- SE HAN ABIERTO LOS CAMINOS DIVINOS DE LA TIERRA. – San Mateo nos recuerda hoy que los reyes magos “…se marcharon a su tierra por otro camino» (Mt 2, 12). Dios premió su constancia y abnegación, su firme fe y su acendrada esperanza. Aquella estrella que tenía un brillo especial les llamó la atención desde el primer momento. Por otro lado, había un clima universal de expectación, en una parte y en otra se oía decir que vendría un Salvador. Además la situación en muchos lugares de la tierra era cada vez más penosa, los anhelos de salvación eran profundos. Por eso no era extraño que Dios se apiadara y enviase al Mesías esperado.

Aquellos magos de Oriente vinieron por un camino y se marcharon por otro, vinieron con la ansiedad de quien busca y se marcharon con el gozo del que ha encontrado lo que tanto buscaban. El camino de ida era incierto y penoso, el de vuelta seguro y alegre… La estrella sigue brillando, «se han abierto los caminos divinos de la tierra», repetía el San Josemaría. Pero es preciso recorrerlos, avanzar hacia Cristo para seguir caminando con seguridad y esperanza, con alegría y paz.

Antonio García-Moreno