Me gusta verte, Jesús, en la fila de los humanos,
como un pecador más,
que pide perdón por sus fallos
y que renuncia a una manera concreta de vivir.
Cuando te bautizaron, Dios explicó
que tú eres su hijo muy amado,
su predilecto, que es lo mismo
que nos dices al bautizarnos.
Para Ti, somos todos predilectos,
especialmente amados cuando estamos peor.
Quiero darte gracias por mi bautismo,
por haberme elegido para ser de los tuyos,
por regalarme el tesoro de mi fe en Ti,
por ayudarme a vivir con un código concreto,
con el Evangelio por modelo
y con tu vida por testigo.
Yo quiero hoy renovar mi bautismo
y por ello renunciar de nuevo a la vida inhumana,
a explotar a nadie y a vivir mejor que él,
a no expresar el amor y robárselo a los míos,
a vivir una vida mediocre y sin sentido,
a acomodarme, sin luchar por la justicia,
a sentirme superior a nadie
o creerme en la verdad,
a hablar mal de otros o criticar,
a dejarme llevar por la sociedad de consumo,
a caer en los mil deseos que ella me genera,
a marcar distancias con otros hermanos,
a tratar con diferencias a inmigrantes y pobres, a toda prepotencia ideológica, económica o intelectual,
a toda acción que dañe a alguna persona,
a acaparar bienes materiales, sin compartirlos,
a tener más que nadie a todos los niveles,
a acomodarme en mi bien vivir,
sin mirar al hermano,
a tener privilegios que me distancien de otros,
a creerme en la verdad y a pensar sólo en mí.
Ayúdame Señor para que mis renuncias sean verdaderas,
no se vayan a quedar sólo en palabras fáciles,
sino en hechos concretos y en vida vivida contigo y a tu manera.
Tuyo soy, Señor,
y quiero hacer tu voluntad.
Mari Patxi Ayerra