Vísperas – Viernes II de Navidad

VÍSPERAS

VIERNES II de NAVIDAD

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Diso es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando y sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

LECTURA: Rm 8, 3-4

Dios envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo víctima por el pecado, y en su carne condenó el pecado. Así, la justicia que proponía la ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos por la carne, sino por el Espíritu.

RESPONSORIO BREVE

R/ Será la bendición de todos los pueblos.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

R/ Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
V/ Todos los pueblos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Habiendo recibido en sueños un oráculo, los magos se marcharon a su tierra por otro camino.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Habiendo recibido en sueños un oráculo, los magos se marcharon a su tierra por otro camino.

PRECES

Oremos al Padre que ha constituido a Cristo, luz de las naciones:

Padre nuestro, escúchanos.

Haz, Señor, que tu Iglesia se extienda por toda la tierra,
— para que se manifieste la gloria de tu Hijo.

Padre eterno, que guiaste hasta tu Hijo a los sabios de oriente,
— manifiéstalo también a los que buscan la verdad.

Atrae a las naciones hacia tu luz admirable,
— para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla.

Envía trabajadores a tu mies,
— para que los pobres sean evangelizados y se proclame el tiempo de la misericordia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede a los difuntos la plena redención de sus culpas,
— para que gocen de la victoria que nos ha conseguido tu Hijo Jesucristo.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, tú que has anunciado al mundo, por medio de la estrella, el nacimiento del Salvador, manifiéstanos siempre este misterio y haz que cada día avancemos en su contemplación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 11 de enero

Lectio: Viernes, 11 Enero, 2019

1) Oración inicial

Dios todopoderoso: tú que has anunciado al mundo, por medio de la estrella, el nacimiento del Salvador, manifiéstanos siempre este misterio y haz que cada día avancemos en su contemplación. Por nuestro Señor. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Lucas 5,12-16
Estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Él extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra. Le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.»
Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

3) Reflexión

• Un leproso llega cerca de Jesús. Era un excluido. Debía vivir alejado de los demás. ¡Quien lo tocara quedaría impuro! Pero aquel leproso tenía mucho valor. Transgredió las normas de la religión para poder llegar cerca de Jesús. Dice: Señor si quieres, puedes limpiarme. O sea: “¡No necesitas tocarme! ¡Basta con que el Señor quiera para que yo quede sano!” La frase revela dos enfermedades: 1) la enfermedad de la lepra que vuelve a alguien impuro; 2) la enfermedad de la soledad a la que estabacondenado por la sociedad y por la religión. Revela también una gran fe del hombre en el poder de Jesús. Profundamente compadecido, Jesús cura las dos enfermedades. Primero, para curar la soledad, toca al leproso. Es como si dijera: “Para mí, tú no eres un excluido. ¡Yo te acojo como hermano¡” Luego, cura la lepra diciendo: ¡Lo quiero¡ ¡Queda limpio!
• Para poder entrar en contacto con Jesús, el leproso había transgredido las normas de la ley. Asimismo, para poder ayudar a aquel excluido y revelarle así un nuevo rostro de Dios, Jesús no sigue las normas de su religión y toca al leproso. En aquel tiempo, quien tocaba a un leproso era considerado impuro por las autoridades religiosas y por la ley de la época.
• Jesús no sólo cura, sino que además quiere que la persona curada pueda convivir. Reintegra a la persona en la convivencia. En aquel tiempo, para que un leproso fuera acogido de nuevo en la comunidad, necesitaba de un certificado de curación de parte de un sacerdote. Es como hoy. El enfermo sale del hospital sólo con un documento firmado por el médico de la planta. Jesús obliga al leproso curado a que busque un documento, para que pueda convivir con normalidad. Obliga a las autoridades a que reconozcan que el hombre ha sido curado.
• Jesús prohibió al leproso que hablara de la curación. El evangelio de Marcos informa que esta prohibición no fue respetada. El leproso, en cuanto salió, empezó a hablar y a contar detalladamente todo el asunto. Resultó que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares apartados (Mc 1,45). ¿Por qué? Porque Jesús había tocado al leproso. Por esto, según la opinión de la religión de aquel tiempo, ahora él mismo era un impuro y tenía que vivir apartado de todos. No podía entrar en las ciudades. Y Marcos manifiesta que al pueblo poco le importaban estas normas oficiales, pues de todas parte llegaban a donde él estaba (Mc 1,45). ¡Subversión total!
• El doble mensaje que Lucas y Marcos dan a las comunidades de su tiempo y a todos nosotros es éste: 1) anunciar la Buena Nueva es dar testimonio de la experiencia concreta que se tiene de Jesús. El leproso, ¿qué anuncia? Cuenta a los demás el bien que Jesús le ha hecho. ¡Sólo esto! ¡Todo esto! Y este testimonio lleva a los demás a aceptar la Buena Nueva de Dios que Jesús nos trajo. 2) Para llevar la Buena Nueva de Dios a la gente, no hay que tener miedo de transgredir las normas religiosas que son contrarias al proyecto de Dios y que dificultan la comunicación, el diálogo y la vivencia del amor. Aunque esto conlleve dificultades para la gente, como lo fue para Jesús.

4) Para la reflexión personal

• Para ayudar al prójimo, Jesús transgredió la ley de la pureza. ¿Existen hoy leyes en la iglesia que dificultan o impiden la práctica del amor hacia el prójimo?
• Para poder ser curado el leproso tiene valor ante la opinión pública de su tiempo. ¿Y yo?

5) Oración final

¡Celebra a Yahvé, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!,
que refuerza los cerrojos de tus puertas
y bendice en tu interior a tus hijos. (Sal 147,12-13)

Comentario del 11 de enero

El evangelio de Lucas narra el encuentro de Jesús con un enfermo de lepra. El leproso, al ver a Jesús, cayó de rodillas ante él y le suplicó: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Al enfermo le mueve la fe que tiene en el sanador y su deseo de curación. Pero presenta su petición como una súplica, desde la conciencia de la propia indignidad. El leproso se acerca a Jesús como un mendigo que pide la limosna de la salud. Por eso se humilla ante él y solicita su favor. Y subordina su deseo del don a la voluntad del donante: si quieres, puedes. Recurre a su poder, pero lo hace depender de su voluntad. Tiene una fe ciega en su poder, pero no quiere arrancarle el beneficio por la fuerza. Ante él se sitúa como ante su Señor, y le suplica le sea concedida la gracia que está en su poder. Y Jesús, que siempre se deja mover a compasión, responde con prontitud a esta llamada de auxilio. No se hace de rogar, porque entiende que las disposiciones del leproso (fe, humildad) son las idóneas. Extendió inmediatamente la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio. Y en seguida –nos dice el evangelista- le dejó la lepra.

El querer del sanador coincide con el imperioso deseo del enfermo. Basta el encuentro de estas dos voluntades para que se produzca el milagro y el leproso pueda recuperar la salud. Finalmente Jesús le recomienda que no divulgue el hecho y que se presente –tal como estaba mandado en la ley levítica- al sacerdote para que confirme la curación y pueda reintegrarse a la vida ordinaria, y que ofrezca por su purificación lo mandado por Moisés (es decir, por la ley mosaica). De este modo obraría con corrección –esto es, de manera ajustada a la ley- y daría un buen testimonio de lo que debe hacerse en estos casos. Con tales recomendaciones se pone de manifiesto que Jesús también está pendiente de los detalles y quiere evitar, por un lado, una publicidad que podría resultar nociva para su misión, y por otro, el escándalo que podría causar la conducta del leproso, ya curado, si no se sometía a las normas levíticas todavía en vigor.

A pesar de estas recomendaciones, el evangelista señala que su prestigio de sanador se iba dilatando más y más, que se hablaba de él cada vez más y que mucha gente acudía a oírle y a que les curara de sus enfermedades. Por mucho que se intentara mantener en secreto o evitar la publicidad de estas acciones, lo cierto es que poco se podía conseguir, porque en estas intervenciones siempre había testigos o porque resultaban tan admirables para el propio beneficiario que no podía mantenerlas en completo silencio. La sola presencia (pública) del Maestro con sus palabras y sus acciones generaba publicidad, y ésta fama. Por eso atraía a las multitudes y se hablaba cada día más de él. Pero no era inusual que, cuando esto sucedía, Jesús se retirase a la soledad, al despoblado, para orar. Si las multitudes tenían necesidad de él, porque estaban como ovejas sin pastor, él tenía necesidad de estar a solas con su Padre. Por eso hay momentos en los que se retira a esa soledad habitada en la que la presencia de Dios Padre se le hacía quizá más íntima y diáfana.

Ante el Señor todos somos leprosos, enfermos o indigentes. Todos estamos faltos o necesitados de algo, ya sea la salud, o la juventud, o la inocencia perdidas, ya sean los daños o agresiones sufridas, ya sea el amor no correspondido, ya sea la plenitud aún por lograr. Todos tenemos, pues, algo que suplicar, aunque no sea más que el mantenimiento de la felicidad alcanzada o de los dones recibidos. Todos podemos acudir a él, como el leproso del evangelio, solicitando su favor (=gracia) para nosotros, nuestros hijos o nuestros seres queridos. Ojalá lo hagamos con la convicción de que seremos escuchados con prontitud. Pero esto requiere al menos dos cosas: fe y humildad. ¿Cómo acudir sin fe? ¿Y cómo tener fe sin humildad? La fe precisa una base muy sólida de humildad. Sin esta tierra (= humus) no puede florecer la fe (= flor). Pidamos, por tanto, que el saber no nos robe la humildad y que la humildad mantenga viva nuestra fe.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Episcopalis Communio – Francisco I

Art. 7

Transmisión de las contribuciones preparatorias a la Secretaría General del Sínodo

§ 1. Cada Iglesia particular envía la propia aportación al Sínodo de los Obispos de las Iglesias patriarcales y arzobispales mayores, o al Consejo de los Jerarcas o a la Asamblea de los Jerarcas de las Iglesias sui iuris, o a la Conferencia Episcopal del propio territorio. Dichos organismos, a su vez, transmiten una síntesis de los textos recibidos a la Secretaría General del Sínodo.

Del mismo modo lo hacen la Unión de los Superiores Generales y la Unión Internacional de las Superioras Generales con las aportaciones elaboradas por los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

Los Dicasterios de la Curia Romana transmiten directamente su aportación a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.

§ 2. Permanece íntegro el derecho de los fieles, singularmente o asociados, de enviar directamente su aportación a la Secretaría General del Sínodo.

Estamos bautizados con Espíritu Santo y fuego

1.- Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. San Juan Bautista bautizaba con agua, Jesús bautizaba con Espíritu Santo y fuego. Juan Bautista bautizaba para que se convirtieran a la Ley y así, mediante las buenas obras que prescribía la Ley, alcanzaran la salvación; Jesús bautizaba para que recibieran el Espíritu Santo y para que el fuego del Santo Espíritu quemara todos sus pecados y les hiciera hijos de Dios. Para Juan era la Ley y las obras de la Ley las que salvaban, para Jesús es el Espíritu Santo el que salva. San Pablo repetirá esto, algunos años más tarde, a las primeras comunidades de la diáspora: no son las obras de la Ley; es Jesús el que salva. Pero el bautismo de Jesús es aún más exigente que el bautismo de Juan, porque bautizarse en el bautismo de Jesús exige fe en Jesús y, consecuentemente, fidelidad a él. San Juan Evangelista, en su evangelio y en sus cartas, nos dirá también esto mismo reiteradamente: el que cree en Jesús está salvado, el que no cree en Jesús es el anticristo. No debemos olvidar que para los hebreos la fe es fidelidad: creer en Dios es fidelidad a Dios y creer en Jesús es ser un buen discípulo de Jesús, serle fiel. Todos nosotros, los que nos llamamos cristianos, estamos bautizados en el Espíritu de Jesús. Si queremos ser fieles al compromiso que adquirimos en nuestro bautismo debemos vivir siendo fieles al Espíritu de Jesús, debemos vivir como auténticos discípulos suyos. El Espíritu es algo vivo, es fuego purificador, es fuerza, es gracia, es ímpetu; ser fieles al Espíritu de Jesús es intentar vivir como él vivió, como Hijo amado del Padre, como su predilecto, predicando y poniendo en marcha el Reino de Dios. Este debe ser el compromiso que debemos asumir hoy cuando renovemos las promesas de nuestro bautismo.

2.- Mirad a mi siervo, sobre él he puesto mi espíritu. El profeta Isaías, en este canto al siervo de Yahveh, nos describe proféticamente los auténticos rasgos de la personalidad de Jesús de Nazaret: humildad y fortaleza, luz de las naciones, implantador del derecho y la justicia, salvador de los pueblos, liberación para todas las personas abatidas, débiles y necesitadas. Y todo eso basado en una ilimitada confianza en su Padre, Dios, que es el que le ha “cogido de la mano y le ha formado”. Estos son, pues, los rasgos que debe tener el discípulo de Jesús, en la medida humana de sus posibilidades. No son, evidentemente, los rasgos que podemos ver plasmados en la personalidad de los líderes políticos y económicos que dirigen nuestras sociedades, pero todo buen discípulo de Jesús debe aspirar a tener los mismos rasgos de personalidad que tuvo su Maestro. Sería bueno que en este día del Bautismo del Señor leyéramos y meditáramos, con recogimiento y profundidad, este texto del profeta Isaías y lo tuviéramos en cuenta a la hora de programar nuestra vida y nuestras actividades durante este año 2019.

3.- Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Dejémonos nosotros de poner nombres y etiquetas geográficas, políticas y religiosas a las personas con las que convivimos. Dios ama a todo el que le ama y practica la justicia, sea de la nación que sea; hagamos nosotros lo mismo. Jesús, nos dice también Pedro en este mismo texto, “pasó por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Dios está con toda persona buena y que hace el bien; este debe ser nuestro propósito para este año, un propósito corto en palabras, pero largo y profundo en sus intenciones y exigencias. Si el bautismo es un auténtico nacimiento espiritual, al renovar hoy nuestras promesas del bautismo hagamos el propósito de ser, durante toda nuestra vida, personas buenas que hacen el bien, fijándonos siempre con predilección en las personas que viven más oprimidas por el mal y la injusticia.

Gabriel González del Estal

La misa del Domingo: Misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanos y amigos. Bienvenidos, una vez más, al encuentro de la Eucaristía, donde en el BAUTISMO DE JESUS EN EL RIO JORDAN, vemos como Dios manifiesta que, Jesús, es su preferido, su amado. Y, además, comienza su misión con humildad.

También nosotros, desde el día de nuestro Bautismo, formamos parte de esa gran familia de Hijos de Dios a los cuales, el Señor, nos ayuda y nos anima por la fuerza del Espíritu Santo. ¿Damos testimonio de Él?

Hoy, el Niño Jesús, comienza su misión. Hoy, Jesús, se adentra en las aguas del río Jordán para llenarse de Dios y comenzar su trabajo: cumplir la voluntad de Dios. Que descubramos, valoremos y fortalezcamos más nuestras verdades cristianas. Iniciamos esta celebración.

 

2. PENITENCIAL

a) ¿Qué hemos hecho de nuestro Bautismo? ¿Hemos olvidado que somos Hijos de Dios para siempre? Señor ten piedad

b) ¿Nos sentimos queridos por Dios o, tal vez, no caemos en la cuenta de que somos importantes para El? Señor ten piedad

c) ¿Qué caminos elegimos para ir por la vida? ¿El bien o el mal? Señor ten piedad

 

3. LECTURAS

Las lecturas que vamos a proclamar en este día, tienen un objetivo: QUE DESCUBRAMOS LA MISION DE JESUS. Es decir, el porqué de la Navidad. Dios nos envía a Jesús para ser Salvador del mundo y Salvación del hombre. Pero, además, Jesús lo hará sin orgullo. Se coloca en la fila para que, Juan, lo bautice.

 

4. PETICIONES

a) Para que el Señor, en la iglesia y con la iglesia, nos haga sentirnos más hijos suyos. Roguemos al Señor.

b) Para que no nos conformemos con ser sólo cristianos de palabra, sino que además lo seamos también de obra. Roguemos al Señor

c) Por los que han olvidado su pertenencia a la familia de Jesús. Por aquellos que no se sienten queridos por nadie. Roguemos al Señor.

d) Por los que estamos aquí reunidos. Para que renovemos nuestro compromiso de seguir a Jesús en este Año de la Fe. Roguemos al Señor

e) Por los padres. Para que no se conformen con bautizar a sus hijos. Para que les hablen de Jesús y den testimonio de su vida cristiana. Roguemos al Señor.

 

5. OFRENDAS

a) Con esta jarra de agua queremos simbolizar la VIDA DE DIOS que recibimos en el día de nuestro bautismo. Que sepamos limpiar, los caminos del mundo, con la fuerza del amor de Dios.

b) Traemos hasta el altar el pan y el vino. Con ellos queremos simbolizar nuestro deseo de alimentar nuestra vida cristiana con la Eucaristía, la oración y la fe.

 

6.- ORACIÓN

Queremos ser tus hijos, Señor (todos)

Queremos tu luz Señor
Queremos tu verdad, Señor
Queremos tu amor, Señor
Queremos seguir tus caminos, Señor
Queremos tu vida, Señor
Queremos guiarnos por tus palabras, Señor
Queremos sentirnos tuyos, Señor
Queremos ser tus colaboradores, Señor
Queremos sentirnos más iglesia, Señor
Queremos saber más de Ti, Señor
Queremos confiar más en Ti, Señor

El Bautismo ¡Bienvenidos! (Oración)

EL BAUTISMO ¡BIENVENIDOS!

Imagínate por un momento que estás preparando la visita de un buen amigo tuyo. Hace tiempo que no os veis. Llevas días ultimándolo todo. Siente algo dentro de ti, nervios, mariposillas en el estómago… ¿Cómo estará? ¿Será todo como la última vez que estuvisteis juntos? ¿Se sentirá a gusto? Pues bien, esta sensación es la misma que Jesús tiene ante el bautismo de cualquier persona. Quiere darle la bienvenida. Quiere hacerle sentir bien y quiere que esté como en casa.

El texto es una adaptación de Mt 2, 1-12:

La gente seguía muy impresionada con Juan, y todavía pensaban si él sería el Mesías. Aunque Juan les había dicho: “Yo os bautizo con agua, pero el verdadero Mesías es mejor que yo. Y os bautizará con agua y fuego”.

Entonces, un día, entre los que esperaban para que Juan les bautizase, apareció Jesús. Y entró en el agua. Se bautizó. Y estaba rezando. En ese momento hubo un trueno, se vio al Espíritu Santo con forma de paloma, y todos oyeron una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el amado, a quien más quiero”.

¿Alguna vez has pensado en tu bautismo? ¿Cuándo fue? ¿Qué sacerdote te bautizó? Seguro que fue un día de fiesta. La fiesta de bienvenida a una gran familia. A la familia cristiana. Un momento muy importante en tu vida. Cierra los ojos e intenta imaginarlo con los datos que tienes. ¿Qué sientes? ¿Cómo lo vive la gente que está allí y te quiere?

En el evangelio de hoy hemos escuchado cómo fue el bautismo de Jesús. Ahí estaba como uno más, esperando y… de repente, se mete al agua y queda bautizado. Él sabía que el bautismo le acercaría a su Padre. Porque cuando nos bautizamos, nuestros pecados quedan perdonados. Acercarse a Jesús, acercarnos a nuestro Padre Dios, siempre es motivo de fiesta. Siempre somos bienvenidos y queridos a su lado.

¿Nunca te ha pasado que tienes muchas ganas de llegar a casa después de un día largo? Y ponerte cómodo, sentarte tranquilo, descansar… Pues Jesús nos ofrece su hogar, su Padre, como un refugio donde acudir en el día a día para todo. Para lo que necesitemos.

Ven, Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo Creador.
Ven, Fuego que alienta la vida.
Ven, Agua que limpia y nos fecunda,
Soplo que nos hace andar.

Empujas la historia hacia la libertad,
deshaces los miedos que atan,
derribas los yugos que oprimen la voz,
sacudes las cobardías.

Ven, Espíritu Santo Creador.
Ven, Fuego que alienta la vida.
Ven, Agua que limpia y nos fecunda,
Soplo que nos hace andar.

Más dentro de mí que yo mismo
me habitas, Espíritu de amor,
me mueves por dentro, me lanzas a amar,
me llenas de gracia y ternura.

Ven, Espíritu Santo Creador.
Ven, Fuego que alienta la vida.
Ven, Agua que limpia y nos fecunda,
Soplo que nos hace andar.

Me alzas del polvo, me pones de pie,
me abres de nuevo el camino,
me imprimes a fuego en el corazón
el rostro de Cristo, el Señor.

Ven, Espíritu Santo Creador,
ven Consolador de los pobres.

Ven, espíritu Santo interpretado por Cristóbal Fones, «Consagrados a ti»

Dios es nuestro hogar

Cuando tenemos miedo…  …Dios es nuestro hogar.
Cuando estamos perdidos… …Dios es nuestro hogar.
Cuando hacemos algo mal… …Dios sigue siendo nuestro hogar.
Cuando nos sentimos solos… …Dios es nuestro hogar.
Cuando estamos contentos y agradecidos… …Dios es nuestro hogar.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Comentario al evangelio – 11 de enero

“Si quieres, puedes limpiarme”. ¡Cuánta fe en esas palabras! Ya me gustaría a mí tener esa fe. No es posible imagina el sufrimiento de los leprosos. Hoy en día la lepra sigue siendo una enfermedad que produce rechazo. Hay medicamentos que retardan sus devastadores efectos, pero no están al alcance de todos. 

En la época de Jesús, la lepra era mucho peor, porque se creía un castigo de Dios. Se sumaban varios rechazos: el de la familia, el de la comunidad, el del templo… Eran impuros a todos los niveles. Quizá por eso la petición que hace el leproso a Jesús suena tan dramática, tan llena de confianza y a la vez tan desesperada.

Cuando Jesús cura al leproso, le da mucho más que la salud. Le reintegra a la sociedad, le permite volver a la familia, a la sociedad, la posibilidad de volver a dar gloria a Dios en el templo. 

Sabemos que lo que leemos en el Evangelio no ha sido recogido para leerlo y ya. Se trata de pasar a la acción (Iglesia en salida, en palabras del Papa Francisco). Se trata de acercarnos a los leprosos de nuestro tiempo. Hay muchos enfermos, víctimas de la violencia y de la guerra, personas mayores, solitarios… Jesús quiere curarlos a través de nuestra acción. También hoy los seguidores de Jesús se ocupan de los leprosos, de los que padecen sida, de los enfermos a quienes nadie quiere cuidar. Al obrar de este modo, restauran la dignidad incomparable de los hijos de Dios. Dignidad que nadie ni nada puede arrebatarles porque en sus enfermedades y miserias es el mismo Dios quien reclama nuestra solidaridad y nuestro amor.

Por cierto, como Jesús, que no se nos olvide orar, para poder hacer esto. Sin oración, no hay nada que hacer. 

Alejandro, C. M. F.