Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo

Estaba Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de penitencia para perdón de los pecados, y acudían a él todos los de la región de Judea y los de Jerusalén y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pelos de camello y un cinturón de cuero a su cintura y comía langostas y miel silvestre, y predicaba diciendo: “Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo, ante el cual no soy digno de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero Él os bautizará en el Espíritu Santo”. Y sucedió en aquellos días que vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y nada más salir del agua, vio los cielos abiertos y al Espíritu Santo en forma de paloma que bajaba sobre Él. Y vino una voz de los Cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”.

Mc 1, 7-11

Cuando contemplo esta escena me pregunto y te pregunto, Jesús: ¿qué mensaje me quieres transmitir hoy en tu bautismo? ¿Qué es lo que me quieres comunicar hoy? Y pienso mucho en la escena. Veo a dos figuras que Tú, Jesús, me las pones para que yo descubra cómo tengo que hacer en mi vida y cómo necesito bautizarme. Por un lado, Jesús, veo a Juan, un hombre que está cumpliendo tu misión, que te está anunciando… pero con qué humildad. Me admira la humildad de él: “Yo no soy. Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo. Yo no soy digno de inclinarme para desatar su correa, la correa de sus sandalias. Y mirad, yo os bautizo, pero es con agua; pero Él os bautizará en el Espíritu Santo”.

¿Qué me dices con esto, Jesús? Pues que tengo que aprender la lección de Juan, un hombre fiel, asceta, pero muy humilde. “Yo no soy digno, yo no soy el que os bautizó, yo lo hago con el agua sencilla, con un bautismo exterior, físico, pero detrás de mí viene el que realmente os bautizará con el amor del Espíritu, con el calor y el fuego de su corazón”.

Tengo que aprender a ser humilde, tengo que aprender la lección de Juan, Jesús. Ayúdame a ser humilde, ayúdame a pensar que no soy nada, soy un siervo que hace lo que tiene que hacer. No soy digno. ¿Y Tú, Jesús? También una gran humildad, te dejas bautizar por Juan, te dejas llenar de su agua física, ¿y por qué? Porque empiezas así tu camino, el camino de tu predicación, dejándote bautizar. ¡Cómo me tengo yo también que dejar bañar por ti, por el agua de tu amor! Y cómo tengo que aprender también de ti, Jesús, ¡ayúdame!

¿Qué lecciones me estás dando hoy? La lección de la humildad, la lección de dejarme; y de la necesidad de bautizarme. Tengo tantas cosas que tienes que limpiar, tantos rincones en mi corazón que tienes que lavar con tu amor… ¡Que yo me deje bautizar por ti!, ¡que me deje lavar por ti! Renueva, Jesús, mi corazón, mi vida, mis sentimientos, a la luz y al agua de tu amor. Que aprenda también esto: ¿qué es lo que tengo que lavar en tu corazón? Tú me dices esto: “Déjate… déjate lavar. No seas indócil, no seas difícil. Déjate, déjate bañar por mí y ya verás como recibirás también la palabra que Yo recibí: «Éste es mi Hijo amado». Tú eres así. Ya estás preparada cuando te dejes bañar por mí”.

Hoy, Jesús, te pido en este rato de oración mucha humildad, pero a la vez que sepa responder a esas preguntas: ¿dónde, cuándo, cómo me tengo que bañar? ¿En qué, en qué tengo que cambiar? Y que oiga tu voz: “Tú eres mi Hijo amado, eres mi predilecto”. Mójame, báñame, y si soy un poco rebelde a lo que Tú me quieres hacer, no me hagas caso, ¡báñame en tu amor!, ¡báñame en tu calor! Quiero quedarme contigo contemplando esta escena y contemplándome a mí también en el agua de tu corazón.

Y se lo pido a tu Madre, que me lleve Ella para que me mojes Tú, para que me meta también en ese río del Jordán, ese río de tu amor. Que pueda decir: “¡Es Jesús! ¡Él es!”. Y que pueda oír también: “Tú eres mi Hijo amado, eres mi predilecto”. Señor, quiero repetirme y pensar mucho esta gran lección: “Yo os bautizo con agua —esa lección de Juan—, pero detrás de mí viene Otro que os bautizará en el Espíritu Santo”. Sí, así quiero, así deseo, así intentaré trabajar, trabajarme para llenarme de tu agua y de tu amor. “Yo te bautizo con agua, pero entra en el corazón de Dios y déjate bañar por el Espíritu, por el Espíritu del amor de Jesús”. Gracias, Jesús, por lavarme, por quitar todas mis suciedades y por todo… ¡Gracias!

“Yo os bautizo con agua, pero Él os bautizará en el Espíritu Santo”

Que así sea

Francisca Gómez Sierra

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I Vísperas – Bautismo del Señor

I VÍSPERAS

BAUTISMO DEL SEÑOR

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Mas ¿por qué se ha de lavar
el Autor de la limpieza?
Porque el bautismo hoy empieza,
y él lo quiere inaugurar.

Juan es gracia y tiene tantas,
que confiesa el mundo de él
que hombre no nació mayor
ni delante ni después.

Y, para que hubiera alguno
mayor que él, fue menester
que viniera a hacerse hombre
la Palabar que Dios es.

Esta Palabra hecha carne
que ahora Juan tiene a sus pies,
esperando que la lave
sin haber hecho por qué.

Y se rompe todo el cielo,
y entre las nubes se ve
una paloma que viene
a posarse sobre él.

Y se oye la voz del Padre
que grita: «Tratadlo bien;
escuchadle, es el Maestro,
mi hijo querido es.»

Y así Juan, al mismo tiempo,
vio a Dios en personas tres,
voz y paloma en los cielos,
y al verbo eterno a sus pies. Amén.

SALMO 134

Ant. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados.

SALMO 134

Ant. Yo os bautizo con agua; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor,
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo os bautizo con agua; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

CÁNTICO de TIMOTEO

Ant. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua y se abrió el cielo.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, contemplado por los ángeles,
predicado a los paganos.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, creído en el mundo,
llevado a la gloria.

Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua y se abrió el cielo.

LECTURA: Hb 10, 37-38

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

RESPONSORIO BREVE

R/ Escucha, Señor, la voz de tu pueblo.
V/ Cuántas son tus obras, Señor.

R/ Y ábreles una fuente de agua viva.
V/ La voz de tu pueblo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cuántas son tus obras, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Salvador vino a ser bautizado para renovar al hombre envejecido; quiso restaurar por el agua nuestra naturaleza corrompida y nos visitó con su incorruptibilidad.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Salvador vino a ser bautizado para renovar al hombre envejecido; quiso restaurar por el agua nuestra naturaleza corrompida y nos visitó con su incorruptibilidad.

PRECES
Roguemos a nuestro Redentor, bautizado por Juan en el Jordán, y supliquémosle, diciendo:

Envía, Señor, tu espíritu sobre nosotros.

Oh Cristo, servidor de Dios, en quien el Padre tiene todo su gozo,
— envía tu Espíritu sobre nosotros.

Oh Cristo, elegido de Dios, tú que no quebraste la caña cascada ni apagaste el pábilo vacilante,
— compadécete de cuantos te buscan con sinceridad.

Oh Cristo, Hijo de Dios, a quien el Padre ha elegido como alianza del pueblo y luz de las naciones,
— abre por el bautismo los ojos de los que no ven.

Oh Cristo, salvador de los hombres, a quien el Padre ungió con el Espíritu Santo y envió para salvación del mundo,
— haz que todos los hombres te conozcan y crean en ti para que así obtengan la vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Oh Cristo, esperanza nuestra, que llevas la luz de la salvación a los pueblos que yacen en las tinieblas de la ignorancia,
— recibe junto a ti, en tu reino, a nuestros difuntos.

Porque Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado enviándole tu Espíritu Santo, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Lectio Divina – 12 de enero

Lectio: Sábado, 12 Enero, 2019

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno: tú que nos has hecho renacer a una vida nueva por medio de tu Hijo, concédenos que la gracia nos modele a imagen de Cristo, en quien nuestra naturaleza mortal se une a tu naturaleza divina. Por nuestro Señor. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Juan 3,22-30
Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salín, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.
Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, a Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió:
«Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
«Vosotros mismos me sois testigos de que dije: `Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.’
El que tiene a la novia es el novio;
pero el amigo del novio,
el que asiste y le oye,
se alegra mucho con la voz del novio.
Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud.
Es preciso que él crezca
y que yo disminuya.

3) Reflexión

• Tanto Juan Bautista como Jesús indican al pueblo un nuevo rumbo. Pero Jesús, después de haber adherido al movimiento de Juan Bautista y de haber sido bautizado por él, dio un paso más y creó su propio movimiento. Llegó a bautizar a la gente en el río Jordán al mismo tiempo que Juan Bautista. Ambos atraían a la gente pobre y abandonada de Palestina, anunciando la llegada de la Buena Nueva del Reino de Dios.
• Jesús, el nuevo predicador, llevaba una cierta ventaja sobre Juan Bautista. Bautizaba a más gente y atraía a más discípulos. Surgió entonces una tensión entre los discípulos de Juan y los de Jesús respecto de la ‘purificación’, es decir, respecto del valor del bautismo. Los discípulos de Juan Bautista sentían una cierta envidia y fueron a hablar con Juan para informarle del movimiento de Jesús.
• La respuesta de Juan a sus discípulos es una linda respuesta, que revela la grandeza de alma. Juan ayudó a sus discípulos a que vieran las cosas con más objetividad. Se sirvió de tres argumentos: a) Nadie recibe nada de no ser aquello que le fue dado por Dios. Si Jesús hace cosas tan bonitas es porque las recibió de Dios (Jn 3,27). En vez de envidia, los discípulos deberían sentir alegría. b) Juan afirma, de nuevo, que él, Juan, no es el Mesías sino apenas su precursor (Jn 3,28). c) Al final, se sirve de una comparación sacada de los festejos en ocasión de una boda. En aquel tiempo, en Palestina, un día de bodas, en casa de la novia, los así llamados “amigos del novio” esperaban la llegada del novio para poder presentarlo a la novia. En este caso, Jesús es el novio, el pueblo es la novia y Juan es el amigo del novio. Juan Bautista dice que, en la voz de Jesús, reconoció la voz del novio y pudo presentarlo a la novia, a la gente. En ese momento la novia, la gente, deja de lado al amigo del novio y va detrás de Jesús, porque en él reconoce la voz de su novio. Por ello es grande la alegría de Juan “alegría completa”. ¡Juan no quiere nada para sí! ¡Su misión consiste en presentar el novio a la novia! La frase final lo resume todo: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya.» Esta frase es también el programa de cualquier persona seguidora de Jesús.
• En aquel final del siglo primero, tanto en Palestina como en Asia Menor, allí donde había una comunidad de judíos, había también gente que había estado en contacto con Juan Bautista o que había sido bautizada por él (He 19,3). Vistos desde fuera, el movimiento de Juan Bautista y el de Jesús eran muy similares entre sí. Los dos anunciaban la llegada del Reino (cf. Mt 3,1-2; 4,17). Debe de haber habido una cierta confusión y tensión entre los seguidores de Juan y los de Jesús. Por esto era tan importante el testimonio de Juan sobre Jesús. Todos los cuatro evangelios se preocupaban de relatar las palabras de Juan Bautista diciendo que él no era el Mesías. Para las comunidades cristianas, la respuesta de Juan «Es necesario que él crezca y que yo disminuya» valía no solamente para los discípulos de Juan de la época de Jesús, sino que también para los discípulos de las comunidades de Juan Bautista, de finales del siglo primero.

4) Para la reflexión personal

• “Es necesario que él crezca y que yo disminuya.”. Es el programa de Juan. ¿Es también mi programa?
• Lo que importa es que la novia encuentre al novio. Somos portadores, nada más. ¿Yo lo soy?

5) Oración final

Alaben su nombre entre danzas,
haciendo sonar tambores y cítaras.
Porque Yahvé se complace en su pueblo,
adorna de salvación a los desvalidos. (Sal 149,3-4)

La espera de un pueblo

Lucas había establecido un interesante paralelo entre Juan y Jesús en su llamado evangelio de la infancia (cap. 1 y 2). Luego dedica un largo párrafo a Juan Bautista adulto y resume su predicación en los versículos anteriores a los del pasaje de hoy (cf. 3, 1-14).

Juan y Jesús

Juan llama a la conversión en términos enérgicos. Enfrenta incluso a los poderosos y corruptos de su tiempo. La práctica de la justicia y del amor es su tema fundamental (cf. 3, 7-14). Su predicación parece haber calado hondo en el pueblo, Juan aparece como un gran guía espiritual. Tanto que «el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías» (v. 15). El Bautista parecía responder a los rasgos del Mesías. Pero él mismo se encarga de poner las cosas en su sitio: «Viene el que puede más que yo», lo dice «a todos» (v. 16). Su apelación a la penitencia y su bautizo son simplemente una preparación para el testimonio de Jesús. Lucas lo subraya, en el segundo caso, con textos semejantes a los que se encuentran en Mateo y Marcos. El fuego (cf. v. 16) es en el antiguo testamento símbolo del juicio de Dios.

Similar es también su breve versión del bautismo de Jesús. Omite decir que Jesús haya venido desde Nazaret a bautizarse (cf. Mt y Mc), se limita a afirmar que Jesús aceptó el bautismo cuando todo el pueblo estaba bautizándose (cf. v. 21). Tampoco hay diálogo, como sucede en Mateo entre Jesús y Juan. Pero para Lucas, Juan pertenece a un pasado cancelado. No obstante, los seguidores de Jesús que venimos cronológicamente después de él debemos tener una dimensión de Juan Bautista. En otros términos, todos somos de algún modo precursores de Jesús ante quienes conocen mal su mensaje o lo desconocen.

Haciendo el bien

Así lo comprende Pedro después de su experiencia con el pagano Cornelio (cf. Hech 10, 1-33). Encontró en él a una persona honesta y dispuesta a escuchar el mensaje evangélico que le llevaba el apóstol. El episodio hace entender a Pedro que «Dios no hace distinciones» (v. 34); todas las naciones están llamadas (cf. v. 35), pero para eso es necesario que los seguidores de Cristo asuman su responsabilidad. Ellos que son los testigos de «lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea» (v. 37). En esa etapa posterior a Juan aparece Jesús, su enseñanza constituye la materia central del anuncio de los discípulos.

Anunciar la buena nueva de la paz (cf. v. 36) implica «practicar la justicia» (v. 35) que tiene como sentido pleno la liberación. Lo dice Yahvé en el texto de Isaías: «Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas»(42, 7). Texto cercano, e inspirador, a aquel que el propio Lucas utilizará poco después (cf. 4, 16-20) para presentar lo que ha sido llamado «el programa mesiánico» de Jesús. Ser fiel a Cristo es llevar a cabo ese proyecto de liberación frente a las opresiones de hoy.

Gustavo Gutiérrez

Comentario del 12 de enero

El evangelista san Juan nos presenta una situación curiosa. Mientras el otro Juan, el Bautista, continúa bautizando a orillas del Jordán (aún no había sido encarcelado), Jesús acude con sus discípulos a la otra orilla del Jordán y comienza a bautizar, como si quisiera hacerle la competencia al Bautista. Esto genera una cierta confusión y una discusión acerca de la eficacia purificadora de los bautismos de uno y otro; hasta tal punto que los discípulos de Juan estiman que a su maestro le ha salido un contrincante que les está pisando el terreno; por eso se dirigen a él con tono de preocupación: Oye, Rabí –le dicen-, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quién tú has dado testimonio, ése está bautizando y todo el mundo acude a él.

Se trata de aquel de quien Juan había dado testimonio, señalándole como el Cordero de Dios o como el Ungido del Espíritu, como el que habría de bautizar no sólo con agua, sino con Espíritu Santo. Por eso no extraña la respuesta que Juan da a sus discípulos preocupados por esta presunta injerencia: Nadie –les dice, tranquilizándoles- puede tomarse algo para sí si no se lo dan desde el cielo. Si él predica y bautiza es porque ha sido designado (desde el cielo) por Dios para realizar esta labor; si ahora ha salido otro que hace una tarea similar es porque Dios lo quiere así, no porque él se arrogue una potestad que no le compete. Además, Juan es consciente de la realidad. Él sabe bien que no es el Mesías, sino un simple precursor del mismo: la voz que clama en el desierto: allanad el camino al Señor. Y lo ha dicho públicamente: Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él. Es sólo eso: un precursor. Y porque es consciente de esto, y de su indignidad frente al Mesías, puede alegrarse con el esposo, como se alegra el amigo del esposocuando le oye. Él no es el Esposo, pero sí el amigo del Esposo. Y entre amigos no hay envidias ni rivalidades. Por eso puede compartir sus éxitos; por eso puede alegrarse con la notoriedad que va adquiriendo Jesús a la otra orilla del Jordán.

Aunque haga lo mismo, Jesús no será para él ningún contrincante, sino aquel para quien él ha salido al desierto a predicar y a bautizar. Ambos están para cumplir el designio de Dios, cada uno en su papel. Pero mientras que Jesús tiene que crecer, él tendrá que menguar. Juan tiene muy claro el papel que le corresponde hacer y no le incomoda en absoluto la presencia en la misma región de aquel que él mismo ha señalado como Mesías. Forman parte del mismo plan divino y su función de precursor está llegando a su fin. Debe dejar paso al que viene detrás de él, pero que está llamado a crecer en el desempeño de su misión. Por eso a Juan no le importa que sus discípulos le abandonen y se vayan tras Jesús. Él mismo propicia esta deriva con su testimonio y su sincera confesión: Yo no soy el (Mesías) esperado.

¡Cuánto tendríamos que aprender de la actitud de Juan el Bautista, de su sinceridad y humildad! Sí, aprender a congratularnos con los éxitos de nuestros colegas o compañeros de trabajo, de los que comparten con nosotros oficio, misión, religión. Pero es frecuente que en vez de esta alegría compartida surjan las envidias y las rivalidades al ver prosperar a otro en sus empresas. Y, sin embargo, puede que el éxito de aquel que comparte intereses y proyectos con nosotros sea nuestro propio éxito o el de la institución en la que ponemos todas nuestras energías. El éxito de un apóstol de nuestra Iglesia tendría que ser visto como propio por todos los que formamos parte de esa Iglesia. Si no resulta así es que no nos sentimos Iglesia una, miembros del mismo Cuerpo. Estaríamos poniendo en cuestión nuestro grado de comunión eclesial. Porque semejante rivalidad no suele surgir entre una madre y un hijo, ni siquiera entre amigos. Sólo una unión, como la que existe en la auténtica amistad, puede impedir los perturbadores brotes de la envidia. Y si el Esposo une realmente a sus amigos, podremos compartir los éxitos y fracasos de los demás con relativa normalidad.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Episcopalis Communio – Francisco I

Art. 8

Convocatoria de una Reunión presinodal

§ 1. Según el tema y las circunstancias, la Secretaría General del Sínodo puede promover la convocatoria de una Reunión presinodal con la participación de algunos fieles designados por ella, para que ellos también, en la diversidad de sus condiciones, ofrezcan a la Asamblea del Sínodo su aportación.

También otros pueden ser invitados.

§ 2. Dicha Reunión puede celebrarse también a nivel regional, implicando si es necesario a los Sínodos de los Obispos de las Iglesias patriarcales y arzobispales mayores, los Consejos de los Jerarcas y de las Asambleas de los Jerarcas de las Iglesias sui iuris y las Conferencias Episcopales del territorio correspondiente, y las relativas Reuniones Internacionales de Conferencias Episcopales, con el fin de tener en cuenta las peculiaridades históricas, culturales y eclesiales de las diferentes áreas geográficas.

Bautismo del Señor

Después de la Navidad y sus celebraciones, que nos recuerdan el nacimiento de Jesús, la liturgia de la Iglesia celebra hoy el bautismo de Jesús, que es su segundo nacimiento. En el nacimiento de Belén, Dios se humaniza en Jesús. En el nacimiento del Jordán, Dios afirma y expresa su presencia, su voluntad y sus preferencias, en este ser humano, en este hombre, que fue Jesús, el que nació en Belén y se hizo adulto en Nazaret. Este es el motivo de esta fiesta: el bautismo de Jesús nos recuerda el segundo nacimiento de Jesús.

El bautismo de Jesús nos explica en qué debe consistir el bautismo de los cristianos. El bautismo de Juan Bautista era un bautismo de agua, que Juan administraba en el río Jordán. El bautismo de Jesús, tal como lo afirma el propio Juan Bautista, es un bautismo de Espíritu y fuego. El Bautista, cuando se refiere a Jesús y a los cristianos, ya no habla del agua, sino del espíritu (y el fuego, que no es sino una repetición insistente del Espíritu, según Hech 2, 3-4).

¿Qué significa el Bautismo en el Espíritu? Según el Evangelio, es lo mismo que «nacer dé nuevo», nacer por segunda vez. ¿Qué es esto? Jesús se lo explicó muy bien a Nicodemo (Jn 3, 3-8): Tenéis que nacer de nuevo. Eso es «nacer del Espíritu». En efecto, Espíritu es una palabra que significa «viento». ¿Por qué, para qué, se dice que los cristianos tenemos que ser «como el viento»? Jesús lo explica: El viento sopla donde quiere, y oyes su ruido, aunque no sabes de dónde viene ni adónde va.Y el mismo Jesús saca la conclusión: Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu (Jn 3, 8 b). O sea: el bautismo nos tiene que hacer a los cristianos libres como el viento.

José María Castillo

Bautismo del Señor

De la misma manera que el domingo pasado, la presencia de los magos escenificaba la universalidad de la venida de Jesús al mundo, el cuadro que nos acaba de presentar el evangelista San Lucas, en la tercera lectura, nos muestra con toda claridad la continuidad de la Revelación del Antiguo Testamento con la del Nuevo, iniciada por Jesús.

Evidentemente, Jesús no tiene que acudir al Jordán para ser bautizado por San Juan, porque en él no hay pecado alguno. No podemos interpretarlo tampoco como una pura ficción. Solo queda que lo representado por el cuadro descrito nos manifieste una verdad profunda, que es la que hemos indicado: Jesús es el continuador de la Revelación iniciada en el pueblo judío.

Esta es la razón de poner esa voz con la que Dios, el gran Revelador, sale garante de lo que a partir de ese momento anuncie Jesús. “Escuchadle”, es su expresa voluntad. (3ª Lec. Lc. 3, 15-16, 21-22)

Sobre esta garantía por parte de Dios, de la persona de Jesús, volveremos, Dios mediante, dentro de quince días ( tercer domingo del tiempo ordinario) . Hoy nos centraremos sobre una doble pregunta que se formula por sí misma: Escucharle,¿Para qué? ¿Para qué quiere el Padre que escuchemos a Jesús? Y ¿Dónde podemos escuchar a Jesús, ahora, a dos mil años de distancia?

Dejaremos la segunda de las cuestiones para el próximo domingo, Dios mediante. Hoy nos centraremos en la primera: ¿para qué quiere Dios que escuchemos a Jesús? ¿Para qué?

Ciertamente no para ser superficialmente informados de un mensaje aleatorio que puede interesarnos como cualquier otro asunto que aparezca en los medios de comunicación. Es decir, para tener una cierta información de algo que se dice por ahí.

Menos aún, para esgrimir algunas expresiones sacadas de contexto y empleadas torticeramente para apabullar a otros en discusiones de tipo religioso. Son expresiones muy manidas estas: también Jesús dijo, o no te acuerdas de tal frase. Es convertir algunas expresiones aisladas y fuera de contexto en armas arrojadizas al enemigo dialéctico en las ocasiones en las que alguien se quiere salir con la suya, independientemente del sentido autentico y contextuado de la cita a la que se recurre.

Tampoco para considerarlo como un bello programa, bien trabado y orientado, pero sin valor operativo, al modo como puedo conocer la Odisea o la Ilíada de Homero o la Eneida de Virgilio. Son poemas muy bonitos capaces de deleitarnos con su lectura, pero nada más. Narran aventuras de otros tiempos, otros países y otras gentes. Nada más.

Tampoco sería una actitud correcta conocer las Escrituras, la Revelación, para saber estar correctamente en conversaciones, reuniones, asambleas en las que se traten temas religiosos evitando así ser tenido como un ignorante en “temas piadosos”.

Para nada de eso está empeñado Dios en que escuchemos a Jesús.

Si queremos saber con exactitud para qué hemos de escuchar a Jesús no nos queda otro remedio que acudir a la misma Revelación.

En la primera de las lecturas, tomada del Profeta Isaías, (42, 1-4, 6-7) además de salir garante Dios de la misión del “siervo a quien protege” -está anunciando a Jesús- le asigna estas misiones: traer la justicia a las naciones, no apagar la mecha humeante, y ser luz de las naciones.

San Pedro, testigo de la vida y enseñanzas de Jesús, le presenta como alguien al que “ungió Dios con el Espíritu Santo llenándolo de poder y que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio” (2ªlec. Hch. 10, 34-38).

¿Para qué quiere Dios que escuchemos a Jesús?

Para dejarnos empapar del espíritu de justicia que nos ofrece Jesús, para ayudarle a llevar ese mismo espíritu a la vida de las gentes y de los pueblos, para no apagar la mecha humeante de nuestras propias inquietudes y ayudar a eso mismo a los demás, a mantenerse en pie firme ante las adversidades, para dejarnos iluminar por la luz de sus enseñanzas y proyectar esa misma luz sobre el mundo que nos rodea. Para todo eso quiere Dios que escuchemos a Jesús. Para convertirnos en militantes de una campaña de transformación del mundo en aquellos pequeños peri-mundos en los que nos desenvolvemos cada uno de nosotros.

Jesús ha venido para enseñarnos y ofertarnos un programa de vida capaz de llenar las más grandes aspiraciones del ser humano en su dimensión individual y social.

Precisamente por eso es por lo que se despidió de sus más íntimos colaboradores, los Apóstoles, encargándolos que fueran por todo el mundo enseñando lo que Él les había comunicado.

Dios quiere que escuchemos a Jesús para llevar acabo la gran transformación del mundo que, como hemos recordado en el adviento, camina como barco sin brújula o, como ya dijo Jesús, como ovejas sin pastor.

Oigámosle. Y oigámosle penetrando profundamente en la riqueza enorme del contenido de su mensaje. No por las ramas y con cuatro tópicos sino como quien ha digerido plenamente las enseñanzas de Jesús, su Evangelio, y lo ha convertido en su estilo de vida.

Así es como habremos cumplido la voluntad del padre de que escuchemos a Jesús. AMÉN

Pedro Sáez

Libres como el viento

Si abrimos las páginas de la prensa nos podemos encontrar con titulares como estos: El País vasco se seculariza. Cada vez se bautizan menos niños/ niñas en Bizkaia. Actualmente reciben las aguas bautismales el 53% de los nacidos. Hace cinco años el 61%. Euskadi se ha convertido en la Comunidad Autónoma más secular (menos religiosa) del Estado afirma el sociólogo vasco Alfonso Pérez Agote.

No obstante el descenso de bautizos y primeros comuniones es menor que el de las bodas por la Iglesia. En el País Vasco sólo uno de cada cuatro matrimonios es por la Iglesia. Esto indica que en Euskadi un número de parejas no casados por la Iglesia, bautizan a sus hijos. Una aparente contradicción

En cuanto a la recepción de este sacramento ha aumentado en el mundo en 157 millones. Aumento que se debe a Asia, América, y sobre todo a África.

La teóloga Carmen Bernabé afirmaba la semana pasada que los primeros cristianos atraían más por su estilo de vida que por sus creencias. Ciertamente los primeros cristianos demostraron poseer una gran fuerza ya que en pocos años vencieron contrariedades enormes. Fueron objeto de una persecución feroz durante años por parte del Imperio Romano.

Hoy celebramos los católicos la fiesta del bautismo de Jesús. Fue Juan el Bautista quien le bautizó en las aguas del rio Jordán, cuando Jesús contaba treinta años.

El bautismo de Jesús es un bautismo de Espíritu y fuego. En el Espíritu es lo mismo que ” nacer de nuevo“. Espíritu es una palabra griega que significa “viento”. ¿Por qué, para qué se dice que los cristianos tenemos que ser como “el viento”? . Jesús lo explica: “el viento sopla donde quiere, y oyes su ruido, aunque no sabes de donde viene ni a dónde va“. Y el mismo Jesús saca la conclusión: Eso pasa con todo el que ha nacido del Espíritu (Jn 3 , 8b ). O sea: “El bautismo nos tiene que hacer a los cristianos libres como el viento ”Una de las consecuencias que se derivan de recibir el bautismo es que nos hacemos miembros de la Iglesia. Como decía Jesús en la Última Cena nos convertimos en una rama del árbol eclesial “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos“. Tenemos la gran suerte de incorporarnos a la vida ejemplar de Jesús. Este acontecimiento marca el comienzo de su vida pública, de los tres años que dedicó a dar a conocer su mensaje y a elegir al pequeño grupo de sus apóstoles, de los que continuarían su tarea. El lema, con el que se presentó Jesús decía así: “Se ha cumplido el tiempo. Esta cerca el Reino de Dios; convertíos y creed en el evangelio “.

Alguien ha dicho que un cartel (como el que acabo de citar) debe ser “un puñetazo en el ojo o en el oído». “Esto nos tiene que despertar de la rutina, de la tibieza.

Los padres pueden decir a sus hijos: ”Te bautizamos para que puedas sentirte no solo hijo nuestro si no también hijo de Dios. Para que tengas junto a nuestra pequeña familia una gran familia: La Iglesia. “Sí, te bautizamos para que el Espíritu de Jesús pueda ser tu guía y tu fuerza en los días de duda y de incertidumbre. Te bautizamos para que vivas la espléndida aventura de sentirte hijo de un Padre que te ama desde siempre y por siempre”.

Por el bautismo nos hacemos cristianos. Hace algunos años se les preguntó a los jóvenes de Bizkaia qué conlleva ser cristiano. Para el 23%, nada; para otro 20% suponía participar de una religiosidad sociológica (la que sigue la mayoría), en concreto de los cuatro sacramentos: bautismo, confirmación y matrimonio (añadir los funerales). Otro 20% opinó que ser cristiano implica fundamentalmente seguir unas normas morales. Por último, para un 32% el ser cristiano entraña llevar un estilo de vida de acuerdo a los valores del evangelio. Es este último grupo el que da en el clavo.

De todos modos no estaría mal recordar las palabras de un filósofo danés: “El único cristiano que ha habido en el mundo ha sido Cristo. Los demás intentamos serlo”.

Josetxu Canibe

Pasar de Dios

A nuestra vida, para ser humana, le falta una dimensión esencial: La interioridad. Se nos obliga a vivir con rapidez, sin detenernos en nada ni en nadie, y la felicidad no tiene tiempo para penetrar hasta nuestra alma.

Pasamos rápidamente por todo y nos quedamos casi siempre en la superficie. Se nos está olvidando escuchar y mirar la vida con un poco de hondura y profundidad.

El silencio nos podría curar, pero ya no somos capaces de encontrarlo en medio de nuestras mil ocupaciones. Cada vez hay menos espacio para el espíritu en nuestra vida diaria. Por otra parte, ¿quién se atreve a ocuparse de cosas tan sospechosas como la vida interior, la meditación o la búsqueda de Dios?.

Privados de vida interior, sobrevivimos cerrando los ojos, olvidando nuestra alma, revistiéndonos de capas y más capas de proyectos, ocupaciones, ilusiones y planes. Nos hemos adaptado ya y hasta hemos aprendido a vivir “como cosas en medio de cosas”

Pero lo triste es observar que, con demasiada frecuencia, tampoco la religión es capaz de dar calor y vida interior a las personas. En un mundo que ha apostado por lo “exterior”, Dios queda como un objetivo demasiado lejano y, a decir verdad, de poco interés para la vida diaria.

Por ello, no es extraño ver que muchos hombres y mujeres “pasan de Dios”, lo ignoran, no saben de qué se trata, han conseguido vivir sin tener necesidad de El. Quizás existe, pero lo cierto es que no les “sirve” para nada útil.

Los evangelistas presentan a Jesús como el que viene a “bautizar con Espíritu Santo, es decir, como alguien que puede limpiar nuestra existencia y sanarla con la fuerza del Espíritu. Y, quizás, la primera tarea de la Iglesia actual sea, precisamente, la de ofrecer ese “Bautismo de Espíritu Santo” al hombre de hoy.

Necesitamos ese Espíritu que nos enseñe a pasar de lo puramente exterior a lo que hay de más íntimo en el hombre, en el mundo y en la vida. Un Espíritu que nos enseñe a acoger a ese Dios que habita en el interior de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.

No basta que el Evangelio sea predicado con palabras. Nuestros oídos están demasiado acostumbrados y no escuchen ya el mensaje de las palabras. Sólo nos puede convencer la experiencia real, viva, concreta de una alegría interior nueva y diferente.

Hombres y mujeres, convertidos en paquetes de nervios excitados, seres movidos por una agitación exterior vacía, cansados ya de casi todo y sin apenas alegría interior alguna, ¿podemos hacer algo mejor que detener un poco nuestra vida, invocar humildemente a un Dios en el que todavía creemos y abrirnos confiadamente al Espíritu que puede transformar nuestra existencia?

José Antonio Pagola