La espera de un pueblo

Lucas había establecido un interesante paralelo entre Juan y Jesús en su llamado evangelio de la infancia (cap. 1 y 2). Luego dedica un largo párrafo a Juan Bautista adulto y resume su predicación en los versículos anteriores a los del pasaje de hoy (cf. 3, 1-14).

Juan y Jesús

Juan llama a la conversión en términos enérgicos. Enfrenta incluso a los poderosos y corruptos de su tiempo. La práctica de la justicia y del amor es su tema fundamental (cf. 3, 7-14). Su predicación parece haber calado hondo en el pueblo, Juan aparece como un gran guía espiritual. Tanto que «el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías» (v. 15). El Bautista parecía responder a los rasgos del Mesías. Pero él mismo se encarga de poner las cosas en su sitio: «Viene el que puede más que yo», lo dice «a todos» (v. 16). Su apelación a la penitencia y su bautizo son simplemente una preparación para el testimonio de Jesús. Lucas lo subraya, en el segundo caso, con textos semejantes a los que se encuentran en Mateo y Marcos. El fuego (cf. v. 16) es en el antiguo testamento símbolo del juicio de Dios.

Similar es también su breve versión del bautismo de Jesús. Omite decir que Jesús haya venido desde Nazaret a bautizarse (cf. Mt y Mc), se limita a afirmar que Jesús aceptó el bautismo cuando todo el pueblo estaba bautizándose (cf. v. 21). Tampoco hay diálogo, como sucede en Mateo entre Jesús y Juan. Pero para Lucas, Juan pertenece a un pasado cancelado. No obstante, los seguidores de Jesús que venimos cronológicamente después de él debemos tener una dimensión de Juan Bautista. En otros términos, todos somos de algún modo precursores de Jesús ante quienes conocen mal su mensaje o lo desconocen.

Haciendo el bien

Así lo comprende Pedro después de su experiencia con el pagano Cornelio (cf. Hech 10, 1-33). Encontró en él a una persona honesta y dispuesta a escuchar el mensaje evangélico que le llevaba el apóstol. El episodio hace entender a Pedro que «Dios no hace distinciones» (v. 34); todas las naciones están llamadas (cf. v. 35), pero para eso es necesario que los seguidores de Cristo asuman su responsabilidad. Ellos que son los testigos de «lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea» (v. 37). En esa etapa posterior a Juan aparece Jesús, su enseñanza constituye la materia central del anuncio de los discípulos.

Anunciar la buena nueva de la paz (cf. v. 36) implica «practicar la justicia» (v. 35) que tiene como sentido pleno la liberación. Lo dice Yahvé en el texto de Isaías: «Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas»(42, 7). Texto cercano, e inspirador, a aquel que el propio Lucas utilizará poco después (cf. 4, 16-20) para presentar lo que ha sido llamado «el programa mesiánico» de Jesús. Ser fiel a Cristo es llevar a cabo ese proyecto de liberación frente a las opresiones de hoy.

Gustavo Gutiérrez