II Vísperas – Domingo II de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo

La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.

Antes del día.
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.

La fe velando,
para verte de noche
resucitando.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

SALMO 113B: HIMNO AL DIOS VERDADERO

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y otro,
hechura de manos humanas:

Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

Tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nostoros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendita a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hobmres.

Los muertos ya no alaban al SEñor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: 2Ts 2, 13-14

Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os escogió como primicias para salvaros, consagrándoos con el Espíritu y dándoos fe en la verdad. Por eso os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida.
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

PRECES

Demos gloria y honra a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que, por medio de él, se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor nuestro, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate de tu pueblo, Señor.

  • Señor Jesús, Sol de justicia que ilumina nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche, te pedimos por todos los hombres; 
    — que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz, que no conoce el ocaso.
  • Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre,
    — y santifica a tu Iglesia, para que sea siempre inmaculada y santa.
  • Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
    — y que tú elegiste como morada de tu gloria.
  • Que los que están en camino tengan un viaje feliz 
    — y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Acoge, Señor, las almas de los difuntos
    — y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, esuccha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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No tenemos vino

NO TENEMOS VINO

Para nuestras reuniones más queridas
donde festejamos lo que Tú nos das;
para los encuentros fraternos
en los que haces crecer nuestros amores,
no tenemos vino.

Para las manifestaciones de protesta
pidiendo paz, trabajo y justicia;
para la fiesta del compromiso humano
donde celebramos triunfos y fracasos,
no tenemos vino.

Para los espacios sacramentales
que reviven y actualizan tu presencia;
para vivir con alegría, cualquier día,
la invitación a tu cena y eucaristía,
no tenemos vino.

Para el anuncio de tu buena noticia
con nuestras torpes palabras humanas;
para testimoniar tu reino fraterno
soñado como un banquete de puertas abiertas,
no tenemos vino.

Para la alianza de todas las civilizaciones,
del mundo rico con el mundo pobre;
para las bodas de tus hijos e hijas
que recrean tu proyecto de gozo y vida,
no tenemos vino.

Para el abrazo solidario con los inmigrantes
que reclaman los derechos más elementales;
para nuestras celebraciones de cada día
sencillas, íntimas, queridas,
no tenemos vino.

Y por eso andamos tristes y apocados,
sin gracia y con la ilusión apagada.
Nos falta la alegría compartida
aunque abunden jarras y tinajas.
¡No tenemos vino!

¡Haced lo que él os diga!

Florentino Ulibarri

No tienen vino. Haced lo que él os diga

Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea y estaba allí la Madre de Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos, yfaltando el vino, la Madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “¿Qué nos va a ti y a mí, mujer? Mi hora aún no ha llegado”. La Madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”. Había allí seis tinajas de piedra paralas purificaciones de los judíos con una capacidad de dos o tres metretas cada una. Jesús les dijo: “Llenad de agua las tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Les dijo entonces: “Sacad ahora y llevad al maestresala”. Así lo hicieron.En cuanto el maestresala probó el agua convertida en vino —no sabía de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua—,llamó al esposo y le dijo: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando hanbebido bastante sacan el de peor calidad. Tú has guardado el vino buenohasta ahora”. Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de los signos con el que manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.

Jn 2, 1-11

Estamos ya en el tiempo ordinario y la Iglesia nos regala este texto, este texto que nos dice mucho. Y yo me pregunto: ¿qué es lo que me vas a decir a mí hoy en estas bodas con esta actitud de Jesús, con esta actitud de María y con esta actitud de los novios? ¿Qué es lo que me quieres decir hoy, Jesús, en este encuentro?

Pienso y reflexiono mucho sobre el texto que he oído y veo tres figuras claves: Tú, Jesús, —cómo actúas—; tu Madre, —cómo actúa—; y estos novios,—qué es lo que les pasa—. Y entro contigo en pleno diálogo, Jesús. Tú asistes a una boda, eres una persona normal, compartes la vida que tienes, compartes la fiesta, compartes las necesidades, compartes todo… ¡Qué gran lección medas hoy, Jesús! Que yo aprenda a no aislarme, a no vivir mi propia vida, a compartir las alegrías y los gozos contigo, porque Tú me llevas a la vida, Tú me acercas a la realidad.

Te encuentras en la boda y [a] estos pobres novios, sin experiencia de una festividad tan grande y de una fiesta tan grande, les falta el vino. Y aparece tu Madre; tu Madre que está atenta a todo, que no se le pasa nada, que se da cuenta de todo. ¿Y qué hace? No puede aguantar ver a estos novios así y acude a ti: “Hijo, no tienen vino”.

Y Tú, ¿por qué le tratas así?, ¿por qué le dices: “Mujer, no ha llegado mi hora”? ¿Por qué me dices esto? Porque querías demostrar un gran milagro ya, querías darle ese regalo a estos pobres novios, a toda la gente, y querías que fuera tu Madre la intercesora. Y como extrañado, para que te lo volviera a pedir otra vez: “Déjame, que aún no ha llegado la hora”. Pero intercede continuamente tu Madre y ocurre el gran milagro. Ella dice a los criados:“Haced lo que Él os diga”.

¡Qué encuentro de amor hoy, de necesidad de Madre! Ver a María, que está atenta a todo y que está atenta a mis necesidades y a las necesidades de los demás, que está viendo la fiesta, que está viendo la boda, pero Ella está ahí. Realmente, Jesús, necesito de tu Madre, necesito estar con Ella, necesito acudir, porque Ella está atenta a todo; yo no me daré cuenta,pero Ella está atenta. Necesito oír que te dice: “Mira, si no tiene el vino de laalegría, si no tiene el vino de la comprensión, si no tiene el vino del perdón, sino tiene el vino del amor… Venga, haz el milagro, ¡dale la alegría de todo lo que necesita! ¡Dale la alegría!”. Tu corazón no puede… no puede ante las necesidades de los demás. “Haced lo que Él os diga”. Ya se ha dado cuentade que vas a conceder toda la humanidad…

Jesús, ¿qué mensaje tan grande me quieres dar?, ¿qué es lo que me quieres decir? Que cuando esté triste, cuando esté sola, cuando me falte todo, cuando no tenga nada, ni fe, ni alegría, ni esperanza, que acuda a tu Madre, y que tu Madre enternecerá tu corazón para darme todo lo que necesito. Y también me quieres decir que me dé cuenta de qué vino me falta. Que hoy me pregunte y que oiga también a la Virgen que me dice: “Pero¿qué es lo que te falta, hijo?, ¿qué es? ¡Ánimo!, dime lo que te falta para que yo acuda a Jesús y te lo dé y te dé la alegría que te falta, te dé la fuerza que necesitas, te dé todo”. La fiesta, la boda fue exquisita, en el mejor vino. Cuando Jesús hace el milagro de darnos todo, todo se convierte en extraordinario, todo es totalmente alegre.

Jesús, yo te quiero hoy pedir a través de tu Madre todo lo que necesito, y te quiero pedir por la humanidad, te quiero pedir por todos, pero también tengo que darte gracias del regalo de tu Madre. Que yo sepa acudir a Ella. En mis momentos sombríos y en mis momentos tristes y en mis momentos de amargura, de preocupación, de decaimiento, sé que tengo una Madre que acude a ti, y sé que te tengo a ti, que todo me lo das, que me llenas de alegría, que me das la fuerza, que quieres que viva en fiesta, que quieres que viva en alegría.

Hoy, Jesús, acudo a tu Madre y acudo a ti como estos esposos, angustiada, preocupada de tantas cosas que me faltan. Te pido que transformes todas estas carencias y que las transformes en una alegría de fiesta, de bendición, de esperanza. Gracias, Jesús, y gracias, Madre mía, ¡gracias!

Y hoy me quedo con tu Madre, contándole todo lo que necesito, y comprometiéndome a acudir siempre a Ella, en todas las necesidades, en todo lo que necesite. Jesús, no tengo vino, pero quiero hacer lo que Tú quieras de mí. Te seguiré repitiendo una y muchas veces: “No tienen vino”. Y escucharé a tu Madre: “Haced lo que Él os diga”.

“No tienen vino. Haced lo que Él os diga”.

Que así sea.

Francisca Gómez Sierra

Comentario del 20 de enero

La escena evangélica narrada por san Juan ha tenido múltiples representaciones pictóricas. Es fácil imaginarla. Jesús y su madre están invitados a una boda en Caná de Galilea. Jesús acude con sus discípulos. Tiene ya, por tanto, seguidores que le consideran su maestro y conforman una especie de comunidad de vida. Y, estando en esta situación festiva, surge un imprevisto: empieza a escasear el vino. Y no es que el vino fuera absolutamente imprescindible para la fiesta, pero sin vino se perdía un elemento muy importante para mantener el clima festivo, la alegría celebrativa, el brindis por la vida. Alguien se lo hace saber a María: ¡No les queda vino! Y ella recurre a su hijo pensando que él podía aportar alguna solución.

La respuesta de Jesús resulta, cuanto menos, displicente, como si reprochase a su madre entrometerse en asuntos que no eran de su incumbencia, como si le estuviese forzando a actuar. Mujer –le dice- (no utiliza el término «madre»), como queriendo mantener las distancias del profeta que ha dejado a su familia para entregarse de lleno a su misión, déjame, todavía no ha llegado mi hora. Es la hora de su manifestación mesiánica; por tanto, de los signos-milagros que acompañan a la misión. Así lo aprecia san Juan cuando dice: en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos. Su hora no había llegado, y sin embargo, y a requerimiento de su madre, que fuerza las cosas: haced lo que él os diga, comienza con este primer milagro la hora de sus signos mesiánicos.

María no parece acusar la displicencia de Jesús (al fin y al cabo es su madre y lo conoce bien), y da por hecho que su hijo hará algo. Con este propósito se dirige a los sirvientes: Haced lo que él os diga. Y Jesús se deja arrancar de su madre el primer milagro: la conversión del agua de aquellas tinajas preparadas para las abluciones en vino. Era el vino que mantenía viva la fiesta. Era el vino que los novios ofrecían a sus invitados para hacerles partícipes de su alegría. Jesús se hacía así cómplice de la alegría de aquellos comensales y benefactor de aquellos novios que se habían quedado sin el vino necesario para obsequiar a sus invitados. El agua convertida en vino supuso para aquellos novios un verdadero regalo y un signo de la amistad y del afecto que Jesús les profesaba.

San Juan presenta este hecho milagroso como el primero de sus signos mesiánicos; después, vendrán otros: curaciones, resurrecciones de muertos, multiplicación de panes, apaciguamiento de tempestades, pescas milagrosas… Pero ¿de qué era signo aquel hecho? Seguramente que de diferentes cosas. En primer lugar, de su estar entre los hombres, compartiendo su vida; pero también de su bondad y compasión para remediar los males o carencias de sus amigos o demandantes; y signo de su condición mesiánica, pues estaba anunciado que el Mesías, el ungido del Señor, habría de realizar prodigios de este tipo; y de su poder divino, es decir, de su soberanía sobre los mismos elementos naturales, algo que sólo al Creador le está permitido. Era también signo de su condescendencia con María, a cuya intercesión había dado cabal respuesta, y de su amor a esa humanidad a la que había venido a servir. Podía ser incluso signo de su intención de santificar el amor entre un hombre y una mujer, el amor conyugal.

Y, al tiempo que realizó, el signo, se manifestó su gloria, esto es, su divinidad, y creció la fe de sus discípulos. Es la consecuencia de esa manifestación de poder. Al verle obrar así, crece la admiración y la confianza de sus discípulos en él. Más tarde, esa confianza se verá turbada por otros signos (cruz y muerte difamantes) que ellos entendieron como antisignos de su gloria, porque eran signos de fracaso. Sólo tras la resurrección del Maestro supieron entender estos signos de muerte como signos de gloria, porque lograron ver en la figura sufriente del Mesías entregado y humillado en la cruz la figura del Salvador del mundo, enaltecido y glorificado por Dios Padre.

También nosotros necesitamos signos para creer, porque nuestra fe es débil. Y pretender que nuestra fe es suficientemente fuerte para prescindir de todo signo, resulta demasiado presuntuoso. Claro que necesitamos signos. Hasta los grandes santos le han pedido a Dios una señal en momentos de oscuridad y de desánimo, en momentos de prueba. Y la incredulidad reinante en nuestra sociedad occidental es sin duda una prueba para la fe de los creyentes, para nuestra fe. Estamos urgidos a sostener personal y comunitariamente la fe contra la actitud incrédula de los que nos rodean, y nos increpan, y nos desafían: «muéstranos a tu Dios». El desafío alcanza al mismo Dios: «muéstrate a ti mismo como Dios, muéstranos tu poder, haz un signo tan grande que no podamos sino creer en ti.

Es el desafío de los incrédulos, ante el cual Dios no parece reaccionar, ante el cual Dios guarda silencio, como hizo el mismo Jesús ante reclamos de este tipo. No hizo el signo que le pedían, pero sí hizo otros muchos signos en los que sus seguidores podían ver la manifestación de su gloria y creer en él. Al parecer siempre habrá incrédulos que exijan más signos y creyentes a quienes les basten los signos realizados. También en la iglesia de san Pablo había signos: aquellos que el Espíritu obraba en los miembros de la Iglesia: milagros, profecías, discernimiento de buenos y malos espíritus, etc. Y en la historia personal y comunitaria de cada uno de nosotros sigue habiendo signos. Para que tales signos acrecienten nuestra fe, tienen que ser percibidos como signos de la presencia de Dios, de su poder, bondad y misericordia. Se requiere, por tanto, interpretar ciertos hechos con una visión de fe: esa fe que nos permite ver en la creación y en la historia la mano de Dios. Sólo desde esta fe elemental se pueden percibir los signos que remiten a Dios. La incredulidad radical es como una ceguera que incapacita para ver tales signos. Que el Señor nos abra los ojos para ver en los hechos, incluso desgraciados, de nuestra vida signos de su amor. Disfrutar de esta visión es vivir de otra manera.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Episcopalis Communio – Francisco I

Art. 15

Discusión del tema de la Asamblea del Sínodo

§ 1. En las Congregaciones Generales los Miembros realizan sus intervenciones según la norma del derecho peculiar.

§ 2. Periódicamente tiene lugar también un libre intercambio de opiniones entre los Miembros sobre los argumentos en discusión.

§ 3. También los Auditores, los Delegados Fraternos y los Invitados Especiales pueden ser invitados a tomar la palabra sobre el tema de la Asamblea del Sínodo.

Lectio Divina – 20 de enero

Lectio: Domingo, 20 Enero, 2019

El primer milagro de Jesús
“Haced todo lo que Él os diga”
Juan 2,1-12

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

El Evangelio de este segundo Domingo del Tiempo Ordinario nos pone a nuestra consideración las bodas de Caná, en Galilea. Tanto en aquellos tiempos como ahora, a todos nos gusta y siguen gustando las fiestas: sea un matrimonio o un bautismo, como la fiesta de cumpleaños, la fiesta del santo patrón o de la patrona de la iglesia, la fiesta de fin de año…fiestas y más fiestas…Hay algunas fiestas que quedan clavadas en nuestra memoria y que con el paso del tiempo adquieren un significado cada vez más profundo. Así como otras fiestas caen en lo más hondo del olvido. No las recordamos más, porque han perdido su significado. La fiesta de las bodas de Caná, así como está descrita en el evangelio de Juan (Jn 2,1-12), ha quedado viva en la memoria del pueblo cristiano, y para unos pocos revela un sentido profundo.
Para entender este descubrimiento progresivo del significado de las Bodas de Caná, debemos recordar que el Evangelio de Juan es diverso de los otros evangelios. Juan describe los hechos de la vida de Jesús de tal modo que los lectores descubran en ellos una dimensión más profunda, que sólo la fe consigue percibir. Juan hace, al mismo tiempo, una fotografía y unos rayos equis. Por esto, durante la lectura, es bueno prestar mucha atención a los detalles del texto, sobretodo a estas dos cosas: (i) las actitudes y comportamientos de las personas y (ii) a la falta y abundancia que aparecen en la fiesta de las bodas de Caná.

b) Una división del texto, para ayudarnos en su lectura:

Juan 2,1-2: Fiesta de las bodas. María presente, Jesús está invitado.
Juan 2,3-5: Jesús y su Madre ante la falta del vino.
Juan 2,6: Las tinajas de la purificación estaban vacías.
Juan 2,7-8: La iniciativa de Jesús y los sirvientes.
Juan 2,9-10: El descubrimiento del signo por parte del maestresala.
Juan 2,11-12: Comentario del evangelista.

c) Texto:

Juan 2,1-121 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.3 Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» 4 Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» 5 Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»
6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una.7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. 8«Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio 10 y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» 11 Tal comienzo de los signos hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. 12 Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto de este texto que más te ha gustado o te ha llamado más la atención? ¿Por qué?
b) ¿ Qué ha llamado tu atención en las actitudes o comportamiento de las personas? ¿Por qué?
c) ¿Qué tipo de falta o abundancia había en la fiesta? ¿Cuál es el significado de este detalle?
d) ¿Qué ha hecho Jesús para ofrecer vino en abundancia?
e) Jesús comienza el anuncio del Reino en una fiesta de boda. ¿Qué nos quiere enseñar con este gesto?
f) ¿Cuál es el mensaje de este texto para nosotros hoy?

5. Para aquellos que quisieran profundizar más en el tema

a) Contexto para entender la fotografía y los rayos-x:

Cuando decimos “Fotografía”, indicamos los hechos en sí, tal como aparecen delante de nuestros ojos. Cuando decimos “Rayos-x”, indicamos la dimensión más profunda, invisible a los ojos, que se encuentra en los hechos y que sólo la fe nos la hace percibir y nos la revela.
Es en el modo de describir los hechos como Juan hace los Rayos –X a las palabras y gestos de Jesús. Mediante estos pequeños detalles y alusiones, él pone de relieve la dimensión simbólica y, haciendo así, nos ayuda a penetrar más profundamente en el misterio de la persona o del mensaje de Jesús. En las bodas de Caná, en Galilea, se da un cambio del agua de las purificaciones de los judíos en vino para la fiesta de las bodas. Veamos de cerca los detalles con los que Juan describe la fiesta, de modo que podamos entender el significado más profundo de este episodio tan bello y tan conocido.

b) Comentario del texto:

Juan 2,1-2: Fiesta de las bodas. Jesús está invitado
En el Antiguo Testamento, la fiesta de las bodas era un símbolo del amor de Dios hacia su pueblo. Era lo que todos esperaban en el futuro (Os 2,21-22; Is 62,4-5). Y precisamente en una fiesta de bodas, junto a una familia y una comunidad, Jesús cumple su “primer signo” (Jn 2,11). La Madre de Jesús se encontraba en la fiesta. Jesús y sus discípulos estaban invitados. O sea, la Madre de Jesús hacía parte de la fiesta. Simboliza el Viejo Testamento. También Jesús está presente, pero con vestido de invitados. Él no forma parte del Viejo Testamento. Junto a sus discípulos Él es el Nuevo Testamento que está llegando. La Madre de Jesús ayudará al paso del Viejo al Nuevo Testamento.

Juan 2,3-5: Jesús y su Madre ante la falta de vino
En lo más alegre de la fiesta, se acaba el vino. La Madre de Jesús reconoce los límites del Viejo Testamento y toma la iniciativa para que se manifieste el Nuevo Testamento. Se acerca a Jesús y constata: “¡No tienen vino!” Aquí aparecen tanto la foto como los rayos-x. La Foto representa la Madre de Jesús como persona atenta a los problemas de los otros en tal grado que se da cuenta que la falta de vino arruinaría la fiesta. Y no sólo constata el problema, sino que toma iniciativas para resolverlo. Los Rayos-X revelan la dimensión más profunda de la relación entre el Viejo Testamento (la Madre de Jesús) y el Nuevo Testamento (Jesús). La frase “¡No tienen vino!”, viene del Viejo Testamento, y despierta en Jesús la acción que hará nacer el Nuevo. Jesús dice: “Mujer, ¿que nos va a mí y a ti?” O sea, ¿cuál es el nexo entre el Viejo y el Nuevo Testamento? “Todavía no ha llegado mi hora”. María no entiende la respuesta como una negativa, puesto que dice a los sirvientes: “¡Haced lo que Él os diga”. Obrando así, Jesús enseña cómo se pasa del Viejo al Nuevo Testamento. La hora de Jesús, en la que se hará el paso del Viejo al Nuevo Testamento, es su pasión, muerte y resurrección. El cambio del agua al vino es la indicación anticipada del Nuevo, que nacerá a partir de la muerte y de la resurrección de Jesús.

A finales del siglo primero, se discutía entre los primeros cristianos sobre la validez del Antiguo Testamento. Algunos no querían saber ya nada del Viejo Testamento. En la reunión de los Apóstoles en Jerusalén, Santiago defendió la continuidad del uso del Viejo Testamento (Act 15,13-21). De hecho, a principios del segundo siglo, Marción rechazó el Viejo Testamento y se quedó solamente con los libros del Nuevo Testamento. Algunos sostenían incluso, que después de la venida del Espíritu Santo no se debía recordar más a Jesús de Nazaret, sino hablar sólo de Jesús Resucitado. En nombre del Espíritu Santo decían: “Anatema sea Jesús” (1Cor 12,3).

Juan 2,6: Las tinajas de la purificación están vacías
Se trata de un pequeño detalle, muy significativo. Las tinajas solían estar siempre llenas, sobre todo durante una fiesta. ¡Aquí están vacías! ¿Por qué? La observancia de la ley de la pureza, simbolizada en las seis tinajas, ha agotado todas sus posibilidades. La antigua ley ha conseguido ya preparar a la gente a poder estar en unión de gracia y de justificación delante de Dios. ¡Las tinajas, la antigua alianza, están vacías! Ya no pueden generar una vida nueva.

Juan 2,7-8: Jesús y los sirvientes
La recomendación de la Madre de Jesús a los sirvientes es la última gran orden del Antiguo Testamento: “¡Haced lo que Él os diga!” El Viejo Testamento mira hacia Jesús. De ahora en adelante las palabras y los gestos de Jesús marcarán la vida. Jesús llama a los sirvientes y les ordena verter agua en las seis tinajas.¡En total, más de seiscientos litros! Luego ordena sacar y llevar al maestresala. Esta iniciativa de Jesús acontece sin que los dueños de la fiesta intervengan. Ni Jesús, ni la Madre, ni los sirvientes eran los dueños obviamente. Ninguno de ellos fue a pedir permiso a los dueños. La renovación pasa por las personas que no pertenecen al centro del poder.

Juan 2,9-10: Descubrimiento del signo por parte del dueño de la casa
El maestresala prueba el agua transformada en vino y dice al esposo: “Todos sirven al principio el vino bueno. Tú, sin embargo, has conservado hasta ahora el vino bueno!” ¡El maestresala, el Viejo Testamento, reconoce públicamente que el Nuevo es mejor! Donde antes estaba el agua para los ritos de la purificación de los judíos, ahora hay vino abundante para la fiesta. ¡Era mucho vino! ¡Más de seiscientos litros, y la fiesta estaba para terminar! ¿Cuál es el sentido de esta abundancia? ¿Qué se hace con el vino sobrante? ¡Lo estamos bebiendo hasta hoy!

Juan 2,11-12: Comentario del evangelista
Este es el primer signo. En el Cuarto Evangelio, el primer signo sucede para ayudar en la reconstrucción de la familia, de la comunidad, para resanar las relaciones de base entre las personas. Seguirán otros signos. Juan no usa la palabra milagro, sino la palabra signo. La palabra signo indica que las acciones de Jesús en favor de las personas tienen un valor profundo, que sólo se descubre con los rayos-x de la fe. La pequeña comunidad que se ha formado en torno a Jesús aquella semana, viendo el signo, estaba ya en grado de percibir el significado más profundo y “creyó en Él”.

c) Ampliando conocimientos

* Bodas muy esperadas

En el evangelio de Juan, el comienzo de la vida pública de Jesús acontece en una fiesta de bodas, momento de mucha alegría y de mucha esperanza. Por esto mismo, las Bodas de Caná tienen un significado simbólico muy fuerte. En la Biblia, el matrimonio es la imagen usada para significar la realización de la perfecta unión entre Dios y su pueblo. Estas bodas entre Dios y su pueblo eran esperadas desde hacía mucho tiempo, ¡más de ochocientos años!

Fue el profeta Oseas (hacia el año 750 a C.) el que , por primera vez, representó la esperanza de estas bodas cuando narra la parábola de la infidelidad del pueblo ante las propuestas de Yahvé. La monarquía de Israel había abandonado a Yahvé y su misericordia, conduciendo al pueblo hacia falsos dioses. Pero el profeta, seguro del amor de Dios, dice que el pueblo será conducido de nuevo al desierto para escuchar de parte de Dios la siguiente promesa: “Te haré mi esposa por siempre, te haré mi esposa en la justicia y en el derecho, en la benevolencia y en el amor, y te esposaré en la fidelidad y tú reconocerás al Señor! (Os 2,21-22). Estos esponsales entre Dios y el pueblo indica que el ideal del éxodo se conseguirá (Os 2,4-25). Después de casi ciento cincuenta años , el profeta Jeremías vuelve a tomar las palabras de Oseas para denunciar a la monarquía de Judá. Y dice que Judá tendrá el mismo destino que Israel por causa de su infidelidad (Jer 2,2-5; 3,11-13). Pero también Jeremías mira hacia la esperanza de unos desposorios perfectos con la siguiente novedad: será la mujer la que seducirá al marido (Jer 31,22). Y a pesar de la crisis general del destierro en Babilonia, el pueblo no pierde la esperanza de que un día este desposorio se realizará. Yahvé tendrá compasión de su esposa abandonada (Is 54,1-8). Con el regreso de los desterrados, la “Abandonada” volverá a ser la esposa acogida con mucha alegría (Is 62,4-5).

También, observando la Novedad que está llegando, Juan Bautista mira a Jesús, el esposo esperado (Jn 3,29). En sus enseñanzas y conversaciones con la gente, Jesús vuelve a tomar la parábola de Oseas, el sueño de las bodas perfectas. Él se presenta como el esposo esperado. (Mc 2,19). En la conversación con la samaritana, se presenta discretamente como el verdadero esposo, el séptimo (Jn 4,16-17). Las comunidades cristianas aceptarán a Jesús como el esposo esperado (2 Cor 11,2; Ef 5,25-31). Las bodas de Caná quieren demostrar que Jesús es el verdadero esposo que llega para las tan esperadas bodas, portando un vino gustoso y abundante. Estas bodas definitivas están descritas con bellas imágenes en el libro del Apocalipsis (Ap 19,7-8; 21,1 a 22,5).

* La Madre de Jesús en el Evangelio de Juan

Aun no siendo llamada con el nombre de María, la Madre de Jesús aparece dos veces en el evangelio de Juan: al principio, en las bodas de Caná (Jn 2,1-5), y al final, a los pies de la Cruz (Jn 19,25-27). En los dos casos representa al Viejo Testamento que espera la llegada del nuevo, y en los dos casos, contribuye a la llegada del Nuevo. María es el lazo entre lo que había antes y lo que vendrá después. En Caná, la Madre de Jesús, símbolo del Viejo Testamento, es aquella que se da cuenta de los límites del Viejo Testamento y da los pasos para que pueda aparecer el Nuevo. A los pies de la Cruz, está junto al “Discípulo Amado”. El Discípulo Amado es la comunidad que crece en torno a Jesús, es el hijo que nace del Viejo Testamento. A petición de Jesús, el hijo, el Nuevo Testamento, recibe a la Madre, el Antiguo Testamento, en su casa. Los dos deben caminar juntos. De hecho, el Nuevo no se entiende sin el Viejo. El Nuevo no tendría base, fundamento. Y el Viejo sin el Nuevo sería incompleto: un árbol si frutos.

* Los siete días de la nueva creación

El texto comienza: “¡Al tercer día!” (Jn 2,1). En el capítulo precedente, Juan había repetido ya tres veces la expresión “Al día siguiente” (Jn 1,29.35.43). Haciendo cálculos, esto ofrece el siguiente esquema: El testimonio de Juan Bautista sobre Jesús (Jn 1,29) sucede el primer día. ”Al día siguiente” (Jn 1,29), o sea, el segundo día, sucede el bautismo de Jesús (Jn 1,29-34). El tercer día ocurre la llamada de los discípulos y de Pedro (Jn 1,35-42). El cuarto día, Jesús llama a Felipe y a Natanael (Jn 1,43-51). Finalmente, “tres días después” esto es, el séptimo día, o sea en pleno sábado sucede el primer signo de las bodas de Caná (Jn 2,1). A lo largo del evangelio Jesús realizará siete signos.

Juan usa el esquema de la semana para presentar el comienzo de la actividad de Jesús, El Viejo Testamento se sirve del mismo esquema para presentar la creación. En los primeros seis días Dios creó todas las cosas llamándolas por su nombre. El día séptimo descansó, y no trabajó más (Gen 1,1-2,4). Igualmente, Jesús en los seis primeros días de su actividad llama a las personas y crea la comunidad, la nueva humanidad. El séptimo día, o sea, el sábado, Jesús no reposa, sino que realiza el primer signo. A lo largo de los capítulos siguientes, del 2 al 19 inclusive, realizará todavía seis señales, siempre en sábado (Jn 5,16,9,14). En fin, en la mañana de la resurrección, cuando María Magdalena va al sepulcro, se dice: “El primer día de la semana” (Jn 20,1) es el primer día de la nueva creación, después de aquel sábado prolongado en los que Jesús hace los seis signos.

Acusado de trabajar en sábado, Jesús responde: “¡Mi Padre siempre trabaja, y también yo trabajo!” (Jn 5,17). A través de la actividad de Jesús entre Caná y la Cruz, el Padre completa lo que falta en la vieja creación, de modo que pueda surgir la nueva creación en la resurrección de Jesús.

6. Orar con el Salmo 148

¡Aleluya!
¡Alabad a Yahvé desde el cielo,
alabadlo en las alturas,
alabadlo, todos sus ángeles,
todas sus huestes, alabadlo!

¡Alabadlo, sol y luna,
alabadlo, estrellas lucientes,
alabadlo, cielos de los cielos,
aguas que estáis sobre los cielos!

Alaben ellos el nombre de Yahvé,
pues él lo ordenó y fueron creados;
el los fijó por siempre, por los siglos,
les dio una ley que nunca pasará.

¡Alabad a Yahvé desde la tierra,
monstruos del mar y abismos todos,
fuego y granizo, nieve y bruma,
viento tempestuoso, que hace su voluntad,
montañas y todas las colinas,
árboles frutales y todos los cedros,
fieras y todos los ganados,
reptiles y pájaros que vuelan,
reyes de la tierra y pueblos todos,
dignatarios y jueces de la tierra,
jóvenes y doncellas también,
los viejos junto con los niños!

Alaben el nombre de Yahvé:
sólo su nombre es sublime,
su majestad sobre el cielo y la tierra.
Él realza el vigor de su pueblo,
orgullo de todos sus fieles,
de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Domingo II de Tiempo Ordinario

Queridos amigos:

Nada de cronista o de periodista tiene el Evangelista Juan. Tiene todo de un teólogo. De ahí que por lo que se refiere a un texto como el de hoy (las bodas de Caná), no hayamos de contentarnos con ver la descripción de un milagro simpático, por el que procura Jesús a los invitados el vino necesario para continuar la fiesta, sino que es más bien necesario descubrir el mensaje teológico que nos quiere transmitir el Evangelista. Como de ordinario nos encontramos con la clave de esta narración, precisamente fin de la misma: Fue, nos dice Juan, el primero de los signos realizados por Jesús, y este signo – que es algo muy diferente de un ‘milagro’ – nos da la clave para la interpretación de todo el resto del Evangelio.

El elemento central de la narración lo constituyen las siete tinajas de piedra. Es ya un tanto extraño el encontrar en una casa privada en que se celebra la boda seis de esas tinajas. Son de piedra, lo mismo que las Tablas sobre las cuales había sido entregada a Moisés la antigua Ley . Ahora bien, el hecho más importante lo constituye el que se hallen vacías. Tinajas vacías, que son signo de la Antigua Alianza en la cual vivía el hombre sometido al miedo, obsesionado por la tensión entre lo puro y lo impuro, lo permitido y lo prohibido, y tratando de liberarse de ese sentimiento suyo de impureza echando mano de abluciones rituales.

Es esta religión de lo puro y lo impuro, de abluciones y sacrificios la que viene a sustituir Jesús por una religión de amor, que queda simbolizada por el vino nuevo del Espíritu. En punto a esta antigua Ley, nos dirá un día Jesús que no ha venido a abolirla sino a a llevarla a su plenitud. El número de tinajas (hay seis de ellas) significa precisamente la falta de plenitud, siete simboliza de hecho el número perfecto. Jesús viene a llevar a su perfección la antigua economía haciendo que llenen de agua esas tinajas. Las llenan no de vino sino de agua. Y el agua queda convertida en vino no en las tiajas, sino cuando se la sirve.

Al comienzo de su Evangelio, ya a partir del Bautismo de Jesús en el Jordán, cuenta Juan con toda precisión los días. En este momento nos hallamos en el sexto, el que corresponde al día sexto del Génesis, día en que creó Dios al hombre. Jesús viene, pues, a crear una nueva humanidad. A lo largo de su Evangelio nos muestra a Jesús como el nuevo Adán (y a María como la nueva Eva), y el Reino que viene a establecer como una nueva creación.

Jesús y María no se hallan en esta boda por idénticos motivos. Juan pesa sus palabras:

“Se celebraba una boda en Caná y estaba allí María…Fue también invitado Jesús…”

María se encuentra allí porque pertenece aún a la Antigua Alianza. Cuando indica a Jesús que falta el vino, le hace ver Jesús que este vino que se ha acabado pertenece ya al pasado.

“¿Qué tengo yo contigo, mujer?”

No obstante, la Nueva Alianza, la nueva creación que nos trae no se halla presente en esta ocasión más que de manera simbólica, ya que no ha llegado aún su hora (la hora de la Pasión).

Al paso que Eva, la madre de los vivientes, había ofrecido la manzana al primer Adán, María no hace más que indicar a Jesús que se ha acabado el vino. Y Jesús, al invitarla a romper con ese pasado, hace de ella la madre de la Nueva Alianza, la madre de la Iglesia, y ya desde ese momento ejerce su papel diciendo a los sirvientes:
“Haced lo que os diga”

No ha llegado aún la hora de Jesús. Antes de que llegue esa hora vivirá Jesús las tensiones creadas por quienes se hallan enganchados a la Antigua Alianza, simbolizados en este lugar por el maestresala que interpela al novio y le echa en cara el no haberse sujetado a las reglas de costumbre y no haber servido en un primer término el mejor vino. De igual manera, los escribas y los doctores de la Antigua Ley echarán en cara de continuo a Jesús el no someterse a la tradiciones y costumbres.

Este Evangelio no invita a dejarnos instruir, a dejarnos modelar por los signos operados por Jesús y a vivir nuestra experiencia de Dios no tanto en una pureza rebuscada a través de observancias y ritos cuanto en el vino nuevo del Espíritu. No pertenecemos ya a la Antigua Alianza. Nada en común tenemos con el maestresala de la boda y con sus costumbres pasadas ya y superadas. Escuchemos más bien a María que nos dice:

“Haced lo que os diga”

Es entonces cuando seremos convidados a las nupcias del Cordero que nos va a describir Juan en el Apocalipsis y que se hallaban ya anunciadas en el texto de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura:
“Como la joven esposa es el gozo de su esposo, así serás tú también el gozo de tu Dios”

A. Veilleux

Como esos sirvientes

Cualquier persona que se tome en serio su fe en Cristo sabe lo difícil que es ser cristiano, ser discípulo y apóstol. Porque la fe, para ser cristiana, ha de plasmarse y concretarse en la vida. Supone dar testimonio en la multiplicidad de las circunstancias personales, familiares, sociales, laborales… es decir, ser “santos”. Y esto conlleva asumir una serie de valores, actitudes y comportamientos. Pero muchas veces la complejidad de la realidad, y también los escasos o nulos frutos a pesar de tanto esfuerzo, nos hace cuestionarnos esos valores y comportamientos. Por eso, aunque sigamos manteniéndolos, nos preguntamos interiormente: “Y esto, ¿para qué? ¿De qué va a servir?”.

En este segundo domingo del tiempo ordinario hemos escuchado el signo que Jesús realizó en una boda en Caná de Galilea. Como sabemos, se produjo una circunstancia inesperada: Faltó el vino, algo que incluso provocó un aparente momento de tensión entre Jesús y su Madre: Mujer, déjame…

En esa situación compleja, Jesús actúa y además, pide la colaboración de los sirvientes: Llenad las tinajas de agua. Y no era tarea sencilla: Eran seis tinajas de piedra… de unos cien litros cada una.

Podemos imaginarnos los pensamientos de los sirvientes, su incredulidad mientras iban llenando las tinajas: “Y esto, ¿para qué? ¿De qué va a servir? Si agua tienen, lo que no queda es vino…”

Pero María había dicho a los sirvientes: Haced lo que Él diga. Y aunque no entiendan por qué deben hacer eso, las llenaron hasta arriba, y así fueron testigos privilegiados del signo que Jesús había realizado: El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua). Su fidelidad al llevar a cabo lo que Jesús les había dicho, aunque no lo entendieran e incluso dudasen, les convirtió no sólo en testigos, sino en colaboradores para que Jesús manifestase su gloria y creciese la fe de sus discípulos en Él.

El ejemplo de estos sirvientes nos invita, como discípulos-apóstoles-santos, a revisar nuestra disposición a “hacer lo que Jesús nos dice”, aunque a veces dudemos y no lo entendamos. Y en primer lugar, recordemos lo que dice el Papa Francisco: “Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender” (EG 12). En la misión evangelizadora, que se concreta en la vida cotidiana, es Jesús quien lleva la iniciativa y nos indica lo que debemos hacer y cómo llevarlo a cabo.

Por eso, en segundo lugar, como discípulos misioneros, el Papa nos invita en Gaudete et Exsultate 23 a escuchar a Dios “en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión”. No se trata tanto de “entender y comprender” lo que debemos hacer, cuanto de estar dispuesto a llevarlo a cabo. Por eso sigue diciendo el Papa: “Déjate transformar, déjate renovar por el Espíritu, para que eso sea posible, y así tu preciosa misión no se malogrará” (24).

Y así, como discípulos y apóstoles, en tercer lugar, estaremos recorriendo nuestro personal camino de santidad, porque “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra” (14).

Un gesto poco religioso

Había una boda en Galilea. Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética «salvando» una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su «primer signo», el que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de «milagros». A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre «signos». No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuenta de que «no les queda vino» y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

José Antonio Pagola