Vísperas – Miércoles III de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES III TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia que apoya, que le nutre
y le enflora y verdea.

Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin tu amor, sin ti vacío,
en la noche te busca;
le siento que te busca, como un ciego
que extiende, al caminar, las manos llenas
de anchura y de alegría.

Gloria al padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 125: DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

SALMO 126: EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

LECTURA: Ef 3, 20-21

A Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Invoquemos a Dios, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:

Que tu pueblo te alabe, Señor.

  • Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias para la salvación;
    — haz que sepamos corresponder, y así hagamos nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
  • Haz que todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad
    — y vivan unidos por la caridad.
  • Creador del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus propias manos,
    — acuérdate de los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de su frente.
  • Acuérdate, también, de todos los que viven entregados al servicio de los demás:
    — que no se dejen vencer por el desánimo ante la incomprensión de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Ten piedad de nuestros hermanos difuntos
    — y líbranos del poder del Maligno.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Llegue a tus oídos, Señor, la voz suplicante de tu Iglesia, a fin de que, conseguido el perdón de nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y con tu protección vivamos confiados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 30 de enero

Lectio: Miércoles, 30 Enero, 2019

Tiempo ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno: ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 4,1-20

Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:

«Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.»

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumben en seguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»

3) Reflexión

• Sentado en una barca, Jesús enseña a la multitud. En estos versos, Marcos describe de qué forma Jesús enseñaba a la gente: en la playa, sentado en la barca, mucha gente alrededor para escuchar. Jesús no era una persona culta (Jn 7,15). No había cursado una escuela superior en Jerusalén. Venía del interior, del campo, de Nazaret. Era un desconocido, medio campesino, medio artesano. Sin pedir permiso a las autoridades, empezó a enseñar a la gente. Hablaba de forma muy distinta. Al pueblo le gustaba oírle.

• Por medio de las parábolas, Jesús ayudaba el pueblo a percibir la presencia misteriosa del Reino en las cosas de la vida. Una parábola es una comparación. Se usan cosas conocidas y visibles de la vida para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. Por ejemplo, el pueblo de Galilea entendía de siembra, terreno, lluvia, sol, sal, flores, cosecha, pesca, etc. Y son exactamente estas cosas conocidas las que Jesús usa en las parábolas para explicar el misterio del Reino.

• La parábola de la semilla retrata la vida de los campesinos. En aquel tiempo, no era fácil vivir de la agricultura. El terreno era muy pedregoso. Había mucho matorral. Poca lluvia, mucho sol. Además de esto, muchas veces la gente acortaba el camino y pasando por los campos pisaba las plantas (Mc 2,23). Asimismo, a pesar de todo esto, cada año, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza.

• ¡El que tenga oído para oír, que oiga”! (Mc 4,3). Ahora, al final termina diciendo: “El que tenga oído para oír, que oiga.” El camino para llegar a comprender la parábola es la búsqueda: “¡Traten de entender!” La parábola no dice todo inmediatamente, sino que lleva a pensar y hace descubrir desde la experiencia que los oyentes tienen de la siembra. Suscita creatividad y participación. No es una doctrina que ya llega pronta para ser enseñada y decorada. La parábola no da agua embotellada, entrega la fuente. El agricultor que escucha dice: “La semilla en el terreno, ¡yo sé que es! Pero Jesús dice que esto tiene que ver con el Reino de Dios. ¿Qué será?” ¡Y uno se puede imaginar las largas conversaciones de la gente! La parábola se mezcla con la gente y lleva a escuchar la naturaleza y a pensar en la vida.

• Jesús explica la parábola a los discípulos. En casa, a solas con Jesús, los discípulos quieren saber el significado de la parábola. No entendían. Jesús se percató de su ignorancia (Mc 4,13) y respondió por medio de una frase difícil y misteriosa. Dice a los discípulos: “Ustedes están en el secreto del Reino de Dios, pero a los de afuera se les hace parábolas, de modo que por mucho que miren, no verán; y por más que oigan, no entenderán; no se convertirán ni serán perdonados”. Esta frase hace que la gente se pregunte: Al final, ¿de qué sirve la parábola? ¿Para aclarar o para esconder? ¿Será que Jesús usa parábolas para que la gente continúe en su ignorancia y no llegue a convertirse? ¡Cierto que no! Pues en otro lugar Marcos dice que Jesús usaba parábolas “según la capacidad de los oyentes” (Mc 4,33).

• ¡La parábola revela y esconde al mismo tiempo! Revela para “los de dentro”, que aceptan a Jesús como Mesías, Rey grandioso. Ellos entienden las imágenes de la parábola, pero no llegan a entender su significado.

• La explicación de la parábola, parte por parte. Una por una, Jesús explica las partes de la parábola, desde la siembra y el terreno, hasta la cosecha. Algunos estudiosos piensan que esta explicación se amplificó después. Sería una explicación hecha por alguna comunidad. ¿Es muy posible! Pues en el capullo de la parábola está la flor de la explicación. Capullo y flor, ambos, tienen la misma origen que es Jesús. Por esto, podemos seguir la reflexión y descubrir otras cosas bonitas dentro de la parábola. Una vez, alguien preguntó en una comunidad: “Jesús dijo que debemos ser sal. ¿Para qué sirve la sal?” Discutieron y al final encontraran más de diez finalidades para la sal. Aplicaron todo esto a la vida de la comunidad y descubrieron que ser sal es difícil y exigente. ¡La parábola funcionó! Lo mismo vale para la siembra. Todos tienen alguna experiencia de sembrar.

4) Para la reflexión personal

• ¿Qué experiencia tienes de sembrar? ¿Cómo te ayuda a entender mejor la Buena Nueva?

• ¿Qué tipo de terreno soy yo?

5) Oración final

Consulté a Yahvé y me respondió:

me libró de todos mis temores.

Los que lo miran quedarán radiantes,

no habrá sonrojo en sus semblantes. (Sal 34,5-6)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 8, 31-33

31Y comenzó a enseñarlesque era necesarioal Hijo del Hombresufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser asesinado, y después de tres días resucitar; 32y hablaba con franqueza estas palabras.

<

p style=»text-align:justify;»>Y, tomándole aparte, Pedrocomenzó a recriminarlo.


33Pero él, volviéndose y viendo a sus discípulos, recriminóa Pedroy dice: “Ponte detrás de mí, Satanás,

porque no piensas las cosas de Dios, sino las de los hombres”».

8,31-33: Pero ¿qué tipo de mesías? Estos acontecimientos trascendentales y el sufrimiento mesiánico que conducirá hasta ellos son ahora profetizados explícitamente por Jesús en la primera de las tres predicciones de la Pasión, estructuradas de un modo similar (8,31; 9,31; 10,33-34), que forman la espina dorsal de la sección central del evangelio. Al principio de la predicción presente, a diferencia de las otras dos, aparece la importante palabra dei («era necesario»); era vital para Jesús acentuar, en esta primera y abierta profecía de su muerte y resurrección, que esos acontecimientos inesperados reflejaban la voluntad divina. Este tipo de intensidad enfática es común en las profecías apocalípticas de los acontecimientos del tiempo final. El dei implica también que la muerte y resurrección de Jesús han sido profetizadas en las Escrituras. Textos del Antiguo Testamento, como los pasajes sobre el siervo sufriente de Isaías, los salmos del Justo perseguido y la profecía de la resurrección «al tercer día» en Os 6,2, se hallan en el trasfondo de nuestro pasaje. Pero ya que la profecía de Jesús concierne expresamente al sufrimiento, muerte y resurrección del Hijo del Hombre, es también probable que se piense en Dn 7. En ese pasaje un «como hijo de hombre» es exaltado a la gloria divina y esa exaltación va unida a la vindicación del pueblo de Dios después de que haya sufrido durante «un tiempo, dos tiempos y medio tiempo».

Aunque solo unos momentos antes Pedro alcanzara la cumbre de la percepción del mesianismo de Jesús, en estos instantes se sumerge en un pozo de torpeza al tomar al Maestro aparte, como para instruirlo, y al comenzar a «recriminarlo» por su profecía acerca de su triste destino (8,32b). De este modo se sitúa Pedro en contra de la voluntad revelada de Dios (dei = «era necesario»); no es extraño que Jesús responda designándolo como Satanás, el adversario de los designios divinos (8,33).

Sin embargo, nunca entenderemos este pasaje correctamente si no caemos en la cuenta de que la reacción de Pedro fue totalmente natural. El cristiano moderno, ahormado por dos mil años de enseñanza eclesiástica, encuentra normal la idea de un mesías sufriente, pero «desde el principio no era así» (cf. Mt 19,8). La idea del triunfo pertenecía intrínsecamente a la noción veterotestamentaria y judía del mesías, no la de su pasión y muerte. Y ya que el destino del Maestro tenía consecuencias directas para sus seguidores, la noción de un mesías sufriente confundía también el deseo natural de los discípulos de compartir la gloria mesiánica terrenal de Jesús; en cambio, este les ofrecerá pronto participar en su crucifixión (8,34-35; cf. 10,35- 45).

Así pues, Pedro «recrimina» a Jesús por esta profecía y este verbo tiene probablemente algo del mismo sentido de exorcismo que en otros lugares del evangelio: Pedro atribuye el presagio de Jesús sobre su muerte a un ataque satánico y trata de eliminarlo de la mente del Maestro. Jesús, sin embargo, se vuelve rápidamente hacia Pedro y le reprocha a su vez que sea como «Satanás», cuyos pensamientos lo han situado en el plano opuesto a los designios de Dios (8,33). Para Jesús es el rechazo del sufrimiento mesiánico, no su admisión, lo que constituye la tentación diabólica que debe ser exorcizada (cf. 14,35- 38). Debe señalarse que el punto en disputa es exactamentecómo se logrará la victoria mesiánica sobre las fuerzas del mal. Para Pedro, la lucha prevista prevé una victoria que se logrará gracias a un asalto militar contra enemigos de carne y sangre. Según tal guión, la muerte prematura de Jesús, el mesías y por tanto el capitán de los ejércitos de Dios, sería un golpe devastador propinado a las fuerzas de la divinidad y un golpe espectacular de la oposición. Para Jesús, sin embargo, la victoria mesiánica en primera instancia será un triunfo cósmico sobre enemigos sobrenaturales (cf. 1,24; 3,23-27) y se logrará no por una batalla convencional, sino por la muerte y la resurrección. Cualquier intento de desviarlo de esta tarea extraordinaria es una tentación satánica, una tentativa de sustituir los majestuosos proyectos de Dios, que han de transformar el mundo en una nueva creación, por los estrechos esquemas, faltos de imaginación, de los humanos. «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos» (Is 55,8). Es preciso resistir ferozmente tales tentativas de rebajar a Dios hasta un tamaño humano, porque el resultado de la batalla está en juego: «¡Ponte detrás de mí, Satanás!». El principal de entre los discípulos parece caminar vacilante en el borde de la apostasía.

Camina vacilante en el borde, pero no llega a caer, porque Jesús, aun en este momento de peligro supremo, no ordena a su discípulo convertido en Satanás que se aleje de él para siempre, sino que «se ponga detrás de él», es decir, que vuelva a emprender el camino del seguimiento que había abandonado momentáneamente. Pedro es llamado de nuevo al camino del discipulado cabal. Precisamente por esta razón, los lectores de Marcos, tentados también a abandonar el camino del discipulado sufriente (13,13.19-22), podrían identificarse con Pedro. Así pues, hay todavía esperanza de que este discípulo vuelva al redil.

En el siguiente pasaje, Jesús aclarará que este viaje de los apóstoles hacia la luz implicará la necesidad de seguirlo en el camino del sufrimiento y de la muerte para hallar así la vida verdadera.

Comentario 30 de enero

San Marcos nos presenta a Jesús de nuevo enseñando junto al lago. El evangelista nos informa de que para su enseñanza se sirve abundantemente de parábolas, ese género catequético tan imaginario como narrativo, que tanto muestra y tanto oculta a la vez. Jesús habla narrando las andanzas de su protagonista, en este caso el sembrador: Salió el sembrador a sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron…

Todo el mundo sabe qué es un sembrador, todo el mundo ha visto al sembrador realizar su tarea. Jesús describe en su parábola las vicisitudes de su siembra: parte de la semilla queda al borde del camino; parte cae en terreno pedregoso; parte, entre zarzas; y parte se siembra en tierra buena, pero de diferente calidad o capacidad: una da el treinta, otra el sesenta, y otra el ciento por uno. Ante la multitud, Jesús se limita a narrar; no esclarece el sentido de la parábola, que es siempre sugerente. Pero cuando se queda a solas con los que le están más próximos, con los Doce, les explica con detenimiento su secreto, pues ellos desean saber. Y Jesús les reserva esta particular enseñanza a la que no tienen acceso los demás, aquellos que él califica como los de fuera. Mientras que a los Doce se les hace partícipes de los secretos del Reino escondidos en las parábolas como en una indumentaria multicolor y sugerente, a los de fuera, es decir, al gentío que se había concentrado junto a él a la orilla del lago, todo se les presentaba en parábolas, sin más aclaraciones; de esta manera se cumplía lo profetizado por Isaías (6, 9ss.): para que «por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y los perdone».

Y no es que Jesús no quiera que se conviertan con su predicación. Su palabra es una llamada a la conversión. Ha venido precisamente para eso: para que se conviertan y puedan obtener el perdón. Nos lo decía días atrás: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, a que se conviertan. Luego él quiere la conversión de todos aquellos a quienes dirige su palabra. Pero si cita al profeta es para acreditar el cumplimiento de su profecía, dado que habrá muchos que mirarán y no verán, oirán parábolas, pero no entenderán; y no porque no reciban las debidas explicaciones, sino porque no muestran disposición para recibirlas, porque se quedan en cierto modo fuera, en lo más externo de la narración, en la superficie de la imagen parabólica. Los discípulos más próximos, al parecer, sí muestran interés por entender. Por eso Jesús, aunque les reprocha su falta de perspicacia, se toma su tiempo para explicarles los detalles y los secretos de la misma: El sembrador siembra la Palabra. Luego el oficio de este sembrador no es otro que la predicación. Él mismo es el protagonista de la parábola, él es el sembrador de la Palabra.

El destino de esta siembra es muy diverso, como diversos son los destinatarios de la Palabra. Unos están representados por el borde del camino, terreno en el que no cala la siembra: escuchan la palabra, pero ésta no entra ni en su mente (para ser entendida) ni en su corazón (para ser sentida); queda de tal manera fuera que cualquiera que pase puede llevársela para hacer de ella el uso que quiera. Otros reciben la simiente como terreno pedregoso, sin apenas tierra donde enraizar: escuchan la palabra, la acogen con alegría –hay, por tanto, buena receptividad-, pero, dado que no tienen raíces y son inconstantes –es un terreno sin suficiente hondura o profundidad-, ante la más mínima dificultad o persecución sucumben, como sucumbe a una corta, aunque severa, sequía una planta tierna y poco enraizada. Otros reciben la simiente entre zarzas. Se trata de aquellos que escuchan la palabra de Dios, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás –tales son las zarzas invasoras- los invaden, ahogan la Palabra y se queda estéril. Aquí hay acogida y enraizamiento; pero esto no basta; hay que eliminar las zarzas de la vida para impedir que acaben estrangulando la planta ya nacida. ¡Cuántos afanes, seducciones y deseos impiden el desarrollo de esas plantas nacidas de la palabra y llamadas a dar abundante fruto! Sólo los que son tierra buena y preparada –o labrada-, porque escuchan la Palabra, la aceptan y la permiten madurar, dan cosecha, unos más (el sesenta o el ciento por uno) y otros menos (el treinta), en razón de su bondad (cualidad) y de su labranza (estado idóneo para la producción).

La cosecha se hace depender no de la semilla, que es la misma, aunque pueda llegar a través de manos más o menos expertas, sino del terreno en el que cae, de mejor o peor cualidad y en mejor o peor estado o disposición. La disposición cuenta mucho en este negocio, porque la cualidad de la tierra, en cuanto salida de las manos de Dios, hemos de considerarla buena por naturaleza o idónea para la siembra. Somos creación de Dios. La naturaleza de que hemos sido dotados es adecuada para recibir la palabra de Dios. Si ésta no es acogida será porque se ha producido una distorsión o disfunción que lo impide; es porque algo extraño a sí misma la ha endurecido u obstruido; es porque se ha introducido en ella una alteración que deforma, ciega o endurece, y obstaculiza la siembra o el crecimiento de la semilla ya sembrada. Pero ¿qué puede haber más connatural con nuestra naturaleza que el mismo Dios –y su palabra- a cuya imagen hemos sido hechos? ¿Y qué puede haber más satisfactorio para la tierra que producir los buenos frutos que se han sembrado en ella? Empeñémonos en ser tierra buena o bien dispuesta y podremos disfrutar con los frutos de una buena cosecha.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Episcopalis Communio – Francisco I

Disposiciones finales

Art. 26

La Secretaría General del Sínodo de los Obispos promulgará, según el espíritu y las normas de la presente Constitución apostólica, una Instrucción sobre la celebración de las Asambleas Sinodales y sobre la actividad de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos y, con ocasión de cada Asamblea del Sínodo, un Reglamento sobre el desarrollo de la misma.

Comentario Domingo IV de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor Jesús, dame Tu Palabra, dame acogerla en mi verdad, aunque me ponga al descubierto, pues sólo así podrá crecer mi corazón al aire de lo que me propones. Dame Tu gracia para no reclamar privilegios por nada de lo que soy. No permitas que Te llegue a manejar ni que Te arroje fuera de mi vida. AMEN.

 

Lc 4,21-30

«21Pero comenzó a decir a ellos: “Hoy es cumplida esta Escritura [que está] envuestros oídos”. 22Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las pala- bras llenas de gracia que salían de su boca.

Y decían: “¿Acaso no es éste hijo de José?”.

23Y dijo a ellos: “Todos a una me diréis esta parábola: „Médico, cúrate a ti mismo.Todo cuanto hemos oído [que ha] sucedido en Cafarnaún, hazlo también aquí en tupatria‟”.

24Pero dijo: “En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su patria.

25Pero os digo de verdad: muchas viudas había en los días de Elías en Israel, cuando fue cerrado el cielo por tres años y seis meses, cómo sucedió un gran hambre sobre toda la tierra; 26y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel [cuando] el profeta Eliseo; y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio”.

28Y al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira 29 y, levantándose, lo arrojaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo.

30Pero él, pasando por medio de ellos, se marchaba».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Este evangelio sigue al del domingo anterior. A partir de esta perícopa de Jesús en su tierra de Nazaret, el evangelio lucano retoma la narración de Marcos como guía de su propio evangelio. A esta presentación programática de Jesús sigue, pues, la realización de ese programa: Jesús enseña y cura en Cafarnaún (4,31-37), la curación de la suegra de Pedro (4,38-39), un sumario de curaciones (4,40-41) y la evangelización por Judea (4,42-44). El próximo domingo el evangelio recogerá Lc 5,1-11, un relato vocacional.

 

TEXTO

El v. 21 retoma el evangelio del domingo pasado y nos recuerda que estamos en la continuación de la perícopa. En esta parte, distinguimos tres momentos:

a) vv. 21-22a: la primera reacción, positiva, de la gente a las palabras de Jesús; b) vv. 22b-27: la duda planteada por la gente y la respuesta de Jesús a la misma;

c) vv. 28-30: la reacción final, muy negativa, de los paisanos de Jesús, y la partida de éste.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Destaca la evolución de la narración y el contraste entre el anuncio de la salvación que se cumple hoy en Jesús y que él ofrece a todos, especialmente a los pobres y necesitados, y el rechazo de Jesús y de su mensaje. Los cuatro evangelistas resaltan ese rechazo de Jesús por parte de los de su pueblo y su familia (cf. Mc 3,20-21; Mc 6,1-6; Mt 13,56-58), y de los judíos, que intentan matarle (cf. Mc 3,6; Jn 7,19-23.30; 8,59; 10,20). Bien lo dijo Juan: Jesús vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron. ¿Es nuestro caso? ¿En qué aspectos puede serlo?

• Jesús se coloca en la línea de dos grandes profetas de Israel, Elías y Eliseo. Instancia crítica para el pueblo elegido, Jesús abre los ojos de sus paisanos para que caigan en la cuenta de que „ser hijos de Israel‟, o ser paisanos o parientes suyos, no supone ningún privilegio. Por contra, esas cualidades pueden ser un arrogante obstáculo para acoger la gracia que Dios regala. La viuda de Sarepta y Naamán elsirio, dos extranjeros, „gentuza‟ para algunos „israelitas fieles‟, fueron objeto de una salvación que no se dio a „los de casa‟. ¿Nos ayuda a clarificar nuestra espiritualidad y nuestra posición ante „los de fuera‟? ¿Las preferencias de Dios son nuestras preferencias?

• Las palabras de Jesús, suaves en la forma y durísimas en el fondo, desencadenan la ira de sus paisanos, que lo arrojan fuera de la ciudad e intentan despeñarlo. Esto recuerda el final de Jesús, crucificado extramuros de Jerusalén. ¿Estamos dispuestos a sufrir por fidelidad a nuestra misión?

• Jesús habla palabras „llenas de gracia‟; los nazarenos actúan „llenos de ira‟. ¿Dequé están llenas nuestras palabras y nuestras obras? ¿Son más del estilo de Jesús o de los nazarenos?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo IV de Tiempo Ordinario

4º Domingo del Tiempo Ordinario
3 febrero 2019

Jeremiah 1, 4-5. 17-19; Salmo 70; 1 Cor 12, 31–13, 13; Lucas 4, 21-30

Nadie es profeta en su tierra.

En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo:

“Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?” Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”. Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

 

Reflexión

En el evangelio Jesús declara que es el Salvador del mundo, el prometido de la profecía de Isaías. Jesús, que es Dios y conoce todos los corazones, vio que muchos no lo creían; querían ver signos o milagros como habían oído que hacia en otras ciudades. ¿Necesitamos ver milagros para creer que Jesús está con nosotros y nos ama con toda su vida? Tener fe significa creer sin ver. Pero la familiaridad a veces nos disminuye la fe. Por eso Jesús dice que nadie es profeta en su tierra. Todos conocían a Jesús como el hijo del carpintero, José y de Maria. ¿Como podría ser Salvador del mundo? Nosotros vamos a misa, oramos y nos ponemos cruces en el cuello. ¿Pero de verdad creemos que Jesús es Dios, está entre nosotros, está presente en la Eucaristía, hace milagros en nuestras vidas? Oremos por más fe.

 

Actividad

En la siguiente pagina cortar y colorear las herramientas y la hebilla con las palabras de quien es Jesús. Cortar una cartulina en listas largas para hacer cinturones. Pegarle la hebilla y las herramientas colgando para abajo. Hacer hoyos en dos lados para enlazar y cerrarlo.

Oración

Señor, ayúdame a crecer en fe todos los días. Enséname a verte en mis hermanos, en todo lo que me pase en la vida. Ayúdame Señor a ser testigo de tu presencia y Amor en este mundo.

Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo IV de Tiempo Ordinario

Hoy voy a pedirle a uno de ustedes que me ayude a enseñar la lección. ¿Quién desea ser mi ayudante hoy? Gracias Juan por ofrecerte a ser mi ayudante de hoy. Todos conocemos a Juan, ¿no es así? Puede ser que Juan esté en tu clase. ¿Hay alguien aquí que esté en la misma clase que Juan? Algunos de ustedes conocen a Juan bastante bien. Les diré algunas cosas de él y ustedes me dirán si creen lo que estoy diciendo.

A Juan le gusta el color rojo. ¿Creen que es cierto? Quizás no sabemos cuál es el color favorito de Juan, pero es ciertamente posible que le guste el color rojo.

A Juan le gusta el mantecado. ¿Creen que esto es cierto? Claro, ¿a qué niño no le gusta el mantecado?

A Juan le gustan los deportes. ¿Puede ser eso cierto? Claro que sí. A muchos niños y niñas le gustan los deportes así que es muy posible que a Juan le guste mucho.

Hay algo que posiblemente ustedes no sepan. Juan tiene el poder de sanar cualquier enfermedad. ¿Crees que esto pudiera ser cierto? ¿No lo crees? ¿Por qué? Bueno conoces a Juan y es un chico común como tú. Vive en el mismo pueblo, van a la misma escuela y juegan en el mismo equipo de balompié. No hay manera de que tenga el poder de sanar, ¿verdad?

En la época de Jesús, le era muy difícil a muchas personas creer algunas de las cosas que escuchaban acerca de él. Esto ocurría especialmente en el pueblo natal, Nazaret. Las personas habían escuchado acerca de los milagros que Jesús había hecho en Capernaúm y les era difícil saber cómo podrían ser ciertos. Después de todo, ¿no era el hijo de José? ¿Cómo podría ser que el hijo de un carpintero pudiera hacer todas esas cosas de las cuales se estaban enterando?

Jesús les dijo: «Posiblemente me dirán este refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.’ De cierto os digo que ningún profeta es acepto en su propia tierra».

Las personas en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, le sacaron del pueblo y lo llevaron a la cumbre de un monte. Pero él pasó entre ellos y siguió su camino.

¡Qué manera de tratar a un joven del pueblo! Parecía que no importaba lo que Jesús hiciera, no podía agradar a las personas de su pueblo. Me pregunto, ¿si tú y yo hubiéramos vivido en Nazaret en el tiempo de Jesús, lo hubiésemos tratado mejor, o hubiésemos sido parte de la gente que lo llevó al monte?

Comentario al evangelio – 30 de enero

Es bueno recordarlo: el sembrador pone todo su empeño; la semilla es buena… donde se juega el fruto, es en la tierra que lo recibe. Si la tierra no está preparada, si es muy dura, si está llena de piedras o de espinos, el fruto no se va a lograr. En cambio, si es una tierra buena, labrada y oxigenada, el fruto será abundante.

Así pasa con la Palabra de Dios.

El Sembrador es Dios. Él está empeñado en que su Palabra dé vida a nuestro mundo. Porque es el Creador, que quiso que surgiera la vida para colmarla de su Vida. Por eso, como el sembrador que cada mañana sale a sembrar, nuestro Dios acompaña su obra y quiere hacer llegar su Palabra hasta los confines del mundo.

La semilla es la Palabra. Una Palabra que nos muestra el querer de Dios: que cada persona se comprenda como fruto de un Amor infinito, y por tanto capaz de amar y ser amada, dejando una huella de amor en nuestro mundo. Llegando a vivir como hijos y hermanos. Aquí y en la eternidad. Tan gran noticia no puede ser guardada, escondida ni ocultada. Por eso esa semilla, con todo su valor, no quiere guardarse en una urna de cristal, sino llegar hasta la tierra y mezclarse con ella, para llegar a producir todo su fruto.

La tierra somos nosotros. Tu corazón y el mío. Un corazón que puede estar descentrado –al borde del camino-, de manera que le entra la Palabra por un oído y le sale por otro. Un corazón que puede estar endurecido –en terreno pedregoso-, de forma que la Palabra no puede echar raíces. Un corazón que puede estar distraído –entre zarzas-, tanto así que la Palabra queda ahogada por otros asuntos que se consideran más urgentes o más importantes. Un corazón, por fin, que puede estar abierto, como el de María, que acoge la Palabra, la acepta y da una cosecha generosa.

Jesús lo quiso explicar de manera sencilla, para que las gentes de su tiempo lo comprendieran. Hoy quizá nos podría otros ejemplos, según el contexto, para hacernos comprender esta misma verdad. Pero el mensaje sería el mismo: Dios quiere que la Palabra dé fruto en nosotros.

Y tú, ¿qué tierra estás siendo últimamente? ¿Qué pasos podrías dar para llegar a ser tierra buena?

Luis Manuel Suárez CMF