Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

Nº 67: A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Éstas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.

 

La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones».”

Aquí se explica con más detalle cuál es la aportación de la revelación privada. Es una aportación obviamente importante. Aquí dice que lo que hacen en una época determinada, en una circunstancia determinada de la historia, está acercando una parte de la revelación de Jesucristo, que ya fue predicada por Cristo, y la traen a la actualidad, la subrayan y suponen un consuelo.

Por ejemplo, las apariciones de la Virgen al indio Juan Diego, San Juan Diego o beato Juan Diego. Esas apariciones de la Virgen tienen lugar en un momento clave en el que los indios, todos los indígenas, están un poco perplejos, porque claro, ha llegado la conquista de América y ven llegar allí unos hombres montados en caballos, que ellos ni siquiera conocían el caballo ni el burro. La verdad es que se quedan ellos totalmente obnubilados ante aquellos conquistadores que llegan con armaduras y al mismo tiempo junto con esos conquistadores llegan unos frailes muy humildes, vestidos con una tosca tela que les predican una fe, la fe cristiana. El ejemplo de vida austera y penitente de esos frailes les atrae a los indígenas, pero al mismo tiempo están aturdidos porque para ellos es un cambio fuerte. En ese momento la Virgen María tiene la intuición de aparecerse, de tener una revelación privada con ese indio Juan Diego. Y entonces los indígenas al ver que la Virgen María les habla a ellos directamente, confían y se abren plenamente a la predicación. Y fue providencial esas apariciones de la Virgen de Guadalupe, porque hicieron que hubiera una especie de conexión, signo del amor del Señor y del amor de su madre a los indígenas. Eso por ejemplo.

Podríamos poner más casos. El caso de la Virgen de Fátima fijaros lo que supuso junto a sus promesas de que después que el comunismo arrebatase la fe al final el Corazón Inmaculado triunfaría, la promesa de que la consagración al Corazón de Cristo cambiaría las cosas, es impresionante. Es impresionante como en ese momento en el que en el siglo XX en Europa el comunismo pudo llegar a ser una auténtica fiera, que a la mitad del mundo le impuso, por las armas, un ateísmo, científico y militante, pues tuvo la Virgen María ese consuelo. O lo mismo la Virgen María en Lourdes después de la Revolución Francesa, etc. También tenemos que entender que las revelaciones privadas aunque no formen parte del depósito de la fe, repito, y aunque no sea algo dogmático el creer en ellas, no forma parte del dogma católico el creer en esas revelaciones privadas, sin embargo es verdad que han sido providenciales. Y que en esa estrategia que el Señor y su Madre ha tenido de tener esas revelaciones privadas, nos han ayudado y son signo de su cercanía, de su amor. Dios no puede, no queda quieto, sino que suscita santos, suscita carismas, y también en momentos determinantes de la historia lleva a cabo revelaciones privadas para confortarnos, para subrayar aspectos de aquello que está quedando en el olvido, etc.

Pero como bien dice aquí no se trata que de que un mensaje del Señor o de la Virgen vengan a completar a decirte algo que no te dijo antes, esto no lo he dicho en el evangelio, esto no lo he dicho  en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia.

Vamos al punto anterior que teníamos algo por completar y dice:“Aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.”

Es decir esa frase de San Juan de la Cruz, que el Padre pronunció una palabra y luego se quedó mudo.Esa palabra es Jesucristo. Después de Jesucristo ya no nos dice más. Esa palabra es cierta pero no en el sentido de revelación pública. Después de Jesucristo no pretendas que vengan más revelaciones públicas. Pero sí es verdad que Dios sigue hablando a través de su Iglesia para explicitar esa palabra. No para decir más palabras, pero sí para explicitarla, sí para hacerla comprensiva. Sí para hacerla actual. Entonces os acordáis de ese pasaje del evangelio de San Juan cuando el Señor está ya a punto, está anunciado su ascensión a los cielos, Jesús dice, os enviaré el Espíritu Santo, él llevará a su plenitud todo lo que os he revelado. Hay un crecimiento, no en el contenido de la revelación sino en su comprensión progresiva. Vamos poco a poco y según pasan los años, teniendo un crecimiento en la comprensión en el mensaje de Jesucristo. De manera, fijaros, que ahora en el siglo XXI, tenemos un grado de comprensión de quién es Jesucristo y de su palabra y su mensaje, superior al que se tuvo en el siglo II, en el siglo III. Igual esto puede extrañar a alguien. Pero aquellos estaban más cerca de Jesús. Sí, estaban más cerca, históricamente e incluso geográficamente, pero nosotros tenemos un grado de conocimiento superior de Jesucristo, incluso que el que tuvieron los discípulos que escucharon predicar en el sermón de las Bienaventuranzas. Ellos todavía no habían tenido la suerte que hemos tenido nosotros de ver cómo la Iglesia ha explicitado lo que ya está en la Palabra de Dios. Por ejemplo la comprensión de que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, el hecho de que tenga esas dos naturalezas en una sola persona. Tantas cosas que vamos comprendiendo según las vamos también formulando, frente a herejías, frente errores. La Iglesia ha ido reflexionando lo que Jesucristo nos dijo.

La revelación está acabada pero no totalmente explicitada. Vamos explicitando más las cosas, que si os fijáis, también nos pasa un poco nosotros esto. De pequeños aprendimos un catecismo y yo creo que muchos de nosotros aprendimos un catecismo bien aprendido. Pero ahora se dan cuenta que recibiendo una buena catequesis, pues se va explicitando más. No en el sentido de que ahora escuchen cosas que antes no oyeron, sino en el sentido de que vamos explicitando, vamos teniendo más capacidad para comprender lo que aprendimos en el catecismo. Bueno, pues algo así pasa también con lo que la Iglesia supone que a través de la acción del Espíritu Santo va explicitando la revelación concluida y acabada con la ascensión de Jesucristo a los cielos y el envío del Espíritu Santo.

Este tema que hoy hemos explicado es un tema delicado, que comprenderlo bien, ayuda mucho a tener una espiritualidad equilibrada. Porque por ejemplo puede ser un signo de desequilibrio, hay bastantes signos de desequilibrio. Uno suele ser el que uno le dé más importancia a las revelaciones privadas que a la revelación pública. Eso es una espiritualidad desequilibrada. Que alguien le dé mucha más importancia y mucho tiempo en su vida a leer unas revelaciones privadas más que a la Palabra de Dios. Eso no es normal. Pero también hay desequilibrios por el lado contrario. Los desequilibrios de quien no acepta la posibilidad de que Dios pueda revelarse privadamente. Tampoco te pases al lado contrario, porque quiénes somos nosotros para decirle a Dios que no puede enviar a la Madre de Jesús como la envió en México al indio Juan Diego o a Santa Bernardita en Lourdes. Quién somos nosotros para decir que no. Una cosa es que la Iglesia no nos obligue a creer las revelaciones privadas, pero otra cosa es que tengamos por sistema una oposición a la misma posibilidad de esa explicitación. Hay que tener una espiritualidad equilibrada. De lo contrario esto suele tener consecuencias. Si no se tiene el debido equilibrio suele tener consecuencias para una espiritualidad madura.