Vísperas – Viernes IV de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES IV TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Cantadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 144: HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Ant. Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandezas acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Día tras día, te bendeciré, Señor, y narraré tus maravillas.

SALMO 144

Ant. Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú estás cerca de los que te invocan.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

LECTURA: Rm 8, 1-2

Ahora no pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.
V/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

R/ Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
V/ Para conducirnos a Dios.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

PRECES

Invoquemos a Cristo, en quien confían los que conocen su nombre, diciendo:

Señor, ten piedad.

  • Señor Jesucristo, consuelo de los humildes,
    — dígnate sostener con tu gracia neustra fragilidad, siempre inclinada al pecado.
  • Que los que por nuestra debilidad estamos inclinados al mal
    — por tu misericordia obtengamos el perdón.
  • Señor, a quien ofrece el pecado y aplaca la penitencia,
    — aparta de nosotros el azote de tu ira, merecido por nuestros pecados.
  • Tú que perdonaste a la mujer arrepentida y cargaste sobre los hombros la oveja descarriada,
    — no apartes de nosotros tu misericordia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz,
    — abre las puertas del cielo a todos los difuntos que en ti confiaron.

Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, digamos al Padre celestial:
Padre nuestro…

ORACION

Dios omnipotente y eterno, que quisiste que tu Hijo sufriese por la salvación de todos, haz que, inflamados en tu amor, sepamos ofrecernos a ti como hostia viva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 8 de febrero

Lectio: Viernes, 8 Febrero, 2019

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de Él: unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado». Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

3) Reflexión

• Hoy conmemoramos el martirio de San Juan Bautista. El evangelio describe cómo murió el Bautista, sin proceso, durante un banquete, víctima de la prepotencia y de la corrupción de Herodes y de su corte.
• Marcos 6,14-20. La causa de la prisión y del asesinato de Juan. Herodes era un empleado del imperio romano. Quien mandaba en Palestina, desde el año 63 antes de Cristo, era César, el imperador de Roma. Herodes, para no ser depuesto, trataba de agradar a Roma en todo. Insistía sobre todo en una administración eficiente que diera lucro al Imperio y a él mismo. La preocupación de Herodes era su propia promoción y seguridad. Por esto, reprimía cualquier tipo de subversión. A él le gustaba ser llamado bienhechor del pueblo, pero en realidad era un tirano (cf. Lc 22,25). Flavio José, un escritor de aquel época, informa que el motivo de la prisión de Juan Bautista era el miedo que Herodes tenía a un levantamiento popular. La denuncia de Juan Bautista contra la moral depravada de Herodes (Mc 6,18), fue la gota que hizo desbordar el vaso, y Juan fue llevado a la cárcel.
• Marcos 6,21-29: La trama del asesinado. Aniversario y banquete de fiesta, con danzas y orgías. Era un ambiente en que los poderosos del reino se reunían y en el cual se hacían las alianzas. La fiesta contaba con una presencia “de los grandes de la corte y de las personas importantes de Galilea”. En este ambiente se trama el asunto de Juan Bautista. Juan, el profeta, era una denuncia viva de ese sistema corrompido. Por eso fue eliminado bajo pretexto de un problema de venganza personal. Todo esto revela la debilidad moral de Herodes. Tanto poder acumulado en mano de un hombre sin control de sí. En el entusiasmo de la fiesta y del vino, Herodes hizo un juramento liviano a una joven bailarina. Supersticioso como era, pensaba que tenía que mantener el juramento. Para Herodes, la vida de los súbditos no valía nada. Disponía de ellos como de la posición de las sillas en su sala. Marcos cuenta el hecho tal y cual y deja a las comunidades y a nosotros la tarea de sacar conclusiones.
• Pero entre líneas, el evangelio de hoy trae muchas informaciones sobre el tiempo en que Jesús vivió y sobre la manera en qué era ejercido el poder por los poderosos de la época. Galilea, tierra de Jesús, era gobernada por Herodes Antipas, hijo del rey Herodes, el Grande, desde el 4 antes de Cristo hasta el 39 después de Cristo. En todo ¡43 años! Durante todo el tiempo en que Jesús vivió, no hubo mudanza en el gobierno en Galilea. Herodes era dueño absoluto de todo, no daba cuenta a nadie, hacía lo que le pasaba por la cabeza. ¡Prepotencia, falta de ética, poder absoluto, sin control por parte de la gente!
• Herodes construyó una nueva capital, llamada Tiberíades. Sefforis, la antigua capital, había sido destruida por los romanos en represalia por un levantamiento popular. Esto aconteció cuando Jesús tenía quizás siete años. Tiberíades, la nueva capital, fue inaugurada trece años más tarde, cuando Jesús tenía 20 años. Era llamada así para agradar a Tiberio, el emperador de Roma. Tiberíades era un lugar extraño en Galiela. Allí vivían el rey, “los grandes, los generales y los magnates de Galilea” (Mc 6,21). Allá moraban los dueños de las tierras, los soldados, los policías, los jueces muchas veces insensibles (Lc 18,1-4). Hacia allí se llevaban los impuestos y el producto de la gente. Era allí donde Herodes hacia sus orgías de muerte (Mc 6,21-29). No consta en los evangelios que Jesús hubiese entrado en la ciudad.
A lo largo de aquellos 43 años de gobierno de Herodes, se crió toda una clase de funcionarios fieles al proyecto del rey: escribas, comerciantes, dueños de tierras, fiscales del mercado, publicanos y recaudadores de impuestos, promotores, jefes locales. La mayor parte de este personal moraba en la capital, gozando de los privilegios que Herodes ofrecía, por ejemplo, exención de impuestos. La otra parte vivía en las aldeas. En cada aldea o ciudad había un grupo de personas que apoyaban al gobierno. Varios escribas y fariseos estaban ligados al sistema y a la política del gobierno. En los evangelios, los fariseos aparecen junto con los herodianos (Mc 3,6; 8,15; 12,13), lo cual refleja la alianza que existía entre el poder religioso y el poder civil. La vida de la gente en las aldeas de Galilea era muy controlada, tanto por el gobierno como por la religión. Era necesario tener mucho valor para comenzar algo nuevo, como hicieron Juan y Jesús. Era lo mismo que atraer sobre sí la rabia de los privilegiados, tanto del poder religioso como del poder civil, tanto a nivel local como estatal.

4) Para la reflexión personal

• ¿Conoces casos de personas que han muerto víctima de la corrupción y de la dominación de los poderosos? Y aquí entre nosotros, en nuestra comunidad y en la iglesia, ¿hay víctimas de desmando y de autoritarismo? Un ejemplo.
• Superstición, cobardía y corrupción marcaban el ejercicio del poder de Herodes. Compara con el ejercicio del poder religioso y civil hoy en los varios niveles tanto de la sociedad como de la Iglesia.

5) Oración final

A ti me acojo, Yahvé,
¡nunca quede confundido!
¡Por tu justicia sálvame, líbrame,
préstame atención y sálvame! (Sal 71,1-2)

Comentario del 8 de febrero

No es la primera vez que el evangelio alude a la fama de Jesús, que, en la medida en que éste extendía el radio de sus actuaciones, se iba acrecentando. Jesús y sus milagros han adquirido ya tal notoriedad (y sonoridad) que han llegado a oídos de los grandes jerarcas de la nación, concretamente del rey Herodes, sucesor de aquel otro Herodes que provocó la matanza de los Inocentes. Pero en la corte del rey había diferentes opiniones acerca del afamado. Unos decían que era Juan el Bautista redivivo –puesto que había sido decapitado no mucho tiempo atrás por orden del mismo Herodes-; otros decían que era una reencarnación o representación de Elías –del cual se decía que estaba para venir-; y otros, que era simplemente un profeta equiparable a los antiguos profetas de la tradición judaica. Herodes, al oír semejantes opiniones, decía: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

La expresión del rey es significativa. Revela en él una herida nunca cerrada, un sentimiento de culpabilidad respecto de Juan el Bautista, ese profeta cuya voz él había silenciado porque le estaba acusando continuamente, pero con justicia, de una conducta reprobable. Pero el rey era consciente de haber dado muerte a un inocente, más aún, a un verdadero profeta del Altísimo, llevado por el deseo de congraciarse con sus invitados, siendo incapaz de enfrentar las exigencias vengativas de una mujer que aborrecía al acusador y juez de sus desmanes y caprichos. Mas como no soportaba la verdad que brillaba en las ardientes palabras del profeta, decidió cerrarle la boca para siempre. Por eso, a la primera ocasión que tuvo, pidió su cabeza, y además en bandeja de plata. No le bastaba con verle encarcelado; pues, incluso en la cárcel, la palabra de Juan, más aún, su misma presencia encarcelada, seguía siendo molesta, ya que seguía censurando su conducta ilícita o adulterina. Pero el verdadero profeta nunca se doblega a los deseos de los poderosos, porque no está a su servicio, sino al servicio de alguien que está por encima de ellos, al servicio de Dios y de su ley. Y en semejante situación no es extraño que surja un conflicto de intereses que es conflicto de poderes. El interés del poderoso no suele detenerse ante la injusticia ejercida sobre los más débiles; pero Dios no puede tolerar semejante quebrantamiento de la justicia.

Por eso, el profeta, que sirve a los intereses de Dios, tiene que levantar su voz contra ese crimen aunque en ello le vaya la vida. Esto es lo que le sucedió a un mártir de la verdad, como Juan el Bautista, cuya palabra resultó intolerable para los poderosos de este mundo. Primero lo encerraron en la cárcel y después lo mandaron decapitar, porque ni siquiera encarcelado podían doblegarlo. Su alma era tan libre que no había manera de encadenarla sino desterrándola de este mundo. La tristeza de Herodes, que era consciente de su cobardía, se había convertido en una enfermedad crónica. No es extraño que los remordimientos de conciencia no le dejaran dormir o que muchas noches se le apareciera el fantasma de aquel hombre decapitado o de su cabeza removiéndose sobre la bandeja. No sorprende que ahora dijera: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado para pedirme cuentas de lo que hice. El fantasma de Juan lo perseguía. Sucede que los poderosos son más débiles y pusilánimes de lo que aparentan ser en todo su esplendor palaciego. Y cuando les falla el más mínimo resorte en el que apoyan su poder, se desmoronan. Son ídolos con pies de barro. Sin embargo, el profeta, cuanto más débil y debilitado parece, cuando dispone de menos recursos o libertad de acción, más se acrecienta su figura y más crece su dignidad; y más se afianza su misión, porque tendrá continuadores que tomen el relevo. Es verdad, los profetas resucitan porque nunca acaba su dinastía, porque siempre tienen seguidores, porque el mismo Dios está detrás de ellos garantizando su continuidad, porque la misión de Dios no puede fracasar y la verdad no puede agonizar.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

Artículo 2. § 1. En esta Constitución se da el nombre de Universidades y Facultades eclesiásticas a aquellas instituciones de educación superior que, canónicamente erigidas o aprobadas por la Santa Sede, se dedican al estudio y a la enseñanza de la doctrina sagrada y de las ciencias con ella relacionadas, gozando del derecho de conferir grados académicos con la autoridad de la Santa Sede[70].


[70] Cf. can. 817 CIC; can. 648 CCEO.

La conversión a Dios suele venir precedida de una profunda experiencia religiosa

1.- Al ver esto, Pedro se echó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. En las tres lecturas de este domingo, se repite una escena semejante: el profeta Isaías, en la primera, san Pablo en la segunda y san Pedro en el relato evangélico, los tres se convierten del todo al Señor después de haber experimentado la sublime santidad de Dios, frente a su condición personal frágil y pecadora. Pedro ya conoce a Jesús y le admira, cuando este le invita a echar las redes para pescar, por eso, después de haber estado bregando toda la noche sin coger nada, se fía de él y, en su nombre, vuelve a echar las redes. Pero, cuando Pedro se convierte del todo a Jesús y lo deja todo para seguirle, es después de tener la profunda experiencia religiosa de la sublime santidad y el poder sublime de Jesús. Pues bien, ahora cada uno de nosotros, que nos declaramos cristianos y discípulos de Jesús, debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿yo he tenido y tengo una experiencia profunda de la santidad de Jesús? ¿Estoy dispuesto, en la medida de mis posibilidades, a dejarlo todo para seguirle? ¿Jesús es para mí lo más valioso y querido de mi vida? ¿O existen otras muchas cosas, como mi familia, mi situación económica, mi condición social o política, que, de hecho, tienen preferencia en mi diario actuar, sobre mi amor a Jesús? Es cierto y evidente que mis condiciones familiares y sociales tienen que influir eficazmente en mi vida diaria, pero nunca debo permitir que se antepongan a mi condición religiosa. El seguimiento de Jesús debe ser siempre para mí lo más valioso y principal, como lo fue, en este caso para san Pedro y para Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo.

2.- ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo… Entonces, escuché la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré? Y ¿quién irá por nosotros? Contesté: Aquí estoy, mándame. La vocación del profeta Isaías es una vocación que tiene su parecido con la vocación de Pedro, pero escrita 800 años antes. Porque el profeta se adapta siempre al tiempo y circunstancias en las que vive, porque Dios nos habla a las personas que vivimos en un determinado momento, a través de profetas que son contemporáneos nuestros. También nosotros, hoy, debemos reconocer la voz de Dios a través de profetas que nos hablan en su nombre, aquí y ahora. Dios nos habla también hoy a nosotros a través de determinadas personas, y no sólo de personas, sino también a través de determinados hechos y circunstancias; son los signos de los tiempos a los que siempre debemos vivir atentos, como ya nos manda el Concilio Vaticano II. Y si Dios nos pide que seamos nosotros mismos profetas para los demás, no nos neguemos a ser fieles a la vocación que Dios mismo nos da. Transmitamos la voz de Dios a nuestra familia, a nuestros amigos, a cualquier persona que Dios ponga en nuestro camino. Siempre que creamos que debemos transmitir la voz de Dios digamos como el profeta Isaías: “Aquí estoy, mándame”.

3.- Por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí… aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. La historia de san Pablo como el mayor profeta del cristianismo, después del mismo Jesucristo, la conocemos todos nosotros suficientemente. Desde el momento mismo de su conversión san Pablo se dedicó con todas sus fuerzas a predicar el evangelio de Jesús, sin regatear nunca ni un solo esfuerzo, ni un solo sacrificio. Pidamos a Dios que nos dé fuerzas para imitar a san Pablo en su amor a Jesús y, como consecuencias de su amor, en su esfuerzo y valentía para seguirle y predicarle; que nuestra vida y nuestro actuar diario sea para los demás un ejemplo de buenos cristianos, es decir de buenos discípulos de Cristo. Si lo hacemos así, también nosotros estaremos siendo en nuestro tiempo profetas y mensajeros de Dios. No por nuestras propias fuerzas, sino por la gracia que Dios nos da. ¡Que así sea!

Gabriel González del Estal

La misa del Domingo: Misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Sed bienvenidos, a esta Acción de Gracias, que es la Eucaristía, en la que – todos los Domingos- además de ser invitados estamos llamados a demostrar en la vida, que somos amigos de Jesús y que, por lo tanto, no hemos de tener miedo a nada ni a nadie.

¿En qué se nota que Jesús vive? En el testimonio y en la vida de muchas personas que, como nosotros, además de ser felices sirviendo a Jesús, gritan que los hombres somos hermanos, nos recuerdan que el Señor resucitó o que el amor es algo esencial para ser amigos de Jesús.

2. PENITENCIAL

a) Tú, Señor, nos llamas a dar testimonio de tu presencia. Hay algunos momentos en los que no se nota nada que somos cristianos. Señor ten piedad (Un chico/a se presenta en el presbiterio un recipiente transparente pero totalmente vacío)

b) Tú, Señor, nos invitas a no tener miedo. El mundo es muy complicado. Constantemente se nos empuja a nadar en contra de la fe o en contra de tu persona. Cristo ten piedad. (Un chico/a presenta, como símbolo de la cobardía, una tela negra)

c) Tú, Señor, nos animas a profundizar en nuestra vida. A seguirte con la seguridad de que un día resucitaremos. A veces nos entran dudas. Señor ten piedad (Un chico/a presenta como símbolo de las dudas un “interrogante” en una cartulina)

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

Qué bueno sería, que con las lecturas que vamos a escuchar en este día, pidiésemos a Dios, que tengamos un encuentro personal con El. Isaías, San Pablo o los mismos discípulos, pudieron ser fieles al Señor porque tuvieron una EXPERIENCIA muy fuerte del Señor. Escuchemos y ojala nos sintamos citados a dar a conocer con más alegría, la existencia y presencia de Jesús de Nazaret.

4. ORACIÓN DE LOS FIELES

a) Por la iglesia. Para que sea fuerte ante las dificultades. Para que se deje llevar por la mano y la voz de Jesús. Roguemos al Señor.

b) Tengamos un recuerdo especial por los jóvenes que se preparan para ser sacerdotes. Pidamos al Señor, además, para que de nuestra parroquia salgan personas dispuestas a ser sacerdotes. Roguemos al Señor.

c) Pidamos al Señor que, la fe en la Resurrección, nos anime a trabajar por el bien de los demás y a defender los derechos de los más pobres y marginados. Roguemos al Señor.

d) Para que como los apóstoles, también nosotros respondamos a la llamada del Señor siendo valientes, entusiastas del evangelio y estemos orgullosos de ser cristianos y católicos. Roguemos al Señor.

5. OFRENDAS

a) En la Iglesia, en el mundo, en nuestra tierra, en nuestra parroquia, en nuestra familia… hacen falta personas que REMEN HACIA DENTRO. Es decir, que se arriesguen por conseguir con la ayuda de Dios lo que necesitamos para ser felices. Con estos remos queremos decirle al Señor que cuente con nosotros.

b) El mundo está harto de muchas cosas pero, bien lo sabemos, le falta lo más esencial: LA FELICIDAD EN EL CORAZON. Con estas redes queremos simbolizar nuestro deseo de buscar el bienestar en los lugares donde nos indica Jesús: por ejemplo en la FE.

c) Finalmente, antes de seguir con la Eucaristía, traemos al altar el pan y el vino. Sin la Eucaristía todo lo que nos proponemos sería difícil de llevar a cabo o de cumplir. El pan de Dios es para nosotros la fuerza del que quiere remar en la dirección que Cristo nos marca.

6. ORACIÓN FINAL

Gracias, Señor, por despertarnos a la fe: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por empujarnos mar adentro: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por regalarnos el don de la resurrección: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por la fuerza de la Eucaristía: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por nuestros sacerdotes: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por la barca de tu Iglesia: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por todos los que reman y trabajan con elle: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por quitarnos los miedos: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por tu Palabra que nos ilumina: ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, por enviarnos a dar testimonio de Ti: ¡Gracias, Señor!

7.- NOTAS:

a) Son diversas las orientaciones que se pueden dar a la liturgia de hoy: vocación, llamada, misión, testimonio, resurrección, fe, etc. La presente Misa Familiar combina varios aspectos: llamada, misión y resurrección.

b) El evangelio es uno de esos que, fácilmente, puede ser representado: el mar (el mundo, la sociedad, los problemas); la barca (la iglesia; sacerdotes, catequistas, jóvenes) y Jesús que ilumina y resuelve todo con la fuerza de su Palabra. Un grupo de niños o de jóvenes simulando a las olas pueden representar al odio, la tristeza, el egoísmo, las guerras. Y, otros más, son enviados en el nombre del Señor…pescando, en medio de todo, el perdón, la alegría, la caridad o la paz.

Pescador de hombres (Oración)

PESCADOR  DE HOMBRES

Hola Jesús. ¿Cómo estás? Quiero acompañarte en tu camino. Para esta oración necesitas papel y lapicero. Búscalos ahora y si no los tienes, entonces tendrás que dibujar con tu imaginación.

Hoy Jesús nos invita a pescar. Pero no a pescar cualquier cosa, sino a pescar personas. ¿Personas? Pero las personas no están en el agua. Debe ser una forma de hablar. Sí, imagino que sí. Aunque nunca lo he entendido bien. Imagínate que estás en la barca con Pedro y Jesús. Es un día de pesca. Escucha el viento, el ruido del mar y de las gaviotas. Imagina que tú eres también como los amigos de Jesús. Uno más entre ellos. Escucha lo que dicen. Intenta imaginar qué sienten.

El texto es una adaptación del evangelio de Lucas (Lc 5, 1-11):

Estaba Jesús en el lago cuando vio dos barcas junto a la orilla; los pescadores habían vuelto de pescar y estaban lavando las redes, que era lo último que hacían cada día.
Jesús subió a la barca de Pedro y le pidió que se apartase un poco de la orilla. Desde la barca, empezó a enseñar a la gente. Cuando acabó, le dijo a Pedro: “Rema mar adentro, y echa las redes para pescar”.

Pedro protestó, porque estaba ya cansado y un poco fastidiado: “Maestro, hemos pasado toda la noche pescando y no hemos conseguido ni un solo pez”. De todos modos, se fió de Jesús, y le dijo también: “si me lo dices tú, echaré las redes”.

Y pescó tantos peces que no podía con ellos. Tuvo que llamar a los demás para que le echasen una mano porque la barca casi se hundía por el peso. Al ver esto, Pedro, Santiago, Juan y todos los que estaban allí se quedaron con la boca abierta viendo lo que había hecho el Señor. Pedro incluso se asustó un poco.

Pero Jesús le dijo: “No tengas miedo. Desde ahora serás pescador de hombres”. Y ellos lo dejaron todo y lo siguieron.

Yo me he sentido impresionado. No podía creerme que estaba en la misma barca que Jesús, que Jesús me hablaba a mí, me pedía algo. Si sólo estoy en primaria. Ahora dibuja una barca lejos de la orilla. Debajo de la barca está el ancla. El ancla es lo que hace que estés centrado en ti. Escribe aquellas cosas que te hacen agarrarte a la tierra y por las que dirías a Jesús que estás cansado, que mejor remar otro día.

Encima de la barca están las redes. Llenas de peces. Escribe en ellas lo que te ilusiona, aquello que te hace sentir cosas por las que seguirías a Jesús, por las que serías pescador de hombres.

Ahora tienes que elegir tres cosas de las que has escrito, sean del ancla o de las redes. ¿Con qué te quedas? Tal vez ha salido ganando el ancla. O tal vez las redes. Mientras escuchas la canción, vete completando el dibujo con más cosas en las redes. Cosas que te ayudarían a dejar el ancla y quedarte con las redes, que es lo que Jesús te pide.

Y tú, ¿te imaginas pescador de hombres? ¿Te imaginas echar tus redes?

Rema mar adentro, Rema mar adentro.

Tú que calmas tempestades
y caminas sobre las aguas,
conoces todos los mares,
experto en profundidades.
Aquí tienes nuestras redes
y nuestra pequeña barca
nuestra vida y nuestro corazón ardiente.
Tú, pescador de hombres
llévanos contigo a trabajar.

Nos esperas en la orilla
con las brasas encendidas
después de bregar de noche
trabajo duro y estéril
No nos falte tu palabra
ni el calor de tu presencia
de la mesa compartida que da vida
Tú, pescador de hombres,
invítanos una vez más.

(Soltando amarras, izando velas
ensanchando horizontes
y siguiendo rutas nuevas)

Rema mar adentro interpretado por Maite López, «Deseos»

Respondemos: Remaremos mar adentro

Remaremos mar adentro

Porque conoces nuestras redes y nuestra pequeña barca…
Porque conoces nuestra vida y nuestro corazón ardiente…
Porque siempre nos esperas a la orilla con una luz encendida…
Porque siempre nos das calor cuando lo necesitamos…
Porque nos acompañas y nos guías sin que nos demos cuenta…
…Remaremos mar adentro.

Ayúdanos a dejar nuestras redes, a compartir nuestra pesca, a ser cada vez más en la barca.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Comentario al evangelio – 8 de febrero

«Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles» (Heb 13,1-2). La hospitalidad es un tema muy importante en la Sagrada Escritura. El propio Cristo nos dirá que al final de los tiempos «fui forastero y me hospedaste» (Mt 25,35). No puede ser diferente en nuestras parroquias y comunidades. Es parte integrante de la misión de cualquier comunidad cristiana que desea ser fiel al Evangelio.

Alguien ha dicho que la Iglesia es la única organización que existe principalmente para el beneficio de aquellos que no pertenecen a ella. Eso significa que la hospitalidad cristiana, diferentemente de un club cualquiera, no significa ser amigable con nuestros amigos y la gente que aparenta, piensa y habla como nosotros, sino tender la mano a los extraños, a aquellos que no participan en nuestras comunidades. La eucaristía no pude ser una experiencia privada y anónima que hace de la llamada a dar la bienvenida a un extraño algo irrelevante. No. La eucaristía tiene la hospitalidad en su centro. Es Dios que nos espera y nos acoge y nos invita a hacer lo mismo.

Para la hospitalidad no hace falta mucho esfuerzo: basta que uno persevere en el amor fraterno. Cuando acogemos las personas, sin hacer distinción, puede ser que estamos siendo visitados por ángeles. Y la hospitalidad empieza en nuestra casa. Quien vive bien su matrimonio, por ejemplo, cuando existe la acogida y respeto mutuo, la pareja está ejerciendo el don divino de la hospitalidad.

El ejemplo contrario a la hospitalidad encontramos en la actitud de Herodes. No le importa el valor que tiene la vida de las personas. Aunque ofrezca un banquete a sus invitados, el prestigio, su sed de poder y su soberbia le hace tomar una decisión perversa: quitar la vida inocente de un hombre.

Pidamos al Señor que nunca nos deje insensibles a los demás, especialmente a los que más necesitan. Que el amor al dinero o cualquier otro ídolo no nos impida de ser casa de acogida a todos los necesitan nuestra mano tendida, un abrazo acogedor o una palabra de esperanza.

Eguione Nogueira, cmf