Vísperas – Miércoles VI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES VI TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor.

Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.

Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.

Por cuanto soy
gracias te doy:
por el milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.

Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.

Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer,
dame, Señor,
hondo soñar.
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblso te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA: 1P 5, 5b-7

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

R/ A la sombra de tus alas escóndenos.
V/ Como a las niñas de tus ojos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

PRECES

Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

  • Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;
    — ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.
  • Alimenta a tu pueblo con el maná, para que perezca de hambre,
    — y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.
  • Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,
    — y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.
  • Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,
    — para que la tierra dé fruto abundante.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Que los difuntos puedan contemplar tu faz,
    — y que nosotros tengamos un día parte en su felicidad.

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 20 de febrero

Lectio: Miércoles, 20 Febrero, 2019
1) Oración
Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del Evangelio según Marcos 8,22-26

Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?» Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan.» Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
3) Reflexión
• El Evangelio de hoy cuenta la curación de un ciego. Este episodio de la curación constituye el inicio de una larga enseñanza de Jesús a los discípulos (Mc 8,27 a 10,45) que termina con la curación de otro ciego (Mc 10,46-52). En medio de este contexto más amplio Marcos sugiere a los lectores que los ciegos de verdad son Pedro y los demás discípulos. ¡Somos todos nosotros! Ellos no entendían la propuesta de Jesús cuando hablaba del sufrimiento y de la cruz. Pedro aceptaba a Jesús como mesías, pero no como mesías que sufre (Mc 8,27-33). El estaba influenciado por la propaganda del gobierno de la época que hablaba sólo del mesías como rey glorioso. Pedro parecía ciego. No entendía nada y quería que Jesús fuera como él, Pedro, quería que fuese.

• El evangelio de hoy muestra lo difícil que fue la curación del primer ciego. Jesús tuvo que realizarla en dos etapas. Igualmente difícil fue la curación de la ceguera de los discípulos. Jesús tuvo que hacer una larga explicación respecto del significado de la Cruz para ayudarlos a entender, porque era la cruz lo que estaba causando en ellos esta ceguera.
• En el año 70, cuando Marcos escribe, la situación de las comunidades no era fácil. Había mucho sufrimiento, muchas cruces. Seis años antes, en el 64, el imperador Nerón había decretado la primera gran persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén estaba siendo destruida por los romanos. En los otros países, estaba estallando una fuerte tensión entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La dificultad mayor era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el mesías tan esperado por la gente, pues la ley afirmaba que todo crucificado debía de ser considerado como un maldito de Dios (Dt 21,22-23).
• Marcos 8,22-26: Curación de un ciego. Le llevan a un ciego, pidiendo a Jesús que lo curara. Jesús lo cura, pero de una forma diferente. Primero, lo saca fuera del pueblo. Luego, le pone saliva en los ojos, le impone las manos y le pregunta: ¿Ves algo? Y el hombre le contesta: “Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan.” Veía sólo en parte. Cambiaba árboles por personas, y personas por árboles. Así que Jesús lo cura en su segundo intento, y le prohíbe entrar en el pueblo. Jesús no quería una propaganda fácil.
• Como dijimos, esta descripción de la curación del ciego, es la introducción de una larga enseñanza de Jesús para curar la ceguera de los discípulos, y que al final termina con la curación de otro ciego, Bartimeo. En realidad el ciego es Pedro. Somos todos nosotros. ¡Pedro no quería el compromiso de la Cruz! Y nosotros ¿entendemos el sufrimiento en la vida?
• Entre las dos curaciones del ciego (Mc 8,22-26 e Mc 10,46-52), está la larga enseñanza sobre la Cruz (Mc 8,27 a 10,45). Parece un catecismo, hecho con frases feita con frases de Jesús. Habla de la cruz en la vida del discípulo y de discípula. La larga instrucción consta de tres anuncios de la pasión. El primero es Marcos 8,27-38. El segundo, Marcos 9,30-37. El tercero, Marcos 10,32-45. Entre el primero y el segundo, haya una serie de enseñanzas para ayudar a entender que Jesús es el Mesías Siervo (Mc 9,1-29). Entre el segundo y el tercero, una serie de enseñanzas que aclaran qué tipo de conversión tiene que ocurrir en la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a 10,31):
Mc 8,22-26: la curación de un ciego
Mc 8,27-38: primer anuncio de la Cruz
Mc 9,1-29: instrucciones a los discípulos sobre el Mesías Siervo
Mc 9,30-37: Segundo anuncio de la Cruz
Mc 9,38 a 10,31: instrucciones a los discípulos sobre la conversión
Mc 10,32-45: tercer anuncio de la Cruz
Mc 10,46-52: la curación del ciego Bartimeo
El conjunto de la enseñanza tiene como telón de fondo la caminada desde Galilea hasta Jerusalén. Desde el comienzo hasta el final de esta larga instrucción, Marcos informa que Jesús está de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte (Mc 8,27; 9,30.33; 10,1.17.32). El seguimiento de Jesús no se entiende por medio de la enseñanza teórica, sino por medio del compromiso práctico, caminando con él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén. Quien insiste en mantener la idea de Pedro, esto es, del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá nunca nada y nunca llegará a tomar la actitud del verdadero discípulo. Continuará ciego, cambiando gente por árboles (Mc 8,24). Pues sin la cruz es imposible entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús.
El Camino del seguimiento es el camino de la entrega, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del conflicto, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un accidente por el camino, sino que forma parte del camino. Pues en un mundo organizado desde el egoísmo, ¡el amor y el servicio sólo pueden existir crucificados! Quien hace de su vida un servicio a los demás, incomoda a los que viven agarrados a los privilegios, y sufre.
4) Para la reflexión personal
• Todos creemos en Jesús. Pero a Jesús le entendemos de formas distintas. ¿Cuál es hoy el Jesús más común en la manera de pensar de la gente? ¿Cómo interfiere la propaganda en mi manera de ver a Jesús? ¿Qué hago para no caer en el engaño de la propaganda?

• ¿Qué pide Jesús a las personas que quieren seguirle? ¿Qué es lo que hoy nos impide reconocer y asumir el proyecto de Jesús?

5) Oración final
Yahvé, ¿quién vivirá en tu tienda?,

 ¿quién habitará en tu monte santo?
El de conducta íntegra
que actúa con rectitud,
que es sincero cuando piensa
y no calumnia con su lengua. (Sal 15,1-3)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 8, 38

38Porque el que se avergüence de y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.

91Y les decía: “En verdad os digo que hay algunos aquí presentes que no probarán la muerte hasta que vean venir el reino de Dios en poder”».

<

p style=»text-align:justify;»>8,38-9,1. Pronóstico de la victoria definitiva de Dios, Jesús y sus seguidores. Este horizonte escatológico se torna explícito en el último dístico del pasaje que bosqueja la victoria final de Dios y de Jesús.
El primer versículo del dístico, Mc 8,38, retoma el pensamiento de la pérdida en 8,36-37 y lo desarrolla en un bosquejo del juicio futuro enfocando el lado negativo del acontecimiento: la «vergüenza» escatológica de aquellos cuyas normas han sido dictadas por «esta generación adúltera y pecadora» y, por tanto, de quienes se han «avergonzado» de Jesús. Hay amarga ironía en esta descripción de los que sintieron vergüenza no precisamente de su complicidad con una «generación» pecadora, sino de Jesús y sus palabras que dan la vida. Al dibujar su futuro desconcierto, nuestro versículo sigue ofreciendo una respuesta a la pregunta implícita de por qué habría que «querer» seguir a Jesús (cf. 8,34) y refuta la falsa impresión de que quienes obran así sufrirán pérdida. Lo contrario resulta ser verdadero: los que han rechazado seguir a Jesús, quienes se han avergonzado de él y de sus palabras, serán los castigados en el futuro. 
Estas «sentencias» apocalípticas utilizan la ley del talión, la regla veterotestamentaria del «ojo por ojo; diente por diente» (Ex 21,24), de tal modo que la frase condicional que lleva el «si» o su equivalente se refiere a la acción humana en el presente, mientras que la apódosis (o sea, la frase que presenta el resultado) se refiere a una acción divina como castigo o recompensa en el futuro escatológico. La versión marcana del dicho presenta solo el lado negativo de este esquema, no mencionando en absoluto -como sí lo hace Q- el reconocimiento escatológico por parte de Jesús de los que tuvieron fe en él en la perversa edad presente. 
Pero ¿qué significa «avergonzarse» de Jesús y sus palabras? Como hemos visto ya, los oyentes de Marcos lo interpretarían probablemente como una alusión a las situaciones provocadas por los interrogatorios de ciertos magistrados, en los que se conminaba a los cristianos a maldecir o a negar a Jesús bajo amenaza de ser martirizados. Pero si se considera el contexto amplio -en el que Pedro acaba de escandalizarse por la profecía de Jesús acerca de su futuro rechazo, padecimientos y muerte (8,31- 32)- y se tiene en cuenta la repugnancia con la que la antigüedad miraba la «muerte absolutamente vil en la cruz», es probable que 8,38 contenga también una alusión a la tendencia a encubrir, minimizar o avergonzarse de la crucifixión de Jesús. Esta hipótesis queda reforzada gracias a un posible eco del Antiguo Testamento en nuestro texto ya que Is 52-53 no solo alude repetidamente a la vergüenza de los espectadores ante el sufrimiento de la humillación y muerte del Siervo justo del Señor (52,14; 53,3.8), sino que implica también, como nuestro versículo, que este Siervo avergonzado y humillado será 
exaltado posteriormente y sumirá en el desconcierto a los que se habían avergonzado de él (52,12-15; 53,10-12).
La segunda mitad de la sentencia en 8,38 dibuja esta inversión escatológica: el decisivo y dramático momento en el que «esta generación adúltera y pecadora» cederá el paso al mundo nuevo de Dios, santo y pleno de gloria. La imagen del Hijo del Hombre que viene con los ángeles en la gloria de su Padre, al parecer como juez, está trufada de asociaciones veterotestamentarias, sobre todo de Dn 7. Pero la «llegada» del Hijo del Hombre en el tiempo final no solo lo mostrará como juez escatológico, sino que establecerá con certeza que él es, y siempre fue, el mesías triunfante de Dios. La llegada del Hijo del Hombre «en la gloria de su Padre con los santos ángeles» en 8,38 es paralela a la venida del reinado de Dios en poder en 9,1.

¿Cuándo ocurrirá esta consumación escatológica? Una cosa es que se pida hacer el sacrificio supremo para ganar la batalla suprema y otra completamente distinta que se exija hacerlo una vez tras otra sin un final a la vista. Pero no es este el caso: la sentencia que concluye nuestra sección está puesta ahí para asegurar a la comunidad de Marcos que no es así; la llamada de Jesús al sacrificio se salva de convertirse en una invitación al masoquismo porque va unida a la seguridad de que los sacrificios exigidos son parte de una acción divina que se encuentra ya operando en secreto para transformar el mundo («el reinado de Dios») y pronto se hará visible públicamente por todas partes («en poder»). El establecimiento del «reino de Dios en poder» tendrá lugar dentro del lapso de vida de algunos seguidores de Jesús de los primeros tiempos: antes de que todos ellos mueran, él volverá en gloria (cf. Jn 21,22). Para los lectores marcanos, que viven más o menos una generación después de la vida pública de Jesús, estas palabras señalarían con maravillosa precisión su propio tiempo como la era en la que «esta generación adúltera y pecadora» habría de ceder el paso al nuevo mundo de Dios.

Entonces, ¿es Mc 9,1 una profecía falsa? En cierto modo sí ya que Marcos, como Jesús antes que él, esperó al parecer que el final habría de venir en unos pocos años. Pero como acabamos de ver, Marcos también, como Jesús antes que él, vio que la época escatológica estaba ya amaneciendo, extremo asegurado cabalmente por el relato de la Transfiguración que sigue inmediatamente después (9,2-8). Entonces, el reino de Dios que viene en poder no es solo un futuro que ha de ser esperado, sino también una presencia que se experimenta ahora, y esta combinación de advenimiento en el presente y esperanza para el futuro es más importante que la cuestión del momento exacto del final. Es este un secreto que ningún ser humano, ni siquiera Jesús, puede asegurar que conoce con certeza, como él mismo reconocerá más tarde en el evangelio (cf. 13,32).

Mas, ¿cómo ha de experimentarse la presencia de ese reinado? ¿Dónde hay alguien que parezca sentir que se ha revelado? ¿Y cómo se relaciona esta nueva revelación con la antigua, con la vieja historia de las relaciones de Dios con Israel? Estas preguntas se hallan entre las cuestiones que abordará la narración siguiente, la Transfiguración de Jesús.

Comentario del 20 de febrero

En aquel tiempo –refiere san Marcos- Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Betsaida era una localidad situada a orillas del mar de Galilea y cercana a Cafarnaúm. De allí eran algunos discípulos de Jesús como Simón Pedro, su hermano Andrés, y los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Pues bien, llegados a esta aldea pesquera, le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase. Los que le hacían esta petición confiaban en el tacto sanador de Jesús; pero eso buscaban el contacto. Jesús, como si quisiese reducir el impacto de su intervención dándole la mayor privacidad posible, sacó al ciego de la aldea, le untó la saliva en los ojos, le impuso las manos, y le preguntó: ¿Ves algo?

El ciego empezó a distinguir imágenes borrosas de hombres que le parecían árboles, pero que andaban. Jesús volvió a poner sus manos en los ojos del ciego, y éste comenzó a verlo todo con claridad. Estaba curado. Su sanador le despidió diciéndole que no se lo dijera a nadie en el pueblo. Seguramente no podría ocultar que había recuperado la vista, pero sí al menos el modo en que este hecho se había producido. Parece como si Jesús no quisiera que lo delatasen. Era evidente que deseaba hacer el bien, pero no quería que se hiciese publicidad de sus buenas y extraordinarias acciones.

De nuevo nos encontramos a Jesús atendiendo a las peticiones de los indigentes. Él se sabe el ungido y el enviado del que habla el profeta Isaías para dar la buena noticia a los pobres y anunciar el año de gracia del Señor. Este anuncio de gracia traía consigo tales dones. No puede, por tanto, negarse a las súplicas de los pobres de este mundo porque ha venido precisamente para atenderles y proporcionarles su medicina. Y esta labor se prolonga en el tiempo. También hoy sigue atendiendo a las peticiones a los que se confían a él y se ponen en sus manos para que les imponga esas manos de tacto sanador y salvífico. Porque no todos estamos ciegos, ni tenemos problemas de vista que requieran la intervención del oftalmólogo, pero podemos tener otras carencias e impedimentos que requieran la intervención medicinal de un sanador.

Tal vez necesitemos que el Señor nos dé una visión de más largo alcance o cure nuestra miopía; tal vez necesitemos que Dios nos dé o nos devuelva la capacidad de ver más allá de nosotros mismos, que nos permita ver a ese prójimo que no veíamos como una persona necesitada de nuestros cuidados y atenciones, de nuestros remedios y medicinas. Tal vez necesitemos que Dios nos dé vista para ver más allá de las apariencias, para ver lo que alberga el corazón, y comprender; tal vez necesitemos vista para ver en el hombre, en cualquier hombre, la imagen de Dios, para ver en el enemigo (incluido el ideológico) al prójimo, y en el prójimo a Cristo, y en Cristo (el Hijo) al Padre. Tal vez necesitemos que nos dé vista para vernos a nosotros mismos tal como somos, sin deformaciones ni aumentos, con nuestras virtudes y nuestras miserias y cobardías, para vernos y así poder emprender la tarea de reformar lo que deba cambiarse, de rejuvenecer lo que haya envejecido y de mejorar lo que haya empeorado. En fin, que es muy posible que necesitemos que Jesús nos conceda o nos devuelva una vista que no tenemos, una vista deficiente y necesitada también de sanación.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Comentario Domingo VII de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor Jesús, no dejes de darme Tu palabra, no permitas que la acoja mediocre. Dame Tu Espíritu para acoja esta palabra fuerte, inaudita, rompedora que me diriges a mí, insistente y provocador. Que en Tu palabra se me dé experiencia de ser discípulo/a, de mi vida y otras vidas transformadas. AMEN.

 

Lc 6, 27-38

«27Pero a vosotros, los que oís, digo:
“Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, 28bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

29A quien te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra, y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues; 30a todo el que te pida, da, y al que [te] quite lo tuyo, no [se lo] reclames.

31Y como queréis que os hagan las gentes, hacedles lo mismo.
32Y si amáis a los que os aman, ¿qué clase de gracia hay en vosotros? Porque también los pecadores aman a los que los aman.

33Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué clase de gracia hay en vosotros? También los pecadores hacen eso.

34Y si prestáis [a aquellos] de los que esperáis recibir, ¿qué clase de gracia [hay] en vosotros? También pecadores prestan a pecadores para recibir otro tanto.

35En cambio, amad a vuestros enemigos y haced bien y prestad sin esperar nada, y vuestra recompensa será mucha, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es benigno para con los desagradecidos y malvados. 36Llegad a ser misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. 37Y no juzguéis y no seréis juzgados; y no condenéis y no seréis condenados; liberad y seréis liberados. 38Dad y os será dado: una medida buena, apretada, remecida, rebosante darán en vuestro regazo. Porque con la medida [con que] medís, se os será medido”».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Lucas continua con su “Sermón del Llano” y de la sección de las bienaventuranzas pasa a esta del evangelio de hoy: la sección dedicada al amor a los enemigos, también bastante diferente de su paralelo mateano. A esta sección sigue la pequeña parábola del ciego que guía a otro ciego y otros dichos de Jesús sobre la paja ajena y la viga propia, el árbol bueno y el árbol malo, y la persona buena y la persona mala (Lc 6,39-45): el evangelio del próximo domingo.

 

TEXTO

La pequeña introducción del v. 27a dirigida a un “vosotros” que son, así, fuerte- mente interpelados, abre un texto con una estructura con tres partes:

a) vv. 27b-31: 9 imperativos marcan el tenor de esta parte. Los 4 primeros, solemnes y concluyentes, dan paso a una concreción en segunda persona singular que “atrapa” más al lector (vv. 29-30) y a la conocida como “regla de oro” (v. 31).

b) vv. 32-34: esta parte no tiene imperativos, sino un razonamiento lógico con tres ejemplos que hacen más razonable la “bravura ética” ofrecida por Jesús asus interlocutores.

c) vv. 35-38: 8 imperativos conducen de nuevo a los oyentes a una altura ética inaudita, pero esta vez anclada en una razón teológica: la misericordia de DiosPadre es, a la vez, la medida y el motor de nuestro actuar ético.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• El texto tiene dos elementos muy destacados: a) en primer lugar, la gran cantidad de pronombres personales de segunda persona (sobre todo de plural); esto imprime un fuerte carácter de apóstrofe (¡una interpelación vehemente dirigida en segunda persona!) a este evangelio. No quiere pasar inadvertido al oyente de ninguna manera, sino que busca interpelar fuertemente y lograr una conmoción que nos “remueva” por dentro. ¿Lo hace?

• Igualmente, hay una gran cantidad de imperativos (hasta 17 en el original), por lo que a la interpelación se suma un potente alcance ético. Un texto, pues, que quiere llegar a nuestro comportamiento y elevarlo. ¿Le dejamos?

• Es interesante la disposición textual: la parte central (vv. 32-34) propone con lógica que una ética “mediocre” nos iguala por abajo a “los pecadores”. Y las partes extremas, que nos elevan a una ética mucho más exigente y alternativa tienen sus respectivos fundamentos: la primera, en la autoridad ejemplar del que habla (“Yo os digo”): Jesús, maestro que enseña lo que él mismo vive; la segunda, en la experiencia de Dios, que es Padre y es misericordioso. Ser discípulos de Jesús y ser hijos de un Dios así conducen necesariamente a unas opciones éticas inauditas.

• Para muchos, el amor a los enemigos fue la gran novedad de la ética cristiana. Pero el amor a los enemigos (y todas las demás disposiciones del texto que“desarrollan” ese primer precepto del amor) no es tanto una norma general de conducta, cuanto una actitud característica de los discípulos de Jesús que experimentan el amor paterno de Dios. No es condición sino resultado. Lo primero y decisivo es experimentar el amor de Dios y mantenernos fieles en el seguimiento de Jesús. Solo así podremos crecer en la ética “cristiana”. ¿Qué experiencia de Dios y de discipulado refleja nuestro comportamiento ético?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo VII de Tiempo Ordinario

¿En qué piensan cuando ven un corazón? La mayoría de nosotros probablemente diríamos que cuando vemos un corazón, pensamos en amor. ¿A quién amas? ¿Amas a tus padres? ¿Amas a tu hermano o hermana? ¿Qué de tu mejor amigo? ¿Amas a tu maestro/a? Es fácil amar a esas personas porque ellos nos aman también.

¿Hay algunos chicos/as que se portan mal contigo a la hora del recreo? ¿Ha habido alguno que haya dicho algo de ti que no es cierto? ¿Amas a esos muchachos/as? ¿Es que realmente se espera que amemos a personas que se portan mal con nosotros, que nos tratan mal y dicen cosas feas de nosotros? Bueno, escuchemos lo que Jesús dijo que debiéramos hacer.

Un día Jesús estaba enseñando en un monte. Llamamos su lección de ese día «El sermón del monte». En su sermón Jesús dijo algunas cosas que realmente sorprendieron a los que le estaban escuchando. “Ustedes han oído que deben amar al prójimo y odiar al enemigo», dijo Jesús, «pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y si algunos se están portando mal con ustedes, oren por ellos».

¿Por qué debemos amar a nuestros enemigos? Jesús les dijo que cuando amamos a nuestros enemigos, estamos comportándonos como hijos de Dios. Si sólo amamos a los que nos aman, ¿nos recompensará Dios por eso? Si sólo tratamos bien a nuestros amigos, ¿qué diferentes seremos de los demás? ¡Todos hacen eso!

No es fácil el amar a nuestros enemigos, pero hay algunas buenas razones para hacerlo:

Demuestra el amor de Dios a los demás.
Es un buen ejemplo a seguir por otros.
Transforma a los enemigos en amigos.

Padre amado, es fácil amar a aquellos que nos aman. Ayúdanos a amar nuestros enemigos para que ellos puedan saber que somos tus hijos. En el nombre de Jesús oramos. Amén.

Comentario al evangelio – 20 de febrero

La vida es un camino donde casi todos los cambios se dan siguiendo varios pasos.

Así nos aparece en el relato de la persona ciega de Betsaida. De no ver nada, por la acción de Jesús comienza a ver sombras, para acabar viendo con claridad.

La fe es un potente foco de luz que ilumina la vida. Por parte de Dios ya está todo dado de una vez, pero por nuestra parte, esa luz se va acogiendo a la medida de nuestras posibilidades: como niños, como jóvenes, como adultos… en la fe.

Cuando somos niños, la luz de la fe nos abre por primera vez al horizonte de Dios como Maestro y Guía. Cuando somos jóvenes, la fe puede crecer hasta orientar la propia vida según el querer de Dios, alejándonos de caminos falsos. Cuando llegamos a adultos, la luz de la fe está llamada a fermentar todos los rincones del propio ser, para así llegar a poder iluminar a otros.

Jesús es luz, y con su paso ilumina al ciego de Betsaida. Él, al ritmo de sus posibilidades, va asimilando esa luz hasta que llega a ver todo con claridad.

Señor Jesús,
luz del mundo y lámpara de mi corazón,
aclara mis tinieblas
y haz que yo pueda ser, de tu reflejo,
lámpara para otros.

Luis Manuel Suárez CMF