Nº 75. Cristo nuestro Señor, en quien alcanza su plenitud toda la Revelación de Dios, mandó a los Apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que Él mismo cumplió y promulgó con su voz» (DV 7).
En la plenitud de la revelación, Dios Padre nos envía a su hijo Jesucristo. Es la plenitud de la revelación. Acordaros de ese texto del inicio de la carta a los Hebreos que leíamos: “Antiguamente Dios habló a nuestros padres a través de los profetas… pero en la plenitud de los tiempos, nos ha hablado a través de Jesucristo”Y dio a luz a la Iglesia para encomendarle, no sólo encomendarle, para pedirle, para mandarle, como un imperativo suyo, un imperativo del amor, que transmitiese esa revelación, que la guardase como un texto que Dios deposita en sus manos y que la Iglesia está llamada a difundir. La razón de ser de la Iglesia es esa. No es autocontemplarse, sino que es ser testigo de lo que ha recibido. Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis. La Iglesia es, por su propio espíritu fundacional, la Iglesia es totalmente deseo de donación, de salir de sí misma, de ir en busca de la oveja perdida. No hay ningún hijo que se quede sin recibir el testamento del Padre. Por eso Cristo no sólo entrega la revelación sino que al entregar la revelación, obviamente funda la Iglesia. La da a luz. Hoy existe un error, bastante difundido, a veces en ambientes teológicos, en los que viene a decir que Jesucristo no es que fundase la Iglesia, puso algunas bases para que después, posteriormente los apóstoles, la fundasen. Quiero poner a vuestra consideración este error bastante extendido, como si Jesucristo no hubiese tenido una intención explícita de fundación de la Iglesia, como si él mismo no hubiese dado los pasos sustanciales para ello. Jesucristo fundó la Iglesia, claro. Ahora ya sabemos que la palabra fundar no podemos entenderla en el sentido moderno que hoy se entiende por la palabra fundar, porque para nosotros la palabra fundar es un acto jurídico ante notario y levantando acta. Obviamente ya sabemos que no se entiende en ese sentido fundar. Pero cuando Jesucristo convoca a los doce apóstoles y pone a Pedro como cabeza del colegio apostólico. Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.Y cuando les dice id y bautizad, id y perdonad los pecados, id y proclamad el evangelio…Y cuando insiste aquellos que dejen por mí casa y padre y madre y hermanos…Obviamente Jesús ha dado luz a la Iglesia, a fundado la Iglesia. Por eso no sólo entregó la revelación y la dejó ahí de una manera desestructurada. Jesucristo entregó su revelación a una Iglesia que tenía ya esa estructura de Iglesia y que era consciente que tenía que acoger, respetar y transmitir ese mensaje de la revelación.
Cuando se dice por cierto, una pequeña aclaración. Cuando se dice eso de que Jesucristo entregó su evangelio al mundo, la palabra Evangelio se utiliza como un sinónimo de la revelación. Por ejemplo el evangelio qué se refiere únicamente a los cuatro evangelios, no se refiere a los Hechos de los Apóstoles. No, la palabra evangelio está utilizada como sinónimo de la Palabra entera. Las cartas de San Pablo, todo lo que ha sido reconocido por la Iglesia como Palabra de Dios. O sea, que hablamos indistintamente aquí dentro de la palabra evangelio es sinónimo de Sagrada Escritura. No sólo los cuatro evangelios sino la Sagrada Escritura, el libro de los Hechos de los Apóstoles y la carta a los Hebreos, etc.
Dice este texto que el evangelio es fuente de toda verdad salvadora y norma de conducta. Fuente de toda verdad salvadora y fuente de toda norma de conducta. Esa revelación, esa Palabra de Dios que se transmite, es para todos nosotros, es tan importante. Es caer en cuenta que en ella comienza un proyecto totalmente nuevo para nosotros. Fuente de toda norma de conducta. Porque es Dios el que nos ha hablado y para nosotros no es lo mismo partir de la opinión de los hombres, que obviamente serán contradictorias, de lo que es la voluntad de Dios para cada uno de nosotros, de lo que es la voluntad de quien nos ha creado, de quien nos ha redimido. ¿Qué quiere Dios de mí? Os imagináis que ahora nosotros pudiésemos tener como una especie de línea directa en la que uno dice, a ver qué quiere Dios de mí. Como el hombre, como esa tendencia ansiosa que tiene el hombre, cuando recurre a las supersticiones para ver que le dicen las cartas, o una sesión espiritista. Existe esa tendencia a querer saber. Claro que esa tendencia ha sido acogida por Dios y contestada en la revelación, no en las supersticiones, en la revelación. Dios nos ha revelado lo que quiere para nosotros y nos ha dicho lo suficiente. Es verdad que no nos ha transmitido curiosidades, pero nos ha dicho lo suficiente. Y todo el hombre que quiera saber lo que Dios quiere de él, puede descubrirlo en la revelación que Dios le ha transmitido. Abriéndose a la revelación, entrando en camino de oración, discernimiento, irá conociendo lo que Dios quiere para él. Por lo tanto el camino es este, el camino no es superstición, el camino no es el de la ignorancia, el camino es el de abrirse a la revelación, explicada por la Iglesia, discernida también por nosotros en la oración, en el acompañamiento personal, que también la Iglesia nos hace. Este es el camino.