Nº 77: «Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, «dejándoles su cargo en el magisterio»» (DV 7). En efecto, «la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos» (DV 8).”
Aquí hablamos, por lo tanto, de la sucesión apostólica. Jesús elige a doce apóstoles para transmitirles a ellos, para que sean los depositarios de su mensaje revelado. Una revelación del Padre. Todo lo que le he oído a mi Padre, a Dios Padre, os lo he contado a vosotros. Ya no tengo secretos para vosotros. A vosotros no os llamo siervos, os llamo amigos, porque a un siervo no se le cuentan las intimidades, pero a un amigo sí. Los apóstoles en ese sentido son amigos. Amigos del Señor en el sentido de que les expresa su intimidad. Les comunica la revelación.
Lo primero que hay que decir es que es conmovedor, es impresionante ver la misericordia del Señor eligiendo a doce apóstoles o doce hombres rudos, la mayoría de ellos. Sencillos, de poca cultura. Hombres del pueblo y de un pueblo no precisamente de los más cultos, sino hombres de Galilea. Algunos de ellos pescadores, etc. Eligiéndolos como depositarios de una revelación. Quiere decir que llevamos un tesoro en vasijas de barro. Me parece que esto es lo que mejor lo puede definir el ser de la Iglesia. Llevamos un tesoro en vasijas de barro y por eso el Señor se ha comprometido a sostener esa vasija, a sostenerla de manera que no se rompa. Y milagrosamente esa vasija no se rompe. Igual que está ese pasaje evangélico de la pesca milagrosa. Jesús después de resucitar cuenta cómo se apareció a ellos, y en ese momento, dice san Juan, que trajeron con aquella red, arrastrándola hasta la arena, creo, no estoy seguro del número de peces que dice ahora mismo, pero creo recordar 165, no estoy seguro, y aún siendo tantos no se rompió la red. Y lo dice san Juan como un milagro. Y aun siendo tantos, no se rompió la red porque, fíjate que la red se tenía que haber roto, no hubiese aguantado tanto. Así es también el ser de la Iglesia. Que llevamos un tesoro en vasijas de barro, que somos de barro, pero que no terminamos de rompernos. Nos derriban pero no nos rematan, porque Dios sostiene a su Iglesia, que es pobre, pero la sostiene. Digo que es conmovedor ver que Jesús puso su mensaje no en manos de sabios, no en manos de perfectos, sino en manos de gente sencilla. Y llevó a cabo con ellos, una escuela apostólica. Jesús ejerce como Padre y como maestro y les va educando. En aquellos tres años Jesús va educando a los apóstoles y al mismo tiempo que les transmite la revelación, al mismo tiempo oles va educando.
Entran en esa relación con él. No les llamó porque fuesen capaces, sino más bien él capacitó a los llamados. Como digo no escogió ninguna lumbrera. Sencillamente les educó. Eran aptos para ser moldeados por las manos de Cristo. Me parece que esto es muy importante y tendrían sus defectos de carácter, que aparecen en los evangelios, pero lo importante es que eran hombres que sabían confiarse en aquel que les había llamado. En ellos depositó el mensaje de la revelación.
Llega el momento de la sucesión y enseguida se encuentran con el problema de la traición de Judas. Judas, uno de los doce, ha traicionado a Cristo y además después se ha suicidado, en su desesperación. ¿Qué hacemos porque el Señor eligió a doce? Y parece que el nombre doce, “los doce”, tenía algo de simbólico. Obviamente estaba evocando también las doce tribus del pueblo de Israel, del Antiguo Testamento. Se había suicidado Judas y qué hicieron, eligieron a Matías. Invocan al Espíritu Santo, echan a suerte y dicen que había que elegir a uno que desde el principio hubiese convivido con Jesús. Vamos a elegir entre los que han convivido, porque no sólo han convivido los doce apóstoles, también había otro grupo de discípulos que habían convivido estrechamente con Jesús aunque no habían estado elegidos como los doce más íntimos. Entre ellos se ora, se pide la luz del Espíritu Santo y se elige a Matías. Era importante esa elección porque eso fue en víspera del episodio de Pentecostés. El episodio de Pentecostés que tiene lugar precisamente en el cenáculo en el lugar en el que Jesús instituye la Eucaristía. Va a venir el Espíritu Santo y va a conformar el colegio apostólico. Viene el Espíritu Santo, está el colegio apostólico con María en medio y entonces allí, podíamos decir, que comienza la Iglesia a difundirse en todo su ímpetu. Ya estaba para entonces Matías elegido y estaban ya los doce de nuevo juntos.
Luego más tarde hay un apóstol que es elegido de una manera muy especial, que es san Pablo, a quien el Señor le sale al encuentro cuando iba camino a Damasco. Precisamente iba camino, como celoso fariseo, iba camino de Damasco para hacer prisioneros a los cristianos. Allí sale a su encuentro Jesucristo, le derriba de su caballo y entonces, después de ese encuentro y de presentarse él a los apóstoles, subir a Jerusalén y presentarse a los apóstoles, él también pasa a ser, a formar parte del colegio apostólico. Por lo tanto ya había comenzado un poco la sucesión apostólica al elegir a Matías, en vez de Judas. Después continuó la sucesión apostólica con san Pablo. Bien es verdad que su forma de ser elegido es muy especial porque tiene como una especie de manifestación de Cristo, pero luego es confirmada por los apóstoles. Es confirmada por ellos porque hay un texto importante que dice: subí a Jerusalén y me presenté ante los apóstoles, no fuera a ser que yo estuviese corriendo en vano. Se presenta ante ellos.
Luego viene la elección de Bernabé. Es decir va poco a poco poniéndose en marcha el proceso de sucesión apostólica. Es como una transmisión, es la conciencia de que los apóstoles y sus sucesores son instrumentos para transmitir. Son como una correa transmisora de la palabra de Cristo.
Hay que decir una cosa y es que además, lo vamos a ver también en el punto siguiente. Además de la palabra de Dios escrita en la Biblia, existe también la tradición como forma de estar en ella presente la vida de Jesús. Es decir, Jesús no solo le conocemos por lo que se nos ha contado escrito de él, sino que también le conocemos por lo que los apóstoles han transmitido como testigos de él. No sólo por escrito sino también de palabra, con su vida. Y entonces digamos que existen como dos conductos para transmitir la revelación: la palabra de Dios escrita y la tradición. La tradición, que especialmente la tradición se ha seguido transmitiendo a través de los apóstoles y sus sucesores, que son los obispos. Es como si aquí hay un doble componente, palabra y los testigos de la palabra. Nosotros nos hemos encontrado ya con una Biblia escrita que se nos da escrita, pero la Biblia no ha caído del cielo, ha sido, especialmente el Nuevo Testamento, ha sido escrito por los apóstoles, por los evangelistas, a los cuales también los apóstoles les encomiendan la escritura, el poner por escrito el mensaje revelado y entonces para que la Biblia pueda ser considerada palabra de Dios, ha hecho falta unos testigos, que los apóstoles mismos den testimonio de que lo que está puesto por escrito es fidedigno. Que si no hubiese existido la tradición de los apóstoles, esos testigos vivos, nosotros no tendríamos capacidad de reconocer como palabra de Dios esto es está escrito en estos libros.
Pongo un ejemplo, imaginaros que alguien escribe una carta, un testamento porque va a marchar, va a partir, o va a fallecer. El padre escribe un testamento, las últimas voluntades y parte. Pero para reconocer esta carta y darle toda la autenticidad es muy importante el testimonio de los hijos y de la esposa. Nosotros decimos que ellos son los que reconocen en esa carta y dicen sí, esto que pone allí es la palabra de él. Aquí está bien reflejada su figura y su vida. Este testimonio escrito es auténtico porque nosotros le hemos conocido y vemos que está aquí reflejado. No únicamente vale el papel escrito sino que además tiene que haber el testigo de autentifique eso que está escrito.
Algo así pasa, ocurre con lo que son la importancia de la Tradición de la Iglesia. La Tradición de la Iglesia es la que autentifica la palabra de Dios escrita. Si uno lee, si uno pretende leer esa palabra escrita fuera de la vida de la Iglesia, fuera de la familia de la Iglesia, pues la está sacando de contexto. Es como si alguien totalmente ajeno a una familia coge aquel testamento del padre y lo lee sin conocer para nada a los hijos ni a la mujer. Algo entenderá, ciertamente, porque si el otro ha escrito bien. Pero no lo va a comprender plenamente. Le van a faltar elementos de interpretación. Porque él está leyendo lo que ha escrito, sigo con este ejemplo, lo que ha escrito el padre de familia antes de morir y obviamente él va a tener que interpretar sin haber conocido y sin haber vivido la tradición de esa familia. Va a errar. Su comprensión va a ser limitada. Por eso entendemos que la palabra de Dios tiene que ser leída e interpretada en el seno de la propia Iglesia en la que se escribió, no fuera de él.
Se trata de decir aquí hay una palabra y unos apóstoles que son testigos de esa palabra. Digamos que lo que dice este punto es que con fidelidad al mandato recibido del Señor, los doce apóstoles, después de la ascensión de Jesucristo a los cielos, comienzan a completar ese número, primero con la elección de Judas, como hemos dicho, y del mismo modo que al inicio de la elección de los doce apóstoles hay una llamada de Jesús, porque Jesús le dice deja, a Mateo por ejemplo, le dice que deje sus monedas porque era recaudados de impuestos, ven y sígueme. También aquí hay una llamada sólo que la llamada, sólo que llamada no la realiza directamente Jesucristo, sino que son los propios apóstoles los que llaman a sus sucesores. Ahora es Cristo el que realiza esa llamada a través de ellos. Y este es el camino porque el continua este ministerio. Que desde la segunda generación ya se llama episcopé, el ministerio episcopal. Fijaros uno lee los evangelios, lee las cartas de san Pablo y enseguida ve que desde la segunda generación, después de los apóstoles, ya se les llama obispos. Por lo tanto los obispos son sucesores de los apóstoles y ese cambio de palabra, de apóstoles a obispos, los sucesores de los apóstoles, se puede leer perfectamente en las cartas de Pablo, etc. Esto ocurrió ya con la segunda generación.
Tal vez sea útil explicar también lo que quiere decir el término obispo. Esta palabra la traduce del griego epíscopos. Esta palabra indica a una persona que contempla desde lo alto, que mira en el corazón. Esto Benedicto XVI, que es un gran estudioso de la escritura, nos recordaba esta exégesis en una catequesis que dio sobre el tema de la sucesión apostólica. La palabra obispo significa la persona que contempla desde lo alto, que mira con el corazón. Así san Pedro, en su primera carta, llama a Jesús pastor y obispo, guardián de nuestras almas, dice 1Pe 2, 25. Y según este modelo del Señor, que es el primer obispo, guardián y pastor de las almas, los sucesores de los apóstoles se llamarán luego epíscopoi, se llamarán obispos. Aquellos que son guardián de nuestras almas. Y así la sucesión, la función episcopal se presenta como una continuidad del ministerio apostólico que es una garantía de la perseverancia en la tradición apostólica, la palabra y la vida, que nos ha encomendado el Señor. El vínculo entre el colegio de los obispos y la comunidad de los apóstoles, se entiende en línea de continuidad histórica.
Existe un testimonio histórico muy valioso del siglo II, de la segunda mitad del siglo II. Fijaros que estamos hablando de unas generaciones muy cercanas a los apóstoles, donde san Ireneo de Lyón, que era un santo Padre y un obispo, tuvo que polemizar con distintas sectas que comenzaban a surgir. Herejías que se iban fraccionando del seno de la Iglesia católica, interpretaciones desviadas de las palabras de Jesucristo. El gnosticismo fue una de las primeras herejías que era una especie de pensamiento que venía a suponer que la verdadera revelación estaba únicamente reservada para los filósofos más eruditos y por lo tanto tenían que hacer una serie de cábalas. Cábalas para llegar a los misterios escondidos. Se iban alejando del espíritu del evangelio totalmente. Entonces san Ireneo, tiene una polémica con todas estas distintas sectas que se han ido fraccionando y ellas también se consideran iglesias, también dicen que son la auténtica iglesia, y él tiene que demostrar, toma la decisión de decir yo me voy a tomar como empresa, como tarea, el demostrar ante esta proliferación de sectas que no son la auténtica iglesia de Jesucristo, aunque ellos digan serlo. ¿Qué es lo que él hace? Lo que hace es hacer como la cadena de la sucesión apostólica desde los apóstoles hasta la Iglesia católica. Demostrando con ello que existe una sucesión ininterrumpida en la transmisión apostólica entre Jesucristo, los doce apóstoles que él elige y la Iglesia católica de finales del siglo II, o de la segunda mitad del siglo II. Y sin embargo les dice a los miembros de las sectas. Sin embargo vosotros no podéis hacer este árbol de sucesión apostólica que yo hago. No podéis porque os habéis inventado a vosotros mismos, es decir, sois una secta inventada, no estáis fundadas por Jesucristo. Esto lo hace con firmeza. En su libro Adversus Aereges, escribe lo siguiente: “La tradición de los apóstoles, que ha sido manifestada por el mundo entero, puede ser percibida en toda la Iglesia por todos aquellos que quieren ver la verdad. Y nosotros podemos enumerar los obispos que fueron establecidos por los apóstoles y la Iglesia y sus sucesores hasta nosotros. En efecto, los apóstoles querían que fuesen totalmente perfectos e irreprensibles aquellos a quienes dejaban como sucesores suyos, transmitiéndoles su propia misión de enseñar. Si obraran correctamente se seguiría gran utilidad pero se hubiesen caído la mayor calamidad.”
Como veis él insiste mucho en la sucesión apostólica. Diciendo vosotros, las sectas, no podéis consideraros hijos de esa Iglesia de Jesucristo cuando resulta que os fundasteis a vosotros mismos con motivo de que en el año tal o el año cual, hubo alguien que rompió con la Iglesia y él fundó una nueva iglesia.
Este argumento es importante porque cuando alguien se nos presenta como, hoy en día, en el siglo XXI, se nos quiere presentar como la verdadera iglesia que sigue a Jesucristo y tú eres consciente que se trata de una congregación que en el siglo XX o en el siglo XIX se formó como tal, tú le dices, y si eres la auténtica iglesia que sigue a Jesucristo, dónde estabas en el siglo XIX, dónde estabas en el siglo XVII o en siglo XV, o en el siglo XII. Porque si sigues a Jesucristo tienes que haber existido desde el principio. Pero tú has nacido hace 30 ó 50 ó 300 años, o cuando sea.Tienes un origen histórico de alguien que rompió con la Iglesia y se fundó a sí mismo.Este es un argumento importante, porque la estructura de nuestra Iglesia católica, es una estructura que nosotros somos conscientes que no tenemos nada que no hallamos recibido. Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis. Lo que dice Pablo, “yo he recibido una tradición que a su vez os transmito”. Yo no me autoinvento. Y esto nos da un carácter que es muy humilde. Yo no soy dueño. No somos dueños del mensaje que llevamos entre manos. Llevamos un tesoro en vasijas de barro y no podemos pretender cambiar el tesoro, amoldarlo.
San Ireneo es un gran testigo de la conciencia de la Iglesia de la sucesión apostólica. Refiriéndose a esta red de la sucesión apostólica como garantía de perseverar en la palabra de Señor, se concentra también san Ireneo, en la iglesia más grande, más antigua y más conocida de todos, fundada, dice él y establecida en Roma, por los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo. Estoy leyéndolo literalmente del libro de san Ireneo, del libro II. De este modo para san Ireneo y para la iglesia universal, la sucesión apostólica y especialmente la de Roma, porque ha existido siempre la costumbre, porque igual habéis visto un póster de esos grandes en los que se ven las listas de sucesión apostólica desde Pedro hasta nosotros. Gracias a Dios las conservamos. Es verdad que ha habido momentos históricos en los que ha podido faltar memoria porque en 2000 años no ha existido una recopilación bibliográfica tan fácil, pero sin embargo, aunque hay algunos momentos en los que ha costado saber quién fue el sucesor de tal papa, básicamente sí tenemos todo ese árbol de la sucesión apostólica, especialmente en Roma.
Se convierte entonces en el signo, en el criterio, la garantía de la transmisión ininterrumpida de la fe apostólica. Con esta iglesia, sigo leyendo a san Ireneo, a causa de su origen más excelente, debe necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia. Es decir, los fieles de todas partes, pues en ella se ha conservado siempre, la tradición que viene de los apóstoles. San Ireneo, siglo II, dice quien quiera estar en la fe de Jesucristo, tiene que estar en comunión con la fe de Roma. La sucesión apostólica es criterio de la permanencia de las diversas iglesias en la tradición de la fe apostólica común. Que ha podido llegar a nosotros gracias a ese canal de la sucesión apostólica. Por este orden y sucesión han llegado hasta nosotros, dice san Ireneo, aquella tradición que procedente de los apóstoles, existe en la Iglesia y el anuncio de la verdad. Y esta es la prueba más palpable de que es una sola y la misma fe la de la iglesia, desdelos apóstoles y hasta ahora se ha conservado y transmitido en la verdad.
Luego la sucesión apostólica tiene mucha importancia y fijaros lo que supone para cualquiera de vosotros. A ti te bautizó un sacerdote, y ese sacerdote que te bautizó había sido ordenado sacerdote que te bautizó había sido ordenado sacerdote por un obispo. Y ese obispo había sido ordenado por otros obispos. Suelen ser tres obispos los que ordenan. El mínimo tiene que ser de tres obispos que ordenan a otro obispo. Y esos habían sido ordenados por otros obispos y estos por otros… Y así vamos en una cadena de sucesión y obviamente esa cadena de sucesión llega hasta Jesucristo. No se trata simplemente de una concatenación material, porque alguno podría intentar ridiculizar esto. ¿Qué pasa aquí, tiene que haber un hilito que no se rompa? Es más bien un instrumento histórico del que se sirve el Espíritu Santo para hacer presente a Jesús, cabeza de su pueblo, a través de los que son ordenados por el ministerio, mediante la imposición de las manos y la oración por los obispos. Mediante la sucesión apostólica es Cristo quien llega a nosotros. En la palabra de los apóstoles y de sus sucesores, los obispos, es Cristo quien nos habla. Mediante sus manos es Cristo quien actúa en los sacramentos. En la mirada de ellos también es la mirada de Cristo la que nos envuelve y nos hace sentirnos amados y acogidos en el Corazón de Dios. Es decir que hoy podemos decir, en el siglo XXI, que Cristo mismo es verdadero pastor y guardián de nuestras almas, al que podemos seguir con confianza, gratitud y alegría y podemos hacerlo con la mediación de sus pastores, que siguen cuidando de nosotros y siguen transmitiendo esa sucesión apostólica.
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