Las tentaciones del hombre

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos días y al fin tuvo hambre. Entonces le dijo el diablo: “Si eres Hijo de Dios di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús le respondió: “Escrito está: «No sólo de pan vivirá el hombre»”. Después lo condujo el diablo a un lugar elevado, le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos porque me ha sido entregado y lo doy a quien quiero, por tanto, si me adoras, todo será tuyo”. Jesús respondió: “Escrito está: «Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás»”. Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso sobre el pináculo del Templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque escrito está: «A sus ángeles te encomendará para que te guarden y te llevarán en sus manos, no sea que tu pie tropiece contra alguna piedra»”. Pero Jesús le respondió: “Está dicho: «No tentarás al Señor tu Dios»”. Y terminada toda tentación, el diablo se alejó de Él hasta el momento oportuno.

Lc 4, 1-13

Hoy, Jesús, te veo en pleno desierto. Y te veo ahí para aprender a vencer todo el mal, las tentaciones que pueden dominar al hombre y que me pueden dominar en cualquier momento. Y veo cómo eres tentado y veo cómo el diablo se mete en tu desierto, en tu oración, en tu camino, y te tienta en lo que más necesitas: en el hambre. Tienes hambre… Te dice que hagas el milagro de convertir las piedras del desierto en pan. Aprendo de tu gran respuesta: “No sólo de pan vive el hombre”. Cuántas veces, Jesús, también me gusta a mí lo extraordinario, el milagro, que se me concedan tantas cosas… Esa ambición, esa tentación de querer todo como yo pienso, como yo quiero. Y Tú que dices: “No sólo de pan vive el hombre”. Con eso no voy a poder ir hacia ti, con eso no voy a ser feliz. Jesús, dices que no es lo humano, que es otro tipo de alimento el que tengo que tener. Ese no.

Y veo cómo a continuación todavía el diablo te lleva a un lugar elevado y te muestra todos los reinos y te dice: “Si me adoras, todo será tuyo”. Y cómo contestas, Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”. ¡Cómo me ayuda esta tentación! Cuántos ídolos tengo en mi vida, cuántos centros que no son Tú, y Tú eres el verdadero eje de mi vida y el verdadero centro, y a ti es al que tengo que darte culto, alabanza, adoración. Cuando pierdo de vista este enfoque, camino en el vacío. ¡Qué tentación! ¡Cómo me ayudas! ¡Cuántos ídolos! A Él sólo darás culto…

Por último te lleva al pináculo del Templo y allí te dice que si te tiras, sus ángeles te cogerán. Pero Tú respondes: “No tentarás al Señor tu Dios”. La tentación de la fama, la tentación del poder. ¡Qué enseñanza, Jesús! Tú quieres lo ordinario, quieres lo normal y quieres que aprenda a darme cuenta de cómo el mal se mete en todo y se mete en mi vida sin enterarme. Y me admira porque este mal, al ver que Tú no le haces caso y que Tú puedes sobre él, dice el texto que el diablo se alejó. Ayúdame, Jesús, también a vencer las tentaciones, a no querer suplantarte a ti por el poder, por la fama, por el orgullo. Y que vea que todas las ocasiones son buenas para que el mal se meta, pero que tengo que aprender a vencerlas yendo al desierto. Y allí, en el desierto, contigo, en el desierto de mi corazón, donde Tú estás y en el silencio, aprenderé a vencer todo lo que me cuesta.

Hoy, Jesús, te pido mucho que me des luces para darme cuenta de qué tentaciones me dominan. Que aprenda también a comprender que el diablo se mete sagazmente en cualquier rincón de mi corazón y que utiliza todos los medios necesarios para apoderarse del hombre. Ayúdame, Jesús, líbranos del mal… ¡líbranos del mal! Y ayúdanos a vencer la tentación. Hoy te repito: no me dejes caer en la tentación.

Y se lo pido a tu Madre, que me ayude, que me dé luces, que me despierte a todo lo que puede meterse de mal en mí, en mi vida, en mi trabajo, en mis pensamientos, en mis acciones. Líbranos del mal y no nos dejes caer en la tentación. Hoy, Jesús, en este encuentro me quedo contigo en ese desierto, viendo las tentaciones, el mal que se me mete. Dónde, cuándo, cómo y de qué manera entra sagazmente en mi vida. Y te lo pido a ti para que nos ayudes a vencer el mal. Sabes que somos humanos y caemos… “Y no nos dejes caer en la tentación”. Me quedo contigo en plena oración…

Éstas son las tentaciones del hombre.

Francisca Gómez Sierra

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II Vísperas – Domingo I Cuaresma

II VÍSPERAS

DOMINGO I DE CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

CÁNTICO de PEDRO: LA PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, EL SIERVO DE DIOS

Ant. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se va a cumplir todo lo que está escrito acerca del Hijo del hombre.

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se va a cumplir todo lo que está escrito acerca del Hijo del hombre.

LECTURA: 1Co 9, 24-25

En el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

R/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

R/ Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
V/ Porque hemos pecado contra ti.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno, sé tú nuestro protector; que no nos sorprenda el tentador astuto.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno, sé tú nuestro protector; que no nos sorprenda el tentador astuto.

PRECES

Demos gloria y alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, la Palabra encarnada, nos hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle, diciendo:

Señor, ten piedad de tu pueblo.

  • Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos en favor de tu pueblo
    — y concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.
  • Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de toda las razas,
    — y a trabajar por su bien y por la concordia mutua.
  • Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo
    — y haz de ellos piedras vivas y templo espiritual en tu honor.
  • Tú que, por la predicación de Jonás, exhortaste a los ninivitas a la penitencia,
    — haz que tu palabra llame a los pecadores a la conversión.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez,
    — y gocen eternamente de tu presencia.

Conluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la iteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

Domingo I de Cuaresma

Lo primero, que hay que tener presente aquí, es que el relato de las tentaciones no tiene valor histórico. Es lo que, en el judaísmo es una narración que contiene una enseñanza que sirve de norma para la vida. En este caso, no se trata simplemente de que el demonio puede ponernos tentaciones para hacer el mal. Tal como aparece la actividad del demonio, en este relato, no le pide a Jesús que le haga mal a nadie. Todo lo contrario: que haya pan, que Jesús tuviera poder y gloria en el mundo, y que cayera, entre las de ángeles, como llovido del cielo. ¿Puede haber cosa mejor que todo eso? ¿En qué está ahí la tentación?

Es curioso que los buenos comentarios generales a los evangelios de Mateo y Lucas, que son los que contienen este episodio, no explican el sentido profundo de este relato capital, en el proyecto de vida que proponen los citados evangelios. Y es que, si no me equivoco, a medida que van pasando los años y los siglos, los cristianos podemos tener más elementos de juicio, para entender y explicar el alcance asombroso de este extraño relato. Con la perspectiva del tiempo y de los siglos, nos enteramos del alcance del Evangelio. ¿Dónde y en qué está la clave de todo lo que aquí se nos dice?

Es frecuente echar mano de F. Dostoyevski (Hermanos Karamazov, V, 50). Lo que se nos viene a decir es esto: la mayor perversión del Evangelio, que se puede hacer en este mundo, consiste en presentar la obra y el mensaje de Jesús en estas tres cosas:«milagros», «misterios» y «autoridad». Es lo que ha hecho la Iglesia, sirviéndose del Evangelio o explicándolo desde esas tres palabras y su contenido. Así, el Evangelio ha quedado marginado y prácticamente anulado. Y así, nos hemos puesto en manos de obispos, curas y frailes. Protestamos, a veces, contra ellos, pero nos va bien entregándoles nuestra libertad. De esta manera, nos va bien con la religión y nos hemos liberado de la carga que supone el Evangelio. Con lo que: ni la religión arregla este mundo, ni el Evangelio nos hace más humanos y más felices. Esperamos y queremos que venga un Papa, que lo arregle todo. Pero esto no se arregla cambiando el Papa, sino cambiándonos nosotros. Lo que pasa es que esto último es lo que no queremos, por más que pensemos otras cosas, que no sirven para nada.

José María Castillo

Penitencia como nostalgia

Por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado… (Dt 26,4-10).

Porque si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó, te salvarás… (Rom 10,8-13).

A Jesús… durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo… (Lc 4,1-13).

Las lecturas de hoy nos ofrecen tres elementos característicos para vivir la cuaresma:

-acción de gracias

-profesión de fe

-purificación a través de la palabra.

Acción de gracias

El texto del Deuteronomio es un texto litúrgico ambientado en la «fiesta de las primicias».

«El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y las pondrá ante el altar del Señor…».

No debe ser una ofrenda particularmente consistente. Una pequeña porción de la cosecha, que cabe en un cestillo. Lo que importa no es la cantidad sino el significado.

Se trata de un gesto «eucarístico». Reconocimiento de que todo viene de Dios, y todo debe volver a él en la alabanza y en la acción de gracias (Eucaristía).

La cosecha de los campos, antes de ser fruto del trabajo del hombre, es don, bendición de Dios.

Por consiguiente la ofrenda cultual no es tanto una iniciativa humana, cuanto una respuesta a la acción benéfica de Dios.

En este contexto se inserta el estupendo texto que toma el nombre de «Credo histórico de Israel».

Es oportuno subrayar este dato peculiar de la religión judía. El creyente no encuentra a Dios al final de una teoría filosófica, sino en la trama de una historia que Dios «hace» junto con su pueblo.

El catecismo de Israel, más que contener una serie de fórmulas abstractas, es un relato de las acciones de Dios.

El judío no se pregunta: «¿Quién es Dios?» sino «¿Qué ha sido Dios para nosotros?».

No le interesa tanto lo que Yahvé es en sí cuanto lo que Yahvé hace en favor de su pueblo.

O sea, la fe de Israel nace de la experiencia de Dios, entendida como presencia eficaz, operante a través de los acontecimientos. No «El que es», sino «El que está», o sea, está aquí, actúa, interviene. No el ser-en-sí, sino el ser-para.

En el trozo del «Credo histórico» que leemos hoy, se ponen en evidencia tres «acciones» de Yahvé:

-La elección. Comenzando por los patriarcas. Una elección gratuita que cae sobre una realidad miserable: «Mi padre fue un arameo errante…».

-La liberación. «Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor Dios de nuestros padres: y el Señor escuchó nuestra voz… Nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido».

El don de la tierra. «Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel».

Como conclusión, he ahí el gesto eucarístico: «Por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado». La ofrenda, repetida todos los años, actualiza para cada miembro del pueblo de Dios la instalación y la toma de posesión de la tierra, acontecimientos realizados en tiempos ya remotos.

No olvidemos que la alabanza, o sea, el reconocimiento de lo que Dios, en su amor, hace por nosotros, representa un deber primario del cristiano.

Si no queremos transformarnos en poseedores abusivos y olvidadizos de los dones de Dios, debemos cada día hacer Eucaristía, dar gracias.

Profesión de fe

Pablo, en el texto de la Carta a los romanos, nos coloca en el centro de la fe cristiana: el reconocimiento de que «Jesús es el Señor». Una fe reconducida, pues, al acontecimiento fundamental: la exaltación-glorificación de Cristo que «Dios ha resucitado de entre los muertos».

Se profesa esta fe con el corazón y con la boca. O sea, implica una adhesión profunda, total, de la persona. Y comporta una «confesión» pública, externa, delante de todos («con la boca» no significa solamente las palabras, sino el testimonio esencial, por lo que se predica que «Cristo es el Señor» también con la conducta que expresa este «absoluto» en nuestra vida).

Purificación a través de la palabra

La página del evangelio nos presenta el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto.

El demonio pretende desviar, separar a Cristo del proyecto del Padre.

En vez del camino de la humillación, del abajamiento, del amor, de la cruz, he ahí el atajo de un triunfo fácil, de la popularidad, de los gestos espectaculares, del poder, de la fuerza, de la liberación parcial del hombre (interesarse por el pan, o sea, limitarse a los problemas económicos, en vez de emprender la salvación total).

Jesús rechaza una y otra vez las sugestiones del «Divisor» citando las palabras de la Escritura y, consiguientemente, ratificando su determinación de hacer únicamente, y hasta el fondo, la voluntad del Padre, de cumplir la propia misión en la línea establecida por el Padre.

También para nosotros el tiempo de cuaresma puede ser la ocasión propicia para verificar si nuestro proyecto corresponde al de Dios. Para limpiar nuestro cristianismo de todas las incrustaciones de superstición, facilidad, apariencia, exterioridad. Para rechazar los compromisos, las componendas, las traiciones al mensaje evangélico. Para volver a descubrir las exigencias más radicales de Cristo. Para rechazar una religiosidad construida a nuestra medida, y «vestirse» con el designio de Dios. Para barrer los equívocos y adoptar elecciones precisas, costosas, que nos conduzcan a un camino de coherencia y transparencia.

Naturalmente, estas verificaciones esenciales son posibles sólo si tenemos el coraje de confrontarnos con la palabra de Dios. Una palabra que debe encontrar sitio en nuestra vida haciendo callar las excesivas palabras que nos envuelven y nos aturden (he ahí el verdadero ayuno cuaresmal).

Un poco de desierto, pues, un poco de silencio, un poco de coraje para frecuentar las profundidades, un poco de gusto por la interioridad. La conversión a la que se nos invita no es otra cosa que un dar la espalda a nuestros miserables y confusos proyectos para apuntar en dirección el proyecto original.

La penitencia, en el fondo, es nostalgia de nuestra auténtica grandeza.

A. Pronzato

Comentario del 10 de marzo

En esta primera etapa de nuestro recorrido cuaresmal hacia la Pascua, se nos habla de las tentaciones como «dificultades», y al mismo tiempo «pruebas», puesto que en tales dificultades se prueba la calidad de nuestra fe, o de nuestra fortaleza, o de nuestra paciencia, pero dificultades vencibles.

Nuestro modelo a imitar en el modo de afrontar la tentación –y la tentación es «inevitable», puesto que todos pasamos por ella: fue tentado Adán en régimen paradisíaco y sin que precediera pecado alguno; lo fue el pueblo de Israel en situación de desierto y de carencia, pero también en situación de abundancia; y lo fue el mismo Jesús en situación de hambre y de indigencia humana- es el mismo Jesucristo que, tras haber sido ungido por el Espíritu en el Jordán, es conducido al desierto y allí, en ese lugar de soledad, ayuno y penitencia, es tentado por otro espíritu, por el diablo. Luego ni siquiera Jesús, el Inocente, el que quita el pecado del mundo, el Hijo de Dios en forma humana, escapa a la tentación, una tentación sentida realmente como tal, porque sólo así, realmente tentado, podía ser para nosotros modelo de cómo afrontar la tentación. No lo sería, si en él la tentación hubiese sido algo irreal o ficticio cuando en nosotros es tremendamente real. Jesucristo fue, por tanto, realmente tentado: En todo semejante a nosotros menos en el pecado; pero también en la tentación. Porque la tentación no es pecado, ni siquiera supone el pecado; la tentación es sólo la sugerencia o sugestión que persigue hacer caer en el pecado.

Jesucristo pudo ser tentado por el diablo, porque a los ojos del Tentador se presentaba con porte humano. Jamás se hubiera atrevido el diablo, a no ser que hubiese perdido temporalmente de vista su condición de criatura, a tentar al mismo Dios o a sugerirle un modo de actuación. Esto es inconcebible. Pero, tratándose de Jesús, sí se atreve a sugerirle formas de actuación. Y aunque se dirige a él como Hijo de Dios, lo hace en modo condicional, como poniendo en duda su condición divina: Si eres Hijo de Dios –le dice-… demuéstralo, convirtiendo esta piedra en pan o tirándote abajo, desde el alero del templo. Esta misma tentación se repetirá a lo largo de su vida: Si eres Hijo de Dios –le dicen los fariseos-, haz un gran signo para que creamos en ti; si eres Hijo de Dios –le dicen los miembros del Sanedrín en tono retador estando al pie de la cruz-, baja de la cruz y creeremos en ti.

La tentación es siempre una «sugerencia», aparentemente inocua y hasta «religiosa», fundada en la mentira o en la astucia, a hacer algo que contradice los planes de Dios, que se opone abiertamente a la voluntad de Dios o que pretende servirse de Dios más que servir a Dios. Pero esto es impiedad. Entre las tentaciones figura incluso la sugerencia a hacer milagros en provecho propio. Hay tentaciones en este sentido que nos pueden parecer aceptables. ¿Qué hay de malo en transformar, si se puede, las piedras en panes para comer después de un largo período de ayuno? ¿Y qué tiene de malo tirarse desde el alero del templo si con semejante espectáculo consigue vencer la incredulidad de quienes no lo aceptan como enviado del cielo, como Mesías? ¿No hubiese sido una buena manera de vencer la incredulidad de los testigos bajar de la cruz como le sugieren los judíos?

Pues bien, Jesús rechaza todas estas «sugerencias» como tentaciones que llevan al pecado, porque esconden incredulidad y desconfianza: la misma incredulidad de los que ponen a prueba a Jesús, a pesar de haberles dado ya éste múltiples signos de lo que era; la incredulidad de quienes se dirigen a Dios en tono desafiante: si realmente existes y eres poderoso, haz un acto de poder que nadie pueda rebatir, ni contradecir. Pero esto es «tentar al Señor»: pretender que satisfaga nuestras exigencias, pretender que actúe como nosotros queremos, pretender que se someta a nuestra voluntad; en definitiva, servirnos de Dios y no servir a Dios. Esto es lo que se le sugiere al mismo Jesús: servirse de su poder divino en provecho propio; más aún, servirse del poder diabólico que domina el mundo (tal vez, servirse de la magia, de la violencia o del engaño) para hacerse con el poder del mundo a cambio de rendir culto al demonio o de servirse de sus métodos. Pero eso significaría llevar a cabo su mesianismo con otros medios distintos a los previstos por Dios, subordinando su voluntad no a la del Padre, sino a la del tentador, tal como le viene sugerida en la tentación.

Jesús, según el relato evangélico, rechazó las tentaciones con prontitud, sin dejar demasiado espacio al diálogo con el tentador. Y lo hizo recurriendo a la palabra de Dios, que es la mejor manera de responder a una sugerencia que, aun sirviéndose de la misma palabra de Dios (como sucede en la tercera tentación: Te sostendrán en tus manos para que tu pie no tropiece con las piedras), nos está invitando a abandonar los caminos trazados por Dios como si éstos fueran inadecuados o poco dignos de confianza. Pero la confianza de Jesús en su Padre y en los designios de su Padre es inamovible. No necesita ponerle a prueba; no necesita pruebas: ni la prueba de la transformación de las piedras en panes, ni la del vuelo sin daño desde lo alto del templo. La tentación que se describe aquí no es la del placer, sino la del uso inmoderado de poder: el poder de transformar las cosas (piedras, hombres) a base de actos tan imponentes que no dejen posibilidad de resistirlos. Pero los medios para obtener el fin, en este caso la salvación, han de ser adecuados a ese fin.

La respuesta de Jesús a las tentaciones se resume en esta frase: No tentarás al Señor tu Dios. Y es que todas las tentaciones en las que se pone a prueba la confianza de Jesucristo en su Padre vienen a ser un tentar (=un poner a prueba) al mismo Dios que nace de la desconfianza.

El demonio se marchó hasta otra ocasión. Porque en la vida de Jesús, como ya hemos indicado, hubo otras ocasiones para el tentador o para sus intermediarios. Jesús se vio tentado por sus amigos (Pedro) y por sus enemigos (los fariseos). Todos ellos le sugieren abandonar su misión en el modo en que Dios quiere que la realice.

También nosotros tenemos tentaciones que nos salen al paso en nuestro camino: unas, sugeridas por el mismo demonio; otras, por nuestro estado de flaqueza –nuestra carne débil -; otras, por el mundo en que vivimos -mundo, demonio y carne-: tentaciones que nos sugieren abandonar compromisos, dejar la lucha, desertar de esa fe que tantos han dejado y que tanto nos cuesta mantener, o de la castidad sostenida contra viento y marea, o de la honradez en el trabajo, o de la honestidad en medio de un mundo en el que se extiende la corrupción como una mancha de aceite… Tentaciones innumerables que podemos vencer si, como Jesús, recurrimos a la palabra de Dios, a la oración, a la penitencia, a la eucaristía; si mantenemos nuestra confianza en Dios, nuestro Padre y en Jesucristo, su Hijo.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

Artículo 33. Los alumnos deben observar fielmente las normas de la Facultad en todo lo referente al ordenamiento general y a la disciplina —en primer lugar lo referente al propio plan de estudios, asistencia a clase, exámenes— así como en todo lo que atañe a la vida de la Facultad. Por este motivo, la Universidad y cada Facultad dispongan los modos para que los estudiantes conozcan los Estatutos y los Reglamentos.

Lectio Divina – 10 de marzo

Lucas 4,1-13Las tentaciones de Jesús.
Victoria por medio de la oración y de la Biblia
Lucas 4,1-13

1. LECTIO

a) Oración inicial:

¡Oh, Señor! Al comienzo de este tiempo cuaresmal me invitas a meditar, una vez más, el relato de las tentaciones, para que descubra el corazón de la lucha espiritual y sobre todo experimente la victoria sobre el mal.

¡Oh Espíritu Santo! “visita nuestras mentes”, porque en nuestra mente a menudo proliferan muchos pensamientos que nos hacen sentirnos a merced del fragor de tantas voces. Fuego de amor purifica también nuestros sentidos y el corazón para que sean dóciles y disponibles a la voz de tu Palabra. Ilumínanos (accende lumen sensibus, infunde amores cordibus) para que nuestros sentidos, purificados por ti, puedan entrar en diálogo contigo. Si el fuego de tu Amor se enciende en nuestro corazón, más allá de nuestra aridez, puede inundar la vida nueva, que es plenitud de gozo.

b) Lectura del evangelio:

1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto, 2 durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. 3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» 4 Jesús le respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
5 Llevándole luego a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra 6 y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque me la han entregado a mí y yo se la doy a quien quiero. 7 Si, pues, me adoras, toda será tuya.» 8 Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
9 Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; 10 porque está escrito:
A sus ángeles te encomendará
para que te guarden.

11 Y: En sus manos te llevarán
para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
12 Jesús le respondió: «Está dicho:
No tentarás al Señor tu Dios

13 Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio.

c) Momentos de silencio orante:

Para la escucha es necesario el silencio: del alma, del espíritu, de la sensibilidad y también el silencio exterior, con la tensión de escuchar lo que la Palabra de Dios intenta comunicar.

2. MEDITATIO

a) Clave de lectura:

Lucas con el esmero de un narrador cuenta en 4,1-44 algunos aspectos del ministerio de Jesús después de su bautismo, entre los cuáles se encuentran las tentaciones del demonio. En efecto, narra que Jesús “lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el Espíritu en el desierto durante cuarenta días” (4,1-2) Tal episodio de la vida de Jesús es preliminar en su ministerio, pero también, puede ser entendido como el momento de transición del ministerio de Juan Bautista al de Jesús. En Marcos este relato de las tentaciones es más genérico. En Mateo se cuenta de Jesús que “ fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1). Estas últimas palabras atribuyen la experiencia de las tentaciones a un influjo que es al mismo tiempo celestial y diabólico. El relato de Lucas modifica el texto de Mateo de tal manera que muestra que “Jesús lleno de Espíritu Santo” se aleja de su iniciativa del Jordán y es conducido por el Espíritu al desierto por cuarenta días, donde Él “es tentado por el diablo” (4,2). El sentido que Lucas quiere dar a las tentaciones de Jesús es que ellas fueron una iniciativa del demonio y no una experiencia programada por el Espíritu Santo (S, Brown). Es como si Lucas quisiese tener bien claros y distintos el personaje del diablo, de la persona del Espíritu Santo.

Otro elemento a tener en cuenta es el orden en el que Lucas dispone las tentaciones: desierto – panorámica de los reinos del mundo – pináculo de Jerusalén. Por el contrario en Mateo el orden varía: desierto – pináculo – alto monte. Los exégetas discuten cuál sea el orden original, pero no llegan a encontrar una solución unánime. La diferencia podría ser explicada a partir de la tercera tentación (la culminante): para Mateo el “monte” es el vértice de las tentaciones, porque en su evangelio pone todo su interés sobre el tema del monte ( baste recordar el sermón de la montaña, la presentación de Jesús como “el nuevo Moisés”); para Lucas, sin embargo, la ultima tentación adviene sobre el pináculo del templo en Jerusalén, porque uno de los intereses mayores de su evangelio es la ciudad de Jerusalén (Jesús en el relato lucano está en camino hacia Jerusalén donde se cumple de modo definitivo la salvación) (Fitzmyer).

El lector puede hacerse legítimamente una pregunta: Tanto en Lucas como en Mateo ¿hubo posibles testimonios en las tentaciones de Jesús? La respuesta es ciertamente negativa. Por la narración de Lucas aparece claramente que Jesús y el diablo están uno frente al otro, totalmente solos. La respuesta de Jesús al diablo son sacadas de las S. Escrituras, son citas del Antiguo Testamento. Jesús afronta las tentaciones, y en particular al culto que el diablo pretende del mismo Jesús, recurriendo a la palabra de Dios como pan de vida, como protección de Dios. El recurso a la palabra de Dios contenida en el libro del Deuteronomio, tenido por los exégetas como una larga meditación sobre la ley, muestran el intento de Lucas de narrar este episodio de la vida de Jesús con el proyecto de Dios que quiere salvar al hombre.

¿Han sucedido históricamente estas tentaciones? ¿Por qué, algunos, creyentes y no creyentes, piensan que tales tentaciones son fantasías de Jesús, totalmente inventadas? Esta cuestión es tremendamente importante en un contexto como el nuestro que trata de vaciar de contenido histórico y de fe los relatos de los evangelios. Ciertamente no se puede dar una explicación literal e ingenua, ni pensar que pudieron suceder de modo externo. Nos parece la opinión de Dupont bastante plausible: “Jesús habla de una experiencia que Él ha vivido, pero traducida en un lenguaje figurado, apto para atraer la atención de sus oyentes” (Les tentationes,128). Mas que considerarlas como un hecho externo, las tentaciones son consideradas como una experiencia concreta en la vida de Jesús. Esta es, me parece, la razón principal que ha guiado a Lucas y a los otros evangelistas al transmitirnos estas escenas. Están faltas de fundamento las opiniones de quien retiene las tentaciones de Jesús, ficticias o inventadas, como tampoco se puede compartir la opinión del mismo Dupont, cuando dice que son “un diálogo puramente espiritual que Jesús tuvo con el diablo” (Dupont 125). Dando una mirada al interior del Nuevo Testamento (Jn 6,26-34; 7,1-4; Heb 4,15; 5,2; 2,17ª) resulta claro que las tentaciones fueron una realidad evidente en la vida de Jesús. Interesante y aceptable es la explicación de R. E. Brown: “Mateos y Lucas no hubiesen hecho ninguna injusticia a la realidad histórica dramatizando tales tentaciones dentro de una escena, y enmascarando al verdadero tentador poniendo estas provocaciones sobre sus labios (The Gospel Accordino to John, 308). En síntesis podemos decir que la historicidad de las tentaciones de Jesús o el enraizamiento de ellas en la experiencia de Jesús han sido descritas con un lenguaje “figurado” (Dupont) o “dramatizado” (R.E. Brown). Es necesario distinguir el contenido (las tentaciones en la experiencia de Jesús de su contenedor (el lenguaje figurado o dramatizado). Es cierto que estas dos interpretaciones son mucho más correctas que aquéllas que las interpretan en un sentido ingenuamente literal.

Lucas, además, con estas escenas intenta recordarnos que las tentaciones han sido dirigidas a Jesús por un agente externo. No son el resultado de una crisis sicológica o porque se encuentra en un conflicto personal con alguien. Las tentaciones, más bien, nos llevan a las “tentaciones” que Jesús ha experimentado en su ministerio: hostilidad, oposición, rechazo. Tales “tentaciones” han sido reales y concretas en su vida. No ha recurrido para resolverlas a su poder divino. Estas pruebas han sido una forma de “seducción diabólica” (Fitzmyer), una provocación a usar su poder divino para cambiar piedras en pan o para manifestarse de modos excéntricos.

Las tentaciones terminan con esta expresión: “después de haber acabado toda tentación” el diablo abandona a Jesús (4,13). Luego las tres escenas que contienen las tentaciones se han de considerar como expresión de todas las “tentaciones o pruebas” que Jesús ha debido afrontar. Pero el punto fundamental es que Jesús, en cuanto Hijo, ha afrontado y vencido la tentación. Todavía más: ha sido probado en su fidelidad al Padre y ha sido encontrado fiel.

Una última consideración sobre la tercera tentación. En las dos primeras tentaciones el diablo ha provocado a Jesús a que use su filiación divina para negar la finitud humana: evitar el procurarse el pan como todos los hombres; le pide, pues, una omnipotencia ilusoria. En ambas pruebas Jesús no responde diciendo: ¡No quiero! Sino que apela a la Ley de Dios, su Padre: “Está escrito… se ha dicho…” Maravillosa lección. Pero el diablo no se arredra y le dirige una tercera provocación, la más fuerte de todas: el liberarse de la muerte. En el fondo el lanzarse desde el pináculo significa el arrojarse a una muerte segura. El diablo cita la Escritura, el Salmo 91, para invitar al uso mágico y espectacular de a protección divina, y al fin de cuentas, a la negación de la muerte. El pasaje del evangelio de Lucas me lanza una fuerte advertencia: el uso errado de la Palabra de Dios, puede ser ocasión de tentación. ¿En qué sentido? Mi forma de relacionarme con la Biblia se pone en crisis sobre todo cuando la utilizo sólo para dar enseñanzas morales a los otros que están en dificultad o en crisis. Aludimos a ciertos discursos seudo-espirituales que se dirigen a quienes están en dificultad: ¿Estás angustiado? No te queda más que orar y todo se arreglará. Esto significa ignorar la consistencia de la angustia que toma una persona y que depende muchas veces de un hecho bioquímico o de una dificultad a nivel psicológico social, o de estar delante de Dios de un modo errado. Sería mas coherente decir: Ruega al Señor que te guíe al recurrir a las mediaciones humanas del médico o de un amigo sabio para que te ayuden a soportar o curar la angustia. No se pueden proponer frases bíblicas a los otros de modo mágico, pasándose por alto las mediaciones humanas. “La tentación frecuente es la de hacer una Biblia de la propia moral, en vez de escuchar las enseñanzas morales de la Biblia” (X. Thévenot).

En este tiempo de cuaresma estoy invitado a acercarme a la palabra de Dios con las siguientes formas: asiduidad incansable y orante de la Palabra de Dios, leerla conforme a la gran tradición de la Iglesia, y en diálogo con los problemas de la humanidad de hoy.

3. ORATIO

a) Salmo 119:

Dichosos los que caminan rectamente,
los que proceden en la ley de Yahvé.
Dichosos los que guardan sus preceptos,
los que lo buscan de todo corazón;

Renovémonos en el Espíritu
Y revistámonos del hombre nuevo
Cristo Jesús, Señor Nuestro,
en la justicia y santidad verdaderas (S. Pablo)

los que, sin cometer iniquidad,
andan por sus caminos.
Tú promulgaste tus ordenanzas,
para que sean guardadas cabalmente.

Sigamos a Cristo Jesús
Y sirvámosle
Con corazón puro y buena conciencia (Regla del Carmelo)

¡Ojalá mis caminos estén firmes
para poder guardar tus preceptos!
No me veré entonces defraudado
al mirar todos tus mandamientos.

Sigamos a Cristo Jesús
Y sirvámosle
Con corazón puro y buena conciencia (Regla del Carmelo)

Te daré gracias con toda sinceridad
cuando aprenda tus justas normas.
Quiero observar tus preceptos,
no me abandones del todo.

Renovémonos en el Espíritu
Y revistámonos del hombre nuevo
Cristo Jesús Señor Nuestro
Creado según Dios Padre
En justicia y santidad verdaderas (S. Pablo)

b) Oración final:

Señor, nosotros te buscamos y deseamos tu rostro, haz que un día, quitado el velo, podamos contemplarlo.
Te buscamos en las Escrituras que nos hablan de Ti y bajo el velo de la sabiduría, fruto de la investigación de las gentes
Te buscamos en los rostros radiantes de los hermanos, en las improntas de tu pasión en los cuerpos sufrientes.
Toda criatura está marcada con tu impronta, toda cosa revela un rayo de Tu invisible belleza.
Tú te revelas en el servicio del hermano, al hermano te manifiestas por el amor fiel que no se acaba.
No los ojos sino el corazón tienen Tu visión, con simplicidad y veracidad tratamos de hablar contigo

4. CONTEMPLATIO

Para prolongar nuestra meditación sugerimos una reflexión de Benedicto XVI; “La Cuaresma es el tiempo privilegiado de nuestra peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza sosteniéndonos en el camino hacia el inmenso gozo de la Pascua. También en el “valle oscuro”, del que habla el Salmista (Sal 23,4) mientras el tentador nos sugiere dispersarnos o el poner una esperanza ilusoria en la obra de nuestras manos, Dios nos custodia y nos sostiene, …[…]. La Cuaresma nos quiere conducir, en vista de la victoria de Cristo, sobre todo mal que oprime al hombre. En el dirigirse al Divino Maestro, en el convertirnos a Él, en el experimentar su misericordia, descubriremos una “mirada” que nos escruta en lo profundo y puede reanimar a cualquiera de nosotros”

Domingo I de Cuaresma

Deuteronomio 26 es considerado como un resumen de la Historia de la Salvación contada por Israel en la fiesta de las primicias. Una especie de credo: la historia de Dios con su pueblo.

— Los orígenes, los padres que hicieron la aventura de salir de su tierra, confiando en el Dios que les había prometido una tierra.

— Situación de opresión y esclavitud; súplica.

— Amor fiel de Dios y liberación. Acontecimiento salvador.

— Cumplimiento de la promesa. Don de la tierra. Agradecimiento.

 

¿Qué nos dice esto a los cristianos de hoy?

A la mayoría, nada, porque ignoran casi todo del Antiguo Testamento. En todo caso, les resuenan leyendas fantásticas de la infancia, cuando oían admirados la Historia Sagrada.

Sin embargo, es nuestra historia, mi historia. Aunque no sea de raza judía, pertenezco a la tradición religiosa judía, pues la Iglesia es el Pueblo de Dios de la Nueva Alianza y, como tal, sólo existe en cuanto enraizado en la Antigua Alianza.

La historia de Jesús de Nazaret, por definición, es el Cumplimiento de la etapa anterior. La Pascua de Jesús es la realización plena del Reino anunciado por los profetas de Israel. Se celebra, precisamente, en la misma época de la fiesta de las primicias. Si es llamada Pascua es porque culmina la Pascua anterior, de la salida de Egipto. Y, aunque el don no es una tierra, sino el Espíritu Santo, es porque el Mesías Jesús no asegura la propiedad de los bienes, sino la relación justa de todos los bienes, los materiales y los espirituales.

Descubrir nuestras raíces judías no es cuestión de información, sino de madurez en la fe, de devolver a la experiencia espiritual de su dinamismo histórico, concreto. Precisemos.

¿Cuándo se tiene una fe capaz de dar unidad a la vida entera? Cuando no consiste en sentimientos más o menos intensos que reaniman deseos generosos, sino cuando hay una historia de comunión con Dios. Y esa historia no es meramente interior. Abarca desde la infancia hasta ahora.

Tiene acontecimientos significativos de salvación. Se estructura en un proceso, cuyas claves son la confianza en los momentos críticos y la promesa de Dios, siempre fiel. El don se da a través de esa historia concreta, y se experimenta como liberación y transformación. El don supremo es Dios mismo, la gracia de su amor incondicional y de su presencia salvadora.

El cristiano que no puede contar su historia personal como historia de salvación sabe muy poco de Dios.

Para que la experiencia de la historia sea de salvación hace falta haberla releído, como Israel, como historia de la Alianza, del amor fiel de Dios, de modo que incluso lo negativo pueda ser visto y celebrado como camino de Liberación y de dones mayores a largo plazo.

¿Hay algún capítulo de tu historia que quieras arrancar del libro de tu vida, con el que no estás reconciliado? No se puede plantear bien el futuro si quedan temas pendientes del pasado.

No estará mal aprovechar esta Cuaresma para enfrentarse con este tema central de la propia historia.

Vuelve a leer la primera lectura y recita en oración el Credo cristiano. Si te fijas bien, como Israel, tampoco la Iglesia se refiere a Dios en su trascendencia celeste, sino al Dios salvador en la historia. Y cuenta los acontecimientos decisivos: creación, encarnación, muerte y resurrección, don del Espíritu Santo, vida actual del Pueblo de Dios.

Como en los ciclos A y B, el Evangelio de hoy es el de las tentaciones de Jesús en el desierto, comienzo de la Cuaresma o cuarentena de Jesús en el desierto.

Con un orden distinto en la descripción de las tres tentaciones, Mateo y Lucas se parecen mucho. Para profundizar, cf. ciclo de Mateo, pp. 62-63.

Aplicación posible.

También Jesús tuvo que releer su historia en el desierto a partir de su experiencia vocacional en el Jordán. Las respuestas de Jesús a las tentaciones reflejan el sentido de su vida: la obediencia al Padre, más allá de la posesión, del poder e incluso de la gloria espiritual.

Javier Garrido

La gran tentación

En más de una ocasión, ante una situación difícil o una desgracia, hemos oído o nos han dicho directamente: “Si Dios existiese, no pasarían estas cosas”. O también: “Si Dios es Todopoderoso… ¿por qué ocurre esto?” Quizá incluso a nosotros mismos nos han venido estos pensamientos, porque las circunstancias de la vida, sobre todo las más dolorosas, nos llevan a cuestionar a Dios y a “pedirle explicaciones” o una demostración palpable de su poder.

El primer domingo de Cuaresma nos recuerda que la gran tentación del ser humano, recogida ya en los relatos de los primeros capítulos del Génesis, ha sido y es la de desconfiar de Dios. Una tentación de la que, por supuesto, no estamos libres quienes nos llamamos cristianos; y así, de manera más o menos directa, también nos convertimos en “tentadores” del Señor, para que actúe como nosotros pensamos que debe hacerlo. Por ejemplo, como hemos escuchado en el Evangelio:

Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Si eres Hijo de Dios, ¿por qué permites que muera la gente de hambre y haya tanta pobreza y tanto paro? Acaba con eso de una vez.

Si tú te arrodillas ante mí, todo [el poder y la gloria] será tuyo. ¿Por qué la Iglesia, y nosotros como sus miembros, está perseguida en muchos lugares, o es despreciada o simplemente ignorada? ¿Por qué hay que aguantar burlas y blasfemias? ¿Por qué no actúas con dureza contra quienes la atacan?

Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”. Si eres Hijo de Dios, ¿por qué aunque creemos en Ti nos ocurren cosas malas, o sufrimos enfermedades y accidentes? ¿Por qué no nos proteges para que podamos vivir tranquilos y seguros?

Son preguntas muy lógicas, pero para las que no encontramos una respuesta que nos satisfaga; y por eso, podemos quedarnos en una resignación fatalista, o incluso decidimos prescindir de Dios.

Pero el Señor sí que nos da respuesta a esas preguntas, aunque no sea la que nosotros quisiéramos, y el tiempo de Cuaresma nos ofrece la oportunidad de avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud (Oración colecta). Y ante nuestras preguntas “tentadoras”, Él nos sigue respondiendo:

No sólo de pan vive el hombre. ¿Sólo nos fiamos en el “hambre” material? ¿No pensamos en otras “hambres”: de justicia, de amor, de sentido… hambre de Dios? ¿Hacemos algo al respecto? Y frente al hambre y la pobreza material, ¿conocemos la Doctrina Social de la Iglesia, que recoge lo que Dios ha dicho frente a esas situaciones? ¿Somos generosos y solidarios con los más desfavorecidos, o esperamos que se produzcan soluciones mágicas sin comprometernos nosotros?

Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo darás culto. Si pensamos que desde el poder y la gloria se consiguen resultados, tendríamos que recordar cuál ha sido y es el estilo de actuar de Dios, que no ha sido el del poder y la fuerza, sino el que San Pablo recoge en la carta a los Filipenses y que si queremos ser discípulos suyos también debemos asumir: Tened los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús, el cual, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos… (Flp 2, 57)

Está mandado: “No tentarás al Señor tu Dios”. El sufrimiento, la muerte… cuestionan nuestra fe en Dios porque creemos que es como un “seguro de vida”, pero tendríamos que recordar que Jesús, siendo el Hijo de Dios, quiso someterse incluso a la muerte, y una muerte de Cruz (Flp 2, 8) por nosotros, para que aun en esas situaciones sigamos confiando en Él, porque como dice la Carta a los Hebreos: Por eso tenía que hacerse en todo semejante a sus hermanos… como Él mismo ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella (Hb 2, 1718).

La gran tentación del ser humano es desconfiar de Dios y cuestionarle porque su actuar no se ajusta a nuestros criterios. Frente a esta tentación, la Cuaresma es un tiempo propicio para que, con nuestra oración, ayuno y limosna, podamos profundizar en nuestra fe. Aprovechémosla para avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud, porque como recordaba san Pablo en la 2ª lectura, “nadie que cree en Él quedará defraudado”.

No desviarnos de Jesús

Las primeras generaciones cristianas se interesaron mucho por las pruebas que tuvo que superar Jesús para mantenerse fiel a Dios y para vivir siempre colaborando en su proyecto de una vida más humana y digna para todos.

El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio aislado que acontece en un momento y en un lugar determinados. Lucas nos advierte que, al terminar estas tentaciones, «el diablo se alejó de él hasta el momento oportuno». Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus seguidores.

Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.

En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a utilizar a Dios para saciar su propia hambre: «No solo de pan vive el hombre». Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a una muchedumbre hambrienta.

También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando nos creemos con derecho a tenerlo todo y olvidamos el drama, los miedos y sufrimientos de quienes carecen de casi todo.

En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio sobre todos los reinos del mundo. Jesús no buscará nunca ser servido, sino servir.

También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación de mantener como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.

En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no se dejará engañar. Aunque se lo pidan, no hará nunca un signo espectacular del cielo. Se dedicará a hacer signos de bondad para aliviar el sufrimiento y las dolencias de la gente.

Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta y difunde su amor.

José Antonio Pagola