Vísperas – Jueves III de Cuaresma

VÍSPERAS

JUEVES III CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

SALMO 113

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: St 4, 7-8.10

Someteos a Dios y enfrentaos con el diablo, que huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; hombres indecisos, purificaos el corazón. Humillaos ante el Señor, que él os levantará.

RESPONSORIO BREVE

R/ Yo dije: Señor, ten misericordia.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

R/ Sáname, porque he pecado contra ti.
V/ Señor, ten misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Jesús repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»      

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Jesús repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros, y digámosle:

Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.

  • Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos
    — y a servirte en cada uno de ellos.
  • Tú que en la cruz pediste al Padre el perdón para tus verdugos,
    — concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.
  • Señor, que la participación en el misterio de tu cuerpo y de tu sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,
    — y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes, esperanza a los agonizantes.
  • Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento que pudiera ver la luz,
    — ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Concede la plenitud de tu amor a los difuntos
    — y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos humildemente, Señor, que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 28 de marzo

Tiempo de Cuaresma

1) Oración inicial

Te pedimos humildemente, Señor, que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Lucas 11,14-23

Estaba expulsando un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, rompió a hablar el mudo y la gente se admiró. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa los demonios.» Otros, para ponerle a prueba, le pedían un signo del cielo. Pero él, conociendo sus intenciones, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado y una casa se desploma sobre la otra. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?… porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.»

3) Reflexión

● El evangelio de hoy es de Lucas (Lc 11,14-23). El texto paralelo de Marcos (Mc 3,22-27) lo meditamos en enero.

● Lucas 11,14-16: Las diversas reacciones ante la expulsión de un demonio. Jesús había expulsado un demonio que era mudo. La expulsión provocó dos reacciones diferentes. Por un lado, la multitud se quedó admirada y maravillada. La multitud acepta Jesús y cree en él. Por otro, los que no aceptan a Jesús y no creen en él. De estos últimos algunos decían que Jesús expulsaba a los demonios en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios, y otros querían de él una señal del cielo. Marcos informa que se trataba de escribas venidos de Jerusalén (Mc 3,22), que no concordaban con la libertad de Jesús. Querían defender la Tradición contra las novedades de Jesús.

● Lucas 11,17-22: La respuesta de Jesús se divide en tres partes:

1ª parte: comparación del reino dividido (vv. 17-18ª) Jesús denuncia lo absurdo de la calumnia de los escribas. Decir que él expulsa los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios es negar la evidencia. Es lo mismo que decir que el agua está seca, o que el sol es oscuridad. Los doctores de Jerusalén lo calumniaban, porque no sabían explicar los beneficios que Jesús realizaba para la gente. Tenían miedo a perder la lideranza. Se sentían amenazados en su autoridad ante el pueblo.

2ª parte: ¿Por quién los expulsan vuestros hijos? (vv.18b-20) Jesús provoca a los acusadores y pregunta: “Si yo expulso en nombre de Belcebú, ¿en nombre de quién los discípulos de ustedes expulsan los demonios? ¡Contesten y expliquen! Si yo expulso el demonio por el dedo de Dios, ¡es porque llegó el Reino de Dios!”

3ª parte: llegando el más fuerte vence al fuerte (vv.21-22) Jesús compara el demonio con un hombre fuerte. Nadie, a no ser que sea una persona más fuerte, podrá robar en la casa de un hombre fuerte. Jesús es éste más fuerte. Por esto consigue entrar en la casa y agarrar al hombre fuerte. Jesús agarra al hombre fuerte y ahora roba en la casa de éste, es decir, libera a las personas que estaban en el poder del mal. El profeta Isaías había usado la misma comparación para describir la venida del mesías (Is 49,24-25). Por esto Lucas dice que la expulsión del demonio es una señal evidente de que el Reino de Dios ha llegado.

● Lucas 11,23: Quien no está conmigo, está contra mí. Jesús termina su respuesta con esta frase: “El que no está conmigo, está contra mí. El que no recoge conmigo, desparrama”. En otra ocasión, también a propósito de una expulsión del demonio, los discípulos impidieron a un hombre el que usara el nombre de Jesús para expulsar un demonio, ya que no era de su grupo. Y Jesús respondió: “No se lo impidáis. Porque ¡l que no está contra vosotros está con vosotros!” (Lc 9,50). Parecen dos frases contradictorias, pero no lo son. La frase del evangelio de hoy está dicha contra los enemigos que tienen preconceptos contra Jesús: “Quién no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, dispersa”. Preconcepto y no aceptación hacen que el diálogo se vuelva imposible y rompen la unión. La otra frase la pronuncian los discípulos que pensaban tener el monopolio de Jesús: “¡Quién no está contra vosotros está a favor vuestro!” Mucha gente que no es cristiana práctica el amor, la bondad, la justicia, muchas veces hasta mejor que los cristianos. No podemos excluirlos. Son hermanos y obreros en la construcción del Reino. Nosotros los cristianos no somos dueños de Jesús. Es lo contrario; ¡Jesús es nuestro dueño!

4) Para la reflexión personal

● “Quien no está conmigo, está contra mí. Y quien no recoge conmigo, desparrama” ¿Cómo ocurre esto en mi vida?
● “No se lo impidáis. ¡Quien no está contra vosotros está a favor vuestro!” ¿Cómo esto acontece en mi vida?

5) Oración final

Venid, cantemos gozosos a Yahvé,
aclamemos a la Roca que nos salva;
entremos en su presencia dándole gracias,
aclamándolo con salmos. (Sal 95,1-2)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

Nº 80 “Una fuente común…

La Tradición y la Sagrada Escritura «están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin» (DV 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos «para siempre hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).”

Hasta ahora hemos explicado cómo hay dos fuentes de revelación: Tradición y Escritura, que las dos tienen que ser acogidas y recibidas. En este punto el catecismo dice que no interpretemos como dos canales, dos fuentes que son independientes entre ellas. Están íntimamente unidas y compenetradas y una se ilumina a la otra. ¿Qué entiendo por uno se ilumina al otro? La Escritura, la Palabra puesta por escrito, da testimonio de cómo existe una Tradición, porque la propia Escritura habla de la transmisión por la Tradición. Ser fiel a la Tradición de la Iglesia y la propia Escritura da testimonio de cómo el propio Jesús no fue el que mandó escribir sino Jesús fue el que mandó transmitir. Por eso hay una Tradición, porque se ha transmitido. La Palabra escrita da testimonio de la Tradición. Y la Tradición es la que garantiza que este evangelio, que esta carta de Pablo, que esta carta apostólica son Palabra de Dios y me reconozco en ella. Me reconozco en esta Tradición, este libro del evangelio es Palabra de Dios y este otro no. Es la Tradición de la Iglesia la que ha definido el canon, la que ha dicho cuántos libros son Palabra de Dios y cuántos no son Palabra de Dios.

Por tanto no se trata de dos fuentes desconexas sino íntimamente unidas y compenetradas. La una ilumina a la otra y la otra hace lo propio. Las dos vienen de la misma fuente que es Dios Padre revelado en Cristo y se funden y tienden a un mismo fin, que es obvio, el amor que se nos comunica, Dios que nos habla que entra en conversación con su esposa la Iglesia. Cristo está en conversación con nosotros y lo hace por la Tradición y por la Escritura.

Dice en el texto que una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo. La predicación de la Iglesia es fecunda, cuando nos basamos en la Tradición y en la Escritura. Como vayamos con teorías propias, como vayamos queriendo transmitir las propias ideologías puede parecer más guay, con perdón de la expresión, en un primer momento que alguien coja y se ponga a explicar no sé qué cosas, las saca el de sus ideologías, y casi siempre que afirmara lo políticamente correcto, pero eso no es fecundo. Lo que es fecundo no es lo que sea Palabra propia. Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, sino que estamos para predicar la Palabra de Dios, para transmitirla. Y aunque en un momento puede parecer equivocadamente,  va a ser más fecundo, va a ser mejor acogida. Si predicó lo que la gente quiere oír y predicó lo políticamente correcto y lo que recibe aplausos en el momento presente, parece que vas a tener más éxito, pero eso no es fecundo, porque nadie necesita de la Iglesia para oír lo que se oye en todos los lados. Para eso no me hace falta ser cristiano. Pongo la televisión y con eso tengo suficiente. Por eso aquí dice el catecismo que lo que es fecundo es la predicación de la Iglesia cuando está basada en Tradición y en la Palabra de Cristo.

Comentario del 28 de marzo

Recuerdo haber comentado ya este pasaje evangélico. Me ciño a una sola frase: Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros. La conclusión remata los argumentos empleados por Jesús contra los fariseos que atribuían sus milagros y exorcismos a la alianza con el príncipe de los demonios o al uso de artes ligadas a la magia. Jesús desmonta la interpretación de los fariseos haciendo ver lo ilógico de su razonamiento. Es ilógico pensar que los demonios se hagan la guerra a sí mismos. Son malvados, pero no idiotas.

Jesús no actúa como aliado del demonio en contra del hombre poseído por el demonio, sino como aliado del hombre sometido al demonio de parte de Dios. Por tanto, si él «echa los demonios», es decir, libera de la enfermedad, del maleficio diabólico y del pecado, cura y perdona, es que el Reino de Dios ha llegado al hombre enfermo u oprimido. Esta «llegada» no es sino el comienzo de la salvación para una humanidad necesitada de la misma. Jesús entiende, pues, que sus acciones liberadoras representan ya la incoación de ese Reino que él ha venido a traer a un hombre que aspira a esa meta de felicidad y de vida desde su situación de pecado y de muerte.

Cualquier experiencia de liberación que podamos tener en virtud de la acción de Dios (el dedo de Dios) en el mundo –una curación, la liberación de cualquier forma de esclavitud, la remisión de una culpa que nos oprime, el perdón- será una expresión de la presencia efectiva de ese Reino que, como todo, comienza siendo una semilla llamada a crecer o una levadura llamada a transformar. Así obra Dios, adecuándose a la condición progresiva del hombre, ajustándose a su modo de ser temporal. Ello explica que la salvación del hombre tenga su recorrido en el tiempo, su proceso de maduración, su tránsito hacia lo más perfecto. También explica la paciencia de Dios con nosotros; una paciencia que nos enseña a ser pacientes con los demás, a saber esperar el fruto de las cosechas por venir. Que el Señor nos dé capacidad para ver su dedo en las acciones que anuncian la llegada de su Reino a nosotros.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

«Laetare», domingo de la alegría

En nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua, hoy la Iglesia nos invita a alegrarnos. Celebramos el cuarto domingo de Cuaresma, conocido como domingo “Laetare”, domingo de la alegría. En medio de este camino penitencial, hoy la liturgia nos invita a la alegría. Si el domingo pasado la palabra de Dios nos urgía a la conversión, hoy las lecturas que hemos escuchado nos empujan a volver de nuevo a la casa del Padre, como el Hijo Pródigo, como el Pueblo de Israel a su llegada a la tierra prometida. Éste ha de ser el verdadero motivo de nuestra alegría.

1. Alegría porque Dios cumple siempre sus promesas. Hace dos domingos escuchábamos en la primera lectura la promesa de Dios a Abrahán: le dará una descendencia más numerosa que las estrellas del cielo y le dará una tierra que mana leche y miel. El domingo pasado escuchábamos en la primera lectura la vocación de Moisés, enviado por Dios para sacar de la esclavitud a su pueblo y conducirlo hasta la tierra prometida. Hoy en la primera lectura, escuchamos el relato de la entrada del pueblo de Israel en la tierra prometida. Dios exclama a Josué, quien ha sucedido a Moisés en la guía del pueblo de Israel hasta la tierra prometida: “Hoy os he despojado del oprobio de Egipto”. Dios ha cumplido su promesa ya ha hecho llegar a los israelitas hasta una tierra que será suya, una tierra que mana leche y miel. El pueblo de Israel celebra la Pascua, fiesta que recuerda la salida de Egipto, y toman posesión de la tierra. Cuando el pueblo entra en su tierra ya no necesita del maná, el alimento que Dios había regalado a los israelitas durante su peregrinación por el desierto, cuando carecían de comida. Ahora, ya asentados en su tierra, pueden comer de los frutos de la tierra, que son siempre un regalo de Dios. Los israelitas han conseguido la libertad que Dios les había prometido, una libertad que se manifiesta en que pueden comer de los frutos de la tierra, de sus cosechas. Si la cuaresma es el camino hacia la Pascua, hoy miramos con esperanza la entrada de Israel en la tierra prometida como un anticipo de la Pascua, de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, la puerta que nos da entrada a la tierra de promisión que es para nosotros el Cielo. Vivamos con alegría esta espera dichosa de la Pascua, con la confianza de que Dios cumple siempre sus promesas, y lo mismo que le concedió al Pueblo de Israel la tierra prometida, también a nosotros nos concederá la entrada en la Patria del Cielo. Por eso, llenos de gozo, cantamos con el salmista: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”.

2. Alegría porque Dios nos reconcilia consigo por medio de Cristo. En este camino hacia la Pascua, hoy san Pablo nos recuerda la alegría de la reconciliación. Lo antiguo ha pasado ya, y ahora, por Cristo, somos criaturas nuevas. Ya no nos sirven a nosotros las promesas antiguas hechas a Abrahán. Ya no buscamos una tierra que nos dé cosechas y donde poder habitar en paz. Ahora nosotros estamos llamados a otra tierra, una tierra que está en el Cielo. Y para llegar a ella, Dios nos ha reconciliado. Ésta es una palabra central en la Cuaresma, y que de forma especial nos la recuerda la liturgia de este domingo. La Cuaresma es tiempo de reconciliación. Dios no nos pide cuentas de nuestros pecados, nos recuerda san Pablo. Así nos lo explica con todo detalle el mismo Jesús en la parábola del Hijo Pródigo. Dios desea volver a la amistad con nosotros, y lo hace a través de Cristo. Él, por su muerte y resurrección, nos reconcilia con el Padre. Al que no había pecado, Dios lo hace expiación por nuestro pecado, para que nosotros recibamos, unidos a Él, la justificación de Dios. Ésta es nuestra alegría, la de un Dios que nos ama con locura, que llega al extremo de dar la vida por nosotros, a pesar de nuestro pecado, precisamente para borrar el pecado de nuestra vida y devolvernos a la amistad con Él. Por eso la Iglesia nos ofrece, durante todo el año, pero especialmente en este tiempo de Cuaresma, el don del sacramento de la reconciliación. A través de este sacramento, Dios nos da su perdón cuando volvemos a Él arrepentidos, borra nuestras culpas y nos devuelve la amistad que por nuestro pecado habíamos perdido.

3. Alegría de volver a la casa del Padre. La reconciliación, tema importante en este domingo, nos la explica Jesús en la parábola del Evangelio de hoy. Nosotros, como el Hijo Pródigo, nos hemos apartado de Dios muchas veces. Lo hacemos cada vez que nos dejamos llevar por el pecado, cada vez que damos la espalda a Dios. Pero si nos arrepentimos, nos ponemos en pie y volvemos de nuevo a Dios, pidiéndole perdón, con un corazón arrepentido, Él no nos negará su perdón. Como el padre de la parábola, Dios está esperándonos para abrazarnos, para devolvernos la amistad que habíamos perdido. En esto consiste la conversión. Éste es el camino que hemos de hacer durante la Cuaresma: un camino de vuelta a la casa del Padre. Caminamos con la confianza de que Dios, cuando volvamos a Él, no nos echará en cara nuestro pecado, no nos recriminará por nuestras faltas y delitos, sino que, como el padre de la parábola, saldrá corriendo hacia nosotros, con los ojos llenos de lágrimas de alegría, nos abrazará y nos llenará de besos, y hará fiesta por nuestra vuelta. Dios se alegra y hace fiesta por la vuelta de sus hijos que se habían separado de Él.

Sigamos viviendo de verdad este tiempo de Cuaresma. Levantémonos y pongámonos en camino hacia la casa del Padre. Dios nos espera con los brazos abiertos. Vivamos la alegría de volver de nuevo a casa. Celebremos la fiesta de la reconciliación. Dios nos ha prometido su amor y su misericordia, y Dios siempre cumple sus promesas. Celebremos con gozo pleno esta Eucaristía mientras seguimos avanzando hacia la Pascua. Que María, causa de nuestra alegría, la que escuchó el anuncia de Dios: “Alégrate, llena de gracia”, nos acompañe en este camino y nos tienda su mano para que vivíamos con gozo este tiempo de gracia y de reconciliación.

Francisco Javier Colomina Campos

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido

Los publicanos y los pecadores se acercaban para oírlo. Y los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les propuso esta parábola:
Y continuó: «Un hombre tenía dos hijos. Y el menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. Y el padre les repartió la herencia. A los pocos días el hijo menor reunió todo lo suyo, se fue a un país lejano y allí gastó toda su fortuna llevando una mala vida. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino una gran hambre en aquella comarca y comenzó a padecer necesidad. Se fue a servir a casa de un hombre del país, que le mandó a sus tierras a guardar cerdos. Tenía ganas de llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. Entonces, reflexionando, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo: tenme como a uno de tus jornaleros. Se puso en camino y fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, conmovido, fue corriendo, se echó al cuello de su hijo y lo cubrió de besos. El hijo comenzó a decir: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: Sacad inmediatamente el traje mejor y ponédselo; poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies. Traed el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron todos a festejarlo.

El hijo mayor estaba en el campo y, al volver y acercarse a la casa, oyó la música y los bailes. Llamó a uno de los criados y le preguntó qué significaba aquello. Y éste le contestó: Que ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado porque lo ha recobrado sano. Él se enfadó y no quiso entrar. Su padre salió y se puso a convencerlo. Él contestó a su padre: Hace ya tantos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me has dado ni un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. ¡Ahora llega ese hijo tuyo, que se ha gastado toda su fortuna con malas mujeres, y tú le matas el ternero cebado! El padre le respondió: ¡Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo! En cambio, tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado. Convenía celebrar una fiesta y alegrarse».

Lucas 15, 1-3.11-32

Comentario del Evangelio

El Evangelio de hoy nos enseña que Dios perdona siempre, que el hijo que no lo ha hecho bien, si está verdaderamente arrepentido, será acogido por el Padre.

Nosotros debemos saber arrepentirnos de corazón. Si no sabemos reconocer nuestros errores, las cosas que hacemos mal, no podremos salvarnos. De nosotros depende…

Para hacer vida el Evangelio

• Escribe lo que has sentido alguna vez que te has arrepentido de algo que has hecho mal.

• ¿Por qué debemos reconocer las cosas que hacemos mal? ¿Por qué debemos perdonar?

• Escribe un compromiso para reconocer las cosas que haces mal y pedir perdón a los demás.

Oración

Tú, Padre de todos nosotros, sales a nuestro encuentro,
aunque te hayamos fallado, nos recibes de nuevo

una y mil veces,
nos esperas con los brazos abiertos
y nos entregas el anillo
de tu confianza. Nosotros, en cambio,
nos ponemos furiosos, cuando a otros nos parece que les tratas mejor,
nos quejamos de nuestra suerte y sentimos envidia
de otros hermanos, juzgando tu comportamiento amoroso e incondicional.
Ayúdanos a no volvernos exigentes con nadie,

a pedir perdón por nuestros errores, con humildad,
a aceptar que otros tengan mejor suerte,
a sentir con el otro, a amarle desde el adentro,
a captar lo que vive y a tratarle como le tratas Tú.

¡Hasta dónde llega tu amor, Dios nuestro!

Tú, Padre de todos nosotros, sales a nuestro encuentro,
aunque te hayamos fallado, nos recibes de nuevo una y mil veces,
nos esperas con los brazos abiertos
y nos entregas el anillo de tu confianza.

Nosotros, en cambio,
nos ponemos furiosos, cuando a otros nos parece que les tratas mejor,
nos quejamos de nuestra suerte y sentimos envidia
de otros hermanos, juzgando tu comportamiento amoroso e incondicional.

Y es que Tú, Padre, tienes un corazón blando, al que nada le hiere,
más que nuestro desamor, al que sólo le preocupa nuestra felicidad,

y que sólo desea que
nos amemos como hermanos.

Ayúdanos a no volvernos exigentes con nadie,
a pedir perdón por nuestros errores, con humildad,
a aceptar que otros tengan mejor suerte,
a sentir con el otro, a amarle desde el adentro,
a captar lo que vive y a tratarle como le tratas Tú.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo IV de Cuaresma

• “Los publicanos”, considerados pecadores tanto por los maestros de la Ley como por la gente del pueblo, y otros “pecadores” (1) “solían acercarse a Jesús” y Jesús “come con ellos” (2). Eso provoca rechazo por parte de algunos(2).

• En el mundo oriental antiguo, las comidas se consideraban un momento privilegiado de amistad y de comunión entre las personas. Los fariseos consideraban que comer con paganos o con pecadores era una fuente de impureza ritual.

• El protagonista de la parábola es el“hombre” que tiene “dos hijos” (11).

• Estos hijos reciben del Padre lo que les corresponde como hijos (12). Uno delos bienes que reciben es la libertad de“emigrar” (13) y de “entrar” (28), la libertad de gozar de los bienes de la casa del Padre (13 y 31) o de “derrocharlos” (14 y 28).

• El centro de la parábola está en el amor del Padre por sus dos hijos más que en la conversión del hijo menor (20-24.32). Un amor que hace que dé el perdón total y sin condiciones al que se había ido para no volver nunca más.

• El Padre sale al encuentro, tanto de un hijo (20) como del otro (28).

• El “traje”, el “anillo” —signo de autoridad—, “las sandalias” -propias de un hombre libre, no de un esclavo— (22) son signos de la restitución de la dignidad de hijo. Conviene tener presente que la situación anterior de ese hijo estaba marcada por cosas como “guardar cerdos” (15), trabajo inaceptable y degradante para un judío.

• La fiesta (23-24), signo del amor del Padre y de la alegría de la Iglesia cuando el Padre rehace la comunión. Podemos relacionarlo con la Eucaristía, figura del Reino, donde el hermano mayor es invitado a acoger al menor (32).

• La alegría (23.32) es lo que sienten todas las personas que hallan a Jesús y reconocen en Él a quien trae al mundo la salvación de Dios (Lc 2.10; 24,52).

• La actitud del hijo mayor (28) retrata la actitud de los “fariseos y escribas” (2), que “murmuran” de Jesús porque “acoge a los pecadores” (1-2).

• La del “padre” (20.22-24.31-32), en cambio, manifiesta el rostro de Dios, que muestra su amor ilimitado e incondicional a la humanidad a través del ministerio de Jesús (1.2), que siempre va al encuentro (20.28) de los pecadores (Lc 5,32).

• El perdón de Dios llega a cuantos quieren aceptarlo. Sólo hay que “entrar” en la casa del “padre” (28). Otra mirada sobre el hijo “menor” (con ganas de ver a Jesús en todas partes)

• El hijo “menor” nos ofrece una imagen de Jesús, el Hijo amado (Lc 3,22) del Padre:

* se va de la casa del Padre — viene a convivir con otros (13)

* asume la realidad humana en toda su dureza (14-16; FI 2,6-8)

* “consume los bienes del Padre” (13.30) —gasta su vida—con los pecadores

* encuentra el rechazo de los quese creen justos (2.29)

* incluso asume el pecado de todosy pide perdón al Padre (21; 23,34). Es el que quita el pecado del mundo (Jn 1,29).

• El Padre, por su parte, lo levantó sobre todo, y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre” (Fl 2,9ss). Y, de este modo,nos ha perdonado a todos y a todas: “todo lo mío es tuyo” (32).

Comentario al evangelio – 28 de marzo

“Si yo expulso los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros”, dice Jesús en el evangelio. Toda su vida revela que actúa con el poder de Dios para hacer que el bien reine en este mundo. Pero algunos no quieren de ninguna manera que Dios reine, por eso levantan calumnias contra Jesús.
La escena del evangelio de hoy es una muestra de lo que significa juzgar a alguien injustamente, sin tener en cuenta si es verdad o no lo que de él se dice. Lo único que se pretende es hacer daño.

Seguramente alguna vez en nuestra vida también nosotros hemos experimentado acusaciones falsas sobre lo que hemos hecho o hemos dicho. ¡Y cuánto nos duelen esas palabras! ¡Y cuánto daño causan en la comunidad! El Papa Francisco con cierta frecuencia hace referencia a los pecados de la “lengua que mata”. Y nos sugiere que una penitencia cuaresmal muy oportuna es: “Antes de hablar mal de otro ¡muérdete la lengua!”

Os cuento esta anécdota: «¡Qué sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero!», le comentó una mujer a su marido. «Quizás necesita un jabón nuevo, ojala pudiera ayudarla a lavarlas», decía, mientras el marido la miraba sin decir palabra.

Cada dos o tres días, la mujer repetía el mismo discurso parada frente a la ventana, viendo cómo tendía la ropa su vecina.

Un mes después la mujer se sorprendió al ver a su vecina tendiendo sábanas blancas como nuevas, ¡inmaculadas! De inmediato, le comentó a su esposo: «¡Mira, al fin aprendió a lavar su ropa nuestra vecina, ¿Quién le habrá enseñado?»

A lo que el marido respondió: «Nada de eso, querida, lo que pasó fue que hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana».

El Señor pide nuestra colaboración para construir en este mundo el reino de Dios. Somos débiles, somos pecadores y fallamos mil veces.  Pero este tiempo de Cuaresma nos invita todos los días a revisar nuestros pensamientos, palabras y acciones para que Dios reine en nuestro corazón. 

Un vaso de agua dado por su amor es ya un paso adelante del reinado de Dios en esta tierra, donde el dinero y el interés son los que mandan.

Carlos Latorre, cmf