Vísperas – Jueves IV de Cuaresma

VÍSPERAS

JUEVES IV CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 143: ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PAZ

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienchechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

SALMO 143

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA: St 4, 7-8.10

Someteos a Dios y enfrentaos con el diablo, que huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; hombres indecisos, purificaos el corazón. Humillaos ante el Señor, que él os levantará.

RESPONSORIO BREVE

R/ Yo dije: Señor, ten misericordia.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

R/ Sáname, porque he pecado contra ti.
V/ Señor, ten misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dice el Señor: «Esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dice el Señor: «Esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».

PRECES

Celebremos la misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia del Espíritu Santo, para que nuestra vida resplandezca con obras de fe y santidad, y supliquémosle, diciendo:

Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.

  • Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, presbíteros y diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a Cristo,
    — para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la imposición de las manos.
  • Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo
    — y vivan lo que han recibido por la fe y los sacramentos.
  • Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la sangre de tu Hijo
    — y que respetemos su libertad y su conciencia.
  • Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales
    — y que atiendan a las necesidades de los demás.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Acuérdate de todos a los que has llamado hoy a la eternidad
    — y concédelos el don de la eterna bienaventuranza.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 4 de abril

Tiempo de Cuaresma 

1) Oración inicial

Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor. 

2) Lectura el Evangelio

Del Evangelio según Juan 5,31-47
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad. En cuanto a mí, no es de un hombre del que recibo testimonio; pero digo esto para que vosotros seáis salvos.
Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado. Vosotros investigáis las Escrituras,
ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí;
y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres.
Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre,
a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?
No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre.
Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza.
Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos,¿cómo vais a creer en mis palabras?» 

3) Reflexión

• Juan, intérprete de Jesús. Juan es un buen intérprete de las palabras de Jesús. Un buen intérprete debe tener una doble fidelidad. Fidelidad a las palabras de aquel que habla, y fidelidad al lenguaje de aquel que escucha. En el Evangelio de Juan, las palabras de Jesús no son transmitidas materialmente al pie de la letra, sino que son traducidas y transpuestas al lenguaje de la gente de las comunidades cristianas del final del primer siglo en Asia Menor. Por este motivo, las reflexiones del Evangelio de Juan no son siempre fáciles de entender. Pues en ellas se juntan las palabras de Jesús y las palabras del evangelista que refleja el lenguaje de fe de las comunidades de Asia Menor. Por esto mismo, no basta el estudio erudito o científico de las palabras para poder captar el sentido pleno y profundo de las palabras de Jesús. Es necesario tener en nosotros también una vivencia comunitaria de la fe. El evangelio del día de hoy es un típico ejemplo de la profundidad espiritual y mística del discípulo amado.
• Iluminación mutua entre vida y fe. Aquí vale repetir lo que Juan Cassiano dijo respecto del descubrimiento del sentido pleno y profundo de los salmos: “Instruidos por aquello que sentimos, no percibimos el texto como algo que solamente oímos, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro ser. Repitámoslo: no es la lectura (estudio) lo que nos hace penetrar en el sentido de las palabras, sino la propia experiencia adquirida anteriormente en la vida de cada día” (Collationes X,11). La vida ilumina el texto, el texto ilumina la vida. Si, a veces, el texto no nos dice nada, no es por falta de estudio ni por falta de oración, sino sencillamente por falta de profundidad en nuestra vida.
• Juan 5,31-32: El valor del testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es verdadero, porque no se promueve a sí mismo, ni se exalta a sí mismo. “Otro es el que da testimonio de mí”, y es el Padre. Y su testimonio es verdadero y merece fe.
• Juan 5,33-36: El valor del testimonio de Juan Bautista y de las obras de Jesús. Juan Bautista también dio testimonio respecto de Jesús y lo presentó a la multitud como enviado de Dios que debía venir a este mundo (cf. Jn 1,29.33-34; 3,28-34). Por esto, por muy importante que sea el testimonio de Juan, Jesús no depende de él. El tiene un testimonio a su favor que es mayor que el testimonio de Juan, a saber, las obras que el Padre realiza por medio de él (Cf. Jn 14,10-11).
• Juan 5,37-38: El Padre da testimonio a favor de Jesús. Anteriormente, Jesús había dicho: “Quien es de Dios oye las palabras de Dios” (Jn 8,47). Los judíos que acusan a Jesús no tienen la mente abierta para Dios. Por ello, no consiguen percibir el testimonio del Padre que les llega a través de Jesús.
• Juan 5,39-41: La escritura da testimonio a favor de Jesús. Los judíos dicen tener fe en las escrituras, pero en realidad no entienden la Escritura, pues la propia Escritura habla de Jesús (cf. Jn 5,46; 12,16.41; 20,9).
• Juan 5,42-47: El Padre no juzga, pero confía el juicio al hijo. Los judíos se dicen fieles a la Escritura y a Moisés y, por ello, condenan a Jesús. En realidad, Moisés y la escritura hablan respecto de Jesús y piden creer en él. 

4) Para la reflexión personal

• La vida ilumina el texto y el texto ilumina la vida. ¿Has experimentado esto alguna vez?
• Trata de profundizar en el valor del testimonio de Jesús. 

5) Oración final

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. (Sal 144)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

“… dos modos distintos de transmisión

Nº 81: «La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo».

«La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación».”

 

Ya dijimos que la revelación tiene dos fuentes. Según la DV del Vaticano II nos recuerda que hemos recibido la revelación De Dios a través de dos caminos, la Tradición De la Iglesia y la Sagrada Escritura.

¿Qué es eso de la Tradición de la Iglesia? Antes de que los hechos, las palabras de Cristo, sus testimonios fuesen puestos por escrito, antes fueron transmitidos oralmente, verbalmente y no todo lo que dijo Jesucristo, no todos sus testimonios quedaron escritos. Todo es obviamente imposible. Otros se siguieron transmitiendo por la Tradición oral y no únicamente en el sentido cuantitativo. No en el sentido de que parte se han escrito y parte no, sino en ese espíritu de Cristo, queda viviendo, queda latente en la comunidad cristiana en la cual se han escrito, se han puesto por escrito los libros.

El primer evangelio, posiblemente fuese Marcos, y vino a escribirse, aunque hay bastantes discusiones sobre esto, los escriturasteis tampoco tienen muy claro las cosas porque hay teorías diversas. Pero es posible que durante unos 30 años, después de la Ascensión de Jesucristo a los cielos, los evangelios, por ejemplo el evangelio de Marcos, que pudo ser de los primeros o el primero, no fuese escrito. Es decir que durante 30 años existió una predicación oral que poco a poco se fue poniendo por escrito. Posiblemente una de las primeras cosas en ponerse por escrito sería la Pasión de Jesucristo. Si uno se fija en los relatos de la Pasión y Resurrección, son mucho más extensos, mucho más detallados. Cuentan paso por paso todo lo que ocurrió allí. Mientras que la vida pública de Jesucristo está contada mucho más brevemente, sus milagros, etc.

Posiblemente fue la Pasión la primera parte por escrito y luego fueron añadiendo otros manuscritos. También tengamos en cuenta que entonces no existía la imprenta y se podían ir escribiendo manuscritos, más bien breves, cada uno contándose una cosa y luego fueron recopilándose esos relatos, bien sea por un evangelista, un apóstol o alguien de su escuela que escribe recopilando todo ello.

Esta es un poco la historia de cómo se escriben los evangelios, las cartas de Pablo, que es muy importante, para caer en la cuenta de que la Tradición ha existido antes que la escritura. Es más, para saber discernir qué es Palabra De Dios y que no es Palabra de Dios y qué es evangelio apócrifo o incluso qué es el evangelio herético, es la Tradición la que lo discierne, es la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, la que dice este libro si es conforme al espíritu que hemos recibido de Jesucristo, este otro libro no es conforme. Es la Tradición de la Iglesia la que decide el canon de qué libros son inspirados y qué libros no son inspirados. También ha habido muchos libros como los evangelios apócrifos, que no son necesariamente heréticos, pero la Tradición de la Iglesia han discernido que no son Palabra De Dios, no están inspirados por el Espíritu Santo. Lo ha definido porque ha visto que están escritos mucho más tardíamente. Por ejemplo el de Tomás, que existe este evangelio apócrifo. Estamos hablando de siglos muy posteriores y por lo tanto no ha recibido la tradición cercana de poner por escrito la tradición oral. No únicamente por el hecho de que sean más tardíos los evangelios apócrifos, sino porque también la propia Iglesia discierne que en ellos hay mucho de imaginación popular o hay mucho de lo que fuere pero que no está en ellos propiamente ese espíritu del Señor inspirándolos y sosteniéndolos como Palabra de vida. Que pueden tener algunos de ellos relatos preciosos pero que no son Palabra de Dios.

Sobre la existencia de esa Tradición ya dijimos algo pero este tema es importante. Ha podido ser y es todavía una cuestión en la que hay un matiz importante entre la Iglesia católica y la Iglesia protestante. Mientras los católicos decimos que la revelación tiene dos fuentes que son la Tradición de la Iglesia y la Sagrada Escritura puesta por escrito. Sin embargo los protestantes dicen, Lutero dice, que la sola Escritura, así con estas palabras, es la fuente de la revelación. Y añade el que la Escritura debe ser libremente interpretada, una interpretación autónoma. Es decir, yo me pongo delante del libro y el libro es a mí el que tiene que decirme, la inspiración del Espíritu Santo me ayuda a interpretar el libro. Los católicos decimos que la Escritura tiene que ser interpretada en el seno de la Tradición de la Iglesia. En el seno de cómo ha sido recibido ese libro, como ha sido interpretado en esos 2000 años. Es desde la Tradición de la Iglesia desde donde entendemos la Palabra De Dios. Y es verdad que tenemos que pedir luz al Espíritu Santo, pero la interpretación no es autónoma. De lo contrario yo tengo el riesgo de hacer la lectura que hago de la Palabra De Dios, tengo riesgo de hacer manipulación. O muchas veces puedo decir que el Espíritu Santo me ha inspirado y no se le puede llamar Espíritu Santo a mi subjetividad. Ese riesgo existe. El Espíritu Santo te inspira, claro que sí, pero que esa inspiración sea concluyente con la Tradición de la Iglesia. Si resulta que lo voy a llamar inspiración del Espíritu Santo a mis elucubraciones subjetivas, no puede ser. Este tema es importante y es importante esa diferenciación entre la concepción católica y la protestante para que veamos cómo procedemos hoy en día. También en el seno de la propia Iglesia católica y en amplios sectores existe un Espíritu protestante. De leer la Escritura al margen de la Tradición de la Iglesia con una libre interpretación, incluso cuando el Magisterio De la Iglesia interviene para hacer una corrección o lo que sea, se encienden las voces de alarma como si la Iglesia estuviese haciendo una inherencia indebida o como si esto fuese Tradición de la Inquisición. ¿No creemos los católicos que la Tradición ilumina la lectura de la Palabra de Dios? Y es también, no únicamente una iluminación, es la clave de la comprensión. Se dice de los musulmanes y también se dice de los judíos, incluso también podría decirse de los protestantes, dependiendo un poco de la interpretación literal de ese principio de Lutero de sola Escritura, que son la religión del libro, en el sentido de que los musulmanes dicen el libro del Corán, los judíos el Antiguo Testamento o los protestantes, la sola Escritura, la sola Biblia. Los católicos no tenemos conciencia de ser la religión del libro. Sino más bien la religión de la Palabra porque Dios entregó su Palabra a los Profetas, Dios nos habla en Jesucristo, el culmen de la revelación, pero nos da una Palabra. No nos la da escrita. Por eso no nos entendemos como la religión del libro, porque además Cristo dijo a los apóstoles: Id y predicad. No les dijo id y escribid. Es verdad que luego, la conveniencia fue que fueran poniendo por escrito las cosas en la medida que iban muriendo los apóstoles. Pero la encomienda de Cristo fue, te encomiendo mi Palabra y te doy el Espíritu Santo para que guarde está Palabra. Pero él no nos entregó un papel, nos entregó la Palabra. Por eso nosotros no somos la religión del libro, sino de la Palabra de Cristo que es Palabra viva y que no está meramente escrita. También está escrita pero no meramente escrita. Esto es una cosa que tanto la Iglesia católica como en la Iglesia ortodoxa,  las iglesias orientales,  lo tienen muy claro. En las iglesias orientales el concepto de Tradición está claramente formulado y entendido tal y como lo entendemos los católicos.

Vamos a examinar algunos pasajes en los que esto se ve claro. Por ejemplo, de los 12 apóstoles, solo dos apóstoles escribieron los evangelios, que son Mateo y Juan. Los otros dos evangelistas no fueron apóstoles, Marcos y Lucas. Si de 12 apóstoles solo dos escribieron, los diez restantes no escribieron nada y si lo escribieron no lo conservamos. ¿No respondieron a la llamada de Jesús? Claro que respondieron a la llamada de Jesús los otros diez. Pero es que Jesús les dijo id y predicad, no id y escribid, como ya hemos dicho antes. Esto es para que nos demos cuenta que no solo es la Palabra escrita la que tiene valor. Algún caso más en 1Cor 11, 2. Os alabó porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal y como os las he transmitido. Aquí la Palabra tradiciones es “parádosis”. La alabanza de Pablo a los Corintios. Está hablando de que les ha transmitido unas tradiciones. Ahora entenderemos porque la Iglesia cuida con tanto esmero, por poner un ejemplo, la celebración de la Eucaristía y nos dice que no podemos hacer de nuestra capa un sayo y nos dice que no podemos estar cada uno según sus criterios, sensibilidad, etc…, cambiando caprichosamente la celebración de la Eucaristía. No, porque la eucaristía es como es y en celebrar bien la eucaristía y no reinventármela estoy siendo fiel a la Tradición que Cristo ha encomendado a los apóstoles y ellos han ido celebrando siglo tras siglo. Y es verdad que la Iglesia de vez en cuando hace reformas en cómo celebrar la eucaristía, pero son reformas bien pensadas y adaptadas a las necesidades de cada tiempo, pero fieles a la transmisión sustancial de lo que Cristo nos depositó.

Comentario del 4 de abril

El evangelista nos presenta el debate que mantuvo Jesús con los judíos a propósito de los signos de credibilidad que lo acompañaban. La predicación de Jesús era en último término un testimonio de sí mismo y de su misión en el mundo como enviado del Padre. Este testimonio podía encontrar la aceptación, más o menos entusiasta, la indiferencia o el rechazo que fácilmente podía derivar en confrontación. Los relatos evangélicos ponen de relieve la existencia de todas estas posturas en relación con su mensaje y su persona. La actitud de Jesús frente a la incredulidad –como revelan estos textos del evangelio de san Juan- no fue la de desprecio, sino la de diálogo con aquellos que se resistían a dar crédito a su testimonio. Jesús, refiriéndose a este testimonio, razona con sus adversarios: Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí y sé que es válido el testimonio que da de mí.

En el ámbito social en el que Jesús se desenvolvía, un testimonio adquiría validez jurídica sólo si era refrendado por el testimonio de otros testigos. Esto explica que Jesús, en su argumentación, intente mostrar la existencia de otros testigos que vienen a avalar su propio testimonio. Hay otro, dice, que da testimonio de mí. Pero ese otro no deja de ser un testigo invisible, su Padre Dios. Por eso recurre, seguidamente, al testimonio de Juan el Bautista, el que lo había señalado como Mesías; al testimonio de las Escrituras, que aquellos judíos leían con tanta veneración, pensando encontrar en ellas vida eterna; al testimonio de Moisés, autor parcial de esas Escrituras, que había escrito de él; al testimonio de sus obras, que eran las obras que el Padre le había concedido realizar. Y si el Padre era invisible, las obras salidas de sus manos, no lo eran; y esas obras, por su carácter sobrenatural, daban testimonio de él como enviado del Padre.

Hablando del testimonio de Juan, un testigo verídico, un testigo de la verdad, dirá: No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Juan era un hombre estimado por muchos judíos: alguien al que muchos vieron como una lámpara de cuya luz se podía gozar. Jesús recurre al testimonio que Juan dio de él, cuando los judíos enviaron emisarios para obtener información del Bautista acerca del Maestro de Nazaret, para facilitar la fe de sus oyentes. Pero el testimonio de Juan no deja de ser el testimonio de un hombre. Hay otro testimonio, añade Jesús, que es mayor que el de Juan.

Se trata del testimonio, ya mencionado, de las obras que el Padre le ha concedido realizar: obras milagrosas, extraordinarias, visibles, testificables; obras anunciadas proféticamente y fácilmente comprobables: Id a decirle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los leprosos quedan limpios, y a los pobres se les anuncia la buena noticia. Estas obras maravillosas daban testimonio del poder que Dios le había concedido para llevarlas a cabo. Siendo un testigo invisible, el Padre Dios da testimonio de Cristo, su enviado, en las obras que éste realiza en cuanto enviado de Dios. Es esta convicción la que le lleva a decir: Nunca habéis escuchado su voz –como Moisés-, ni visto su semblante –el rostro de Dios permanece invisible a los ojos humanos-, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. No creer al enviado de Dios es no prestar atención ni dar crédito a su palabra. No creer en Jesús equivale a no creer en Dios, dado que él es su Palabra encarnada.

Los judíos con los que Jesús polemiza apreciaban y estudiaban las Escrituras sagradas. Buscaban en ellas vida más allá de esta vida, vida eterna. Pues bien, les dice Jesús: ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! Las Escrituras son un testimonio permanente a favor de Jesús y de su mesianismo. Para advertirlo basta con leerlas con detenimiento y profundidad, aplicando la clave interpretativa que él mismo nos ofrece o proyectando la luz que nos viene de él.

Este es el momento en que Jesús aprovecha para echarles en cara su dureza de corazón o su ceguera: os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros; yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése sí lo recibiréis; vosotros aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios. No es inusual que el prestigio o renombre adquirido por algunas personas confiera una gran autoridad a sus opiniones, aunque éstas no estén en absoluto fundadas; pero la autoridad conquistada acaba imponiéndonos tales opiniones como verdades incuestionables. A veces hablan en nombre propio, no en nombre de una tradición científica, ni en nombre de una ciencia probada. Tales opiniones personales son multitudinariamente recibidas por la autoridad que les confiere el nombre de quien las expresa. Pero puede que no tengan poco que ver con aquella investigación con la que se han ganado ese renombre. Hay actos sociales que revisten de brillo (resp. gloria) la intervención de ciertas personas. Es la gloria humana que nos damos unos a otros; y entre tanta vanagloria, puede que se haya perdido la búsqueda de la gloria que viene de Dios. Cuando no se busca la gloria de Dios, es decir, dar gloria a Dios con nuestras obras, se acaba buscando la gloria de los hombres, esto es, recibir gloria –aprobación, aplausos, parabienes, premios, etc.- de los hombres.

Pero no soy yo –dice Jesús- el que os va a acusar ante el Padre (de nuevo la comparecencia del juicio de Dios), hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras? El mismo Moisés, cuya autoridad era indiscutible para aquellos judíos, será quien les acuse por no haber creído a aquel de quien él ha dado testimonio en sus escritos. Jesús se remite, por tanto, al mismo Moisés como testigo en su favor. Bastaría con dar fe a los escritos de Moisés para dar fe a sus palabras.

Estos son los testigos invocados por Jesús: uno, contemporáneo y precursor, Juan el Bautista, con sus palabras; otro, antiguo, Moisés, con sus escritos sagrados; y el principal de todos, su Padre Dios, con las obras que le ha concedido realizar. Jesús quiere que nos fijemos en tales testimonios para reafirmar nuestra fe en él. Para nosotros estos testimonios se reducen a uno, al testimonio de Dios plasmado en las Sagradas Escrituras, que son también las que atestiguan el valor y la fuerza de esas obras que tanto impresionaron a sus contemporáneos. Sólo el asombro suscitado por estas obras mantendrá viva y fresca nuestra fe en Jesús como Hijo de Dios.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

Artículo 58. Los estatutos determinen, según las normas de la recta economía, la función del ecónomo, así como las competencias del rector o presidente y de los consejos en la gestión económica de la Universidad o de la Facultad, con el fin de asegurar una sana administración.

La novedad puede con todo

A punto de iniciar la Semana Santa, el próximo Domingo es Ramos, tres lecturas tienen hoy un común denominador: lo nuevo. En la primera el profeta, de una forma poética, nos narra el nuevo éxodo, la nueva liberación. En la segunda, San Pablo, se confronta de tal manera con el descubrimiento de Cristo (algo totalmente nuevo) que todo lo demás lo estima basura. Y, para que no falte nada en esa triple nota de acorde mayor, el Evangelio nos presenta a un Jesús que lejos de condenar renueva, recupera la vida de una mujer pecadora. ¿Hay quien dé más?

1.- Una vez más, camino de la Semana Santa, Jesús –Hombre y Dios- nos va mostrando con más nitidez y con asombrosas pistas el rostro auténtico del Padre: aborrece el pecado pero ama al pecador. Poco le importan las historias pasadas de aquella mujer. Para el Señor, el momento presente, es lo más esencial. Y, lo más deleznable, aquellos que sin tener potestad para ello, se erigían en jueces de los defectos de los demás. Qué frase tan sugestiva la del Papa Francisco y de la cual tantos medios de comunicación social se han hecho eco: “Todo pecador tiene un pasado pero sobre todo un futuro”. A Dios, por si lo hemos olvidado, le interesa muy poco el ayer y por ello mismo, en los ojos de Cristo, antepone el horizonte que le aguarda.

Cuántas veces, como a esta mujer adúltera, muchas personas, instituciones (también la misma Iglesia o el mismo Papa como recientemente denunciaba la Santa Sede) son presentados en medio de la plaza del mundo con la única intencionalidad de desgastar, de juzgar, de condenar o, simplemente, de hacer daño.

Es necesario, por supuesto, una autocrítica. Preguntarnos hasta qué punto, nuestra vida cristiana, se encuentra un tanto adulterada. Pero, no es menos cierto, que también estamos llamados a ser comprensivos con los demás y, por supuesto, a ser conscientes de que –si nosotros tenemos mil poros abiertos en nuestra piel- también los demás pueden tenerlos ¿O no?

2.- En la quinta estación del vía crucis contemplamos a Simón de Cirene ayudando a llevar la cruz. Esa debe ser la actitud nuestra cuando, a nuestro paso, salen situaciones que nos pueden parecer llamativas o pecaminosas. De nada sirve airearlas, publicarlas. ¿No sería mejor ayudar? A aquellos escribas les importaba un bledo la vida de aquella mujer (entre otras cosas porque sabían perfectamente que el adulterio ya estaba sentenciado de antemano sin necesidad de recurrir a Jesús). Pretendían una excusa para coger fuera juego al Señor. En definitiva, para dejarlo al descubierto. No lo consiguieron. ¿Por qué será que al Señor le importa tan poco el pasado del presente y, en cambio a nosotros, les gusta tanto meter el dedo en él incluso como arma arrojadiza?

3.- Muchas veces, queriendo o sin querer, con verdad o sin ella, podemos hundir a muchas personas; sentenciarlas o enterrarlas en vida. El morbo, y más con los poderes mediáticos llamando a nuestra puerta, se convierte en algo muy apetitoso pero también muy perjudicial para la salud pública y para la paz social.

Que nosotros, como cristianos, busquemos siempre lo que Jesús ofreció a esta mujer, su compasión y comprensión. Qué bien lo expresa San Agustín “Sólo dos quedan allí: la miserable y la Misericordia”. Qué bien nos vendría una reflexión al hilo de este tiempo cuaresmal: ¿Cómo nos posicionamos frente a los defectos de los demás, cómo jueces o como personas que saben comprender y arrimar el hombro?

Ojala, como Jesús mismo rompió moldes y fue una gran novedad (de misericordia) en los tiempos que le tocó vivir, también nosotros presentemos ese rostro afable, cercano y no condenatorio. No olvidemos que lo que a nosotros nos interesa es el pecador, no el pecado. O dicho de otra manera: siempre es más importante el alimento que se sirve que la bandeja que lo sostiene.

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A ver el lado bueno de las personas
A no recrearme con el sufrimiento ajeno
A no ser altavoz de calumnias y mentiras
A ser hombre y no jugar a ser juez

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias

AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
Para que, frente a la mentira, reine la verdad
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia
Para que, frente a la burla, salga la comprensión
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad

Javier Leoz

El que esté sin pecado que tire la primera piedra

Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer estaba de nuevo en el templo. Todo el pueblo acudía a él; y él, sentado, les enseñaba. Los maestros de la ley y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio, la pusieron en medio y le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la ley, Moisés mandó apedrear a estas mujeres. Tú ¿qué dices?». Decían esto para probarlo y tener de qué acusarlo. Pero Jesús, agachándose, se puso a escribir con el dedo en el suelo. Como insistían en la pregunta, se alzó y les dijo: «El que de vosotros no tenga pecado que tire la primera piedra». Y, agachándose otra vez, continuó escribiendo en el suelo. Al oír estas pala- bras, se fueron uno tras otro, comenzando por los más ancianos, y se quedó Jesús solo, con la mujer allí en medio. Entonces Jesús se alzó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?». Y ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más».

Juan 8, 1-11

Comentario del Evangelio

Hay un detalle en el Evangelio de hoy que me parece precioso. En el momento de mayor ten- sión, cuando ponen a Jesús a prueba, Él se pone a escribir con el dedo en el suelo: Jesús no pierde la calma, reflexiona antes de hablar… Esto es una lección para todos nosotros.

Y como lección más importante, Jesús les dice a los que quieren apedrear a la persona que peca, que primero se miren a ellos mismos. Pero no sólo se queda ahí, le dice a la mujer que no vuelva a pecar. Jesús quiere que nos perdonemos unos a otros, pero para ello es necesario que todos reconozcamos en cada uno de nosotros nuestros propios errores.

Para hacer vida el Evangelio

• Escribe alguna vez que sólo hayas visto los errores de los demás y no los tuyos propios.

• ¿Qué debemos hacer para pedir perdón? ¿Y para perdonar a otra persona?

• Escribe un compromiso para ser una persona capaz de pedir perdón y de perdonar a los demás.

Oración

Enséñanos, Señor, a hablar bien del otro,
a descubrir su tesoro interior

y su mejor parte,
a disculpar con una ternura como la tuya,
a comprender metiéndonos

dentro de su persona.
Tú que con todas las personas provocabas encuentros,
danos la capacidad de respetarnos a fondo
la empatía de escuchar al otro

desde su música interior,
y la misericordia de corazón
para acogerle como es.
Frena en nosotros toda crítica amarga,
todo comentario descalificador y negativo
cualquier reproche que distancia y aleja,
y el más pequeño gesto que rompa nuestro amor.

Queremos contigo disculpar siempre,
entender los porqués de la otra persona,
comprenderle incondicionalmente,
restituyéndole la fe en sí mismo

y en nuestra incondicional amistad.
Haznos palabra cálida,

gesto oportuno,
mirada amorosa
y mano tendida, como Tú lo eres, Señor.

Enséñanos, Señor, a bendecir

Tenemos en los labios la crítica rápida,
nos damos cuenta enseguida
del fallo ajeno,
parecemos niños acusadores, que no aman,
en vez de hermanos fraternos
y disculpadores.

Enséñanos, Señor, a hablar bien del otro,
a descubrir su tesoro interior
y su mejor parte,
a disculpar con una ternura como la tuya,
a comprender metiéndonos dentro de su persona.

Tú que con todas las personas provocabas encuentros,
danos la capacidad de respetarnos a fondo
la empatía de escuchar al otro desde su música interior,
y la misericordia de corazón
para acogerle como es.

Frena en nosotros toda crítica amarga,
todo comentario descalificador y negativo
cualquier reproche que distancia y aleja,
y el más pequeño gesto que rompa nuestro amor.

Queremos contigo disculpar siempre,
entender los porqués de la otra persona,
comprenderle incondicionalmente,
restituyéndole la fe en sí mismo
y en nuestra incondicional amistad.

Haznos palabra cálida,
gesto oportuno,
mirada amorosa
y mano tendida, como Tú lo eres, Señor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo V de Cuaresma

• A Jesús le tienden una trampa (v.6). Este aspecto de la acusación enlaza con el texto que se nos ofrecía el domingo pasado (Lc 15,1-3.11-32); encontramos los mismo personajes “los escribas y fariseos” (3), que en aquel caso se limitaban a murmurar (Lc 15, 2); ahora ya pasan a la acción(3), “le preguntaban para comprometerlo y poder acusarlo” (6).

• Es una trampa jurídico-legal y religiosa. Pretenden que se posicione o bien contra el poder romano, el único que puede sentenciar a muerte, o bien contra la Ley de Moisés o contra la mujer. En cualquiera de los casos habría elementos para una acusación formal. Su respuesta parece no tener salida: o se sitúa contra el poder romano, o se sitúa contra la revelación, lo cual sería una manifestación pública y notoria de la falsedad de su mensaje y mesianismo, o se sitúa contra la mujer, lo que a su vez contradiría toda la novedad de su enseñanza sobre la solidaridad con el excluido y la misericordia de Dios.

* Si la mujer fue sorprendida en flagrante adulterio ¿dónde está el hombre? Según Dt 22,22 y Lv 20,10tanto el hombre como la mujer deben ser apedreados. ¿Por qué no han traído también al hombre? Estamos ante una provocación evidente. Delante de Jesús está la mujer porque es socialmente insignificante (porque tiene mucho menos valor social que el hombre). Jesús tiene que definirse entre la Ley o los excluidos; entre la institución o la misericordia. Este conflicto adquiere mayor importancia porque ocurre en el corazón institucional del legalismo y el dogmatismo: el Templo.

* Es cierto que la ley era muy dura para las personas que cometían adulterio Dt 22 y Lv 20. Pero también tenemos el dato antropológico que los colectivos se pueden dejar llevar por la necesidad de sacrificar a alguien siempre que tienen un problema. El sacrificio tiene un efecto tranquilizador, hasta que aparece otro problema comunitario. En este caso, si la victima para sacrificar no es la mujer, será Jesús (Lc 22-23; Jn 18-19).

• Jesús no entró en la trampa dialéctica. Tiene claro que no se trata de discusiones ni sobre el poder romano ni sobre la Ley. Sabe que quien tiene ante sí es una mujer que tiene que vivir. Y unos hombres que también tienen que vivir. Él no ha venido a condenar sino a salvar (Jn 3, 16-17; 12, 47).

• Se puso a ¿dibujar?, ¿escribir?, ¿garabatear? en el suelo (6.8). Es estéril intentar descubrirqué escribió, eso es secundario; lo prioritario es que argumenta con el silencio.

* El gesto de “escribir”, independientemente de interpretaciones, ayuda a crear expectativas. Hace que estemos más pendientes de su respuesta.

* Entre las interpretaciones que se dan a dicho gesto, hay quien dice que podría referirse al profeta Jeremías (Jr 17,13) que recuerda que es Dios quien juzga a todos los pecadores de Israel, que“serán inscritos en el país de los muertos”. Por tanto, con este gesto Jesús se dirigiría a la conciencia de los acusadores, lo mismo que hace con la frase que les dirige: “El que de vosotros no tenga pecado…” (7).

* ¿Libre de pecado? Jesús también recurre a la Ley, sólo Dios está libre de pecado. Quien se atre- viese a lanzar una piedra, se auto-proclamaba que no tenía pecado, y se manifestaba abierta- mente contra la Ley: se hacía igual a Dios, por lo que ¡sería un blasfemo!

• De este modo Jesús no sólo no se pone contra nadie –ni contra la Ley, ni contra el poder romano, ni, mucho menos, contra la mujer– sino que, incluso, libera a aquellos hombres de hacer daño. La propuesta del Reino no va contra nadie.

• Jesús revela al Dios que no condena, sino que invita a la conversión. El Dios que opta por comprender, acoger y confiar en la mujer que, aunque culpable, es excluida por su condición de mujer. Dios que opta por el débil y marginado antes que por la institución del Templo y sus dogmatismos legales.

• La “mujer” (3.10-11), símbolo del pueblo deDios –Israel y la Iglesia-, pasa de muerte a vida cuando recibe el perdón incondicional y gratuito de Dios. Es lo que como pueblo celebramos en la Pascua.

• Jesús no la condena. Como el padre al hijo pródigo, Jesús le devuelve a la mujer su dignidad de persona y su libertad: «Anda y en adelante no peques más» (11). Esta postura de Jesús le ocasionará muchos problemas. Los conflictos continuarán a lo largo de todo el c. 8, concluyendo, en el v 59, que Jesús estuvo a punto de sufrir el castigo de la mujer: «Cogieron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del templo».

• En el diálogo final entre Jesús y la mujer (10-11) se expresa el diálogo entre Dios y la humanidad. Una humanidad que Él creó y que ama profundamente. Quiere que todo hombre y toda mujer forme parte de su pueblo. Por ello no abandona a ningún miembro de esta humanidad ni al pueblo como tal. Y cuando es Él el abandonado, no condena a nadie sino que extiende la mano para que pueda volver a empezar.

Comentario al evangelio – 4 de abril

Moisés, el gran líder espiritual de Israel, tiene un gesto en la primera lectura que nos enseña a actuar en favor de los que amamos. El pueblo que él está guiando se ha apartado de Dios, ha construido un becerro de oro, haciéndose dioses a su medida (también nosotros a veces) y cayendo en el pecado de la idolatría. Frena la ira de Dios, rogando e intercediendo, pidiendo una nueva oportunidad para el pueblo que se ha olvidado de su rescate liberador. Moisés insiste, suplica y Dios le escucha y le da una nueva oportunidad a su pueblo. Preciosa oración de intercesión.

¿Y yo? También estoy llamado a orar, pidiendo por aquellas personas que necesitan una nueva oportunidad, una sanación, una luz que les ayude a ver en medio de su oscuridad. Estoy llamado a llevarlas a mi oración, a hablarle de ellas a Dios, a rogar por su conversión. Todos deberíamos ser un poco Moisés, hombres y mujeres creyentes que desde el amor llevamos a Dios a todos aquellos a quienes nadie lleva. Piensa en tu oración de hoy en aquellas personas que necesiten una intercesión especial por su compleja situación de vida y preséntalas ante el Señor, con nombres y apellidos.

En el evangelio de este día, Jesús sigue explicando quién es y para qué ha venido, y sus interlocutores no lo comprenden: “Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis […] Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.”

Lo hace en un contexto muy próximo a un desenlace que no va a ser fácilmente comprendido: su entrega por nosotros. Pues, igual que Moisés intercedió por el pueblo, Jesús se entregará Él mismo, dará su vida, por nuestra salvación; mucho más que una mera intercesión. Pagará un precio muy alto por nosotros. ¿Me doy cuenta Señor de lo que vas a hacer por mi? ¿Cómo te lo puedo agradecer?

Juan Lozano, cmf