Hoy es 7 de abril, domingo V de Cuaresma.
A veces me cuesta entrar en oración, porque siento que he fallado al Señor. Pero él, está esperándome para abrazarme de nuevo. Prepararme para orar es prepararme para dejarme abrazar. ven Señor, abrázame.
Aquí espero a que sientas
que te llamo por tu nombre
mira dentro de tu alma
y descubre cuanto buscas mi voz,
aferrándote a vicios
que te hacen sufrir
fabricaste un destino
tan vacío sin mí,
solo vuelve conmigo
quiero hacerte feliz.
Alza las manos
siente mi abrazo
deja que te abra
entero mi corazón.
Alza las manos
sal de tu engaño
nada podrá separarte
de todo mi amor.
Te has atado a la tierra
con pecados que te ciegan
deja el miedo
tu agonía y despierta
a un futuro mejor
caminando conmigo
es más fácil seguir
lo que habías perdido
está dentro de ti
curaré tus sentidos
volverás a reír.
Alza las manos
siente mi abrazo
deja que te abra
entero mi corazón.
Alza las manos
sal de tu engaño
nada podrá separarte
de todo mi amor.
Hagas lo que hagas
pienses lo que pienses
digas lo que digas
y hasta cuando mientes
sigo a tu lado y seguiré
deja que te ame
deja que te ame.
Alza las manos
siente mi abrazo
deja que te abra
entero mi corazón.
Alza las manos
sal de tu engaño
nada podrá separarte
de todo mi amor.
Siente mi abrazo interpretado por Jesús Cabello, «Contigo»
La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 8, 1-11):
Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
A Jesús le llevan esta mujer para que la condene. Tantos años después seguimos condenando, a las migrantes, a las prostitutas, a los homosexuales, a los divorciados, a los presos. Pero Jesús no contesta, no juzga, no condena. Jesús ve a la persona, no se queda en su pecado.
¿Quién está libre de pecado? Los viejos se van primero. La experiencia de la vida, bien vivida, no hace más humanos, más misericordiosos, más comprensivos. Tampoco yo estoy libre de pecado. Por eso le pido al Señor que me dé un corazón como el suyo. Que ame por encima de los prejuicios, también a quienes más me cuesta.
Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más. Tenemos un Dios que no condena, no nos machaca por nuestros errores. Nos ama, también con nuestro pecado. Y ese amor nos levanta y nos da fuerzas para vencer el mal. Agradezco al Señor su perdón y la fuerza que me da cada vez que me perdona.
Leo una versión diferente del texto. Casi frases sueltas tratando de hacerme presente. Quizá puedo ponerme en el lugar de los escribas, listos para condenar, o en el de la mujer juzgada y necesitada de perdón y presto atención a las palabras, verbos, situaciones que quizás me resulten más familiares.
La adúltera
Una mirada llena de miedo
se encuentra con ojos implacables.
El pecado pesa con dolor
El dolor se suma al desprecio.
«Sola, arrepentida, perdida,
pecadora, sucia, condenada».
El machismo actúa sin piedad.
Eterna altivez de los infalibles
Jesús aparece y descoloca.
Ella no se encuentra con un juez
Tampoco ellos ganan un aliado
y Jesús dibuja sin papel.
Llora angustiada.
Quien no tenga pecado que empiece
Manos viejas sueltan las piedras
Todos se miran, nadie se atreve.
Mujer tampoco yo te condeno
Sal, vive, ama, no peques más.
Ella camina, perdonada.
Jesús termina de dibujar.
(Javi Montes, sj)
Que estas palabras del Señor te puedan acompañar a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esa sentencia: yo no te condeno, anda, no peques más…; yo no te condeno, anda, no peques más…