Vísperas – Jueves II de Pascua

VÍSPERAS

SAN ATANASIO, obispo y doctor

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cantemos al Señor con alegría
unidos a la voz del pastor santo;
demos gracias a Dios, que es luz y guía,
solícito pastor de su rebaño.

Es su voz y su amor el que nos llama
en la voz del pastor que él ha elegido,
es su amor infinito el que nos ama
en la entrega y amor de este otro cristo.

Conociendo en la fe su fiel presencia,
hambrientos de verdad y luz divina,
sigamos al pastor que es providencia
de pastos abundantes que son vida.

Apacienta, Señor, guarda a tus hijos,
manda siempre a tu mies trabajadores;
cada aurora, a la puerta del aprisco,
nos aguarde el amor de tus pastores. Amén.

SALMO 71: PODER REAL DEL MESÍAS

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrate al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sore el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le pagen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.

SALMO 71

Ant. Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Lïbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, siempre. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, siempre. Aleluya.

LECTURA: 1P 5, 1-4

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

R/ Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.
V/ Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.

R/ El que entregó su vida por sus hermanos.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Éste es el criado fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que le reparta la ración a sus horas. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Éste es el criado fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que le reparta la ración a sus horas. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice a favor de los hombres, en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

Salva a tu pueblo, Señor.

  • Tú que por medio de pastores santos y eximios, has hecho resplandecer de modo admirable a tu Iglesia,
    — haz que los cristianos se alegren siempre de ese resplandor.
  • Tú que, cuando los santos pastores te suplicaban, con Moisés, perdonaste los pecados del pueblo,
    — santifica, por su intercesión, a tu Iglesia con una purificación continua.
  • Tú que, en medio de los fieles, consagraste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los dirigiste,
    — llena del Espíritu Santo a todos los que rigen a tu pueblo.
  • Tú que fuiste el lote y la heredad de los santos pastores
    — no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre esté alejado de ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que, por medio de los pastores de la Iglesia, das la vida eterna a tus ovejas para que nadie las arrebate de tu mano,
    — salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu obispo san Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, concédenos, en tu bondad, que, fortalecidos con su doctrina y protección, te conozcamos y te amemos cada vez más plenamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 2 de mayo

1) Oración inicial

Te pedimos Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 3,31-36

El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que resiste al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.»

3) Reflexión

• En el mes de enero hemos meditado el texto de Juan 3,22-30, que nos habla del último testimonio de Juan Bautista respecto a Jesús. Era la respuesta que Jesús da a sus discípulos, y en el cual vuelve a afirmar que él, Juan, no es el Mesías sino solamente el precursor (Jn 3,28). En aquella ocasión, Juan dijo aquella frase tan bonita que resume su testimonio: «¡Es necesario que él crezca y que yo disminuya!» Esta frase es el programa de todos los que quieren seguir a Jesús.

• Los versículos del evangelio de hoy son, de nuevo, un comentario del evangelista para ayudar las comunidades a comprender mejor todo el alcance de las cosas que Jesús hizo y enseñó. Aquí tenemos otra muestra de aquellos tres hilos de los que hablamos ayer.

• Juan 3,31-33: Un refrán que vuelve siempre. A lo largo del evangelio de Juan, muchas veces aparece el conflicto entre Jesús y los judíos que contestan las palabras de Jesús. Jesús habla a partir de lo que oye del Padre. Es transparencia total. Sus adversarios, por no abrirse a Dios y por agarrarse a sus propias ideas aquí sobre la tierra, no son capaces de entender el significado profundo de las cosas que Jesús vive, dice y hace. Al final, este malentendido llevará a los judíos a detener y condenar a Jesús.

• Juan 3,34: Jesús nos da el Espíritu sin medida. El evangelio de Juan usa muchas imágenes y símbolos para significar la acción del Espíritu. Como en la creación (Gen 1,1), así el Espíritu baja sobre Jesús «como una paloma, venida del cielo” (Jn 1,32). ¡Es el inicio de la nueva creación! Jesús dice las palabras de Dios y nos comunica el Espíritu sin medida (Jn 3,34). Sus palabras son Espíritu y vida (Jn 6,63). Cuando Jesús se despide, dice que enviará a otro consolador, a otro defensor, para que se quede con nosotros. Es el Espíritu Santo (Jn 14,16-17). A través da su pasión, muerte y resurrección, Jesús conquistó el don del Espíritu para nosotros. A través del bautismo todos nosotros recibimos este mismo Espíritu de Jesús (Jn 1,33). Cuando apareció a los apóstoles, sopló sobre ellos y dijo: «¡Recibid el Espíritu!» (Jn 20,22). El Espíritu es como el agua que brota de dentro de las personas que creen en Jesús (Jn 7,37-39; 4,14). El primer efecto de la acción del Espíritu en nosotros es la reconciliación: «A quienes perdonan los pecados, quedarán perdonados; a quienes no perdonaréis sus pecados, quedarán atados» (Jn 20,23). Es Espíritu nos es dado para que podamos recordar y entender el significado de las palabras de Jesús (Jn 14,26; 16,12-13). Animados por el Espíritu de Jesús podemos adorar a Dios en cualquier lugar (Jn 4,23-24). Aquí se realiza la libertad del Espíritu de la que habla San Pablo: «Donde está el Espíritu allí hay libertad» (2Cor 3,17).

• Juan 3,35-36: El Padre ama al hijo. Reafirma la identidad entre el Padre y Jesús. El Padre ama al hijo y entrega todo en sus manos. San Pablo dirá que en Jesús habita la plenitud de la divinidad (Col 1,19; 2,9). Por esto, quien acepta a Jesús y cree en Jesús ya tiene la vida eterna, porque Dios es vida. Quien no cree en Jesús se pone a sí mismo fuera.

4) Para la reflexión personal

• Jesús nos comunica el Espíritu, sin medida. ¿Has tenido alguna experiencia de esta acción del Espíritu en tu vida?
• Quien cree en Jesús tiene vida eterna. ¿Cómo acontece esto en la vida de las familias y de las comunidades?

5) Oración final

Bendeciré en todo tiempo a Yahvé,
sin cesar en mi boca su alabanza;
Gustad y ved lo bueno que es Yahvé,
dichoso el hombre que se acoge a él. (Sal 34,2.9)

¡Por tu nombre, Señor!

Echaré las redes de mi vida,
para que otros tengan savia y en abundancia
Esperaré a que el sol se imponga sobre las tinieblas
y comprender que, no hay noche que dure una eternidad
Miraré al fondo de los acontecimientos
y confiare en que, Tú y sólo Tú,
eres quien iluminas las sombras de la existencia humana

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Me desgastaré, en cuerpo y alma,
para llevar almas y corazones a tu encuentro
para que, el mundo, tan colapsado de cosas como vacío de sentido
recupere la alegría que nos ofrece tu ser resucitado

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Mantendré firme mi amor y fe en Ti
para, luego, ser ardiente antorcha
que irradie luz y paz allá donde me encuentre
Mantendré firme mi esperanza en Ti
para que, el hombre que busca y no encuentra,
sepa que en Ti encontrará siempre una respuesta

¡POR TU NOMBRE, SEÑOR!

Te amaré hasta el final y, amándote como Tú mereces,
sembraré de fraternidad y de perdón mis caminos
de alegría y de belleza los corazones de los que te anhelan
de regocijo y de seguridad
los rostros cansados de tantos caminos retorcidos
Amén

Javier Leoz

Comentario del 2 de mayo

En su diálogo con Nicodemo, Jesús insiste en la veracidad de su testimonio, que hace coincidir con la veracidad de Dios puesto que en él habla el mismo Dios. El que viene de lo alto está por encima de todos –decía-. El que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Jesús alude a un misterioso origen de lo alto o del cielo que le sitúa por encima de todo el que tiene origen terreno. Y no es que él no haya nacido en la tierra –el mismo evangelio da testimonio de su nacimiento en la ciudad de Belén-; pero su origen primero lo pone en el cielo, que es la morada propia de Dios, su Padre.

De nuevo, encontramos aquí una referencia implícita a su filiación divina. Jesús tiene conciencia de su origen divino: él procede de Dios Padre como Hijo. Este origen le permite sentirse por encima de todos; y desde esta conciencia da testimonio. Su testimonio es, por tanto, fruto de una experiencia que implica conciencia de su origen divino. Jesús da testimonio de lo que ha visto y ha oído; pero, siendo un testimonio tan basado en la experiencia, nadie lo acepta, quizá porque la experiencia de los que recibimos el testimonio dista tanto de la del que lo da; de ahí que nos parezca increíble, porque increíble resulta que un hombre proceda del cielo y no de la tierra –aun contando con la hipótesis «científica» del origen extraterrestre de la vida en la tierra-.

Es verdad, resulta increíble; pero el que acepta este testimonio certifica la veracidad de Dios; porque Dios está manifestando su verdad en él, ya que el que viene de Dios como enviado por Él habla sus mismas palabras. En las palabras de Jesús está hablando el mismo Dios que no puede engañarse ni engañarnos, que es veraz. Su testimonio es, pues, manifestación y certificación de la veracidad de Dios, porque en él están las palabras de Dios, que son portadoras de su espíritu o de su ser, un espíritu sin medida, ya que éste es el espíritu que da Dios. Dios se da sin medida en su Hijo y en las palabras de su Hijo. Entre ambos hay una relación de amor y de confianza difícil de imaginar: El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.

Por eso la autoridad del Hijo está por encima de toda autoridad humana. Esta conciencia explica muchas de las actitudes de Jesús en presencia de los fariseos, o del sumo sacerdote, o de Pilato, o de Herodes. Es la conciencia que le hace sentirse por encima de todos; ello sin embargo no le hace ser menos humilde; al contrario, realza aún más su humildad y le engrandece todavía más en su humillación hasta la muerte y muerte de cruz. Siendo el testimonio de Jesús la expresión de la veracidad de Dios, debe ser creído para obtener lo que Dios quiere dar. Por eso es tan importante la fe, porque la fe es la puerta para la obtención del don divino. Sin fe, la recepción del don de la salvación sería algo involuntario y quizá despreciado o menospreciado. ¿Y cómo llamar salvación a algo que no aprecia el que la recibe?

Para llegar a poseer la vida eterna, que es el don que se nos promete, es preciso creer en ella; y para creer en ella hay que creer en el testimonio del Hijo que procede del cielo, morada del Dios eterno y, por tanto, de la vida –también eterna- de ese Dios. El que no crea al Hijo, no verá la vida, puesto que no creerá en ella, ni la deseará, ni la pedirá, ni la esperará, y en consecuencia no le será dada. Esta carencia de vida, que no es tanto una privación cuanto una no-donación, es esa ira de Dios que se hará presente en el que, por falta de fe, desprecia el don. La ira de Dios no es propiamente un castigo divino sobrevenido a resultas del desprecio inherente a la incredulidad, sino la consecuencia lógica del que por falta de fe rechaza la «increíble» vida que se le quiere dar. No nos expongamos a vivir en esta carencia por ese estúpido orgullo que alimenta nuestra incredulidad.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

Artículo 86. Será incumbencia de la Congregación para la Educación Católica emanar oportunamente normas especiales para estas Facultades o institutos, al igual que se ha dicho en los títulos precedentes para las Facultades de Teología, Derecho Canónico y Filosofía.

¿Me amas?

1.- Testimonio valiente. Las lecturas nos invitan hoy a reflexionar en el tema del testimonio. Los apóstoles comparecen a juicio ante el consejo del pueblo. Pedro toma la palabra en nombre de todos los apóstoles para reafirmar con valentía la fe en Cristo Jesús resucitado. La fuente de donde brota el derecho a la libertad de predicación es la muerte de Cristo. Jesús, por decisión de Dios, ha sido nombrado salvador de todos y colocado el primero de todos los salvados. Los que han perseguido a Jesús también perseguirán a los apóstoles. Proclamar la resurrección del Señor supondrá a los discípulos la dificultad de implantar el mensaje y la alegría del triunfo. La respuesta de Pedro da razón del valor que anima al apóstol: el hombre tiene que ser siempre fiel a Dios. La respuesta del apóstol es una denuncia, ya que obliga a tomar posición ante el mensaje. Así el acusado se convierte en acusador. La obediencia no es un acatamiento pasivo, sino saberse en línea con Dios y sacar de ahí ánimo necesario para lanzarse a la transformación del mundo. Muchos cristianos en el siglo XXI siguen dando su vida por Cristo. ¿Estás dispuesto tú a dar testimonio en tu oficina, en tu familia, ante tus amigos? El ambiente en que vivimos es difícil, pero hoy día el testimonio es más necesario que nunca.

2.- Amén, así sea. En la misma línea del testimonio del resucitado, Juan en el Apocalipsis ve a Cristo junto a Dios en la figura de un cordero: su nombre recuerda, a la vez, al cordero pascual y al siervo de Dios, que toma sobre sí los pecados del mundo. Parece degollado (muerte), pero está de pie (resurrección), vivo y eternamente vivo. Jesucristo, el Cordero inmolado, es el único en el cielo y en la tierra que merece recibir de Dios todo poder. Los coros de los ángeles entonan un cántico de alabanza, y a ellos se unen todas las criaturas del mundo visible. Toda la creación tributa un mismo canto a Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero. La última palabra en esta alabanza la pronuncian los cuatro vivientes. Con su «Amén» se cierra esta maravillosa liturgia, inmediata cercanía de Dios.

3.- Jesús te hace hoy la misma pregunta. El texto del evangelio de Juan está insertado, como un apéndice, en el cuadro de las apariciones pascuales, pero muestra su interés especial en Pedro y Juan, el discípulo amado. No se muestra el testimonio de esas dos personas en su dimensión individual, sino más bien en una dimensión representativa: Pedro representa la autoridad; el discípulo amado de Jesús, la comunidad. Según el autor, la base comunitaria es quien descubre antes a Jesús, y la autoridad es la que debe estar a la escucha de la primera. No puede la autoridad actuar al margen de la comunidad.

Los discípulos quedan invitados a participar del alimento que les ofrece el Señor resucitado. La celebración de la comida eucarística, eucaristía de culto y eucaristía de vida, es para el cristiano el lugar cumbre de la vivencia de la resurrección. Hoy Jesús resucitado se reúne con nosotros porque quiere hacernos comunidad, porque quiere renovarnos en la fe, porque quiere hacernos testigos. Como hizo con Pedro, la única pregunta que nos hace es si lo amamos, si lo queremos. Pedro le contestó desde el corazón: “Señor, Tú lo sabes todo. Sabes que te quiero.” Jesús lo sabe todo, sabe cuánto amamos, sabe cuánto deseamos darnos. Animémonos nosotros a contestar como Pedro la pregunta que le hace Jesús. Así lo expresa San Agustín en su sermón sobre este evangelio.

Amémosle, pues; nada tengamos en mayor aprecio. ¿Pensáis acaso que el Señor no nos hace la misma pregunta a nosotros? ¿Sólo Pedro, y no nosotros, mereció ser sometido a aquel interrogatorio? Cuando se lee esta lectura, cada cristiano sufre el interrogatorio en su corazón. En consecuencia, cuando escuchas al Señor que dice: Pedro, ¿me amas?, piensa en él como en un espejo y mírate. Pues ¿qué era Pedro, sino una figura de la Iglesia? Por tanto, cuando el Señor interrogaba a Pedro, nos interrogaba a nosotros, interrogaba a la Iglesia.

José María Martín OSA

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades. Fue de este modo: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás «el Mellizo», Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Le contestaron: «Nosotros también vamos contigo». Salieron y subieron a la barca. Aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tenéis algo que comer?». Le contestaron: «No». Él les dijo: «Echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla por la cantidad de peces. Entonces el discípulo preferido de Jesús dijo a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, al oír que era el Señor, se vistió, pues estaba desnudo, y se echó al mar. Los demás discípulos llegaron con la barca, ya que no estaban lejos de tierra, a unos cien metros, arrastrando la red con los peces. Al saltar a tierra, vieron unas brasas y un pescado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: «Traed los peces que acabáis de pescar». Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Tú quién eres?», pues sabían que era el Señor. Entonces Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que se apareció a los discípulos después de haber resucitado de entre los muertos.

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Pedro le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Jesús le dijo: «¡Apacienta mis corderos!». Por segunda vez le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Jesús le dijo: «¡Apacienta mis ovejas!». Por tercera vez le preguntó: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Pedro se entristeció porque le había preguntado por tercera vez si lo amaba, y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo». Jesús le dijo: «¡Apacienta mis ovejas!». «Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te sujetabas la túnica con el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, otro te la sujetará y te llevará adonde tú no quieras». Dijo esto para indicar con qué muerte iba a glorificar a Dios. Después añadió: «¡Sígueme!».

Juan 21, 1-19

Para hacer vida el evangelio

• ¿Conoces a alguna persona que puedas decir que es un verdadero seguidor de Jesús? Cuenta alguna situación de su vida en la que se vea que es seguidora de Jesús.

• ¿Cómo son los seguidores de Jesús? ¿Qué debemos hacer para seguir a Jesús?

• Escribe un compromiso sencillo que te ayude a ser una persona más seguidora de Jesús.

 

Oración

Ayúdame, Señor Jesús, a amarte,
para conocerte y seguirte
y así poder ser tu pregonero
en el mundo entero.
Ayúdame a amarte en cada acto
de mi vida,
en lo que haga y en lo que piense… siempre.
Perdón porque a veces mi amor

no es de todo corazón,
perdóname porque podría ser mi amor más grande.
Señor que en lo que haga y viva, donde esté,

siempre te ame de verdad.

Contigo, Señor, la vida es otra cosa

La vida cotidiana, vivida a tu lado,
se convierte en algo especial e intenso,
porque contigo, Señor, sale uno seguro
a buscar el sustento diario.

Contigo, Señor, las pequeñas cosas
se vuelven grandes, porque al llenarlas de Amor,
cobran importancia, se vuelven sagradas,
y se regalan gratuitamente.

Contigo, al salir con los compañeros
a trabajar es una tarea importante,
pues es en ellos en quien hay que volcar el amor,

con quien hay que saber gozar la vida.

Contigo, Señor, nadie que pase
a nuestro lado ha de resultar inadvertido,
pues es un hijo tuyo que nos mira,
nos vende, nos atiende, nos barre,
nos cuida y se regala.

Contigo, Señor, cada momento
se vuelve sublime,
cada encuentro se convierte en especial,
cada persona, en alguien que Tú envías
con algún mensaje o petición concreta.

Gracias, Señor, por llenarme
la vida de gentes,
por llenarme las gentes de detalles,
por llenarme los detalles de buenos ratos
y por hacerme llevaderas las dificultades.

Gracias, Señor, por estar ahí siempre,
por ir poniéndome las personas adecuadas
para vivir mejor cada situación,
para sacar lo mejor de mí y entregárselo.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo III de Pascua

• En la “aparición” de Jesús resucitado, como se nos narra en Emaús de Lucas, los discípulos no reconocen a Jesús enseguida (4): se quiere decir que Cristo resucitado sólo puede reconocerse por medio de la fe.

• El diálogo de Pedro con Jesús (15-19) nos pone ante el servicio en la Iglesia, un servicio de amor; misión que, ahora, se da en Pedro; nos recuerda lo que nos dice el mismo evangelista sobre el servicio del Buen Pastor (Jn 10).

• Todo lo que vive la Iglesia (misión, Eucaristía, ministerio pastoral) parte de la presencia (4) y del reconocimiento del resucitado (7).

• La misión evangelizadora de la Iglesia, la pesca (6-8), es el resultado de la presencia de Jesús. Los obreros del Evangelio dan fruto cuando permanecen unidos al Resucitado.

• La comida (Eucaristía), en la que esJesús quien tiene la iniciativa y quien la da (12.13), reconcilia al Señor con los discípulos, que lo habían abandonado.

• La confesión de fe de los discípulos (7)es fruto de la acción a la que Jesús les ha impulsado (6).

• Hay una serie de contrastes, en torno a la acción, la confesión de fe y la confesión de amor, con que juega el evangelista: noche/día; no pescar /pescar; no reconocer/afirmar la fe; no tener comida/tener pan y pescado.

• Los “no” -aquella noche no pescaron nada, no reconocieron a Jesús en aquel hombre que se detuvo junto al agua…-expresan que los Apóstoles están cerrados a todo, a causa de la experiencia de la muerte de Jesús. Nada va bien. No pescan. No ven nada más detrás de una persona cualquiera. Han quedado marcados por un fracaso.

• Sólo la intervención del Señor hace cambiar las cosas. Una intervención que pasa por algo tan sencillo y común como la petición de compartir su comida (5).

• El Señor interviene en la misma realidad negativa y oscura que están viviendo(3-6). Su acción tiene pasos:

– Primero les hace tomar conciencia de la realidad: “no tienen nada para comer” (5).

– Él les invita a volver a probarlo (6);esto es: que por muy negativa que veamos la realidad, no podemos quedarnos paralizados.

– Después Él toma la iniciativa preparando el almuerzo, preparando el convite e invitando (9-13): “vamos almorzad”. Es Él quien “toma el pan y se lo da”: la Eucaristía también es una acción en la que Jesús tiene la iniciativa y va delante. La Eucaristía re-hace las fuerzas y el amor a Jesús. La Eucaristía es experiencia de amor recibido y dado (15-19).

• La presencia del Resucitado lo ha cambiado todo. Él es el día, la luz que hace ver las cosas de otro modo. Él abre puertas. Habiéndolo reconocido uno ya no puede cerrarlas.

¿Cómo se reconoce al Resucitado?

Cuando he servido con total entrega a la persona. Así cuando en el v.7 se dice que Pedro «se ató la túnica» se está aludiendo alatarse el delantal tal como Jesús lo ha hecho en la Última Cena (13,4.5). Lo que equivaldría a decir: la única manera de reconocer al Resucitado es ponerse a servir, atarse el delantal y estructurar la vida desde el servicio al hermano. Servir es el modo de afirmar la fe en la Resurrección (más que en formas dogmáticas). Por eso no ha de extrañar que en esa comida con la que se sella la comunión con el Resucitado, Éste sea el que les sirva, uno a uno, personalmente: «Cogió el pan y se lo fue dando… «.

Comentario al evangelio – 2 de mayo

Continuamos presenciando las escenas de valentía de aquellos, discípulos y discípulas, que llenos de Espíritu Santo responsabilizan a las autoridades religiosas del asesinato de Jesús. A riesgo de sus vidas se saben conscientemente testigos del crucificado-resucitado.

Hemos de reconocer con agradecimiento que, en la Iglesia, siempre ha habido cristianos valientes capaces de denunciar la corrupción, la explotación y los abusos de poder. Pero, tristemente, en otras ocasiones la Iglesia se ha llamado al silencio y, mucho peor, a la complicidad frente a tantas injusticias sociales.

Las comunidades cristianas, llamadas a ser presencia viva de Dios, debemos recordar que «Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás. Si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad no pretendamos una vida cómoda, porque «quien quiera salvar su vida la perderá» (Mt 16,25)» (GE 90).

No es casual que el Papa Francisco nos urja a ser una «Iglesia en salida misionera» y en «las periferias», menos acomodada y más accidentada. Dejar los intereses particulares (apostando por el bien común) y la indiferencia (por la solidaridad testimoniada con obras) ha de ser una constante en comunidades impulsadas por el Espíritu del resucitado.

El evangelista Juan exhorta a las comunidades cristianas, expuestas a todo tipo de amenazas, a que no pierdan el ánimo y sigan siempre el camino de la verdad y de la vida que les marcó Jesús. Invitados estamos a fomentar una auténtica espiritualidad que nos haga más consistentes de nuestro compromiso a favor y en defensa de la vida.  ¿Qué haces para alimentar tu vida espiritual y tu compromiso profético?

Fredy Cabrera, cmf