Vísperas – Jueves III Pascua

VÍSPERAS

JUEVES III DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

SALMO 113

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18.21b-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle, diciendo:

Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.

  • Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
    — que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos creen en ti.
  • Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
    — levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.
  • Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
    — libra a los prisioneros y oprimidos, y da pan a los hambrientos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
    — concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad, concede a quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 9 de mayo

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has liberado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,44-51

Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»

3) Reflexión

• Hasta aquí el diálogo entre Jesús y la gente. De aquí en adelante, los líderes judíos empiezan a entrar en la conversación, y la discusión se hace más tensa.

• Juan 6,44-46: Quien se abre para Dios, acepta a Jesús y su propuesta. La conversación se vuelve más exigente. Ahora son los judíos, los líderes del pueblo que murmuran: «Este Jesús ¿no es el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que bajó del cielo?» (Jn 6,42) Ellos pensaban conocer las cosas de Dios. En realidad, no las conocían. Si fuesen realmente abiertos y fieles a Dios, sentirían dentro de sí el impulso de Dios que los atrae para Jesús y reconocerían que Jesús viene de Dios, ‘Pues está escrito en los Profetas: ¡Todos serán instruidos por Dios’. Todo aquel que escucha al Padre y recibe su instrucción viene a mí.

• Juan 6,47-50: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. En la celebración de la pascua, los judíos recordaban el pan del desierto. Jesús nos ayuda a dar un paso más. Quien celebra la pascua recordando solamente el pan que los padres comieron en el pasado, acabarán muriendo como todos ellos. El verdadero sentido de la Pascua no es recordar el maná caído del cielo, sino aceptar a Jesús como el nuevo Pan de Vida y seguir el camino que él nos enseñó. Ahora ya no se trata de comer la carne del cordero pascual, sino de comer la carne de Jesús, para que no perezca aquel que la come, sino que tenga ¡la vida eterna!

• Juan 6,51: Quien come de este pan vivirá eternamente. Y Jesús termina diciendo: «Yo soy el pan de vida bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.» En vez del maná y en vez del cordero pascual, somos convidados a comer el nuevo maná y el nuevo cordero pascual que es Jesús mismo que se entregó en la Cruz por la vida de todos.

• El nuevo Éxodo. La multiplicación de los panes aconteció cerca de Pascua (Jn 6,4). La fiesta de pascua era la memoria peligrosa del Éxodo, la liberación del pueblo de las garras del faraón. Todo el episodio narrado en este capítulo 6 del evangelio de Juan tiene un paralelo en los episodios relacionados con la fiesta de pascua, tanto con la liberación de Egipto como con la caminada del pueblo en el desierto en busca de la tierra prometida. El Discurso del Pan de Vida, hecho en la sinagoga de Cafarnaún, está relacionado con el capítulo 16 del libro del Éxodo que habla del Maná. Merece la pena leer todo este capítulo 16 del Éxodo. Percibiendo las dificultades del pueblo en el desierto, podemos comprender mejor las enseñanzas de Jesús aquí en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Por ejemplo, cuando Jesús habla de “un alimento que perece” (Jn 6,27) el está recordando el maná que se llenaba de gusanos y se pudría (Ex 16,20). Asimismo, cuando los judíos “murmuraban” (Jn 6,41), hacen lo mismo que los israelitas hacían en el desierto, cuando dudaban de la presencia de Dios en medio de ellos durante la travesía (Es 16,2; 17,3; Núm 11,1). La falta de alimentos hacía que la gente dudara de Dios y empezara a murmurar contra Moisés y contra Dios. Aquí también los judíos dudan de la presencia de Dios en Jesús de Nazaret y empiezan a murmurar (Jn 6,41-42).

4) Para la reflexión personal

• La eucaristía ¿me ayuda a vivir en estado permanente de Éxodo? ¿Lo estoy consiguiendo?
• Quien está abierto a la verdad encuentra en Jesús la respuesta. Hoy, mucha gente se aleja y no encuentra una respuesta. ¿Es culpa de quién? ¿De las personas que no quieren escuchar? ¿O de los cristianos que no sabemos presentar el evangelio como un mensaje de vida?

5) Oración final

Venid, escuchad y os contaré,
vosotros, los que estáis por Dios,
todo lo que ha hecho por mí.
Mi boca lo invocó,
mi lengua lo ensalzó. (Sal 66,16-17)

Comentario del 9 de mayo

San Juan pone en boca de Jesús estas palabras: Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Según esto, la fe otorga una ‘posesión’ de vida; y tiene su razón de ser. La fe no es un simple asentimiento a un testimonio; es adhesión y unión a la persona portadora (=testigo) de ese testimonio. En virtud de esta unión podemos tener acceso a la vida de esa persona. Y Jesús, en su persona, se ofrece como pan de vida o pan para la vida del mundo: Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Jesús se presenta como un ‘pan’ de mayor virtud y eficacia que el milagroso pan del maná que, siendo tan extraordinario, no evitó la muerte de quienes lo comieron. El que coma de él, en cambio, no morirá; porque la virtud de este pan vivo, bajado del cielo, lleva la impronta de la vida para siempre. No deja de ser, sin embargo, una vida que se alcanza a través de la resurrección y que, por tanto, implica el paso por la muerte. El que coma de este pan morirá, pero no morirá para siempre, porque vivirá para siempre. Y el pan que él es es su carne para la vida del mundo.

A partir de ahora, Jesús no se limitará a alimentar a los hambrientos y sedientos de Dios y de vida con su palabra; tampoco se limitará a multiplicar unos panes para saciar el estómago de una multitud desfallecida por el hambre. Él mismo, en persona, se ofrecerá como pan. Pero para convertirse en este pan del que los hombres puedan alimentarse, tiene que morir. Se trata de un pan que, para servir de alimento, tiene que dejarse masticar, triturar. Y esto implica la entera inmolación de la propia vida. Sólo así puede convertirse en alimento para el mundo. La correlación entre el pan, que él es, y su carne, para la vida de los que se nutran de él, es significativa.

La donación del pan supone la entrega de la propia carne, como pone de manifiesto en la última cena, cuando a la acción de tomar el pan y dárselo a sus discípulos incorpora estas palabras: Tomad y comed; esto es mi cuerpo(=carne) que se entrega por vosotros. No era un mero simbolismo. Su cuerpo sería literalmente destrozado en la cruz. Se sacrificaba realmente para ser pan para la vida del mundo. Pero el cuerpo entregado a la muerte sólo se convierte en pan para la vida del mundo cuando resucita de entre los muertos, no antes. En la eucaristía no comemos el cuerpo de un cadáver, sino de un resucitado, que proporciona la vida que posee en cuanto resucitado. Por eso puede dar vida eterna. Si esto es así, menospreciar el cuerpo de Cristo es privarse de unos «hidratos» o de unas «proteínas» que nos son muy necesarias para la vida eterna, si es que nos apetece vivir esta vida. Pero el «comer» en este caso implica la fe en Jesucristo como pan de vida y la gratitud por su entrega hasta la muerte; pues es el amor el que le ha llevado a convertirse en pan de vida para nosotros.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

Artículo 93. § 1. Será incumbencia de la Congregación para la Educación Católica, cuando pasando el tiempo lo pidan las circunstancias, proponer los cambios que se deban introducir en esta Constitución, a fin de que la misma se adapte continuamente a las nuevas exigencias de las Facultades eclesiásticas.

§ 2. Solo la Congregación para la Educación Católica podrá dispensar sobre la observancia de cualquier artículo de esta Constitución o de las Ordinationes, como también de los Estatutos y de los Planes de estudio aprobados por una Universidad o por una Facultad.

La valentía de anunciar el evangelio

1.- No fue fácil coger el testigo de Jesús en el anuncio del Evangelio. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran que, aunque el anuncio de la salvación ofrecida en Jesucristo a los judíos y a los gentiles se apoya en la misma Escritura, los judíos reaccionan desfavorablemente y promueven incesantes persecuciones en todas partes. La mayoría de los judíos se guían por la justicia de la ley y consideran una blasfemia lo que Pablo les anuncia sobre la gracia. Su segregacionismo religioso se llena de celos ante la generosa acogida que otorgan los gentiles a la nueva fe. No son capaces de reconocer la salvación de Jesucristo, que se ofrece a través de los apóstoles, los pastores que Dios envía para guiar a su pueblo. Hoy día tampoco es fácil ser testigo de Jesús en un mundo descristianizado e indiferente. Pero hacen falta pastores más que nunca que sean valientes y se comprometan en la tarea.

2.- No nos anunciamos a nosotros mismos. En las catacumbas los cristianos representaron a Jesús como el Pastor que lleva sobre su hombro a la oveja perdida. Los ministros –servidores– de la Iglesia asumieron este título de Jesús, entendiendo su misión como una prolongación de la de Jesucristo. El báculo del obispo se asemeja al cayado que utilizan los pastores para guiar con cariño y amor a sus ovejas. ¿Lo perciben así hoy día los cristianos? El pastor va por delante marcando el camino, acompañando, soportando fríos y calores, superando todos los contratiempos. Nunca debemos olvidar que Jesucristo es el auténtico Buen Pastor, al cual todos seguimos. No nos anunciamos a nosotros mismos, ni vamos por libre, somos enviados por Dios y por la comunidad a anunciar la Buena Noticia. No sembremos discordia o división por nuestros personalismos mal entendidos. Por eso nos recuerda San Agustín en el comentario a este evangelio: “Estén todos en el único pastor, anuncien todos la única voz del pastor, de modo que la oigan las ovejas y sigan a su pastor, no a éste o al otro, sino al único. Anuncien en él todos una sola voz; no tengan diversas voces. Os ruego, hermanos, que anunciéis todos lo mismo y no haya entre vosotros cismas (1 Cor 1,10). Oigan las ovejas esta voz liberada de todo cisma, expurgada de toda herejía, y sigan a su pastor que dice: Las ovejas que son mías, oyen mi voz y me siguen”.

3.- Distinguir los buenos y malos pastores La imagen que utiliza Jesús es muy sugestiva, aunque en una sociedad urbana como la nuestra quizá pase desapercibida y no tiene un significado tan rico como lo tenía en la civilización rural. Puede que alguno piense que la actitud que debemos tomar es la del “borreguismo”. Pero nada de esto quiere decir Jesús. Él siempre invita a seguirle, nunca obliga a nadie, sino simplemente respeta nuestra libertad. Si el buen pastor cuida de sus ovejas, debemos plantearnos esta pregunta: ¿nos dejamos guiar por el auténtico Pastor, o nos dejamos seducir por otras voces que nos engañan y se aprovechan de nosotros? ¿A quién seguimos?, ¿cómo distinguir al buen del mal pastor? Por sus obras, es decir por su entrega los conoceremos. Observemos qué es lo que buscan los pastores, veamos cómo sirven a los más necesitados, miremos su entrega y su generosidad, examinemos si su vida es consecuente con lo que predican.

4.- “La valentía de arriesgar por la promesa de Dios”. Hoy se celebra la LVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones cuyo tema es “La valentía de arriesgar por la promesa de Dios”. El Papa Francisco, recordando sus palabras en la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, reflexiona en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sobre cómo la llamada del Señor “nos hace portadores de una promesa y, al mismo tiempo, nos pide la valentía de arriesgarnos con él y por él”. Francisco señala que la vocación comporta “promesa” y el “riesgo”. Esto puede observarse contemplando la escena evangélica de la llamada de los primeros discípulos en el lago de Galilea. “La llamada del Señor –asegura el Papa– no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una ‘jaula’ o un peso que se nos carga encima”. Por el contrario, es la “iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos”.

José María Martín OSA

Yo doy la vida eterna a mis ovejas

Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen; yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; no me las arrebatará nadie de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es más que todas las cosas; y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa».

Juan 10, 27-30

Para meditar

Mis ovejas escuchan mi voz: Jesús dice que sus ovejas le escuchan. Es una buena oportunidad para pensar si de verdad escuchamos a Jesús, si tenemos en cuenta en lo que hacemos en nuestras vidas lo que Jesús nos dice.

Yo las conozco: Jesús dice que nos conoce a cada uno de nosotros. ¡Qué bonito es darse cuenta de que Jesús sabe de todos nosotros de forma personal, nos conoce a cada uno de nosotros.

Yo les doy la vida eterna: Jesús nos vuelve a recordar su muerte y resurrección por nosotros. No quiere que nunca olvidemos la verdadera razón de ser cristianos. No somos cristianos porque Jesús hubiese sido un hombre majo, sino porque es el Hijo de Dios y entregó su vida por nosotros.

Mi Padre es más que todas las cosas: nunca deja Jesús de recordarnos que a quien debemos mirar es a su Padre, que Él es el enviado de su Padre. Y que no hay nada mejor que su Padre.

Yo y el Padre somos la misma cosa: no se puede separar a Jesús de Dios. Jesús no fue un ídolo o un líder religioso o político. O un famoso. Jesús fue, es y será el Hijo de Dios y está vivo y vive entre nosotros, porque resucitó y venció a la muerte. Así todos nosotros podemos liberarnos de las cosas que nos pueden hacer caer en hacer cosas que hacen daño a los demás y que sabemos que no están bien.

Para hacer vida el evangelio

  • Jesús compara a los cristianos con un rebaño. Cuenta alguna vez que recuerdes que hayáis hecho algo juntos todas las personas de la parroquia.
  • ¿Es importante que los cristianos estemos unidos? ¿Qué cosas positivas tiene estar todos unidos?
  • Escribe un compromiso sencillo que favorezca que en tu parroquia se puedan hacer cosas entre todas las personas.

Oración

Yo doy la vida eterna a mis ovejas
Hoy, Señor Jesús,
me dices que Tú eres mi Pastor,
nuestro Pastor
y que formo parte de tu redil.
Por tanto, lo propio es escuchar
tus Palabras,
tomar en serio lo que me dices
conocerte y seguirte.
Yo, por voluntad tuya,
formo parte de tu redil.
Tú, Señor Jesús, has querido ser
nuestro Pastor.
Por ello ante todo quiero darte gracias
por esta situación tan benévola que nos regalas.
Es cosa tuya, gracias Señor Jesús.

Somos tu rebaño

Aquí estamos, Señor,
como ovejas que siguen al pastor,
a veces somos blancas, otras en cambio

nos sentimos la negra,
en unas ocasiones nos perdemos
y nos buscas con todo tu afán,
y en otras estamos junto a Ti,
seguras, tranquilas,
sabiendo que Tú nos llevas

a buen recaudo.

Queremos ser como las ovejas,
que te siguen por elección,

de manera adulta y pensada,
de forma única y elegida,

no infantilizados por ningún pastor,
sino invitados por Ti a la plenitud,
a la mayoría de edad,

a la decisión propia de seguirte,
a donde quiera que Tú vayas.
Somos la oveja que se pierde

y Tú abandonas a las otras,
hasta encontrarla.

Somos las ovejas fieles,
que a veces nos acostumbramos a Ti
y no gozamos de tus maravillas,

ni de la suerte de tenerte
de compañero,
ni de la alegría de vivir a tu lado.
Haznos ovejas alegres y cantarinas,
buenas compañeras de manada,
generadoras de relaciones cálidas

y de buen reparto del pasto para todos
Que no acaparemos el espacio común,
que compartamos todo lo que tenemos
que seamos tu rebaño querido,
ese que descansa, al caer la tarde,
tendido a tu alrededor,
sosegado por dentro,

por la misión cumplida.
Somos tu rebaño, Señor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo IV de Pascua

• «Escuchar su voz» y ser «conocidos por Él» (27): la relación ente Jesús. ysus discípulos está basada en el amor. Un amor personal. Un amor que viene del Padre (30). La adhesión a Jesús, cuya «voz» escuchan (27), es la característica de los discípulos. Ser discípulo es estar unido a Jesús, no sólo imitar su estilo de Vida. Conocer y amar a Jesucristo para seguirlo.

• Por tanto, la Iglesia, si es la comunidad de discípulos, no será dinamizada por relaciones de poder entre una jerarquía y un pueblo reducido a la categoría de rebaño de súbditos, ni por otras relaciones, también de poder, que puedan originar unos grupos de presión. La dinámica verdaderamente imparable y transformadora de la realidad, constructora del Reino de Dios en medio del mundo, vendrá de conocer y amar a Jesucristo. Esta relación con Jesús marcará las relaciones entre los miembros de la Iglesia y entre cada uno de sus miembros y las personas del propio medio donde viven, trabajan, luchan… Eso será evangelizador en cuanto puede convertirse en una invitación a conocer a Jesús (Jn 13,35).

• «Yo les doy la vida» (28): ¡es la Pascua! Jesús expone, arriesga su vida para defender a «sus ovejas» (27). Es decir, ante los excluyentes, o sea, los que dividen favoreciendo a unos y excluyendo a otros, Jesús se compromete, se acerca a los marginados, a los enfermos, a los pobres… come con los tachados de pecadores y los incorpora a su equipo… El Resucitado está con todos. Acogerlo es poder dar la vida por los demás, como Él. Así, cuando la Iglesia dice que Dios-está-con-nosotros (Mt 1,23; 28.20), estará diciendo un «nosotros» integrador. Y, al contrario, si la vida de la comunidad no es integradora de los excluidos de la sociedad, el nosotros sólo lo podrá decir con la boca pequeña, y con cara de vergüenza. 

• «Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre» (30). Con estas palabras Jesús subraya la importancia de cada una de las personas que el Padre le ha confiado. Ello hace caer en la cuenta de la importancia de todos aquellos proyectos pastorales que ponen en el centro a las personas con sus circunstancias. Proyectos que, porque las personas son importantes, dan importancia al mundo, a la sociedad, al trabajo, a las relaciones sociales, a la lucha por la dignidad… Proyectos que priorizan a los más empobrecidos, a los más explotados… Puesto que tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna(Jn 3,16).

• «Yo y el Padre somos uno» (30). Y la voluntad del Padre y del Hijo es que sean uno, como nosotros (Jn 17,11). La unidad en el amor fraterno es un fruto, que hay que recoger (Jn 15,1-17), de la comunión de amor que une al Padre y al Hijo.

Comentario del evangelio – 9 de mayo

En la primera lectura Lucas nos sigue presentando de forma cuidadosa la difusión del Evangelio, lo hace con categorías teológicas cada vez más distantes del judaísmo oficial. En el texto de hoy aparece un etíope, es un personaje que viene de lejos, no-judío desde el punto de vista étnico, desde los parámetros de la comunidad judía es un prosélito. Es un eunuco, uno que según el Deuteronomio no puede ser admitido a la comunidad del Señor, pero que desde el texto de Isaías no será excluido.

Felipe es enviado por el ángel del Señor a este personaje, el Espíritu lo guía a la obra que debe cumplir desde su mediación apostólica. A partir de la profecía de Isaías sobre el siervo sufriente Felipe mete en consideración la misión salvífica del Evangelio, abriendo los ojos a la inteligencia plena de la Escritura. La gran pregunta es: «¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». La primera comunidad cristiana relee a la luz de la Escritura y sobre todo de los profetas la vida de Jesús. Por medio de la mediación eclesial y con la gracia de Dios se abre el don de la fe que se sella con el bautismo, de donde brota una vida nueva que lleva a la salvación.

En el Evangelio de Juan seguimos profundizando en el discurso del «Pan de vida», el evangelista coloca las expresiones: «Yo soy el pan de la vida», «Yo soy el pan vivo bajado del cielo». Este «Yo soy» hace referencia a la revelación de Yahveh a Moisés en el Monte Sinaí. Con ello se nos quiere indicar la identidad divina de Jesús en medio de una realidad tan humana como el pan y el acto de alimentar. En Jesús Resucitado se nos revela una vida autenticamente nueva que vence la muerte. El Hijo es la mediación que nos conduce al Padre, escuchar y ver al Hijo es escuchar y ver al Padre, esta experiencia es la que nos conduce a la vida en plenitud.

Este texto y en su conjunto todo el discurso del Pan de vida (Jn 6, 22-51) puede ser leido en relación con el Prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1, 1-18). En esa relación descubrimos que la carne-pan que Jesús nos da es su Palabra. Esta sacramentalidad nos ayuda a redescubrir a Jesús Resucitado realmente presente también en su Palabra. Esto encierra un dinamismo, como lo celebramos en cada Eucaristía, donde la Palabra se convierte en pan, el cuerpo de Jesús que nos alimenta. ¿Descubro la presencia de Jesús en su Palabra? ¿Soy capaz de escuchar la Palabra de Dios con la misma reverencia como cuando voy a comulgar? Pidamosle al Señor que su Palabra sea el corazón de nuestra espiritualidad.

Edgardo Guzmán, cmf.