Vísperas – San Matías

VÍSPERAS

SAN MATÍAS, apóstol

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Benditos son los pies de los que llegan
para anunciar la paz que el mundo espera,
apóstoles de Diso que Cristo envía,
voceros de su voz, grito del Verbo.

De pie en la encrucijada dle camino
del hombre peregrino y de los pueblos,
es el fuego de Dios el que los lleva
como cristos vivientes a su encuentro.

Abrid pueblos, la puerta a su llamada,
la verdad y el amor son don que llevan;
no temáis, pecadores, acogedlos,
el perdón y la paz serán su gesto.

Gracias, Señor, que el pan de tu palabra
nos llega por tu amor, pan verdadero,
gracias, Señor, que el pan de vida nueva
nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén.

SALMO 115: ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO

Ant. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. Aleluya.

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»

¿Cómo pagarél al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. Aleluya.

SALMO 125: DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Ant. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Aleluya.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Aleluya.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Aleluya.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Aleluya.

LECTURA: Ef 4, 11-13

Cristo ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

RESPONSORIO BREVE

R/ Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.
V/ Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.

R/ Sus maravillas a todas las naciones.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Contad a los pueblos la gloria del Señor. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuesto fruto dure. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuesto fruto dure. Aleluya.

PRECES

Hermanos, edificados sobre el cimiento de los apóstoles, oremos al Padre por su pueblo santo, diciendo:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.

  • Padre santo, que quisiste que tu Hijo, resucitado de entre los muertos, se manifestara en primer lugar a los apóstoles,
    — haz que también nosotros seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo.
  • Padre santo, que enviaste a tu Hijo al mundo para dar la Buena Noticia a los pobres,
    — haz que el evangelio sea proclamado a toda la creación.
  • Tú que enviaste a tu Hijo a sembrar la semilla de la palabra,
    — danos también a nosotros sembrar tu semilla con nuestro trabajo, para que, alegres, demos fruto con nuestra perseverancia.
  • Tú que enviaste a tu Hijo para que reconciliara el mundo contigo,
    — haz que también nosotros cooperemos a la reconciliación de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que has sentado a tu Hijo a tu derecha, en el cielo,
    — admite a los difuntos en tu reino de felicidad.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que quisiste agregar a san Matías al colegio de los apóstoles, concédenos, por sus ruegos, que podamos alegrarnos de tu predilección al ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 14 de mayo

1) Oración inicial

Señor Dios todopoderoso, que, sin mérito alguno de nuestra parte, nos has hecho pasar de la muerte a la vida y de la tristeza al gozo; no pongas fin a tus dones, ni ceses de realizar tus maravillas en nosotros, y concede a quienes ya hemos sido justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 15,9-17

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»

3) Reflexión

• La reflexión sobre la parábola de la vid comprende los versículos de 1 a 17. Ayer meditamos los versículos de 1 a 8. Hoy meditamos los versículos de 9 a 11. Pasado mañana, el evangelio del día salta los versículos de 12 a 17 y empieza desde el versículo 18, que habla de otro tema. Por esto, incluimos hoy un breve comentario de los versículos de 12 a 17, pues en estos versículos despunta la flor y es aquí donde la parábola de la vid muestra toda su belleza.

• El evangelio de hoy es de apenas tres versículos, que dan continuidad al evangelio de ayer y arrojan más luz para aplicar la comparación de la vid a la vida de las comunidades. La comunidad es como una vid. Pasa por momentos difíciles. Es el momento de la poda, momento necesario para que produzca más fruto.

• Juan 15,9-11: Permanecer en el amor, fuente de la perfecta alegría. Jesús permanece en el amor del Padre observando los mandamientos que de él recibió. Nosotros permanecemos en el amor de Jesús observando los mandamientos que él nos dejó. Y debemos observarlos del mismo modo que él observó los mandamientos del Padre: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” Y en esta unión de amor del Padre y de Jesús está la fuente de la verdadera alegría: “Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado”.

• Juan 15,12-13: Amar a los hermanos como él nos amó. El mandamiento de Jesús es uno solo: «¡amarnos unos a otros como él nos amó!» (Jn 15,12). Jesús supera el Antiguo Testamento. El criterio antiguo era: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 18,19). El nuevo criterio es: «Amaros unos a otros como yo os he amado”. Aquí Jesús dice la frase: «¡No hay amor más grande de aquel que da la vida para sus hermanos!»

• Juan 15,14-15 Amigos y no siervos. «Seréis mis amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”, a saber, la práctica del amor hasta el don total de sí. En seguida, Jesús coloca un ideal altísimo para la vida de los discípulos y de las discípulas. Y les dice: » No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer». Jesús no tenía secretos para sus discípulos y sus discípulas. Todo lo que ha oído del Padre nos lo cuenta. Es éste el ideal bonito de la vida en comunidad: llegamos a la total transparencia, al punto de no tener secretos entre nosotros y de podernos confiar totalmente el uno en el otro, de podernos compartir la experiencia que tenemos de Dios y de la vida y, así, enriquecernos mutuamente. Los primeros cristianos conseguirán realizar este ideal durante algunos años. Ellos «eran un solo corazón y una sola alma» (He 4,32; 1,14; 2,42.46).

• Juan 15,16-17: Fue Jesús quien nos eligió. No fuimos nosotros quienes elegimos a Jesús. Fue él quien nos encontró, nos llamó y nos dio la misión de ir y de dar fruto, fruto que permanezca. Nosotros necesitamos de él, pero también él quiere precisar de nosotros y de nuestro trabajo para poder continuar haciendo hoy lo que él hizo para el pueblo de Galilea. La última recomendación: «¡Esto os mando: que os améis unos a otros!»

• El Símbolo de la Vid en la Biblia. El pueblo de la Biblia cultivaba viñas y producía un buen vino. La recogida de la uva era una fiesta, con cantos y danzas. Fue de allí que tuvo origen el canto de la viña, usado por el profeta Isaías. El compara el pueblo de Israel con una viña (Is 5,1-7; 27,2-5; Sal 80,9-19). Antes de él, el profeta Oseas ya había comparado a Israel con una viña exuberante que cuanto más frutos producía, más multiplicaba sus idolatrías (Os 10,1). Este tema fue también utilizado por Jeremías, que comparó Israel a una viña bastarda (Jer 2,21), de la que iban a ser arrancados los ramos (Jer 5,10; 6,9). Jeremías usa estos símbolos porque él mismo tuvo una viña que fue pisada y devastada por los invasores (Jer 12,10). Durante el cautiverio de Babilonia, Ezequiel usó el símbolo de la vid para denunciar la infidelidad del pueblo de Israel. Contó tres parábolas sobre la vid: a) La vid quemada que ya no sirve para nada (Ez 15,1-8); b) La vid falsa plantada y protegida por dos aguas, símbolos de los reyes de Babilonia y de Egipto, enemigos de Israel (Ez 17,1-10). c). La vid destruida por el viento oriental, imagen del cautiverio de Babilonia (Ez 19,10-14). La comparación de la vid fue usada por Jesús en varias parábolas: los trabajadores de la viña (Mt 21,1-16); los dos hijos que deben trabajar en la viña (Mt 21,33-32); los que alquilaron una viña, no pagaron el dueño, espantaron a sus siervos y mataron a su hijo (Mt 21,33-45); la higuera estéril plantada en la viña (Lc 13,6-9); la vid y los sarmientos (Jn 15,1-17).

4) Para la reflexión personal

• Somos amigos y no siervos. ¿Cómo vivo esto en mi relación con las personas?
• Amar como Jesús nos amó. ¿Cómo crece en mí este ideal de amor?

5) Oración final

Cantad a Yahvé, bendecid su nombre!
Anunciad su salvación día a día,
contad su gloria a las naciones,
sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2-3)

¡Gracias, Pastor bueno!

¡Gracias, Pastor bueno!
Porque en tus hombros recoges

lo bueno y lo mezquino de mi vida;
porque cargas sobre ti
la pobreza de mis intentos
y los fracasos de mis incumplidas palabras;
porque frente a senderos
que me llevan al desconcierto
pusiste ante mis ojos caminos que me enseñan
la alegría y la vida,
la generosidad y la esperanza.

¡Gracias, Pastor bueno!
Porque sigo teniéndote

como amigo que nunca falla,
como el Dios que siempre espera,
como el Señor que me conduce,
en mi inconsciencia habitual,
hacia prados donde nunca es invierno,
hacia fuentes que sacian mi sed,
hacia pastos que tienen germen de cielo.

¡Gracias, Pastor bueno!
Porque llevas mi nombre escrito

en la palma de tu mano.
Ayúdame a descubrir la gratuidad de tu amor,
la entrega generosa, el don de la vida que se regala.
Quiero compartir tu sueño
de construir un mundo justo,
donde haya pan para todos y donde
la libertad ilumine la vida de todo ser humano.

¡Gracias, Pastor bueno!
Porque pasaste haciendo el bien,

viviendo la misericordia en la atención a los enfermos,
la inquietud en la búsqueda de los marginados,
la justicia en la denuncia de las injusticias,
la confianza en la apertura al Dios de la vida,
la delicadeza en la enseñanza a tus discípulos,
el gozo en el anuncio de un Reino para todos.

Dame tu Espíritu, Señor,
para seguirte como familia de tu misma familia,
para imitar tu entrega generosa,
para vivir ilusionado el camino que conduce al amor.

¡Gracias, Pastor bueno!

Comentario del 14 de mayo

Decía Jesús a sus discípulos: Este es mi mandamiento –como si no hubiera otro-: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Parece un contrasentido proponer el amor como un mandamiento: mandar amar. Pero ¿no es el amor algo que surge espontáneamente por razón del valor del objeto amado y de la unión (parentesco, amistad, enamoramiento, filiación) que nos mantiene ligados a ese objeto? Puede que sea así; no obstante, hasta ese amor necesita del refuerzo de la voluntad para su salvaguarda, mantenimiento y acrecentamiento, voluntad en la re-valorización del objeto amado y en el reforzamiento de la unión existente con el mismo. Y tratándose de un amor tan exigente con el de Jesús, amor oblativo y hasta el extremo, el papel de la voluntad es inexcusable: uno tiene que querer amar en este modo; uno tiene que proponerse realmente amar como Cristo nos ha amado; y aún así, no le será posible amar en este modo sin la ayuda del que lo manda.

Ya el mandato es una ayuda –no sólo una indicación conductual o un imperativo-; pero al mandato debe unirse la motivación y la fuerza impulsora. ¿Por qué amar en este modo que implica tantas renuncias? Todo amor implica renuncias y posesiones; pero este amor, el más grande, supone la donación de la entera vida. Así nos ha amado Jesús. Hay diferentes tipos de amor, pero en todos ellos se da y se recibe vida; en realidad, sólo se puede dar lo que antes se ha recibido. El amor también es siembra y la siembra es siempre producto de una cosecha. Se siembra de lo que se ha recogido y se recoge de lo que se ha sembrado. Y en el amor nunca se puede perder de vista el bien: el bien que se desea y se procura a la persona amada y el bien que se busca en ella.

La recompensa del amor –hasta del más desinteresado- es un beneficio tanto para el amante como para el amado, puesto que el bien del amado es también bien del amante. El amante que da la vida por el amado experimenta esta donación como un bien para sí mismo, aunque le suponga una gran pérdida en su vida. En realidad, la reciprocidad del amor hace del amado amante y del amante amado. Y el amor más grande es el que se revela en la donación de la propia vida por los amigos, o incluso por los enemigos, a quienes se quiere transformar en amigos en virtud del poder transformante del mismo amor. Esto es lo que nos dice san Pablo que hizo Jesús: entregar su vida también por sus enemigos, incluidos los que le arrebataban la vida: Padre –decía-, perdónalos porque no saben lo que hacen. Nosotros estaremos entre sus amigos si hacemos lo que nos manda, es decir, si sintonizamos con su voluntad o si tenemos en cuenta su querer en diferentes modos manifestado: no un querer arbitrario y egoísta, sino un querer que persigue exclusivamente nuestro bien.

Pero lo que nos hace amigos de Jesús no es en primer término el cumplimiento de sus mandatos o la atención a su voluntad, sino otra cosa que no depende de nosotros sino de aquel que decide incorporarnos a su amistad. Prestemos atención a sus palabras: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Llama «amigos» a los que ha hecho partícipes de su propia intimidad, como nosotros, que consideramos amigos a los que comparten muchas cosas de nuestra vida más íntima o personal. La amistad es concebida, pues, como un grado de participación en la propia vida.

Y eso se produce con la comunicación; en el caso de Jesús, dando a conocer a sus discípulos y amigos su experiencia de relación –lo que ha oído- con su Padre, lo más íntimo que hay en él. Si la amistad con Jesús depende de esta comunicación personal, no podremos ser amigos suyos si no se da tal comunicación y, por tanto, si no nos elige para compartir con él su intimidad. De ahí que diga: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. La elección como amigos no se queda en la simple incorporación a un círculo de amistad; tiene como objetivo la fructificación y con ella la cosecha de nuevos amigos para él. La relación con él es tan estrecha y necesaria –como la del sarmiento con la vid- que sin ella no es posible la fructificación cristiana. La elección nos capacita y nos destina para dar fruto y para que ese fruto sea duradero. Hay frutos humanos muy duraderos (una teoría científica, una filosofía, una obra maestra de literatura, una catedral, una sinfonía, una obra de arte, etc.); pues bien, Jesús pretende que el fruto de sus elegidos tenga duración no sólo temporal, sino eterna; pues el amor no pasa nunca.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

IV

Las Facultades eclesiásticas —ordenadas al bien común de la Iglesia y que deben considerarse como algo precioso para toda la comunidad eclesial— deben formarse una conciencia clara de su importancia en la Iglesia y de la parte que les corresponde en el ministerio de ésta. En particular, aquellas que tratan específicamente de la Revelación cristiana, recuerden también el mandato que Cristo, Supremo Maestro, dio a la Iglesia acerca de este ministerio, con estas palabras: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a practicar todo cuanto os he mandado» (Mt 28, 19-20).

Considerando todo lo cual, se sigue la intrínseca relación que une estas Facultades a la íntegra doctrina de Cristo, cuyo auténtico intérprete y custodio ha sido siempre en el correr de los siglos el Magisterio de la Iglesia.

Las Conferencias Episcopales, existentes en las diversas naciones y regiones, sigan con asiduo cuidado su desarrollo, fomentando al mismo tiempo en ellas la fidelidad hacia la doctrina de la Iglesia, para que den a toda la comunidad de los fieles el testimonio de un espíritu completamente entregado al mencionado mandato de Cristo. Este testimonio deben hacerlo patente constantemente ya la Facultad en cuanto tal, ya todos y cada uno de sus miembros; porque las Universidades y las Facultades eclesiásticas están constituidas para la edificación de la Iglesia y el bien de los fieles: lo cual han de tener siempre presente como criterio de su importante labor.

Los profesores principalmente, sobre los que recae una gran responsabilidad, en cuanto que desempeñan un peculiar ministerio de la Palabra de Dios y son maestros de la fe de sus alumnos, sean para éstos y para todos los fieles de Cristo, testigos de la verdad viva del Evangelio y modelos de fidelidad a la Iglesia. Conviene recordar a este propósito aquellas ponderadas palabras del Papa Pablo VI: «El oficio de teólogo se ejercita para la edificación de la comunión eclesial y a fin de que el Pueblo de Dios crezca en la práctica de la fe»[99].


[99] Pablo VI, Epist. Le transfert à Louvain-la-Neuve, ad Magnificum Rectorem Universitatis Catholicae Lovaniensis, d. 13 de septiembre de 1975 (Cf. L’Osservatore Romano, 22-23 de septiembre de 1975); Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, 19: AAS 71 (1979), págs. 305 ss.

Recursos – Domingo V de Pascua

PRESENTACIÓN DE UN RAMO DE FLORES DE ALMENDRO

(El ramo puede ser de flores de cualquier árbol y lo puede ofrecer cualquiera de las personas adultas de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este hermoso ramo de flores, que es símbolo, sin embargo, de lo que les sucede a quienes no están unidos a Cristo, pues su belleza desaparece en breve tiempo. Las flores se marchitan y quedan desnudas las ramas, que entran también en un proceso de muerte. Señor, nosotros y nosotras no queremos ser tan hermosos o hermosas como este ramo de flores, pero sí queremos, si Tú así nos lo concedes, vivir como tu Hijo lo hizo, por la gracia que nos concedes a través de Él.

PRESENTACIÓN DE UNAS TIJERAS DE PODAR

(Otra persona adulta presenta unas tijeras de podar. Puede ser de sexo distinto al que ha hecho la ofrenda anterior)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, te traigo estas tijeras de podador. Todos y todas conocemos cuál es su finalidad y cómo, matando lo superfluo, generan nueva y más vigorosa vida. También sabemos que la permanencia en tu Hijo Jesucristo nos pone en situación de poda, de morir para resucitar. Que las dificultades de la poda no nos hagan desistir de vivir en Jesucristo, de imitarle y de identificarnos con Él.

PRESENTACIÓN DE UN BEBÉ

(Esta ofrenda la debe hacer la propia madre del niño o de la niña)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy el fruto de mis propias entrañas. Permaneció en ellas durante nueve largos meses, dependiendo en todo y por todo de mí. Aún sigue dependiendo, pues es un ser tan frágil que sin mí no sería capaz de sobrevivir. Soy consciente, sin embargo, de que el niño (la niña) es un proyecto de persona distinto, el que ha de favorecer su desarrollo. Así queremos todos nosotros y nosotras, Señor, ser en unión a tu Hijo Jesucristo. De él recibimos la vida, pero nosotros y nosotras hemos de ser protagonistas y libres para vivirla. Edúcanos, Señor, en la libertad y la responsabilidad.

PRESENTACIÓN DE UN MAPA O PLANO DE UNA CIUDAD

(Da lo mismo que sea un mapa de carreteras que un plano de una ciudad, y que haga la ofrenda cualquier miembro de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy este mapa (plano), ayuda para los y las que no encuentran los caminos. También los hombres y mujeres de hoy, nosotros mismos, buscamos con ansiedad el sentido de nuestras personas y de nuestras vidas; muchos de ellos y de ellas ni siquiera lo encuentran.

Al ofrecerte hoy este signo, nosotros y nosotras queremos hacer pública confesión de que tu Hijo, Jesucristo, es nuestro mejor y único mapa para saber cuáles son los caminos de nuestra vida, pues Él los recorrió primero. Te pedimos hoy, sin embargo, que, si se hace la oscuridad en nuestras vidas o surgen la duda y la tentación, Tú nos ilumines para recuperar, en y por tu Hijo Jesucristo, nuestro sentido.

PRESENTACIÓN DE UNA PIEDRA

(Sin exagerar en el tamaño, sí que debiera verse que es un material de construcción. Debe hacer la ofrenda alguien de la comunidad que esté relacionado con esa actividad humana)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, por mi trabajo sé bien lo que te traigo y para lo que sirve. Es una piedra, y la usamos para construir con solidez. Como ella, y aún más porque es la clave, es tu Hijo Jesucristo para nuestra comunidad y para la Iglesia. Gracias a Él se sostiene todo el edificio y, en él, encuentra su sentido.

Al hacerte hoy esta ofrenda, quiero, en nombre de toda la comunidad, ofrecerte nuestro edificio espiritual, el Cuerpo de tu Hijo que se «encarna» en nuestra parroquia (comunidad). Y con ella, va nuestro compromiso de ser testigos de tu Hijo resucitado en medio de este mundo. Nuestra experiencia de unidad entre nosotros y nosotras y de servicio al mundo quiere ser nuestro ofrecimiento.

Oración de los fieles – Domingo V de Pascua

Necesitamos permanecer junto a Cristo, injertados en Cristo para dar fruto. Nuestra plegaria estará entonces regada con su sangre que es la savia que nos da la vida a los sarmientos. Respondemos diciendo:

SEÑOR, PERMANECE JUNTO A NOSOTROS

1. – Por el Papa Francisco, para que siga alentando a los corazones de su Iglesia con la fuerza que da el Evangelio de Cristo. OREMOS

2. – Por los gobernantes y los dirigentes de las naciones para que su labor no se quede en palabras y atiendan a su pueblo de verdad y con obras. OREMOS

3. – Por todos aquellos que dedican su vida a extender la fe cristiana por aquellos lugares que aún no la conocen, para que su labor tenga fruto abundante. OREMOS

4. – Por los enfermos y necesitados para que sientan como Jesús “lo hace todo nuevo” y encuentren la salud y la solución a sus problemas. OREMOS

5. – Por todos los cristianos para que como nos mandó Jesús sea nuestra mayor preocupación el amar a los demás. OREMOS

6. – Pidamos que el Espíritu de la paz sople sobre aquellos lugares que tanta necesidad tienen de ella. OREMOS

7.- Por todos nosotros, presentes en la Eucaristía, para que vivamos el tiempo de Pascua como forma de nuestra Resurrección personal al mundo que Cristo nos ofrece. OREMOS

Señor, envía tu misericordia y clemencia sobre este mundo que tanto necesita de ellas y atiende con tu infinita bondad estas plegarias que te hemos presentado. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.


Señor, sabemos lo fácil que es creer cuando todo nos sonríe pero Tú sabes que cuando llega la prueba nos tambaleamos y caemos. Por eso venimos a poner en tus manos nuestras necesidades porque sabemos que eres el único que puede transformarlas.

SEÑOR, AYÚDANOS A AMAR COMO TÚ AMAS.

1. – Por la Iglesia insertada en un amplio abanico de pluralidades y exigencias; para que sea capaz, con su entrega, de mostrar al mundo cual es el auténtico amor, amando como Jesús amó. OREMOS.

2. – Por el Papa, pastor incansable y trasmisor del verdadero rostro de Cristo en el mundo; para que el Señor le infunda su fuerza, y su apoyo, en estos viajes tan importantes para él, como el de Brasil, por ejemplo, y le dé su gracia para que siga llevando a todos el amor, la misericordia y la bondad del Padre. OREMOS

3. – Por todas las personas víctimas de la violencia, por terrorismo, malos tratos, daños psicológicos, discriminación, marginación; para que el Señor ponga en su corazón amor y perdón a fin de que no paguen a sus agresores del mismo modo. OREMOS

4. – Por todos los causantes de estos daños; para que el Resucitado toque su corazón y lo restaure a fin de que la paz y la concordia empiecen a presidir nuestro mundo. OREMOS

5. – Por los esposos, los hijos, los hermanos que han roto los lazos del amor por malos entendidos; para que el amor de Cristo les devuelva el auténtico amor basado en el diálogo, la confianza, y el perdón. OREMOS

6. – Por todos los que estamos compartiendo esta eucaristía; para que caigamos en la cuenta de que no podemos acercarnos a recibir a Cristo si antes no amamos de verdad, no perdonamos de verdad, no ayudamos de verdad, y no nos arrodillamos para servir a todos. OREMOS

Señor te pedimos que nos ayudes a llevar a cabo todo esto que te hemos presentado, para que el mundo te conozca por nuestro testimonio y nuestras obras.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – 14 de mayo

«Yo soy el Pastor», dice el Señor. Y no necesita decir ni hacer nada más, porque Él es pastoreando. Las ovejas no precisan que el pastor hable u obre de este o aquel modo para convencerse de su compañía: el pastor es con ellas y ellas viven serenamente en su presencia. La tarea del pastor no es persuadir a, sino estar con. Así pues, no sirve de nada reclamar a Dios que se haga valer frente a nosotros; el secreto de la vida y de la fe es, más bien, el contrario: solo quien se convierte en oveja percibe al Pastor, solo quien es capaz de estar junto al Pastor se reconoce a sí mismo como cordero. Conocer a quien está presente, seguir a quien nos llama…

Sin embargo, frente al valor de la presencia y del seguimiento, los judíos que aparecen en el evangelio de hoy anteponen el ansia de seguridad y de autoafirmación. No parecen capacitados para ver y escuchar al que es y está, sino que, urgidos por un deseo insano y virulento, rodean a Jesús y lo inquieren con frustración. Su ansiedad es tantas veces la nuestra… Qué sencillo es volverse presa de la desesperación o el frenesí. Como si la impaciencia hubiese abierto alguna vez las puertas de la vida… Rodeamos acuciosos a cuantos creemos que pueden procurarnos algo de consuelo o de felicidad… ¡incluso al mismo Dios! Le zarandeamos en nuestro interior para que venga, cuando Él nunca se ha ido. Y todos nuestros intentos resultan vanos, porque no hay nada más infructuoso para quien busca a Dios que vivir en la exigencia.

El célebre Prometeo de la mitología griega entendió la fe como un doble arrebato: el de la soberbia que moviliza nuestra alma como un torbellino irrefrenable y el de la irreverencia que pretende hurtar a Dios lo que solo Él puede regalar. Prometeo, el ladrón del fuego sagrado, jamás pensó que sus dioses pudiesen ser pastores. No así Jesús, hombre manso y humilde de corazón que, sabiendo que «nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre», ofrecía todo lo de Dios con su sola presencia, con su solo pastoreo.

Cuando comprendieron esta verdad, los discípulos dejaron de buscar angustiados al Señor en el sepulcro. Y comenzaron a percibirlo allí donde se le encuentra: en cada hombre que se abre a su voz, que se adhiere a su compañía. Ya en Jerusalén o en Antioquía, en el pórtico del templo o en los confines del orbe.

Adrián de Prado Postigo, cmf