Vísperas – San Isidro labrador

VÍSPERAS

MIÉRCOLES IV DE PASCUA
SAN ISIDRO, labrador

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Dichosos los que oísteis la llamada
al pleno seguimiento del Maestro,
dichosos cuando puso su mirada
y os quiso para amigo y compañero.

Dichosos si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para seguirle a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.

Dichosos mensajeros de verdades,
marchando por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.

Dichosos, del perdón dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.

SALMO 138: DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES Y LO VE TODO

Ant. La noche será clara como el día. Aleluya.

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. La noche será clara como el día. Aleluya.

SALMO 138

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Aleluya.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido potentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hata el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío,, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los dos por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a pureba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Aleluya.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

LECTURA: Rm 8, 28-30

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor es justo y ama la justicia. Aleluya, aleluya.
V/ El Señor es justo y ama la justicia. Aleluya, aleluya.

R/ Los buenos verán su rostro.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor es justo y ama la justicia. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Siervo bueno y fiel, pasa al banquete del Señor. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Siervo bueno y fiel, pasa al banquete del Señor. Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Cristo que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo y digámosle:

Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.

  • Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,
    — haz de la Iglesia tu Esposa inmaculada.
  • Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, que te profesó su amor, el cuidado de tus ovejas,
    — concede a nuestro papa Francisco un amor ardiente y celo apostólico.
  • Tú que concediste a los discípulos que pescaban en el mar una pesca abundante,
    — envía operarios que continúen su trabajo apostólico.
  • Tú que preparaste a la orilla del mar pan y pescado para tus discípulos,
    — no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Señor Jesús, nuevo Adán que nos das la vida, transforma a nuestros discípulos a imagen tuya,
    — para que compartan contigo la alegría de tu reino.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios nuestro, que, en la humildad y sencillez de san Isidro, labrador, nos dejaste un ejemplo de vida escondida en ti, con Cristo, concédenos que el trabajo de cada día humanice nuestro mundo y sea al mismo tiempo plegaria de alabanza a tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 15 de mayo

Tiempo de Pascua 

1) Oración inicial

Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 12,44-50
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae la parte final del Libro de las Señales, en la cual el evangelista hace un balance. Muchos creen en Jesús y tienen el valor de manifestar su fe públicamente. Otros discípulos creyeron, pero no tuvieron el valor de manifestar públicamente su fe. Tenían miedo a ser expulsados de la sinagoga. Y muchos no creyeron: “Después de tantas señales que había hecho delante de ellos, no creyeron en él. Así se cumplió la palabra dicha por el profeta Isaías: «Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién descubriste los secretos de nuestra salvación?» (Jn 12,37-38). Después de esta constatación general, Juan vuelve a tomar algunos temas centrales de su evangelio:
• Juan 12,44-45: Creer en Jesús es creer en aquel que le ha enviado. Esta frase es un resumen del evangelio de Juan. Es un tema que aparece y reaparece de muchas maneras. Jesús está tan unido al Padre, que ya no habla en su nombre, sino que siempre habla en nombre del Padre. Quien ve a Jesús, ve al Padre. Si se quiere conocer a Dios, hay que mirar a Jesús. ¡Dios es Jesús!
• Juan 12,46: Jesús es la luz que vino al mundo. Aquí Juan retoma lo que había dicho en el prólogo: “El verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). “La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no pudieron vencerla” (Jn 1,5). Aquí él repite: “Yo vine al mundo como luz, para que todo aquel que cree en mí no siga en las tinieblas”. Jesús es una respuesta vital a los grandes interrogantes que mueven e inspiran la búsqueda del ser humano. Es una luz que aclara el horizonte. Hace descubrir el lado luminoso de la oscuridad de la fe.
• Juan 12,47-48: No vine para juzgar al mundo. Llegando al final de una etapa, surge la pregunta: “¿Cómo va a ser el juicio? En estos dos versículos el evangelista aclara el tema del juicio. El juicio no se hace con amenazas de maldiciones. Jesús dice: Yo no condeno quien oye mis palabras y no obedece a mis palabras, porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene su juez: la palabra que yo hablé será su juez en el último día. El juicio consiste en la manera en que la persona se define ante la verdad y ante su propia conciencia.
• Juan 13,49-50: Lo que digo, lo digo según el Padre me dice. Las últimas palabras del Libro de las Señales son un resumen de todo que Jesús dice y hace hasta ahora. El reafirma lo que afirmaba desde el comienzo: “Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» Jesús es el reflejo fiel del Padre. Por esto mismo, no ofrece prueba ni argumento a los que le provocan para que se legitime y presente sus credenciales. Es el Padre quien lo legitima a través de las obras que él hace. Y diciendo obras, no se refiere sólo a los grandes milagros, sino a todo lo que él dice y hace, hasta en las más mínimas cosas. Jesús, él mismo, es Señal del Padre. El es el milagro ambulante, la transparencia total. El ya no se pertenece, sino que es enteramente propiedad del Padre. Las credenciales de un embajador no vienen de él, sino que vienen de aquel que le presenta. Vienen del Padre. 

4) Para una relación personal

• Juan hace un balance de la actividad reveladora de Jesús. Si yo hiciera un balance de mi vida, ¿qué habría de positivo en mí?
• ¿Hay algo en mí que me condena? 

5) Oración final

¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios,
que todos los pueblos te den gracias!
Que se alegren y exulten las naciones,
pues juzgas al mundo con justicia,
con equidad juzgas a los pueblos,
gobiernas las naciones de la tierra. (Sal 67,4-5)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 9, 33-36

«33Y van a Cafarnaún. Y estando en casa les preguntaba: “¿Qué discutíais en el camino?”.
34Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre ellos quién [era] el mayor.
35Y, sentándose, llamó a los Doce y les dice: “Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos”.

La segunda predicción detallada de la Pasión (9,31), como la primera (8,31) y la tercera (10,33-34), va seguida de un incidente que ilustra la poca comprensión de los discípulos de la extraña lógica del reinado de Dios (8,32-33; 9,32-34; 10,35-37); en cada caso, esta manifestación de la incomprensión de los discípulos va seguida a su vez de una instrucción renovada de los discípulos (8,34-9,1; 9,35-37; 10,38-45). El modelo repetido refleja una técnica de composición marcana, que destaca dos temas importantes para el evangelista: la falibilidad de los discípulos y el continuo compromiso de Jesús con ellos.

A nivel de estructura, nuestro texto se subdivide en dos partes: el diálogo sobre quién es el mayor en 9,33-35 y la exhortación a acoger a los niños en 9,36-37. Después de la presentación de la escena en 9,33-34, cada subdivisión consiste en una acción de Jesús seguida de una declaración. Aunque la segunda declaración, 9,37, sea bastante más larga que la primera, 9,35b, esta es la más importante. Ciertamente, la indicación de que la humildad es el camino a la grandeza es el tema de la mayor parte del resto de 9,33-50.

• 9,33-35: Diálogo sobre quién es el mayor o el más importante. Después del viaje por Galilea, en el que Jesús pronuncia un segundo anuncio de su próxima muerte y resurrección (9,30-32), vuelve con sus discípulos a Cafarnaún (9,33a), el pueblo donde tenía su casa el primer cuarteto de ellos (1,16-20) y donde había realizado sus curaciones iniciales y programáticas (1,21-34).

Teniendo en cuenta estos pasajes anteriores, «la casa» en la que entran Jesús y los discípulos (9,33b) es probablemente la morada de Pedro en Cafarnaún, a donde Jesús fue directamente después de llamar a los cuatro y en donde curó a la suegra de aquel, que se levantó inmediatamente y se puso a «servirlos». Este acto desinteresado de diakonia ofrece un contrapunto irónico y poco grato a las ínfulas de Pedro y los otros discípulos, contra las que se dirige la exhortación de Jesús a convertirse en un diakonos («siervo»).

Una vez que están juntos en la casa, Jesús pregunta a los Doce de qué han estado hablando en el camino (9,33c). Para lograr una mayor intensidad, esta frase se repite inmediatamente en 9,34, donde el narrador informa a sus lectores de que «en el camino» los discípulos habían estado hablando sobre quién entre ellos era el mayor, el más importante. Esta repetición de «en el camino» es otro caso de ironía marcana; el camino de Dios, «el camino del Señor» -que ha sido el tema del evangelio en sus primeros versículos (1,1-3) y motivo también particularmente destacado en la sección presente- es, como veremos de inmediato (9,35; cf. 10,41-45), un camino de servicio desinteresado, de colocarse el último para que los otros puedan verse beneficiados y pueda proclamarse el triunfo de Dios. Los discípulos, sin embargo, han escogido otro camino, el de la autopromoción, que no es el camino del Señor. Sus caminos, pues, no son los caminos de Dios y sus pensamientos están alejados de su camino (cf. 8,33; Is 55,8-9).

El autor retrasa la frase «quién era el mayor», por lo que esta viene a ocupar de modo deliberado el lugar preponderante al final del par de sentencias en 9,33-34, un conjunto dispuesto según una estructura de quiasmo:

A: ¿qué (ti)

B: en el camino

C: discutíais?

D: Ellos callaban,

C’: porque entre ellos habían estado discutiendo

B’: en el camino

A’: quién (tis) era el más importante.

Este retraso de la frase crucial subraya la ironía de que, después de la dura enseñanza de Jesús sobre la necesidad de seguirlo en el camino de la negación de sí mismo (8,34-38), los discípulos hayan caído en una insensata discusión sobre su grandeza. Sigue el tema de la incomprensión de los discípulos, tan destacado en esta sección del evangelio (cf. 8,31-33; 9,6.10 y 8,14-21). En el pasaje anterior, los discípulos entendieron mal la necesidad de la detención, sufrimiento y resurrección de Jesús (9,32) y aquí se confunden en el modo como debe conseguirse y ejercerse el poder en el reinado de Dios (9,33-34).

Ya que nuestro pasaje no especifica el horizonte temporal, la pregunta puede referirse no solo a quién será, sino también a quién es el mayor o más importante. Este tipo de perspectiva se hace aún más clara en la versión de este diálogo en el Evangelio de Tomás (dicho 12), donde la cuestión se convierte explícitamente en quién ha de gobernar la comunidad después de que Jesús haya desaparecido.

Aunque Marcos no lo diga explícitamente, deja sobrentender que Jesús, gracias a esa perspicacia sobrenatural que ha mostrado tan a menudo (2,5.8; 3,4-5; 5,30; etc.), conoce el tema del diálogo encubierto de los discípulos. Al confrontarse con su silencio avergonzado (9,34b), toma asiento, asumiendo así la postura característica del maestro en la antigüedad, y se lanza a un discurso que trata precisamente la cuestión de la que han estado discutiendo (9,35). Jesús no condena el deseo de los discípulos de ser preeminentes, sino que lo da por sentado; la cuestión no es tanto si hay que desear ser grande, sino la manera como debe alcanzarse la verdadera grandeza. La respuesta que Jesús propone es que, en la lógica inversa del reinado de Dios, la persona que desea ser la primera debe hacerse la última de todos y la sierva de todos.

Comentario del 15 de mayo

San Juan presenta el discurso de Jesús como una larga exclamación que viene a expresar en voz alta lo que guarda su conciencia y él quiere que se sepa; y esto es en esencia que él viene y habla de parte de otro que es su Padre y Dios de aquellos a quienes dirige su palabra, es decir, que viene como enviado de este Dios. Decía: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Por eso, cuando Jesús reclama la fe, la fe en él, en realidad está reclamando la fe en su Padre Dios, puesto que actúa como enviado del mismo. Además, si «el Padre y él son uno», la fe en él ha de implicar necesariamente fe en el Padre. Aquí nos adentramos en el misterio de la Trinidad: Si Padre e Hijo son ‘correlativos’, creer en el Hijo es creer en el Padre y viceversa, pues no hay Padre sin Hijo, ni Hijo sin Padre. En conformidad con esta correlación, «ver al Hijo es ver al Padre». El Hijo, en su condición de enviado, esto es, en su condición humana –porque sólo en esta condición es enviadore-presenta de tal manera al Padre que verle a él es ver al Padre, invisible en cuanto tal, pero representado (y visibilizado) por el Hijo.

Ha venido, pues, como enviado del Padre; y en su condición de tal, es luz para ese mundo para el que ha venido: Yo he venido al mundo como luz. Esto tiene una inmediata repercusión. Se trata de un mundo que está en tinieblas; sólo donde hay oscuridad puede brillar la luz. Se sale de las tinieblas cuando se deja entrar la luz, abriendo las aberturas (puertas y ventanas) necesarias para ello. Esta acción de abrirse a la luz que llega de lejos es la fe: y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. La fe en el que llega como luz es un abrirse a la luz o un dejarse iluminar. Esto acontece por la vía de la aceptación de su mensaje: Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día.

Hay palabras o enseñanzas que iluminan la mente más que la luz natural los ojos. Por la palabra del que es luz del mundo nos llega la luz; pero para que esto suceda hay que acoger esa palabra dando fe a la verdad de que es portadora. No se trata, sin embargo, sólo de oír, sino también de cumplir; pues nos vemos ante una palabra que señala un camino e invita a recorrerlo para alcanzar un final que es la meta del camino. El efecto de la palabra que ilumina la mente no acaba en esta iluminación; dispone a ajustar todas nuestras acciones a esa iluminación mental, dando coherencia a nuestra vida. No es sólo una palabra informativa; es también performativa: ilumina al informar; pero el objetivo de la información es algo más que ofrecer conocimientos; es formar la voluntad e impregnar la sensibilidad de la persona iluminada.

Pero, dada la diversidad de la condición humana y su posibilidad de elección (libre albedrío), habrá quienes se abran a esta luz y quienes decidan permanecer cerrados a ella por considerarla extraña, o perniciosa, o peligrosa, o de origen poco fiable. Jesús, que no ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo, no juzgará –según sus propias palabras- a los que encerrados en sus cavernas hayan decidido no dejar paso a la luz. Pero semejante actitud no quedará sin consecuencias; también será sometida a juicio: no por él, que no ha venido a juzgar (léase, condenar), pero sí por la palabra pronunciada por él, esa palabra que, pronunciada, aporta luz y permite distinguir lo que esconden las tinieblas; por tanto, que pone al descubierto la verdad de las cosas y de los corazones, asignando a cada uno su ‘lugar’, que es el lugar elegido en razón de las propias opciones y acciones.

Se trata de un juicio exigido por la verdad de las cosas y no por la arbitrariedad de una voluntad superior. Y la verdad une lo que puede permanecer unido y separa lo que no admite esta unión, como la luz y las tinieblas. Este juicio no será definitivo hasta el último día, cuando se haga la claridad total y se pueda distinguir sin temor a equívocos entre la luz y las tinieblas o entre el trigo y la cizaña. Pero es más una cuestión de verdad que de voluntad. Por eso dice Jesús que no les juzgará él, sino su palabra, esto es, la misma luz que pone al descubierto la realidad de las cosas –es decir, su verdad-. Y esta realidad no es otra que la de unas naturalezas buenas, pero perfectibles –así fueron creadas-, que disponen de capacidad para malearse, para autoengañarse, para confundir el bien con el mal o la luz con las tinieblas, para creerse dioses siendo sólo hombres (=creaturas), para forjar su propio destino.

Jesús remite su mensaje en último término a Dios Padre. De su parte viene y de su parte habla: Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre. Tanto el contenido del mensaje como el modo de expresarlo dependen del encargo recibido de Dios Padre. El Padre es la fuente de esa luz que ha venido a iluminar al mundo en la persona de Jesucristo. A su obra creadora se añade ahora su acción iluminadora y salvífica; pues la salvación no se entiende sin esta luz que alumbra el camino de la misma y que se hace realidad efectiva por la fe o apertura de la mente a ese resplandor. Que el Señor nos conceda y nos mantenga en esta apertura posibilitante del precioso bien de la salvación.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

V

Para conseguir sus propios fines es necesario que las Facultades eclesiásticas se organicen de tal modo que respondan convenientemente a las nuevas exigencias del tiempo presente; por esto, el Concilio mismo estableció que sus leyes debían ser revisadas[100].

En efecto, la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus, promulgada por mi predecesor Pío XI, el 24 de mayo de 1931, contribuyó notablemente en su tiempo a la renovación de los estudios eclesiásticos superiores; pero, a causa de las nuevas circunstancias de vida, exige oportunas adaptaciones e innovaciones.

En realidad, en el transcurso de casi cincuenta años, se han producido grandes cambios no sólo en la sociedad civil, sino también en la misma Iglesia. Efectivamente, se han verificado grandes acontecimientos -como, en primer lugar, el Concilio Vaticano II- que han influido tanto en la vida interna de la Iglesia como en sus relaciones externas, ya con los cristianos de otras Iglesias, ya con los no cristianos y con los no creyentes, y en general con cuantos son protagonistas de una civilización más humana.

Añádase a esto el hecho de que se vuelva cada vez más la atención a las ciencias teológicas no sólo por parte de los eclesiásticos, sino también de los seglares, los cuales asisten en número cada día más creciente a las escuelas de teología que, en consecuencia, se han ido multiplicando en los últimos años.

Por último, está aflorando una nueva mentalidad que afecta a la estructura misma de la Universidad y de la Facultad, tanto civil como eclesiástica, a causa del justo deseo de una vida universitaria abierta a mayor participación; deseo que anima a cuantos de cualquier modo forman parte de ella.

No hay que olvidar tampoco la gran evolución que se ha llevado a cabo en los métodos pedagógicos y didácticos, que exigen nuevos criterios en la programación de los estudios; como también la más estrecha conexión que se va notando cada vez más entre las diversas ciencias y disciplinas y el deseo de una mayor colaboración en el mundo universitario.

Con el fin de satisfacer estas nuevas exigencias, la Congregación para la Educación Católica, haciéndose eco del mandato recibido del Concilio, afrontó desde el año 1967 la cuestión de la renovación siguiendo la línea conciliar; el 20 de mayo de 1968 promulgó «Algunas Normas para la revisión de la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus sobre los estudios académicos eclesiásticos» que han ejercido una saludable influencia durante estos años.


[100] Cf. Declaración sobre la Educación cristiana Gravissimum educationis, 11: AAS 58 (1966), pág. 738.

Comentario Domingo V de Pascua

Oración preparatoria

Señor Jesús, dame Tu Palabra, la misma que diste a los discípulos en la Cena. Abre mis oídos a Tu voz, a Tu propuesta, a Tu mandamiento nuevo. Que hoy lo perciba como realmente nuevo, fresco, audaz, rompedor, como lo que más merece la pena en mi vida. AMEN.

 

Jn 13,31-35

«31Así que, cuando [Judas] salió, dice Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. 32Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en Él y lo glorificará de inmediato.

33Hijos, ya poco voy a estar con vosotros. Me buscaréis y, como dije a los judíos:‘a donde yo voy, vosotros no podéis ir’, os digo también ahora a vosotros.

34Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como os amé para que así también vosotros os améis unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si tenéis amor unos a otros”».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Jn 13 es el primero de 5 capítulos que conforman la sección dedicada a la Última Cena de Jesús, puesta en relación con la Pascua, porque se describe la muerte de Jesús en términos de paso (= pascua). La sección de la Cena se divide en tres partes bien delimitadas: 1) Los capítulos 13 y 14, que hablan de “la nueva comunidad”; 2) Los capítulos 15 y 16, llenos de instrucciones de Jesús a sus discípulos; 3) El capítulo 17, que contiene la llamada “oración sacerdotal” de Jesús. La primera parte, después de una introducción, narra dos episodios: el lavatorio de los pies (13,2-20) y la traición de Judas (13,21-32). Su significado prepara el mandamiento nuevo de Jesús, carta fundacional de la nueva comunidad (13,33- 35): la parte final del evangelio de hoy. La traición se ha consumado. La declaración de Jesús ha dejado desconcertados a los discípulos (13,21-22). En señal de amistad Jesús ofrece a Judas un trozo de pan, pero el efecto es contraproducente. Judas sale y Jesús interpreta lo sucedido. Empieza nuestro evangelio.

 

TEXTO

El evangelio, breve pero densísimo según el estilo joánico, tiene tres partes:

1.- vv. 31-32: el anuncio de la glorificación del Hijo y del Padre (en la línea de launidad de ambos en el evangelio del domingo pasado). La muerte de Jesús alcanza un sentido inaudito, pues equivale a la glorificación del Hijo, en su entrega radical, y a la glorificación del Padre, en su intervención resucitadora (vv. 31-32);

2.- v. 33: el anuncio de la despedida, la hora de Jesús solo;

3.- vv. 34-35: el estatuto del discipulado: el amor como seña de identidad de los discípulos de Jesús.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Jesús interpreta la salida de Judas, que se va para entregarlo. Acepta su muerte, pero en términos de glorificación, que se identifica con la de Dios: al realizar el proyecto de Dios, Jesús manifiesta la gloria/amor en toda su plenitud. Su entrega es la gran prueba del amor de Dios, que da a su Hijo único (cf. Jn 3,16). Pensemos: la prueba del amor de Dios: ¿es lo que recibimos (o pretendemos recibir) de Él o lo que nos entregamos por Él?

• Dios manifiesta su gloria a través de Jesús. De nuevo nos hallamos ante eltema central del evangelio de Juan: la unión del amor demostrado con la del amor comunicado, representada en la cruz. Aquí se habla de las dos glorias, que se funden en una: la gloria/amor de Jesús se manifiesta en dar su vida, expresando así la gloria/amor de Dios a sus criaturas. Pero, si la gloria de Dios depende de nuestro compromiso con su proyecto salvador, ¿cuánto la agrandamos? ¿O la empequeñecemos?

• Jesús promulga el mandamiento principal de la Iglesia. Jesús explica con su ejemplo que el amor es servicio al hermano (lavatorio de los pies), que se extiende a todos, incluso al enemigo (Judas) y se hace aun a costa de la propia vida. Hace del amor el distintivo característico y genuino de sus discípulos. Jesús les habla con un término de afecto, de intimidad familiar (“Hijos”), en un momento crucial: su próxima partida. Así, sus palabras asumen carácter de testamento. En su mandamiento, Jesús no pide nada para él mismo ni para Dios, solo para los seres humanos. La experiencia de Dios genera un dinamismo expansivo de amor generoso, desparramado, universal. La norma de los discípulos es el proceder propio de Jesús. ¿En qué seguimos, y en qué no, el proceder de Jesús?

• La referencia (“como os amé”) acaba de ser explicada por Jesús en las dos escenas precedentes: amar consiste en ponerse al servicio de los demás. Lo que aprenden los discípulos no es una doctrina, sino un comportamiento. Esto tenemos que aprender nosotros/as.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo V de Pascua

V Domingo de Pascua
19 de mayo 2019

Hechos 14, 21b-27; Salmo 144; Apocalipsis. 21, 1-5a; Juan 13, 31-33a. 34-35

Un Mandamiento Nuevo

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos».

Reflexión

Jesús confirma de nuevo que Él y el Padre son uno. Cuando Él es glorificado, también el Padre es glorificado. Por consecuencia, los mandamientos que da Jesús vienen de Dios Padre. “Jesús nos da un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.” ¿Como amó Jesús cuando estaba en la tierra? (Oraba por ellos, les enseñaba, curaba, daba de comer y beber, perdonaba pecados, visitaba sus casas, sufrió y murió por todos…) ¿Como podemos amarnos unos a otros como dice Jesús?

Actividad

En la pagina dibujar en las manos, dos maneras que pueden amar al próximo. Hablar de cada palabra y como pueden amar haciéndola.

Oración

Jesús, tu eres mi gran amigo. Ayúdame a glorificarte con el amor al prójimo, especialmente el que es más difícil de amar. Manda Tu Espíritu a mi corazón y llénalo de amor. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo V de Pascua

Me encanta ir al zoológico y ver todos los animales. En esta mañana haremos un viaje imaginario al zoológico. Les enseñaré un afiche con algunos animales y veré cuántos pueden nombrar. Señalaré a un dibujo y ustedes dirán el nombre del animal. ¿Están listos? Aquí va el primero.

1. ¿Cuál es este animal? (Señale el elefante.) ¡Correcto! Es un elefante. Un elefante es fácil de identificar, ¿no es así? Es uno de los animales más grandes, su color es gris, tiene una trompa bien grande la cual usa para comer y beber y tiene dos grandes colmillos, uno a cada lado de la trompa.

2. Aquí está el próximo. (Señale la jirafa.) Identifica a este animal. Están en lo correcto nuevamente. Es la jirafa. Esa era fácil. La jirafa es uno de los animales más altos que existen. Es tan alto que puede comer hojas del árbol sin doblarse. Tiene un patrón de manchas único y puede correr a una velocidad de 35 millas por hora.

3. El próximo es un animal muy curioso y raro. ¿Puedes decir cuál es? (Señala el rinoceronte.) ¡No puedo engañarlos! Es un rinoceronte. ¿Cómo puedes diferenciarlo de un elefante? Después de todo, es grande y de color gris. ¡Ah!, porque tiene un cuerno grande en su nariz. Eso ayuda a identificarlo rápidamente.

4. Acerca de este animal, ¿pueden decirme qué es? (Señale la cebra.) ¡Están correctos nuevamente! Pensé que me dirían que era un caballo. ¿Cómo sabías que era una cebra? ¡Así es! La cebra tiene franjas blancas y negras. Un caballo no las tiene.

5. Este es el último. (Señala al león.) Creo que adivinarás este. Es un león, el rey de las bestias. Es como un gato bien grande, y el león macho tiene una melena muy bonita alrededor de su cuello.

Todos ustedes hicieron una gran labor identificando estos animales del zoológico, pero les tengo otra pregunta. ¿Cómo podría alguien identificarte como seguidor de Jesús al tan solo mirarte? Esa es una pregunta muy difícil, ¿no es así? Bueno, nuestra lectura bíblica de hoy tiene una buena contestación.

Un día Jesús estaba hablando con sus discípulos. Él sabía que pronto llegaría el día en que regresaría al cielo y estaba tratando de preparar a sus discípulos para el día en que él no estuviera con ellos. Él deseaba dejarles algo que pudiera ayudarles a vivir de tal manera que otras personas al verles pudieran saber que ellos eran sus discípulos

“Estaré con ustedes un poco más,” dijo Jesús. “Entonces me buscarán, pero no me encontrarán porque no pueden ir a donde voy. Pero les doy un nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. Todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a otros”.

¿Te gustaría que las personas al fijarse en el modo en que vives se dieran cuenta de que eres un seguidor de Jesús? Entonces, obedece su mandamiento: “Ámense los unos a los otros como yo les he amado”.

Amado Padre, ayúdanos a vivir siguiendo el mandamiento que Jesús le dejó a sus discípulos. Ayúdanos a amarnos de la manera en que Jesús nos ama para que otros puedan saber que somos sus discípulos. En el nombre de Jesús oramos. Amén.

Comentario al evangelio – 15 de mayo

«Yo soy la Vid», dice el Señor. Vid plantada por el Padre, vid cuajada de sarmientos hermanos. Vid que se mantiene anclada a la tierra para que los sarmientos reciban el agua del cielo. Vid que permanece invariable en la tierra de los hombres para que los hombres permanezcan unidos a los cuidados del Labrador. En esta doble permanencia surge la Vida y sus frutos.

Para el evangelista Juan, permanecer es creer y creer es vivir: «así seréis discípulos míos» y «daréis fruto abundante». Quizá por eso es este uno de sus verbos más queridos. Permanecer indica a la vez estabilidad y proceso, donación y recepción, gratuidad y requerimiento. Es un viaje del corazón de Dios al corazón del hombre y viceversa. El primero en emprender este movimiento es Dios mismo, que planta a su Hijo en medio del mundo. No lo envía como pavesa para el aire sino como grano para la tierra. Para que se hunda, para que se rompa, para que se arraigue… para que se quede. Es una vid eternamente plantada en la tierra con que Dios se quiso desposar: «Ya nunca te llamarán “abandonada”, ni a tu tierra “desolada”. A ti te llamarán “mi deleite”; y a tu tierra, “desposada”» (Is 62,4-5). Una vez que Dios ha tomado carne humana, Dios permanece hombre entre los hombres por toda la eternidad. Permanecen su cercanía, su entrega, su alimento, su salvación.

Pero el suyo, con ser absolutamente gratuito, no es un ofrecimiento del todo desinteresado: a Dios le interesa sobremanera nuestro amor, nuestra respuesta, nuestro propio ofrecimiento, nuestro fruto. Y nada de esto puede darse sin un permanecer humano junto al permanecer divino. Por eso la dádiva que parte de Dios es, al tiempo, una fuerte exhortación para el hombre y para la comunidad. El discipulado del sarmiento consiste tanto en la recepción de la savia como en la generación del fruto. En rigor, ni una cosa ni otra le pertenecen al sarmiento per se, pero tampoco es posible ninguna de las dos sin su libre permanecer en comunión con la Vid. Por eso sin estar con Jesús no podemos hacer nada.

¡Y qué delicia pasearse por la viña bajo el tibio sol de primavera! ¡Qué gusto vivir los hermanos unidos, entre sí y con Jesús! Ahora bien, como decía la copla, «el invierno llega aunque no quieras». Igual que le llegó a la comunidad de los primeros discípulos, de una forma punzante, ante la decisión de Pablo de anunciar el Evangelio a los gentiles. ¿Cómo permanecer unidos al Señor cuando unos sarmientos se enredan con otros, cuando el fruto discurre por caminos insospechados? Es entonces cuando fe y la vida se aquilatan: permanecer sigue siendo siempre el camino, el horizonte, el sol de invierno…

Adrián de Prado Postigo, cmf