Vísperas – Jueves IV de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.

SALMO 143: ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PAZ

Ant. El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienchechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

SALMO 143

Ant. Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18.21b-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.

PRECES

Alabemos y glorifiquemos a Cristo, a quien Dios Padre constituyó fundamento de nuestra esperanza y garantía de nuestra resurrección, y aclamémosle suplicantes:

Rey de la gloria, escúchanos.

  • Señor Jesús, que con tu propia sangre y por tu resurrección entraste en el santuario de Dios,
    — llévanos contigo al reino del Padre.
  • Tú que por la resurrección robusteciste la fe de tus discípulos y los enviaste al mundo,
    — haz que los obispos y presbíteros sean fieles heraldos de tu Evangelio.
  • Tú que por la resurrección eres nuestra reconciliación y nuestra paz,
    — haz que todos los bautizados vivan en la unidad de una sola fe y de un solo amor.
  • Tú que por la resurrección diste la salud al lisiado del templo,
    — mira con bondad a los enfermos y manifiesta en ellos tu gloria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que por la resurrección fuiste constituido primogénito de los muertos que resucitan,
    — haz que los difuntos que en ti creyeron y esperaron participen de tu gloria.

Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original, no olvides tus inefables designios de amor y conserva en quienes han renacido por el bautismo los dones que tan generosamente han recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 16 de mayo

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original; no olvides tus inefables designios de amor y conserva en quienes han renacido por el bautismo los dones que tan generosamente han recibido. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 13,16-20

«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado.»

3) Reflexión

• A partir de hoy, para tres semanas, todos los días, excepto las fiestas, el evangelio del día está sacado de la larga conversación de Jesús con los discípulos durante la Ultima Cena (Jn de 13 a 17). En estos cinco capítulos, que describen la despedida de Jesús, se percibe la presencia de los tres hilos de los que hablamos anteriormente y que tejen y componen el evangelio de Juan: la palabra de Jesús, la palabra de las comunidades y la palabra del evangelista que hizo la última redacción del Cuarto Evangelio. En estos cinco capítulos, los tres hilos están de tal manera entrelazados que el todo se presenta como una pieza única de rara belleza e inspiración, en la que es difícil distinguir lo que es del uno y lo que es del otro, pero en el cual todo es Palabra de Dios para nosotros.

• Estos cinco capítulos traen la conversación que Jesús tuvo con sus amigos, en vísperas de ser detenido y condenado a muerte. Era una conversación amistosa, que queda en la memoria del Discípulo Amado. Jesús, así parece, quería prolongar al máximo ese último encuentro, momento de mucha intimidad. Lo mismo acontece hoy. Hay conversación y conversación. Hay conversaciones superficiales en las que se gastan palabras y que revelan el vacío de las personas. Y hay conversaciones que van al fondo del corazón y quedan en la memoria. Todos nosotros, de vez en cuando, tenemos estos momentos de convivencia amistosa, que dilatan el corazón y se convierten en fuerza en la hora de las dificultades. Ayudan a tener confianza y a vencer el miedo.

• Los cinco versículos del Evangelio de hoy sacan dos conclusiones del lavatorio de los pies (Jn 13,1-15). Hablan (a) del servicio como característica principal de los seguidores de Jesús, y (b) de la a identidad de Jesús como revelación del Padre.

• Juan 13,16-17: No es más el siervo que su amo. Jesús acaba de lavar los pies a sus discípulos. Pedro se asusta y no quiere que Jesús le lave los pies. “Si no te lavo los pies, no podrás compartir conmigo” (Jn 13,8). Y basta lavar los pies; el resto no necesita ser lavado (Jn 13,10). El valor simbólico del gesto del lavatorio consistía en aceptar a Jesús que se entrega a sí mismo por los demás, y no aceptar a un mesías rey glorioso. Esta entrega de sí como siervo de todos es la llave para entender el gesto del lavatorio. Entender esto es la raíz de la felicidad de una persona: “Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís». Pero había personas, también entre los discípulos, que no aceptaban a Jesús como Mesías Siervo. No querían ser siervos de otros. Probablemente, querían un mesías glorioso como Rey y Juez, según la ideología oficial. Jesús dice:»No me refiero a todos vosotros. Yo conozco a los que he elegido, pero tenía que cumplirse la Escritura: ¡El que come mi pan, ha alzado contra mi su talón!” Juan se refiere a Judas, cuya traición va a ser anunciada inmediatamente después (Jn 13,21-30).

• Juan 13,18-20: Digo esto desde ahora, para que creáis que YO SOY. Fue en ocasión de la liberación de Egipto a los pies del Monte Sínai, que Dios reveló su nombre a Moisés: “¡Estoy con vosotros!” (Es 3,12), “Yo soy el que soy” (Ex 3,14), “Estoy” o “Yo soy” me mandó a vosotros” (Ex 3,14). El nombre Yahvé (Ex 3,15) expresa la certeza absoluta de la presencia libertadora de Dios junto con su pueblo. De muchas maneras y en muchas ocasiones Jesús usa esta misma expresión Yo soy o Soy yo (Jn 8,24; 8,28; 8,58; Jo 6,20; 18,5.8; Mc 14,62; Lc 22,70). Jesús es la presencia del rostro libertador de Dios en medio de nosotros.

4) Para la reflexión personal

• El siervo no es mayor que su señor. ¿Cómo hago de mi vida un servicio permanente a los otros?
• Jesús sabe convivir con las personas que no lo aceptaban. ¿Yo lo consigo?

5) Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad.» (Sal 89,2-3)

La señal del cristiano

El catecismo de la primera comunión afirmaba que la señal del cristiano es la santa cruz, pero el evangelio de este domingo proclama algo muy distinto. Como dice la expresión popular, el hábito no hace al monje, y los signos externos, o las programaciones, no nos cambian por dentro. Se trata de reconocer, en nuestro interior, ese tesoro escondido y desplegarlo en las relaciones humanas. La señal del cristiano es que nos amamos, a nosotros mismos y a todos los demás.

Comentario del 16 de mayo

El evangelista nos ofrece el contexto en el que resuenan las palabras de Jesús, un contexto de intimidad y de despedida. Jesús acaba de lavar los pies a sus discípulos, escenificando una tarea propia de esclavos o de criados. Pero el criado, al menos en el papel que la sociedad le asigna, no es nunca más que su amo, pues está a su servicio. Su función consiste precisamente en servir a su amo. Y el enviado, en cuanto representante del que lo envía, está también al servicio de éste y no puede actuar sin tener en cuenta a aquel a quien representa y antecede. Tanto criado como enviado obran en función de las órdenes o encomiendas emanadas de sus respectivos superiores. No pueden actuar al margen de estos. Así han de considerarse los discípulos de Jesús, que serán dichosos si ponen en práctica estas directrices. También ellos deben obrar como criados o enviados de su Señor, a su servicio y por encargo del mismo. Ellos han sido elegidos (entre muchos) para cumplir una misión; y el que ha hecho la elección sabe bien a quiénes ha elegido para esa tarea, aunque entre ellos se encuentre un traidor, alguien que no ha merecido la confianza depositada en él, alguien que ha sido desleal a esa predilección que sostiene la elección.

Porque Judas Iscariote, el traidor, estaba también entre los elegidos, si bien acabó frustrando las expectativas de su elector. No obstante, Jesús no entiende la elección de Judas como una elección fallida o equivocada, sino como una elección necesaria para el cumplimiento de las Escrituras que predecían la traición protagonizada por él: El que compartía mi pan me ha traicionado. Tal era la predicción escrita y extraída del salmo. Jesús les anticipa este sucesopara que cuando suceda no interpreten que algo ha escapado a sus planes, que ha cometido un error impropio de su sabiduría y perspicacia, y para que crean que él es el que es, que él es el Señor, el que tiene el dominio y control de las circunstancias y al que nunca superarán los acontecimientos de la vida, porque tiene el poder de predicción y el dominio de tales acontecimientos. Sólo si creen en él como Señor, podrán evitar sentirse defraudados ante su aparente ignorancia o debilidad.

También Jesús se siente enviado del Padre para llevar a cabo una misión ya diseñada en las Escrituras. Esta es la razón por la que concede tanta importancia al cumplimiento de estas Escrituras que muestran ese plan a cuyo servicio está él mismo, puesto que no ha venido para otra cosa que para cumplir la voluntad del Padre que lo ha enviado, y a esa voluntad pertenece misteriosamente la traición de uno de sus elegidos. Dios mismo había anticipado esa traición en las antiguas Escrituras. Luego ni siquiera esta traición, que se presentaba en apariencia como el resultado de una elección fallida, escapaba a su control, esto es, al dominio del Señor de la historia. Y Jesús estaba al servicio de este plan divino y de esta voluntad –la del Padre- puesta por escrito y, por tanto, manifestada.

Por consiguiente, tanto la elección de Judas como su traición formaban parte de este plan salvífico que tenía a Jesús como ejecutor. No podemos deducir, sin embargo, que Judas sea el chivo expiatorio de este plan. Dios no puede querer nunca el pecado (=traición) de uno de sus hijos, aunque reportase grandes beneficios; no puede querer un mal ni siquiera para obtener bienes mayores. La traición de Judas tiene a Judas como único responsable; pero ni siquiera este hecho de exclusiva responsabilidad de su agente escapa al plan divino. Ya sabemos que Dios «escribe derecho con renglones torcidos», pues sabe cómo incorporar hechos (pecados) que están en flagrante contradicción con su voluntad a ese plan que sí es conforme a su voluntad y que no persigue otra cosa que el bien de la salvación humana. Dios se sirve incluso del pecado de los hombres para completar su designio salvífico tal como aconteció en la vida de Jesús.

Y si el enviado representa a quien lo envía, recibir al enviado es recibir al representado por él. Jesús lo expresa con solemnidad: El que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. Es la lógica de la representación. El enviado está siempre al servicio del que lo envía y su misión no es otra que cumplir su encargo. Así se siente Jesús, enviado del Padre; así han de sentirse también sus discípulos, enviados de Jesús; así hemos de sentirnos nosotros en cuanto cristianos: enviados de Cristo para cumplir su encargo que no es sino hacerle presente en su palabra y en sus sacramentos en ese mundo que aún no lo ha recibido como su salvador. Sólo recibiéndolo a él se recibe al Padre, a quien él representa, y con el Padre la salvación que procede de él como de su fuente. Y si cumplimos cabalmente nuestra representatividad cristiana, porque salimos al mundo como enviados de Cristo, el rechazo de que podamos ser objeto será también rechazo de aquel que nos envía y del mismo Dios que está en el inicio de esta cadena sucesiva de envíos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Veritatis gaudium – Francisco I

VI

Pero ahora se hace necesario completar y perfeccionar la obra con una nueva ley que —abrogando la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus, las Normas anejas y las mencionadas Normas publicadas el 20 de mayo de 1968 por la Congregación para la Educación Católica— recoja los elementos que se consideran todavía válidos en tales documentos y establezca las nuevas normas, conforme a las cuales se desarrolle y complete la renovación ya felizmente iniciada.

A nadie ciertamente se le ocultan las dificultades que parecen oponerse a la promulgación de una nueva Constitución Apostólica. Existe ante todo «el correr del tiempo» que lleva consigo cambios tan rápidos que parece que no se pueda establecer nada definitivo y permanente; existe además la «diversidad de lugares» que parece exigir tal pluralismo que haría casi imposible emanar normas comunes válidas para todas las partes del mundo.

Sin embargo, dado que en todo el mundo existen Facultades eclesiásticas creadas o aprobadas por la Santa Sede y que dan los mismos títulos académicos en nombre de la Sede Apostólica, es necesario que se guarde una cierta unidad sustancial y se determinen claramente y valgan en todas partes los mismos requisitos para conseguir dichos grados académicos. Ciertamente, se debe procurar que se determinen por ley las cosas que se crean necesarias y que probablemente tendrán bastante estabilidad, y, al mismo tiempo, que se deje suficiente libertad para que en los respectivos estatutos de cada Facultad se hagan ulteriores especificaciones, teniendo en cuenta las diversas circunstancias locales y las costumbres universitarias vigentes en cada lugar. De este modo no se impide ni se coarta el legítimo progreso de los estudios académicos, sino al contrario, se le orienta por el recto camino para que pueda obtener frutos más abundantes; pero al mismo tiempo, dentro de la legítima diversidad de las Facultades, aparecerá clara a todos la unidad de la Iglesia Católica incluso en estos centros de instrucción superior.

Por consiguiente, la Congregación para la Educación Católica, por mandato de mi predecesor Pablo VI, consultó en primer lugar a las mismas Universidades y Facultades eclesiásticas, así como a los dicasterios de la Curia Romana y otras entidades interesadas en ello; sucesivamente constituyó una comisión de expertos, los cuales, bajo la dirección de la misma Congregación, han revisado atentamente la legislación relativa a los estudios académicos eclesiásticos.

Felizmente llevado a término cuanto he dicho, todo estaba a punto para la promulgación de esta Constitución por parte de Pablo VI, como ardientemente deseaba, cuando le sobrevino la muerte; e igualmente una muerte improvisa impidió que llevase a cabo el mismo propósito Juan Pablo I. Por eso, Yo, después de haberlo considerado todo de nuevo detenida y cuidadosamente, con mi Autoridad Apostólica decreto y establezco las siguientes leyes y normas.

La novedad del mandamiento nuevo

1.- Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Que el principal mandamiento de le Ley era amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo era algo conocido y aceptado por todos los judíos. Jesús mismo, como buen judío practicante que era, lo repite así literalmente en los evangelios según san Marcos, san Mateo y san Lucas. Cuando un fariseo le preguntó con ánimo de ponerle a prueba cuál era el principal mandamiento de la Ley, Jesús respondió sin titubear: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y principal mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 35). Esto era conocido, como digo, por todos los judíos. ¿Cuál es, pues, la novedad del mandamiento nuevo que el mismo Jesús dice ahora, según san Juan? Es claro: cambiar el <como a ti mismo> por el <como yo os he amado>. Jesús nos dijo en más de una ocasión que él no había venido a cambiar la Ley, sino a perfeccionarla. Esto es exactamente lo que ha hecho ahora Jesús, porque amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismos puede ser en muchos casos peligroso y hasta malo, ya que nosotros no nos amamos siempre bien a nosotros mismos. El egoísmo, la pasión, la ignorancia o la ceguera interesada pueden hacer que más de una vez nos amemos a nosotros mismos de mala manera. En cambio, amarnos unos a otros como Jesús nos amó siempre es agradable a Dios. Y, ¿Cómo nos amó Jesús? Pues, en el contexto en el que Jesús dice esta frase, está muy claro: Jesús dice esto a sus discípulos después de lavarles los pies y cuando les está diciendo que su Padre lo va a glorificar, cuando él, Jesús, muera en la cruz y el Padre lo resucite. Por tanto, amarnos unos a otros como Jesús nos amó es amarnos con un amor de absoluta generosidad, estando dispuestos hasta, si fuera necesario, morir por amor al prójimo. Jesús murió en acto de servicio, por amor a todos nosotros, glorificando así a su padre Dios y siendo glorificado por Él.

2.- En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándoles a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios… Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Por lo que leemos en el libro de los Hechos, Pablo y Bernabé siguieron literalmente el ejemplo de Jesús. Trabajaron y sufrieron mucho por amor al prójimo, y Dios, por medio de ellos, abrió a los gentiles la puerta de la fe. Esto es lo que debe hacer siempre la Iglesia de Jesús, esto es lo que debemos hacer cada uno de nosotros, los cristianos: evangelizar, predicar la buena nueva, el evangelio de Jesús, con la palabra y con el ejemplo, haciendo todo en nombre del Maestro, sin buscar nuestra propia gloria, sino la mayor gloria de Dios, haciendo todo con mucho amor y sin regatear esfuerzos. Sentirnos orgullosos no de lo que nosotros hacemos, sino de lo que Dios hace por medio de nosotros.

3.- Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe… Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. La esperanza en un cielo nuevo y en una tierra nueva es nuestra gran esperanza. Un lugar donde triunfe el bien y el mal ya no exista. Es, sin duda, ahora una esperanza utópica, porque no se da en ningún lugar conocido, pero debe ser para nosotros una esperanza real, vivificante y transformadora. No nos gusta este mundo en el que vivimos, pero creemos que existe un mundo bueno y mejor, al que Dios nos llevará no por nuestros propios méritos, sino por pura gracia. Pero la esperanza no consiste en una simple creencia utópica, sino que debe ser para nosotros una esperanza que nos dé fuerza y ánimo para vivir caminando constantemente, por amor, hacia un mundo mejor. Precisamente, porque no nos gusta lo que ahora tenemos es por lo que luchamos por algo que aún no tenemos pero deseamos tener. Esto es lo que hizo nuestro Maestro, Cristo, luchar hasta el final, hasta entregar su propia vida, por la conquista de un mundo mejor y más justo. Y lo hizo todo con amor y por amor a los hombres, tal como se lo había mandado su Padre, Dios. Por eso, Dios lo exaltó y lo glorificó sobre el ara de la cruz y desde entonces vive glorioso y resucitado para siempre a la derecha del Padre.

Gabriel González del Estal

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros

Evangelio del domingo Tan pronto como Judas salió, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el hijo del hombre y Dios en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios lo glorificará a él y lo glorificará en seguida».
«Hijos míos, voy a estar ya muy poco con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros».

Juan 13, 31a.34-35

Para meditar

Fijaros que no nos van a reconocer como seguidores de Jesñus, es decir como cristianos por ser los mejores en algo, por ser más inteligentes o por cualquier otra cosa en la que podamos ser mejores que otros. Se verá que somos seguidores de Jesús porque nos queramos unos a otros.

A veces valoramos a las personas si son muy populares entre sus compañeros o si tienen mucho dinero o si viven muy bien. Pero los cristianos no jugamos en esa competición, no competimos unos con otros. Sólo por el amor a los demás, por querer lo mejor para los otros es por lo que se reconocerá que somo cristianos. Nada más…

Reflexión

  • Escribe el nombre de tres personas a las que quieres mucho y escribe porqué las quieres tanto.
  • ¿Por qué lo más importante para los cristianos es que nos queramos unos a otros?
  • Escribe un compromiso para llevarte mejor con alguna persona con la que has tenido algún problema.

Oración

Tú nos quieres hacer, Señor,
maestros del amor.
Dices que en eso se notará que somos
tu gente,
en que amamos intensamente,
en que somos tolerantes y comprensivos,
en que no tenemos rencor ni resentimientos
en que sabemos encontrar
lo mejor del otro,
en que nos brotan los detalles de ternura,
en que nos es fácil comprender,
en que sentimos empatía por las personas,
en que no nos cae mal nadie,
en que sabemos cuidar la amistad,
en que nos entendemos también
con los enemigos,
en que no somos vengativos ni violentos,
en que frenamos las críticas
y las maledicencias,
en que hablamos bien de los demás,
en que a nuestro lado la gente
se siente importante.

Maestros del amor

Tú nos quieres hacer, Señor, maestros del amor.
Dices que en eso se notará que somos tu gente,
en que amamos intensamente,
en que somos tolerantes y comprensivos,
en que no tenemos rencor ni resentimientos
en que sabemos encontrar
lo mejor del otro,
en que nos brotan los detalles de ternura,
en que nos es fácil comprender,
en que sentimos empatía por las personas,
en que no nos cae mal nadie,
en que sabemos cuidar la amistad,
en que nos entendemos también
con los enemigos,
en que no somos vengativos ni violentos,
en que frenamos las críticas
y las maledicencias,
en que hablamos bien de los demás,
en que a nuestro lado la gente
se siente importante,
en que somos justos y honrados como ciudadanos,
en que cuidamos el medio ambiente
y la ecología,
en que anteponemos el bien de todos
al nuestro,
en que buscamos el beneficio común antes que el personal,
en que nuestra familia es más
que los nuestros,
en que nada que le ocurre al otro
nos deja indiferentes,
en que tratamos como hermanos
a todos los humanos,
en que nuestro corazón palpita misericordiosamente con el mundo,
en que nos has regalado
el no ser hijos únicos,
sino hermanos de toda la humanidad… Así nos quieres Tú, Señor,
haznos como Tú.
Impulsa en nosotros tu Amor
para que vivamos como auténticos discípulos tuyos.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo V de Pascua

• La actuación de Judas (31) es la señal de que ha llegado la horade la «glorificación», la Pascua.

• «Ahora» (31) Jesús se enfrenta ala muerte y la supera. Supera la muerte, la traición, el pecado, toda injusticia.

• «Ahora» es la hora en la que se revela plenamente la identidad y la misión de Jesús: Él es quien, amándonos hasta el extremo (Jn 13,1), nos libera del pecado y de la muerte.

• Ante el mal, todo el mal, Jesús no se queda parado: lo afronta «ahora» dando la vida: El buen pastor da la vida por sus ovejas, (Jn 10,11)

• El «ahora» (31), esta hora, no esun momento cronológico. Jesús señala el contenido de esta hora y su realización: Jn 2,4; 12,23. Actúa en todo momento como si ya hubiera sido «glorificado», como sila hora ya hubiese llegado (Jn 17,1). Por tanto, todo el Evangelio se mueve entre la hora de Jesús que todavía tiene que llegar (Jn7,10; 8,20) y la llegada de esta hora (Jn 12,23; 13,1; 17,1). De hecho, para nosotros, lectores, la hora ya está aquí (Jn 4,23; 5,25; 16,2.32). La Pascua de Jesús nos afecta.

• «Ahora», precisamente en el momento de la Pasión y la Cruz, Jesús proclama la «gloria» (31-32) del Padre, que es su propia «gloria» (31-32). Dios actúa»ahora», no en una situación ideal en la que no existan los traidores (31), en la que no haya pecado… Consecuencia para nosotros: siempre es hora para la acción evangelizadora, anunciar que el Reino de Dios está aquí. La «gloria» de Dios es que afrontemos las situaciones, sean las que sean, como las afronta Jesús: con amor entregado, amando hasta el extremo (Jn 13,1). En esta vida-muerte tan humana está la gloria de Dios, está la Resurrección.

• Eso de amar es tan viejo como la humanidad. Jesús, llevándolo alextremo, al amor sin límites, lohace nuevo (34-35). El amor renueva los «mandamientos» (34): ya no son leyes sino la expresión de la voluntad del Dios que ama sin límites. El amor es «nuevo» porque nace de la Pascua, de la entrega libre y gratuita de Jesús hasta la muerte: «como yo os he amado…». Amar es dar la vida «ahora»; no ama quien espera las circunstancias ideales (?) para darse.

• El amor, como el de Jesús, a Dios y entre nosotros y con los más pobres -de los que no podemos esperar la recompensa- es la muestra inequívoca de nuestra condición de «discípulos» (35).

Comentario al evangelio – 16 de mayo

«Yo soy el Enviado», dice el Señor. Al terminar de lavar los pies de sus discípulos, cuando ya se cernía sobre Él la sombra de la traición, Jesús da un paso al frente y pronuncia unas palabras de confianza para con sus amigos que, en realidad, son una profunda y sincera confesión personal. Humanamente, todo parecía nublarse sin remedio. Aunque solo uno de ellos fuera a venderlo, casi todos iban a abandonarlo. Y la terrible idea de saberse ninguneado por aquellos a quienes tanto quería podría haber torcido su discurso o violentado sus gestos. Pero no. Él volvió a llamarlos y a enviarlos. Volvió a confiar y a confiarse. Y, al hacerlo, se manifestó de nuevo ante el mundo como el Enviado del Padre convertido en Siervo de todos los hombres. En sus rodillas y en sus palabras el amor estaba ya venciendo la muerte.

¡Bendita proeza, vivir honradamente en medio de la guerra…! Y qué admirable sentido de la fraternidad, aquel que nos hace capaces de sentirnos enviados de paz cuando estamos sometidos a la humillación. En esto —especialmente en esto— jamás seremos los discípulos mejores que el Maestro, que subió a la cruz con el perdón colgando de los labios. Sin embargo, tampoco seremos nunca verdaderos discípulos los que no busquemos el modo de vivir reconciliados y entregados cuando arrecie el temporal. Al fin y al cabo, la cruz es la única forma cabal de existencia cristiana.

A veces pienso que aquí tiene nuestra fe su mayor piedra de tropiezo y, al tiempo, su piedra angular. Que la pasión —sufrimiento y donación; o mejor, donación en el sufrimiento— no es un misterio más de la vida de Cristo —importante, cómo no, pero uno más—, sino el misterio mismo de Cristo y del cristiano: su entraña y la nuestra. Asumir que creer es padecer de forma oblativa es lo más evidente de nuestra fe y quizá también lo más desusado. Nuestra riqueza más alta y nuestro olvido más común.

No por casualidad anuncia Pablo a Jesús, «y este crucificado», también a aquellos que, por tradición, educación y sensibilidad, debieran recibir con más facilidad su mensaje, su obra, su persona, su misterio. Nunca estamos tan sobradamente cerca del Crucificado como para abrazar su muerte con la Paz del Resucitado.

Adrián de Prado Postigo, cmf