Vísperas – Miércoles VI de Pascua

VÍSPERAS

MIÉRCOLES VI DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llando
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las ciaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que no tiemble vuestro corazón, tan sólo creed en mí. Aleluya.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblso te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que se alegren por tu salvación. Aleluya.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

LECTURA: Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdote que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Espíritu me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Aleluya.

PRECES

Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna, digámosle:

Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.

  • Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús resucitándolo de entre los muertos,
    — convierte nuestros corazones, para que andemos en una vida nueva.
  • Tú que, cuando andábamos descarriados como ovejas, nos ha hecho volver al pastor y guardián de nuestras vidas,
    — consérvanos en tu felicidad al Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.
  • Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
    — haz que los hijos de este pueblo reconozcan el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.
  • Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
    — y no permitas que vivan en la soledad, ya que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que llamaste a ti a Esteban, que confesó que Jesús estaba de pie a tu derecha,
    — recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina 29 de mayo

Tiempo de Pascua 

1) Oración inicial

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 16,12-15
Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. 

3) Reflexión

• En estas semanas del tiempo pascual, los evangelios diarios están sacados, casi todos, de los capítulos de 12 a 17 de Juan. Esto revela algo respecto del origen y del destino de estos capítulos. Reflejan no sólo lo que acontece antes de la pasión y de la muerte de Jesús, pero también y sobre todo la vivencia de la fe de las primeras comunidades después de la resurrección. Reflejan la fe pascual que las animaba.
• Juan 16,12: Mucho tengo todavía que deciros. El evangelio de hoy comienza con esta frase: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello”. En estas palabras de Jesús afloran dos cosas: el ambiente de despedida que marcaba la última cena, y la preocupación de Jesús, el hermano mayor, con sus hermanos más jóvenes que en breve se quedarán sin su presencia. Quedaba muy poco tiempo. En breve, Jesús sería detenido. La obra iniciada estaba aún incompleta. Los discípulos apenas estaban al comienzo del aprendizaje. Tres años es muy poco para cambiar de vida y comenzar a vivir desde otra imagen de Dios. La formación de ellos no se había terminado. Faltaba mucho, y Jesús tenía todavía muchas cosas que enseñar y transmitir. Pero él conoce a sus discípulos. Ellos no son de los más inteligentes. No soportarían conocer ya todas las implicaciones y consecuencias del discipulado. Quedarían desanimados, no serían capaces de soportarlo.
• Juan 16,13-15: El Espíritu Santo dará su ayuda. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros”. Esta afirmación refleja la experiencia de las primeras comunidades. En la medida en que iban imitando a Jesús, tratando de interpretar y aplicar su Palabra en diversas circunstancias de sus vidas, experimentaban la presencia y la luz del Espíritu. Y esto acontece hoy en las comunidades que tratan de encarnar la palabra de Jesús en sus vidas. La raíz de esta experiencia son las palabras de Jesús: “Todo lo que tiene el Padre es mío, también. Por eso os he dicho recibirá de lo mío y os lo explicará todo”.
• La acción del Espíritu Santo en el Evangelio de Juan. Juan usa muchas imágenes y símbolos para significar la acción del Espíritu. Como en la creación (Gen 1,1), así el Espíritu desciende sobre Jesús «como una paloma venida del cielo» (Jn 1,32). ¡Es el comienzo de una nueva creación! Jesús habla las palabras de Dios y nos comunica el Espíritu sin medida (Jn 3,34). Sus palabras son Espíritu y Vida (Jn 6,63). Cuando Jesús se despidió, dijo que iba a enviar a otro consolador, a otro defensor, para que se quede con nosotros. Es el Espíritu Santo (Jn 14,16-17). A través da su pasión, muerte y resurrección, Jesús conquistó el don del Espíritu para nosotros, a través del bautismo, todos nosotros recibimos este mismo Espíritu de Jesús (Jn 1,33). Cuando apareció a los apóstolos, sopló sobre ellos y dijo: «¡Recibid el Espíritu Santo!» (Jn 20,22). El Espíritu es como agua que brota de dentro de las personas que creen en Jesús (Jn 7,37-39; 4,14). El primer efecto de la acción del Espíritu en nosotros es la reconciliación: «A quienes vosotros perdonaréis los pecados serán perdonados; y a quienes no liberéis de sus pecados, quedarán atados» (Jn 20,23). El Espíritu que Jesús nos comunica tiene acción múltipla: consuela y defiende (Jn 14,16), comunica la verdad (Jn 14,17; 16,13); hace recordar lo que Jesús enseñó (Jn 14,26); dará testimonio de Jesús (Jn 15,26); manifiesta la gloria de Jesús (Jn 16,14); desenmascara el mundo (Jn 16,8). El Espíritu nos es dado para que podamos entender el significado pleno de las palabras de Jesús (Jn 14,26; 16,12-13). Animados por el Espíritu de Jesús podemos adorar a Dios en cualquier lugar (Jn 4,23-24). Aquí se realiza la libertad de Espíritu de la que habla San Pablo: «Donde hay el Espíritu del Señor, ahí hay libertad», (2Cor 3,17). 

4) Para la reflexión personal

• ¿Cómo vivo mi adhesión a Jesús: solo o en comunidad?
• Mi participación en la comunidad ¿me llevó alguna vez a experimentar la luz y la fuerza del Espíritu Santo? 

5) Oración final

Sólo su nombre es sublime,
su majestad sobre el cielo y la tierra.
Él realza el vigor de su pueblo,
orgullo de todos sus fieles. (Sal 148,13-14)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 9, 36-37

<

p style=»text-align:justify;»>38Le dijo Juan:“Maestro,hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo impedimos, porqueno nos sigue”.
39Pero Jesúsdijo: “No se lo impidáis. Porque nadie hará un portento en mi nombre y podrá inmediatamente hablar mal de mí;

40porque quien no está contra nosotros, a favor de nosotros está.

 

<

p style=»text-align:justify;»>Después de dar respuesta a la disputa de sus discípulos sobre el concepto de grandeza, exhortándoles a recibir a los niños y seguir así su camino de humildad, Jesús recoge otra pregunta de los apóstoles que procede de una enfermedad espiritual similar, a saber: la pretensión de restringir el empleo sanador del nombre de Jesús al grupo de seguidores («no nos sigue»). 
La perícopa se divide en tres secciones: 1) relato de Juan a Jesús sobre el modo como él y otros discípulos han tratado al exorcista ajeno (9,38); 2) rechazo de Jesús a este trato (9,39) y 3) enunciación por parte de Jesús de un principio general sobre el trato con personas ajenas al grupo (9,40). La alternancia de pronombres personales para referirse a Jesús, por un lado, y a los discípulos, por otro, es reveladora. Los discípulos comienzan vinculándose a sí mismos con Jesús («porque no nos sigue»). Jesús parece al principio distanciarse de los discípulos, dirigiéndose a ellos en segunda persona plural, lo que implica que desaprueba lo que han hecho («No se lo impidáis»). Al final, sin embargo, restablece de nuevo el vínculo de unión con ellos usando de nuevo la primera persona del plural («Pues quien no está contra nosotros, a favor de nosotros está»). 


<

p style=»text-align:justify;»>• 9,38-40: La perícopa comienza con Juan, hijo de Zebedeo, un miembro del círculo íntimo de tres discípulos, que plantea a Jesús un problema: las acciones de un sanador que no es uno de «los nuestros» pero que, sin embargo, utiliza el nombre del Maestro para realizar exorcismos. Ya sea que la pregunta surgiera en la vida de Jesús o bien en la iglesia primitiva, Jesús rechaza la actitud exclusivista propuesta por Juan, observando que a personas como el exorcista ajeno, que operan maravillas en nombre de Jesús, no les será fácil hablar mal de él posteriormente (9,39b). La respuesta de Jesús implica que se ha liberado ya en el mundo una fuerza que en última instancia 
demostrará ser más poderosa que la inclinación a la calumnia inherente a la edad presente: esa fuerza es el poder del nombre de Jesús. A causa de este poder, hasta los que comienzan a manipular el nombre de Jesús para sus propios objetivos pueden encontrarse de improviso dentro de su esfera de influencia.
En la sentencia «Quien no está contra nosotros a favor de nosotros está», Jesús emplea un dicho proverbial expresado aquí en forma positiva, mientras que en Mt 12,30 // Lc 11,23 aparece en forma negativa: «El que no está conmigo está contra mí». Ambas formas cuentan con un paralelo en Cicerón: «Sostenemos que son enemigos todos aquellos que no están con nosotros, mientras que vosotros consideráis que todos aquellos que no están contra vosotros están a vuestro lado».

A pesar del tono optimista de la conclusión de nuestra perícopa, el evangelio recuerda constantemente a sus lectores que la adhesión a Jesús puede conducir al sufrimiento, la traición y la muerte. Pero, como Jesús acentuará en el siguiente pasaje, un destino aún más terrible espera a los que dan su espalda a la redención divina del mundo.

Comentario del 29 de mayo

Las palabras de Jesús a sus discípulos sonaban a despedida. Esto deja en ellos una sensación tal de tristeza que Jesús se ve obligado a consolarlos. Y recurre a una comparación muy gráfica y real. La mujer –les dice-, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora (la hora del trance, de los dolores del parto, de la incertidumbre); pero cuando da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre, y a ella un hijo. La sensación de dar la vida –una vida humana- es tan intensa y tan gozosa que lo inunda todo y hace olvidar de inmediato los aspectos dolorosos del parto. Antes, lo llena todo la esperanza, aunque con ciertos temores e incertidumbre; después, se sobrepone a todo la alegría de tener en brazos al niño recién salido de las propias entrañas.

Semejante a éste –aunque quizá más largo- será el tránsito de la tristeza al gozo que habrán de experimentar sus discípulos: También vosotros ahora sentís tristeza (la tristeza de la despedida); pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. Aquí hay una promesa: volveré a veros; y esta nueva visión o reencuentro os llenará de alegría, una alegría que ya no os podrá ser arrebatada, porque la visión perdurará eternamente. Ahora, mientras caminamos por este mundo, seguimos viviendo en la esperanza de ese reencuentro; por tanto, en la fe de que se cumpla esa promesa. No vivimos aún en la visión. No podemos tener, pues, la alegría que brota de la visión; pero sí la alegría que se anticipa en la esperanza y permite experimentar la fe en su presencia espiritual (y sacramental) y mistérica. Porque la presencia de Jesús, sentida en el sacramento (eucaristía) y en la intimidad de la oración, proporciona una alegría (paz, serenidad, sosiego) de contornos difíciles de definir, una alegría muy apreciable y apreciada por muchos, una alegría de profundidades insondables.

Si hacemos la experiencia, tendremos la prueba de su veracidad. Innumerables cristianos han pasado por ella a lo largo de la historia y pueden dar fe –de hecho la han dado- de estos efectos. Dios no nos quiere tristes, sino alegres, incluso en medio de las dificultades y penalidades de la vida. La alegría es una fuente permanente de energía vital. Se podría decir que proporciona tanta vitalidad como el sol que nos alumbra. Pero sólo una alegría capaz de superar la frustración de la muerte tiene futuro; por eso, no se concibe sin la esperanza, ni puede sostenerse en último término sin la gran esperanza de una vida más allá de la muerte. Que el Señor nos reafirme en su palabra.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

13. Jesús, el eternamente joven, quiere regalarnos un corazón siempre joven. La Palabra de Dios nos pide: «Eliminen la levadura vieja para ser masa joven» (1 Co 5,7). Al mismo tiempo nos invita a despojarnos del «hombre viejo» para revestirnos del hombre «joven» (cf. Col 3,9.10)[1]. Y cuando explica lo que es revestirse de esa juventud «que se va renovando» (v. 10) dice que es tener «entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente si alguno tiene queja contra otro» (Col 3,12-13). Esto significa que la verdadera juventud es tener un corazón capaz de amar. En cambio, lo que avejenta el alma es todo lo que nos separa de los demás. Por eso concluye: «Por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,14).


[1] La misma palabra griega que se traduce como “nuevo” se utiliza para expresar “joven”.

Comentario Domingo de la Ascensión del Señor

Oración preparatoria

Señor Jesús, revísteme, por Tu Palabra de vida, de esa fuerza de lo alto, de Tu plenitud, dame Tu espíritu para entrar en esa Palabra tuya y que, habiéndola puesto por obra, se despliegue tu alegría en mi. AMEN.

 

Lc 24,46-53

«46Y [Jesús] les dijo: “Así está escrito: que el Mesías debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día 47y que se proclamaría en su nombre la conversiónpara perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.

48Vosotros sois testigos de estas cosas.
49Y he aquí que yo envío la Promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero vosotros

sentaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de fuerza desde lo alto”.
50Pero los sacó [fuera] hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.

51Y sucedió que, al bendecirlos, él se separó de ellos y fue llevado al cielo.52Y ellos, habiéndose postrado ante él, volvieron a Jerusalén con gran alegría.53Y estaban siempre en el Templo, bendiciendo a Dios».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Hay que leer los versículos 44-45, que forman la primera parte del discurso finalde Jesús en Lucas: “Estas son aquellas palabras mías que os dije cuando todavía estaba con vosotros: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí. Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras” (cf. v. 25: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!). Estamos en el final del evangelio lucano. Jesús resucitado se ha aparecido a los de Emaús, luego a todo el grupo de discípulos. Ahora da las últimas instrucciones, con las que empieza la segunda parte de la obra de Lucas (cf. Hch 1,1-5). Comienza el tiempo de los discípulos, de la Iglesia (frase central de la primera unidad textual: vosotros sois testigos).

 

TEXTO

El evangelio de hoy tiene dos partes.

1.- vv. 46-49: La primera recoge las últimas palabras de Jesús en el evangelio. Se puede estructurar, a su vez, en tres: a) las referencias a la Escritura sobre el destino del Mesías y la nueva encomienda (v. 46-47); b) la interpelación de ser testigos (v. 48): don y responsabilidad; c) la promesa del envío del Espíritu Santo (Promesa, Fuerza [dynamis, el modo salvífico de proceder de Jesús]) (v. 49).

2.- vv. 50-53: La segunda parte relata la ascensión de Jesús y acciones características suyas, y la reacción de los discípulos. Aparecen algunos elementos típicos del evangelio lucano (Bendición, Alegría, Templo).

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Comprender las Escrituras implica la misión de proclamar su Buena Noticia a todos. El texto nos interroga sobre nuestra complicidad en esta misión evangelizadora. ¿Cómo, cuándo, a quién evangelizamos?

• Fuerte implicación a los discípulos, ahora a nosotros sus continuadores: vosotros sois testigos. El texto nos interroga sobre nuestra experiencia real de testigos. ¿De qué? ¿Ante quién? Ya lo hemos dicho: ser testigos implica una doble faceta, de don de Dios y de responsabilidad nuestra.

• Dinamismo activo de Dios trinitario: ahora el Espíritu Santo es promesa (= ser revestidos por Dios de fuerza-poder [dynamis], es decir, de lo que caracterizaba el actuar de Jesús). El Espíritu que animaba a Jesús es el que se nos ofrece como próximo don para que sea el que anime a los seguidores de Jesús.

• Una “gran alegría” caracteriza a los discípulos después de recibir la bendición de Jesús: ¿cómo expresar hoy esa gran alegría, expresión de la presencia de Jesús en nuestras vidas, en medio de tantos problemas y circunstancias difíciles?

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo de la Ascensión del Señor

Domingo de la Ascensión del Señor
2 de junio 2019

Hechos 7,55-60; Salmo 96; Apocalipsis 22,12-14; Juan 17,20-26

Jesús ora por los Apóstoles

No te ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como tú estás en mí y yo estoy en ti. Que estén completamente unidos, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa; yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas tanto como me amas a mí. “Padre, tú me los diste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho. Oh, Padre justo, Los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y éstos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.”

Reflexión

Jesús ora por los apóstoles que serán pastores de su pueblo. ¿Quiénes siguen el trabajo de los apóstoles? (El Papa, los obispos, y los sacerdotes) En su oración a Dios, ¿que pide Jesús? (Unión a Dios y unión entre ellos) ¿Por qué es importante la union? (Para que el mundo crea que Dios Lo envió.) Cuando estamos unidos a Dios, ¿cómo actuamos? (Con amor, paz, obediencia, y alegría) Cuando no estamos unidos, ¿cómo actuamos? (peleando, rencor, desacuerdo) A quién van a seguir, ¿a los unidos o a los desunidos? Jesús promete que los que conocen a Dios, su amor y El mismo permanecerá en ellos. ¿Queremos ser testigos del Amor de Dios? ¿Qué podemos hacer?

Actividad

Hablar del trabajo de los Apóstoles y de la importancia de los sacerdotes, sucesores de los Apóstoles. Ellos actúan en Cristo mismo (In Persona Christi), con el poder de Jesús, por su ordenación en ciertas ocasiones. Específicamente en la Consagración de la Misa, cuando repitan las palabras de Jesús en la Ultima Cena, por obra del Espíritu Santo, el pan y vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo; y también, en el Sacramento de la Reconciliación, a través de Jesús, perdonan nuestros pecados. En los otros sacramentos, ellos actúan en la persona del ministro (Ex Persona Ministri), «Yo te bautizo…». En la siguiente página, cortar dos paneles con dibujo y oración, colorear, llenar nombre, y pegar en una hoja de color doblada a la mitad para regalar a un sacerdote de la Parroquia. Pueden escribir una nota personal si quieren.

Oración

Dios, te damos gracias por nuestros sacerdotes. Oramos que ellos siempre se queden unidos a Ti y a la Santa Iglesia dando testimonio del Amor de Dios a todo el pueblo. Oramos que nos mandes muchos Santos Sacerdotes. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Ascensión del Señor

¡Mira todas las cosas que tengo para enseñarte en esta mañana! (Demuestre y comente sobre cada una de los ingredientes.) Tengo harina, cocoa, azúcar, sal, huevos, leche y mucho más. Observando las cosas individualmente, posiblemente no sabrías que hacer con todas ellas. Cada una de ellas podría ser usada de muchas maneras, pero adivina qué podríamos hacer si juntamos todas ellas. Bueno, para empezar, ¡podríamos hacer un bizcocho de chocolate! ¿Te gustaría comer una cucharada de harina? ¿Qué tal una cucharada de sal o de aceite vegetal? ¡Me imaginaba que no! Muchos de las cosas que tenemos aquí no saben bien si se comen separadamente, es decir, una a la vez, pero cuando las mezclas en un tazón, pones la mezcla en un molde y lo horneas, terminas con algo maravilloso… ¡un delicioso bizcocho!

Estos ingredientes diferentes, que se unen al hornear un bizcocho, nos pueden enseñar una lección muy importante sobre la iglesia. La iglesia está compuesta de miembros individuales. Tal como estos ingredientes, los miembros de una iglesia son bastante diferentes, pero cuando están todos juntos y trabajan como si fueran uno, la iglesia pueda hacer cosas maravillosas. En nuestra lectura bíblica de esta mañana, Jesús mismo oraba para que todos los creyentes fueran uno para que el mundo pudiera ver el amor de Dios en ellos. Tú y yo somos parte de la iglesia. Jesús desea que nos amemos, nos ayudemos y nos sirvamos los unos a los otros. Cuando hacemos eso, no convertimos en uno, tal como Jesús oró que llegáramos a ser, y cuando somos uno, el mundo puede ver el amor de Dios en nosotros.

Desafortunadamente, a veces los miembros individuales de la iglesia tienen problemas en llegar a ser uno con los demás. Podemos escuchar a personas en la iglesia decir cosas como “No me gustan las canciones que cantamos” o “El predicador predica muy largo.” Cuando decimos cosas como esas y deseamos que se haga solo lo que deseamos, no estamos siendo uno. Somos como los ingredientes individuales del bizcocho. El mundo no puede ver el amor de Dios en nosotros. No llegan a gozar de las cosas maravillosas que Dios tiene guardadas y disponibles para ellos.

Si alguna vez te encuentras pensando sobre ti, en lugar de estar unido a otros en la iglesia, recuerda que Jesús oró para que llegáramos a ser uno. Cuando somos uno, atados y unidos por el amor de Cristo, el mundo llega a tener un sabor de las cosas maravillosas que Dios tiene para ellos.

Amado Padre, ayúdanos a ser uno en ti para que el mundo pueda saborear el dulce amor tuyo en nosotros. En el nombre de Jesús oramos, amén.

Comentario al evangelio – 29 de mayo

La primera lectura nos presenta al apóstol S. Pablo en la ciudad de Atenas. Hoy día es la capital de Grecia; en aquella época era la capital de los filósofos y los sabios. Por eso el apóstol comienza con una explicación del mensaje cristiano de acuerdo con lo que observa en aquella ciudad en la que se discutía de todas las últimas novedades que surgían en el mundo.

Pablo observa que en el lugar donde los sabios se reúnen, hay un altar dedicado al “dios desconocido”. Y tomando pie de alguien a quien no conocen, les habla de Jesús que ha resucitado y juzgará a la humanidad.

Lastimosamente, como dice el mismo apóstol S. Pablo: “Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión».

Pero “algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos”.

Es maravilloso ver cómo la palabra de Dios es una semilla que siempre, de una manera u otra, da un fruto en las personas. Y también sucede que cuando pensamos que todo ha sido un fracaso, aparecen sus frutos donde menos esperábamos.

El evangelio de Juan anuncia al Espíritu Santo defensor de los apóstoles. Jesús insiste en que será él quien lleve a los discípulos a descubrir todo el alcance de lo que les ha enseñado. No aportará revelaciones nuevas, sino que llevará a los discípulos a descubrir en profundidad todo lo que Jesús ha querido decir. El Espíritu Santo que mantiene unida a la comunidad le da también la fuerza y sabiduría para enfrentar las injusticias del mundo y los fracasos.

Bernardo, un sacerdote colombiano joven, fue enviado a África como misionero con tres Hermanas Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta. Era una región en la frontera entre Somalia y Tanzania totalmente de religión musulmana.  Al parecer aquellas gentes no tenían ningún interés en que unos extranjeros cristianos vivieran entre ellos. Por eso nadie les ofrecía hospedaje ni un terreno donde construir sus casitas.

Entonces decidieron instalarse en unos contenedores que habían conseguido transportar hasta allí, pero hacían tantísimo calor dentro de ellos, que apenas podían dormir por la noche.

El sacerdote, para ayudar a la gente pobre, recorría en bicicleta la región, pues no tenía dinero para comprar un coche o una moto. Las Hermanas recorrían a pie visitando las casas donde había personas enfermas para poder ayudarles.

Un día al regresar en la noche se encontraron con que les habían prendido fuego a los contenedores y todo lo que tenían se había quemado.

Bernardo se desesperó y cayendo de rodillas le dijo a Dios:

Señor, ¿por qué todo esto? Nosotros estamos aquí para servirles. Todos los días recorremos la región visitando a los enfermos, ayudando a los pobres. Y empezó a llorar.
De lejos la gente miraba…

Al día siguiente sucedió el milagro. Dios tocó el corazón a familias buenas que veían lo que aquellos Misioneros hacían y les ofrecieron sus casas para vivir.
Incluso les ofrecieron terreno para construir sus casitas y huertas.

El misionero esparce la buena semilla, pero es Dios quien la hace crecer. Y el Padre del cielo nunca abandona a sus hijos.

Carlos Latorre, cmf