Vísperas – Jueves VI de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES VI DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

SALMO 71: PODER REAL DEL MESÍAS

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrate al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sore el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le pagen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. Aleluya.

SALMO 71

Ant. Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Lïbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él será la bendición de todos los pueblos. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18.21b-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vuestra tristeza se convertirá en alegría, y nadie os quitará vuestra alegría. Aleluya.

PRECES

Alabemos y glorifiquemos a Cristo, a quien Dios Padre constituyó fundamento de nuestra esperanza y garantía de nuestra resurrección, y aclamémosle suplicantes:

Rey de la gloria, escúchanos.

  • Señor Jesús, que con tu propia sangre y por tu resurrección entraste en el santuario de Dios,
    — llévanos contigo al reino del Padre.
  • Tú que por la resurrección robusteciste la fe de tus discípulos y los enviaste al mundo,
    — haz que los obispos y presbíteros sean fieles heraldos de tu Evangelio.
  • Tú que por la resurrección eres nuestra reconciliación y nuestra paz,
    — haz que todos los bautizados vivan en la unidad de una sola fe y de un solo amor.
  • Tú que por la resurrección diste la salud al lisiado del templo,
    — mira con bondad a los enfermos y manifiesta en ellos tu gloria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que por la resurrección fuiste constituido primogénito de los muertos que resucitan,
    — haz que los difuntos que en ti creyeron y esperaron participen de tu gloria.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que nos haces partícipes de la redención, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 30 de mayo

Tiempo de Pascua

1) Oración inicial 

Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria. Por Jesucristo nuestro Señor. 

2) Lectura 

Del santo Evangelio según Juan 16,16-20
«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver.» Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: `Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y `Me voy al Padre’?» Y decían: «¿Qué es ese `poco’? No sabemos lo que quiere decir.» Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho:
`Dentro de poco no me veréis
y dentro de otro poco me volveréis a ver?’
En verdad, en verdad os digo
que lloraréis y os lamentaréis,
y el mundo se alegrará.
Estaréis tristes,
pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. » 

3) Reflexión

• Juan 16,16: Ausencia y presencia. Jesús dice un «poco» (mikròn), es decir, un tiempo muy breve, como un “instante”. Por encima de los múltiples matices, se quiere enfatizar la brevedad del tiempo. Si el tiempo que Jesús ha pasado junto a los suyos como verbo encarnado ha sido muy breve, igualmente será breve el tiempo que separará su partida y su retorno. No habrá cambio en la situación interior de sus discípulos porque no cambia su relación con Jesús: hay una cercanía permanente. Por eso, la visión de Jesús no sufrirá interrupción, sino que tendrá como característica la comunión de vida con él (Jn 14,19). Es interesante el uso repetido del verbo “ver” en el v.16: “Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”. La expresión “un poco y no me veréis” recuerda el modo en que los discípulos ven en el Jesús histórico al Hijo de Dios; la otra expresión “un poco y me volveréis a ver” remite a la experiencia del Cristo resucitado. Parece que Jesús quiere decir a sus discípulos que por brevísimo tiempo permanecerán aún en la condición de verlo, de reconocerlo en su carne visible, pero, después, lo contemplarán con una visión diferente porque se les mostrará transformado, transfigurado.
• Juan 16,17-19: La incomprensión de los discípulos. Mientras tanto, algunos discípulos no consiguen comprender qué significa esta ausencia de Jesús, es decir, su ida al Padre. Experimentan algún desconcierto ante las palabras de Jesús, y lo expresan con cuatro interrogantes, unidos en una misma expresión: “¿Qué es eso que nos dice?”. El lector ha oído otras veces los interrogantes de Pedro, de Felipe, de Tomás, de Judas -no el Iscariote- y ahora los de los discípulos que piden explicaciones. Los discípulos no acaban de entender de qué habla. No comprenden cómo Jesús, si se va al Padre, puede ser visto de nuevo por ellos (vv.16-19). Mas el interrogante parece concentrarse en aquel “poco”, que para el lector parece ser un tiempo larguísimo que no se acaba nunca, sobre todo cuando se está en la angustia y en la tristeza. De hecho, no pasa el tiempo de la tristeza. Se espera una respuesta por parte de Jesús, pero el evangelista retoma antes la pregunta: ¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?” (v.19).

• Juan 16,20: La respuesta de Jesús. De hecho, Jesús no responde a la pregunta que le hacen: “¿qué quiere decir ese dentro de poco?”, pero los invita a la confianza. Es verdad que los discípulos serán probados, sufrirán mucho, se hallarán solos ante una situación hostil, abandonados a un mundo que disfruta con la muerte de Jesús, pero Jesús asegura que su tristeza se convertirá en gozo. A la tristeza se contrapone un tiempo en el que todo se invertirá. El inciso adversativo “pero vuestra tristeza se convertirá en gozo” subraya este cambio de perspectiva. Para el lector es evidente que la expresión “un poco”, “dentro de un tiempo breve” corresponde a aquel instante o momento en que la situación será cambiada, pero hasta entonces todo sabe a tristeza y a prueba.
En definitiva, los discípulos reciben de Jesús una promesa de felicidad y de gozo; en virtud de aquel instante que invierte la situación difícil a la que “los suyos”, la comunidad eclesial, están sometidos, ellos entrarán en la realidad de un mundo iluminado por la resurrección. 

4) Para la reflexión personal

• ¿Estoy convencido de que pasará el tiempo de la prueba y Él volverá a estar conmigo?
• «Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”. ¿Qué efecto tienen en los aconteceres de tu vida estas palabras de Jesús? ¿Cómo vives tus situaciones de tristeza y de angustia? 

5) Oración final

Los confines de la tierra han visto
la salvación de nuestro Dios.
¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
gritad alegres, gozosos, cantad! (Sal 98,3-4)

Visitación de la Virgen María

 Bosquejo histórico de la fiesta

Desde el nacimiento de la Iglesia, este misterio era venerado por los fieles. En el siglo XIII varias comunidades religiosas lo conmemoraban con gran devoción, en especial los franciscanos, que introdujeron en la liturgia romana esta fiesta ya muy antigua en Oriente. Los papas Urbano VI y Bonifacio IX la extendieron a toda la Iglesia en el siglo XIV para obtener de la Virgen el final del cisma de Occidente. El Concilio de Basilea renovó su institución con el fin de pedir a Dios la paz de la Iglesia.

Pero todavía en el siglo XVII, San Francisco de Sales consideraba que la Visitación no se celebraba con la solemnidad de las otras fiestas de la Virgen, y fundó en 1610, junto a Santa Juana Francisca de Chantal, una nueva familia religiosa a la que bautizó con el nombre de «Visitación de Santa María», porque «era un misterio oculto y…, encontraba en él mil peculiaridades que le daban una luz especial sobre el espíritu que deseaba establecer en su instituto». En él quería que se celebrara la fiesta con todo esplendor en la liturgia y que cada visitandina se convirtiera en un «Magníficat» viviente.
Hasta la reforma del calendario, después del Concilio Vaticano II, la Visitación se celebraba el 2 de julio, pero luego la Iglesia la ha trasladado al 31 de mayo, entre la Anunciación y el nacimiento del Bautista, que parece ajustarse mejor a los tiempos de la visita cíe María a Isabel.

Aunque no han llegado hasta nosotros más que algunos apuntes de dos sermones sobre la Visitación, predicados por San Francisco de Sales en 1618 y 1621, son innumerables las citas a lo largo de los veintiséis tomos de sus obras en las que hace alusión a esas «mil peculiaridades», que son válidas, sino para todos los cristianos. He aquí algunas de sus ideas fundamentales.

En aquellos días, María se puso en camino

«La historia de este evangelio es muy hermosa —dice San Francisco de Sales— y me parece que se escucha con agrado. Refiere, pues, el evangelista que la Virgen se levantó con presteza y se dirigió a la montaña de Judea, para enseñarnos la prontitud con que se ha de corresponder a las inspiraciones divinas; porque es propio del Espíritu Santo, cuando toca un corazón, apartar de él toda pereza y tibieza; ama la diligencia y prontitud, es enemigo de las dilaciones cuando se trata de la ejecución de la voluntad divina…». […]

[…] María no podía guardarse su tesoro sólo para ella. El ángel le había dicho que su pariente Isabel esperaba un hijo y no vaciló en ir a prestarle su ayuda. Dejó la soledad de Nazaret y emprendió el viaje hacia Ain Karem, el pueblo donde sitúa la tradición la morada de Zacarías.

«Llevaba a Dios en su entraña, como una preeucaristía. ¡Ah, qué procesión del Corpus la que se inició aquel día», canta bellamente la liturgia. Sí, era la primera «procesión del Corpus», y ella, María, la primera custodia, la más rica, la más bella, que jamás haya existido en la tierra, Arca de la nueva y eterna alianza entre Dios y los hombres.

Si San Juan de la Cruz escribe «mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura», ¿no quedarían ahora aquellos campos, aquellos montes, embriagados de la suave presencia del Verbo oculto en el seno de una niña?

¿Y cómo sería este camino de cerca de 130 kilómetros desde Nazaret a Ain Karem? ¿Qué iría pensando María con el Verbo encarnado en sus entrañas? ¿Qué coloquios serían los suyos…? ¡Lástima que San Lucas no nos haya transmitido este misterio inefable que sólo en el silencio de la contemplación alcanzaremos a entrever…!

Años después, Jesús, el rabí de Nazaret, recorrería esos mismos senderos predicando la Buena Noticia, «haciendo el bien» a todos. Ahora también predicaba, pero en silencio y a través de su Madre. La Virgen estaba llena del amor y ese amor le rezumaba por todo su ser. También nosotros somos portadores de Dios, y si él habita en nuestro interior debemos dejar, como María, una estela de su presencia a nuestro paso.

Hoy, dos basílicas mantienen vivo el recuerdo de esta visita de la Virgen a Ain Karem, a unos 8 kilómetros al Oeste de Jerusalén. Es un lugar delicioso en la cuenca de unos montes pelados, y rico en olivos, viñedos y cipreses, sin que falten las higueras clásicas y las típicas piteras de Palestina. Aquí todo es remanso de paz. Entre la carretera y el santuario de la Visitación corre una fuente fresquísima, la «Fuente de la Virgen», que, según la leyenda, brotó cuando ella entonó el magnificat. […]

Alabanza de María a través del espacio y el tiempo

Entonces María, como cítara del Espíritu Santo, en expresión de San Epifanio, «entonó este cántico hermoso y admirable del Magnificat que excede a todos aquellos que nos refiere la Sagrada Escritura».

Y es «que el alma enamorada de Dios tiene un insaciable deseo de alabarlo y quisiera poder cantarle con alabanzas infinitas en reconocimiento de sus infinitas perfecciones y en gratitud de cuanto de él ha recibido y espera recibir’.
El Magnificat ha sido llamado «éxtasis del corazón», «éxtasis de la humildad», «éxtasis del amor y de la alegría». Y «éxtasis», según San Francisco de Sales, es salir de sí. María sale, pues, de sí misma en profundo conocimiento de su pequeñez y, en un desbordamiento de su amor a Dios, prorrumpe en su alabanza:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación. Él hace proezas con su brazo;
dispersa a los soberbios de corazón. derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

El Magnificat es el canto más «dulce, el más elevado y el más contemplativo que se ha escrito». Salido hace más de dos mil años «de la fe profunda de María en la Visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Iglesia a través de los siglos y en todas las lenguas, como los mosaicos de la iglesia de la Visitación en Ain Karem.

Juan Pablo II considera las palabras pronunciadas por María en el umbral de la casa de Isabel como «una inspirada profesión de su fe, en la que la respuesta a la palabra de la revelación se expresa con la elevación espiritual y poética de todo su ser hacia Dios-.

Y citando a San Ambrosio, Pablo VI dijo que todo cristiano debe cantar el Magnificat como la máxima alabanza que haya jamás brotado del alma humana, porque es del Espíritu Santo del que María y la Iglesia se hacen sus más fieles intérpretes.

José A. Martínez Puche

Comentario del 30 de mayo

Hoy tropezamos en el evangelio con palabras pronunciadas por Jesús que resultaron enigmáticas e inquietantes para sus discípulos. De ahí que generaran perplejidad y se tradujeran en comentarios e interrogantes. Dentro de poco –les decía- ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver. Nuestra visión actual de los acontecimientos –a posteriori- nos permite encontrar una explicación razonable a estas concisas palabras, que podemos referir a su muerte y resurrección: Dentro de poco ya no me veréis, porque con mi muerte y sepultura dejaréis de verme, pero poco más tarde me volveréis a ver, porque con mi resurrección de entre los muertos os daré ocasión de verme –al menos fugazmente- de nuevo. Pero la perspectiva que nosotros tenemos hoy de los hechos no es la que tenían aquellos discípulos, que veían las cosas, todavía por cumplir, de manera incompleta y proyectiva.

Lo que Jesús les anunciaba por anticipado era futuro para ellos, y el futuro es siempre impredecible. Sobre él sólo caben conjeturas y especulaciones. Por eso, y dado el carácter enigmático de estos asuntos, se hacen preguntas: ¿Qué significa ese poco y ese me voy con el Padre? Porque las palabras de Jesús eran alusivas, pero no aclaraban demasiado. Ni siquiera lo que añade a continuación, saliendo al paso de la zozobra y la perturbación provocada en el corazón de sus oyentes, deshace la niebla del misterio. Jesús recalca, sin aclarar: Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.

Poco es un adverbio de cantidad que hace referencia al escaso tiempo que le queda de estar con ellos y de que ellos puedan verle como le ven ahora; y Padre es el nombre familiar que Jesús da a ese Dios de quien se siente Hijo. Pero ¿no está Jesús ya con el Padre?, ¿qué necesidad tiene de ir con Él como si tuviera que hacer un tránsito para estar a su lado? Parece que mientras el Hijo esté en este mundo no podrá estar del todo con el Padre, porque para estar en este mundo corpóreo ha tenido que dejar en cierto modo el seno del Padre, que es su «lugar» de origen. Ir con el Padre es aquí volver a este «lugar» de procedencia, pero no sin antes haber completado la misión para la que ha venido a este mundo. Volver al Padre es tornar a su morada original o entrar en la gloria que le corresponde en cuanto Verbo y en cuanto hombre glorificado, algo que implica muerte y resurrección; pues sin resurrección no hay glorificación de la carne y sin muerte no hay resurrección. Esta vuelta es abandono de este mundo y de cuantos pertenecen a él; es, por tanto, despedida, aunque no necesariamente sin retorno.

Pero las despedidas de los seres queridos suelen teñir casi siempre el horizonte de un halo de tristeza. No es extraño por tanto que los que pasan por esta experiencia tengan en gran medida un sentimiento de orfandad y les sobrevenga la tristeza y el llanto; el mundo, en cambio, que vive con indiferencia esta despedida, que es ajeno a esta venida y a esta vuelta del Salvador, podrá permanecer alegre o podrá seguir festejando la vida de la que le es permitido disfrutar. Algunos incluso se alegrarán con su desaparición, porque su presencia les resultaba incómoda, perturbadora o inoportuna. Es el caso de todos aquellos que se alegrarán con su muerte, porque se habrán quitado de en medio un problema de difícil resolución.

Estarán tristes, les dice Jesús a sus discípulos, pero muy pronto su tristeza se convertirá en alegría. Es la alegría que aquellos seguidores, apenados y temerosos por el arresto y ejecución de su Maestro, experimentaron al ver a su Señor resucitado, y que experimentarán al ver venir al Hijo del Hombre entre las nubes del cielo; es la alegría del reencuentro jubiloso que presagian los mártires en su camino hacia el martirio. También aquí se podría decir: «donde abundó la tristeza, sobreabundó la alegría»; porque si la tristeza es fruto de la ausencia del ser querido, la alegría lo será de su presencia, una presencia menos efímera, más luminosa y duradera, la presencia ya incuestionable para sus testigos del Señor en su Parusía. Si el Señor nos encuentra a la espera de su venida en gloria, nos encontrará alegres; porque todo el que aguarda un acontecimiento gozoso no puede dejarse abatir por la tristeza aun estando en situación aflictiva.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

14. Advirtamos que a Jesús no le caía bien que las personas adultas miraran despectivamente a los más jóvenes o los tuvieran a su servicio de manera despótica. Al contrario, Él pedía: «que el mayor entre ustedes sea como el más joven» (Lc 22,26). Para Él la edad no establecía privilegios, y que alguien tuviera menos años no significaba que valiera menos o que tuviera menor dignidad.

Ascender a Dios, bendiciendo a los hombres

1.- Mientras les bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Me gusta imaginarme así a Jesús, en el momento de su Ascensión hacia el cielo: bendiciendo a sus discípulos. Bendecía a unos discípulos que siempre le habían querido y admirado, pero que le habían fallado en el momento más decisivo, en el momento último, cuando las autoridades religiosas del pueblo judío le prendieron y le llevaron a las autoridades romanas, para que estas le ejecutaran como a un vil malhechor. Jesús había dicho a sus discípulos más de una vez que él los amaba a ellos como el Padre le amaba a él, y sus discípulos sabían que el Padre amaba siempre acogiendo y perdonando, como el padre de la parábola del hijo pródigo. Por eso, sabían que Jesús se despedía ahora de ellos bendiciéndoles y perdonándoles. Seguro que el corazón de los discípulos se llenó de amor divino y, mirándolo, se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría. Realmente, la fiesta de la Ascensión ha sido siempre en el mundo cristiano una fiesta alegre, porque imaginamos al Señor subiendo al cielo y bendiciéndonos a los que quedamos en la tierra. Nosotros, en las pequeñas ascensiones nuestras de cada día, mientras tratamos de ascender progresivamente hacia Dios, debemos bendecir a todos nuestros hermanos, aunque algunos de ellos nos hayan fallado en más de un momento. La bendición cristiana es expresión del amor cristiano, de un amor que siempre está dispuesto a perdonar. Pidamos ahora a Jesús que, en esta fiesta de la Ascensión, nos bendiga también hoy a nosotros desde el cielo, regalándonos su amor y su perdón.

2.- Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? No somos árboles plantados donde nacemos, que nos pasamos la vida mirando al cielo. Dios nos ha plantado en este mundo con un motor dentro del cuerpo, lo que nos obliga a vivir en continuo movimiento, hasta que morimos. Somos los suplentes de Jesús, que tenemos la obligación de seguir jugando en esta tierra el partido del Reino de Dios, una vez que nuestro Maestro, nuestro titular, se ha ido al cielo. Debemos seguir jugando el partido del Reino de Dios movidos por el Espíritu de Jesús, por el Espíritu de nuestro capitán y maestro. Los discípulos de Jesús debemos ser personas activas, misioneras, evangelizadoras. El tiempo del Jesús físico y terrenal terminó el día de su ascensión al cielo; ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, continuar su obra movidos por su espíritu. Ahora es el Espíritu de Jesús, no su presencia física, el que nos debe guiar, dirigiendo nuestro actuar y nuestro caminar. La fiesta de la Ascensión del Señor debe ser para nosotros una llamada y una invitación a asumir nuestra responsabilidad, a ser ahora nosotros los que prediquemos y evangelicemos, haciéndolo, eso sí, dirigidos siempre por el Espíritu de Jesús. Terminó el tiempo del Jesús físico sobre la tierra; ahora es nuestro tiempo.

3.- Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. Ya las primeras comunidades cristianas tuvieron muchas dificultades para seguir siendo fieles al mandato que el Maestro les había hecho antes de despedirse, el mandato de seguir predicando el evangelio del Reino. Ante tantas dificultades, algunas comunidades estaban perdiendo su prístino fervor y entusiasmo. El autor de esta carta a los Hebreos les anima a no desanimarse, a no perder nunca la esperanza, porque Dios va a seguir siendo fiel a su promesa. No debían olvidar que también el Maestro, el sumo sacerdote de la Nueva Alianza, había tenido que sufrir mucho para ser fiel al mandato de su Padre. El Maestro, antes de despedirse, les había prometido su intercesión ante el Padre, desde el mismo cielo. Nosotros ahora, en este siglo XXI en el que nos toca vivir, también tenemos problemas y dificultades para predicar el evangelio de Jesús; no nos desanimemos, no perdamos la esperanza, porque Jesús sigue intercediendo por nosotros ante el Padre, y nuestro Dios es un Dios fiel a sus promesas.

Gabriel González del Estal

Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

“Y dijo Jesús a sus discípulos: «Estaba escrito que el Mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Sabed que voy a enviar lo que os ha prometido mi Padre. Por vuestra parte quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto».

Los sacó hasta cerca de Betania. Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y subió al cielo. Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios.

Lucas 24, 46-53

Para meditar

Jesús es el del perdón, el del amor a los pobres, el del arrepentimiento de las cosas que hacemos y sabemos que están mal. Pero Jesús sobre todo es el Jesús que vence a la muerte. Jesús después de morir, resucita al tercer día. Y este domingo celebramos que Jesús asciende a los Cielos para estar con Dios, su Padre y nuestro Padre.

No podemos seguir a un Jesús que no resucita, que no asciende a los Cielos a donde vamos a ascender todos. Nos tenemos que quedar con Jesús al cien por cien. No podemos coger unas cosas y otras no. Jesús no se puede partir en trocitos, es todo UNO.

Para hacer vida el evangelio

  • Escribe con tus palabras lo que significa para ti que Jesús asciende al Cielo.
  • ¿Por qué es importante para los cristianos que Jesús, después de resucitar, haya ascendido a los Cielos para estar con Dios, nuestro Padre?
  • Esta semana ten presente en tus oraciones que Jesús está con Dios en el cielo

Oración

Hoy más que nunca, Señor,
urge tu presencia en nuestro entorno.
La gente se despista de Ti,
tiene una idea equivocada de quién eres.
Sufre pensándote castigador y juez,
te teme creyéndote negativo y furioso,
huye de Ti pensando que eres sólo normas
y prohibiciones,
reproches, negativas y malvivir.
Yo siento necesidad de que te conozcan,
quiero decirles que Tú ilusionas,
que llenas el corazón de optimismo,
que contigo la vida es más fácil, pues descansas
que a tu lado el trabajo es más llevadero, pues serenas,
que en ti uno encuentra impulso, renovación y creatividad
y uno se vuelve más osado, atrevido y nuevo.
Deseo contarles que contigo uno se siente comprendido,
perdonado siempre y con deseos de perdonar a todos.
Señor, urge tu presencia en mí y en todos. Haznos testigos de tu
Amor.

Urge tu presencia en nuestras vidas

Hoy más que nunca, Señor,
urge tu presencia en nuestro entorno.
La gente se despista de Ti,
tiene una idea equivocada de quién eres.
Sufre pensándote castigador y juez,
te teme creyéndote negativo y furioso,
huye de Ti pensando que eres sólo normas y prohibiciones,
reproches, negativas y malvivir.

Yo siento necesidad de que te conozcan,
quiero decirles que Tú ilusionas,
que llenas el corazón de optimismo,
que contigo la vida es más fácil,
pues descansas que a tu lado el trabajo es más llevadero,
pues serenas,
que en ti uno encuentra impulso,
renovación y creatividad
y uno se vuelve más osado, atrevido y nuevo.
Deseo contarles que contigo uno se siente comprendido,
perdonado siempre y con deseos de perdonar a todos.

No te conocen, Dios mío, y te confunden,
con imágenes oscuras, tristes y vacías,
que eliminan tu mensaje liberador de la fe,
que te limitan a repeticiones aburridas,
a encuentros monótonos y rutinarios,
a infantilismos caducados y opresores.

Urge, Señor, que les contemos cómo Tú aportas alegría a nuestra vida,
nos llenas de impulso dinamizador, para me- jorar este mundo,
nos vuelves contemplativos e intensos
en lo cotidiano,
nos lanzas al mundo con la misión
de hacer justicia,
nos envías a liberar al que está lleno
de culpa o de complejo,
nos animas a cuidar y facilitar la vida
a los otros,
nos propones tener menos para ser más libres nos ofreces la mansedumbre
como estilo de vida mejor,
nos invitas a elegir los últimos puestos, con sencillez,
y a ser una mano tendida a todo el que esté a nuestro lado.

Señor, urge tu presencia en mí y en todos.
Haznos testigos de tu Amor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo de la Ascensión del Señor

• Estamos ante el punto de arranque del Evangelio: el anuncio de la Muerte y Resurrección de Jesús (46) motiva toda la acción de los discípulos, de los apóstoles, de los evangelistas.

• Esta acción-misión consiste en hacer el anuncio: “se predicará” (47).

• Un anuncio que lleva a “la conversión y el perdón de los pecados” (47).

• El tema de la conversión es frecuente en el Evangelio según Lucas (Lc 13,5; 15,7.10; 16,30; 24,47) y en el libro de los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor (Hch 2,38; 3,19.26; 5,31; 10,43; 13,38).

• Se nos recuerda, en boca de Jesús, que la misión solo será posible por el Espíritu Santo: “hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto”. (49)

• La escena de la Ascensión (50-52),

San Lucas la construye para expresar la fe de la comunidad en que Jesucristo ha sido “subido hacia el cielo” (51). Por tanto, es un pasaje más de los que expresan que el Crucificado ha sido Resucitado por la fuerza del Padre. Dicho de otro modo, se quiere expresar que Dios se ha comprometido totalmente con Jesús de Nazaret y con todo lo que dijo e hizo. El mismo que, para muchos, no pasó a ser motivo de escarnios y de injurias (Lc 22,63-65;23,36-39), acusado de perturbar el orden público (Lc 23,1-5).

• Se nos está diciendo que con la Pascua algo ha cambiado: la Resurrección de Cristo supone una ausencia de Jesús, el carpintero de Nazaret; pero también supone una presencia del Resucitado a través de los discípulos, a través de la Iglesia. Presencia que seda por la acción del Espíritu Santo,“ que mi padre ha prometido” (49).

• Comienza pues, el tiempo de la Iglesia. Tiempo caracterizado por la acción-misión (47.48) y por la acción de gracias (53). Tiempo marcado por una“gran alegría” (52) fruto de la experiencia de que el Resucitado “bendice” (51) a los discípulos, es decir, se compromete con ellos del mismo modo que el Padre se ha comprometido con Jesús de Nazaret.

• El tiempo de la Iglesia es el que vivimos en las parroquias, en las asociaciones y movimientos, en las comunidades de religiosas y religiosos… Un tiempo vivido en medio del mundo, en la mezcla de fidelidad al amor y de infidelidad, en la mezcla de seguridad de que el Resucitado está presente y el miedo al fracaso….

Comentario al evangelio – 30 de mayo

Os animo hermanos a la leer con atención  y reflexionar la palabra de Dios que tienen en sus manos. Es el mejor alimento diario de nuestra fe, si queremos seguir a Jesús.

Y lo primero que hay que hacer para tomar esta decisión de seguirle, es escuchar su llamada, tener el oído despierto. Sabemos bien que la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús, sino en creerle a él, a su persona y entregarle nuestro corazón.

Los apóstoles no siempre comprendían lo que Jesús les explicaba, pero confiaban en él, en su persona y estaban a su lado. “No entendemos lo que dice”, se lee en el evangelio de hoy. Y es que para entender a Jesús primero hay que quererle. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la alegría de quienes viven alimentándose de su Palabra  y dando gracias cada día de haberle conocido. Jesús es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo que nunca falla. Él nos lleva de la mano hasta el Padre.

Jesús les anuncia que están llamados a dar a luz un mundo nuevo, basado en el amor y guiado por el Espíritu Santo. El dar a luz produce un sufrimiento, pero acaba en una alegría inmensa. Este momento está cercano, casi a la mano. Van a tener valor para enfrentar todas las dificultades que se presenten, porque Jesús está con ellos como el Padre ha estado siempre con Jesús.

Pero cuando falta el seguimiento de Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad cristiana, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, de costumbres, de palabras que no entendemos.

Es fácil entonces instalarnos en algunas prácticas religiosas, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que leemos cada día. Sólo seremos sus discípulos si le damos el abrazo de la fe.

Sucedió el 19 de agosto 2000 en Roma con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración con el Santo Padre. Massimiliano, nacido en Roma, dio su testimonio: “He nacido en una sociedad en la que todo se puede comprar y en la que tengo de todo. Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido ni la guerra ni las deportaciones ni el control de la libertad, como muchos de los jóvenes que están aquí. Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estás palabras que me impresionaron muchísimo –las que Jesús dijo al joven rico- :

“Todavía te falta una cosa…”  ¿A mí me faltaba algo todavía? Sí, era cierto: ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES… “

Hoy, en pleno siglo XXI, este joven ha sentido el llamamiento a dar lo que tenía a los pobres y a seguir a Cristo. En su encuentro con los pobres de Roma, este joven busca ahora vivir como Jesús, entregando su vida por los demás. Y continúa diciendo: “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo solo, pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos ideales que yo”.

Carlos Latorre, cmf