Vísperas – Jueves VII de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES VII DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
goo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

SALMO 113

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

LECTURA: 1Co 6, 19-20

¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

RESPONSORIO BREVE

R/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

R/ Será quien os lo enseñe todo.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Espíritu Santo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y os comunicará lo que está por venir. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena y os comunicará lo que está por venir. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, bendito por los siglos, y, pidiéndole que envíe el Espíritu Santo a los que ha redimido con su muerte y resurrección, digamos:

Salva, Señor, a los que has redimido.

  • Envía a la Iglesia el Espíritu de la unidad,
    — para que desaparezcan todas las disensiones, odios y divisiones.
  • Tú que libraste a los hombres del dominio de Satanás,
    — libra también al mundo de los males que lo afligen.
  • Tú que, dócil al Espíritu, diste cumplimiento a tu misión,
    — haz que los sacerdotes hallen en la oración la fuerza y la luz del Espíritu para ser fieles a su ministerio.
  • Que tu Espíritu guíe a los gobernantes,
    — para que busquen y realicen el bien común.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

  • Tú que vives en la gloria del Padre,
    — acoge a los difuntos en tu reino.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 6 de junio

Tiempo de Pascua

1) Oración inicial

Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Juan 17,20-26

No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos presenta la tercera y última parte de la Oración Sacerdotal, en la que Jesús mira hacia el futuro y manifiesta su gran deseo de unidad entre nosotros, sus discípulos, y para la permanencia de todos en el amor que unifica, pues sin amor y sin unidad no merecemos credibilidad.

• Juan 17,20-23: Para que el mundo crea que tú me enviaste. Jesús alarga el horizonte y reza al Padre: No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Aquí aflora la gran preocupación de Jesús por la unión que debe existir en las comunidades. Unidad no significa uniformidad, sino permanecer en el amor, a pesar de todas las tensiones y de todos los conflictos. El amor que unifica al punto de crear entre todos una profunda unidad, como aquella que existe entre Jesús y el Padre. La unidad en el amor revelada en la Trinidad es el modelo para las comunidades. Por esto, a través del amor entre las personas, las comunidades revelan al mundo el mensaje más profundo de Jesús. Como la gente decía de los primeros cristianos: “¡Mirad como se aman!” Es trágica la actual división entre las tres religiones nacidas de Abrahán: judíos, cristianos y musulmanes. Más trágica todavía es la división entre los cristianos que dicen que creen en Jesús. Divididos, no merecemos credibilidad. El ecumenismo está en el centro de la última plegaria de Jesús al Padre. Es Su testamento. Ser cristiano y no ser ecuménico es un contrasentido. Contradice la última voluntad de Jesús.

• Juan 17,24-26: Que el amor con que tú me amaste esté en ellos. Jesús no quiere quedar solo. Dice: Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. La dicha de Jesús es que todos nosotros estemos con él. Quiere que sus discípulos tengan la misma experiencia que él tuvo del Padre. Quiere que conozcan al Padre como él lo conoció. En la Biblia, la palabra conocer no se reduce a un conocimiento teórico racional, sino que implica experimentar la presencia de Dios en la convivencia de amor con las personas en la comunidad.

• ¡Que sean uno como nosotros! (Unidad y Trinidad en el evangelio de Juan) El evangelio de Juan nos ayuda mucho en la comprensión del misterio de la Trinidad, la comunión entre las personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. De los cuatro evangelios, Juan es el que acentúa la profunda unidad entre el Padre y el Hijo. Por el texto del Evangelio (Jn 17,6-8) sabemos que la misión del Hijo es la suprema manifestación del amor del Padre. Y es justamente esta unidad entre el Padre y el Hijo la que hace proclamar a Jesús: Yo y el Padre somos una cosa sola (Jn 10,30). Entre él y el Padre existe una unidad tan intensa que quien ve el rostro del uno, ve también el rostro del otro. Cumpliendo esta misión de unidad recibida del Padre, Jesús revela al Espíritu. El Espíritu de la Verdad viene del Padre (Jn 15,26). El Hijo pide (Jn 14,16), y el Padre envía el Espíritu a cada uno de nosotros para que permanezca en nosotros, dándonos ánimo y fuerza. El Espíritu nos viene del Hijo también (Jn 16,7-8). Así, el Espíritu de la Verdad, que camina con nosotros, es la comunicación de la profunda unidad que existe entre el Padre y el Hijo (Jn 15,26-27). El Espíritu no puede comunicar otra verdad que no sea la Verdad del Hijo. Todo lo que se relaciona con el misterio del Hijo, el Espíritu lo da a conocer (Jn 16,13-14). Esta experiencia de la unidad en Dios fue muy fuerte en las comunidades del Discípulo Amado. El amor que une a las personas divinas Padre e Hijo y Espíritu nos permite experimentar a Dios a través de la unión con las personas en una comunidad de amor. Así, también, era la propuesta de la comunidad, donde el amor debería ser la señal de la presencia de Dios en medio de la comunidad (Jn 13,34-35). Y este amor construyó la unidad dentro de la comunidad (Jn 17,21). Ellos miraban la unidad en Dios para poder entender la unidad entre ellos.

4) Para la reflexión personal

• Decía el obispo Don Pedro Casaldáliga: “La Trinidad es aún mejor que la comunidad”. ¿En la comunidad de la que tú eres miembro, percibes algún reflejo humano de la Trinidad Divina?
• Ecumenismo. ¿Soy ecuménico?

5) Oración final

Señor, tu me enseñarás el camino de la vida,
me hartarás de gozo en tu presencia,
de dicha perpetua a tu derecha. (Sal 16,11)

Gracias, Señor, por tu Espíritu

Los Hechos de los Apóstoles narran la venida del Espíritu Santo; desde entonces, el Espíritu de Jesús vive y actúa en todos los hombres y en toda la creación (Hch 2,2). La carta a los fieles de Corinto nos recuerda que somos miembros de un único Cuerpo y que estamos bautizados en un mismo Espíritu (1 Co 12,8). Por eso Pentecostés no es un recuerdo histórico, sino una realidad viva. Igual que Jesús se hace presente en medio de personas aterradas por el miedo, así aparece hoy Jesús en nuestro corazón trayéndonos el amor, la paz, la compañía… y su Espíritu para siempre (Jn 20,22).

“El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre,
será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
¡Gracias, Señor, por tu Espíritu!

Ven Espíritu Santo, porque sin Ti,
nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte,
nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo.
Ven Espíritu Santo, por que sin Ti,
nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna.
Porque sin Ti, seguiremos dividiendo y separándolo todo:
Norte y Sur, primer mundo y tercer mundo,
creyentes y ateos, hombres y mujeres…
Recuérdanos que todos somos hijos de un mismo Padre
y todos estamos llamados a la comunión feliz con El.
Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado,
como casa común donde pueda crecer la familia humana;
enséñanos a entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes.

Ven Espíritu Santo, y enséñanos a creer.
Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en pura ideología,
nuestra religión en un triste “seguro de vida eterna”;
recuérdanos lo que nos ha dicho Jesús y condúcenos al evangelio.

Ven Espíritu Santo, y enséñanos a orar.
Sin tu calor y tu fuerza, nuestra liturgia se pierde en rutina,
nuestro culto en rito legalista, nuestra plegaria en palabrería.
Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión.
Ayúdanos a imaginar y construir un mundo más humano.
Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario.
Ven Espíritu Santo, y enséñanos a creer en Ti,
como ternura personal de Dios para con cada uno de nosotros,
como fuerza y poder de gracia que puede dar vida a nuestra vida.

¡Gracias, Señor, por tu Espíritu!
¡Que escuchemos sus llamadas en nuestro corazón!

Isidro Lozano

Comentario del 6 de junio

Jesús prosigue su oración, extendiendo su intercesión, más allá de sus colaboradores, a los que se adhieran a él por la palabra de ellos: Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Las palabras de Jesús revelan un proyecto de unidad, que quiere reunir en torno a sí a todos sus seguidores, es decir, a todos los que crean en él, bien por haber acogido su palabra directa, o bien por acoger la palabra de sus inmediatos seguidores. Es la palabra de uno u otros la que provoca la adhesión (=fe) personal, y la adhesión congrega a los adheridos forjando la unidad. Tal unidad no surge de la pertenencia al mismo linaje, a la misma familia o al mismo partido o sindicato, sino de la adhesión a su persona. Es una unidad en torno a Jesús, el Hijo, y al Padre, porque aquel no se concibe sin éste, ya que conforman una unidad inquebrantable. Adherirse a Jesús por la palabra de sus enviados es adherirse al Padre y entrar a formar parte de esa unidad que ambos conforman con el Espíritu Santo.

Tal es el proyecto de Jesús: reunir a los muchos para que sean uno en la unidad que él tiene con el Padre. El objetivo último es que esa unidad se extienda al mundo entero: para que el mundo (sin reducción de ningún tipo) crea en él como enviado de Dios Padre. Pero si el mundo cree, se habrá integrado en la unidad perseguida. La primera unidad creyente quiere ser un factor de atracción de los que todavía permanecen dispersos, ese mundo que aún no cree, pero que puede creer. Por la vía de la adhesión creyente se irán incorporando a la unidad de los adheridos. Jesús parece dar a entender que si sus seguidores no son uno, no se presentan a los ojos del mundo como una unidad, éste no creerá o tendrá más dificultades para creer.

Para que el mundo (que aún no cree) crea, es necesario que los creyentes (adheridos a él) se presenten como una unidad, o con otras palabras, como una sola congregación. Una Iglesia dividida será siempre una Iglesia más impedida para la misión, esto es, para atraer a nuevos creyentes. Si la unidad hace la fuerza, en la medida en que hace confluir los esfuerzos en una dirección, la división la reduce, porque dispersa las energías por cauces diversos. ¿No trazan las palabras de Jesús la concepción de una Iglesia una y universal que aspira a integrar en su seno al mundo entero? Tal es el proyecto ecuménico que tiene como objetivo reunir las fuerzas disgregadas de los creyentes en Cristo; porque la realidad histórica nos muestra a una Iglesia dividida ya desde sus comienzos. Pues ¿en qué época de su historia no se han dado en su seno tensiones que han acabado finalmente en cismas y dolorosas rupturas? Ya los mismos apóstoles (Pedro, Santiago, Juan, Pablo) tuvieron que vérselas con estas corrientes divisivas y sectarias, cuando apenas habían transcurrido unos años de la muerte de Jesús.

También les di a ellos –continua el orante- la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Jesús ha hecho partícipes a sus discípulos de la gloria que él mismo ha recibido del Padre; se les ha dado a conocer como su enviado, como su Hijo amado, con palabras y con obras; les ha hecho ver destellos de su divinidad en muchas de sus actuaciones. Y todo ellos para facilitar su fe y adhesión y afirmar su unidad en él. Por ellos, constituidos en unidad, le llegará al mundo el mensaje salvífico: el mundo podrá conocer que Dios lo ama como le ama a él, el Amado, el Predilecto. Sólo el testimonio unánime de los apóstoles –testimonio desde la unidad- será creíble.

Tras esta referencia al mundo como posible y deseable receptor del testimonio apostólico, Jesús vuelve a centrar su atención en los que le han sido confiados por el Padre y muestra su deseo de prolongar la amistad con ellos: Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo. El deseo de Jesús es compartir con sus amigos lo que él posee por su condición de Hijo amado, su hogar y su gloria. Ellos, a diferencia del mundo ignorante o indiferente a esta realidad, han conocido el envío del Hijo como luz del mundo, porque el mismo Jesús se lo ha dado a conocer, del mismo modo que les ha dado a conocer su Nombre, que no es otro que el de Padre. Les ha dado a conocer a Dios como Padre para que el amor que siente por el Hijo (amado) esté también en ellos, esto es, en aquellos que han conocido por su medio que Dios es también su (de ellos) Padre.

Jesús está ya en el corazón de aquellos que se han adherido a él por la fe; pero es preciso que también el Padre lo esté, para que puedan compartir este mismo amor que el Hijo recibe del Padre. Tal es el deseo de Jesús, que sus amigos (y discípulos) puedan sentirse amados de Dios como él se siente amado por el Padre. No hay mejor deseo para quienes disfrutan de su amistad. Y si Jesús lo desea, ¿quién puede impedir la realización de este deseo? Sólo nosotros con nuestra insensibilidad o torpeza.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Amad la verdad y desead la unidad

1.- La palabra como instrumento de unión. La palabra nos humaniza y construye fraternidad. Por tanto, debiera preocuparnos sobremanera el uso y el abuso que hacemos de la palabra. En nuestros días se abusa de la palabra en la publicidad y en la propaganda, lo que lleva a su devaluación y desprecio; disminuye de forma alarmante la competencia lingüística en las nuevas generaciones. En las redes sociales se difunden de forma interesada las noticias falsas, las Fake News. Pero si los hombres ya no se entienden hablando, ¿cómo pueden entenderse? y si no se entienden los unos a los otros, ¿cómo pueden vivir juntos? La Biblia nos dice que la confusión de lenguas, sin importarle nada de nadie, y sin respeto alguno a los que hablan o piensan de modo distinto, lleva a la división y a la dispersión de los pueblos, como sucedió en Babel.

2.- ¿Se entiende nuestro mensaje cristiano? Los cristianos somos portadores de un mensaje que debemos anunciar a todo el mundo y, con frecuencia, advertimos que nadie nos entiende o que no conseguimos hacernos entender. ¿Será que tampoco nosotros escuchamos a los demás?, ¿o acaso hablamos de memoria, sin espíritu, y como quien no cree lo que está diciendo?, ¿será que hacemos «propaganda de la fe» sin tener fe? El misterio que celebramos hoy, la venida del Espíritu Santo en lenguas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles es la réplica de Dios a la confusión de las lenguas, a la torre de Babel. Pero vino sobre ellos el Espíritu Santo y les concedió la capacidad de hablar y el valor para confesar en público que Jesús es el Señor. Porque «nadie puede decir que Jesús es el Señor a no ser por el Espíritu Santo». De otra parte, el Espíritu es el que abre los oídos para escuchar el evangelio. Partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, romanos, árabes, cretenses… escucharon en su propia lengua el mismo evangelio. El acontecimiento maravilloso de Pentecostés irrumpe en un mundo fraccionado en lenguas y culturas, y, sin suprimir las diferencias, sienta las bases para una fraternidad universal. Necesitamos preparar nuestro interior para recibir al Espíritu santo. Así lo recuerda San Agustín: “Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén”. (San Agustín, Sermón 267)

3.- Una nueva vida y un nuevo lenguaje. Un modo nuevo de hablar no tiene sentido si no es expresión de una vida nueva. De ahí que el problema que padecemos los cristianos, el problema de comunicación es en principio un problema de vida, de auténtica fe, de una fe con obras. Porque una fe sin obras está muerta y no tiene nada que decir al mundo. Si hemos sido bautizados por rutina y vivimos el cristianismo como una costumbre, el evangelio no llegará a los hombres y no podrán entender lo que les anunciamos. Añadiremos confusión a la confusión de lenguas que padece nuestra sociedad. La evangelización será un poco más de propaganda, un poco más de ruido. No contribuiremos en absoluto a la convivencia y al entendimiento entre todos los hombres de la tierra.

4.- El don de perdonar los pecados. Cristo ha dicho: «A quienes perdonareis los pecados, les quedan perdonados» Este don lo da el Espíritu Santo. Promoción humana no es sólo sacar de la pobreza al hombre para que tenga dinero. Si no ha entrado en esta promoción de hacerse hijo de Dios, de nada sirve tener dinero y nada estorba ser pobre. La verdadera promoción es aquella que eleva al hombre hasta hacerlo santo. Esta es la verdadera promoción: la santidad. El Espíritu de la Santidad, se da precisamente para arrancar a los hombres de sus pasiones, de sus idolatrías, de sus pecados, de sus desórdenes, de sus egoísmos, de sus injusticias. Debemos dar gracias a Dios porque la Iglesia cumple este deber, y no prohibamos que la Iglesia señale el pecado en el mundo y quiera arrancar a sus hijos de ese pecado. Cuando dice a la fuerza política o a la fuerza económica que no abusen de los débiles no se está más que cumpliendo su deber de desterrar el pecado del mundo y promover a los hombres por el verdadero camino de la promoción y de la santidad.

José María Martín OSA

Recibid el Espíritu Santo

“En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me ha enviado, así os envío yos». Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».

Juan 20, 19-23

Para meditar

Hoy es la fiesta en la que los discípulos recibieron el Espíritu Santo. Hasta ese momento estaban escondidos y muertos de miedo, después de la muerte y resurrección de Jesús.
Cuando se llenan de Espíritu Santo, da comienzo la historia de la Iglesia. A partir de ese momento, dejan de tener miedo y salen a anunciar el Evangelio a todos.
Hoy es la fiesta de todos los cristianos, de las personas sencillas que en su familia, con sus amigos, en su trabajo o donde estudian les enseñan a los demás con sus actos y con sus palabras que Jesús es el camino.

Para hacer vida el evangelio

  • Escribe el nombre de alguna persona de tu parroquia que reconoces que hace una gran labor y que no sea el párroco.
  • ¿Qué es lo que más valoras de esa persona? ¿Por qué cosas se nos tiene que reconocer a los cristianos?
  • Piensa en alguna cosa en la que puedes colaborar en tu parroquia.

Oración

Como el Padre te envió a Ti, Jesús,
así nos envías Tú a nosotros,
a llevar vida a los que viven mal,
a llenar de entusiasmo a los tristes,
a consolar a los que no pueden con la vida
a acompañar a los que están muy solos,
a endulzar a los que tienen una vida agria,
a suavizar a los que tienen muchas dificultades,
a compartir con los que tienen menos,
a iluminar a los que viven en la oscuridad del desamor,
a saciar la sed de los insatisfechos,
a descansar a los que están cansados
y agobiados,
a hacer reír a los que están siempre
de mal humor,
a descargar el peso de los que tienen
una existencia dura,
a facilitar la historia de los que sufren injusticias,
a repartir justamente lo que nos ha sido dado
para todos,
a poner mansedumbre en las tensiones
y conflictos.

Así os envío yo a vosotros

Como el Padre te envió a Ti, Jesús,
así nos envías Tú a nosotros,
a llevar vida a los que viven mal,
a llenar de entusiasmo a los tristes,
a consolar a los que no pueden con la vida
a acompañar a los que están muy solos,
a endulzar a los que tienen una vida agria,
a suavizar a los que tienen muchas dificultades,
a compartir con los que tienen menos,

a iluminar a los que viven en la oscuridad del desamor,
a saciar la sed de los insatisfechos,
a descansar a los que están cansados
y agobiados,
a hacer reír a los que están siempre
de mal humor,
a descargar el peso de los que tienen
una existencia dura,
a facilitar la historia de los que sufren injusticias,
a repartir justamente lo que nos ha sido dado para todos,

a poner mansedumbre en las tensiones
y conflictos,
a desculpabilizar a los que se instalan en la culpa,
a suavizar el dolor de los que tienen pérdidas fuertes,

a festejar con los otros la fiesta
de la fraternidad,
a hacer realidad el Reino de justicia
y de bondad,
a facilitar el aprendizaje
de los que les cuesta,
a aliviar el peso de los que sufren en demasía,
a sonreír a los tristes y amargados,

a acariciar la historia personal
de los hermanos,
a entretener a los que no tienen tiempo para el ocio
a escuchar al que no tiene un amigo

que le atienda,
a hacer sentir válido al que nadie dignifica ni valora
a dignificar al criticado, condenado

o ninguneado,
a acoger a la persona que no entendemos
ni conocemos,
a ocuparnos en cambiar este mundo insolidario,
a ofrecer otra manera de ser, de vivir
y de estar en el mundo,
a ser profetas de la vida cotidiana,
a denunciar toda actitud
que deshumaniza o explota a alguien,
a ser tu presencia, Señor en este mundo,
nos has llamado a cada uno,
Señor, aquí nos tienes… aquí me tienes. Tuyo soy.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo de Pentecostés

• Jesús «exhaló su aliento sobre ellos» (22): esta expresión nos conduce a los orígenes, a lo que Dios hizo por dar vida al hombre a quien modeló del polvo de la tierra: Le infundió el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo (Gn 2,7). De esta manera el Evangelio nos dice que Cristo Resucitado, dándonos el Espíritu, es el Creador de la Humanidad Nueva, de una Vida Nueva. Esa nueva creación no es otra que la nueva sociedad, el Reino de la fraternidad, la igualdad y la paz. Es decir, el Espíritu de Jesús empuja en la dirección de la creación de la nueva sociedad. No se trata de dones extra-históricos sino de la total colaboración de Dios para que lo humano triunfe, para que se plenifique la vida, para que se cumpla el «proyecto» de Dios sobre la historia (Jn 1,1).

• Por la acción del Espíritu:

— Cristo –el único Cristo- vive entre nosotros y en cada uno de nosotros;
— Cristo nos comunica su vida de Resucitado;
— podemos amar (alguien ha formulado que quien no ama no tiene el Espíritu Santo);

— podemos “ver” (20) al Señor (Jn 3,3; 14,19; 20,24.29) –es el “ver” de la fe, el “ver” que llena de alegría (20)-;
— y podamos acoger sus presencias: en la Iglesia reunida (Mt 18,20), en la Escritura proclamada como Palabra viva (Rm 10,17), en los Sacramentos (1 Cor 11,24-25) y en la vida, en las personas –sobre todo los más pobres– y en los acontecimientos (Mt 25,40.45; Lc 12,54-13,5; 17,21);
— podemos pasar a la acción y dar la vida por los otros como ha hecho Cristo (Jn 15,13), abiertos a la esperanza del Reino de Dios (Mc 4,26-29).

• Porque tienen el Espíritu, los “discípulos” (19) pueden ser “enviados”a continuar la misión de Jesús (21).Aquí, esta misión se concreta con el anuncio del perdón de Dios (23), fuentede regeneración.

* Juan habla de “discípulos” (19), no de apóstoles, refiriéndose a quienes estaban reunidos en un mismo lugar y para una misma cosa, reunidos con Él, formando Iglesia. Con la palabra“discípulos” acentúa la adhesión a Jesús, el seguimiento. La identidad del apóstol –“enviado” (21)–, por lo tanto, pasa por ser, primeramente, discípulo.

* Es apóstol aquel discípulo a quien el Resucitado envía. El apóstol nunca parte de la propia iniciativa sino de la iniciativa de Otro. Siempre se refiere al proyecto de Otro: el proyecto de Dios que ha amado tanto al mundo que le quiere dar vida (Jn 3,16) dándose a conocer (Jn 7,26). El apóstol –el/la militante cristiano/na– es la persona que da a conocer, con la palabra y la acción, a este Dios que ha manifestado su amor y ha dado la vida en el hombre Jesús de Nazaret (Rm 1,5; 15,18).

• La acción de los apóstoles sólo tiene sentido y eficacia en cuanto que han recibido el Espíritu (22) y, por lo tanto, la suya es la acción de Dios mismo. Como la acción del mismo Jesús, que era la acción de quien le había enviado (21).

• De hecho, en la Iglesia todo depende del Espíritu Santo recibido. No nos podamos inventar nada. En la celebración de la Eucaristía, por ejemplo, si reconocemos la presencia del Señor –y no sólo en la Palabra y el Sacramento– es por el Espíritu que se nos da. Si no fuera así, no sería fácil decir que Jesús está presente en la reunión, cuando quizás hay gente que no nos cae bien. Tampoco sería fácil de creer –nos lo recuerda el envío del final- que Él está en la vida, en los pobres, en el trabajo, en la familia, en medio del mundo y de la sociedad (en el centro de trabajo o estudio o en la calle o en las asociaciones…).

Comentario al evangelio – 6 de junio

Pablo se aprovecha de la división que existe entre los que le acusan para salir libre. Cuesta mucho ponerse de acuerdo, sobre todo si las divisiones están asentadas desde antiguo. Quizá eso sea uno de los problemas que seguimos teniendo en la Iglesia. A pesar de que en el seno de la Madre Iglesia hay sitio para todos (desde la Teología de la Liberación hasta los partidarios de la Misa de san Pío V, y todos somos católicos, apostólicos y romanos) no es sencillo conjugar la unidad en la diversidad.

En la Iglesia hay mucha más libertad que en muchos partidos políticos, por ejemplo. Quizá por eso hay muchas voces. Y es difícil constituir una sola comunidad. Jesús lo veía venir, y reza al Padre, para que “todos sean uno”. He ahí una de las claves para poder ser creíbles en nuestro mundo. En San Petersburgo (la ciudad de Rusia, no la de Florida, EE.UU) iba todas las semanas a la casa de acogida que tienen las hermanas de Santa Teresa de Calcuta. Los allí acogidos me preguntaban durante media hora sobre diversas cuestiones de lo divino y de lo humano. Y más de una vez surgió la pregunta: “Si los ortodoxos y los católicos tienen tanto en común, ¿por qué no podéis poneros de acuerdo y trabajar juntos?” Yo solía replicar que trabajar, trabajamos juntos en varios campos, pero que hay muchos factores históricos que nos impiden la plena comunión. Y eso es un “antitestimonio”. Quizá por eso, cada año, del 18 al 25 de enero, rezo especialmente por la unidad de todos los cristianos.

No sé si podemos hacer mucho para que todos los creyentes en Cristo nos re-unamos. Me refiero a la unión mundial. Pero sí puedo hacer algo en mi parroquia, saludando a las personas que se sientan a mi lado en la Misa, o en mi casa, siendo signo de unidad y no de desunión. O en mi trabajo, o en mis estudios, siendo de los positivos y no de los negativos. Sin difundir “chismes”, sin quejarme, sin llegar tarde, siendo efectivo… Seamos creativos.

Lo que no es posible para las personas lo hace posible el amor de Dios. Cristo nos dijo que no nos dejaría solos, que su Espíritu estaría siempre con nosotros. “Por el amor de Dios” nos podemos sentir todos hermanos, miembros de un mismo cuerpo. Y, de esa manera, ser testimonio. Incluso si no pensamos lo mismo, si no nos gustan las mismas canciones, si no vestimos de la misma manera, o si somos de diferentes edades. Es Cristo quien nos llama, quien nos reúne y nos invita a ser todos uno. Por la gracias de Dios.

Alejandro, C.M.F.