Somos misión

Hay personas que llaman la atención por el modo en que realizan sus actividades, tareas, aficiones… No es simplemente que cumplan correctamente con su deber o que hagan bien las cosas, es algo que va más allá: se nota que “les sale de dentro”, que aunque lo que hacen les suponga esfuerzo, preocupaciones… se sienten satisfechos porque “eso es su vida”.

Hoy estamos celebrando la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Y con motivo de esta festividad, la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar ha publicado unos materiales de reflexión con el lema “Somos misión”.

En la 1ª lectura hemos escuchado que todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente… vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo… “También hoy nos reunimos, junto con María, la Madre de Jesús y nuestra, porque necesitamos el empuje del Espíritu para “salir” de nuestras rutinas, miedos, espacios de confort y convertirnos en “discípulos misioneros” que den testimonio con valentía de la novedad del Evangelio. El Espíritu Santo que recibieron los apóstoles de la Iglesia naciente, es el mismo Espíritu que un día recibimos en nuestro bautismo, y el mismo que hoy Jesús Resucitado sigue derramando sobre cada uno de nosotros, para animar nuestro caminar creyente y renovar nuestro compromiso cristiano.

La solemnidad de Pentecostés es una de las más importantes, puesto que actualizamos el cumplimiento de la promesa de Cristo a los apóstoles de que el Padre enviaría al Espíritu Santo para guiarlos en la misión evangelizadora. En este contexto celebramos el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar subrayando que cada fiel laico, animado por la fuerza del Espíritu Santo, está llamado a descubrir, en medio del Pueblo de Dios, que es una misión”.

En la 2ª lectura hemos escuchado: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Siguiendo el ejemplo que poníamos al principio, los fieles laicos han de llamar la atención no tanto por sus capacidades, su corrección… sino porque se dejan llevar por el Espíritu de Dios a la hora de llevar adelante todo lo que conforma su vida cotidiana.

“Nuestra vida, por tanto, es nuestra misión. Nuestra misión es vivir la vida a la manera de Cristo. Nuestra misión es nuestra vida, vivida para la comunión. Ese es el sentido de nuestra vida. Si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Nuestra tarea consiste en acoger ese Amor liberador para construir nuestra propia vida y la de nuestro entorno desde el proyecto de Dios. Y eso es posible gracias a la acción del Espíritu en nosotros”.

La solemnidad de Pentecostés nos recuerda que, aunque no lo tengamos presente, el Espíritu Santo está con nosotros en nuestro caminar diario. En el Evangelio Jesús ha dicho: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad… El Espíritu Santo… será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Por esta presencia del Espíritu, “la misión no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar, no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo” (EG 273). :

Dice el papa Francisco: “no es que la vida tenga una misión, sino que es misión” (GE 27). Y hoy, Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, la llamada a “ser misión” va dirigida especialmente a los laicos porque “los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Y como laicos estáis llamados a ser discípulos misioneros de Cristo en la Iglesia y en el mundo, «bautizados y enviados». Es necesario que todos nos sintamos partícipes, corresponsables en la misión de la Iglesia. Que aprendamos a trabajar no por oficinas aisladas, sino por proyectos, que son los que nos ayudan a ir creciendo en búsqueda de objetivos y logros comunes. Los laicos, por vuestra condición personal, al estar más en contacto, inmersos en las realidades temporales, estáis llamados, de un modo particular, a ser Iglesia en medio del mundo. Estáis llamados a que vivir el sueño misionero de llegar a todas las personas (niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos) y a todos los ambientes (familia, trabajo, educación, compromiso sociocaritativo, ocio y tiempo libre…)”.

La Solemnidad de Pentecostés es “un fuerte llamado de atención para todos nosotros”, para que “llamemos la atención” en nuestra sociedad. Y para eso “tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy” (GE 23), sabiendo que ese reflejo de Jesucristo es fruto del Espíritu Santo que habita en nosotros.