Vísperas – San Bernabé

VÍSPERAS

MARTES X TIEMPO ORDINARIO
SAN BERNABÉ, Apóstol

INVOCACIÓN INICIAL

V.Dios mío, ven en mi auxilio
R.Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Benditos son los pies de los que llegan
para anunciar la paz que el mundo espera,
apóstoles de Dios que Cristo envía,
voceros de su voz, grito del Verbo.

De pie en la encrucijada del camino
del hombre peregrino y de los pueblos,
es el fuego de Dios el que los lleva
como cristos vivientes a su encuentro.

Abrid pueblos, la puerta a su llamada,
la verdad y el amor son don que llevan;
no temáis, pecadores, acogedlos,
el perdón y la paz serán su gesto.

Gracias, Señor, que el pan de tu palabra
nos llega por tu amor, pan verdadero,
gracias, Señor, que el pan de vida nueva
nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén.

SALMO 48: VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, 
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

SALMO 48

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaban:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

LECTURA: Col 1, 3-6a

En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Este se siguen propagando y va dando fruto en el mundo entero.

RESPONSORIO BREVE

R/ Contad a los pueblos la gloria del Señor.
V/ Contad a los pueblos la gloria del Señor.

R/ Sus maravillas a todas las naciones.
V/ La gloria del Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Contad a los pueblos la gloria del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que habían hecho entre los gentiles con la ayuda de Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que habían hecho entre los gentiles con la ayuda de Dios.

PRECES

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p style=»text-align:justify;»>Invoquemos a Dios, Padre de los astros, que nos ha llamado a la fe verdadera por medio del Evangelio de su Hijo, y oremos por su pueblo santo, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, que resucitaste de entre los muertos a tu Hijo, el gran pastor de las ovejas,

— haz que nosotros seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, que enviaste a tu Hijo al mundo para dar la Buena Noticia a los pobres,

— haz que el evangelio sea proclamado a toda la creación.

<

p style=»text-align:justify;»>Tú que enviaste a tu Hijo a sembrar la semilla de la palabra,

— danos también a nosotros sembrar tu semilla con nuestro trabajo, para que, alegres, demos fruto con nuestra perseverancia.

<

p style=»text-align:justify;»>Tú que enviaste a tu Hijo para que reconciliara el mundo contigo,

— haz que también nosotros cooperemos a la reconciliación de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que has sentado a tu Hijo a tu derecha, en el cielo,
— Admite a los difuntos en tu reino de felicidad.

Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú mandaste que san Bernabé, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a las naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el evangelio de Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la Iglesia con fidelidad, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.Amén.

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Lectio Divina – 11 de junio

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas; y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 10,7-13

Yendo proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento.

«En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros.

3) Reflexión

• Hoy es la fiesta de san Bernabé. El evangelio habla de las instrucciones de Jesús a los discípulos sobre cómo anunciar la Buena Nueva del Reino a las “ovejas perdidas de Israel” (Mt 10,6). Ellos deben: a) cuidar a los enfermos, resuscitar a los muertos, purificar a los leprosos, expulsar a los demonios (v.8); b) anunciar gratuitamente aquello que gratuitamente han recibido (v.8); c) no llevar ni oro, ni sandalias, ni bastón, ni alforja, ni zapatos, ni dos túnicas (v.9); d) procurar una casa donde puedan ser hospedados hasta terminar la misión (v.11); e) ser portadores de paz (v.13).

• En el tiempo de Jesús había diversos movimientos que, como Jesús, buscaban una nueva manera de vivir y convivir, por ejemplo, Juan Bautista, los fariseos, los esenios y otros. Muchos de ellos formaban comunidades de discípulos (Jn 1,35; Lc 11,1; Hec 19,3) y tenían a sus misioneros (Mt 23,15). ¡Pero había una gran diferencia! Por ejemplo, los fariseos, cuando iban en misión, iban prevenidos. Pensaban que no podían confiar en la comida de la gente que no siempre era ritualmente “pura”. Por eso llevaban alforja y dinero para poder cuidar de su propia comida. Así, las observancias de la Ley de pureza, en lugar de ayudar a superar las divisiones, enflaquecían aún más la vivencia de los valores comunitarios. La propuesta de Jesús es diferente. Su método transpare en los consejos que da a los apóstoles cuando los envía en misión. Por medio de las instrucciones, trata de renovar y reorganizar las comunidades de Galilea para que sean nuevamente una expresión de la Alianza, una muestra del Reino de Dios.

• Mateo 10,7: El anuncio de la cercanía del Reino. Jesús envía a sus discípulos a anunciar la Buena Nueva. Ellos deben decir: “¡El Reino de los cielos está cerca!” ¿En qué consiste esta proximidad? Ni significa la proximidad en el tiempo en el sentido que basta esperar un poco de tiempo y en breve el Reino aparecerá. “El Reino está cerca” significa que ya está al alcance de la gente, ya “está en medio de vosotros” (Lc 17,21). Es preciso adquirir una nueva mirada para poder percibir su presencia o cercanía. La venida del Reino no es fruto de nuestra observancia, como querían los fariseos, sino que se hace presente, gratuitamente, en las acciones que Jesús recomienda a los apóstoles: cuidar a los enfermos, resuscitar a los muertos, purificar a los leprosos, expulsar a los demonios.

• Mateo 10,8: Curar, resuscitar, purificar, expulsar. Enfermos, muertos, leprosos, poseídos eran los excluidos de la convivencia, y eran excluidos en nombre de Dios. No podían participar en la vida comunitaria. Jesús manda que estas personas excluidas sean acogidas, incluidas. Y en estos gestos de acogida y de inclusión, el Reino se hace presente. Pues en estos gestos de gratuidad humana se transparenta el amor gratuito de Dios que reconstruyó la convivencia humana y que rehace las relaciones interpersonales.

• Mateo 10,9-10: No llevar nada. Al contrario de los otros misioneros, los apóstoles no pueden llevar nada: “No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento”. La única cosa que pueden llevar es la Paz (Mt 10,13). Esto significa que deben confiar en la hospitalidad y en el compartir de la gente. Pues el discípulo que va sin nada llevando apenas la paz, muestra que confía en la gente. Acredita que va a ser recibido, y la gente se siente provocada, valorada, respetada y confirmada. El obrero tiene derecho a su alimento. Por medio de la práctica, el discípulo critica las leyes de la exclusión y rescata los valores del compartir y de la convivencia comunitaria.

• Mateo 10,11-13: Convivir e integrarse en la comunidad. Al llegar a un lugar los discípulos deben escoger una casa de paz y allí deben permanecer hasta el fin. No deben pasar de casa en casa, sino convivir de forma estable. Deben hacerse miembros de la comunidad y trabajar por la paz, esto es, por la reconstrucción de las relaciones humanas que favorecen la paz. Por medio de esta práctica, rescatan una antigua tradición del pueblo, critican la cultura de acumulación que marcaba la política del Imperio Romano y anuncian un nuevo modelo de convivencia.

• Resumiendo: las acciones recomendadas por Jesús para el anuncio del Reino son éstas: acoger a los excluidos, confiar en la hospitalidad, provocar la puesta en común, convivir de modo estable y de forma pacífica. Si esto acontece, entonces pueden y deben gritar a los cuatro ventos: ¡ El Reino ha llegado! Anunciar el Reino no es en primer lugar enseñar verdades y doctrinas, catecismo o derecho canónico, sino llevar a las personas a una nueva manera de vivir y convivir, a una nueva manera de actuar y de pensar desde la Buena Nueva, traída por Jesús: que Dios es Padre/Madre y que, por tanto, todos somos hermanos y hermanas.

4) Para la reflexión personal

• ¿Por qué todas estas actitudes recomendadas por Jesús son señal de la llegada del Reino de Dios?
• ¿Cómo realizar hoy lo que Jesús pide: “no llevar alforja”, “no pasar de casa en casa”?

5) Oración final

Cantad a Yahvé un nuevo canto,
porque ha obrado maravillas;
le sirvió de ayuda su diestra,
su santo brazo. (Sal 98,1)

La Santísima Trinidad

1. LA REVELACIÓN DEL DIOS UNO Y TRINO

«El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Compendio, 44). Toda la vida de Jesús es revelación del Dios Uno y Trino: en la anunciación, en el nacimiento, en el episodio de su pérdida y hallazgo en el Templo cuando tenía doce años, en su muerte y resurrección, Jesús se revela como Hijo de Dios de una forma nueva con respecto a la filiación conocida por Israel. Al comienzo de su vida pública, además, en el momento de su bautismo, el mismo Padre atestigua al mundo que Cristo es el Hijo Amado (cfr. Mt 3, 13-17 y par.) y el Espíritu desciende sobre Él en forma de paloma. A esta primera revelación explicita de la Trinidad corresponde la manifestación paralela en la Transfiguración, que introduce al misterio Pascual (cfr. Mt 17, 1-5 y par.). Finalmente, al despedirse de sus discípulos, Jesús les envía a bautizar en el nombre de las tres Personas divinas, para que sea comunicada a todo el mundo la vida eterna del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cfr. Mt 28, 19).

En el Antiguo Testamento, Dios había revelado su unicidad y su amor hacia el pueblo elegido: Yahwé era como un Padre. Pero, después de haber hablado muchas veces por medio de los profetas, Dios habló por medio del Hijo (cfr. Hb 1, 1-2), revelando que Yahwé no sólo escomo un Padre, sino que es Padre (cfr. Compendio, 46). Jesús se dirige a Él en su oración con el término arameo Abbá, usado por los niños israelitas para dirigirse a su propio padre (cfr. Mc 14, 36), y distingue siempre su filiación de la de los discípulos. Esto es tan chocante, que se puede decir que la verdadera razón de la crucifixión es justamente el llamarse a sí mismo

Hijo de Dios en sentido único. Se trata de una revelación definitiva e inmediata (1), porque Dios se revela con su Palabra: no podemos esperar otra revelación, en cuanto Cristo es Dios (cfr., p. ej., Jn 20, 17) que se nos da, insertándonos en la vida que mana del regazo de su Padre.

En Cristo, Dios abre y entrega su intimidad, que de por sí sería inaccesible al hombre sólo por medio de sus fuerzas (2). Esta misma revelación es un acto de amor, porque el Dios personal del Antiguo Testamento abre libremente su corazón y el Unigénito del Padre sale a nuestro encuentro, para hacerse una cosa sola con nosotros y llevarnos de vuelta al Padre (cfr. Jn 1, 18). Se trata de algo que la filosofía no podía adivinar, porque radicalmente se puede conocer sólo mediante la fe.

 

2. DIOS EN SU VIDA ÍNTIMA

Dios no sólo posee una vida íntima, sino que Dios es –se identifica con– su vida íntima, una vida caracterizada por eternas relaciones vitales de conocimiento y de amor, que nos llevan a expresar el misterio de la divinidad en términos de procesiones.

De hecho, los nombres revelados de las tres Personas divinas exigen que se piense en Dios como el proceder eterno del Hijo del Padre y en la mutua relación –también eterna– del Amor que «sale del Padre» (Jn 15, 26) y «toma del Hijo» (Jn 16, 14), que es el Espíritu Santo. La Revelación nos habla, así, de dos procesiones en Dios: la generación del Verbo (cfr. Jn 17. 6) y la procesión del Espíritu Santo. Con la característica peculiar de que ambas son relaciones inmanentes, porque están en Dios: es más son Dios mismo, en tanto que Dios es Personal; cuando hablamos de procesión, pensamos ordinariamente en algo que sale de otro e implica cambio y movimiento. Puesto que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza del Dios Uno y Trino (cfr. Gn 1, 26-27), la mejor analogía con las procesiones divinas la podemos encontrar en el espíritu humano, donde el conocimiento que tenemos de nosotros mismos no sale hacia afuera: el concepto que nos hacemos de nosotros es distinto de nosotros mismos, pero no está fuera de nosotros. Lo mismo puede decirse del amor que tenemos para con nosotros. De forma parecida, en Dios el Hijo procede del Padre y es Imagen suya, análogamente a como el concepto es imagen de la realidad conocida. Sólo que esta Imagen en Dios es tan perfecta que es Dios mismo, con toda su infinitud, su eternidad, su omnipotencia: el Hijo es una sola cosa con el Padre, el mismo Algo, esa es la única e indivisa naturaleza divina, aunque sea otro Alguien. El Símbolo del Nicea-Constantinopla lo expresa con la formula «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero». El hecho es que el Padre engendra al Hijo donándose a Él, entregándole Su substancia y Su naturaleza; no en parte, como acontece en la generación humana, sino perfecta e infinitamente.

Lo mismo puede decirse del Espíritu Santo, que procede como el Amor del Padre y del Hijo. Procede de ambos, porque es el Don eterno e increado que el Padre entrega al Hijo engendrándole y que el Hijo devuelve al Padre como respuesta a Su Amor. Este Don es Don de sí, porque el Padre engendra al Hijo comunicándole total y perfectamente su mismo Ser mediante su Espíritu. La tercera Persona es, por tanto, el Amor mutuo entre el Padre y el Hijo (3). El nombre técnico de esta segunda procesión es espiración. Siguiendo la analogía del conocimiento y del amor, se puede decir que el Espíritu procede como la voluntad que se mueve hacia el Bien conocido.

Estas dos procesiones se llaman inmanentes, y se diferencian radicalmente de la creación, que es transeúnte, en el sentido de que es algo que Dios obra hacia fuera de sí. Al ser procesiones dan cuenta de la distinción en Dios, mientras que al ser inmanentes dan razón de la unidad. Por eso, el misterio del Dios Uno y Trino no puede ser reducido a una unidad sin distinciones, como si las tres Personas fueran sólo tres máscaras; o a tres seres sin unidad perfecta, como si se tratara de tres dioses distintos, aunque juntos.

Las dos procesiones son el fundamento de las distintas relaciones que en Dios se identifican con las Personas divinas: el ser Padre, el ser Hijo y el ser espirado por Ellos. De hecho, como no es posible ser padre y ser hijo de la misma persona en el mismo sentido, así no es posible ser a la vez la Persona que procede por la espiración y las dos Personas de las que procede. Conviene aclarar que en el mundo creado las relaciones son accidentes, en el sentido de que sus relaciones no se identifican con su ser, aunque lo caractericen en lo más hondo como en el caso de la filiación. En Dios, puesto que en las procesiones es donada toda la substancia divina, las relaciones son eternas y se identifican con la substancia misma.

Estas tres relaciones eternas no sólo caracterizan, sino que se identifican con las tres Personas divinas, puesto que pensar al Padre quiere decir pensar en el Hijo; y pensar en el Espíritu Santo quiere decir pensar en aquellos respecto de los cuales Él es Espíritu. Así las Personas divinas son tres Alguien, pero un único Dios. No como se da entre tres hombres, que participan de la misma naturaleza humana sin agotarla. Las tres Personas son cada una toda la Divinidad, identificándose con la única Naturaleza de Dios (4): las Personas son la Una en la Otra. Por eso, Jesús dice a Felipe que quien le ha visto a Él ha visto al Padre (cfr. Jn 14, 6), en cuanto Él y el Padre son una cosa sola (cfr. Jn 10, 30 y 17, 21). Esta dinámica, que técnicamente se llama pericóresis o circumincesio (dos términos que hacen referencia a un movimiento dinámico en que el uno se intercambia con el otro como en una danza en círculo) ayuda a darse cuenta de que el misterio del Dios Uno y Trino es el misterio del Amor: «Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él» (Catecismo, 221).

 

3. NUESTRA VIDA EN DIOS

Siendo Dios eterna comunicación de Amor es comprensible que ese Amor se desborde fuera de Él en Su obrar. Todo el actuar de Dios en la historia es obra conjunta de la tres Personas, puesto que se distinguen sólo en el interior de Dios. No obstante, cada una imprime en las acciones divinas ad extra su característica personal (5). Con una imagen, se podría decir que la acción divina es siempre única, como el don que nosotros podríamos recibir de parte de una familia amiga, que es fruto de un sólo acto; pero, para quien conoce a las personas que forman esa familia, es posible reconocer la mano o la intervención de cada una, por la huella personal dejada por ellas en el único regalo.

Este reconocimiento es posible, porque hemos conocido a las Personas divinas en su distinción personal mediante las misiones, cuando Dios Padre ha enviado juntamente al Hijo y al Espíritu Santo en la historia (cfr. Jn 3, 16-17 y 14, 26), para que se hiciesen presentes entre los hombres: «son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas» (Catecismo, 258). Ellos son como las dos manos del Padre (6) que abrazan a los hombres de todos los tiempos, para llevarlos al seno del Padre. Si Dios está presente en todos los seres en cuanto principio de lo que existe, con las misiones el Hijo y el Espíritu se hacen presentes de forma nueva (7). La misma Cruz de Cristo manifiesta al hombre de todos los tiempos el eterno Don que Dios hace de Sí mismo, revelando en su muerte la íntima dinámica del Amor que une a las tres Personas.

Esto significa que el sentido último de la realidad, lo que todo hombre desea, lo que ha sido buscado por los filósofos y por las religiones de todos los tiempos es el misterio del Padre que eternamente engendra al Hijo en el Amor que es el Espíritu Santo. En la Trinidad se encuentra, así, el modelo originario de la familia humana (8) y su vida íntima es la aspiración verdadera de todo amor humano. Dios quiere que todos los hombres sean una sola familia, es decir una cosa sola con Él mismo, siendo hijos en el Hijo. Cada persona ha sido creado a imagen y semejanza de la Trinidad (cfr. Gn 1, 27) y está hecho para vivir en comunión con los demás hombres y, sobre todo, con el Padre Celestial. Aquí se encuentra el fundamento último del valor de la vida de cada persona humana, independientemente de sus capacidades o de sus riquezas.

Pero el acceso al Padre se puede encontrar sólo en Cristo, Camino, Verdad y Vida (cfr. Jn14, 6): mediante la gracia los hombres pueden llegar a ser un solo Cuerpo místico en la comunión de la Iglesia. A través de la contemplación de la vida de Cristo y a través de los sacramentos, tenemos acceso a la misma vida íntima de Dios. Por el Bautismo somos insertados en la dinámica de Amor de la Familia de las tres Personas divinas. Por eso, en la vida cristiana, se trata de descubrir que a partir de la existencia ordinaria, de las múltiples relaciones que establecemos y de nuestra vida familiar, que tuvo su modelo perfecto en la Sagrada Familia de Nazareth podemos llegar a Dios: «Trata a las tres Personas, a Dios Padre,

a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Y para llegar a la Trinidad Beatísima, pasa por María» (9). De este modo, se puede descubrir el sentido de la historia como camino de la trinidad a la Trinidad, aprendiendo de la “trinidad de la tierra” –Jesús, María y José– a levantar la mirada hacia la Trinidad del Cielo.

Bibliografía básica

Catecismo de la Iglesia Católica, 232-267.
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 44-49.

Lecturas recomendadas

SAN JOSEMARÍA, Homilía Humildad, Amigos de Dios, 104-109.
J. RATZINGER, El Dios de los cristianos. Meditaciones, Ed. Sígueme, Salamanca 2005.

Giulio Maspero

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1 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, In Epist. Ad Gal., c. 1, lect. 2.1

2 «Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero la intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás misterios» (Compendio, 45).

3 «El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo; “procede del Padre” (Jn 15, 26), que es principio sin principio y origen de toda la vida trinitaria. Y procede también del Hijo (Filioque), por el don eterno que el Padre hace al Hijo. El Espíritu Santo, enviado por el Padre y por el Hijo encarnado, guía a la Iglesia hasta el conocimiento de la “verdad plena” (Jn 16, 13)» (Compendio, 47).

4 «La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo» (Compendio, 48).

5 «Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación. Pero en el único obrar divino, cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad» (Compendio, 49).

6 Cfr. SAN IRENEO, Adversus haereses, IV, 20, 1.

7 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I, q. 43, a. 1, c. y a. 2, ad. 3.

8 «El “Nosotros” divino constituye el modelo eterno del “nosotros” humano; ante todo, de aquel “nosotros” que está formado por el hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza divina» (JUAN PABLO II, Carta a las familias, 2-II-1994, 6).

9 SAN JOSEMARÍA, Forja, 543.

Comentario del 11 de junio

Vosotros sois la sal de la tierra –decía Jesús a sus discípulos-; vosotros sois la luz del mundo. Pero no somos sal de la tierra y luz del mundo por nuestra condición hombres, o seres racionales, simplemente, sino por nuestra condición de discípulos o de personas insertadas en aquel que ha venido como luz del mundo, porque es luz sin sombra de oscuridad. De él recibimos esa capacidad crística de sazonar, conservar e iluminar. Pero la recibimos si no cortamos con él, si nos mantenemos unidos a él, si nos surtimos de su sal y de su luz, que nos llegan en el envase de su palabra y de sus sacramentos. La sal tiene la doble función de sazonar y de conservar los alimentos. Sin ella, estos se vuelven insípidos o se corrompen; se vuelven, finalmente, incomestibles. La luz tiene la función primordial de iluminar; pero también de dar calor. Tan importante es la luz que sin ella no podríamos ver, ni distinguir unas cosas de otras, ni sortear los obstáculos o las barreras, ni encaminar nuestros pasos hacia una determinada meta.

Las imágenes que emplea Cristo para caracterizar nuestra condición de cristianos son extraordinariamente fecundas. Pero ¿qué sucede cuando la sal se vuelve sosa? Que ya no sirve para nada, puesto que ha dejado de ser lo que era, perdiendo su virtualidad y malogrando su doble función de sazonar y de conservar. El punto (foco) que ha dejado de arrojar luz también es un punto muerto que ha perdido toda su potencia. Desde el instante mismo en que deja de brillar se convierte en algo inservible, digno de ser arrojado a cualquier contenedor de residuos. Eso podemos ser los cristianos si perdemos nuestra capacidad de iluminar o de sazonar y conservar el mundo. Y para eso basta solamente con perder el contacto con esa fuente lumínica o saladora que es Cristo y con asimilarnos a la insipidez o a la oscuridad de nuestro mundo. Porque formamos parte del mundo (cultura, criterios, sensibilidad, corrientes de opinión, tecnología, debates políticos, medios de comunicación, etc.) corremos el riesgo de asimilarnos enteramente a él, de ser absorbidos por él, perdiendo nuestra capacidad de ser sal y luz en él y para él.

Cuando esto sucede, se ha hecho realidad la sentencia de Jesús: que la sal, que él había esparcido en el mundo, se ha vuelto sosa, y que la luz, entregada para ser puesta en el candelero, ha dejado de iluminar, o bien porque se ha apagado por falta de suministro, o bien porque se ha ocultado debajo del celemín o en el interior de las sacristías. Y en semejante estado, no sirven para nada. Y mientras tanto el mundo se va corrompiendo más y más: va perdiendo sabor cristiano y humano; va perdiendo humanidad y va ganando en insensibilidad para los que van quedando al margen, en las cunetas de la vida: pobres, emigrantes, hijos de familias desestructuradas, concebidos no nacidos, ancianos, dependientes, despedidos del trabajo, fracasados, inadaptados, explotados, maltratados…

Y le van creciendo formas diversas de inhumanidad: formas monstruosas, comportamientos patológicos que nos dejan perplejos: una madre que mata a sus hijos; un padre que abusa de su hija; un adulto que abusa sexualmente de un niño o una niña; y se multiplica la delincuencia y el crimen organizado; y se van extendiendo las zonas de oscuridad, de modo que ya no se sabe distinguir el bien del mal y se confunden la legalidad y la justicia, el ser humano y el ser vivo, el matrimonio y su afín o su contrario, el hombre y la mujer. Envueltos en la oscuridad a que nos somete la nube del escepticismo desaparecen esos límites que nos permiten discernir, hasta ese punto en que ya no es posible distinguir entre la verdad y la mentira; todo, efecto de la ausencia de luz.

En semejante situación, las palabras de Jesús adquieren una relevancia extraordinaria; más aún, adquieren el tono de las cosas urgentes: Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. Cuando las palabras pierden en gran medida su capacidad de iluminar, porque se les da poco crédito, porque están faltas de coherencia, porque no se las percibe como expresión de una vida, porque suenan a vacías o porque no colman el ansia de racionalidad que los rigores (o la soberbia) humanos imponen, quedan las obras expuestas al juicio no sólo del que oye, sino del que ve. Y las obras también arrojan luz, quizá más que las palabras o, al menos, junto con las palabras.

Pues bien, alumbrad con vuestras buenas obras; porque las buenas obras alumbran, y se distinguen de las malas, y se reciben como buenas si es que queda en el corazón del hombre una mínima capacidad de juicio o de sensibilidad. Ya lo decía el profeta: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo y no te cierres a tu propia carne. ¿Quién puede decir que éstas no son obras buenas? Es verdad que habrá que tener en cuenta la intencionalidad, pero la luz que irradian lleva la marca de la bondad. Cuando hagas esto, romperá tu luz como la aurora: iluminarás a los que abran sus ojos a la luz. Y te seguirá la gloria del Señor, porque, por tu medio, darán gloria a Dios, pues en tus obras habrán percibido un reflejo de la bondad del mismo Dios y se volverán a Él para glorificarle. Entonces podrás clamar al Señor y él te responderá: Aquí estoy contigo y para ti: aquí estoy para servirte.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

26. Entre estos relatos, encontramos uno que muestra a Jesús en plena adolescencia. Es cuando regresó con sus padres a Nazaret, después que ellos lo perdieron y lo encontraron en el Templo (cf. Lc 2,41-51). Allí dice que «les estaba sujeto» (cf. Lc 2,51), porque no renegaba de su familia. Después, Lucas agrega que Jesús «crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Es decir, estaba siendo preparado, y en ese período iba profundizando su relación con el Padre y con los demás. San Juan Pablo II explicaba que no crecía sólo físicamente, sino que «se dio también en Jesús un crecimiento espiritual», porque «la plenitud de gracia en Jesús era relativa a la edad: había siempre plenitud, pero una plenitud creciente con el crecer de la edad»[7].


[7] Catequesis (27 junio 1990), 2-3: Insegnamenti 13,1 (1990), 1680-1681.

Misa de la familia – Santísima Trinidad

Monición de entrada

Queridos hermanos; les damos una cordial bienvenida a esta Santa Eucaristía en la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Hoy glorificamos a Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; Dios trino y uno, que le da sentido a nuestra existencia. Precisamente cuando termina la Pascua, ese Dios trino, con un evidente protagonismo diferenciado, nos ha querido comunicar con mayor densidad su vida divina.

Con un corazón abierto a la acción de la Santísima Trinidad, comenzamos esta Misa, entonando juntos el canto de entrada…

Moniciones a las Lecturas

  • Primera Lectura (Proverbios 8, 22-31)

En el libro de los Proverbios, el sabio reflexiona sobre la creación cósmica y afirma que la Sabiduría, personificada, ya existía antes que comenzara la creación de este mundo

  • Salmo Responsorial (Salmo 8)

 Con el Salmo 8, manifestamos, junto al salmista, nuestra admiración a Dios creador, que con sabiduría hizo todas las cosas. Hagámoslo diciendo todos: 

  • Segunda Lectura (Romanos 5, 1-5)

Si la obra de la creación es admirable, más lo es la obra de la salvación. Pablo entona un canto de alabanza a Dios en sus tres divinas personas. Escuchemos este canto.

  • Evangelio (Juan 16, 12-15)

En la Última Cena, Jesús promete a sus discípulos que les enviará al Espíritu Santo. Lo hace con unas afirmaciones que destacan expresivamente la unión y el protagonismo de las tres divinas Personas. Cantando el aleluya, preparémonos para escuchar este mensaje.

Oración de los Fieles

1. Para que en torno al Papa todos los cristianos dispersos por el mundo logremos establecer esa unidad que Cristo quiere para su Iglesia, oremos.

2. Para que Dios Padre ilumine con su Espíritu Santo a los que gobiernan nuestro país, y puedan luchar por el bienestar de los menos favorecidos de nuestros pueblos, oremos.

3. Para que el amor del Padre, manifestado en su Hijo Jesús nos mueva a practicar la caridad con todos aquellos más necesitados de nuestra sociedad, oremos.

4. Para que el amor que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo nos permita también, a los que este día compartimos su banquete, ser uno para que el mundo crea en Dios, oremos.

Presentación de las Ofrendas

Ahora, junto al pan y el vino, presentemos al Señor nuestros propósitos de unidad entre todos los cristianos, para cumplir el deseo de Cristo de que todos seamos uno. Cantamos.

Comunión

Acerquémonos hoy a comer el cuerpo de Cristo, Pan que da la vida y nos une en amor y fraternidad. Cantemos.

Final

Que el Dios Trino y Uno sea nuestra fortaleza en el camino de la vida. Vayamos a nuestras casas a vivir lo que aquí hemos aprendido.

Recursos – Santísima Trinidad

UN CORO DE NIÑOS O NIÑAS CANTA EL «GLORIA AL PADRE…»

(Pueden ser todos los niños y niñas de la comunidad o tan sólo un grupo seleccionado. En ambos casos debe haber sido ensayado previamente. Finalizado el canto, uno/una de ellos/as hace la presentación de la ofrenda:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Hoy estamos realmente contentos y contentas, Señor, y, por eso, hemos querido unir nuestras voces en este canto y alabarte en tu familia trinitaria. Ayúdanos, sin embargo, a poder vivir de esa manera y con ese intenso amor en nuestras familias, imagen de la que Tú eres por los siglos de los siglos.

PRESENTACIÓN DEL CARTEL QUE ANUNCIA EL DÍA “PRO ORANTIBUS”

(Puede hacer la ofrenda un/una joven de la comunidad, chico o chica. Después dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo el cartel que anuncia, este año, el Día “Pro Orantibus”. Con él te traigo mis oraciones y las de toda la comunidad, en favor de los hombres y mujeres que, dejando cosas hermosas y buenas, te buscan en el retiro, el silencio y en la oración. Fortalécelos en todo momento y llena sus vidas del gozo anticipado que, un día, nos regalarás a todos y a todas en tu Reino. Y haz que nosotros y nosotras, sobre todo los y las jóvenes actuales, no nos cerremos a tu llamada y nos mantengamos siempre a la escucha de tu voluntad sobre nuestras personas.

PRESENTACIÓN DE UNA CADENETA

(Esta nueva ofrenda la puede hacer otro miembro adulto de la comunidad. Si la anterior la presentó un hombre, en esta ocasión puede hacerlo una mujer. Puede consistir en una cadeneta de pita o papel, incluso una cadena metálica)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, fe ofrezco esta cadena o cadeneta, con la que quiero expresar el compromiso de luchar porque la comunidad, de la que soy miembro, sea un reflejo de la que vivís la Santísima Trinidad: una Familia, amándoos desde lo más profundo de vosotros mismos. Que seamos capaces, Señor, de vivir el respeto de las diferencias en la riqueza del amor.

PRESENTACIÓN DE UN MAPA MUNDI

(También puede hacer esta ofrenda otra miembro adulto, aunque, a ser posible, una persona comprometida en las tareas sociales, políticas o sindicales)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo este mapa mundi, y todos y todas sabemos que es el reflejo de un mundo dividido, en el que la riqueza y la pobreza marcan las fronteras de unos países que viven en la abundancia y otros muchos, la mayoría, que viven en la extrema pobreza: el Primer y opulento mundo frente al Tercer y pobre mundo. Con este mapa te quiero ofrecer nuestros deseos y empeño de luchar por superar esas diferencias y esas fronteras. Los consagrados y consagradas a Ti por el bautismo, no sólo hemos de ser conscientes de comprometernos en favor de la unidad en nuestra comunidad, sino también en medio del mundo.

PRESENTACIÓN DE UN CUENCO

(Puede hacer la ofrenda uno/a de los/las jóvenes de la comunidad. Con él queremos expresar la disponibilidad del creyente)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este cuenco, símbolo de mi receptividad, como la de cualquier creyente. A imagen de María y de tantos testigos y creyentes, queremos ser como este cuenco, dispuestos y dispuestas a recibir tu Palabra y tu gracia. Sin ellas nosotros y nosotras no somos nada o, si lo somos, es pura autosuficiencia y alejamiento de ti. No dejes de llenar nuestros corazones con tu gracia, Señor.

Oración de los fieles – Santísima Trinidad

Pedimos al Padre, por mediación de Jesucristo, que siga enviando su Amor al mundo, y con la ayuda del Espíritu lo dejemos anidar en nuestros corazones, diciendo:

PADRE, HAZNOS ACOGEDORES DE TU AMOR.

1. – Por la labor del Papa en la tierra, para que su mensaje llegue a todos y el Señor le sostenga en esta tarea evangelizadora. OREMOS

2. – Por todos los pueblos del mundo, para que la concordia y la paz que vienen de Dios, sean constructores de justicia y progreso entre sus gentes. OREMOS

3. – Por todos aquellos que viven lejos de Dios y de su Iglesia, para que sientan la necesidad de adorar al Padre en Espíritu y Verdad y vuelvan sus corazones al Amor que Dios nos regala. OREMOS

4. – Por los enfermos, sus cuidadores y familiares, para que el Espíritu del Amor les sostenga en estos momentos difíciles y los lleve a una pronta recuperación. OREMOS

5. – Por las familias cristianas, para que hagan del Amor el único soporte de sus vidas. OREMOS

6.- En esta jornada Pro Orantibus, pedimos por todos los religiosos y religiosas de vida contemplativa, que viven con tanta plenitud la Trinidad de Dios; para que el Señor les dé fuerza y les ayude a seguir adelante, pues ellos son el alma y el cimiento de la Iglesia. OREMOS.

7. – Por todos los que hemos celebrado esta fiesta de la Santísima Trinidad, para que mediante la generosa donación de cada uno lleguemos a construir un mundo mejor. OREMOS

Padre, concede a tu pueblo estas necesidades y todo aquello que precise para continuar su caminar con el impulso del Espíritu Santo.

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén


Señor, tus ojos están puestos en los que esperan tu misericordia, por eso ponemos nuestras peticiones ante Ti, confiando en la generosidad de tu corazón.

QUE TU MISERICORDIA VENGA SOBRE NOSOTROS

1.- Por la Iglesia; para que dé razones sólidas para creer y esperar, y para que nos ayude a poner nuestras vidas en las manos de Dios, con la certeza de que la Trinidad habita en cada uno de nosotros. OREMOS

2.- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes; para que nos enseñen a creer en la Trinidad y arrodillarnos ante el misterio para experimentar: la vida, el amor y la plenitud de Dios. OREMOS

3.- Pedimos por todos los religiosos y religiosas de vida contemplativa, que viven con tanta plenitud la Trinidad de Dios; para que el Señor les dé fuerza y les ayude a seguir adelante, pues ellos son el alma y el cimiento de la Iglesia. OREMOS.

4.- Por las naciones, los pueblos, las familias, las personas que no encuentran la paz; para que el Señor ablande su corazón y los lleve: a aceptar, a perdonar, a compartir, llegando así a la concordia y la tranquilidad. OREMOS

5.- Por las familias; para que la Trinidad las marque con su sello, siendo creadoras de vida, portadoras de amor y constantes en comunicación. OREMOS

6.- Por los enfermos, los que sufren, los que están fuera de sus hogares; para que encuentren en la Iglesia una mano tendida que les ayude en sus necesidades y los anime a creer y a esperar. OREMOS

7.- Por todo este pueblo fiel que se reúne en este Día Santo en la celebración de esta Eucaristía para que la meditación frecuente en el Misterio de Santísima Trinidad, nos acerque a todos al gozo de la eternidad. OREMOS

Todo esto lo ponemos en manos de Dios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Comentario al evangelio – 11 de junio

Hacemos memoria de Bernabé, considerado hombre «lleno de fe y de Espíritu Santo», que con gran generosidad vendió sus bienes y entregó lo recibido a los Apóstoles para las necesidades de la comunidad (Hch 4,37). El testimonio de quien sigue a Jesús, como el que dio Bernabé (considerado profeta y doctor), puede ayudar a otros a vivir con autenticidad su encuentro con Dios. Recibimos en este día una invitación a revalorizar las actitudes que nos acompañan a la hora de participar en la comunidad, no sólo eclesial sino en la comunidad humana, y si éstas edifican o defraudan. En muchas ocasiones, encontramos a muchos servidores (sacerdotes, religiosos, laicos), con poco Espíritu y mucho clericalismo, que en lugar de motivar al seguimiento ahuyentan a muchos fieles.  

El evangelio, por su parte, nos recuerda que Jesús echó a andar, en la comunidad de iguales, un proyecto de dignificación de todas las personas, principalmente de los más desfavorecidos de la sociedad: enfermos, agonizantes, leprosos, oprimidos por toda clase de mal. ¿Cómo mantener viva la causa de Jesús más allá de nuestras prácticas religiosas?

Recordemos que nuestra vida cristiana no puede reducirse a religión sin más o a prácticas de culto, ritos y adoctrinamiento. Estamos llamados, sobre todo, a actualizar el apostolado de la compasión realizado por Jesús, que pasó haciendo el bien, erradicando el sufrimiento de las personas. Comprendemos, así, que el seguimiento de Jesús comienza por la llamada que él hace a cada uno. Una llamada que se transforma en adhesión cuando se reproducen los rasgos de vida que hicieron de Jesús una persona llena de Dios: agraciado, desprendido y disponible. Y así nos quiere Dios, hombres y mujeres, abiertos al discipulado y al seguimiento, alejados del conformismo, del silencio cómplice y sin cobardías.

En palabras del papa Francisco:  «Jesu?s mismo es el modelo de esta opcio?n evangelizadora que nos introduce en el corazo?n del pueblo…Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que esta?n alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construccio?n de un mundo nuevo…» (EG 269). ¿Qué acciones podrían realizar tú y tu comunidad para hacer presente la Buena Nueva de Jesús?

Fredy Cabrera, cmf