Vísperas – Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

VÍSPERAS

JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

 

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

HIMNO

A ti, sumo y eterno Sacerdote
de la nueva alianza,
se ofrecen nuestros votos y se elevan
los corazones en acción de gracias.

Desde el seno del Padre, descendiste
al de la Virgen Madre;
te haces pobre, y así nos enriqueces;
tu obediencia, de esclavos libres hace.

Tú eres el Ungido, Jesucristo,
el Sacerdote único;
tiene su fin en ti la ley antigua,
por ti la ley de gracia viene al mundo.

Al derramar tu sangre por nosotros,
tu amor complace al Padre;
siendo la hostia de tu sacrificio,
hijos de Dios y hermanos tú nos haces.

Para alcanzar la salvación eterna,
día a día se ofrece
tu sacrificio, mientras, junto al Padre,
sin cesar por nosotros intercedes.

A ti, Cristo pontífice, la gloria
por los siglos de los siglos;
tú que vives y reinas y te ofreces
al Padre en el amor del Santo Espíritu. Amén.

 

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. El Señor le ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno».

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno».

 

SALMO 110

Ant. Dios, rico en misericordia, nos ha hecho vivir con Cristo.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios, rico en misericordia, nos ha hecho vivir con Cristo.

 

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Cristo es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

El nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

El es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.

Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura

 

LECTURA: Hb 10, 19-23

Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firme en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien nos hizo la promesa.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ Estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
V/ Estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

R/ Y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
V/ Por medio de nuestro Señor Jesucristo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Padre, te ruego por ellos, que son tuyos, y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Padre, te ruego por ellos, que son tuyos, y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.

 

PRECES

Dirijámonos confiadamente a Cristo, nuestro sumo sacerdote, y presentémosle nuestros deseos y peticiones, diciendo con humildad:

Escúchanos, Señor, te suplicamos con fe.

Cristo, tú eres la Palabra del Padre,
—pon en nuestros labios lo que hemos de pedir.

Cristo sacerdote, tú que eres el pan de la vida,
—haz que los que tú has elegido vivan el don de su sacerdocio, consumando en ti su propia oblación.

Cristo glorioso, que vives siempre para interceder ante el Padre en favor nuestro,
—haz que seamos fieles en la oración por tu Iglesia.

Cristo Señor, que fuiste enviado por el Padre,
—haz que todos encuentren en ti la vida y el camino del reino.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Cristo, Hijo de Dios vivo, que con tu muerte venciste a la muerte,
—haz que la oblación final de nuestros difuntos los lleve al gozo eterno de la gloria.

 

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

 

ORACION

Oh Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único sumo y eterno sacerdote, concede a quienes él eligió para ministros y dispensadores de sus misterios la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V./El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R./ Amén.

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Lectio Divina – 13 de junio

1) Oración inicial

Que tu pueblo, Señor, como preparación a las fiestas de Pascua se entregue a las penitencias cuaresmales, y que nuestra austeridad comunitaria sirva para la renovación espiritual de tus fieles. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 5,20-26

Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.

Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’, será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.

3) Reflexión

• El texto del evangelio de hoy forma parte de una unidad mayor de Mt 5,20 a Mt 5,48. En esta Mateo muestra como Jesús interpreta y explica la Ley de Dios. Por cinco veces repite la frase: » Habéis oído que se dijo a los antepasados» (Mt 5,21. 27.33.38.43). Un poco antes había dicho: “No piensen que he venido a acabar con la Ley y los Profetas. No he venido a acabar, sino a darles pleno cumplimiento” (Mt 5,17). La actitud de Jesús ante la ley es, al mismo tiempo, de ruptura y de continuidad. Rompe con las interpretaciones erradas, pero mantienen firme el objetivo que la ley quiere alcanzar: la práctica de justicia mayor es el Amor.

• Mateo 5,20: La justicia mayor que la justicia de los fariseos. Este primer versículo da la llave general de todo lo que sigue en el conjunto de Mt 5,20-48. La palabra Justicia no aparece ni una vez en Marcos, y siete veces en el Evangelio de Mateo (Mt 3,15; 5,6.10.20; 6,1.33; 21,32). Esto tiene que ver con la situación de las comunidades para las cuales Mateo escribe. El ideal religioso de los judíos de la época era «ser justo ante Dios». Los fariseos enseñaban: “¡La persona alcanza la justicia ante Dios cuando llega a observar todas las normas de la ley en todos sus detalles!» Esta enseñanza engendraba una opresión legalista y traía mucha angustia para las personas, pues era muy difícil que alguien observara todas las normas (cf. Rom 7,21-24). Por esto, Mateo recoge las palabras de Jesús sobre la justicia, mostrando que tiene que superar la justicia de los fariseos (Mt 5,20). Para Jesús, la justicia no viene de lo que yo hago por Dios observando la ley, sino más de lo que Dios hace por mí, acogiéndome como hijo o hija. El nuevo ideal que Jesús propone es éste: «Ser perfecto como el Padre del cielo es perfecto» (Mt 5,48). Esto quiere decir: yo seré justo ante Dios, cuando procuro acoger y perdonar a las personas como Dios me acoge y me perdona, a pesar de mis defectos y pecados.

• Por medio de cinco ejemplos bien concretos, Jesús mostrará cómo hacer para alcanzar esta justicia mayor que supera la justicia de los escribas y de los fariseos. Como veremos, el evangelio de hoy trae el primer ejemplo relacionado con la nueva interpretación del quinto mandamiento: ¡No matarás! Jesús va a revelar lo que Dios quería cuando entregó este mandamiento a Moisés.

• Mateo 5,21-22: La ley dice «¡No matarás!» (Ex 20,13) Para observar plenamente este quinto mandamiento no basta evitar el asesinato. Es preciso arrancar de dentro de sí todo aquello que de una manera o de otra puede llevar al asesinato, como por ejemplo, rabia, odio, deseo de venganza, explotación, insulto, etc.

• Mateo 5,23-24: El culto perfecto que Dios quiere. Para poder ser aceptado por Dios y estar unidos a él, es preciso estar reconciliado con el hermano, con la hermana. Antes de la destrucción del Templo, en el año 70, cuando los judíos cristianos participaban en las romerías a Jerusalén para hacer sus ofrendas al altar y pagar sus promesas, ellos se acordaban siempre de esta frase de Jesús. En los años 80, en el momento en que Mateo escribe, el Templo o el Altar no existían ya. Habían sido destruidos por los romanos. La comunidad y la celebración comunitaria, pasan a ser el Templo y el Altar de Dios.

• Mateo 5,25-26: Reconciliar. Uno de los puntos en que el Evangelio de Mateo más insiste es la reconciliación. Esto muestra que, en las comunidades de aquella época, había muchas tensiones entre grupos radicales con tendencias diferentes y hasta opuestas. Nadie quería ceder ante el otro. No había diálogo. Mateo ilumina esta situación con palabras de Jesús sobre la reconciliación que piden acogida y comprensión. Pues el único pecado que Dios no consigue perdonar es nuestra falta de perdón hacia los otros (Mt 6,14). Por esto, procure la reconciliación, antes que sea demasiado tarde.

4) Para la reflexión personal

• ¡Hoy son muchas las personas que gritan «Justicia!» ¿Qué sentido tiene para mí la justicia evangélica?
• ¿Cómo me comporto delante de los que no me aceptan como soy? ¿Cómo se ha comportado Jesús delante los que no lo han aceptado?

5) Oración final

Desde lo hondo a ti grito, Yahvé:
¡Señor, escucha mi clamor!
¡Estén atentos tus oídos
a la voz de mis súplicas! (Sal 130,1-2)

Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote

Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Todos hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.

1.- «Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure» (Jn 15,15).

Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos… No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. «No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido».

Es un compañero deseoso de salvar, de alegrar y de llenar de paz a sus amigos. «Os he hablado para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». El Maestro está con los brazos abiertos de la amistad tendidos hacia nosotros. Y con la alegría como promesa y como ofrenda. Nunca se ha visto un Dios igual. Camina ahora mismo y por cualquier calle. Por la acera de tu casa, seguro. Y está diciendo que es amigo tuyo, que te quiere igual que a su Padre y que desea llenarte de alegría. Lo va repitiendo al paso, según se acerca a tu puerta (ARL BREMEN).

2.- Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta belleza!:»¡Oh montes y espesuras, plantados por la mano del Amado!,¡oh, prado de verduras de flores esmaltado!, decid si por vosotros ha pasado» (San Juan de la Cruz) Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron. (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso fuera de su sitio, buscando el placer, la satisfacción del egoísmo, de la soberbia. Como un sol que se sale del camino buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía una Persona divina, su Hijo, a «aplastar la cabeza de la serpiente», haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto. 

3.- Ese Hombre Dios, el Siervo de Yahvé, que, «desfigurado no parecía hombre, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero» Isaías 52,13, inicia la redención de los hombres, sus hermanos. Él es la Cabeza, a la cual quiere unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. 

El Padre, cuya voluntad ha venido a cumplir, lo ha constituido Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, elige a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen su palabra, perdonen los pecados y renueven su propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos. 

«Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor» (Prefacio). 

4.- Por eso, si los cristianos debemos tomar nuestra cruz, los sacerdotes, más, por más configurados con Cristo, con sus mismos poderes. Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Los sacerdotes nos hemos de inmolar porque Cristo se inmoló a sí mismo. Hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo. 

5.- Una idea infantil del cristiano, que se acomoda al mundo, una mentalidad inmadura del sacerdote, lo hace un funcionario. De ahí surgen consecuencias de carrierismo, al estilo del mundo, excelencias, trajes de colores, que obnubilan el sentido sustancial del sacerdote-víctima, que conducen a la esterilidad, y contradicen la misión: «para que os pongáis en camino y deis fruto que dure». El fruto que dura es el de la conversión, la santidad, que permanecerá eternamente. Os he puesto en la corriente de la gracia, os planté para que vayáis voluntariamente y con las obras deis fruto. Y precisa cuál sea el fruto que deban dar: «Y vuestro fruto dure». 

Todo lo que trabajamos por este mundo apenas dura hasta la muerte, pues la muerte, interponiéndose, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hace por la vida eterna perdura aun después de la muerte, y entonces comienza a aparecer, cuando desaparece el fruto de las obras de la carne. Principia, pues, la retribución sobrenatural donde termina la natural. Por tanto, quien ya tiene conocimiento de lo eterno tenga en su alma por viles las ganancias temporales. 

Así pues, demos tales frutos que perduren, produzcamos frutos tales que cuando la muerte acabe con todo, ellos comiencen con la muerte, pues después que pasan por la muerte es cuando los amigos de Dios encuentran la herencia (San Gregorio Magno). 

6.- Después de la «conversión» de Constantino, el clero eclesiástico hizo su entrada en este mundo, corrió serio peligro de perder su propia naturaleza, que no consiste en el poder, sino en el servicio. Además, entró en competencia con el poder secular al aparecer en la escena de la historia política. Este encuentro y confrontación con la jerarquía civil condujo no sólo a una ampliación político-social de las tareas apostólicas, sino que también oscureció el aspecto colegial del servicio de la Iglesia. 

Ha dicho el Cardenal Lustiger, arzobispo de París: «Ya sé que Napoleón identificó al obispo con los prefectos y con los generales, pero yo me había sensibilizado mucho contra la Iglesia como sistema de promoción y de poder, y determiné que nunca me metería en situaciones que favorecieran la promoción».

7.- En el curso del siglo XI comienza la teología medieval a distinguir claramente, en la elaboración del tratado de sacramentos, entre el Orden y la dignidad, y puso de relieve la sacramentalidad del Orden de la Iglesia. A partir de entonces se designa esencialmente como Orden el sacramento que confiere el poder de celebrar la eucaristía.

8.- Aunque el lenguaje de la Curia romana imprimió su sello a la tradición cristiana, la ordenación no fue considerada nunca como un simple acceso a una dignidad y como transmisión de unos poderes jurídicos y litúrgicos, pues siempre se confirió mediante un rito, porque la ordenación es un acto sacramental que transmite una gracia de santificación; los llamados son tomados del mundo y consagrados al servicio de Dios, son separados para atender a su misión especial. 

El obispo, el sacerdote, el diácono no tienen de suyo nada del sacerdote romano, que era un funcionario del culto público, poseía cierto rango y tenía que realizar determinados actos. El «sacerdocio» cristiano pertenece a otro orden; no es primariamente «religioso» ni cultual, sino carismático; es el ordo de los que han recibido el espíritu y, en virtud de su orden, están habilitados para continuar la obra de los apóstoles. 

Las jerarquías del ministerio aparecen en los escritos de los Padres de la Iglesia, no tanto como títulos que conceden ciertos derechos, sino más bien como tareas que ciertos hombres llamados a edificar el cuerpo de Cristo toman sobre sí, a veces incluso contra su propia voluntad. 

10.- El Orden sacramental es una dimensión esencial para la Iglesia, y por eso fue incluido entre los sacramentos. Si se quiere comprender el sentido y la función de este «sacramento» particular en lugar de atribuir el sacerdocio cristiano y toda la jerarquía de la Iglesia a un único acto de institución, como hizo el Concilio de Trento, parece que está más en consonancia con la Sagrada Escritura y la realidad de las cosas partir de la Iglesia como «sacramento original». 

De esta forma no nos exponemos al peligro de separar el orden de la Iglesia histórica para colocarlo en cierto modo por encima de ella, pues es un sacramento esencial para la existencia de la Iglesia y en el que ésta se actualiza. 

11.- El desdoblamiento del ordo en varios grados y la introducción de diversas ordenaciones están tan relacionados con la historia de la Iglesia como con la Escritura. Son producto de un desarrollo, y, en definitiva, la cuestión de si se ha de hablar de un único sacramento del orden o de si el episcopado y el presbiterado constituyen sacramentos diversos es más una cuestión terminológica y teológica que dogmática. 

Las funciones del obispo y las del sacerdote, las funciones del sacerdote y las del diácono, no están delimitadas entre sí de forma absoluta; las funciones respectivas son asignadas por el derecho, pero este derecho no es un todo inmutable. La validez de las ordenaciones depende de la actuación de la Iglesia tomada en su totalidad, y no del acto sacramental considerado aisladamente. La validez o no validez de una ordenación no es algo que se pueda determinar tomando como base el rito, con independencia del marco general de la misma.

12.- La estructura del ministerio eclesial se puede considerar, igual que el canon de la Escritura y el número septenario de los sacramentos, como el resultado de un desarrollo. Desarrollo que se produjo todavía en tiempo de los apóstoles; por eso ha conservado en la tradición de la Iglesia el carácter de algo que existe por necesidad jurídica. En la Iglesia tendrá que haber siempre un «ministerio para velar», un «presbiterado» y una «diaconía».

Sin embargo, las expresiones concretas de esta estructura esencial pueden cambiar con el tiempo y de hecho han cambiado; más aún, tienen que cambiar por razón del carácter forzosamente limitado de las diversas expresiones históricas del ministerio y de la obligación que éste tiene de asemejarse constantemente a su modelo, Cristo. 

13.- Lo mismo que Dios concedió el espíritu de profecía a los setenta ancianos que había llamado Moisés a participar con él en el gobierno del pueblo, así también comunica a los sacerdotes el Espíritu Santo para que se asocien al ministerio de los obispos. El presbítero colabora con el obispo en la totalidad de sus funciones de gobierno de la Iglesia. 

Las funciones del presbítero tienen una íntima conexión con el ofrecimiento de la eucaristía. Por eso la función del presbítero en la Iglesia ha de entenderse partiendo de la Cena y de las palabras de Cristo, que mandó a los apóstoles hacer «en memoria de él lo mismo que él había hecho» (1 Cor 11). Por eso defendió el Concilio de Trento este aspecto básico del ministerio sacerdotal. 

El Concilio Vaticano II añade: «Los presbíteros ejercitan su oficio sagrado sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Cristo, el sacerdote es al mismo tiempo presidente de la celebración eucarística, él ofrece el sacrificio in nómine Ecclesiae o, en persona Ecclesiae y consagrante, sacrificador, y como tal ya no actúa meramente in persona Ecclesiae, sino in persona Christi y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza, Cristo, representando y aplicando en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor (1 Cor 11,26), el único sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada (Heb 9,11-28)». 

14.- El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. Él exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental. 

15.- Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultural. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre «sangre de la alianza», lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres. El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra. 

Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una «acción de gracias» en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las «maravillas de Dios», de sus hechos salvíficos. Cuando Jesús declara: «Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios. 

El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote. 

Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?

16.- El sacerdocio hoy está bastante desvalorizado. Las cosas poco prácticas no se cotizan. Esta generación consumista sólo tiene ojos para sus intereses. Ha perdido el sentido de la gratuidad. Un beso y una sonrisa no sirven para nada, pero los necesitamos mucho. Un jardín no es un negocio, pero necesitamos su belleza. Cultivar patatas y cebollas es más productivo, pero los rosales y las azucenas son necesarios. 

17.- El sacerdote sirve. Siempre está sirviendo. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina. El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz. 

El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo. El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones. 

El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. 

Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38). 

18.- «No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros». La elección indica siempre predilección. Si voy a un jardín, miro y remiro: tallo, capullo, color, aguante…Elijo, corto y me la llevo. Pero sé que yo no podré ni cambiar el color, ni darles más resistencia, ni aumentarles la belleza. 

Cuando Dios elige, elige a través de su Verbo: «Por Él fueron creadas todas las cosas». Cuando un joven elige a su novia, es él quien elige. Si eligiesen sus padres u otros, probablemente saldría mal. Cuando Dios elige esposa, respeta a su Hijo, que se ha desposar con ella. Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios.

Parece que el Señor tendrá sus preferencias. Contando con que siempre puede rectificar y enderezar, romper el cántaro y rehacerlo, y purificar, es verosímil que cuente con lo que ya hay en las naturalezas, creadas por El: «Omnia per ipso facta sunt».

Una de las primeras cualidades que parece buscará será la docilidad. Docilidad que casi siempre es crucificante. Otra, será la sencillez: «Si no os hacéis como niños»… Manifestarse sin hipocresía, con naturalidad. 

«Vosotros sois mis amigos.» ¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos dignos de ser siervos y nos llama amigos! ¡Qué honor para los hombres: ser amigos de Dios! Pero ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de qué se gana: «Si hacéis lo que yo os mando.» Alegraos de la dignidad, pero pensad a costa de qué trabajos se llega a tal dignidad. 

En efecto, los amigos elegidos de Dios doman su carne, fortalecen su espíritu, vencen a los demonios, brillan en virtudes, menosprecian lo presente y predican con obras y con palabras la patria eterna; además, la aman más que a la vida; pueden ser llevados a la muerte, pero no doblegados. 

Considere, pues, cada uno si ha llegado a esta dignidad de ser llamado amigo de Dios, y si así es no atribuya a sus méritos los dones que encuentre en él, no sea que venga a caer en la enemistad. Por eso añadió el Señor: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto».

 

HIMNO SACERDOTAL

Brota de mi corazón un himno ardiente
cuajado en el manantial del ser:
Jesús Martí, yo te elijo, vente,
yo te llamo: Jesús Martí Ballester.

Cogiste mi corazón de niño
con ternura delicada y paternal,
me sedujeron tu afecto y tu cariño
y me dejé cautivar.

Yo escuché tu llamada gratuita
sin saber la complicación que me envolvía,
me enrolé en tu caravana de tu mano
sin pensar ni en las espinas ni en los cardos.

Te fui fiel, aunque a girones
fui dejando en mi camino pedazos de corazón,
hoy me encuentro con un cáliz rebosante de jazmines
que potencian mis anhelos juvenilesy me acercan más a Dios.

En el ocaso de la carrera de mi vida
siento el gozo de la inmolación a Tí.
Tienes todos los derechos de exigirme,
puedes pedir si me ayudas a decir siempre que ¡Sí!.

Necesitaste y necesitas de mis manos
para bendecir, perdonar y consagrar;
quisiste mi corazón para amar a mis hermanos,
pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar.

Mis audacias yo te di sin cuentagotas,
mi tiempo derroché enseñando a orar,
gasté mi voz predicando tu palabra
y me dolió el corazón de tanto amar.

A nadie negué lo que me dabas para todos.
Quise a todos en su camino estimular.
Me olvidé de que por dentro yo lloraba,
y me consagré de por vida a consolar.

Muchos hombres murieron en mis brazos,
ya sabrán cuánto les quise en la inmortalidad,
me llenarán de caricias y de flores el regazo,
migajas de los deleites de su banquete nupcial.

Pediste que te prestara mis pies
y te los ofrecí sin protestar,
caminé sudoroso tus caminos,
y hasta el océano me atreví a cruzar.

Cada vez que me abrazabas lo sentía
porque me sangraba el corazón,
eran tus mismas espinas las que me herían
y me encendían en tu amor.

Fui sembrando de hostias el camino
inmoladas en la cenital consagración:
más de treinta mil misas ofrecidas
han actualizado la eficacia de tu redención.

No me pesa haber seguido tu llamada,
estoy contento de ser latido en tu Getsemaní;
sólo tengo una pena escondida allá en el alma:
la duda de si Tú estás contento de mí.

Mi gratitud hoy te canto, ¡Cristo de mi sacerdocio!
Mi fidelidad te juro, Jesucristo Redentor.
Ayúdame a enriquecer con jardines a tu Iglesia,
que florezcan y sonrían aún en medio del dolor.

Sean esos jardines para tu recreo y mi trabajo,
multiplica tu presencia por los campos hoy en flor,
que lo que comenzó con la pequeñez de un pájaro,
se convierta en muchas águilas que roben tu Corazón.

 

Jesús Martí Ballester

Comentario del 13 de junio

Cuando llegó la hora, nos recuerda el evangelista, Jesús se puso a la mesa con sus apóstoles y les dijo: Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios. Se trata de la cena pascual. Jesús muestra verdaderos deseos de comer la Pascua con sus discípulos, pues será la última, la que precederá a su pasión y muerte: una cena que adquiere, por tanto, tono testamentario. En ella Jesús les dejará unas enseñanzas y unos sacramentos a modo de testamento. En cuanto herederos, ellos recogerán este legado para guardarlo y transmitirlo. De ahí su cuidado por conservar sus palabras y sus gestos en su integridad: Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.

Eran las palabras que acompañaban al gesto de tomar la copa de vino y entregarla para que bebieran de ella. En ellas encontramos también una alusión a la despedida de este mundo y a la llegada del Reino de Dios. Después tomará un pan, lo partirá y lo repartirá refiriéndose a él como a su cuerpo, a ese cuerpo que va a ser entregado, es decir, inmolado por ellos: Esto es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. Con el cáliz hará lo mismo, refiriéndose al contenido del mismo como a su Sangre, la sangre de la Nueva Alianza, una sangre que será derramada, como en la antigua alianza, pero de otra manera. En ambas expresiones hay una clara alusión a su muerte próxima, una muerte cruenta en la que acontecerá la entrega del cuerpo y el derramamiento de la sangre. En realidad, el cuerpo se entrega vertiendo su sangre. No hay entrega del cuerpo sin derramamiento de la sangre. Ahí, en esta pérdida del elemento que mantiene con vida al cuerpo se produce la entrega de éste y con él la entrega de la vida que lo sostiene como cuerpo (vivo). Hay despedida porque hay muerte; hay entrega porque hay derramamiento de sangre.

Pero Jesús no se limita a anunciar lo que le va a suceder; les requiere para hacer lo mismo que él acaba de hacer en su memoria. ¿Por qué este interés porque se reproduzcan los gestos y las palabras de esta cena tan señalada, la cena pascual de ese año? Jesús insinúa la respuesta cuando alude a la sangre de la Nueva Alianza. Aquí se establece una nueva alianza entre Dios y su pueblo que será sellada también con sangre, la suya propia. En toda alianza hay un pacto y, por tanto, un compromiso de fidelidad. El pacto al que se refiere Jesús es un pacto de amor sellado no sólo con palabras, sino también con un acto de entrega sacrificial que lleva consigo el derramamiento doloroso de la sangre de la víctima del sacrificio. Jesús se ha prestado para ser la víctima voluntaria de este sacrificio que permite restablecer la antigua alianza rota por la infidelidad de uno de los aliados. Y puesto que él es el que se ofrece voluntariamente como víctima, cumple una función sacerdotal u oferente.

Por eso puede ser llamado sacerdote o Sumo sacerdote como hace la carta a los Hebreos: una función que cumple sobre todo en el momento histórico en el que se está inmolando en el sacrificio de la cruz; pero también en ese otro momento en que anticipa ese sacrificio actualizando su actitud oferente, el momento en que le vemos tomar el pan y el cáliz para repartirlos entre sus discípulos mientras pronuncia palabras alusivas a su muerte, en la que están implicados su cuerpo y su sangre. Pero Jesús no es sólo un sacerdote entre otros; en realidad, nunca había actuado como tal en el marco de su tradición judaica; sino el sacerdote que inaugura la Nueva Alianza con un realismo inusitado: no con ritos u holocaustos de carneros o toros, sino con un acto existencial de entrega de la propia vida.

Por eso puede ser llamado «Sumo Sacerdote»; pero también porque sólo él es propiamente sacerdote o pontífice, ya que sólo él une al cielo y a la tierra, a Dios y al hombre, en su persona. Es la unión hipostática: unión que une lo humano y lo divino en la única persona. Todos los demás somos sacerdotes sólo en la medida en que hemos sido incorporados a su ofrenda y a su memorial. En cada eucaristía, los sacerdotes reproducimos in persona Christi la acción de Jesús en la última cena. Pero ¿basta para reproducir esta acción con ejecutar sus mismos gestos y pronunciar sus mismas palabras? ¿No será también necesario reproducir su misma actitud sacrificial o actitud de entrega de la propia vida? Parece que sólo así podemos estar haciendo realmente lo mismo que él hizo en su memoria. De no ser así, estaremos tal vez escenificando, pero no actualizando esa cena y ese sacrificio ya presente intencionalmente en la cena. Que el Señor nos ayude a valorar y a agradecer su acto de entrega (resp. amor) por nosotros.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

28. En la adolescencia y en la juventud, su relación con el Padre era la del Hijo amado, atraído por el Padre, crecía ocupándose de sus cosas: «¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49). Sin embargo, no hay que pensar que Jesús fuera un adolescente solitario o un joven ensimismado. Su relación con la gente era la de un joven que compartía toda la vida de una familia bien integrada en el pueblo. Aprendió el trabajo de su padre y luego lo reemplazó como carpintero. Por eso, en el Evangelio una vez se le llama «el hijo del carpintero» (Mt 13,55) y otra vez sencillamente «el carpintero» (Mc 6,3). Este detalle muestra que era un muchacho más de su pueblo, que se relacionaba con toda normalidad. Nadie lo miraba como un joven raro o separado de los demás. Precisamente por esta razón, cuando Jesús salió a predicar, la gente no se explicaba de dónde sacaba esa sabiduría: «¿No es este el hijo de José?» (Lc 4,22).

Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo

Hemos vuelto de nuevo al tiempo ordinario, desde que el pasado domingo celebrábamos la solemnidad de Pentecostés. La Iglesia celebra hoy, una vez que Cristo resucitado ha vuelto al Padre y desde allí nos han mandado al Espíritu Santo, tal como celebrábamos el pasado domingo, la solemnidad de la Santísima Trinidad. Hoy estamos invitados en la liturgia a acercarnos al misterio mismo de Dios,que es Padre, Hijo y Espíritu Santo

1. Dios se nos revela. En las lecturas de este domingo, Dios mismo se nos revela, y se nos revela como Trinidad, como una comunidad de personas. Dios no es un ser solitario, sino que es comunión de personas. Por eso podemos decir que Dios es amor. La teología nos enseña que la Trinidad es una comunidad de amor en la que Dios Padre es el que ama, el Hijo es el amado, y el Espíritu Santo es el amor mismo. No es que sean tres dioses distintos, sino que es un solo Dios en tres personas. Es el Padre, el que creó el mundo, el que escogió al pueblo de Israel en Abrahán, el que hizo la alianza con su pueblo en el Sinaí, y el que constantemente estuvo al lado de su pueblo Israel. Es el Hijo, Jesucristo, la Palabra eterna de Dios, que desde antes de la creación del mundo estaba junto a Dios, y que por medio de ella fue creado todo, que en la plenitud de los tiempos se hizo carne, bajó a la tierra y vivió como uno más de nosotros, que murió por nosotros en la cruz, que resucitó al tercer día y que subió a los cielos, y ahora está sentado a la derecha del Padre. Es el Espíritu Santo, el espíritu mismo de Dios, que ya se cernía sobre las aguas en la creación del mundo, que habló por medio de los profetas, el que llenó a María en el momento de la Encarnación, el que descendió sobre Jesús en su Bautismo, el espíritu que Jesús entregó al Padre en la cruz y que después, una vez resucitado, exhaló sobre los discípulos, y finalmente el que envió el Padre junto con el Hijo desde el cielo el día de Pentecostés, el que da fuerza a la Iglesia, el que recibimos le día de nuestro bautismo y el que nos hace llamar a Dios Padre. Es un misterio que no comprendemos, pero hoy Dios se nos revela Trinidad.

2. El hombre ante el misterio de la Trinidad. Ciertamente es difícil entender este misterio, pues precisamente por eso es un misterio. Recordamos esa anécdota de san Agustín, no sabemos si real o no, que cuenta que un día estaba san Agustín, el que escribió un tratado precioso sobre este misterio de la Trinidad, paseando por la orilla de la playa. Estaba pensando en este misterio cuando se encontró un niño que estaba haciendo un hoyo en la arena de la playa. Ante la curiosidad de san Agustín que le preguntó qué estaba haciendo, el niño le respondió que quería pasar toda el agua del mar a ese pequeño hoyo que estaba haciendo en la arena. Cuando san Agustín se sonrió y le dijo que eso era imposible, ya que el mar era demasiado grande como para que cupiese en ese hoyo tan pequeño, aquel niño le respondió que del mismo modo era imposible que el misterio de Dios, que es tan grande, cupiese en la mente humana, tan pequeña. Sea cierta o no esta anécdota, creo que ilustra muy bien la grandeza del misterio de Dios y la insignificancia de nuestra inteligencia. Por mucho que queramos entenderlo, Dios es siempre más grande que nuestro entendimiento. Por ello, ante este misterio tan grande, nuestra actitud ha de ser la de alabar y dar gloria a Dios, que ha tenido a bien manifestarse a nosotros, los hombres, y que nos ha revelado su esencia: Dios es amor.

3. Jornada Pro Orantibus. Como es costumbre, en este día de la Santísima Trinidad, celebramos en la Iglesia la jornada Pro Orantibus, es decir, el día en el que recordamos a todos aquellos hombres y mujeres, monjas y monjes de clausura, que desde el silencio del claustro oran cada día por nosotros y por toda la Iglesia. Quién mejor que ellos viven cada día esta actitud de oración y de presencia ante Dios. Ellos se dedican cada día de su vida a orar, a vivir en la presencia de Dios, a contemplar su misterio. Son personas consagradas del todo a la oración. Puede que no los veamos, porque están en sus monasterios viviendo la clausura, pero sabemos bien que la Iglesia les necesita, que sus vidas son esenciales para la misión que tiene la Iglesia encomendada que es la evangelización. Igual que el cuerpo humano tiene pies para poder caminar y llegar lejos, y tiene manos para poder trabajar, y tiene oídos y ojos para escuchar y ver, pero si no tiene pulmones que recojan el oxígeno y lo distribuyan a todos los miembros del cuerpo no puede hacer nada de lo anterior, del mismo modo la Iglesia tiene catequistas, misioneros, sacerdotes, voluntarios, colaboradores que se dedican a las múltiples tareas de la evangelización y de la caridad, pero nada de esto funcionaría sin la oración de las personas consagradas que oran cada día por el pueblo de Dios. Ellos son los pulmones que oxigenan con el oxígeno de la oración a todo el cuerpo de la Iglesia. Ellos oran cada día por nosotros, y hoy, de forma especial, nosotros los recordamos y oramos por ellos.

Vamos a celebrar la Eucaristía, que es una celebración trinitaria por excelencia. Hemos comenzado la celebración en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y concluiremos con la bendición también en el nombre de la Trinidad. Pero, además, toda la celebración de la Eucaristía es una oración dirigida al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. A Dios que es comunidad amor, a Él que hoy nos revela su misterio, a Él que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, sean dadas por siempre la alabanza, la gloria y el honor, por los siglos de los siglos. Amén.

Francisco Javier Colomina Campos

Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará

Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras. Él me honrará a mí, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que el Padre tiene es mío; por eso os he dicho que recibe de lo mío y os lo anunciará.

Juan 16, 12-15

Comentario del evangelio

Cuando estamos en oración, siempre empezamos con un gesto, con el gesto de la cruz y decimos: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Hoy celebramos la fi esta de la Santísima Trinidad, donde recordamos que Dios es Padre, nuestro Padre, el Padre de Jesús, el creador de todo. Y Dios también es Hijo, su Hijo Jesús, que vino a este mundo para salvarnos a todos. Y Dios también es el Espíritu Santo, que siempre está con nosotros y nos ayuda en los momentos en los que lo necesitamos y que nos da la fuerza para ser cristianos todos los días.
Dios 3D, tres dimensiones de Dios que nos podemos vivir sin ninguna de ellas.

Para hacer vida el evangelio

  • Escribe lo que significa para ti que Dios sea Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • ¿Qué supone para la Iglesia que a Dios lo sintamos como Padre, como Hijo y como el Espíritu que está entre nosotros?
  • Esta semana, cuando hagas tu oración de la noche, comienza la oración diciendo: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Oración

Tú me recreabas en el amor de mis padres
me formabas en el vientre de mi madre,
preparabas mi entorno para mí,
gozabas con la vida que me regalabas.
No puedo por menos que alabarte,
darte gracias por traerme a este mundo,
bendecirte por todo lo que me rodea
y alegrarme por nuestra amistad.
Porque vivir es una cosa,
pero vivir contigo es mucho más…
Sé que eres mi Dios, mi creador,
sé que te hiciste hombre en Jesús,
para enseñarnos a vivir
y siento la fuerza de tu Espíritu
en mis adentros,
animándome, dándome aliento
y ayudándome a ser.
Junto a todos mis hermanos del mundo,
sé, Dios Padre, que somos tus delicias,
que nos amas como a las niñas
de tus ojos
y que nos llevas de tu mano siempre.
Nos has creado para Ti y hacia Ti caminamos. Amén.

Dios mío Creador

No puedo dejar de admirar las maravillas de tus manos.
Desde que comienza el día,
me regalas un nuevo amanecer.
Mis sentidos se desperezan
y comienzo a sentir:
puedo gozar del contacto con las sábanas
del frescor del agua que acaricia mi cuerpo
del calor de los míos que acompañan mi vida
del sabor de los alimentos
que me energetizan,
del color del cielo que adorna la mañana,
del olor de la naturaleza que me envuelve
de toda la belleza que tengo alrededor.

Pero antes de este día ya me tenías pensado, Señor.
Tú me recreabas en el amor de mis padres
me formabas en el vientre de mi madre,
preparabas mi entorno para mí,
gozabas con la vida que me regalabas.

No puedo por menos que alabarte,
darte gracias por traerme a este mundo,
bendecirte por todo lo que me rodea
y alegrarme por nuestra amistad.

Porque vivir es una cosa,
pero vivir contigo es mucho más…
Sé que eres mi Dios, mi creador,
sé que te hiciste hombre en Jesús,
para enseñarnos a vivir
y siento la fuerza de tu Espíritu
en mis adentros, animándome,
dándome aliento
y ayudándome a ser.

Junto a todos mis hermanos del mundo,
sé, Dios Padre, que somos tus delicias,
que nos amas como a las niñas
de tus ojos
y que nos llevas de tu mano siempre.
Nos has creado para Ti y hacia Ti caminamos. Amén.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo de la Santísima Trinidad

• Juan, dentro del testamento de Jesús, ha prometido a los Discípulos la permanencia en ellos del Espíritu de la verdad (14,17), pero ahora les anuncia la actividad del Espíritu en la misión (14,26) e intenta responder ¿cómo seguir siendo creyente ahora que el Jesús de la historia no está? Juan responde que está en el fondo de la vida (14, 23). Pero en un fondo,muy fondo, que no se reconoce, que no se ve… de ahí que recurra al Espíritu (16,8-11),trata de la acción del Espíritu en la comunidad de discípulos, que reorienta la Historia desde el fondo de la vida.

• En los versículos anteriores la comunidad se siente juzgada, perseguida, condenada por el mundo (16,1-4)… pero no se siente acobardada, ve en Jesús la vida y en el mundo la muerte. El mensaje tiene consecuencias que los discípulos no sacan y horizontes que no pueden vislumbrar (12). Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, que solo irá siendo conocido a medida que la experiencia coloque a la comunidad ante los nuevos hechos o circunstancias. El Espíritu será el que guíe (13).

• Jesús aparece como el revelador del Padre a quién nadie ha visto nunca (manifestado en la Creación, la Historia, los Profetas, y por último a través del Hijo (“Quien me ve a mí ve al Padre”). El Espíritu continuará su obra en losdiscípulos, nos va comunicando el amor de Dios en toda circunstancia. Es el trabajo, codo con codo, con la Historia para que esta valla tomando orientación nueva que le hará ser plena. Un Espíritu que trabaja, que colabora, que sabe de caminos compartidos, que en- tiende de obras conjuntas, que le gusta lo común…

• Dice Jesús que el camino hasta Dios, “hasta la verdad” (13), no lo podemos recorrer solos, aunque Él nos dijera todas las cosas que le quedan por decirnos: “no podéis cargar con ellas por ahora” (12). Ciertamente, para recorrer el camino necesitamos su Palabra. Pero no para tratarla a nuestro modo, no para tratarla ideológicamente. Sin el Espíritu no conocemos al Padre. Sin el Espíritu no podemos amar a Dios, y con Dios no se puede tener otra relación que la del amor. Un amor que viene de Él.

• Con el Espíritu se nos hace presente lo que Jesús hizo y dijo en el pasado. El Espíritu hace posible que nosotros, hoy y aquí, podamos“ver” y “escuchar” a Jesús. El Espíritu Santo nos permite “escuchar” y “ver” al Jesús de hoy, al Viviente, al Resucitado. Y nos abre a“lo que está por venir” (13), a la esperanza deque seguir a Jesús hoy, amando al prójimo — la única manera de seguirlo—, nos conduce, efectivamente, a vivir plenamente del amor que es Dios mismo.

• Especialmente destacable en esta fiesta es que el Espíritu no va por libre: “lo que hable no será suyo” (13). Y que es “comunicador” (13). Y que dice lo que “recibe de Jesús” (14), como Ello ha recibido del Padre (15). La comunión, lacomunicación, es una característica del Dios Trinidad. Y no se puede creer en Él si no es en comunión-comunicación. Es decir, comunión-comunicación de bienes —sobre todo con los pobres—. No hay más diálogo que ése.

• Así, mediante el trabajo en colaboración con el Espíritu se nos guiará hasta la verdad plena. ¿Cuál es la verdad plena? (13) No es otra que la misma verdad por la que Jesús entregará su vida (19,37): lo humano tiene como destino la plenitud, la gloria/amor que se le ha comunicado (1,14). Y no ha de concebirse como algoestático, sino dinámico con el Padre. Jesús realiza así las obras del Padre (5,17.36; 10,25),su designio creador (4,37; 5,30; 6,38-40). Así, el criterio para interpretar la Historia, basado en la sintonía con Jesús, se concreta en la realización del hombre, designio del Padre y expresión de su amor.

• Síntesis: El vigor y la seguridad que la comunidad recibe de la acción del Espíritu se transmite a la misión. De dos manera: 1º) mantendrá siempre al creyente en conexión con el mensaje de Jesús (“lo que hablé no será suyo”) y así conectarnos vitalmente con la realidad de Jesús; 2º) interpretará la realidad social desde la perspectiva de la fe (“os comunicará lo que está por venir”), lo que el creyente vive en el momento histórico. Así, mezclando fe y vida, mensaje y sociedad, se puede llegar a la verdadera fecundidad, a la cosecha del Reino

• Esta es una fiesta para disfrutar de la gratuidad de amar y alabar a Dios, el que nos ama gratuitamente. Una día para disfrutar de la gratuidad de la oración de la Iglesia:

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Comentario al evangelio – 13 de junio

Celebrando la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, reconocemos en la comunidad el significado real que el mismo Jesús dio a toda su vida, modificando incluso el sentido del sacerdocio cultual del primer testamento. La primera lectura nos remite a una nueva alianza que Dios sella con su pueblo, inscrita en los corazones, que contiene como única ley, la del amor.

El sacerdocio de la antigua alianza perdió su significación, por convertirse en un culto externo, incapaz de comprometer la vida del oferente y de los fieles, con el agravante que era un animal, la víctima (o chivo expiatorio), que se sacrificaba para agradar a Dios y conseguir de él favores o gracias. Tal práctica terminó degenerándose hasta que se convirtió en un espacio de manipulación religiosa y exclusión de personas. Por eso los mismos profetas arremeterán contra esta clase de culto (Am 5, 21-23).

Todo sacrificio pierde su sentido real sino queda comprometida la vida de las personas y es aquí donde Jesús es fiel reflejo de esa vida coherente y sacrificada por amor. Si algo tenemos claro es que Jesús no estaba de acuerdo con el proceder de la clase sacerdotal y se enfrentó de tal manera con esa estructura que terminaron condenándolo y crucificándolo. Perfectamente se define la vida entregada de Jesús cuando se dice: «quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar» (Prefacio Pascual V), manifestando no sólo la coherencia de su vida sino la comprensión que él tenía del verdadero sacrificio agradable a Dios: el amor ágape. Un amor que lo condujo a la entrega total de la vida de manera gratuita, desinteresada y en libertad.

La invitación que recibimos en una fiesta como la de hoy es a reconocer el sacerdocio común que nos acompaña a todos los fieles desde nuestro bautismo y que nos invita a ser mediadores o puentes entre Dios y su pueblo. Si nos tomamos en serio lo de ser puentes que comunican y acercan, sabremos con facilidad que nuestra vida está llamada a ser una «eucaristía» viva, como el pan partido y repartido que se entrega por amor a todos.      

Fredy Cabrera, cmf