Vísperas – Viernes X de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES X TIEMPO ORDINARIO

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p style=»text-align:justify;»>V/. Dios mío, ven en mi auxilio.

R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

<

p style=»text-align:justify;»>El dolor extendido por tu cuerpo,
sometida tu alma como un lago,

vas a morir y mueres por nosotros

ante el Padre que acepta perdonándonos.

Cristo, gracias aún, gracias, que aún duele
tu agonía en el mundo, en tus hermanos.
Que hay hambre, ese resumen de injusticias;
que hay hombre en el que estás crucificado.

<

p style=»text-align:justify;»>Gracias por tu palabra que está viva,

y aquí la van diciendo nuestros labios;
gracias porque eres Dios y hablas a Dios
de nuestras soledades, nuestros bandos.

Que no existan verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que rezamos.

Porque existen las víctimas, el llanto. Amén.

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

<

p style=»text-align:justify;»>Amo al Señor, porque escucha

mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

<

p style=»text-align:justify;»>Me envolvían redes de muerte,

me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.

Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

<

p style=»text-align:justify;»>El Señor es benigno y justo,

nuestro Dios es compasivo;

el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

<

p style=»text-align:justify;»>Alma mía, recobra tu calma,

que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,

mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

<

p style=»text-align:justify;»>No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa

el guardián de Israel.

<

p style=»text-align:justify;»>El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;

de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

<

p style=»text-align:justify;»>El Señor te guarda de todo mal,

él guarda tu alma;

el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

<

p style=»text-align:justify;»>LECTURA BREVE
 1Co 2, 7-10a

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

<

p style=»text-align:justify;»>RESPONSORIO BREVE


V/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.
R/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

V/. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
R/. Para conducirnos a Dios.

<

p style=»text-align:justify;»>V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

 

Magníficat, ant.:Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

MAGNÍFICAT, Lc 1, 46-55 ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

<

p style=»text-align:justify;»>Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

<

p style=»text-align:justify;»>Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

<

p style=»text-align:justify;»>Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

<

p style=»text-align:justify;»>Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Magníficat, ant.:Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

 

<

p style=»text-align:justify;»>PRECES


Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que acudían a él y con amor secaba las lágrimas de los que lloraban, y digámosle también nosotros:

Señor, ten misericordia de tu pueblo.

Señor Jesucristo, tú que consolaste a los tristes y deprimidos,
—pon ahora tus ojos en las lágrimas de los pobres.

<

p style=»text-align:justify;»>Escucha los gemidos de los agonizantes

—y envíales tus ángeles para que los alivien y conforten.

<

p style=»text-align:justify;»>Que los emigrantes sientan tu providencia en su destierro,

—que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la eterna.

Que los pecadores se ablanden a tu amor
—y se reconcilien contigo y con tu Iglesia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Perdona las faltas de los que han muerto
—y dales la plenitud de tu salvación.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que, del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina, así las podamos cantar también plenamente, con la asamblea de tus santos, por toda la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 14 de junio

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas; y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 5,27-32

«Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.

«También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.

3) Reflexión

• En el evangelio de ayer Jesús hizo una relectura del mandamiento “No matarás” (Mt 5,20-26). En el evangelio de hoy, hace una relectura del mandamiento “No cometer adulterio”. Jesús relee la ley a partir de la intención que Dios tenía al proclamarla, en el Monte Sinaí, siglos atrás. Lo que importa es el Espíritu de la Ley, no encerrarse en la letra. Retoma y defiende los grandes valores de la vida humana que están por detrás de cada uno de los Diez Mandamientos. Insiste en el amor, en la fidelidad, en la misericordia, en la justicia y en la verdad, en la humanidad (Mt 9,13; 12,7; 23,23; Mt 5,10; 5,20; Lc 11,42; 18,9). El resultado de la plena observancia de la Ley de Dios es la humanización de la vida. La observancia de la Ley humaniza a la persona. En Jesús aparece aquello que acontece cuando un ser humano deja que Dios ocupe el centro de su vida. El objetivo último es unir los dos amores, la construcción de la fraternidad en defensa de la vida. Cuanto más se vive la fraternidad, tanto mayor será la plenitud de vida y mayor es la adoración de las criaturas todas a Dios, Creador y Salvador.

• En el evangelio de hoy, Jesús mira de cerca la relación mujer y hombre, en el matrimonio, la base fundamental de la convivencia en familia. Había un mandamiento que decía: “No cometer adulterio, y otro que decía: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio”. Jesús retoma los dos y les da un nuevo sentido.

• Mateo 5,27-28: No cometer adulterio. ¿Qué nos pide este mandamiento? La respuesta antigua era ésta: el hombre no puede dormir con la mujer de otro. Es lo que exigía la letra del mandamiento. Pero Jesús va más allá de la letra y dice: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio”.

El objetivo del mandamiento es la fidelidad mutua entre el hombre y la mujer que asumirían vivir juntos como casados. Y esta fidelidad sólo será completa, si los dos saben mantener la fidelidad mutua hasta en el pensamiento y en el deseo y si saben llegar a una total trasparencia entre sí.

• Mateo 5,29-30: Arrancar el ojo y cortar la mano. Para ilustrar lo que acaba de decir Jesús se sirve de una palabra fuerte que usó también en otra ocasión, cuando habló de no escandalizar a los pequeños (Mt 18,9 e Mc 9,47). Dice: “Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna” Estas afirmaciones pueden tomarse al pie de la letra. Indican la radicalidad y la seriedad con la que Jesús insiste en la observancia de este mandamiento.

• Mateo 5,31-32: La cuestión del divorcio. Al hombre estaba permitido dar una acta de divorcio para la mujer. Jesús dirá en el Sermón de la Comunidad que lo permitió por la dureza de corazón de la gente (Mt 19,8). “Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio». Se había discutido ya mucho sobre este asunto. Basándose en esta afirmación de Jesús, la iglesia oriental permite el divorcio en caso de “fornicación”, esto es en caso de infidelidad. Otros dicen que aquí la palabra fornicacióntraduce un término aramaico o hebraico zenuth que indicaba un casamiento con un grado de parentesco prohibido. No serían unas bodas válidas.

• Cualquiera que sea la interpretación correcta de esta palabra, lo que importa es ver el objetivo y el sentido general de las afirmaciones de Jesús en la nueva lectura que hace de los Diez Mandamientos. Jesús apunta hacia un ideal que debe estar siempre delante de mis ojos. El ideal último es éste: “Ser perfecto como el padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Este ideal vale para todos los mandamientos revisados por Jesús. En la relectura del mandamiento: “No cometer adulterio” este ideal se traduce en una total transparencia y honestidad entre marido y mujer. Nadie nunca va a poder decir: “Soy perfecto como el Padre celestial es perfecto”. Estaremos siempre por debajo de la medida. Nunca vamos a poder merecer el premio por nuestra observancia porque estaremos siempre por debajo de la medida. Lo que importa es mantenerse en camino, mantener alto el ideal ante nuestros ojos, ¡siempre¡ Y al mismo tiempo, como Jesús, debemos saber aceptar a las personas con la misma misericordia con que él aceptaba a las personas y las orientaba para el ideal. Por esto, ciertas exigencias jurídicas de la iglesia de hoy, como por ejemplo, no permitir la comunión a personas que viven en segundas nupcias, se parecen más a la actitud de los fariseos que a la actitud de Jesús. Nadie aplica al pie de la letra la explicación del mandamiento. “No matar”, en la que Jesús dice que todo aquel que llama a su hermano idiota merece el infierno (Mt 5,22). Pues en este caso, todos estaríamos seguros de terminar allí y nadie se salvaría. ¿Por qué nuestra doctrina usa medidas diferentes en caso del quinto y del noveno mandamiento?

4) Para una reflexión personal

• ¿Logras vivir la total honestidad y transparencia con las personas de otro sexo?
• ¿Cómo entender la exigencia “ser perfecto como el Padre celestial es perfecto”?

5) Oración final

Digo para mis adentros:
«Busca su rostro».
Sí, Yahvé, tu rostro busco:
no me ocultes tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación. (Sal 27,8-9)

Comentario del 14 de junio

Decía Jesús remitiéndose al antiguo mandamiento de la Ley de Dios: Habéis oído el mandamiento: «No cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada, deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Entre lo que exigía el mandamiento y lo que exige Jesús no hay contradicción: ambos están contra el adulterio. Pero el mandamiento, negativamente formulado: No adulterarás, podía admitir diferentes aplicaciones. Puesto que se trataba de un mandato que aspiraba a regular las acciones humanas, había que entenderlo en referencia directa a los actos del hombre y no tanto a sus actitudes y disposiciones previas. El mandamiento prohibía cometer actos de adulterio, bajo penas o sanciones diversas. Con eso se daba por satisfecho.

Pero a Jesús no le basta con esa exigencia factual. Él lleva la exigencia hasta el corazón del hombre, interiorizándola y al mismo tiempo radicalizándola. No sólo hay adulterios de facto o de comisión; los hay también de voluntate o de deseo, adulterios que acontecen únicamente en el interior del hombre. Se trata de adulterios que no se han llevado a cabo espacial y corporalmente, pero que han tenido un cierto grado de realización en el ámbito del pensamiento y del deseo. De esta manera Jesús lleva las exigencias del mandamiento hasta sus raíces, haciendo que afecten no sólo a nuestros actos, sino a todo ese mundo interior de pensamientos y deseos que modela nuestras actitudes y prepara nuestras acciones. La idea que se esconde tras esta radicalización de la Ley divina es que Dios quiere actuar no sólo sobre nuestra conducta factual, sino sobre ese conjunto de motivaciones y deseos que la conforman. Sólo rigiendo esta parte impulsora y motivadora de nuestra vida, podrá obtenerse la regulación conductual de la misma.

Pero las radicales exigencias de Jesús se dejan ver aún más en los remedios que propone para atajar ciertos males: Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al abismo. Es el remedio que propone el cirujano al enfermo de gangrena. Para salvar el organismo hay que extirpar el miembro gangrenado. Sólo así podrá evitarse que la infección de ese miembro se extienda a todo el cuerpo, causando su muerte. Pues bien, esta propuesta que en el ámbito fisiológico y natural nos parece razonable e incluso óptima para atajar ciertos males, en el ámbito moral ya no nos lo parece tanto. Pero la comparación nos obliga a trasladarnos al ámbito moral. No se trata del ojo que, por falta de visión, nos hace caer físicamente, poniéndonos en trance de muerte, sino del ojo que, por ver de manera inconveniente, nos hace caer moralmente, esto es, nos hace caer en pecado, poniéndonos en trance de abismación, en trance de ser arrojados al abismo. ¿Está proponiendo Jesús la mutilación de ese miembro enfermo por el vicio o el incontenible deseo de posesión?

La Iglesia siempre se ha mostrado contraria a la mutilación de un miembro corporal como medida penal o disuasoria; nada ha tenido en contra, sin embargo, de las mutilaciones quirúrgicas por razones de salud. Es verdad que hay vicios que se aniquilarían o se debilitarían quitando el órgano corporal que los sostiene y alimenta (como la vista para los atractivos de la carne); aun así, siempre quedarían otros órganos sensibles (como los del tacto o el olfato) con los que recibir ciertos estímulos. Y en último término, la imaginación. ¿Qué propone, pues, Jesús? Sin duda, atajar el mal en su raíz, aunque eso lleve consigo sufrimientos y privaciones muy dolorosas. Pero si la medicina aplicada cura realmente el mal ha de recibirse como benéfica, puesto que logra el objetivo perseguido de la curación. Aquí está en juego no la vida temporal, como en el caso de la cirugía médica, sino la vida definitiva, la vida eterna. Este es el dilema: ¿De qué sirve ser arrojado ‘entero’ al abismo?

El abismo es la pérdida de todo lo que es realmente valioso en la vida. Aquí los miembros no sirven más que para sufrir, sea cuales sean las ‘sensaciones’ de estos. El remedio propuesto por Jesús para ciertos males es drástico, pero quizá no lo sea tanto si se compara con lo que está en juego; y cuando está en juego la salud de todo el organismo pierde este carácter y nos parece la medida más adecuada. No obstante, si el mal (moral) tiene su origen en el interior del hombre, porque ahí es donde está la génesis de las futuras tempestades, habrá que mirar a ese interior (al corazón) y no simplemente al ojo o a la mano, para extirpar el mal que empieza a germinar en ese ámbito escondido y microscópico que alberga el ADN de nuestra información genética.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

29. El hecho es que «Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y con José, sino que se movía gustosamente en la familia ampliada, que incluía a los parientes y amigos»[8]. Así entendemos por qué sus padres, cuando regresaban de la peregrinación a Jerusalén, estaban tranquilos pensando que el jovencito de doce años (cf. Lc 2,42) caminaba libremente entre la gente, aunque no lo vieran durante un día entero: «Creyendo que estaba en la caravana, hicieron un día de camino» (Lc 2,44). Ciertamente, pensaban que Jesús estaba allí, yendo y viniendo entre los demás, bromeando con otros de su edad, escuchando las narraciones de los adultos y compartiendo las alegrías y las tristezas de la caravana. El término griego utilizado por Lucas para la caravana de peregrinos, synodía, indica precisamente esta “comunidad en camino” de la que forma parte la sagrada familia. Gracias a la confianza de sus padres, Jesús se mueve libremente y aprende a caminar con todos los demás.


[8] Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia (19 marzo 2016), 182: AAS 108 (2016), 384.

La misa del Domingo

Un niño estaba todo ocupado con sus papeles y pinturas y su madre le preguntó: ¿Qué estás dibujando?

A Dios, le contestó su hijo.

Pero no puedes dibujar a Dios. Nadie sabe cómo es Dios.

Pronto lo sabrán, contestó el niño. Cuando haya terminado mi dibujo.

Todos hemos, alguna vez, intentado dibujar a Dios con pinturas, palabras, sueños, imaginaciones…

La Palabra de Dios que proclamamos es una imagen, un dibujo de Dios, un eco de Dios.

La fiesta de la Santísima Trinidad que hoy celebramos es la fiesta del misterio de Dios. La fiesta del Dios siempre más grande, del Dios siempre incomprensible, del Dios uno y trino.

Una vez un predicador estaba hablando de la Trinidad en términos muy complicados y un feligrés se levantó y dijo: » Padre, no entendemos nada de lo que dice.»

No están supuestos a entender. Es un misterio, le contestó el cura.

Sin embargo todos queremos entender a través de una palabra, un dibujo, de un eco lejano, sí, saber algo de Dios.

San Pablo nos ha dicho en el saludo inicial «que la gracia del Señor Jesús, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con vosotros».

En este saludo somos bendecidos por el Dios que es Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La Santísima Trinidad es lo que Dios es en privado. La Trinidad es la vida secreta de Dios.

Cuando yo me paseo por las calles de la parroquia me pongo a mirar a las ventanas cerradas y pienso en las familias que viven detrás de los cristales. Y me pregunto: ¿cómo es la vida privada de esa familia?

¿Hay amor entre los esposos y los hijos? ¿Hay comunicación? ¿Hay alegría?

Esa es su vida secreta adonde no me es dado entrar. Nadie sabe lo que pasa ahí adentro, a no ser que los gritos sean muy fuertes.

La vida del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo tiene sus secretos, su privacidad. Nosotros preguntamos, ¿qué es Dios? Y decimos bien cuando lo definimos como Amor. Si fuera uno, ¿cómo podría amar? Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es comunidad de amor y comunión de personas en su privacidad. ¿Entienden? Lo que pasa de puertas hacia dentro es su vida, su misterio. Y aún no somos Dios para penetrar en la intimidad de las personas y menos en la intimidad de Dios.

Nosotros nos conocemos en el trato, en la acción, en el encuentro.

Lo mismo pasa con Dios. A Dios lo conocemos gracias a sus manifestaciones, a sus salidas, a sus encuentros con sus hijos, los hombres.

Dios es Padre en su maravillosa creación, en su divina Providencia, en el sol que brilla para buenos y malos, en su amor a todo lo creado y a nosotros todos.

Jesús es Dios en la historia, en la carne, en el sufrimiento. Jesús es Dios hecho imagen visible y palpable, lloró con lágrimas como las mías, amó con un corazón como el mío, trabajó con manos como las mías, y sufrió con un cuerpo como el mío. Jesús es más que el retrato de Dios, es la presencia de Dios entre los hombres.

El Espíritu Santo es Dios guiándonos a la fe, limpiándonos del pecado, dándonos plenitud y salvación, el huésped del corazón.

A Dios lo conocemos por sus manifestaciones, sus salidas, sus encuentros con sus hijos, los hombres. Cuando sale de su piso y baja a la calle, allí lo encuentro y lo veo actuar. Detrás de su ventana es el misterio, lo privado, la Trinidad.

El primer milenio fue el milenio del Padre. Tiempo de dejar los múltiples dioses y descubrir la existencia de un solo Dios.

El segundo milenio fue el milenio de Jesucristo. Tiempo de misión y evangelización por todo el mundo.

El tercer milenio, recién estrenado, tiene que ser el del Espíritu. Tiempo de la unidad entre las naciones y de aprender una sola lengua que nos ayude a superar las divisiones y enfrentamientos.

Todos sabemos lo que es un padre: engendra hijos, los alimenta, los protege, los educa…

Es esposo, trabajador y fanático del Numancia. Es energía desparramada en múltiples direcciones.

Dios es sólo Padre y emplea su poder en engendrar hijos para el Reino. No se reserva nada y proyecta su imagen en su Hijo: Jesucristo.

Este Hijo no tiene planes propios, ni carrera ni familia que cuidar. Sólo es Hijo y su preocupación es el Reino del Padre, la voluntad del Padre, el amor del Padre. Y el amor del Padre es tan grande que es otra persona distinta: el Espíritu Santo.

Esta es su vida privada, cada uno se define en su relación con los otros pero todo lo hacen en comunión.

Nosotros somos también relación con Dios y con los otros.

Creados por Dios Padre. Redimidos por Dios Hijo. Santificados por Dios Espíritu Santo.

Estaba un cura en el aeropuerto de Barajas esperando a embarcar en el avión y el hombre sentado a su lado empezó a dar sus opiniones sobre la religión. Se jactaba de que no aceptaba nada que no pudiera entender. Padre, le dijo, ¿qué es ese galimatías de tres dioses en un dios? No lo creo y nadie me lo ha podido explicar, por lo tanto nunca lo creeré.

Señalando al sol que se filtraba por la ventana, el cura le preguntó: ¿Cree usted en el sol? Por supuesto, respondió el incrédulo.

Muy bien, continuó el cura, los rayos que usted ve a través de la ventana vienen del sol que está a millones de kilómetros de aquí. El calor que sentimos proceden también del sol y de sus rayos. Algo así pasa con la Trinidad. El sol es Dios Padre. El sol nos envía sus rayos, Dios Hijo. Del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo, el calor. ¿Puede explicar cómo ocurre eso?

El incrédulo cambió el rumbo de la conversación.

Félix Jiménez Tutor

La misa del Domingo: misa con niños

1. SALUDO

Queridos amigos.

La Pascua, en el día de Pentecostés, finalizó. Pero, a partir de este momento, estamos llamados a meditar, a pensar y a dar testimonio de lo mucho que Dios significa para nosotros. Y, por supuesto, de los gestos, las palabras y la vida de Jesús de Nazaret.

Hoy, en este domingo, cantamos a Dios que es Padre, a Dios que es Hijo y a Dios que es Espíritu Santo. Es un gran misterio que queda resuelto o, por lo menos, iluminado por EL AMOR que existen entre las tres personas.

Hoy, al mirar a la TRINIDAD (Dios Padre, Hijo y Espíritu) vemos la amistad, la comunión, el amor que existe entre ellos.

Iniciamos esta celebración cantando: ALABARÉ, ALABARÉ

2. PENITENCIAL

a) Dios es amor. ¿Por qué buscamos caminos que llevan a los enfrentamientos y a la dispersión? Señor ten piedad

b) Jesús es amor. ¿Por qué olvidamos que, para ser felices, el mandamiento del amor nos puede ayudar? Cristo ten piedad

c) El Espíritu Santo es amor. ¿Por qué no escuchamos la voz del Señor que nos invita a potenciar los gestos de paz y de concordia? Señor ten piedad

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

Las lecturas que vamos a escuchar en este día de la Santísima Trinidad tienen un objetivo: ayudarnos a descubrir que, la locura de Jesús, fue meternos en el corazón de Dios y alimentarnos con la fuerza del Espíritu Santo. Ojala que vivamos esta experiencia con la escucha de la Palabra y con el silencio que nos habla de Dios.

4. ORACIÓN DE LOS FIELES

a) Por la Iglesia. Para que, su música y su liturgia, sus celebraciones y su fin, sea dar un gloria y alabanza al Padre y al Hijo y al Espíritu. Roguemos al Señor.

b) Por los músicos; por los que, con sus voces e instrumentos, alaban a Dios en los templos. Para que valoremos más la alabanza al Señor y lo hagamos con más delicadeza y armonía. Roguemos al Señor.

c) Por las comunidades contemplativas. Es decir; por las religiosas que, en los monasterios, viven dedicadas a Dios y, sobre todo, ofreciendo a Dios nuestras preocupaciones, deseos y desvelos. Roguemos al Señor.

d) Por los que viven enfrentados. Por los que no encuentran razones para el perdón ni para la comunión. Para que el Espíritu Santo les inspire actitudes de reconciliación y de paz. Roguemos al Señor.

e) Finalmente pidamos al Señor por los más desfavorecidos. Por los que tienen rotas sus vidas por la pobreza, la tristeza, la depresión, la angustia. Para que la Santísima Trinidad sea un motor que les anime y les levante. Roguemos al Señor.

5. OFRENDAS

a) Con estos tres anillos entrelazados queremos representar la UNIDAD Y EL AMOR que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Sólo el amor es capaz de explicar tan enorme misterio.

b) La realidad de un mundo roto lo queremos representar en estos trozos de papel, en este puzle. Sólo el amor nos salvará. Sólo el amor hará que el mundo sea un lugar donde merezca la pena vivir. Que Dios nos ayude.

c) Con el pan y el vino queremos anunciar, ya desde ahora, la gran fiesta del Corpus Christi que celebraremos el próximo domingo. Damos gracias a Dios porque, la Eucaristía, nos da la fuerza para vivir en comunión con Dios y, luego, con los demás.

6. ORACIÓN

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero distintas

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero pensáis de igual manera

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero vais por el mismo camino

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero miráis en la misma dirección

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero amáis de la misma manera

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero vivís en familia

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero un mismo DIOS

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas pero unidos en todo y por todo

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
Sois tres personas y unidos en el amor

TÚ ERES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU

Todos para uno y uno para todos (Oración)

TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS

Hoy se nos presenta un misterio. Pero no un misterio cualquiera, como cuando desaparecen las cosas en casa y mamá dice que es un misterio. Sino uno de los de verdad.

Abrimos el corazón y lo sentidos para que no se nos escape nada. Y hoy empezamos la oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Sabes lo qué significa cuando decimos eso? Es como describir a Dios.

La semana pasada veíamos como Dios Padre envía el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. Y sabemos que el Espíritu Santo es Dios y que habita en nuestro corazón. La lectura de hoy revela un misterio muy importante para nosotros. El misterio de la Santísima Trinidad.

El texto es una adaptación del evangelio de Juan (Jn 16, 12-15):

Un día Jesús les quiso contar a sus discípulos cómo es Dios. Pero ya les advirtió: «Esto es un poco difícil de entender. A lo mejor no podéis comprenderlo todo ahora». Entonces les prometió que, para que lo entendieran del todo, un día les mandaría su Espíritu, y lo llamó el Espíritu de la verdad. Y les prometió que ese Espíritu les comunicaría lo que hay en el corazón de Dios. Se lo explicó como mostrándoles un camino: «Lo que está en el corazón de mi Padre, también está en el mío, porque todo me lo cuenta. Y yo se lo cuento al Espíritu. Y el Espíritu os lo transmitirá a vosotros». Y así, al hablarles del Padre, del Hijo y del Espíritu, les enseñó cómo es Dios.

¿Qué quiere decir Jesús con estas palabras? ¿Cómo puede ser que hablen tres a la vez y sólo sean uno? ¡Qué cosas tiene Dios! No entiendo nada. Creo que es complicado. Hay realidades que no podemos comprender, porque lo pensamos con la cabeza y Jesús nos habla con el corazón. Aunque no podamos ver a Dios, él nos ayuda a entender a través de las personas. Por eso Jesús trata de explicar a sus amigos que hay tres formas de encontrarnos con Dios.

Claro, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se aman tanto y están tan unidos entre sí que son un solo Dios. Ese es el misterio y eso es amor y eso sí que somos capaces de conocerlo.

Con los ojos cerrados, imagina que dibujas un triángulo. Cuando lo tengas desliza los dedos como si fuera una Tablet, hasta hacerlo grande, muy grande. Amplíalo tanto como quieras. Ahora agárralo por un vértice con cuidado de no deformarlo. Piensa que lo levantas y te metes dentro de él. Obsérvalo sin prisa, y fíjate bien en la figura. Sus tres vértices están unidos por una línea. Esa línea es el amor entre las tres personas, que las une tanto que aunque cada uno ocupa su lugar son uno solo. Fíjate que sólo hay una figura, con sus tres lados y sus tres vértices que la hacen perfecta. Siente cómo estás dentro y cómo formas parte de ese amor. Pues así es Dios, como ese triángulo de amor en el que tú entras. Siente ahora a Dios que te  mira con amor y dale las gracias por sentir ese amor.

Descansa en ti su mirada,
en sus manos te lleva tatuada.
Descansa en ti su mirada,
¿Quién te ha querido alguna vez así?

Él es el Santo,
Él es el Fuerte,
pero ha querido abajarse hasta ti.
A su proyecto, ¡respóndele que sí!
y Él danzará de alegría por ti.

Sólo Dios salva,
sólo Dios alza,
Él defiende tu causa hasta el fin.
Que su Palabra de liberación
encuentre en ti a su mejor cantor.

Descansa en ti su mirada interpretado por Ain Karem, «Busca mi rostro» 

Después de cada frase repetimos todos: Dios, creo en ti.

Dios, creo en ti

Creo en Dios Padre, Creador de todas las cosas,
que nos quiere tanto que nos envía a su Hijo y nos hace hijos suyos.
Dios, creo en ti.

Creo en El Hijo, Jesús, nuestro Señor y Salvador,
que nos acerca al Padre, nos salva y es nuestro hermano.
Dios, creo en ti.

Creo en El Espíritu Santo,
que nos da fuerza para vivir como hijos de Dios y discípulos de Jesús.
Dios, creo en ti.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Comentario al evangelio – 14 de junio

Hoy es un buen día para cuestionar nuestra actitud frente a la vida (en todas sus formas) y motivarnos, como creyentes, a cuidarla más. Somos conscientes de las posibilidades que tenemos de irradiar humanidad y, a su vez, hemos podido constatar los horrores históricos cometidos contra «la vida» misma.

En la ciudad cosmopolita de Corinto la confluencia de religiones y encuentro de culturas, en lugar de favorecer el enriquecimiento mutuo suscitaba actitudes de descalificación y confrontación. San Pablo utiliza la imagen del «tesoro» en vasijas de barro para ilustrar que lo más valioso de una persona es su «dignidad». Lo de Dios que habita en todo ser humano no da lugar a la sobrevaloración de la vida de unos en detrimento de la de otros. Es por esta razón que el apóstol reta a la comunidad creyente a no desfallecer en un ambiente tan hostil y a no reproducir este tipo de actitudes. Más bien, los invita a descubrir que la vida adquiere su verdadero valor cuando se abre generosamente a procurar el bien común. Imaginemos el desgaste y dolor de la gestación que abre posibilidades a otras vidas y dimensionemos, de esta manera, las palabras del apóstol: «Así la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida». Los sacrificios del cristiano sólo tienen sentido cuando generan vida y comunión.

El evangelio, en estos días, continúa presentando lo que ha de prevalecer por encima de la letra de la ley. Frente a la cosificación (reducción a objeto) de la mujer, a quien la legislación judía no amparaba ni defendía, Jesús pide el respeto íntegro de su dignidad y que la ley no sea aplicada favoreciendo al hombre en perjuicio de la mujer. Jesús valora la importancia que tienen las leyes para la convivencia humana y sabe que son necesarias para ponerle un límite a los desaciertos humanos. La buena nueva está en la aplicación de la justicia que reconstruye a hombres y mujeres no sólo en el reconocimiento de sus faltas sino en la reparación del daño hecho. Invitados estamos a favorecer las leyes que buscan la humanización de nuestras relaciones y no sólo la condena de los considerados inadaptados o sospechosos.

Pidamos a Dios en oración para que en nuestras comunidades defendamos las leyes que busquen proteger y defender la dignidad de los seres humanos en cualquier circunstancia o etapa de la vida en que se encuentran.  

Fredy Cabrera, cmf