La palabra de Dios para este día nos invita a superar la actitud de descalificación de personas que, en muchas ocasiones, se presta para la difamación y la mentira. Más bien nos motiva a buscar la reconciliación que haga prevalecer la verdad (aunque a veces duela y lleve a reconocer los propios errores).
San Pablo descubre que sólo en la superación de las desigualdades y en el reconocimiento de la dignidad de cada uno de sus miembros se pueden edificar comunidades al estilo de Jesús. No habrá rastros de la buena nueva ni esperanzas de futuro para comunidades creyentes que se encierren en un falso espiritualismo y no trabajen por la superación de todo lo que nos separa o distingue. Los verdaderamente reconciliados en Cristo estamos llamados a implicarnos en aquellas grandes causas de la humanidad que nos hermanan, que nos permiten crear puentes y no muros. La invitación a ser «embajadores de Cristo» y portadores de «la reconciliación» nos impulsa a dar testimonio de tolerancia más que de cerrazón y a practicar la misericordia más que la condena.
El evangelio de hoy nos advierte sobre la manipulación de quienes utilizan el nombre de Dios para hacer prevalecer su voluntad. Observamos el descontento generalizado y la desconfianza que generan ciertos liderazgos (políticos, religiosos y de otros ámbitos), no sólo por su falta de coherencia sino porque valiéndose de su posición traicionan a quienes han depositado en ellos su confianza.
Si Jesús invita a «no jurar en absoluto» es porque quiere comunidades creyentes que, viviendo en la verdad, construyan relaciones que humanicen y liberen. Un seguidor de Jesús nunca impone, más bien, dialoga y se posiciona con un «sí», siempre a favor de la vida y de todo lo que haga prevalecer el bien común.
¿aceptas el reto de ser embajador de reconciliación y de paz? Pidamos por el testimonio de los cristianos en el mundo, siempre abiertos al amor sincero y al servicio desinteresado.
Fredy Cabrera, cmf