II Vísperas – La Santísima Trinidad

II VÍSPERAS

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

<

p style=»text-align:justify;»>¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,

la Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.

Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.

Oh Palabra del Padre, te escuchamos;
oh Padre, mira el rostro de tu Verbo;
oh Espíritu de amor, ven a nosotros;
Señor, Dios nuestro.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
haced de nuestras almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.

<

p style=»text-align:justify;»>Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu:
Fuente de gozo pleno y verdadero,

al Creador del cielo y de la tierra,
Señor, Dios nuestro. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oh verdadera y eterna Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oh verdadera y eterna Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Líbranos, sálvanos, vivifícanos, oh santa Trinidad.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Líbranos, sálvanos, vivifícanos, oh santa Trinidad.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo, el que era y es y viene.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo, el que era y es y viene.

LECTURA: Ef 4, 3-6

Esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo por los siglos.
V/ Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo por los siglos.

R/ Al único Dios honor y gloria.
V/ Ensalcémoslo por los siglos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo por los siglos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A ti, Dios Padre no engendrado, a ti, Hijo único, a ti, Espíritu santo Defensor, santa e indivisible Trinidad, te confesamos con el corazón y con la boca, te alabamos y te bendecimos; a ti la gloria por los siglos.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A ti, Dios Padre no engendrado, a ti, Hijo único, a ti, Espíritu santo Defensor, santa e indivisible Trinidad, te confesamos con el corazón y con la boca, te alabamos y te bendecimos; a ti la gloria por los siglos.

PRECES

El Padre, al dar vida por el Espíritu Santo a la carne de Cristo, su Hijo, la hizo fuente de vida para nosotros. elevemos, pues, al Dios uno y trino nuestro canto de alabanza:

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre, Dios todopoderoso y eterno, envía en nombre de tu Hijo el Espíritu Santo Defensor sobre la Iglesia,

—para que la mantenga en la unidad de la caridad y de la verdad plena.

<

p style=»text-align:justify;»>Manda, Señor, trabajadores a tu mies, para que hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo,

—y les den firmeza en la fe.

<

p style=»text-align:justify;»>Ayuda, Señor, a todos los perseguidos por causa de tu Hijo,

—ya que él prometió que tú les darías el Espíritu de la verdad para que hablara por ellos.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre todopoderoso, que todos los hombres reconozcan que tú, con el Verbo y el Espíritu Santo, eres uno,

—para que crean, esperen y amen al Dios único.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

<

p style=»text-align:justify;»>Padre de todos los que viven, haz que los difuntos tengan parte en tu gloria,

—en la que tu Hijo y el Espíritu Santo reinan contigo en íntima y eterna unión.

Terminemos nuestras preces con la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación para revelar a los hombres tu admirable misterio, concédenos profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Para nosotros Trinidad es una unidad

De Dios no sabemos ni podemos saber nada, ni falta que nos hace. Tampoco necesitamos saber lo que es la vida fisiológica, para poder tener una salud de hierro. La necesidad de explicar a Dios es fruto del yo individual que se fortalece cuando se contrapone a todo bicho viviente, incluido Dios. Cuando el primer cristianismo se encontró de bruces con la filosofía griega, aquellos pensadores hicieron un esfuerzo para “explicar” el evangelio desde su filosofía. Ellos se quedaron tan anchos, pero el evangelio quedó hecho polvo.

El lenguaje teológico de los primeros concilios, hoy, no lo entiende nadie. Los conceptos metafísicos de “sustancia”, “naturaleza” “persona” etc. no dicen absolutamente nada al hombre de hoy. Es inútil seguir empleándolos para explicar lo que es Dios o cómo debemos entender el mensaje de Jesús. Tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo sencillo, como hacía Jesús. Todos esos apuntes tienen que ir encaminados a la vivencia no a la razón.

Pero además, lo que la teología nos ha dicho de Dios Trino, se ha dejado entender por la gente sencilla de manera descabellada. Incluso en la teología más tradicional y escolástica, la distinción de las tres “personas”, se refiere a su relación interna (ab intra). Quiere decir que hay distinción entre ellas, solo cuando se relacionan entre sí. Cuando la relación es con la creación (ad extra), no hay distinción ninguna; actúan siempre como UNO. A nosotros solo llega la Trinidad, no cada una de las “personas” por separado. No estamos hablando de tres en uno sino de una única realidadque es relación.

Cuando se habla de la importancia que tiene la Trinidad en la vida cristiana, se está dando una idea falsa de Dios. Lo único que nos proporciona la explicación trinitaria de Dios es una serie de imágenes útiles para nuestra imaginación, pero nunca debemos olvidar que son imágenes. Mi relación personal con Dios siempre será como UNO. Debemos superar la idea de que crea el Padre, salva el Hijo y santifica el Espíritu. Esta manera de hablar es metafórica. Todo en nosotros es obra del único Dios.

Lo que experimentaron los primeros cristianos es que Dios podía ser a la vez: Dios que es origen, principio, (Padre); Dios que se hace uno de nosotros (Hijo); Dios que se identifica con cada uno de nosotros (Espíritu). Nos están hablando de Dios que no está encerrado en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo Él mismo. Un Dios que está por encima de lo uno y de lo múltiple. El pueblo judío no era un pueblo filósofo, sino vitalista. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el hombre tiene que mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar a los demás (Hijo) y mirar a lo trascendente (Padre).

Lo importante en esta fiesta sería purificar nuestra idea de Dios y ajustarla a la idea que de Él nos transmitió Jesús. Aquí sí que tenemos tarea por hacer. Como cartesianos, intentamos una y otra vez acercarnos a Dios por vía intelectual. Creer que podemos encerrar a Dios en conceptos, es ridículo. A Dios no podemos comprenderle, no porque sea complicado, sino porque es absolutamente simple y nuestra manera de conocer es analizando y dividiendo la realidad. Toda la teología que se elaboró para explicar a Dios es absurda, porque Dios ni se puede ex-plicar, ni com-plicar o im-plicar. Dios no tiene partes que podemos analizar.    

Entender a Dios como Padre Todopoderoso nos conduce al poder de la omnipotencia y la capacidad de hacer lo que se le antoje. Los “poderosos” han tenido mucho interés en desplegar esa idea de Dios. Según esa idea, lo mejor que puede hacer un ser humano es parecerse a Él, es decir, intentar ser más, ser grande, tener poder. Pero ¿de qué sirve ese Dios a la inmensa mayoría de los mortales que se sienten insignificantes? ¿Cómo podemos proponerles que su objetivo es identificarse con Dios? Por fortuna Jesús nos dice todo lo contrario, y el AT también, pues Dios, empieza por estar al lado, no del faraón, sino del pueblo esclavo.

Un Dios que premia y castiga, es verdaderamente útil para mantener a raya a todos los que no se quieren doblegar a las normas establecidas. Machacando a los que no se amoldan, estoy imitando a Dios que hace lo mismo. Cuando en nombre de Dios prometo el cielo (toda clase de bienes) estoy pensando en un dios que es amigo de los que le obedecen. Cuando amenazo con el infierno (toda clase de males) estoy pensando en un dios que, como haría cualquier mortal, se venga de los que no se someten. 

Pensar que Dios utiliza con el ser humano el palo o la zanahoria como hacemos nosotros con los animales que queremos domesticar, es hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza y ponernos a nosotros mismos al nivel de los animales. Pero resulta que el evangelio dice todo lo contrario. Dios es amor incondicional y para todos. No nos ama porque somos buenos sino porque Él es bueno. No nos ama cuando hacemos lo que Él quiere, sino siempre. Tampoco nos rechaza por muy malos que lleguemos a ser.

Un dios en el cielo puede hacer por nosotros algo de vez en cuando, si se lo pedimos con insistencia. Pero el resto del tiempo nos deja abandonados a nuestra suerte. El Dios de Jesús está identificado con nosotros. Siendo ágape no puede admitir intermediarios. Esto no es útil para ningún poder o institución. Pero ese es el Dios de Jesús. Ese es el Dios que, siendo Espíritu, tiene como único objetivo llevarnos a la plenitud de la verdad. Y aquí “Verdad” no es conocimiento sino Vida. El Espíritu nos empuja a ser auténticos.

Un Dios condicionado a lo que hagamos o dejemos de hacer, no es el Dios de Jesús. Esta idea, radicalmente contraria al evangelio ha provocado más sufrimiento y miedo que todas las guerras juntas. Sigue siendo la causa de las mayores ansiedades que no dejan a las personas ser ellas mismas. Cada vez que predico que Dios es amor incondicional, viene alguien a recordarme: pero es también justicia. ¿Cómo puede querer Dios a ese desgraciado pecador igual que a mí, que cumplo todo lo que Él mandó?

Lo que acabamos de leer del evangelio de Jn, no hay que entenderlo como una profecía de Jesús antes de morir. Se trata de la experiencia de los cristianos que llevaban setenta años viviendo esa realidad del Espíritu dentro de cada uno de ellos. Ellos saben que gracias al Espíritu tienen la misma Vida de Jesús. Es el Espíritu el que haciéndoles vivir, les enseña lo que es la Vida. Esa Vida es la que desenmascara toda clase de muerte (injusticia, odio, opresión). La experiencia pascual consistió en llegar a la misma vivencia interna de Dios que tuvo Jesús. Jesús intentó hacer partícipes, a sus seguidores, de esa vivencia.

S. Juan de la Cruz

Entreme donde no supe, / y quedeme no sabiendo.
Yo no supe donde entraba, / pero cuando allí me vi, /sin saber donde me estaba, /
grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo.
Estaba tan embebido, /tan absorto y agenado, / que se quedó mi sentido /
de todo sentir privado, /y mi espíritu dotado / de un entender no entendiendo.
El que allí llega de vero / de sí mismo desfallece; / cuanto sabía primero /
Mucho bajo le parece, / y su sciencia tanto crece, / que se queda no sabiendo.
Este saber no sabiendo / es de tan alto poder, / que los sabios arguyendo /
jamás lo podrán vencer, / que no llega su saber / ano entender entendiendo.
Y si lo queréis oír, / consiste esta suma sciencia / en un subido sentir /
De la divinal esencia; / es obra de su clemencia / hacer quedar no entendiendo, /
Toda sciencia trascendiendo.

Fray Marcos

Fiesta de la Santísima Trinidad

El ciclo litúrgico se abre con la venida de Jesús y culmina con la venida del Espíritu; el Padre está presente en todo momento. Es lógico que se dedique una fiesta en honor de la Trinidad. Para ella había que elegir textos que hablaran de las tres personas, al menos de dos de ellas. Pero no pretenden darnos una lección de teología sino ayudarnos a descubrir a Dios en las circunstancias más diversas. La primera, llena de belleza y optimismo, en los momentos felices de la vida. La segunda, incluso en medio de las tribulaciones, dándonos fuerza y esperanza. La tercera, en medio de las dudas, sabiendo que nos iluminará.

Dios presente en la alegría (1ª lectura)

Del Antiguo Testamento se ha elegido un fragmento del libro de los Proverbios que polemiza con la cultura de la época helenística: ¿cuál es el origen de la sabiduría? Para muchos, es fruto del pensamiento humano, tal como lo han practicado, sobre todo, los filósofos griegos. Frente a esta mentalidad, el autor del texto de los Proverbios afirma que la verdadera sabiduría es anterior a nuestras reflexiones y estudios; y lo expresa presentándola junto a Dios muchos antes de la creación del mundo, acompañándolo en el momento de crear todo.

¿Por qué se eligió esta lectura? San Pablo, en la primera carta a los Corintios, dice que Cristo es “sabiduría de Dios” (1,24). Y la carta a los Colosenses afirma que en Cristo “se encierran todos los tesoros del saber y del conocimiento” (Col 2,3). Este fragmento del libro de los Proverbios, que presenta a la Sabiduría de forma personal, estrechamente unida a Dios desde antes de la creación y también estrechamente unida a la humanidad (“gozaba con los hijos de los hombres”) parecía muy adecuado para recordar al Padre y al Hijo en esta fiesta.

Dios presente en los sufrimientos (2ª lectura)

Curiosamente, en este texto, que menciona claramente a las tres personas, los grandes beneficiarios somos nosotros, como lo dejan claro las expresiones que usa Pablo: “hemos recibido”, “hemos obtenido”, “nos gloriamos”, “nuestros corazones”, “se nos ha dado”. Él no pretende dar una clase sobre la Trinidad, adentrándose en el misterio de las tres divinas personas, sino que habla de lo que han hecho por nosotros: salvarnos, ponernos en paz con Dios, darnos la esperanza de alcanzar su gloria, derramar su amor en nuestros corazones. Para Pablo, estas ideas no son especulaciones abstractas, repercuten en su vida diaria, plagada de tribulaciones y sufrimientos. También en ellos sabe ver lo positivo.

Dios presente en las dudas (evangelio)

El evangelio, tomado de Juan, también menciona a Jesús, al Espíritu y al Padre, aunque la parte del león se la lleva el Espíritu, acentuando lo que hará por nosotros: “os guiará hasta la verdad plena”, “os comunicará lo que está por venir”, “os lo anunciará”.

Pienso que el texto se ha elegido porque habla de las relaciones entre las tres personas. El Espíritu glorifica a Jesús, y todo lo recibe de él. Por otra parte, todo lo que tiene el Padre es de Jesús. Tampoco Juan pretende dar una clase sobre la Trinidad, aunque empieza a tratar unos temas que ocuparán a los teólogos durante siglos.

Para entender el texto conviene recordar el momento en el que pronuncia Jesús estas palabras. Estamos en la cena de despedida, poco antes de la pasión. Sabe que a los discípulos les quedan muchas cosas que aprender, que él no ha podido enseñarles todo. Surgirán dudas, discusiones. Pero la solución no la encontrarán en el puro debate intelectual y humano, será fruto del Espíritu, que irá guiando hasta la verdad plena.

En la situación actual de la Iglesia, con problemas nuevos y de difícil solución, debemos pedir al Espíritu Santo que nos guíe “hasta la verdad plena”.

José Luis Sicre

Comentario del 16 de junio

Cuando venga él –les decía Jesús a sus discípulos-, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. A esta verdad pertenece la confesión de Dios, el Dios único de los profetas, el Dios creador del Génesis, el Dios uno y absoluto de los filósofos griegos, la realidad última y fundante de toda otra realidad, como Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas (hypóstasis) y un solo Dios. En esta formulación conceptual nos encontramos con una «pluralidad» de personas (tres) y con una «unidad» esencial o de naturaleza (uno). Es lo que la tradición ha llamado Trinidad: una unidad (mónada) de tres.

Se trata del misterio de nuestro Dios: misterio de comunión en el amor. Y para que haya comunión tiene que haber unión; pero también quienes están unidos o en comunión: esos «entes» (seres-con) que conforman la unión y que la revelación llama Padre, Hijo y Espíritu Santo: nombres que nos resultan muy familiares y muy identificables. Porque el Hijo, segunda hipóstasis de esta terna, no es otro que Jesucristo: Jesús, el Hijo en su condición de encarnado (hombre) y de ungido por el Espíritu. Él es el que nos ha dado a conocer a Dios como Padre, su Padre. Él es el que nos ha hablado de su Espíritu como aquel que nos conducirá hasta la verdad plena. Nuestra fe depende de la revelación de Jesucristo; por tanto, de lo que él nos ha dado a conocer de Dios. Si no dependiera de esta revelación no sería cristiana.

Nuestra fe no deja de ser monoteísta –fe en un solo Dios-; pero ya no es el monoteísmo judío, ni el musulmán, ni siquiera el monoteísmo griego de un Platón o un Aristóteles. Es el monoteísmo trinitario que confiesa a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque reconoce en Jesús al Hijo único de Dios (Unigénito) y al Ungido del Espíritu. Por eso, todo en nuestro culto (liturgia) está marcado por el sello trinitario, dado que es expresión de una fe trinitaria: Hacemos la señal de la cruz, nos bautizamos, celebramos la eucaristía en el nombre no únicamente de Dios o de Jesucristo, sino en el nombre de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No podemos entrar en relación con otro Dios que con éste: no el Dios conquistado con nuestra razón –que será siempre un Dios expuesto al riesgo de una posible idolatrización-, sino el Dios revelado, el Dios auto-comunicado en Jesús y en el Espíritu. A este Dios, o se le acepta o se le rechaza, pero no se le discute. Dios es así, como se ha revelado, y así tiene que ser acogido.

Con todo, siempre podemos encontrar la racionalidad que se esconde tras la confesión de fe. Si a Dios le confesamos Padre, Hijo y Espíritu Santo y estos nombres aluden a una realidad, es que en Dios hay distinciones: lo que distingue al Padre del Hijo es que uno es el que engendra y el otro el engendrado; por tanto, que uno tiene como propiedad distinta (personal) la paternidad y otro la filiación. Pero esta distinción, llamada de origen, porque pone de manifiesto que uno, el Padre, careciendo de origen, esto es, siendo ingénito, es el origen del otro, el Hijo unigénito, no introduce diferencias esenciales: Padre, Hijo y Espíritu Santo son lo mismo, aunque no sean el mismo: poseen la misma infinitud, el mismo poder, la misma bondad, la misma voluntad, la misma eternidad.

Procediendo el Hijo del Padre no es, sin embargo, posterior ni inferior a él; procediendo el Espíritu Santo del Padre y del Hijo, no es, sin embargo, posterior ni inferior a ellos. No son el mismo, pero sí son lo mismo, decía Hilario de Poitiers. Por eso, puede decir Jesús: Todo lo que tiene el Padre es mío; tan suyo como del Padre, pues son lo mismo; o también: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Es la unidad esencial de las personas divinas la que hace posible este estar-en, esta perijóresis o compenetración.

Pero semejante unidad no elimina la reciprocidad intersubjetiva. La revelación nos dice que Padre, Hijo y Espíritu Santo se relacionan entre sí como personas distintas (con su rasgo diferencial: la paternidad, la filiación y la espiración). Un teólogo como Santo Tomás hablaba de ellas como «relaciones subsistentes». El Padre no sería otra cosa que la paternidad (relación) subsistente de Dios, esto es, la paternidad (relación) vista como substancia: lo relativamente distinto del Hijo, que es la filiación subsistente.

Esta explicación teológica pone de manifiesto sobre todo que Dios es «relaciones» paterno-filiales-espirativas, y lo es simultáneamente. Si esto es así, en Dios tiene que haber reciprocidad interrelacional. Dios no es, por tanto, un ser solitario, un puro individuo en la más extrema soledad. Dios es comunión interpersonal(=comunidad), o con palabras de san Juan: Dios es amor, no sólo porque nos ama, sino porque es esencialmente comunidad de amor. Precisamente por ser esto, comunidad interpersonal, puede entablar con nosotros –también personas- relaciones de amor, sin dejar de ser lo que es. Éste será también un rasgo de nuestro crecimiento personal o plenificación como personas. No seremos más personas cuanto más nos aislemos de los demás o cuanto más nos singularicemos, sino cuanto más nos abramos a los demás, si por abrirnos entendemos hacer partícipes a los demás de nuestras riquezas personales enriqueciéndonos al mismo tiempo con las riquezas de los otros, empezando por las personas divinas.

La comunión trinitaria no pretende otra cosa que hacernos partícipes de su propia vida comunional. Por eso nos atrae a la oración (relación interpersonal) y a esos momentos sacramentales en que quiere hacernos sentir con mayor intensidad su presencia viva, su amor de Padre, de Hermano, de Íntimo, su perdón restaurador, su alimento fortalecedor del Espíritu, en suma, su vida. Los consagrados a la vida contemplativa saben de la importancia de este contacto con la fuente de amor incontaminado. Por eso se consagran a su búsqueda. Por eso dedican tanto tiempo de su vida a la oración.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

31. Jesús no los ilumina a ustedes, jóvenes, desde lejos o desde afuera, sino desde su propia juventud, que comparte con ustedes. Es muy importante contemplar al Jesús joven que nos muestran los evangelios, porque Él fue verdaderamente uno de ustedes, y en Él se pueden reconocer muchas notas de los corazones jóvenes. Lo vemos, por ejemplo, en las siguientes características: «Jesús tenía una confianza incondicional en el Padre, cuidó la amistad con sus discípulos, e incluso en los momentos críticos permaneció fiel a ellos. Manifestó una profunda compasión por los más débiles, especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos. Tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo; vivió la experiencia de sentirse incomprendido y descartado; sintió miedo del sufrimiento y conoció la fragilidad de la pasión; dirigió su mirada al futuro abandonándose en las manos seguras del Padre y a la fuerza del Espíritu. En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse»[9].


[9] DF 63.

Lectio Divina – 16 de junio

La promesa del Espíritu:
Jesús lo enviará en el nombre del Padre
Juan 16,12-15

1. LECTIO

a) Oración inicial:

Oh Dios, que al enviar a tu hijo Jesús, nos has revelado la intención más clara de tu amor en el querer salvar al hombre. Pasa siempre junto a nosotros revelándonos tus atributos de compasión, misericordia, clemencia y lealtad. Espíritu de amor ayúdanos a progresar en el conocimiento del Hijo para llegar a la posesión de la vida.

Haz que meditando tu Palabra en esta fiesta podamos descubrir con más conocimiento, que tu misterio, oh Dios, es un canto de amor compartido. Tú eres nuestro Dios y no un Dios solitario. Eres Padre fuente fecunda. Eres Hijo, Palabra hecha carne, amor vecino y fraterno. Eres Espíritu Santo, amor hecho abrazo.

Juan 16,12-15b) Lectura del Evangelio:

12 Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. 13 Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. 14 Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros.

c) Momentos de silencio orante:

Digamos con San Agustín: “ Concédeme tiempo para meditar sobre los secretos de tu ley, no cierres la puerta a quien llama. Oh Señor, realiza tu obra en mí y revélame estas páginas. Haz que yo encuentre gracia delante de ti y se me abran, cuando llamo, los íntimos secretos de tu Palabra”

2. MEDITATIO

a) Preámbulo:

Antes de entrar en el camino de la lectio, es importante pararse brevemente sobre el contexto en el cual se ha inserto nuestro pasaje litúrgico. Las palabras de Jesús en Juan 16,12-15 forman parte de aquella sección del evangelio de Juan que los exegetas llaman el libro de la revelación (13,1-17,26). Jesús en el discurso de despedida, se revela en profunda intimidad, los llama amigos, les promete su Espíritu Santo que los acompañará en el acoger el misterio de su Persona. Los discípulos, luego, son invitados a crecer en el amor hacia el Maestro, que se ofrece totalmente a ellos.

Siempre, en esta sección, se pueden separar tres secuencias o partes bien delimitadas. La primera comprende los capítulos 13-14 y tiene como hilo conductor el siguiente tema: la nueva comunidad está fundada sobre el mandamiento nuevo del amor. Con sus instrucciones Jesús explica que la práctica del amor es el itinerario que la comunidad debe recorrer en su camino hacia el Padre. En la segunda Jesús describe el rostro de la comunidad en medio del mundo. Les recuerda que la comunidad por Él fundada desarrolla su misión en un mundo hostil y sólo a través de la práctica del amor es posible su crecimiento agregando nuevos miembros. En esto consiste el “llevar frutos” por parte de la comunidad. Las condiciones pedidas para un amor fecundo en el mudo: estar unidos a Jesús. De Él promana la vida – el Espíritu (Jn 15,1-6); la unión a Jesús con un amor que responde al suyo de modo que se establezca una relación de amistad entre Jesús y sus discípulos (Jn 15,7-17).

Aunque la misión de la comunidad, semejante a la de Jesús, tendrá lugar en medio del odio del mundo (Jn 15,18-25), sin embargo, los discípulos estarán sostenido por el Espíritu (Jn 15,26-16.15). Jesús les revela que la misión en el mundo comporta dolor y gozo y que Él estará ausente-presente (Jn 16,16-23a), pero les asegura la ayuda del amor del Padre y su victoria sobre el mundo (Jn 16,23b-33). La tercera parte de la sección contiene la plegaria de Jesús: Él ruega por la comunidad presente (Jn 17,6-19); por la comunidad del futuro (Jn 17,20-23) y expresa el deseo de que el Padre honre a todos los que lo han reconocido y, finalmente, que se cumpla su obra en el mundo (Jn 17,24-26).

b) Para meditar:

– La voz del Espíritu es la voz de Jesús mismo.

Precedentemente en Jn 15,15, Jesús había comunicado a sus discípulos lo que había oído del Padre. Este mensaje no sería y no podía ser comprendido por sus discípulos en toda su fuerza. El motivo es, que los discípulos ignoran por el momento el significado de la muerte en cruz de Jesús y la substitución del viejo modo de ser salvado. Con su muerte se abre una nueva y definitiva intervención salvífica en la vida de la humanidad. Los discípulos comprenderán las palabras y los gestos de Jesús después de su resurrección (Jn 2,22) o después de su muerte (Jn 12,16). En la enseñanza de Jesús hay tantas realidades y tantos mensajes que podrán ser comprendidos a poco que la experiencia ponga a la comunidad delante de nuevos acontecimientos o circunstancias; es en la vida diaria, comprendida a la luz de la resurrección, cuando se podrá comprender el significado de su muerte –exaltación.

Será el Espíritu Santo, el profeta de Jesús. El que comunicará a los discípulos lo que haya oído de Él. En la misión que la comunidad de Jesús realizará, el Espíritu Santo le comunica la verdad, en el sentido de explicar y ayudar a aplicar lo que Jesús es y lo que significa como manifestación del amor del Padre. Con sus mensajes proféticos la comunidad de los discípulos no transmite una nueva doctrina, sino propone con continuidad la realidad de la persona de Jesús, contenido de su testimonio y orientación de su misión en el mundo. La voz del Espíritu Santo, que la comunidad percibirá, es la voz del mismo Jesús. Tras las huellas de los profetas veterotestamentarios, que interpretaban la historia a la luz de la alianza, el Espíritu Santo se muestra determinante para hacer conocer a Jesús ofreciendo a la comunidad de los creyentes la clave para comprender la historia como una confrontación continua entre lo que el “mundo” representa y el proyecto de Dios. El punto de partida para leer la propia presencia en el mundo es la muerte–exaltación de Jesús y creciendo siempre más en su comprensión, los cristianos podrán descubrir en los acontecimientos diarios “el pecado del mundo” y sus deletéreos efectos.

Es determinante el papel del Espíritu Santo como intérprete del misterio de la vida de Jesús en la vida de los discípulos: es su guía en el emprender el justo cometido a favor del hombre. Para obtener éxito en su actividad a favor del hombre deben por un lado escuchar las problemáticas de la vida y de la historia y por otra parte estar atentos a la voz del Espíritu Santo, única fuente atendible para dar con el verdadero sentido de los sucesos históricos en el mundo.

– La voz del Espíritu Santo: el verdadero intérprete de la historia

Después Jesús explica las modalidades con las que el Espíritu Santo interpreta la vida y la historia humana. Ante todo manifestando su “gloria”, lo que quiere decir que “tomará de lo suyo”. Más específicamente “de lo mío” quiere decir que el Espíritu Santo toma de Jesús el mensaje, toda cosa pronunciada por Él. Manifestar la gloria quiere decir manifestar el amor que Él ha demostrado en su muerte. Estas palabras de Jesús son muy importantes porque evitan el reducir el papel del Espíritu Santo a una iluminación. Lo suyo es una comunicación del amor de Jesús que los pone en sintonía con su mensaje, pero también con el sentido profundo de su vida: el amor demostrado donando la propia vida sobre la cruz. En esto consiste el papel del Espíritu Santo, Espíritu de verdad. El escuchar el mensaje y su penetración, el estar en sintonía con el amor, son dos aspectos del papel del Espíritu Santo que permiten a la comunidad de los creyentes interpretar la historia. Todavía mejor, las palabras de Jesús intentan comunicar que sólo a través de la comunicación del amor por parte del Espíritu Santo es posible conocer qué es el hombre, entender la meta de su vida, y realizar un mundo nuevo. El modelo es siempre el amor de Jesús.

– Jesús, el Padre, el Espíritu Santo y la comunidad de creyentes (v.15)

Cuando Jesús dice que “todo lo que posee el Padre es mío” ¿ qué cosa quiere decir? Ante todo que esto que Jesús posee es en común con el Padre. El primer don del Padre a Jesús ha sido su gloria (v.1.14), más específicamente, el amor leal, el Espíritu (Jn 1,3; 17,10). Esta comunicación, no ha de entenderse como estática, sino dinámica, quiere decir continua y recíproca. En este sentido el Padre y Jesús son uno. Tal comunicación recíproca y constante compenetra la actividad de Jesús, el cual puede realizar las obras del Padre, su diseño sobre la creación. Para ser capaces de entender, de interpretar la historia, los creyentes son llamados a estar en sintonía con Jesús, aceptando en su existencia la realidad de su amor y concretizándolo a favor del hombre. Tal es el diseño del Padre: el amor de Jesús por sus discípulos va investido de la realización del hombre. El diseño del Padre que se ha realizado en la vida de Jesús, debe realizarse en la comunidad de los creyentes y guiar el empeño de los creyentes por promover la vida de los hombres. ¿Quién es el ejecutor del diseño del Padre en la vida de Jesús? Es el Espíritu Santo, que uniendo Jesús al Padre, realiza y lleva a cumplimiento el proyecto del Padre y hace a la comunidad de los creyentes partícipes de esta actividad dinámica de Jesús: “ tomará de lo mío”, la comunidad, gracias a la acción del Espíritu de la verdad, lo oye en su mensaje, lo concretiza como amor para comunicarlo.

El Espíritu Santo comunica a los discípulos de Jesús toda la verdad y riqueza de Jesús; el lugar en el que habita es Jesús; “viene” a la comunidad; acogido, hace a la comunidad partícipe del amor de Jesús.

b) algunas preguntas:

– Un gran peligro amenaza, hoy, a las comunidades cristianas. ¿Estamos cayendo en la tentación de dividir a Jesús, siguiendo o a un Jesús hombre que con su obrar ha cambiado la historia, o un Jesús glorioso separado de su existencia terrena y por tanto de la nuestra?
– ¿Somos conscientes de que Jesús no es sólo un ejemplo del pasado, sino que es sobre todo el salvador presente? ¿Qué Jesús no es sólo objeto de contemplación y gozo, sino el Mesías a quien seguir y con cuya obra es necesario colaborar?
– Dios no es una abstracción, sino el Padre que se hace visible en Jesús. ¿Te empeñas en “verlo” y reconocerlo en la humanidad de Jesús?
– ¿Estás atento al Espíritu de la Verdad que te comunica toda la verdad total de Jesús?

3. ORATIO

a) Salmo 103: Manda tu Espíritu Señor a renovar la tierra

Es un canto glorioso de acción de gracias que invita a meditar sobre la caducidad humana en comparación con la misericordia eterna de Dios. A la liberación del pecado, de la enfermedad y de la muerte, sigue la acción benévola y afectuosa de Dios: nos sacia de bienes para toda la vida.

Bendice, alma mía, a Yahvé,
el fondo de mi ser, a su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Yahvé,
nunca olvides sus beneficios.

Él, que tus culpas perdona,
que cura todas tus dolencias,
rescata tu vida de la fosa,
te corona de amor y ternura,
satura de bienes tu existencia,
y tu juventud se renueva como la del águila.

Yahvé realiza obras de justicia
y otorga el derecho al oprimido,
manifestó a Moisés sus caminos,
a los hijos de Israel sus hazañas.

Yahvé es clemente y compasivo,
lento a la cólera y lleno de amor;
no se querella eternamente,
ni para siempre guarda rencor;

no nos trata según nuestros yerros,
ni nos paga según nuestras culpas.
Como un padre se encariña con sus hijos,
así de tierno es Yahvé con sus adeptos;

Pero el amor de Yahvé es eterno
con todos que le son adeptos;

Bendecid a Yahvé, ángeles suyos,
héroes potentes que cumplís sus órdenes
en cuanto oís la voz de su palabra.
Bendecid a Yahvé, todas sus huestes,
servidores suyos que hacéis su voluntad.
Bendecid a Yahvé, todas sus obras,
en todos los lugares de su imperio.
¡Bendice, alma mía, a Yahvé!

b) Oración final

¡Espíritu de la verdad!
Tú nos haces hijos e hijas de Dios,
de modo que podamos acercarnos al Padre.
¡Oh Padre! nos dirigimos a ti
con un corazón sólo y una sóla alma
y te pedimos:
¡Oh Padre, envía tu Santo Espíritu !
¡Envía tu Espíritu sobre la Iglesia!
Que cada cristiano crezca, en sintonía con el amor de Cristo,
en el amor por Dios y por sus hermanos.
¡Oh Padre! renueva nuestra fe
en el Reino que Jesús ha venido a proclamar
y a encarnar sobre la tierra.
No permitas que nos dejemos dominar por la desilusión
y vencer por el cansancio.
Que nuestras comunidades sean la levadura
que haga crecer en la sociedad
la justicia y la paz.

Misterios y dogmas

1.- Fui, como la mayoría de mis contemporáneos, víctima de una iniciación cristiana equivocada. Un catecismo de preguntas y respuestas, que para empezar estaba redactado según un lenguaje anticuado y empeñado en enseñarnos y exigirnos unos conocimientos que no nos interesaban, ni servían para nada. Recuerdo textualmente la respuesta más larga del manual que uno debía saber de memoria y de cuyo contenido no entendía ni pio. No es hora de que os la repita a vosotros, mis queridos jóvenes lectores.

2.- Creo que no es correcto ofrecer datos que para empezar no interesan. Es algo así como enviar las medidas corporales de una persona, pensando que por muy exactas que sean y se refieran a partes de su cuerpo atractivas, se va a conseguir su enamoramiento. Tampoco interesaría para iniciar una relación personal conocer un informe sicológico, siquiátrico y forense. El amor, que es lo que más importa, es otra cosa.

3.- Lo más interesante de un enamoramiento es la sorpresa, su atractivo posterior será el misterio, mantendrá el interés sus personales gestos, sus improvisadas ocurrencias. De ciertas personas uno puede describir su persona con facilidad. Carecen de vitalidad, son semejantes a una figura de cera, que lo oye todo, con total indiferencia y carente de respuesta. Un nuevo descubrimiento personal, resulta atrayente por su vitalidad, sus respuestas inesperadas, sus preguntas insospechadas. De nada servirá si uno quiere conquistarla, que se le diga los carnés, tarjetas bancarias o títulos de socio de entidad que posee.

4.- El pasado domingo llevé a misa un artilugio de entretenimiento. Se trata de una esfera de no más de 12cm, que colocada entre los extremos de una armadura horizontal tiene forma de herradura, se mantiene en el aire flotando. La gracia para menores y mayores, estaba en que no se mantenía quieta, pero que no tocaba ninguno de los extremos, sostenida en la mano se notaba cierto peso, pero puesta allí fluctuaba en el aire, sin caerse. Antes de ponerla en una mesa no se me ocurrió dar explicaciones de magnetismo, de atractivo o repulsión entre los polos, se hubieran aburrido los asistentes. Bien iluminada como estaba resultaba atractiva y fascinante, sin interesar de momento, teorías físicas que dieran razón de que le fuera posible permanecer flotando sin tocar en ningún sitio la esfera que carecía también de mecanismo.

5.- Quien se interesa por Jesús, fundamento de nuestra Fe, y se le explica su vida, su doctrina, su manera de comportarse con las personas necesitadas o ansiosas, su capacidad de sacrificio, la intensidad de su Amor, su muerte y resurrección y la posibilidad que tenemos de relacionarnos con Él, a partir de entonces, siendo conscientes, experimentando cada uno la delicadez de su cariño, se interesará por saber quién era, aceptará que es Hijo de Dios, porque de otra suerte no podría ser y aceptarnos como acogedoramente nos trata, sin preocuparnos, pero sí interesarnos de Él. En tal situación personal debemos estar para interesarnos por el misterio de la Santísima Trinidad. Daos cuenta que una persona hermética no interesa. Que ni como compañero de viaje gusta. Que aburra siempre. Quien nos cuenta algo de sí mismo, aunque no le entendamos, nos es simpática. Demuestra que nos tiene confianza. Así es Dios.

6.- Ha querido Jesús, nuestro interlocutor histórico, contarnos algo de su Padre, de su Espíritu, de la unidad que entre ellos hay. Pese a no entenderlo, debemos estarle agradecidos y amarle más. Nos tiene confianza, no debemos defraudarlo, ni pretender analizar su Ser.

7.- Vuelvo al cacharrito del que os he hablado antes. Si pretendiera desmontarlo para descubrir su interior, sé que lo estropearía. Las cosas de hoy en día hechas de plástico no tienen tornillos que permitan desarmarlo, todo está soldado. Me tengo que contentar con saber que se mantiene gracias a campos magnéticos.

8.- Quien quiere entender a Dios, estropea su juicio. Que se nos haya hablado del misterio de la Santísima Trinidad, es muestra del Amor que Dios nos tiene. El Amor nunca es una carga. Pobre de aquel a quien nadie ama. Pobre de mí, si de mi Dios tuviera el mismo conocimiento que tengo de un fetiche auténtico africano que me regalaron. Podría describiros sus formas, la madera con que está hecho, lo que pesa etc. Pero no está vivo, no me ama, no me interesa. Dios sí, su misterio me fascina y nunca me aburre. Aunque no entienda que es trino y uno a la vez. O tal vez más por ello.

Pedrojosé Ynaraja

No nos fijemos en los números

Uno de los defectos que tenemos como Iglesia es la excesiva importancia que damos a los números. Es muy común que los titulares de noticias referentes a encuentros, fiestas, procesiones… comiencen con la frase: “Cientos (o miles) de fieles se congregaron para…” Y creemos que cuanto mayor es el número mayor es el “éxito” de la convocatoria. Y también a nivel parroquial nos fijamos mucho en los números: cuánta gente participa en la Eucaristía, cuántos han venido a tal oración o retiro, cuántos reciben la Primera Eucaristía, o la Confirmación, o se han casado “por la Iglesia”… Incluso en las grandes campañas como Cáritas o Manos Unidas, la atención la ponemos en “cuánto” se ha recaudado. Así, acabamos valorando el “éxito” o “fracaso” pastoral en función del mayor o menor número de personas o cantidades recaudadas.

Hoy estamos celebrando la solemnidad de la Santísima Trinidad. Y con esta fiesta nos ocurre lo mismo: en lo primero y en lo único que nos centramos es en los números. Si es Uno pero son Tres, si son Tres en Uno, si entre los Tres hacen Uno… y nos sentimos como frente a una ecuación matemática complicadísima para la que no encontramos solución, y lo apartamos como imposible. Pero ni en la pastoral parroquial, ni mucho menos con Dios, debemos centrarnos en los números, porque aunque sean lo que resulta más llamativo, no son lo más importante. El Prefacio de hoy nos lo indica; al principio parece que insiste en los números: “Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza”. Pero lo importante es lo que sigue: “lo que creemos de tu gloria porque Tú lo revelaste”.

Lo más importante de la Solemnidad de la Santísima Trinidad no es cómo conjuntar el “Uno y Tres”; lo más importante es el Misterio que se abre ante nosotros. Hoy es la fiesta de Dios, un Dios que no es el resultado de nuestras deducciones intelectuales, sino un Dios que se nos ha revelado: “Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas. Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio… enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo” (CCE, 50). Como indica el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos “Ser cristianos en el corazón del mundo”, “el hecho que está en la base del cristianismo es que, por una decisión totalmente libre, Dios se da al hombre ofreciéndole la salvación y la felicidad plenas. Lo hace revelando el Misterio de su ser: Dios nos muestra quién es. El cristianismo, más que una búsqueda de Dios por parte del hombre, consiste en que Dios invisible es quien nos busca amorosamente para comunicarse con nosotros e invitarnos a entrar en su compañía. Un Dios manifestado como Amor, como familia, puede incorporarnos a su amor, a su familia”

La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos recuerda que el cristianismo no es una filosofía ni una ideología, sino que todo él arranca de un acontecimiento: Dios ha revelado, primero progresivamente y en Jesucristo definitivamente, el Misterio de su ser. En Jesucristo Dios nos sale al encuentro en nuestro caminar, revelándonos definitivamente su Misterio: Jesucristo nos revela el ser de Dios como Amor y que el ser humano está llamado al encuentro y a la amistad con Dios. Y con el don del Espíritu Santo, que Jesucristo Resucitado nos envía desde el Padre, podemos llegar hasta el Padre y participar de su naturaleza divina.

¿Qué significa para mí la Solemnidad de la Santísima Trinidad? ¿Me quedo “atascado” en los números, o me abro al Misterio de Dios? ¿Entiendo que la fe cristiana no es el resultado de nuestras deducciones intelectuales, sino que parte de la revelación que Dios hace de sí mismo?

Ante el Misterio de la Santísima Trinidad, no nos fijemos en los números, porque es un Misterio de Amor: “el fin de la revelación es la unión con Dios, la participación en su naturaleza. Dios no se revela para satisfacer nuestra curiosidad, sino para invitarnos a la unión con Él” (Tema 27), y éste es el sentido de la solemnidad de hoy.

Celebremos el Misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo acogiéndolo como un regalo. Nuestro conocimiento de Dios no puede ser como el conocimiento de un objeto material que puede ser contado, pesado y medido. Ha de ser el encuentro con Alguien que se da a conocer: tratemos pues de conocerle no como un “problema de números”, sino tal como Él, por amor, se nos ha revelado.

La hermosura de unos textos

1. – Voy a referirme a la hermosura de los textos que de este domingo, en el que celebramos la primera solemnidad del Tiempo Ordinario: la Santísima Trinidad. En el fragmento del Libro de los Proverbios, la Sabiduría de Dios habla en primera persona y señala su origen. La mayor hermosura coincide en las últimas palabras: «…yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.» Luego el salmista se va a preguntar: «¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?, lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad”. El final del texto de San Pablo -Epístola a los Romanos— se dice: «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.» Finalmente, el Evangelio de San Juan afirma: «El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad plena».

2. – Hay más, por supuesto, porque el texto de San Juan sitúa en las palabras de Cristo esa realidad profunda que es la Trinidad Santísima. Pero aquí queremos llamar la atención sobre esos retazos de altura –dan vértigo— que los textos sagrados nos muestran. La sabiduría de Dios está cerca de Él y juega con la tierra y los hombres. Los hombres, si queremos, podemos estar cerca de la sabiduría divina, tal vez no podremos comprenderla en plenitud, pero sí sentirla y algo más que intuirla. El amor de Dios está en nuestro interior porque ahí ha sido puesto por «el Espíritu Santo que se nos ha dado» y ese mismo Espíritu nos guiará hasta la verdad plena.

3.- ¿No es todo esto lo máximo que podemos aspirar? Creo que sí. Y, sin embargo, no somos capaces de mantener esa proximidad por culpa de nuestros abandonos, de la lejanía de Dios que imponemos a nuestras almas por faltas y pecados. Pero a poco que nos esforcemos toda esa huella clara de la Divinidad Cercana estará a nuestro lado. Tal vez, nos hace falta un poco de paz, de sosiego, de serenidad, de humildad para aislarnos del ruido de nuestro mundo loco y así aprehender lo que nos Dios nos manda. No se trata de salirnos del mundo. Debemos sentir a Dios en nuestro interior y luego salir al mundo –y a grandes voces— contárselo a quienes no le encuentran, o no le sienten.

Ángel Gómez Escorial

Comentario al evangelio – 16 de junio

Dios es un misterio de amor

      Hemos pasado ya las celebraciones más importantes del año litúrgico. El Adviento nos llevó de la mano hacia la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesús, la primera Pascua. Un poco más adelante, la Cuaresma nos invito a seguir a Jesús hasta Jerusalén. Allí hicimos memoria de su muerte y resurrección, la segunda Pascua. Al terminar la celebración de la Pascua, hace pocos días, hemos celebrado la venida del Espíritu Santo, el comienzo de la historia de la Iglesia, de esta aventura de llevar a todos los hombres y mujeres la buena nueva de la salvación, del amor y la misericordia de Dios. Al final, a modo de conclusión y coronamiento, celebramos esta solemnidad de la Trinidad. 

      No es fácil hablar de Dios. No es fácil hablar de algo que se nos queda tan lejano y tan misterioso. “A Dios nadie le ha visto jamás”. Pertenece a otro orden de ser. Pero al mismo tiempo está profundamente implicado en la creación, porque es su creación y porque nosotros somos sus creaturas. A Dios no le encontramos como quien encuentra al vecino de al lado saliendo para el trabajo cada mañana. Pero hay muchas formas de conocer. 

      Cuando miramos a la creación, cuando nos miramos a nosotros mismos y la maravilla que es, por ejemplo, nuestro propio cuerpo, experimentamos a Dios como creador, el que nos ha sacado de la nada y nos ha dado la vida (en realidad, lo único que tenemos). Decimos entonces que es Padre precisamente porque lo vemos como generador de la vida, de nuestra vida. También hacemos memoria de Jesús, el que nació en Belén, el que luego pasó haciendo el bien, curando a los enfermos y anunciando el Reino de Dios, el que hablaba de Dios como su “Papá” –“Abbá”– y que luego murió en la cruz en una tarde sombría de viernes. Hacemos memoria de su vida y de su resurrección. Es el Hijo porque en aquel hombre había algo especial que no nos atrevemos a definir. Su humanidad era tan grande que en él vemos la presencia misma de Dios. Hacemos también memoria del tiempo posterior a Jesús. Los apóstoles y discípulos sintieron la presencia del Espíritu de Dios. Ese Espíritu los inspiró y animó a anunciar la buena nueva del Reino. Hoy sigue inspirando y animando a muchos a continuar con ese anuncio de salvación para todos. 

      Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Tres formas de ver una sola realidad? No. Hay algo más. Porque algo nos dice que ese misterio que es Dios es misterio de amor, de relación. Y que, cuando experimentamos la presencia de Dios, nos sentimos llamados a participar de ese amor y a compartirlo con los que nos rodean. Vivir como Dios –ésa es nuestra vocación– es vivir amando. 

Para la reflexión

      ¿Siento a Dios como un Padre que me cuida y me ama? ¿Veo a Jesús como el hermano mayor que me guía y me hace descubrir la fraternidad del Reino y comprometerme con ella?¿Experimento la presencia del Espíritu que me anima a vivir haciéndome hermano o hermana de los que me rodean?

Fernando Torres, cmf