Vísperas – Jueves XI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XI TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.

Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes,
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.

Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos:

Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:

La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

SALMO 113

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: 1P 3, 8-9

Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo, diciendo:

Señor, refugio nuestro, escúchanos.

Bendito seas, Señor que nos has llamado a tu santa Iglesia;
— consérvanos siempre en ella.

Tú que has encomendado al papa la preocupación por todas las Iglesias,
— concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.

Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
— y concede a todos la penitencia y la salvación.

Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
— acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A todos los difuntos que esperan en ti,
— concédeles el descanso eterno.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, oremos con confianza a Dios, nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que, por la fragilidad de la condición humana, hemos cometido en este día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/.El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 20 de junio

1) Oración inicial

Señor, mira con amor a tu familia y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 6,7-15
Y, al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino;
hágase tu Voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación,
mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

3) Reflexión

● Las dos reacciones del Padre Nuestro: Lucas (Lc 11,1-4) y Mateo (Mt 6,7-13). En Lucas, el Padre Nuestro es más corto. Lucas escribe para las comunidades que vinieron del paganísimo. Trata de ayudar a las personas que están iniciando el camino de la oración. En Mateo, el Padre Nuestro está situado en el Sermón del Monte, en aquella parte donde Jesús orienta a los discípulos en la práctica de las tres obras de piedad: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-15) y ayuno (Mt 6,16-18). El Padre Nuestro forma parte de una catequesis para los judíos convertidos. Ellos ya estaban acostumbrados a rezar, pero tenían ciertos vicios que Mateo trata de corregir.
● Mateo 6,7-8: Los vicios que hay que corregir. Jesús critica a las personas para quienes la oración es una repetición de fórmulas mágicas, de palabras fuertes, dirigidas a Dios para obligarle a atender a sus necesidades. La acogida de la oración por parte de Dios no depende de la repetición de palabras, sino de la bondad de Dios que es Amor y Misericordia. El quiere nuestro bien y conoce nuestras necesidades antes de que expresemos nuestras preces.
● Mateo 6,9a: Las primeras palabras: “Padre Nuestro” Abba, Padre, es el nombre que Jesús usa para dirigirse a Dios. Revela la nueva relación con Dios que debe caracterizar la vida de las comunidades (Gl 4,6; Rm 8,15). Decimos “Padre nuestro” y no “Padre mío”. El adjetivo “nuestro” acentúa la conciencia de que todos pertenecemos a la gran familia humana de todas las razas y credos. Rezar al Padre y entrar en la intimidad con él, es también colocarse en sintonía con los gritos de todos los hermanos y hermanas por el pan de cada día. Es buscar el Reino de Dios en primer lugar. La experiencia de Dios como nuestro Padre es el fundamento de la fraternidad universal.
● Mateo 6,9b-10: Tres pedidos por la causa de Dios: el Nombre, el Reino, la Voluntad. En la primera parte del Padre-nuestro, pedimos para que sea restaurada nuestra relación con Dios. Santificar el Nombre El nombre JAVÉ significa Estoy contigo. Dios con nosotros. En este NOMBRE Dios se dio a conocer (Ex 3,11-15). El Nombre de Dios es santificado cuando es usado con fe y no con magia; cuando es usado conforme con su verdadero objetivo, es decir no para la opresión, sino para la liberación del pueblo y para la construcción del Reino. La Venida del Reino: El único Dueño y Rey de la vida humana es Dios (Is 45,21; 46,9). La venida del Reino es la realización de todas las esperanzas y promesas. Es la vida plena, la superación de las frustraciones sufridas con los reyes y con los gobiernos humanos. Este Reino acontecerá, cuando la voluntad de Dios se realice plenamente. Hacer la Voluntad: La voluntad de Dios se expresa en su Ley. Hágase su voluntad, así en la tierra como en el cielo. En el cielo, el sol y las estrellas obedecen a las leyes de sus órbitas y crean el orden del universo (Is 48,12-13). La observancia de la ley de Dios será fuente de orden y de bienestar para la vida humana.
● Mateo 6,11-13: Cuatro pedidos para la causa de los hermanos: Pan, Perdón, Victoria, Libertad. En la segunda parte del Padre nuestro pedimos que sea restaurada la relación entre las personas. Los cuatro pedidos muestran como deben ser transformadas las estructuras de la comunidad y de la sociedad para que todos los hijos y las hijas de Dios vivan con igual dignidad. Pan de cada día: En el éxodo, cada día, la gente recibía el maná en el desierto (Ex 16,35). La Providencia Divina pasaba por la organización fraterna, por el compartir. Jesús nos convida para realizar un nuevo éxodo, una nueva convivencia fraterna que garantice el pan para todos (Mt 6,34-44; Jn 6,48-51). Perdón de las deudas: Cada 50 años, el Año Jubilar obligaba a todos al perdón de las deudas. Era un nuevo comienzo (Lv 25,8-55). Jesús anuncia un nuevo Año Jubilar, «un año de gracia de parte del Señor» (Lc 4,19). ¡El Evangelio quiere recomenzar todo de nuevo! No caer en la Tentación: En el éxodo, el pueblo fue tentado y cayó (Dt 9,6-12). Murmuró y quiso volverse atrás (Ex 16,3; 17,3). En el nuevo éxodo, la tentación será superada por la fuerza que el pueblo recibe de Dios (1Cor 10,12-13). Liberación del Maligno: El Maligno es Satanás, que aleja de Dios y es motivo de escándalo. Logró entrar en Pedro (Mt 16,23) y tentó a Jesús en el desierto. Jesús lo venció (Mt 4,1-11). Ele nos dice: «¡Animo! ¡Yo vencí el mundo!» (Jn 16,33).
● Mateo 6,14-15: Quien no perdona no será perdonado. Rezando el Padre nuestro, pronunciamos la frase que nos condena o absuelve. Rezamos: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6,12). Ofrecemos a Dios la medida del perdón que queremos. Si perdonamos mucho, El nos perdonará mucho. Si perdonamos poco, él perdonará poco. Si no perdonamos, él tampoco no podrá perdonar.

4) Para la reflexión personal

● Jesús dice «perdona nuestras deudas”. En algunos países se traduce «perdona nuestras ofensas». ¿Qué es más fácil: perdonar ofensas o perdonar deudas?
● Las naciones cristianas del hemisferio norte (Europa y USA) rezan todos los días: “Perdónanos nuestras deudas así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero ellas no perdonan la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo. ¿Cómo explicar esta terrible contradicción, fuente de empobrecimiento de millones de personas?

5) Oración final

Ensalzad conmigo a Yahvé,
exaltemos juntos su nombre.
Consulté a Yahvé y me respondió:
me libró de todos mis temores. (Sal 34,4-5)

Oración de alabanza

Señor Jesús, igual que en tu tiempo,
también hoy el hambre sigue siendo fiel compañera
de miles y millones de seres humanos
que luchan por sobrevivir y muchos caen en el camino…

Al leer tu evangelio de hoy me viene a la mente
esa multitud de hermanos y hermanas
que sucumben en la lucha y dejan tras de sí
una sinfonía fúnebre de quejidos, lamentaciones y muerte…
– Dales tú de comer.
– ¿Cómo? ¿Cómo voy a dar de comer a tanta gente?
– Sí. Dales tú de comer.
¿Pero…? No tengas miedo. No te asustes.
Tú puedes ser instrumento en mis manos para alargar tu mano,
abrir tus labios, mover tus pies,
movilizar tu corazón…
Tú puedes llegar a aquellos a los que todavía no has llegado.
Sin ti, yo tampoco podría llegar. Te necesito.

– Pero, Señor…
– Ya está bien de «peros». ¡Manos a la obra!
No podrás tú cubrir todas las necesidades.
Pero salvarás tu honor y tu conciencia
si haces lo que a ti te corresponde.
Detrás de ti voy yo.
– ¿No será mucho compromiso para mí?
-Estoy harto de lamentaciones por parte de quienes
no mueven un dedo para aportar una solución.
Yo quiero seguir dando de comer a las multitudes
y me encuentro con la avaricia, el egoísmo
y la insensibilidad de los moradores de la tierra,
esa tierra que yo amo y me la han hecho irreconocible.

– Se te ve molesto, Señor…
– ¡No es para menos!
Me duele que se siga diciendo
que «no tienen qué comer» en una sociedad donde una minoría
se lo apropia todo,
lo maneja a su antojo y después quieren
comprarse el cielo
y acallar su conciencia con donaciones
y «obras de misericordia»…

Mi mejor fiesta de «Corpus Christi»
sería ver una humanidad renovada,
solidaria, sensible, donde todos puedan
llevarse a la boca su alimento diario
y a su espíritu unas buenas dosis de optimismo y esperanza.

Gracias, Jesús, por «destaparte» de esta manera.
Me gusta que hables así, muy directo y personal,
y me digas claramente que la mejor fiesta
de tu «cuerpo y de tu sangre» consistiría
en ser más humanos y solidarios,
más justos y honestos,
evitando toda discriminación
y desigualdad entre hermanos.
Entonces sería el momento, no antes,
de cantar bonitas melodías eucarísticas,
comenzando por el solemne
“Cantemos al Amor de los amores…”
y desearte ¡FELIZ FIESTA, JESÚS!

Comentario del 20 de junio

La oración es el ejercicio de la fe del creyente. El que cree en Dios ora, es decir, pide, da gracias, alaba, suplica, conversa con ese Dios –personalmente concebido- en el que cree. La modalidad concreta de nuestra oración –lo mismo que de nuestra religión-dependerá de la idea que tengamos del Dios a quien nos dirigimos. Pero el Dios cristiano es el Dios que nos ha sido revelado en Jesucristo, su Hijo. Por eso no debe extrañar que él sea también el que nos ofrezca las pautas de nuestra oración y pueda decirnos: Cuando oréis, no lo hagáis como los hipócritas; o también: Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis.

Tanto judíos como paganos son religiosos, creen en su Dios o en sus dioses, y rezan. Jesús quiere que sus seguidores se distingan tanto de los judíos como de los paganos en su modo de orar. Su manera de concebir al Padre –el destinatario de nuestras oraciones- determinará los rasgos de nuestra oración. Se trata del Dios que ve en lo escondido y no necesita, por tanto, que la acompañemos de esa publicidad que busca más bien la aprobación de los demás; también es el Dios que sabe lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos; por tanto, no necesita demasiadas explicaciones, ni aclaraciones; no necesita de largos discursos, ni de copiosas informaciones. La oración no es, pues, ningún medio para dar a conocer a Dios lo que ya sabe de antemano. El objetivo de la oración no es informar al que ya está suficientemente informado, ni convencer a base de argumentos al que sabe muy bien cómo actuar en cada caso.

Por eso sobran las muchas palabras, sobre todo, cuando con ellas pretendemos que nos hagan caso o simplemente informar de nuestro caso. Lo que Jesús parece desacreditar aquí, en este uso inmoderado de palabras, es una oración que, o bien busca informar a Dios de unas necesidades que ya conoce, o bien pretende convencer a Dios que no está del todo convencido de hacer el favor que se le solicita. El objetivo de la oración no es ni informar ni convencer. Por eso el caudal de palabras empleadas con este fin resulta inútil o infructuoso. Otra cosa es servirnos de un sinfín de palabras para alabar a Dios o prolongar nuestro tiempo para estar con Cristo en un ejercicio gozoso de amistad. La amistad requiere tiempo y la contemplación deleitosa también. Y en semejante relación hay cabida tanto para las palabras como para los silencios.

De hecho Jesús no se opone al uso de las palabras en la oración. Sería demasiado insensato. La oración supone la comunicación y ésta el lenguaje. Los seres humanos somos los seres del logos, de la razón y de la palabra, seres lógicos y dialógicos. El lenguaje nos califica. No podemos prescindir de las palabras en nuestras comunicaciones. También Dios se sirve de ellas en su revelación. Y es su misma Palabra hecha carne la que nos dice: Vosotros rezad así; y nos ofrece un modelo de oración que no quiere ser una fórmula única, pero que es normativa tanto en su formulación –corta, escueta, sintética, sencilla- como en su contenido, que reúne sobre todo peticiones de lo que debe pedirse en sintonía con el Espíritu, pero también reconocimientos y alabanzas.

El Padre nuestro quiere ser una oración comunitaria, formulada en primera persona del plural, que debe ser rezada con la conciencia de formar parte de una gran familia, la de los hijos de Dios. Sólo desde esta conciencia puede brotar la expresión: Padre nuestro del cielo. Jesús quiere que hagamos de Dios Padre, el que habita en los cielos, el destinatario de nuestra oración filial; porque se trata de una plegaria que florece en el corazón de quienes se sienten hijos, hijos del mismo Padre del cielo. Y en el hijo que pide se supone la confianza, además del respeto y el amor agradecido y filial. Decir: santificado sea tu nombre, no es pedir nada; es más bien expresar el deseo de que su Nombre santo sea santamente reconocido por quienes pueden, en cuanto creaturas dotadas de consciencia, reconocerlo como tal. Santificar el nombre de Dios no puede ser hacer santo lo que ya es a natura, sino desear que su santidad resplandezca en el mundo en virtud de su reconocimiento por parte del hombre. Y a partir de aquí ya todo son peticiones.

El Padre nuestro es realmente una oración de petición, pero que no pretende informar a Dios de cosas que ignora, ni convencerle para que nos otorgue lo que le pedimos. En realidad, Él pone en nuestra boca –el Espíritu ora en nosotros con gemidos inefables- lo que hemos de pedirle para disponernos a recibir lo que nos quiere dar: Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Sólo si su voluntad se cumple en la tierra –lugar donde tiene su protagonismo la voluntad humana- como en el cielo –aunque de ser así, la tierra se transformaría en cielo-, podremos decir que ha llegado su reino; porque su reino no puede ser otro que aquel en el que se cumple enteramente la voluntad de Dios, su Rey. Pedir y desear que venga su reino es pedir y desear que se cumpla su voluntad en la tierra, y en la medida en que esto suceda irá creciendo el reino de Dios y la tierra se irá aproximando al cielo en su proceso de transformación. Y puesto que la semilla del reino ya se ha implantado en la tierra, pedir la venida del reino no puede significar sino desear su crecimiento y su plenitud. Esto es precisamente lo que Dios quiere para nosotros. Con este fin nos envió a su propio Hijo.

El pan nuestro que pedimos para hoy es el pan que necesitamos para vivir en el hoy: el sustento necesario para mantenernos vivos tanto corporal como espiritualmente. Por eso, aunque por ese pan tengamos que entender directamente el alimento que nos proporciona los nutrientes necesarios para vivir en este mundo realizando todo tipo de operaciones psicosomáticas, también podemos ver en él una alusión al pan (diario) de la eucaristía que nos es tan necesario para el mantenimiento y fortalecimiento de la vida cristiana. Además de esto, pedimos el perdón de nuestras ofensas, la victoria sobre la tentación y la liberación del mal o de su promotor, el maligno. En estas tres peticiones se concentran cosas muy valiosas, tanto que sin ellas no podría acontecer la anhelada venida del Reino. Sólo pueden acceder al Reino los perdonados de sus ofensas, los vencedores en el combate de las tentaciones y los liberados de todo mal. Pero el perdón de nuestras ofensas que suplicamos a Dios se presenta condicionado por nuestro propio perdón, el perdón que nos es solicitado por nuestros ofensores.

Tanta importancia le concede Jesús a esto que añade una cláusula para reforzar la petición del Padre nuestro: Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás… Para ser miembros de pleno derecho en el Reino de Dios es necesario no sólo pedir perdón al que puede concederlo, sino también otorgar el perdón al que lo solicita de nosotros en el modo en que nosotros podemos concederlo. Sólo así es posible la reconciliación con Dios y con los hermanos que hace posible la vida de los bienaventurados.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

Una Iglesia que se deja renovar

35. Pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil. También pidamos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente.

Un misterio admirable

El jueves después de celebrar la Santísima Trinidad celebramos otro de los misterios más hermosos e importantes de nuestra fe: la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Esta fiesta, instituida en el siglo XIII, nace como un modo de recordarnos el admirable misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Aunque esta fiesta corresponde celebrarla el jueves, recordando el jueves santo, día en que se instituyó la Eucaristía, sin embargo, para favorecer que podamos participar en esta celebración, la Iglesia ha trasladado esta fiesta a domingo.

1. Presencia real de Cristo. El misterio de la Eucaristía, que es el centro de la celebración de hoy, es un misterio admirable: en las especies de pan y vino, después de ser consagradas por el sacerdote en el altar, está realmente presente el mismo Cristo. Como cantamos en el cántico eucarístico Catemos al Amor de los amores, tan típico de este día, “Dios está aquí”. Como hemos escuchado en la segunda lectura, de la primera carta de Pablo a los Corintios, la noche en la que Jesús iba a ser entregado, en la Última Cena, reunido con sus discípulos en el cenáculo, celebró con ellos la institución de la Eucaristía. Al repartir el pan ácimo que los judíos comían en la cena pascual, Jesús les dijo: “Esto es mi cuerpo”, y al pasar la copa de vino mezclada con un poco de agua, dijo: “Esta es mi sangre”. Así, cada vez que celebramos la Eucaristía y un sacerdote repite estas mismas palabras de Jesús sobre el pan y el vino, éstos se convierten verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. De este modo, en ese trozo de pan que vemos en la Eucaristía, y que, como es costumbre hoy saldrá en procesión por las calles de nuestros pueblos y ciudades, se esconde el mismo Cristo. Salir hoy en procesión con la custodia es una manifestación hermosa de nuestra fe eucarística. Al engalanar nuestras calles y al adorar a Cristo Eucaristía poniéndonos de rodillas a su paso por nuestras calles estamos manifestando que creemos realmente en esa presencia de Cristo resucitado en el pan de la Eucaristía. Dios está realmente ahí, en medio de nosotros, dispuesto a seguir dándonos su cuerpo entregado y a derramar su sangre por nosotros.

2. Alimento para el camino. Al dársenos Cristo en el pan de la Eucaristía, su cuerpo es entonces para nosotros alimento del alma, alimento que nos sustenta en el caminar de nuestra vida. Como Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, ofreció a Abrahán pan y vino cuando éste venía de la guerra, Cristo nos ofrece a nosotros ya no un pan cualquiera que sacia nuestra hambre y fortalece nuestro cuerpo, sino que nos da su propio cuerpo que alimenta nuestro espíritu. En el día a día, en nuestro caminar por la vida, vamos superando dificultades, luchas, e incluso dudas serias y crisis de fe. La Eucaristía es para nosotros, así nos la ha dado Cristo, un alimento del espíritu que nos fortalece interiormente, que nos une íntimamente con Cristo. Comulgar su propio Cuerpo, como hacemos en la Eucaristía, es entrar en comunión con Cristo. Él perdona nuestros pecados, nos entrega de nuevo su cuerpo y su sangre y nos fortalece para que seamos sus testigos en el mundo, proclamando su muerte y anunciando su resurrección. Del mismo modo que no podríamos vivir sin comer, ya que nuestro cuerpo se debilitaría y no podríamos ni siquiera andar, así también sucede con nuestro espíritu: si no lo alimentamos frecuentemente con la Eucaristía también él se debilita.

3. “Dadles vosotros de comer”. Pero la fiesta de hoy nos recuerda que no basta con alimentarnos cada uno de la Eucaristía. Comulgar el Cuerpo de Cristo nos ha de llevar siempre a comulgar también con nuestros hermanos. De nada sirve recibir el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía si después no me preocupo por mi hermano que está sufriendo o tiene necesidad. Por esto, con razón celebra hoy la Iglesia el día de Caritas. Caritas es el brazo de la Iglesia que se dedica especialmente a la atención de los más necesitados. No es una ONG o un grupo de voluntariado. Caritas es la misma Iglesia que se pone al servicio de los más necesitados, y todos los cristianos somos Caritas, pues estamos llamados a dar de comer a quien lo necesite. En el Evangelio de hoy hemos escuchado el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces, un anticipo claro de la Eucaristía. Ante aquella muchedumbre inmensa de personas que habían acudido para escuchar al Maestro, Jesús exhorta a sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. ¿Cómo dar de comer a una muchedumbre tan grande con tan sólo cinco panes y dos peces? La generosidad, cuando brota del auténtico amor cristiano, cuando se convierte en verdadera caridad, alcanza a todos aquellos que la necesitan. La llamada de Jesús, “Dadles vosotros de comer”, nos la hace hoy también a toda la Iglesia.

Celebrar el admirable misterio de la Eucaristía, presencia real de Cristo en su Cuerpo y en su Sangre, es celebrar el amor de Dios que desea permanecer cerca de nosotros. Él se nos da como alimento para nuestra vida. Pero no quiere que nos lo quedemos sólo para Él. Siguiendo el mandato del Señor, hoy compartimos el pan de la Eucaristía, lo adoramos en la procesión propia de este día, pero también lo celebramos con sinceridad ayudando a quienes lo necesitan, dando de comer al hambriento, compartiendo nuestra propia vida con los demás.

Francisco Javier Colomina Campos

Comieron todos y se saciaron

«Jesús estuvo hablándoles del reinado de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
– Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque esto es un descampado.
Él les contestó:
– Dadles vosotros de comer.
Replicaron ellos:
– ¡Si no tenemos más que cinco panes y dos peces! A menos que vayamos nosotros a comprar de comer para toda esta multitud. (Eran unos cinco mil hombres.)
Jesús dijo a sus discípulos:
– Decidles que se echen en grupos de cincuenta.
Así lo hicieron, diciendo que se echaran todos. Y tomando él los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y se los dio a los discípulos para que los sirvieran a la gente. Comieron hasta quedar satisfechos todos, y recogieron doce cestos de sobras.»

Lucas 9, 11b-17

Para meditar

Jesús les dice a los apóstoles que den ellos de comer a las personas que estaban allí. Hoy en día los cristianos debemos dar de comer a las personas que tienen hambre. El hambre puede ser de muchas formas: hambre por falta de alimento, de comida. Hambre por falta de justicia, hambre por falta de amor, hambre por falta de libertad, hambre por falta de paz.
Y aquella vez se produjo el milagro, el de los panes y los peces. Nosotros tenemos que hacer el milagro todos los días, el milagro de que aunque no seamos muchos, aunque no tengamos grandes medios para hacer cosas, podemos hacer milagros todos los días.

Para hacer vida el evangelio

  • Escribe el nombre de alguna persona que conozcas en tu barrio o en tu pueblo y que sepas que tiene algún tipo de necesidad y que podemos ayudarle.
  • ¿Cómo podemos hacer hoy los cristianos el milagro de los panes y los peces? ¿Qué nos pide Dios?
  • Escribe un compromiso para que esta semana hagas algo por ayudar a esa persona que conoces y que necesita de tu ayuda..

Oración

Hoy, Señor, quiero entregarte,
todo lo que tengo y todo lo que soy,
porque sé que sólo lo que se comparte
se disfruta de verdad, se goza y se tiene del todo.
Quiero entregarte todo lo que tengo.
Ayúdame, Señor, a no estar apegado
a mis cosas,
a ir liberándome poco a poco de lo material
a compartir más, a tener menos, a ser más libre,
a crearme menos necesidades,
a resistirme a mis deseos eternos
y a no caer en el consumismo que me arrastra.
Quiero entregarme todo yo, Señor,
para que mis planes sean tus planes,
tus caminos mis caminos,
tus sueños los míos y mis proyectos
contigo, la construcción de tu Reino.
Aquí me entrego hoy, Señor, del todo a Ti
Haz de mí lo que quieras.
Hazte el dueño de mi agenda, mi cuerpo,
mi corazón y mi vida entera.

Todo lo que tengo todo lo que soy

Hoy, Señor, quiero entregarte,
todo lo que tengo y todo lo que soy,
porque sé que sólo lo que se comparte
se disfruta de verdad, se goza y se tiene del todo.

Quiero entregarte todo lo que tengo.
Ayúdame, Señor, a no estar apegado

a mis cosas,
a ir liberándome poco a poco de lo material
a compartir más, a tener menos, a ser más libre,

a crearme menos necesidades,
a resistirme a mis deseos eternos
y a no caer en el consumismo que me arrastra.

Quiero entregarte todo lo que sé, Señor,
con la total consciencia de que todo
me ha sido enseñado por otros,

me lo han transmitido, regalado o prestado
alguien que lo estudió, descubrió o trabajó
Y como lo recibí gratis, lo entrego gratis,
sin pasar facturas de nada a los demás.

Quiero entregarte a todos los que amo, Señor.
Que mi familia no sean sólo los míos,
que en mi corazón quepan todos tus hijos
que no viva centrado en los míos,
que todos los seres humanos me duelan,
me alegren o me hagan sentir fraternidad
Haz que mi corazón palpite como el tuyo,
con cada persona de cualquier rincón del mundo.

Hazme acogedor, tolerante y universal.

Quiero entregarme todo yo, Señor,
para que mis planes sean tus planes,
tus caminos mis caminos,

tus sueños los míos y mis proyectos contigo,
la construcción de tu Reino.
Aquí me entrego hoy, Señor,
del todo a Ti Haz de mí lo que quieras.

Hazte el dueño de mi agenda, mi cuerpo,
mi corazón y mi vida entera.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo del Corpus Christi

 • Jesús, en los Evangelios y en la vida, hace continuamente las dos cosas que describe el v. 11: “hablar —anunciar— del Reino de Dios” y “curar a los que lo necesitaban” (Lc 5,15.1 7; 6,18; 9,11). Palabra y acción. Palabra eficaz, no palabra vacía. Es decir, Palabra inseparable de la acción, acción inseparable del Anuncio. También lo podemos decir de otras maneras: “el Reino de Dios” (11) que se anuncia se hace presente en la acción.

• Por eso podemos decir, también, que la presencia de Jesús —que “habla” y“cura” (11)— es ya la presencia del “Reino de Dios” (11).

• Los “cinco panes” y los “dos peces” (13) “servidos” (16) a un “gentío” (14) se convierten en signo de la presencia del Reino.

• Refuerza esa idea el trasfondo que hay del Antiguo Testamento, donde hallamos anuncios proféticos que hablan de la abundancia de los tiempos mesiánicos con la imagen del banquete — como aquí, donde “comieron todos y se saciaron” (17)—: En aquel día preparará el Señor de los ejércitos, para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre [….] el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país [….] Aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios […] celebremos y gocemos con su salvación” (Is 25, 6ss). Por otra parte, el Antiguo Testamento tiene textos paralelos a éste (2Re 4,42-44). Y otros en los que Dios alimenta a su pueblo en pleno desierto (Ex 16; Dt 8,3.16; Sl 78,24-25.29; 105,40; Sab 16,20-26).

• La nota del evangelista, cuando dice que “comieron todos y se saciaron” (17), es para indicar —siendo anuncio de que el Reino de Dios ya está aquí, que ya lo preguntamos ahora—, que todos están llamados a él, empezando por los pobres.

• “Las sobras” (17) son signo de la generosidad de Dios manifestada en Jesús.

• Los “doce cestos” (17) hacen alusión a los “Doce” (12). Son, los “doce”, el signo del conjunto, de la totalidad de los convocados al banquete del Reino. Representan a toda la Iglesia, la que Dios convoca.

• En cuanto a las actitudes que refleja el texto, los “doce” parece que quieren resolver los problemas “despidiendo a la gente” (12). Es una tentación que tenemos todos —los “doce” nos representan a todos— los que formamos parte de la Iglesia en todas las épocas.

• Jesús, en cambio, tiene como estilo propio implicar a aquellos con los que actúa (13).Es decir, cuenta con la responsabilidad, la respuesta (13.15-16) de los que hacen equipo con él. Es así, y sólo así, como se produce el milagro de compartir lo que hay.

• La Eucaristía nos recuerda que Jesús está vivo y actúa en la Iglesia, y nos hace pre-gustar la presencia del Reino de Dios entre nosotros.

• Nos acercamos a la Eucaristía porque tenemos “necesidad” de la acción de Jesús (11).

• El Cuerpo de Cristo “eucarístico” es inseparable del Cuerpo de Cristo “eclesial”. Comulgar nos pone en comunión con toda la Iglesia, nos compromete con toda la Iglesia.

• Y formar parte del Cuerpo de Cristo es inseparablemente, comprometido radicalmente, aquellos y aquellas con quienes Cristo se une y estar vinculado con los pobres, por los que lo da todo.

Comentario al evangelio – 20 de junio

A medida que avanza en su segunda misiva a la comunidad de Corinto, Pablo va dejando ver su decepción. Es la decepción de quien se ha desvivido por dar a conocer su mayor tesoro –el nombre de Jesús– y percibe a su alrededor la futilidad de su palabra ante otros discursos y el poco aprecio que despierta su sacrificio personal. Ambos sinsabores forman parte de la vida del discípulo misionero que, más o menos torpemente, trata de mostrar con sus labios y con sus manos la belleza, la verdad y la bondad insuperables del Evangelio. ¿Quién no ha experimentado en algún momento la tristeza de que Dios no sea conocido? ¿Quién no ha sentido con pena la abrumadora superficialidad con que muchas veces se afronta la existencia? ¿Quién no ha percibido una sonrisa condescendiente ante el ejemplo mayúsculo de tantos cristianos entregados?

La decepción, amén de ser muy común entre los hombres, no es del todo ajena a la dinámica de la fe. Cuando aparece, indica la importancia que tiene para nosotros aquello que vivimos como llamada última o como respuesta primera al amor de Dios. Sin embargo, la decepción nunca representa el estadio final de la vida creyente y apostólica. Podemos pasar por la decepción pero no terminar en ella. Si Dios no mira el mundo desde el desengaño, ¿quiénes somos nosotros para enrocarnos en la desilusión? Más bien, habremos de tomar los sentimientos que genera la misión y llevarlos al lugar donde Cristo los puso: en la cima del Calvario, junto al Padre. Es desde esa entrega postrera desde donde Dios nos mira. Y en ella nos escucha cuando elevamos el corazón con confianza, aun a través de llantos y quejidos. Por eso es tan importante contemplar a Jesús para entrar en su oración. No con las muchas palabras, sino con el mucho amor.

Adrián de Prado Postigo cmf