Vísperas – Viernes XI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES XI TIEMPO ORDINARIO

SAN LUIS GONZAGA, religioso

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Dichosos los que oísteis la llamada
al pleno seguimiento del Maestro,
dichosos cuando puso su mirada
y os quiso para amigo y compañero.

<

p style=»text-align:justify;»>Dichosos si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para seguirle a él con fortaleza,

con gozo y con amor a todas horas.

Dichosos mensajeros de verdades,
marchando por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.

Dichosos, del perdón dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, del los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén

SALMO 134: HIMNO A DIOS, REALIZADOR DE MARAVILLAS

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

SALMO 134

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas;
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: Rom 8, 28-30

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor es justo y ama la justicia.
V/ El Señor es justo y ama la justicia.

R/ Los buenos verán su rostro.
V/ Y ama la justicia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor es justo y ama la justicia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor.

PRECES

Pidamos a Dios, de toda santidad, que, con la intercesión y el ejemplo de los santos, nos impulse a una vida santa, y digamos: Haznos santos, Señor, porque tú eres santo.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos,

— haz que la iglesia santa, extendida por los confines de la tierra, cante tus grandezas.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, que deseas que vivamos de una manera digna, buscando siempre tu beneplácito,

— ayúdanos a dar fruto de buenas obras.

Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo,
— guárdanos en tu nombre, para que todos seamos uno.

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino,

— haz que, comiendo el pan que ha bajado del cielo, alcancemos la perfección del amor.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

<

p style=»text-align:justify;»>Padre santo, perdona a los pecadores sus delitos,

— y admite a los difuntos en tu reino, para que puedan contemplar tu rostro.

Acudamos ahora a nuestro Padre celestial, diciendo:
Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, dispensador de los dones celestiales, que has querido juntar en san Luís Gonzaga una admirable inocencia de vida y un austero espíritu de penitencia, concédenos, por su intercesión, que, si no hemos sabido imitarle en su vida inocente, sigamos fielmente sus ejemplos en la penitencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 21 de junio

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y, pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 6,19-23

«No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.«La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!

3) Reflexión

• En el evangelio de hoy seguimos nuestra reflexión sobre el Sermón del Monte. Anteayer y ayer hemos reflexionado sobre la práctica de las tres obras de piedad: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-15) y ayuno (Mt 6,16-18). El evangelio de hoy y de mañana presenta cuatro recomendaciones sobre la relación con los bienes materiales, explicitando así cómo vivir la pobreza de la primera bienaventuranzas: (a) no acumular (Mt 6,19-21); (b) tener la visión correcta de los bienes materiales (Mt 6,22-23); (c) no servir a dos señores (Mt 6,24); (d) abandonarse a la providencia divina (Mt 6,25-34). El evangelio de hoy presenta las dos primeras recomendaciones: no acumular bienes (6,19-21) y no mirar el mundo con ojos malos (6,22-23).

• Mateo 6,19-21: No acumular tesoros en la tierra. Si, por ejemplo, hoy en la tele se da la noticia de que en el próximo mes faltarán azúcar y café, todos vamos a comprar el máximo de azúcar y café posible. Acumulamos, porque no confiamos. En los cuarenta años de desierto, el pueblo fue puesto a prueba para ver si era capaz de observar la ley de Dios (Ex 16,4). La prueba consistía en esto: ver si eran capaces de recoger sólo lo necesario de maná para un único día y no acumular para el día siguiente. Jesús dice: ««No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. ¿Qué significa acumular tesoros en el cielo? Se trata de saber dónde coloca el fundamento de mi existencia. Si lo coloca en los bienes materiales de esta tierra, corro siempre el peligro de perder lo que acumulé. Si coloco el fundamento en Dios, nadie va a poder destruirlo y tendré la libertad interior de compartir con los demás los bienes que poseo. Para que esto sea posible y viable, es importante que se cree una convivencia comunitaria que favorezca el compartir y la ayuda mutua, y en la que la mayor riqueza o tesoro no es la riqueza material, sino la riqueza y el tesoro de la convivencia fraterna nacida de la certeza traída por Jesús de que Dios es Padre/Madre de todos. Donde está tu tesoro (riqueza), allí está tu corazón.

• Mateo 6,22-23: La lámpara del cuerpo es el ojo. Para entender lo que Jesús pide es necesario tener ojos nuevos. Jesús es exigente y pide muchas cosas: no acumular (6,19-21), no servir a Dios y al dinero al mismo tiempo (6,24), no preocuparse de lo que bebemos y comemos (6,25-34). Estas recomendaciones exigentes tratan de aquella parte de la vida humana, donde las personas tienen más angustias y preocupaciones. Es también la parte del Sermón del Monte que es más difícil de entender y practicar. Por esto Jesús dice: «Si tu ojo está malo, ….». Algunos traducen ojo malo y ojo sano. Otros traducen ojo mezquino y ojo generoso. Es igual. En la realidad, la peor enfermedad que se pueda imaginar es una persona encerrada en sí misma y en sus bienes, y la confianza que tiene sólo en sus bienes. ¡Es la enfermedad de la mezquindad! Quien mira la vida con esta mirada vivirá en la tristeza y en la oscuridad. El remedio para curar esta enfermedad es la conversión, el cambio de mentalidad y de ideología. Poniendo el fundamento de la vida en Dios, la mirada se vuelve generosa y la vida se vuelve luminosa, pues hace nacer el compartir y la fraternidad.

• Jesús quiere un cambio radical. Quiere la observancia de la ley del año sabático, donde se dice que en la comunidad de los que creen, no puede haber pobres (Dt 15,4). La convivencia humana debe organizarse de tal manera que ya no es necesario preocuparse de la comida, de la bebida, de la ropa y de la vivienda, de la salud y de la educación (Mt 6,25-34). Pero esto es posible sólo si todos buscamos primero el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33). El Reino de Dios es permitir que Dios reine: es imitar a Jesús (Mt 5,48). La imitación de Dios lleva a compartir con justicia los bienes y lleva al amor creativo, que engendra la verdadera fraternidad. La Providencia Divina tiene que ser mediada por la organización fraterna. Sólo así es posible deshacernos de todas las preocupaciones para el mañana (Mt 6,34).

4) Para la reflexión personal

• Jesús dice: “Donde está tu riqueza, allí estará tu corazón”. ¿Dónde está mi riqueza: en el dinero o en la fraternidad?
• ¿Cuál es la luz que tengo en mis ojos para mirar la vida, los acontecimientos?

5) Oración final

Pues Yahvé ha escogido a Sión,
la ha querido como sede para sí:
«Aquí está mi reposo para siempre,
en él me instalaré, que así lo quiero. (Sal 132,13-14)

Comentario del 21 de junio

Como en tantos pasajes del evangelio de Mateo, también en éste Jesús instruye a sus discípulos: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen. Amontonad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roan, ni ladrones que abran boquetes y roben. Jesús nos aconseja poner la mirada en el «lugar» de las cosas que no se deterioran ni se corrompen, ni están sujetas al hurto o a la rapiña de los ladrones. No merece la pena, viene a decir, empeñarse en amontonar tesoros aquí en la tierra. Esos tesoros están demasiado expuestos al deterioro de la polilla o la carcoma, a la substracción de los ladrones o a los vaivenes de la bolsa y, por tanto, a la pérdida de todo su valor. Lo que sí merece toda nuestra atención y dedicación es el cielo y los tesoros que allí podemos amontonar, pues en el cielo no hay polilla, ni carcoma ni ladrones, es decir, ninguno de esos factores que pudieran devaluar nuestros tesoros. En el lugar de las cosas imperecederas, los tesoros conservan todo su valor y no hay espacio para la corrosión, el extravío o el robo.

¿Qué tesoros son esos que, estando en la tierra, podemos acumular en el cielo? Sin duda, han de ser cosas muy valiosas y disfrutables en el cielo, cosas como la amistad, la fraternidad, la paz, la armonía, la veracidad, el respeto, el reconocimiento de la propia dignidad y libertad, el gozo que proporciona el encuentro con la verdad, la belleza y la bondad, el amor sin quiebra y sin detrimento. Todos estos valores son cultivables en la tierra; pues bien, en esa misma medida serán acumulables en el cielo. Pero no se trata tanto de acumular méritos con los que poder presentarnos debidamente equipados en las moradas celestes, sino de acumular virtudes, es decir, esos hábitos necesarios para vivir en el cielo disfrutando de cosas tan valiosas como las anteriormente citadas.

Los tesoros de los que habla Jesús no pueden ser sino esos actos reiterados de amor con los que vamos amontonando el amor del que disfrutaremos sin deterioro y sin mengua en el cielo. Porque ¿dónde está nuestro tesoro, aquello que realmente apreciamos por encima de todo? Donde está nuestro corazón, que es el que hace de ese objeto digno de aprecio su tesoro. Nuestros principales tesoros suelen llevar la marca de lo personal: un hijo, un hombre, una mujer, Dios Padre, Cristo eucaristía, la Virgen, una mascota, una creación literaria, quizá hasta una fórmula matemática. Son esas «cosas» que llevamos en el corazón por sernos muy apreciadas. Es el corazón el que pone precio a tales cosas, más allá de su valor objetivo o mercantil; porque nuestro mayor tesoro es aquello que más apreciamos, aquello de lo que no estaríamos dispuestos a desprendernos por nada del mundo. Pues Jesús nos dice: poned vuestro corazón en lo que tiene valor imperecedero, en lo que no puede depreciarse ni devaluarse, en lo que siempre mantendrá su valor. Tal es el valor de las «cosas» del cielo. San Pablo pone este valor imperecedero en el amor, lo único que no pasará; porque la fe y la esperanza cesarán, pero el amor no. El amor es ese tesoro acumulable (ya en la tierra) del que habla Jesús. Pero, para apreciar lo valioso del amor hay que dejarse iluminar.

La lámpara del cuerpo es el ojo. El ojo es ese órgano corporal que nos permite ver lo que nos muestra la luz y hasta la misma luz. El ojo es esa lámpara que nos permite desenvolvernos en el espacio sin chocar o tropezar con los objetos que encontramos en nuestro camino. Pero, para cumplir su función es preciso que el ojo esté sano. Si está impedido o enfermo no podrá mostrarnos lo que está a la vista por estar en la luz. Y si esto sucede, el cuerpo entero quedará a oscuras y desorientado, sin saber qué dirección tomar o hacia dónde dirigir sus pasos.

La imagen empleada por Jesús es sumamente ilustrativa. Para mantenernos orientados necesitamos de la luz, y para percibir el espacio iluminado necesitamos órganos visuales (ojos) capaces de mantener su función (sanos). De nada serviría que el espacio estuviera perfectamente iluminado si no podemos ver, porque nuestros ojos están impedidos. La luz sólo nos será realmente útil si conservamos nuestra capacidad visual o capacidad para ver lo que nos muestra la misma naturaleza: su movilidad, su dependencia y creaturalidad, su indigencia, su carácter perecedero, su orden, su inteligencia, su fino ajuste, su diseño… Y por este camino de captación progresiva se irá haciendo la luz en nuestras vidas y las cosas irán encontrando su lugar y su sentido, aquello para lo que fueron diseñadas. Entre estas cosas nos encontramos también nosotros, los hombres, con un sentido y un fin aún más claro y manifiesto. No hallar el sentido y el fin de nuestra existencia es permanecer sumidos en la oscuridad por muy grande que sea la envoltura luminosa en la que nos movamos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

36. Es cierto que los miembros de la Iglesia no tenemos que ser “bichos raros”. Todos tienen que sentirnos hermanos y cercanos, como los Apóstoles, que «gozaban de la simpatía de todo el pueblo» (Hch 2,47; cf. 4,21.33; 5,13). Pero al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social.

La misa del Domingo

En este 2do domingo después de Pentecostés la Iglesia celebra la solemnidad del Corpus Christi, del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Y este día, nos invita a la meditación, para que descubramos la necesidad que tenemos en nuestras vidas de alimentarnos. De recibir el Pan de Vida, en que es el propio Jesús que nos alimenta en cada Eucaristía.

El sentido de esta fiesta, que se instituyó en el año 1264, es la consideración y el culto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Mediante las lecturas de hoy, la Iglesia quiere recalcar la nueva y eterna alianza que Dios hizo con su pueblo y que Cristo selló con su sangre.

En la primera lectura del libro de Éxodo se narra que Dios que había sacado a su pueblo de la esclavitud de Egipto para hacerlo un pueblo de hombres plenamente libres, hizo con ellos un pacto, una alianza: Él sería su Dios y ellos serían su pueblo. Este texto nos muestra cómo se desarrolló este pacto. El altar, representa a Dios. La sangre significa vida. Moisés derramó esa sangre sobre el altar y luego sobre el pueblo. Esto indica la unión entre Dios y su pueblo, porque es la misma sangre, la misma vida, la que une el altar (Dios) y el pueblo. Los términos de esa alianza, quedaron escritos. Son los mandamientos. Fue en la alianza hecha en el desierto, celebrada con este ritual, cuando un grupo de clanes y tribus dispersas, tomaron conciencia que eran un solo pueblo y una sola nación, con un nombre propio (Israel), con un destino y con una tierra de pertenencia; con una ley original (los mandamientos), que les daba la orientación de la vida, y con un culto específico, con sus rituales y sus fiestas.

Jesucristo, había entregado un mensaje capaz de guiar a la humanidad, (como hacía 12 siglos, Dios lo había
hecho con esas tribus que habían de ser el pueblo de Israel). Pero era necesario un pueblo de Dios que fuera el fermento que propagara ese mensaje. En esta última cena, Jesús recordando la otra Alianza, indica que ahora, es él quien derramará su sangre por una muchedumbre. Esa muchedumbre, somos todos nosotros, su Iglesia.

La Iglesia, es el nuevo pueblo de Dios. Aliado con Dios por medio de Cristo, por medio de su sangre derramada para liberar a la raza humana de todas las ataduras. Las primeras comunidades cristianas, se reunían cada semana para conmemorar y revivir esta alianza total con Dios por medio de Jesús, y lo hacían en una ceremonia especial a la que llamaban la cena del Señor. Nosotros hoy la llamamos Eucaristía, que es una palabra griega que significa acción de gracias, y lo que hacemos en cada misa, es dar gracias.

Dar gracias a Dios por la alianza que ha hecho con nosotros por medio de Jesucristo. La fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo tiene el sentido de celebrar nuestra alianza con Dios por medio de Jesucristo, nuestro mediador, que hizo el pacto, en nombre nuestro, con su propia sangre. Hoy tomamos conciencia que somos el pueblo de Dios y por ser su pueblo, tenemos una identidad que nos distingue entre otros pueblos y religiones y asumimos la responsabilidad de cumplir nuestra misión.

Las procesiones que se hacen en algunas ciudades, con Jesús Sacramentado por las calles, son la forma de testimoniar ante la sociedad que damos gracias a Dios por esta Alianza que Cristo selló con su sangre de una vez y para siempre.

Queremos quedarnos ahora con otra reflexión sobre el Evangelio de hoy: Jesucristo dice al partir el pan: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”; y entregando la copa dijo: “Esta es mi sangre”. En esta cena, donde Cristo se despide de sus discípulos, Jesús, les deja algo. Así como cuando nosotros nos separamos de una persona querida, le damos una foto, inclusive con una hermosa dedicatoria, y no sabemos qué más darle para que nos tenga presente. Humanamente, no hay nada más que podamos hacer.

Cristo, que sí pudo dar algo más, les dio a sus discípulos y nos dió a nosotros, mucho más. Se quedó con nosotros. Cristo fue al Padre, pero permanece entre los hombres. Cristo, quiso quedarse entre nosotros, pero bajo otra apariencia, se quedó bajo la apariencia de pan y de vino.

Por eso en esa última cena cuando parte el pan les dice: “esto es mi cuerpo” y cuando les pasa el vino le dice: “esta es mi sangre”; y después les dice: “hagan esto en memoria mía”.

En cada misa, en el momento de la consagración, Cristo se hace presente en el pan y en el vino consagrados.

Cristo se hace presente, con su cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su divinidad. Este es el gran Misterio de Nuestra Fe, como decimos en cada misa, en cada partícula de hostia consagrada, en cada gota de vino consagrado, está Cristo, está todo Cristo… presente.

Pensemos en el amor y en la humildad de Jesús, que ha querido quedarse entre nosotros, pero sin asustarnos.

Cristo ha querido que pudiésemos comerlo sin que nos produzca repugnancia. Fue tan delicado para con nosotros, que se quedó como pan y vino, como cosas. Cosas que son comunes para nosotros.

¡Pero qué riesgo corrió Jesús! Se arriesgó a que lo mirásemos con indiferencia, como se mira un pedazo de pan.

Somos tan ciegos, que no podemos ver allí a Cristo.

A veces somos tan miopes, que no vemos detrás de ese pedazo de pan, que el sacerdote nos ofrece en cada comunión, en esa hostia consagrada que está colocada en la Custodia, a Cristo. No vemos. Hoy vamos a pedirle a Dios que podamos reconocer a Cristo en cada Eucaristía y digamos muchas veces durante este día.

La misa del Domingo: misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Hoy es uno de esos días que está muy metido en nuestra Iglesia. No siempre tenemos la oportunidad de acompañar al Señor Eucaristía, por las mismas calles y plazas por las que nosotros caminamos.

El Corpus Christi, fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor, es para nosotros un motivo que nos invita a creer y cuidar la presencia de Cristo en el pan y en el vino.

Además, en este Año de la Misericordia, esta fiesta alcanza aún más importancia porque, Dios, nos enseña a desprendernos de lo que haga falta (como Él lo hizo con Cristo) para salvar tantas situaciones tristes o de necesidad que ocurren en la vida de muchas personas. Una oración por Cáritas.

Iniciemos esta solemne eucaristía poniéndonos de pie y cantando.

(Pueden salir varios chicos con unas carteles: DIOS ES AMOR/DIOS ESTÁ AQUÍ/ANUNCIEMOS A JESÚS/etc.)

2. PENITENCIAL

2.1. El Señor, en este día del Corpus Christi, nos enseña nuevamente el amor tan grande que existe en su corazón. Pidamos perdón por las veces que somos signo de discordia y de rencor. Señor ten piedad

2.2. El Señor, en este día del Corpus Christi, nos invita a darnos a los demás. Muchas veces nos cerramos en nuestros propios intereses o cosas. Cristo, ten piedad

2.3. El Señor, en este día del Corpus Christi, nos anima a transformar o cambiar el mundo a mejor. ¿Por qué vemos como bueno lo que, para el hombre, a veces es destrucción o malo? Señor, ten piedad

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

Las lecturas que vamos a escuchar en este día nos hablan del poder, de la acción de Dios a través de los siglos. Dios nunca nos abandona. Además el participar en la Eucaristía es entrar en comunión con Dios, con Cristo en el Espíritu. Que veamos y vivamos la Eucaristía como una fuente de paz, de fuerza, de vida y de entrega.

4. PETICIONES

4.1. Por toda la Iglesia. Para que vaya anunciando la salvación y el conocimiento de Jesús a todos los pueblos de la tierra. Por las próximas jornadas mundiales de la Juventud. Roguemos al Señor.

4.2. Por los pobres. Para que en este día de la Caridad sientan nuestro compromiso, nuestra ayuda. Para que nunca miremos lo que damos sino las necesidades que hay en la tierra. Roguemos al Señor.

4.3. Por todos los que rechazan a Jesús. Por aquellos que lo han olvidado. Para que, esta fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor, despierte en ellos sentimientos de fe y de esperanza en Dios. Roguemos al Señor.

4.4. Por todos los niños que han recibido su primera comunión. Por todos los que en este día vamos a comulgar. Para que pensemos que, comulgar a Jesús, es luego anunciar y vivir su vida. Roguemos al Señor.

4.5. Por Todos los que estamos en esta celebración. Para que amemos más la Eucaristía, para que lleguemos con puntualidad, para que –después de la comunión- demos gracias a Dios por tener la posibilidad de celebrarla en nuestra parroquia. Roguemos al Señor.

5. OFRENDAS

5.1. CUSTODIA. Con esta custodia, Señor, queremos comprometernos ante Ti para ser testigos de tu amor. Que luego, cuando salgas a la calle dentro de ella, nos acordemos que la FE se ha de vivir de puertas hacia fuera y no en la comodidad de un templo.

5.2. Con este mural que refleja tantos dramas de nuestro mundo (pobres, terremotos, sida, etc.) queremos traer hasta tu altar nuestro deseo de trabajar y de contribuir a un mundo mejor en este día de la Caridad.

5.3. Finalmente, con el pan y el vino, recordamos aquel Jueves Santo en el que, para siempre, te quedaste en la Eucaristía. Entonces te acompañábamos hasta el Huerto de los Olivos, hoy –Señor- te acompañaremos por las calles y plazas de nuestro pueblo. ¡No nos dejes, Jesús!

6. ORACIÓN FINAL

Quédate, Señor, con nosotros
Tu Eucaristía es fuente de VIDA
Tu Eucaristía es fuente de LUZ
Tu Eucaristía es fuente de SALVACION
Quédate, Señor, con nosotros
Sin ella nuestra fe se debilita
Sin ella nos perdemos en el ruido
Sin ella la esperanza decae
Sin ella nos alejamos de tu Palabra
Quédate, Señor, con nosotros
Queremos ser custodias para llevarte
Queremos ser custodias para pregonarte
Queremos ser custodias para anunciarte
Queremos ser custodias para nunca perderte
Quédate, Señor con nosotros
Ayúdanos a ser mejores
Ayúdanos a venerar tu presencia
Ayúdanos a no olvidar tus caminos
Ayúdanos a servirte con corazón sincero
Quédate, Señor, con nosotros

7.- PROCESIÓN

Allá donde es costumbre y posible realizar una procesión con el Santísimo, es bueno el simbolizar que la EUCARISTÍA es fuente y cumbre de la vida cristiana. Delante del Santísimo pueden ir: los niños bautizados en el año (junto con sus padres y padrinos); las personas que han recibido la Santa Unción; los confirmandos; los niños de primera comunión; los que han contraído matrimonio durante el año. Y, simbolizando el Orden Sacerdotal y la Penitencia, pueden ir dos oferentes portando en una bandeja una estola y una casulla. Dos oferentes más, con un recipiente de ceniza en referencia a la conversión.

Es decir; es muy sugestivo y una gran catequesis que vayan delante del Santísimo todos los Sacramentos de la vida de la Iglesia. Si ello no es posible, queda muy bien el realizar 7 estandartes con la simbología de los 7 sacramentos. 

Donde no exista la posibilidad de realizar una procesión externa, es conveniente y muy gráfico, organizar por el interior de la misma iglesia una “mini procesión” y, en un determinado lugar del templo, realizar una parada (estación) y leer la oración que se sugiere al final de la misa familiar. También puede servir la oración que se propone al final de la homilía en Betania.

Corpus Christi: compartirse (Oración)

CORPUS CHRISTI: COMPARTIRSE

Hola Jesús. esta semana me invitas a celebrar la fiesta del Corpus Christi. Corpus Christi quiere decir el Cuerpo de Cristo. Ayúdame a entender bien cómo es eso de que tú nos alimentas con tu cuerpo.

El texto es una adaptación del evangelio de Lucas (Lc 9, 11-17):

Jesús estaba contándole a la gente cómo es el Reino de Dios. La gente disfrutaba oyéndole, tanto que a veces se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Además, Jesús curaba de sus enfermedades a muchos. Estar con él era como una gran fiesta. Pero aquel día había tanta gente que se les hizo tarde sin darse cuenta. Ya era casi de noche, y la gente no había traído nada para comer. Entonces los amigos de Jesús le dijeron: «Oye, diles que se vayan a sus casas, o a los pueblos de cerca, porque aquí no hay nada para cenar». Jesús les dijo: «¿Cómo los voy a mandar a sus casas a estas horas con el estómago vacío?

Dadles vosotros de comer». Lo miraron como si estuviera loco. Porque había muchísima gente, y ellos solo tenían cinco panes y dos peces. Se los enseñaron a Jesús, como diciéndole que con eso no daba ni para empezar. Pero Jesús los mandó callar y les pidió que juntasen a la gente en grupos. Y mientras lo hacían, el bendijo la comida y la empezó a partir y a poner en cestos. Y cuanto más daba, más había. Al final, hasta sobraron doce cestos.

Si el pan se reparte, pueden comer muchas personas. Piensa por ejemplo, en los cinco panes y dos peces. Si el amigo de Jesús se lo guarda para él, no comerá nadie más. Pero como lo reparte, entonces se multiplica. Es como si tú tienes un balón. Si te lo quedas para ti solo nadie más juega. Pero si lo compartes, muchos podrán jugar. Ahora piensa, tú, ¿qué compartes en la vida?

A veces si paso mucho tiempo sin comer, me entra mucha hambre. Se puede tener hambre de muchas cosas. De pan, de amor, de amistad, de alegría, de que en el mundo no haya tantas tragedias. Jesús responde al hambre compartiendo su vida. Su cuerpo es como el pan que se reparte. Le pido que me dé de comer también a mí.

Dame de comer tu pan,
dame de beber de Ti,
calma mi hambre y mi sed.
Que yo no quiero morir.

Dame de Tu ser la luz.
y renovarás mi fe.
Y en espíritu y verdad
Postrado te adoraré.
 

Dame de comer tu pan,
dame de beber de Ti,
calma mi hambre y mi sed.
Que yo no quiero morir.

Dame de comer interpretado por Siloé, «Es el momento.»

Fíjate en el cuerpo de Jesús y ahora pídele a Jesús que te ayude a ser como él.

Ser como tú

Jesús, tus ojos miran con cariño.
Que mis ojos sean como los tuyos.

Tus oídos escuchan al que pide ayuda.
Que mis oídos sean como los tuyos.

Tu corazón sufre con los que sufren.
Que mi corazón sea como el tuyo.

Tus manos acarician a todos.
Que mis manos sean como las tuyas.

Tus pies te acercan a los más pobres.
Que mis pies sean como los tuyos.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Comentario al evangelio – 21 de junio

Después de reivindicar su aparente valía humana atribuyéndose todos los honores posibles –pueblo, linaje, fe, martirio, caridad–, Pablo desbarata su propio discurso con una frase genuinamente cristiana: «Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad» (2Cor 11,30). La tendencia humana más común consiste en mostrar y asegurar las propias fortalezas para no sucumbir en la batalla. Pero el Apóstol dice presumir de su debilidad; o mejor, de lo que su debilidad muestra. Hay aquí, cuanto menos, una nueva forma de comprender su propia humanidad.

¿Por qué la debilidad –la cruz– es la gran querencia de los santos? ¿Qué revela tal debilidad para resultar tan apreciada por gente tan cabal? ¿Elogiar la debilidad no es acaso una forma de rendirse ante las adversidades del camino o de responder con pusilanimidad a las grandes cuestiones de la existencia? Las preguntas podrían multiplicarse en muchas direcciones. Pero la respuesta más alta y más fecunda la dieron los propios santos con la entrega de su vida. Allí donde experimentaron su mayor debilidad, hallaron la única firmeza verdaderamente tal. Porque lo que la fragilidad del creyente muestra no es su escasa consistencia humana sino la misericordia del Dios que le sostiene en ella.

Andar pertrechándose de títulos y grandezas es tanto como acumular hoy lo que la carcoma se llevará mañana. Descubrir en este mundo la gloria de la debilidad es tanto como echar desde la tierra raíces en el cielo. Si la única luz que nos hace fuertes es la nuestra propia, que está oscura, «¡cuánta será la oscuridad!» (Mt 6,23). 

Adrián de Prado Postigo cmf