1.- Yo quisiera que…
La Palabra de Dios (y no la mía por supuesto) moviera de tal manera el interior de los oyentes que les hiciera saltar de un antes tortuoso a un después lleno de felicidad
La Eucaristía (aquella que se necesita y a la que no se asiste con el piloto automático o por simple obligación) fuera la presencia real y misteriosa de un Jesús que alimenta los deseos de vivir según El.
Las catequesis se convirtieran en encuentros personales y comunitarios con la vida del Resucitado. Trampolines de un descubrimiento impresionante de Aquel que dio el todo por los hombres y no pasos obligados para comulgar, confirmarse o casarse por o en una iglesia.
Yo quisiera, como nos recuerda el Papa Francisco, que anunciásemos la misericordia del Señor más allá de códigos de conducta moral.
2.- Yo quisiera que…
Los sacerdotes fuésemos juglares y heraldos de un evangelio que ni se compra ni se vende sino que, a favor y en contra, se presenta tan y cual es. Que pregonásemos con convencimiento, y sin rubor alguno, un mensaje que desata reacciones de pasión y de odio, de interés e indiferencia, de vida o de sufrimiento. Que huyésemos de aquellas seguridades que, a veces, nos convierten en simples funcionarios o dispensadores de servicios.
La religiosidad popular (esa que expresamos exteriormente empujada por una fuerza interna) no se quedase reducida a los parámetros de la cultura, identidad, folclore o de las características de un pueblo.
El mundo (mi parroquia y mi pueblo, mi familia y mis amigos, mis compañeros y mis amistades, etc.,) acogieran a Jesús con la misma alegría y el mismo encanto que aquellos primeros apóstoles que dejaron todo por seguirle.
3.- Yo quisiera que…
Los medios de comunicación social se hicieran eco del mensaje del Evangelio como la mayor novedad para sus audiencias
Yo quisiera, como decía Santa Teresita del Niño Jesús, que este mundo fuera un pedazo de cielo. Porque a veces, también yo pienso en recurrir a esas “llamaradas” que pedían los entusiastas y cabreados amigos de Jesús ante la dureza y cerrazón de los samaritanos… y de nuestro propio mundo.
¿Cómo puede vivir este mundo tan de espaldas a lo que le podría hacer feliz?
¿Cómo pueden vivir en permanentemente ceguera los que intentan dirigir?
¿Cómo con tanto esfuerzo y trabajo no vemos aparentemente fruto?
Esta es nuestra misión; descubrir y hacer descubrir que JESÚS sigue siendo vital para un nuevo orden y una nueva situación de la humanidad. ¿Qué lo tenemos difícil? ¡Cuando ha sido fácil presentar sin fisuras e íntegramente su proyecto!
Este es nuestro empeño; hacer llegar a nuestras asambleas que, aquello que oyen y comen, rezan y practican, tiene una causa y un efecto, un poder y una realidad, un fin y un futuro: CRISTO
El Señor, aunque nos parezca todo lo contrario, nos sigue llamando. ¿Cómo le respondemos?
Que este verano, recién estrenado lejos de empujarnos a ser pirómanos de situaciones complicadas nos haga recuperar el sentido del evangelio como el mejor tonificante y refresco para tantas personas y almas quemadas.
4.- YO TAMBIÉN QUIERO SUBIR, CONTIGO
A esa Jerusalén, lugar de entrega y de esfuerzo
aunque, en la calzada, no todo sea compresión y abrazos
Quiero ser cristiano, y contigo Señor,
saber y sentir que –avanzar junto a Ti-
no siempre es fácil, no todo es aplauso
YO TAMBIÉN DESEO ASCENDER A LAS ALTAS CUMBRES,
y, desde las alturas,
llamar a la fe y a la esperanza a mis hermanos
compartir aquello que llevo dentro
y, lejos de detenerme en el sendero,
empujar a los que quieran vivir con aires distintos
YO TAMBIÉN ASPIRO A IR CONTIGO, SEÑOR
A la Jerusalén que en el cielo aguarda
A la Jerusalén que en el cielo se levanta
Con la fuerza de la Eucaristía
Con el cayado de tu Palabra, Señor
Con la infusión de los sacramentos
Con la voz de tu Iglesia, Señor,
quiero ir yendo, a una contigo,
y disfrutar de tu Reino prometido.
AYÚDAME, SEÑOR,
a estar siempre en decidida marcha
a pesar de las piedras
que salen o se arrojan a mi paso
Amén
Javier Leoz