Audaces para continuar la misión de Jesús

Nos encontramos ante un texto dirigido a presentar la misión que los discípulos y discípulas, en continuidad con la misión de Jesús, están llamados y llamadas a realizar.

El texto se articula a partir de diversas sentencias recogidas de la fuente Q que en Mateo está señaladas como parte de la misión de los Doce, mientras que Lucas las presenta dirigidas a un grupo más amplio de discípulos/as. La opción lucana de diferenciar la misión de los doce de la de este grupo más amplio se sustenta en su interés literario por presentar ya en vida de Jesús la tarea evangelizadora a la que están llamados los seguidores y seguidoras de Jesús tras la Pascua.

A diferencia de la misión de los doce, que está centrada en Israel (Lc 9,1-6), la de los setenta y dos señala ya a la misión futura de los creyentes en Cristo que han de anunciar el Reino a lo largo y ancho del Impero romano, a personas que no solo ya no son judías, sino que no han conocido a Jesús. Lucas es consciente de que en la vida de las comunidades de creyentes tras la Pascua las cosas ya no son iguales que cuando estaba Jesús y conoce los desafíos que implica vivir la misión en esos nuevos momentos, por ello intenta iluminar la nueva praxis con un argumento de autoridad, como es la palabra de Jesús, introduciendo ya en la narrativa evangélica la nueva experiencia de envío a la misión.

Esta inclusión del evangelista no es una mera ficción, sino que se hace eco de aquellos seguidores y seguidoras del Jesús histórico que no formaban parte de los doce pero que se implicaron activamente en el proyecto de Jesús y fueron orientando su vida al estilo de la propuesta del Maestro. Por tanto, estos setenta y dos discípulos que recuerda Lucas señalan una realidad histórica, pero busca a través de ella sostener la misión de todos aquellos y aquellas que la viven en su tiempo.

Vivir la misión

El texto comienza con el envío, un envío que llevará a los/as discípulos/a pueblos y lugares que Jesús no ha visitado aún. (Lc 10,1). De este modo la audiencia del evangelio de Lucas puede sentirse incorporada a la narración, pues ellas y ellos se han sentido enviados también a lugares donde Jesús todavía no es conocido.

Todas las instrucciones que Jesús les da remiten a la misión itinerante que fue central en la vida de Jesús pero que también fue determinante para la expansión del cristianismo por toda la cuenca mediterránea en el siglo I. En ellas se destacan tanto las dificultades que han de afrontar los misioneros y misioneras como el estilo con que han de afrontar el envío.

La conciencia de la inmensa tarea que tenían por delante podía asustar. Eran pocos y sabían que el mensaje del Reino no siempre era bien acogido (Lc 10,8-12). Por eso Jesús les recuerda que Dios está impulsando la misión junto a ellos (Lc 10,2) pero que no sean ingenuos, pues tendrán mucha oposición (Jesús fue el primero que la tuvo) y querrán arrebatarles su mensaje liberador (Lc 1,3).

Les recuerda también que el éxito de su misión no depende del poder que tengan, ni de los recursos que utilicen, sino que por el contrario depende del testimonio de su vida y de la pasión con que ellas y ellos mismos vivan el mensaje del Reino (Lc 10, 4). Y esto no es sólo una cuestión de austeridad, sino de un modo de ser y de estar que deje fluir la bondad, el perdón y el amor del Abba en quien Jesús les ha enseñado a creer (Lc 10, 17-20).

Quizá el modo de narrar y los ejemplos que se proponen en el texto responden al contexto de una cultura muy diferente a la contemporánea, pero lo importante es buscar hoy como caminar como discípulas y discípulos enviados a anunciar el Reino de Dios. Un anuncio que implica un estilo contracultural pero no anticuado. Un envío que nos lleva a sanar, reconciliar y dar esperanza, pero sin caer en la tentación de pactar con los poderes que nos pueden dar seguridad, pero nos quitan la libertad.

En el horizonte de nuestra misión está el Reino de Dios tal como Jesús lo entendió y lo vivió y no una religión o una doctrina. El mensaje por tanto de nuestra misión ha de ser siempre liberador y capaz de incluir y nunca excluir, capaz de denunciar la injustica y los poderes manipuladores y opresores. Y ante quien quiera domesticarlo o recortarlo “sacudamos el polvo de nuestras sandalias en la plaza” (Lc 10, 10-12) y continuemos nuestro camino.

Carmen Soto Varela

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I Vísperas – Domingo XIV de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS

DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Luz que te entregas!
¡Luz que te niegas!
A tu busca va el pueblo de noche:
alumbra su senda.

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas,
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla;
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMO 118: HIMNO A LA LEY DIVINA

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

SALMO 15: EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

LECTURA: Col 1, 2b-6b

Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

R/ Su gloria sobre los cielos.
V/ Alabado sea el nombre del Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

PRECES
Demos gracias al Señor, que ayuda y protege al pueblo que se ha escogido como heredad, y, recordando su amor para con nosotros, supliquémosle, diciendo:

Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.

Padre lleno de amor, te pedimos por el Papa, y por nuestro obispo:
— protégelos con tu fuerza y santifícalos con tu gracia.

Que los enfermos vean en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo,
— para que así tengan también parte en su consuelo.

Mira con piedad a los que no tienen techo donde cobijarse
— y haz que encuentren pronto el hogar que desean.

Dígnate dar y conservar los frutos de la tierra,
— para que a nadie falte el pan de cada día

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ten, Señor, piedad de los difuntos
— y ábreles la puerta de tu mansión eterna.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – 6 de julio

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 9,14-17
Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: « ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: « ¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan.»

3) Reflexión

• Mateo 9,14: La pregunta de los discípulos de Juan entorno a la práctica del ayuno. El ayuno es una costumbre muy antigua, practicada por casi todas las religiones. Jesús mismo la practicó durante casi 40 días (Mt 4,2). Pero no insiste con los discípulos para que hagan lo mismo. Les deja libertad. Por esto, los discípulos de Juan Bautista y de los fariseos, que se veían obligados a ayudar, quieren saber porqué Jesús no insiste en el ayuno. «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos y tus discípulos no ayunan?»
• Mateo 9,15: La respuesta de Jesús. Jesús responde con una comparación en forma de pregunta: “¿Pueden acaso los amigos del novio ponerse tristes, estar de luto, cuando el novio está con ellos?” Jesús asocia el ayuno con el luto, y él se considera el novio. Cuando el novio está con los amigos del novio, esto es, durante la fiesta de la boda, los amigos no necesitan ayunar. Durante el tiempo en que Jesús está con los discípulos, es la fiesta de la boda. No precisan ni pueden ayunar. Quizá un día el novio se vaya, entonces será un día de luto. En ese día, si quieren, pueden ayunar. Jesús alude a su muerte. Sabe y siente que, si continúa por este camino de libertad, las autoridades querrán matarle.
• Mateo 9,16-17: Vino nuevo en ¡pellejos nuevos! En estos dos versículos, el evangelio de Mateo presenta dos frases de Jesús sobre el remiendo de vestido nuevo y sobre el vino nuevo en pellejo nuevo. Estas palabras arrojan luz sobre las discusiones y los conflictos de Jesús con las autoridades de la época. No se coloca remiendo de vestido nuevo en ropa vieja. Porque al lavarla, el remiendo tira del vestido y se produce un desgarrón peor. Nadie pone vino nuevo en pellejo viejo, porque el vino nuevo por la fermentación hace estallar el pellejo viejo. ¡Vino nuevo en pellejo nuevo! La religión defendida por las autoridades religiosas era como ropa vieja, como pellejo viejo. Tanto los discípulos de Juan como los fariseos, trataban de renovar la religión. En realidad, lo que hacían era poner remiendos y por ello corrían el peligro de comprometer y echar a perder la novedad y las costumbres antiguas. No es posible combinar lo nuevo que Jesús nos trae con las costumbres antiguas. ¡O el uno o el otro! El vino nuevo hace estallar el pellejo viejo. Hay que saber separar las cosas. Muy probablemente, Mateo repite estas palabras de Jesús para poder orientar a las comunidades de los años 80. Había un grupo de judíos cristianos que querían reducir la novedad de Jesús al judaísmo de antes de la llegada de Jesús. Jesús no está contra lo que es “viejo”. Lo que él no quiere es que lo viejo se imponga a lo nuevo, y así empieza a manifestarse. No es posible releer el Vaticano II con mentalidad pre-conciliar, como algunos tratan de hacer hoy.

4) Para la reflexión personal

• ¿Cuáles son los conflictos entorno a las prácticas religiosas que hoy traen sufrimiento a las personas y son causa de mucha discusión y polémica? ¿Cuál es la imagen de Dios que está por detrás de todos estos preconceptos, normas y prohibiciones?
• ¿Cómo entender la frase de Jesús: “No colocar un remiendo nuevo en un vestido viejo?” ¿Qué mensaje saco de todo esto para mi comunidad, hoy?

5) Oración final

Escucharé lo que habla Dios.
Sí, Yahvé habla de futuro
para su pueblo y sus amigos,
que no recaerán en la torpeza. (Sal 85,9)

Vayamos contracorriente

El Papa Francisco, afirmaba hace unos años: “Dios da fuerza y valor para ir contracorriente. Hay que hacerlo y hemos de estar orgullosos de ello”. El Papa, posiblemente viendo el panorama internacional, los mártires por causa de la fe (cada año mueren en el mundo 20.000 personas por el hecho de ser cristianos), leyes que legislan en contra de la vida, etc. …animaba y nos anima a ser profetas, a ser sal y luz ya no diluirnos en lo políticamente correcto. A morir no martirialmente pero, tal vez, a morir cada día un poco por la causa de Jesús.

1.- Cuando uno se acerca al Evangelio, en este domingo, sabe de antemano que el anuncio del mensaje de Jesús conlleva (sobre todo en estos tiempos que nos toca vivir) no precisamente distinción, privilegio, clase, sino todo lo contrario: rechazo. El que pretenda lucir hoy una medalla en su pecho, el camino del Evangelio no es precisamente un pódium para conquistarla ni merecerla a los ojos de la sociedad. Pero Jesús, que siempre tiene palabras de ánimo, nos orienta y empuja de nuevo hacia la misión. ¡Poneos en camino!

Muchos intentarán que os quedéis quietos. Que vuestros criterios queden sepultados en el olvido. Responded con la fuerza de vuestras convicciones más profundas: lo que no hagáis nadie lo hará por vosotros ¡Mirad que os mando como corderos en medio de lobos! Pensaréis que muchos estarán con vosotros y, luego, os daréis cuenta que viven de espaldas con lo que dicen creer

2.- Responded con la constancia de vuestro trabajo. Las fieras también se pueden domesticar.

¡No andéis cambiando de casa! Entrad para conocer muy de cerca la realidad de los hombres y mujeres que os rodean. Pero, que esas circunstancias, no os impidan vivir con intensidad y con libertad vuestra relación con otras personas. Que la espesura del bosque no obstaculice la visión del horizonte al que estáis llamados.

¡No llevéis alforja, ni sandalias! Tened las manos libres para abrazar con libertad y sin condiciones. Soltad el volante de las falsas seguridades para agarraros a mi Palabra que nunca os ha de faltar ni defraudar. Y aquí entra de lleno aquella advertencia del Papa Francisco: “algunos hacen de su ministerio un simple carrerismo”.

¡Está cerca el reino de Dios! No perdáis la esperanza. Aunque todo os parezca estío e infructífero; vuestros esfuerzos baldíos; la siembra aparentemente perdida; la creatividad puesta en tela de juicio: pensad que Yo estoy cerca de vosotros. En la prueba y en el sufrimiento, en las dudas y en el esfuerzo es donde lleváis las mismas marcas que el anuncio del reino dejó en mi cuerpo

¡Vuestros nombres están inscritos en el cielo! Cesan las luchas en la tierra y comienza el descanso celeste

Se apagan las luces del mundo y se enciende la antesala del cielo

Cicatrizan las heridas causadas por el anuncio y empieza a divisarse aquello por lo que dimos la vida, las horas, la creatividad, el impulso, la sangre, y por lo que vertimos tantas lágrimas a tiempo y destiempo

¡Gracias, Señor, Tú eres la medalla de oro a la que yo aspiro!

3.- QUISIÉRAMOS SER, SEÑOR

Altavoces de tu Palabra,
allá donde, tal vez, no seas conocido
en aquellos rincones donde, tal vez,
seas despreciado o ignorado
¡No somos dos, Señor!
¡Somos muchos más!
Pero, no siempre, tenemos el valor suficiente:
Para dar razón de tu presencia
Para ser tus testigos con todas las consecuencias
¡Ayúdanos, Señor, a ponernos en camino!
Sin más amparo que el ancho cielo
Sin más apoyo que tu Espíritu
Sin más riqueza que la Eucaristía
Sin más aliento que tu Palabra

QUISIÉRAMOS SER, SEÑOR
Reflejo de tu amor, valor y de tu paz

Llevando al mundo esperanza
e ilusiones a los hombres que no la tienen
Aportando coraje donde exista debilidad
y caridad donde surja la pobreza
Tu Reino, donde reine la injusticia
y tu vida, donde hable demasiado la muerte

Javier Leoz

Comentario del 6 de julio

Mateo introduce la temática del ayuno en un marco de controversia. El evangelista nos dice que en cierta ocasión se acercaron a Jesús los discípulos de Juan el Bautista con una pregunta, que en realidad era una recriminación: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan? Entienden que ellos, lo mismo que los fariseos, hacen lo correcto; en cambio, los discípulos de Jesús no. Hay que suponer que han podido observar el comportamiento descuidado o transgresor de estos discípulos a quienes censuran como poco respetuosos de las observancias religiosas tradicionales. Y la censura alcanza al mismo Jesús, su Maestro, que les consiente este modo de actuar.

           La respuesta de Jesús, aunque significativa, tuvo que generar cierta perplejidad: ¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán? Jesús parece relacionar el ayuno con el duelo o con el luto (πενθειν), como si fuera una expresión de ese estado luctuoso y resultara incompatible con los tiempos festivos. Mientras el novio está con sus amigos no hay espacio ni para el duelo, ni para el ayuno, porque la amistad debe festejarse, y en este contexto celebrativo no cabe el llanto; tampoco cabe el ayuno. Pero Jesús anuncia un día no muy lejano en que a los amigos les sea arrebatado el novio y entonces ayunarán, ayunarán porque se verán privados de una presencia tan querida y celebrada. Jesús está aludiendo seguramente a su muerte próxima y al estado de orfandad en que quedarán sus discípulos: literalmente, una situación de duelo, porque habrán perdido a su Maestro y Señor y no sabrán cómo consolarse. Esa ausencia que deja en situación de orfandad es equiparable a un verdadero ayuno: ayuno de presencia y proximidad del amigo y esposo. Y con ese ayuno, vendrán otros, ligados a esa amistad o a la misión asumida en razón de esa amistad y discipulado.

           A Jesús no parece importarle demasiado que sus discípulos no cumplan con la observancia del ayuno. Lo que le interesa es que se afiance su unión con él; porque de esta relación de amistad brotarán todas las renuncias o privaciones exigidas por ella. En otro lugar del evangelio se dice: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. ¿No hay en esta negación de sí mismo una exigencia de ayuno de efectos incalculables? De hecho, los discípulos de Jesús ya habían tenido que ayunar de muchas cosas: todas esas cosas que dejaron(familia, trabajo, status social, afincamiento) por seguir a alguien que no tenía dónde reclinar la cabeza. ¿O es que no eran ayunos sus muchas renuncias? Finalmente, llegarán a perder –no hay mayor ayuno que éste- la propia vida por causa de Cristo y su evangelio. ¿Para qué conceder tanta importancia a esos ayunos propios de la observancia religiosa judía cuando en el seguimiento de Jesús estaban implicando la entera vida?

           Era esta relación la que habría de marcar por completo su existencia de discípulos ganados para la causa, de modo que en adelante su vida llevaría los rasgos y las huellas, las heridas incluso, de la vida del Crucificado. De aquí, de esta amistad y seguimiento renovados con la Resurrección y el envío del Espíritu Santo, brotará una vida entregada a la causa del Evangelio y dispuesta a las mayores renuncias (resp. ayunos), una vida martirial. Y no hay vida mejor dispuesta para el ayuno que la vida del mártir. Realmente, cuando se llevaron al novio, ayunaron, porque lloraron su muerte; y cuando el novio les fue devuelto por la resurrección, recuperaron la alegría, pero teniendo que aceptar la despedida implicada en la Ascensión, una despedida sin embargo que no impidió la llegada del Espíritu consolador y con ella el consuelo de su presencia espiritual. En medio de este consuelo llevaron a cabo entre privaciones, ayunos y persecuciones la misión encomendada hasta la hora suprema del martirio: ayuno (=pérdida) de la propia vida por causa del Novio y a la espera de su encuentro definitivo con él.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

51. En el siglo III, san Sebastián era un joven capitán de la guardia pretoriana. Cuentan que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo.

Dios nos llama para ser misioneros

1.- SENTIR CON LA IGLESIA. – Jerusalén, capital del antiguo reino de Israel, ciudad codiciada por su historia, por su honda tradición religiosa. Disputada aún hoy por árabes y judíos, siendo su posesión un punto que los hebreos no quieren ni siquiera mencionar. En la Biblia Jerusalén queda constituida como símbolo de la Iglesia de Cristo, prototipo de la ciudad de Dios. Desde este ángulo tenemos que interpretar los cristianos cuanto se dice en los libros sagrados acerca de Jerusalén. Hoy nos invita el profeta Isaías a exultar con ella, a llenarnos de gozo cuantos la amamos, todos cuantos somos ciudadanos de esta gran ciudad… Mas para gozar con la Jerusalén victoriosa, es necesario haber sufrido con la Jerusalén oprimida. Es preciso llorar con la Iglesia cuando la Iglesia llora, sufrir cuando ella sufre. Hay que sentir con la Iglesia, latir al unísono con su corazón de madre.

He aquí, dice el Señor, que voy a derramar sobre Jerusalén la paz como un río, la gloria de las naciones como un torrente desbordado. Dios llenará de consuelo a cuantos se encuentren en el recinto de la Iglesia. Como cuando a uno le consuela su madre, dice el Señor, así os consolaré yo a vosotros. Como consuela una madre. No pudo el Señor buscar una comparación más entrañable, más cercana al corazón huérfano del hombre. Como una madre, de la misma forma, con la misma ternura, con el mismo cariño.

Y vosotros lo veréis, sigue diciendo el profeta, y latirá de gozo vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba… Nuevos brotes en estos sarmientos respaldos por el paso del tiempo. Nuevos sueños, nuevas ilusiones, un nuevo despertar a la vida de tus ojos, tan apagados ya por los años y las lágrimas.

2.- LA MIES ES MUCHA. – Dios que nos creó sin necesidad de nuestra colaboración, pudo salvarnos también sin que nosotros interviniéramos. Sin embargo, no ha sido así. En la nueva creación que supone nuestra redención, el Señor ha querido que fuéramos colaboradores suyos, que tuviéramos una parte, e importante, en la tarea de nuestra salvación y en la de todos los hombres. En efecto, como dice san Agustín, Dios que nos creó sin nosotros no nos salvará sin nosotros. Cuando Jesucristo redime al hombre, le llama a una vida sobrenatural que implica una respuesta y un compromiso. Así Dios toma la iniciativa en la llamada, pero el encuentro salvador no se realiza sin la respuesta del hombre.

Además de esta participación en la propia salvación, los hombres, porque Dios lo ha querido, tenemos también una participación en la salvación de los demás. En primer lugar llamó a los doce apóstoles para que predicaran el Evangelio, pero también llamó a otros setenta y dos para que fueran delante de Él anunciando su llegada a la gente, preparándolos para recibir al Señor. Aquello no fue más que el principio de una larga historia que se prolonga a lo largo de los siglos. Hoy, de modo particular, se insiste en la responsabilidad de todos, también de los laicos, en la obra de la salvación por medio de la predicación del Evangelio. Así se ha hablado mucho de la llegada a la edad madura de todo aquel que ha sido bautizado.

Se ha profundizado en la responsabilidad personal e intransferible que tiene cada creyente en difundir el mensaje de Cristo, según su propio estado y condición. Es cierto que el modo de predicar el Evangelio en el caso de los seglares no ha de consistir en predicar en las iglesias, o en subirse al ambón a leer una de las lecturas de la misa. Eso está bien -si se hace bien-, pero la responsabilidad de predicar el Evangelio tiene un alcance mucho mayor, una repercusión más comprometida y costosa. Se trata de predicar sobre todo con el ejemplo, dando un testimonio sincero de vida cristiana y dando la cara cuando sea preciso por la doctrina de Cristo.

Las palabras de Jesús siguen teniendo vigencia. También hoy es mucha la mies y pocos los obreros. Hay que reconocer que en el mundo que vivimos es mucha la tarea y escaso el número de los que son responsables, con seriedad, en esta empresa de transformar el mundo, según la mente de Cristo. De ahí que hayamos de rogar, una y otra vez, al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies, para que despierte la conciencia dormida de tantos como se dicen cristianos y no lo son a la hora de dar la cara por Cristo, en esos momentos en los que hay que ir contra corriente y defender a la Iglesia y al Papa, confesar sin ambages, con obras sobre todo, nuestra condición de cristianos.

Antonio García-Moreno

Dios nos llama para ser misioneros

Si el domingo pasado escuchábamos una llamada de Jesús a seguirle, y éramos invitados a responder con valentía a esa llamada, hoy la liturgia de la palabra nos habla de envío. Y es que Dios nos llama para ser misioneros, para llevar a todo el mundo la buena noticia del Evangelio. La idea que recorre todas las lecturas de este domingo es la universalidad de la salvación. Dios quiere que todos se salven, y por eso cuenta con nosotros para que llevemos esta gran noticia a todos los rincones de la tierra.

1. “Yo haré derivar hacia Jerusalén, como un rio, la paz”. La primera lectura, del libro del profeta Isaías, es un texto lleno de esperanza y de consuelo. La ciudad de Jerusalén había quedado devastada tras el exilio de Babilonia, escucha ahora de labios del profeta una promesa de parte de Dios: restaurará la ciudad, la llenará de vida y de alegría. Isaías utiliza expresiones tomadas de la ternura de una madre que lleva en brazos a sus criaturas, que las acaricia sobre sus rodillas. Y el motivo de tanta esperanza es que Dios traerá a la ciudad la ansiada paz. Este es el motivo de tanta alegría. La ciudad de Jerusalén es símbolo de la Iglesia, la nueva Jerusalén. La primera lectura de hoy nos invita a contemplar nuestra Iglesia, que también se encuentra necesitada de esperanza. Hoy vemos a nuestra querida Iglesia que pasa por tantas dificultades. Muchas veces nos quejamos de que no viene la gente a la Iglesia, de que siempre somos los mismos… Vemos nuestro mundo y descubrimos en él una gran indiferencia hacia todo lo que suene a religión o a cristianismo. Los problemas dentro de la misma Iglesia, las divisiones, el antitestimonio por parte de muchos eclesiásticos, todo ello nos entristece. Pero en medio de esta tristeza hoy vuelve a resonar el canto de esperanza y de consuelo del profeta Isaías. Dios nos dará la paz abundantemente.

2. “Descansará sobre ellos vuestra paz”. En el Evangelio de hoy escuchamos la continuación del pasaje del domingo pasado. Después de hablar sobre la radicalidad del seguimiento de Jesús, mientras va de camino hacia Jerusalén, el mismo Jesús envía a setenta y dos de sus discípulos para que vayan a las aldeas a donde pensaba ir Él. Los envía de dos en dos con una misión muy concreta: llevar la paz allí donde vayan. Jesús comienza el envío recordando que la mies es mucha y los obreros son pocos. Esto mismo sigue sucediendo hoy en día. La mies es el mundo, especialmente aquellos que no conocen a Cristo o que, conociéndolo, se mantienen indiferentes ante su mensaje de salvación. Jesús envía a estos discípulos con instrucciones de ir de prisa, sin detenerse, pues es urgente el anuncio del mensaje del Evangelio. El pasaje del Evangelio concluye con la vuelta de los discípulos, que relatan a Jesús el éxito de su misión: “Hasta los demonios se nos sometían en tu nombre”. El mansaje de la paz lleva consigo una lucha contra el mal, contra el demonio. No puede haber paz allí donde el demonio campa a sus anchas creando división. Por ello, la misión que Jesús encomienda a sus discípulos, y también hoy a nosotros, es la de luchar contra el mal haciendo el bien.

3. “Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús”. En la segunda lectura, san Pablo nos da testimonio de cómo ha de ser un verdadero discípulo de Cristo. En su carta a los Gálatas asegura que el mundo está crucificado para él, pues si se ha de gloriar no es en otra cosa sino en la cruz de Cristo. Y esto es lo que traerá la paz verdadera y la misericordia de Dios sobre Israel y sobre el mundo entero. Jesús, por medio de su entrega en la cruz, ha vencido al mal. El mismo Cristo, cuando aparece resucitado después de haber triunfado sobre la muerte con su resurrección, al aparecerse a sus discípulos, les saluda con la paz. Esta paz, que no es sólo ausencia de guerra, sino la vida misma vivida desde el amor y desde el perdón, sólo nos la puede dar Cristo, que la ha alcanzado con su muerte y resurrección. Por ello, como nos enseña hoy san Pablo, si queremos ser también nosotros apóstoles que, como él y como los setenta y dos discípulos, anunciemos la buena noticia del Evangelio de Jesús, lo hemos de hacer con nuestra propia vida, luchando contra el mal con el amor, con el perdón y la misericordia. De este modo, no sólo la ciudad de Jerusalén, sino también toda la Iglesia y el mundo entero se llenarán de la verdadera paz que el profeta Isaías anuncia hoy en la primera lectura.

En la Eucaristía, como hacemos cada día, después de rezar el Padrenuestro, nos daremos la paz. Es un signo bien sencillo, que lamentablemente hemos convertido muchas veces en un momento para saludarnos unos a otros. Es en realidad un gesto por el cual deseamos que la paz de Cristo habite en los demás y reine en el mundo entero. Hoy, el Señor nos llama y nos envía como a los setenta y dos discípulos, para que seamos mensajeros de esa paz en medio de nuestro mundo. Vivamos cada día según este mismo espíritu, luchando contra el mal a base de hacer el bien. Así seremos mensajeros auténticos de una paz que sólo Dios puede dar y que el mundo tanto necesita.

Francisco Javier Colomina Campos

Ser personas de paz y mensajeros de la paz

1.- Mirad que os envío como cordero en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero; “paz a esta casa”. Y si hay allí gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Empecemos por analizar qué puede significar hoy predicar en medio de lobos. Necesariamente, tenemos que referirlo hoy a lo difícil que nos puede resultar hoy predicar el evangelio en nuestra sociedad muy agnóstica e indiferente a lodo o religioso. No nos van a atacar como lobos, por supuesto, pero tanto los políticos, como los empresarios, y la demás gente pública tenderá a pasar fácilmente de nosotros. Como cristianos y como discípulos de Jesús debemos predicar nuestra fe con amor y con ardor, peri sin esperar recompensar y premios personales. Y, por supuesto, para predicar la paz evangélica, lo primero que debemos hacer nosotros es ser gente de paz, en nuestra vida diaria y en el desempeño de nuestras actividades públicas. Ser gente de paz no quiere decir en ningún caso que tengamos que ser personas que nos mostremos de acuerdo con todos los demás. Cristo no estuvo de acuerdo frecuentemente, ni con las autoridades civiles de su tiempo, ni con las autoridades religiosas. Fue un hombre paz y predicador de la paz, sabiendo llevar la contraria a unos y otros. Lo importante era predicar siempre y hacer la voluntad de su padre. A sí debemos hacer también nosotros. Otro de los aspectos que nos recomienda hoy el relato evangélico, según san Lucas, es la sobriedad y austeridad que debemos tener en nuestra predicación y en nuestro modo de vivir en general. En fin, podríamos decir bastantes más cosas, sobre la paz, sobre predicar la paz y sobre el ser personas de paz. Pero que cada uno lo medite por su cuenta y que llegue a las conclusiones que debe de llegar.

2.- Así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como un río la paz”. El profeta Isaías es el cantor por excelencia, entre todos los profetas, de la esperanza y de la paz mesiánica. En este texto se refiere a la paz que tendrá Jerusalén después del destierro. Todos nosotros, los cristianos, debemos ser personas llenos de esperanza en la salvación última, en nuestra salvación final. Esta esperanza debe llenarnos de paz interior y de paz personal, en general. Sin esperanza cristiana y sin paz cristiana, no existiría el cristianismo. Esta vida está llena de problemas y contrariedades; sólo una fe y una esperanza en una vida futura puede alimentar nuestro diario vivir y llenarnos de paz. Naturalmente, nuestra esperanza no se basa en nuestros propios méritos, sino en los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Por supuesto que, aunque nuestra salvación sea gratuita, es necesaria nuestra colaboración personal y nuestro esfuerzo, porque Dios nos ha hecho libres para decir sí o no a la gracia de Dios.

3..- Lo que cuenta no es la circuncisión o incircuncisión, sino la mueva criatura La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma. Que san Pablo fue una nueva criatura desde el momento mismo de su conversión lo dice toda su nueva vida y obras. Desde el momento mismo de su conversión lo único importante para él fue Cristo, ya no vivía él por sí mismo, sino que para él la vida fue Cristo, el Cristo resucitado y redentor. A partir de su misma conversión fue un hombre nuevo, lleno de la paz y de la misericordia de Cristo. Así debemos ser todos los cristianos, personas llenas de la paz y de la misericordia de Cristo, de la paz y de la misericordia de Dios. Debemos ser personas que prediquemos siempre la paz y la misericordia, naturalmente una paz y una misericordia cristiana, que en muchos caso será mucho más que la paz y la misericordia social y política.

Gabriel González del Estal

La paz de Dios

De pocas palabras se ha abusado tanto como de la palabra «paz». Todos hablamos de «paz», pero el significado de este término ha ido cambiando profundamente alejándose cada vez más de su sentido bíblico. Su uso interesado ha hecho de la paz un término ambiguo y problemático. Hoy, por lo general, los mensajes de paz resultan bastante sospechosos y no logran mucha credibilidad.

Cuando en las primeras comunidades cristianas se habla de paz, no piensan en primer término en una vida más tranquila y menos problemática, que discurra con cierto orden por caminos de un mayor progreso y bienestar. Antes que esto y en el origen de toda paz individual o social está la convicción de que todos somos aceptados por Dios a pesar de nuestros errores y contradicciones, todos podemos vivir reconciliados y en amistad con él. Esto es lo primero y decisivo: «Estamos en paz con Dios» (Romanos 5,1).

Esta paz no es solo ausencia de conflictos, sino vida más plena que nace de la confianza total en Dios y afecta al centro mismo de la persona. Esta paz no depende solo de circunstancias externas. Es una paz que brota en el corazón, va conquistando gradualmente a toda persona y desde ella se extiende a los demás.

Esa paz es regalo de Dios, pero es también fruto de un trabajo no pequeño que puede prolongarse durante toda una vida. Acoger la paz de Dios, guardarla fielmente en el corazón, mantenerla en medio de los conflictos y contagiarla a los demás exige el esfuerzo apasionante pero no fácil de unificar y enraizar la vida en Dios.

Esta paz no es una compensación psicológica ante la falta de paz en la sociedad; no es una evasión pragmática que aleja de los problemas y conflictos; no se trata de un refugio cómodo para personas desengañadas o escépticas ante una paz social casi «imposible». Si es verdadera paz de Dios se convierte en el mejor estímulo para vivir trabajando por una convivencia pacífica hecha entre todos y para el bien de todos.

Jesús pide a sus discípulos que, al anunciar el reino de Dios, su primer mensaje sea para ofrecer paz a todos: «Decid primero: paz a esta casa». Si la paz es acogida, se irá extendiendo por las aldeas de Galilea. De lo contrario, «volverá» de nuevo a ellos, pero nunca ha de quedar destruida en su corazón, pues la paz es un regalo de Dios.

José Antonio Pagola