II Vísperas – Domingo XIV de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo

La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.

Antes del día.
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.

La fe velando,
para verte de noche
resucitando.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

SALMO 113B: HIMNO AL DIOS VERDADERO

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y otro,
hechura de manos humanas:

Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

Tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendita a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: 2Ts 2, 13-14

Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os escogió como primicias para salvaros, consagrándoos con el Espíritu y dándoos fe en la verdad. Por eso os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida.
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los discípulos volvieron muy contentos y dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten». Jesús les contestó: «Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los discípulos volvieron muy contentos y dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten». Jesús les contestó: «Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

PRECES

Demos gloria y honra a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que, por medio de él, se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor nuestro, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate de tu pueblo, Señor.

Señor Jesús, Sol de justicia que ilumina nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche, te pedimos por todos los hombres; 
— que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz, que no conoce el ocaso.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre,
— y santifica a tu Iglesia, para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
— y que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz 
— y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge, Señor, las almas de los difuntos
— y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, concede a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen también la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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El Reino es vida, que solo puede surgir de la vida

Solo Lc narra este episodio. En el c. 9, ya había narrado el envío de los 12. No es verosímil que este relato sea histórico. Quiere acentuar el carácter universal de la predicación, pero Mt dice expresamente que no entren en tierra de paganos ni vayan a ciudades de Samaria. 70 era el número de las naciones gentiles, según Génesis. Para los demás evangelistas, el límite de la gentilidad estaba en la frontera de Galilea; para Lc se encuentra en la misma Samaria.

El domingo pasado se hablaba del fracaso de los discípulos en su intento de preparar el camino a Jesús en su subida a Jerusalén. Probablemente, Lc quiere poner este envío de “otros setenta y dos” para dejar un buen sabor de boca. Estos vuelven “muy contentos” de sus correrías y tienen mejor acogida que los discípulos. “De dos en dos”, porque para los judíos la opinión de uno solo no tenía ningún valor en un juicio, y los misioneros son, sobre todo, testigos. También, porque el mensaje debe ser proclamado siempre por la comunidad.

No penséis que se trata de enviar a un número de especialistas en comunicación. No se trata de enviar a unos cuantos escogidos. Ni siquiera dice que fueran discípulos. Presupone que todo cristiano por el hecho de serlo, tiene la misión de proclamar la buena noticia que él vive. El modo de esa predicación puede ser diferente, pero la base, el fundamento de toda predicación, es la vida misma del cada cristiano. Vivir como cristianos es la mejor predicación y la que convence. En cada instante estamos predicando, para bien o para mal.

No es fácil delimitar lo estrictamente histórico de este relato. Además de que solo Lc lo narra, exigiría un grado de organización que no se percibe en el grupo de los que han seguido a Jesús. El simbolismo del número 12 y 70 nos invita a pensar que son relatos elaborados por la comunidad, más tarde. Por otra parte, para predicar El Reino, se necesita haberlo comprendido y experimentado. Los evangelios se encargan de manifestar que antes de la experiencia pascual ni los doce se habían enterado de nada.

Las recomendaciones de Jesús son la clave de todo anuncio del mensaje cristiano. Están puestas en boca de Jesús, pero son las condiciones mínimas que debía tener todo cristiano para llevar la Buena Noticia a los demás. En ningún caso se habla de doctrina que tienen que enseñar o de normas morales que deben exigir. Se trata de comunicar lo que Dios es, para todos, sin condiciones ni excepciones. Esa tarea la cumplió la primera comunidad en todas partes. Es la tarea que tiene que llevar a cabo todo cristiano en cualquier tiempo y lugar.

“Poneos en camino”. La itinerancia es la clase de vida que eligió Jesús cuando se decidió a proclamar su buena noticia. El domingo pasado nos decía que no tenía donde reclinar la cabeza. Este desapego de toda clase de seguridades es la actitud básica y fundamental que debe adoptar todo enviado. El anuncio no se puede hacer sentado. Seguir a Jesús exige una dinámica continuada. Nada se puede comunicar desde una cómoda instalación personal. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas del mensaje de Jesús.

“Os mando como ovejas en medio de lobos”. Cuando se escribieron los evangelios, las primeras comunidades cristianas estaban viviendo la oposición, tanto del mundo judío como del pagano. Denunciar la opresión, o poder despótico, no puede agradar a los que viven desde esa perspectiva, y sacan provecho de ella a costa de los demás. Por desgracia, cuando el cristianismo adquirió poder, se comportó como lobo en medio de corderos. El provecho personal, o el de la institución, no es buena noticia para nadie.

“Ni talega ni alforja ni sandalias”. La pobreza material es solo signo del abandono de toda seguridad. Significa no confiar en los medios externos para llevar a cabo la misión. No debemos hacer de la predicación un logro humano. Se trata de confiar solo en Dios y el mensaje. No buscar seguridades de ningún tipo, ni en el dinero, ni en el poder, ni en el prestigio, ni en los medios. Tenemos la obligación de utilizar al máximo los medios que la técnica nos proporciona, pero no debemos poner nuestra confianza en ellos.

“No os detengáis a saludar a nadie por el camino”. No se trata de negar el saludo a los que se encuentren en el camino. “Saludar” tenía para ellos, un significado muy distinto al que tiene para nosotros. El saludo llevaba consigo un largo ceremonial que podía durar horas o días. Esta recomendación quiere destacar la urgencia de la tarea a realizar. Seguramente está haciendo referencia a la inmediata llegada del fin de los tiempos, en que las primeras comunidades cristianas creyeron a pies juntillas.

“Decid primero: ¡Paz! Para entender esta recomendación hay que tener en cuenta el sentido de la “paz” para los judíos de aquel tiempo. “Shalom” no significaba solo ausencia de problemas y conflictos, sino la abundancia de medios para que un ser humano pudiera conseguir su plenitud humana. Llevar la paz es proporcionar esos medios que hacen al hombre sentirse a gusto e invitado a humanizar su entorno. Significa no ser causa de tensiones ni externas ni internas. Sería ayudar a los hombres a ser más humanos.

“Comed y bebed de lo que tengan”. Esta es de las más difíciles. Ponerse al nivel del otro. Aceptar sus costumbres, su cultura, su idiosincrasia… Se trata de estar disponible para todos, sin esperar nada a cambio, pero aceptando con humildad lo que den; siempre que sea lo indispensable. ¡Qué difícil es no imponer lo nuestro! Muchos intentos de evangelizar han fracasado por no tener esto en cuenta. Lo más difícil es aceptar la dependencia de los demás en las necesidades básicas: no poder elegir ni lo que comes ni con quien comes.

Curad. No se refiere solo a las enfermedades físicas. De hecho los 70 solo hacen alusión a que los demonios se les sometían. Seguimos dando demasiada importancia a la salud corporal, sin enterarnos de que con una grave enfermedad puede un ser humano alcanzar su plenitud. Curar significa alejar de un ser humano todo aquello que le impide ser él. Hoy las enfermedades físicas están cubiertas por la medicina. Pero ¿qué pasa con las enfermedades psíquicas y mentales, que arruinan la existencia de tantas personas?

“El reino, que es Dios, está cerca”. Nada de peroratas teológicas, ni discursitos apologéticos, ni propagandas ideológicas. Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama. Predicar el reino, que es Dios, es hacer ver a cada ser humano que Dios es algo cercano, que es lo más hondo de su propio ser, que no tiene que ir a buscarlo a ningún sitio raro, ni al templo ni a las religiones ni a las doctrinas ni a los ritos ni al cumplimien­to de la norma. Dios es (está) en ti. Descúbrelo y lo tendrás todo…

Sin estas condiciones, la predicación se hace inútil. No es nada fácil salir de la dinámica de la propaganda, del proselitismo a toda costa, buscando más el potenciar la institución que el servicio de las personas. El que va a proclamar el Reino de Dios tiene que manifestar que pertenece a ese Reino. Tiene que responder a las necesidades del otro. Tiene que estar dispuesto al servicio en todo momento. No debe exigir absolutamente nada, ni siquiera la adhesión. Tiene que limitarse a hacer una oferta.

Meditación

¿Cuál es tu preocupación primera?
¿Es la comida, el vestido, la salud, la casa, el prestigio?
De esas necesidades básicas tienes obligación de ocuparte,
siempre que la prioridad sea el desplegar tu humanidad.
Escucha, sobre todo, tu ser profundo;
lo que él te pida, te llevará a plenitud y felicidad.

Fray Marcos

Homenaje a los apóstoles anónimos

Las instrucciones de Jesús a los discípulos cuando los envía de misión, en el evangelio de Mateo se dirigen a los Doce, pero en el de Lucas a setenta y dos. En la perspectiva de Lucas, la misión no es obra de un pequeño grupo de selectos; si el mensaje del evangelio se difundió por el imperio romano fue gracias a gran número de personas anónimas, igual que ocurre en nuestros días.

Tres advertencias previas sobre el evangelio

1) Entre el envío de los setenta y dos y su vuelta introduce Lucas otras palabras de Jesús (sobre Corozaín y Betsaida, etc.), que la liturgia ha suprimido.

2) El discurso de Jesús tiene unas palabras muy duras contra los pueblos que no acojan a los discípulos; en nuestra época tan políticamente correcta pueden escandalizar a algunas personas.

3) En consecuencia, la liturgia ofrece la posibilidad de dos lecturas: una larga y otra breve (en ningún caso el texto completo de Lucas 10,1-20). Me limito a la segunda.

Lectura breve políticamente correcta (Lucas 10,1-12)

Curiosamente, lo primero que deben hacer los setenta y dos es rezar para que el Señor envíe operarios a su mies. El tema empalma con el del domingo pasado, a propósito de los tres casos de vocación. Jesús hablaba con tanta dureza que parecía no querer seguidores. Aquí queda claro que son absolutamente necesarios y hay que pedir al dueño de la mies que los envíe. El dueño de la mies no es Dios Padre, sino el mismo Jesús, que les ordena ponerse en camino. Con una advertencia y unas órdenes.

La advertencia: la tarea no será fácil ni agradable. Van como corderos en medio de lobos. Mateo, cuando copia esta frase, añade otras palabras de Jesús: “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Haced lo posible para que el lobo no os coma. Lucas ve otro tipo de peligro en los lobos y otra forma de afrontarlo. El peligro no es la dentellada que provoca la muerte sino la que desprestigia y tira por tierra el mensaje del evangelio. El imperio romano estaba repleto de grupos y predicadores religiosos parecidos a muchos de los actuales que utilizan la religión como forma de ganarse la vida. Por eso, la mejor forma de evitar las dentelladas de los lobos es llevar una forma de vida pobre y austera: No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias. La talega hace referencia al dinero, la alforja al alimento, las sandalias al vestido.

Luego añade unas palabras que sólo se encuentran en su evangelio: y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Eso mismo le dijo el profeta Eliseo a su criado Guejazí, un día que lo envió a una misión urgente (curar al hijo de la sunamita). Lucas, que conocía el Antiguo Testamento de memoria, pensó que este momento era el adecuado para poner en boca de Jesús las mismas palabras. La misión de los discípulos es urgente, no se puede perder el tiempo charlando a mitad de camino.

¿Qué hacer cuando llegan a un pueblo o aldea? Jesús concede una importancia capital al alojamiento, insistiendo en no cambiar de casa. Probablemente refleja su experiencia personal; y Lucas, la de los primeros misioneros. El cambiar de casa puede provocar muchos celos y tensiones.

Las palabras siguientes resultan extrañas en este sitio: Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el Reino de Dios». Los discípulos ya habían llegado a un pueblo y habían sido bien acogidos por una familia, que les da de comer. Si Lucas hubiera escrito con ordenador, quizá habría marcado bloque, cortado y pegado, cambiando el orden de las frases. O quizá no, porque este orden ilógico deja para el final, dándole mayor importancia, la misión de los discípulos: curar a los enfermos y anunciar la cercanía del Reino de Dios.

Lectura del libro de Isaías 66,10-14c

El texto, muy poético, puede desconcertar al lector moderno. Por eso comienzo con dos aclaraciones:

1) Para un judío, Jerusalén representa infinitamente más que para un católico Roma o el Vaticano. Desde el siglo VI a.C. hasta el tiempo de Jesús, que fueron los siglos más duros en la historia de Judá (dominio sucesivo de babilonios, persas, griegos y romanos), la mayor esperanza se centraba en la gloria y esplendor de Jerusalén. El tema aparece en numerosos textos proféticos y Salmos.

2) Jerusalén es representada como ciudad y como madre. Como ciudad, quedó destruida después de la conquista de los babilonios en el año 586 a.C. Como madre, se vio desprovista de hijos, porque fueron deportados. Y los hijos, a su vez, están desprovistos del alimento y el cariño de su madre.

En este contexto, el profeta proclama su mensaje utópico, centrado en la vuelta de los hijos a su madre: la mayor alegría para Jerusalén y el mayor consuelo para los desterrados. También habla, en el centro, de la paz y la riqueza que inundarán la ciudad. Un mundo maravilloso de alegría, consuelo, paz y esplendor.

¿Cómo se consigue? ¿Qué deben hacer los judíos? Según este poema, nada. Todo lo hace Dios. Es él quien hace derivar hacia Jerusalén la paz y la riqueza de las naciones; es él quien consuela. Es él quien manifiesta a sus siervos su poder (su mano), como dice la última frase del poema.

Dos formas de utopía: el contraste entre Isaías y el evangelio

El mundo utópico de Isaías se realiza sin esfuerzo alguno, por pura obra de Dios. En cambio, el mundo utópico que predican Jesús y los discípulos conlleva mucho sacrificio y esfuerzo. Además, es un mensaje que puede ser rechazado, como le ocurrió al mismo Jesús en Corozaín y Betsaida. Pero la última palabra es de victoria y esperanza: Satanás, símbolo de la oposición al evangelio, cae del cielo como un rayo, mientras que los discípulos triunfan sobre los espíritus inmundos y, sobre todo, sus nombres están escritos en el cielo [en la versión larga del evangelio].

Además, y esta es la gran aportación de Lucas, esos discípulos enviados a la misión no son un grupo de superselectos. Todos hemos conocido gente que nos ha hecho gran bien desde el punto de vista humana y cristiano, que nos han anunciado el Reino de Dios. Y también nosotros hemos llevado y debemos llevar adelante esa tarea, a veces dura, y a menudo con sensación de fracaso. Pero esto no es motivo para dejar de esperar en el triunfo de la utopía.

José Luis Sicre

Comentario del 7 de julio

San Lucas nos presenta un ensayo de misión apostólica. Jesús designó a setenta y dos discípulos y los mandó por delante de él, de dos en dos, a pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Les manda, por tanto, como misioneros que preparan su llegada a tales lugares. En realidad ésta es la misión de todo misionero de Cristo y de su Iglesia: preparar el terreno a la llegada del Señor: preparar los corazones para que acojan al Señor que llega a ellos como su paz y su alegría, como su consolador; porque cuando lo vean llegar sus corazones se alegrarán y sus huesos florecerán como un prado.

           Esta es, pues, la labor del misionero (y del sacerdote): preparar los corazones para que acojan al Señor que viene a ellos. No han de buscar, por tanto, su propia acogida, ni su propia gloria, sino la acogida y gloria del Señor. San Pablo, que era bien consciente de esta condición de intermediario, decía: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. San Pablo, en cuanto misionero, se considera un simple servidor del mensaje de la Cruz, pues sólo el Crucificado merece la gloria que Dios da a sus elegidos.

           Cuando Jesús envía por delante a estos discípulos-misioneros les advierte de la magnitud de la empresa: la mies es abundante, y los obreros pocos. Los obreros serán siempre pocos, porque no se trata sólo de contactar, de anunciar un mensaje o comunicar una noticia (al modo de un periodista), sino de convertir, de transformar, de hacer criaturas nuevas; se trata no sólo de bautizar y catequizar, sino de hacer cristianos adultos. Todo esto hace del trabajo del misionero una tarea prácticamente inacabable, sin posible término. De ahí la abundancia de la mies y la siempre escasa dedicación de los obreros, que no dispondrán nunca de tiempo suficiente para realizar su trabajo; de ahí también la necesidad de la petición al dueño de la mies: el único que puede sacar (y mandar) obreros para su mies. Se pide cuando uno no se basta a sí mismo para esa tarea y es consciente de ello.

           Se pide al que puede dar, a Aquel de quien depende esencialmente la empresa en cuestión; y la tarea de la evangelización no depende de nadie más que del Dueño de la mies. Pero los que se interesan por el tema y se sienten empujados a pedir, no han de limitarse a esto, a pedir; porque a esos mismos se les puede instar a que se involucren más en la misión, diciéndoles: ¡Poneos en camino! Es el momento de la acción, de ponerse manos a la obra, pero sabiendo, para no perder la verdadera perspectiva, que son enviados como corderos en medio de lobos. Sus armas y recursos serán los de los corderos, no los de los lobos. Aunque se hallen en medio de lobos que enseñan sus garras y muestran su ferocidad, no han de actuar nunca como lobos, sino como corderos, con mansedumbre, con humildad, sin violencias, con recurso a la palabra y a la persuasión, con el ejemplo, proponiendo, no imponiendo.

           Éste debe ser siempre su modo de actuar. Y han de ir despojados de casi todo, o de todo aquello que no sea necesario para la misión, en una extrema pobreza de medios, que más que ayudar podrían entorpecer la eficacia del mensaje: sin talega, ni alforja, ni sandalias; sin detenciones innecesarias, ni distracciones (sin pararse a saludar a nadie por el camino). Pero con la esperanza de ser acogidos como mensajeros de la Buena Noticia, dando la paz y recibiendo a cambio comida, bebida y estancia, porque el obrero (de la mies) merece su salario, que no es otra cosa que lo necesario para su sustento.

           En algunos lugares –les previene Jesús- serán bien recibidos; en otros no. Donde sean bien recibidos, deben dejarse hospedar con agradecimiento y devolver las atenciones dejando la paz y la salvación (=salud) de Dios: curando a los enfermos que haya en la casa y anunciando la cercanía del Reino. Donde no sean bien recibidos, podrán hacer un acto de desagravio, saliendo a la plaza y sacudiéndose el polvo de los pies en señal de desaprobación; pero en ningún caso han de dejar de anunciar aquello para lo que fueron enviados: sabed –lo queráis o no- que está cerca el Reino de Dios: cerca para acceder a él y cerca para quedar excluidos de él. Mas para los excluidos será un día más duro o más insoportable que para los habitantes de Sodoma en el día de su destrucción.

           Ésta fue la misión y las condiciones o consignas que habían de seguir los misioneros. Aquella experiencia fue del agrado de todos, pues todos volvieron contentos, ya que decían: hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. Disponer de un poder tan grande sobre los demonios les llenaba de regocijo. Pero Jesús les dice que ha algo más importante por lo que estar alegres y contentos, y es no porque se les sometan los espíritus (algo por otro lado muy gratificante), sino porque sus nombres están inscritos en el cielo como los nombres de quienes han colaborado con Cristo en su tarea de acercar los hombres a Dios y de hacerles miembros de su Reino.

           Haber sido inscritos con los propios nombres en el cielo es tener una garantía de llegar a compartir un día la felicidad y el gozo de Cristo en su Reino. Ser declarados aliados de Cristo en sus intereses (=causa/bandera) y sufrimientos es la garantía de llegar a compartir en el futuro su destino glorioso. Ésta es la esperanza de cuantos asumen por él una tarea misionera. Si compartimos con él sudores y sufrimientos en este mundo, podemos tener la seguridad de llegar a compartir también con él su gloria y bienaventuranza. Éste sí será realmente nuestro salario y recompensa. Nuestra esperanza será también nuestra fortaleza en los momentos de prueba; y la eucaristía, nuestra consolación mientras peregrinamos por este mundo.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

52. San Francisco de Asís, siendo muy joven y lleno de sueños, escuchó el llamado de Jesús a ser pobre como Él y a restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos, que alababa al Señor por sus creaturas. Murió en 1226.

Lectio Divina – 7 de julio

El envío de los 72 discípulos
Reconstruir la vida comunitaria
Lucas 10,1-12.17-20

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

La predicación de Jesús atrae a mucha gente (Mc 3,7-8). En torno a Él comienza a nacer una pequeña comunidad. Primero, dos personas (Mc 1,16-18); después otras dos (Mc 1,19-20); después, doce (Mc 3,13-19); y ahora, en nuestro texto, más de setenta y dos personas (Lc 10,1). La comunidad va creciendo. Una de las cosas en las que Jesús mayormente insiste es la vida comunitaria. Él mismo ha dado el ejemplo. No quiere ya trabajar solo. Lo primero que hace al comienzo de su predicación en Galilea es llamar a la gente para que esté con Él y le ayude en su misión (Mc 1,16-20; 3,14). El ambiente de fraternidad que nace alrededor de Jesús es un ensayo del Reino, una prueba de la nueva experiencia de Dios como Padre. Y por tanto si Dios es Padre y Madre, entonces somos todos una familia, hermanos y hermanas. Así nace la comunidad, la nueva familia (cf. Mc 3,34-35). El Evangelio de este domingo nos señala normas prácticas para orientar a los setenta y dos discípulos en el anuncio de la Buena Nueva del Reino y en la reconstrucción de la vida comunitaria.

Anunciar la Buena Nueva del Reino y reconstruir la comunidad son dos caras de la misma medalla. La una sin la otra no existe y no se entiende. En el curso de la lectura del texto trata de descubrir este lazo que hay entre la vida en comunidad y el anuncio del Reino de Dios.

b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Lucas 10,1: La Misión
Lucas 10,2-3: La Corresponsabilidad
Lucas 10, 4-6: La Hospitalidad
Lucas 10,7: El compartir
Lucas 10,8: La comunión en torno a la mesa
Lucas 10,9a: La acogida de los excluidos
Lucas 10,9b: La venida del Reino
Lucas 10,10-12: Sacudir el polvo de las sandalias
Lucas 10,17-20: El nombre escrito en el cielo

Lucas 10,1-12.17-20c) Texto:

1 Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir.2 Y les dijo:
«La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 
3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5En la casa en que entréis, decid primero: `Paz a esta casa.’ 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.7Permaneced en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9curad los enfermos que haya en ella, y decidles: `El Reino de Dios está cerca de vosotros.’ 10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 11 `Sacudimos sobre vosotros hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies. Sabed, de todas formas, que el Reino de Dios está cerca.’ 12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.

17 Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es punto de este texto que más te ha gustado o que ha llamado más tu atención?
b)¿Cuáles son, una por una, las cosas que Jesús ordena hacer y cuáles ordena evitar?
c)¿Qué quiere aclarar Jesús con cada una de estas recomendaciones tan diferentes de la cultura de hoy?
d) ¿Cómo realizar hoy lo que el Señor pide: “no llevéis alforja”, “no vayáis de casa en casa”, “no saludad a ninguno por el camino”, “sacudir el polvo de las sandalias”?
e) ¿Por qué todas estas formas de comportarse recomendados por el Señor son una señal de la venida del Reino de Dios?
f) Jesús pide prestar atención a lo que es más importante y dice:”Vuestros nombres están escritos en los cielos” ¿Qué significa esto para nosotros?

5. Para los que desean profundizar en el tema

a) Contexto literario e histórico

Un poco antes de nuestro texto, en Lucas 9,51, empieza la segunda etapa de la actividad de Jesús, a saber, un largo camino a Jerusalén (Lc 9,51 a 19,29). La primera etapa tuvo lugar en Galilea y comenzó con la presentación del programa de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14-21). En la segunda etapa, entra en Samaría, envía mensajeros delante de Él (Lc 9,52), y consigue nuevos discípulos (Lc 9,57-62). La segunda etapa comienza con la designación de otros 72 discípulos y con la presentación del programa que debe orientarlos en la acción misionera (Lc 10,1-16). Lucas sugiere así que estos nuevos discípulos no son ya galileos, sino samaritanos, el territorio de los excluidos. El objetivo de la misión que los discípulos reciben es la reconstrucción de la vida comunitaria. En tiempos de Jesús existían varios movimientos que, como Jesús, intentaban un nuevo modo de vivir y convivir: Fariseos, esenios, zelotas, Juan Bautista y otros. Muchos de ellos formaban una comunidad de discípulos (Jn 1,35; Lc 11,1; Act 19, 3) y tenían sus misioneros (Mc 23,15). Pero había una gran diferencia. Las comunidades de los fariseos, por ejemplo, vivían separados de las gentes. Las comunidades que seguían a Jesús vivían en medio de la gente. La propuesta de Jesús para los 72 discípulos rescata los antiguos valores comunitarios que se estaban perdiendo, como por ejemplo, la hospitalidad, la acogida, el compartir, la comunión alrededor de la mesas, la acogida de los marginados. Jesús intenta renovar y reorganizar las comunidades, de modo que sean de nuevo una expresión de la Alianza, una expresión del Reino de Dios.

b) Comentario del texto:

Lucas 10,1: La Misión
Jesús envía a los discípulos a lugares donde precisamente Él debe ir. El discípulo es el altavoz de Jesús. No es el dueño de la Buena Noticia. Jesús los envía de dos en dos. Así favorece la ayuda mutua, y así la misión no es individual, sino comunitaria. Dos personas representan mejor a la comunidad.

Lucas 10,2-3: La corresponsabilidad
El primer deber es el de orar para que Dios envíe operarios. Todos los discípulos de Jesús deben sentirse responsables de la misión. Por esto deben orar al Padre, por la continuidad de la misión. Jesús envía a sus discípulos como corderos en medio de lobos. La misión es una tarea difícil y peligrosa. Y el sistema en el que vivían y en el que todavía vivimos era y continúa siendo contrario a la reorganización de la gente en comunidades vivas. Quien, como Jesús, anuncia el amor de una sociedad organizada a partir del egoísmo individual y colectivo, será cordero en medio de lobos, será crucificado.

Lucas 10,4-6: La hospitalidad
Los discípulos de Jesús no pueden llevar nada, ni bolsa, ni sandalias. Sólo deben llevar la paz. Esto significa que deben confiar en la hospitalidad de la gente. Así el discípulo que va sin nada llevando apenas la paz, muestra que tiene confianza en la gente. Piensa que será recibido y la gente se siente respetada y confirmada. Por medio de esta práctica los discípulos criticaban las leyes de la exclusión y rescataban los antiguos valores de la convivencia comunitaria del pueblo de Dios. No saludar a ninguno por el camino significa que no se debe perder tiempo con las cosas que pertenecen a la misión. Es posible que sea una evocación del episodio de la muerte del hijo de la sunamita, donde Eliseo dice a su criado: “¡Parte! Si alguno te saluda, no le responda!” (2Re 4,29), porque se trataba de un caso de muerte. ¡Anunciar la Buena Nueva de Dios es un caso de vida o muerte!

Lucas 10,7: El compartir
Los discípulos no deben andar de casa en casa, sino permanecer en la misma casa. Esto es, deben convivir de modo estable, participar en la vida y en trabajo de la gente del lugar y vivir de aquello que reciben en cambio, porque el operario merece su salario. Esto significa que deben tener confianza en el compartir. Y así, por medio de esta nueva práctica, ellos rescatan una de las más antiguas tradiciones del pueblo de Dios, criticando una cultura de acumulación que marcaba la política del Imperio Romano y anunciaban un nuevo modelo de convivencia humana.

Lucas 10,8: La comunión en torno a la mesa
Los discípulos deben comer lo que la gente les ofrece. Cuando los fariseos iban de misión, iban preparados. Portaban alforjas y dinero para poder procurarse la propia comida. Sostenían que no podían confiar en la comida de la gente, porque no siempre era ritualmente “pura”. Así las observancias de la Ley sobre la pureza legal, en vez de ayudar a superar las divisiones, debilitaban el vivir los valores comunitarios. Los discípulos de Jesús no debían separarse de las gentes, sino al contrario, debían aceptar lacomunión en torno a la mesa. En el contacto de la gente, no podían tener miedo de perder la pureza legal. El valor comunitario de la convivencia fraterna prevalece sobre las normas rituales. Obrando así, criticaban las leyes de la pureza que estaban en vigor, y anunciaban un nuevo acceso a la pureza, a la intimidad con Dios.

Lucas 10,9a: La acogida a los excluidos
Los discípulos deben ocuparse de los enfermos, curar los leprosos y echar los demonios (cf. Mt 10,8). Esto significa que deben acoger para el interior de la comunidad a los que de ella fueron excluidos. La práctica de la solidaridad critica la sociedad que excluye una persona del resto de la comunidad. Y así se recupera la antigua tradición profética del goêl. Desde los tiempos más antiguos o la fuerza del clan o de la comunidad se revelaba en la defensa de los valores de la persona, de la familia y de la posesión de la tierra, y concretamente se manifestaba cada “siete veces siete años” en la celebración del año jubilar (Lv 25,8-55; Dt 15,1-18).

Lucas 10,9b: La venida del Reino
Hospitalidad, compartir, comunión en torno a la mesa, acogida de los marginados (goêl) eran las cuatro columnas que debían sostener la vida comunitaria. Pero a causa de la situación difícil de la pobreza, de la falta de trabajo, de la persecución o de la represión por parte de los romanos, estas columnas se habían roto. Jesús quiere reconstruirlas y afirma que si se vuelve a estas cuatro exigencias, los discípulos pueden anunciar a los cuatro vientos: ¡El Reino de los cielos está aquí! Anunciar el Reino no es en primer lugar enseñar verdades o doctrinas, sino llevar a las personas a un nuevo modo de vivir y convivir, a un nuevo modo de pensar y obrar, partiendo de la Buena Nueva que Jesús nos anuncia: Dios es Padre, y, por tanto, nosotros somos hermanos y hermanas los unos de los otros.

Lucas 10,10-12: Sacudir el polvo de las sandalias
¿Cómo entender esta amenaza tan severa? Jesús no ha venido a traer una cosa totalmente nueva. Ha venido a rescatar los valores comunitarios del pasado: la hospitalidad, el compartir, la comunión en torno a la mesa, la acogida a los marginados. Esto explica la severidad contra aquellos que rechazan el mensaje. Pero ellos no rechazan una cosa nueva, sino su pasado, la propia cultura y sabiduría. El programa de Jesús a los 72 discípulos tenía la finalidad de excavar en la memoria, de rescatar los valores comunitarios de la más antigua tradición, de reconstruir la comunidad y de renovar la alianza, de rehacer la vida y así hacer de modo que Dios se convierta de nuevo en la gran Buena Noticia para la vida humana.

Lucas 10,17-20: El nombre escrito en el cielo
Los discípulos vuelven de la misión y se reúnen con Jesús para evaluar todo lo que han hecho. Comienzan a contar. Informan con mucha alegría que, usando el nombre de Jesús, han conseguido expulsar a los demonios. Jesús les ayuda en el discernimiento. Si ellos han conseguido echar a los demonios, ha sido precisamente porque Jesús les ha dado poder. Estando con Jesús no les podrá suceder a ellos nada malo. Y Jesús dice que la cosa más importante no es expulsar a los demonios, sino tener sus nombres escrito en el cielo. Tener el propio nombre escrito en el cielo quiere decir la certeza de ser conocidos y amados del Padre. Poco antes Santiago y Juan habían pedido hacer caer fuego del cielo para matar a los samaritanos (Lc 9,54). Ahora, por el anuncio de la Buena Nueva, Satanás cae del cielo (Lc 10,18) y los nombres de los discípulos samaritanos entran en el cielo. En aquel tiempo muchos pensaban que lo que era samaritano era cosa del demonio, cosa de Satanás (Jn 8,48), ¡Jesús lo cambia todo!

c) Ampliando conocimientos

Las pequeñas comunidades que se van formando, tanto en Galilea como en Samaria, son en primer lugar “ ensayo del Reino”. La comunidad en torno a Jesús es como el rostro de Dios, transformado en Buena Nueva para la gente, sobre todo para los pobres. ¿Es así nuestra comunidad? He aquí algunas señas de la comunidad que se formó en torno a Jesús. Son rasgos del rostro de Dios que se revelan en ella. Sirven de espejo para la revisión de nuestra comunidad:
i) “Uno sólo es el Maestro y vosotros todos sois hermanos” (Mt 23,8). La base de la comunidad no es el saber, ni siquiera el poder, sino la igualdad entre todos: hermanos y hermanas. Es lafraternidad.
ii) Jesús insiste en igualdad entre hombre y mujer (Mt 19,7-12) y da órdenes tanto a los hombres como a las mujeres (Mt 28,10; Mc 16,9-10; Jn 20,17). Todos ellos “siguen” a Jesús, desde la Galilea (Mc 15,41; Lc 8,2-3).
iii) Había una caja común que se compartía con los pobres (Jn 13,29). Este compartir debe alcanzar al alma y al corazón (Act 1,14; 4,32). Debe llegar hasta el punto que no haya secretos entre ellos (Jn 15,15).
iv) El poder es servicio. “Quién quiera ser el primero de entre vosotros, será el siervo de todos” (Mc 10,44). Jesús da el ejemplo (Jn 13,15). “No he venido para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28). “Estoy en medio de vosotros como quien sirve” (Lc 22,27). “¡Siervos inútiles somos!” (Lc 17,10).
v) A causa de los muchos conflictos y divisiones, Jesús insiste para que la comunidad sea un lugar de perdón y de reconciliación. No de condena recíproca (Mt 18,21-22; Lc 17,3-4). El poder de perdonar le fue dado a Pedro (Mt 16,19), a los apóstoles (Jn 20,23) y a las comunidades (Mt 18,18). El perdón de Dios pasa por la comunidad.
vi) Rezaban juntos en el templo (Jn 2,13; 7,14; 10,22-23). A veces Jesús forma grupos menores (Lc 9,28; Mt 26,36-37). Rezan antes de comer (Mc 6,41; Lc 24,30) y frecuentan las sinagogas (Lc 4,16).
vii) Alegría que ninguno puede quitar (Jn 16,20-22). “Dichosos vosotros”. Vuestro nombre está escrito en el cielo (Lc 10,20). Sus ojos verán las promesas (Lc 10,23-24). ¡El Reino es vuestro! (Lc 6,20). La comunidad en torno a Jesús sirve de modelo a nuestros primeros cristianos después de la resurrección (Act 2,42-47). La comunidad es como el rostro de Dios transformado en Buena Nueva para la gente.
 

6. Oración del Salmo 146 (145)

El Rostro de Dios confirmado por Jesús

¡Aleluya!
¡Alaba, alma mía, a Yahvé!
A Yahvé, mientras viva, alabaré,
mientras exista tañeré para mi Dios.

No pongáis la confianza en los nobles,
en un ser humano, incapaz de salvar;
exhala su aliento, retorna a su barro,
ese mismo día se acaban sus planes.

Feliz quien se apoya en el Dios de Jacob,
quien tiene su esperanza en Yahvé, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en ellos;
que guarda por siempre su lealtad,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

Yahvé libera a los condenados.
Yahvé abre los ojos a los ciegos,
Yahvé endereza a los encorvados,
Yahvé protege al forastero,
sostiene al huérfano y a la viuda.
Yahvé ama a los honrados,
y tuerce el camino del malvado.

Yahvé reina para siempre,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
 

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Suerte que tiene uno

1.- Suerte es tener la Fe que tenemos los cristianos, mis queridos jóvenes lectores, incomparablemente la mejor suerte. Es nuestra, totalmente personal, no puro bagaje cerebral. No es preciso ser intelectual para ser persona de Fe, ya que esta reside en Cristo, no en un libro. Y esta misma Fe es vínculo que nos comunica con Él, que nos tiñe de Él. Si en algo, pues, debemos sentirnos honrados es en Él y por Él. Es el mejor trofeo que podamos exhibir.

2.- Los deportivos se refieren a una determinada época que más o menos pronto pasa, pues, con los años se pierden facultades. Los triunfos en oposiciones, concursos o exámenes también caducan. Se pierde la memoria, se descubren o mejoran nuevos principios científicos, se inventan ingenios nunca imaginados, degenera la voz, la vista que observa, o las manos que sostienen un pincel, o teclean una composición literaria, también disminuyen. Pero Cristo Resucitado Redentor y Salvador, no pierde facultades. Es el mismo siempre y lo es eternamente joven. Y nosotros, incorporados a Él, gozamos de eterna juventud. A quien os pueda decir que es campeón de lo que sea, sin quitarle méritos, debéis recordadle que vosotros sois cristianos, trofeo este que ni se oxida, ni se lo arrebatan a quien quiere conservarlo. Y orgullosos de su amistad y de vuestros esfuerzos por siempre conservarla, os sentiréis felices. y sabréis que lo sois, más de lo que pensáis. Creo yo que esto corresponde a lo que comunica el apóstol Pablo a los gálatas.

3.- El pregón de Isaías lo dedica al Israel de Dios, pero sabemos que podemos atribuirlo a la Iglesia, Esposa Amada de Cristo. Pasamos una temporada, lamentable temporada, en que se han descubierto numerosas manchas en la Iglesia, que nadie quería observar, pero que existían ya hace tiempo. El Papa ha querido efectuar una limpieza a fondo. No os asustéis por lo que salga. Vosotros sabéis que si un tejido está sucio y lo sometemos al lavado o a un quitamanchas, observaremos que sale un líquido sucio. En realidad el agua o los disolventes, no hacen más que trasladar los borrones fuera y van a parar a la cloaca. Si el tejido es bueno resiste y queda como nuevo. No tengáis miedo, mientras en la Iglesia haya mártires, misioneros y contemplativos, el lienzo eclesial resistirá y la iniciativa del Papa será un día elogiada, como ocurre cuando alguien lleva a la tintorería un antiguo y valioso paño y se lo devuelven limpio y planchado.

4.- Y para completar este mensaje de gozo de las dos lecturas, el pasaje evangélico de la misa de este domingo nos ofrece una gozosa experiencia de 72 discípulos del Maestro. Debéis situaros en lo fundamental que debe ser lo que oriente vuestra vida, debéis recordar siempre que lo importante no es ver una película, sino hacer de vuestra vida una película. Que más que competir con vuestro tablet o teléfono inteligente, en los mejores juegos virtuales on line, es lograr que toda vuestra vida, con sus novedades, con sus imprevistos, con sus dificultades, sea un ambicioso juego en el que ganéis. No olvidéis nunca que tenéis un entrenador buenísimo que estará siempre dispuesto para ayudaros. No hace falta que dispongáis de muchas cosas. No es preciso que tengáis el más moderno atuendo, ni dispongáis de muchos aparatos.

5.- El Señor os invita a incorporaros a sus proyectos. Recordad que si bien se dirigió a multitudes y les multiplicó el alimento que precisaban, llegada la hora de su muerte, quienes le acompañaron no eran multitud, que por otra parte le hubieran aturdido, quienes con Él estaban junto a la cruz, eran los que le habían amado particularmente y se atrevían a continuar amándole. Quienes se preocuparon de ofrecer decorosa sepultura y digna mortaja, le habían tratado confidencialmente en soledad. Estoy recordando a Nicodemo y a las santas mujeres que acompañaron junto a la cruz y sepultaron. Marchan los 72 con poco bagaje y mucha ilusión, a cumplir con los proyectos del Señor. Con fieles consignas que implicaban riesgos. Vuelven felices, habían abandonado oficio y aficiones y habían sido testigos de que eran capaces de vencer a los malignos.

6.- Os lo confío a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, trato de tener solamente lo preciso, lo necesario para vivir y para poder ayudar a los demás y podría contaros la gran cantidad de experiencias gozosas que he vivido. Mis amigos a veces, cuando se enteran de lo que me ha pasado, accidentes por ejemplo y de que nada malo me ha ocurrido, dicen que es un milagro. Yo creo que no hay para tanto, pero sí que os cuento que por el entorno de mi casa hemos visto víboras y ninguna me ha mordido y que un día, al ir a ponerme la estola para decir misa, sentí un pinchazo en el dedo anular y al sacudir la mano, vi en el suelo un escorpión. No es que sea un animal muy peligroso, por lo menos los de por aquí, pero duele mucho, según dicen. A mí la experiencia me sirvió para reafirmarme en la confianza en Dios. Recordé el fragmento evangélico de la misa de hoy, le di las gracias y contento empecé la misa que aquel día la celebraba solo.

Temo la muerte como casi todo el mundo, pero mi confianza en que mi nombre este inscrito en el cielo no flaquea.

Pedrojosé Ynaraja

Somos pocos

Todos hemos tenido esta experiencia: la diferencia a la hora de preparar algo, si se hace solo o se hace entre varias personas. Es la diferencia entre emplear más o menos tiempo, y también en sentir más o menos cansancio y agobio. Y otra experiencia es que, cuando la tarea es compartida, el tiempo mismo de la preparación ya resulta gratificante, a pesar del trabajo que conlleva, por el simple hecho de estar preparándolo juntos, compartiendo tareas y responsabilidades.

En la homilía del día de la Santísima Trinidad decíamos que uno de los defectos que tenemos, como Iglesia es la excesiva importancia que damos a los números. Sin contradecir la reflexión de aquel día, lo cierto es que la misión evangelizadora requiere que haya un número de discípulos misioneros que la lleven a cabo. Así lo hemos escuchado en el Evangelio: designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él.

Es muy común entre quienes formamos la Iglesia hacer comentarios del tipo: “Cada vez somos menos y más mayores”; “Siempre somos los mismos en todas partes y para todo”… Se tiene la impresión de que no hay a quien “pasarle el testigo” para que continúe con la misión.

Por eso en el Evangelio hemos escuchado, una vez más, las palabras del Señor: La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies. Y lo cierto es que los “obreros” de la mies del Señor somos pocos, y no tenemos que engañarnos ni pretender ocultarlo.

Pero precisamente porque somos pocos, nos deberíamos tomar más en serio la pastoral vocacional, a menudo muy desconocida. Una pastoral que no va dirigida sólo a unos “elegidos”, ni una vocación concreta a la vida sacerdotal o consagrada. Todos estamos llamados a vivir nuestra vocación para trabajar en la mies del Señor, una mies que es nuestra propia vida cotidiana.

Así lo expresa el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial Vocaciones de 2019: “Me refiero sobre todo a la llamada a la vida cristiana, que todos recibimos con el bautismo y que nos recuerda que nuestra vida no es fruto del azar, sino el don de ser hijos amados por el Señor, reunidos en la gran familia de la Iglesia. Son las situaciones ordinarias de la vida, en las que cada uno de nosotros se esfuerza en actividades que confía en que sean fructíferas. La vida cristiana se expresa en esas elecciones que, al mismo tiempo que dan una dirección precisa a nuestra navegación, contribuyen al crecimiento del reino de Dios en la sociedad. Me refiero a la decisión de casarse en Cristo y formar una familia, así como a otras vocaciones vinculadas al mundo del trabajo y de las profesiones, al compromiso en el campo de la caridad y de la solidaridad, a las responsabilidades sociales y políticas, etc. Son vocaciones que nos hacen portadores de una promesa de bien, de amor y de justicia no solo para nosotros, sino también para los ambientes sociales y culturales en los que vivimos, y que necesitan cristianos valientes y testigos auténticos del reino de Dios.

En el encuentro con el Señor, alguno puede sentir la fascinación de la llamada a la vida consagrada o al sacerdocio ordenado. Es un descubrimiento que entusiasma y al mismo tiempo asusta. Y, sin embargo, no hay mayor gozo que arriesgar la vida por el Señor”. Quizá, si somos pocos, es porque no todos responden a su vocación.

¿Cuál es mi vocación? ¿Vivo la fe formando parte de una comunidad parroquial, o voy por libre? ¿Soy de los que se limita a lamentarse porque “somos pocos” pero no me implico en nada? ¿Rezo por las vocaciones a la vida cristiana, ya sean sacerdotales, de especial consagración, o laicales?

La misión evangelizadora sólo la podremos llevar adelante como Iglesia, aunque numéricamente seamos pocos, de dos en dos. Y nadie debe inhibirse, porque “la llamada del Señor no es una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una “jaula” o un peso que se nos carga encima. Por el contrario, es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos. El Señor quiere que descubramos que cada uno de nosotros está llamado –de diferentes maneras – a algo grande. En definitiva, la vocación es una invitación a seguir a Jesús por el camino que ha pensado para nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean”.

Y por último, recordemos que la vocación no es algo “para jóvenes”, porque como dice el Papa, “si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos” (Homilía Vida Consagrada 2 febrero 18). Por eso, como Iglesia, como comunidad parroquial, aunque somos pocos, todos sea cual sea nuestra edad “nos unimos en oración pidiéndole al Señor que nos descubra su proyecto de amor para nuestra vida y que nos dé el valor para arriesgarnos en el camino que Él ha pensado para nosotros desde la eternidad”.

La Palabra y el Reino de Dios

1.- El Evangelio de este Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario me da pie para entrar en el trabajo ineludible de la propagación de la Palabra de Dios. Jesús nos dio un mandamiento claro: llevar su mensaje hasta los confines del mundo y del universo. Jesús ha enviado a los setenta y dos a evangelizar Palestina. Y ellos volvieron contentos de los prodigios que hicieron. Los dos alimentos fundamentales del cristiano en la Santa Eucaristía y la Palabra de Dios. La Comunión es, sin duda, materia de templo. La propagación de la Palabra es asunto de las plazas, de los foros, de los medios de comunicación, de Internet. En la Misa de los Domingos –cuya divulgación es el gran objetivo de Betania—se unen las dos cosas. Se recibe la Santa Comunión en el Altar, frente al Sagrario; se oye la Palabra, también, desde el Altar y junto al Sagrario. Después habrá que salir a la Plaza Pública para comunicar a todos el Evangelio.

2.- Existe –como decía— una responsabilidad indudable de todos los cristianos en transmitir la Palabra de Dios. Es cierto que hay muchos dones y, verdaderamente, la entrega incondicional a los hermanos es emocionante y maravillosa. Todos aquellos que dedican sus vidas a atender a los más pobres, a los más enfermos, a los más débiles tienen algo entre sus manos que les acerca a Dios directamente. También, aquellos que gastan su vida retirados y en continuada oración por los demás van a recibir el consuelo de la vida eterna en este trozo de existencia temporal. Pero, asimismo, quienes se han dedicado al máximo servicio de Dios y de los hermanos, un día tuvieron que recibir la Palabra que les impulsó a esa obligación y sacrificio. Evangelizar es una obligación primera que no se puede abandonar si alguno de nosotros ha entendido que ese es su camino. Los setenta y dos transmitían la cercanía del Reino de Dios mediante la transmisión de la palabra. Ellos, sin duda, sintieron la alegría que les proporcionaba el poder compartido de curar y expulsar demonios, pero Jesús les recomendó que sintieran la alegría máxima por «estar sus nombres inscritos en el cielo»

3. – Pero entremos en las lecturas. El profeta Isaías ofrece paz, concordia y felicidad para los últimos tiempos. En su profecía de hoy nos presenta a una Jerusalén como centro de un gran acontecimiento pacífico y feliz. San Pablo en el final la Epístola a los Gálatas narra, también, otro final en una concreción de toda su doctrina. El Apóstol solo se enorgullece de la Cruz de Cristo y de su efecto en él mismo y en el resto de los fieles. La comunión de Pablo con Jesús hace que presuma, incluso, de llevar sus marcas. En el texto precedente de la misma Epístola es un impresionante cántico a la libertad de los seguidores de Cristo y el epílogo es una unión total mediante la «confraternización» de la Cruz. Y ya se sabe en el lenguaje de tiempos de Cristo cruz era también sinónimo de yugo: es el yugo suave que ofrece Jesús. También incidíamos en esto la semana pasada.

4. – El Evangelio contiene uno de los episodios más interesantes de la narración de la Buena Noticia. Manda a setenta y dos a evangelizar. Y significa que los hay. Muchas veces nos parece que Jesús pasó su vida pública en compañía de unos pocos, de los Doce y unas cuantas mujeres. Si dispuso de 72 discípulos con posibilidades de explicar la doctrina del Reino de Dios es que, obviamente, había muchos más. El movimiento en torno a Jesucristo debió ser –sin duda—multitudinario y de ahí vendría la alarma de los estamentos oficiales de la religión judía ante la influencia creciente. Es obvio que si sólo hubieran sido un par de docenas de fieles no se habría producido el enfrentamiento. En cuanto al análisis histórico de la vida de Jesús ese hecho es importante.

5. – Nos interesa hoy especialmente, como decía más arriba, el camino de predicación de la llegada del Reino de Dios y el camino de «pobreza evangélica» de los protagonistas de ese peregrinaje activo. No necesitan ni dinero, ni provisiones. Se las proporcionarían, de buen grado, las gentes de los pueblos y a las aldeas visitadas. Aparece, además, un golpe radical contra aquellos que no reciban a los enviados de Jesús: la comparación con la ruina de Sodoma es muy grave en su, también, contexto histórico, ya que la ciudad fue calcinada por fuego caído del cielo y era un ejemplo frecuente para demostrar la ira de Dios. Los enviados comunican su alegría por haber tenido poder para curar y expulsar demonios. Jesús les anticipa que es más importante llegar al momento final en el que sus nombres estén inscritos en el cielo. Hay, asimismo, alegría enorme porque parece que el Reino de Dios está cerca y que la predicación ha sido muy productiva.

Ángel Gómez Escorial

Comentario al evangelio – 7 de julio

La alegría de la Buena Nueva

      A veces nuestro mundo está teñido de una cierta melancolía. Hoy se nos hace más verdad que nunca aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Nos espera un futuro más contaminado, más problemático, más conflictivo. El cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales, la superpoblación, las guerras y los choques entre las diferentes culturas, todos son problemas que captan nuestra atención y nos obligan, de alguna manera, a ser pesimistas. ¿Cómo es posible alegrarse en un mundo como éste? Por si fuera poco, los problemas personales también están ahí. ¿Quién esta libre de algún tipo de conflicto en su familia? ¿Quién no siente el peligro de la enfermedad y la muerte como una espada de Damocles oscilando amenazante sobre su cabeza?

      En contraste con esta realidad que, a veces, nos puede resultar asfixiante, las lecturas de hoy nos hablan de la alegría que provoca el ser portadores o receptores de la Buena Nueva de la salvación. No hay que pensar que el mundo estaba mucho mejor en los tiempos de Jesús. Quizá la contaminación era menor pero otros problemas, que hoy están relativamente resueltos, eran entonces mucho más graves y acuciantes. La miseria, por ejemplo, era rampante en la mayor parte de la población. En aquel contexto es en el que Jesús envía a los setenta y dos discípulos, de dos en dos, a predicar la Buena Nueva, a desear a todos la paz, a estar cerca de los enfermos y necesitados y a anunciar que el Reino de Dios estaba cerca. 

      Es un mensaje sencillo para los sencillos. Es un mensaje que es causa de alegría para los que lo transmiten y para los que lo reciben. Como se ve en la primera lectura en la que el profeta Isaías exhorta a los que le escuchan a alegrarse porque el consuelo de Dios está con ellos y la paz y la vida. 

      Hoy somos nosotros, en primer lugar, los receptores de ese mensaje. Más allá de los desastres que hayamos podido causar en nuestro mundo, Dios nos sigue ofreciendo la vida y la paz. “El Reino de Dios está cerca” y su palabra nos sigue deseando la paz. Como se lee en el Evangelio, en nosotros está la opción de acoger esa paz que nos viene de Dios o de rechazarla. Pero incluso en el caso de que la rechacemos, hemos de saber que de todas maneras el reino de Dios está viniendo. 

      Pero también somos los transmisores del mensaje. Es el tesoro que Dios ha puesto en nuestras manos. Por eso nos gloriamos en Jesús y hacemos de él el centro de nuestra vida. Y, con nuestra propia vida, anunciamos la paz y la confianza en que Dios es capaz de recrear la vida allá donde nosotros no hemos creado más que muerte. 

Para la reflexión

      ¿He contribuido alguna vez con mis palabras o acciones a crear muerte a mi alrededor? ¿No debería ser mejor portador de la paz? ¿Cómo debería actuar para serlo? ¿En qué debería cambiar para, con mi vida, anunciar la buena nueva del Reino a todos?

Fernando Torres, cmf