Seguir a Jesús, ¿nos libera o nos agobia?

¿Podemos decir algo nuevo sobre Marta y María? ¿Y si las descubrimos junto a nosotros?

La hermana Marta es muy eficaz. Desde que la han destinado a la comunidad saca cualquier trabajo adelante. Es la última que se acuesta y la primera que se levanta. Su cabeza es como un ordenador de última generación que calcula, programa, diseña, organiza…

Pero hace pocos días hizo Ejercicios Espirituales y se ha encontrado “cuerpo a cuerpo” con Jesús. Marta desplegó ante él la lista impoluta de sus servicios por el Reino: las noches que acorta para ser más eficaz en su trabajo, el agotamiento continuo porque se carga con trabajos que no le corresponden y un largo etcétera. Su manera de trabajar agobia a los demás. No desarrolla las capacidades de sus hermanas, sino que las abruma con su sabiduría y eficacia.

Llevaba años esperando que Jesús la felicitara, que le reconociera la cantidad y calidad del trabajo que realizaba y que espabilara a sus hermanas porque no dan la talla que ella desearía que dieran. Pero, en este encuentro con Jesús, Marta se ha quedado sobrecogida y descolocada.

Se ha descubierto inquieta, cansada y agobiada. Y, lo que es peor… ha descubierto que es una magnífica “ejecutiva”, pero no da la talla como discípula. Tiene mucho que aprender todavía.

Ahora busca la perla preciosa, como cuando entró en la vida religiosa. Jesús le ha ayudado a conectar con sus deseos más hondos, le ha recordado los sueños que motivaron su decisión de ser religiosa.

La hermana María, también forma parte de la comunidad y tiene fama de transgresora. Fue de las primeras hermanas que estudiaron teología en la congregación, cuando ni siquiera estaba bien visto porque había mucho trabajo que hacer. Se suponía que esa tarea le correspondía a los hombres, porque “teólogos tiene la santa madre Iglesia”…

Desde entonces, intenta estar al día a través de cursos, publicaciones y páginas webs. Habitualmente participa en las manifestaciones del barrio pidiendo que se reconozcan los derechos fundamentales. Recoge el legado de muchas santas y de su propia fundadora, para dar a conocer caminos de encuentro con Dios y con el prójimo. Ora por las calles presentando a Dios el sufrimiento de los hombres y mujeres con los que se encuentra. Cuida tanto esos encuentros que a menudo llega tarde a rezar vísperas.

La hermana Marta le ha pedido varias veces a la Provincial que recuerde a esta hermana lo importante que es ser puntual, y trabajar más, en lugar de estudiar y leer tanto. La Provincial le responde con las palabras de JESÚS: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Muchas hermanas de la Congregación están enredadas en el trabajo, como si la cantidad de trabajo que sacan adelante indicara la calidad de su vida religiosa; pero ella ha encontrado la perla preciosa en la formación permanente, en los encuentros con cada persona y en los espacios dedicados a la oración y contemplación en los que saborea la cercanía del Señor de su vida. Muchas veces vuelve a recordar el carisma que un día cautivó tu corazón, y se siente afortunada. Sí, ella ha escogido la mejor parte.

Muy cerca de allí vive una laica llamada Marta. Es madre de familia y cuida a los suyos de tal modo que intenta tener todo bajo control: que la casa esté ordenada, la comida a punto, la ropa de cada uno limpia y planchada… Incluso recuerda sus obligaciones y horarios a los hijos y al marido, “porque a veces se despistan”.

Casi nunca participa en los juegos de los niños, ni se sienta con los mayores a ver una película o simplemente a charlar, ¡tiene tanto que hacer! En el fondo, se siente agobiada y cansada. Tiene la sensación de que nadie le ayuda y no se da cuenta de que su forma de controlar todo espanta a quienes la rodean. Intenta continuamente que reconozcan su trabajo dejando caer frases que son como dardos que hieren.

Este domingo, en la eucaristía de la parroquia, le ha pedido al Señor, una vez más, que haga algo para que su marido y sus hijos le ayuden. Y, al volver de comulgar, le ha parecido que en su corazón resonaba la voz de Jesús que le decía: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria…» Se ha quedado impactada, descolocada. Por primera vez, se ha preguntado ¿qué estoy haciendo? ¿Qué es importante para mí? ¿Qué sentido tiene mi vida?

A la salida de Misa, Marta se ha encontrado con María, otra mujer laica que colabora también en la parroquia. A menudo María es criticada porque no da la talla que se esperaría de una madre de familia. Estudia teología, participa en el consejo de pastoral, escribe para la revista de la diócesis y al llevar la comunión a los enfermos les explica el evangelio sin prisas, con un lenguaje claro y sencillo. La gente le pregunta: ¿Por qué no dices tú la homilía los domingos en misa? Nos hablas de Dios con un lenguaje que entendemos y con imágenes de la vida diaria…

María siente que ha escogido la mejor parte, que le ha tocado un buen lote.

El evangelio de hoy nos invita a preguntarnos con Marta: ¿Dónde nace nuestro servicio? ¿En el deseo de cuidar al prójimo o en una actitud perfeccionista que humilla a quienes nos rodean?

¿Nos parece que la prudencia es la virtud cristiana por excelencia? ¿Nos damos cuenta de que la prudencia, a veces, conduce a la sumisión, al miedo, a la obediencia irracional…? ¿Dónde quedan la valentía, la parresía, el atrevimiento y la libertad del Espíritu para enriquecer y dar vitalidad al Reino? ¿Nos atrevemos a romper los esquemas, como María, para vivir un discipulado propio de hombres y mujeres adultos del s. XXI, sin tantos lastres heredados del pasado?

¿Qué tipo de mujer, de discípula, están fomentando las comunidades y parroquias a las que pertenecemos? ¿Cómo se dividen las tareas entre hombres y mujeres en nuestras familias y en nuestras comunidades cristianas? ¿Cómo se justifica que unas tareas sean de unos o de otras? ¿Se nota el estilo de Jesús en el hecho de que vivimos una igualdad y una corresponsabilidad que provocan escándalo y son profundamente evangélicas?

Hombres y mujeres, todos estamos llamados a ser seguidores de Jesús, a sentarnos a sus pies y escuchar su palabra, a recibirlo en nuestra casa y a servirle en los hermanos… sin agobios, disfrutando de su compañía y su presencia. Estamos llamados no solo a vivirlo, sino a denunciar y suprimir todo aquello que impida que los demás lo vivan así en la Iglesia.

Mª Guadalupe Labrador, fmmdp

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Lectio Divina – 20 de julio

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al buen camino!, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Mateo 12,14-21
Pero los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra él para eliminarle.
Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
He aquí mi Siervo, a quien elegí,
mi Amado, en quien mi alma se complace.
Pondré mi Espíritu sobre él,
y anunciará el juicio a las naciones.
No disputará ni gritará,
ni oirá nadie en las plazas su voz.
La caña cascada no la quebrará,
ni apagará la mecha humeante,
hasta que lleve a la victoria el juicio:
en su nombre pondrán las naciones su esperanza. 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy consta de dos partes entrelazadas entre sí: (1) Describe las diferentes reacciones de los fariseos ante la predicación de Jesús; (2) describe cómo Mateo ve en esta reacción diferente la realización de la profecía del Siervo de Yahvé, anunciado por Isaías.
• Mateo 12,14: La reacción de los fariseos: deciden matar a Jesús. Este versículo es la conclusión del episodio anterior, en el que Jesús desafía la malicia de los fariseos curando al hombre que tenía la mano atrofiada (Mt 12,9-14). La reacción de los fariseos fue ésta: “Salieron y se confabularon contra Jesús, para matarle”. Llegó así la ruptura entre Jesús y las autoridades religiosas. En Marcos, este episodio es mucho más explícito y provocador (Mc 3,1-6). Dice que la decisión de matar a Jesús no era sólo de los fariseos, sino que también de los herodianos (Mc 3,6). Altar y Trono se unieron contra Jesús.
• Mateo 12,15-16: La reacción de la gente: siguen a Jesús. Cuando supo de la decisión de los fariseos, Jesús se fue de ese lugar. La gente le sigue. Aún sabiendo que las autoridades religiosas decidieron matar a Jesús, la gente no se aleja de él, y le sigue. Le siguieron muchos y curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran. La gente sabe discernir. Jesús pide para que no divulguen demasiado lo que está haciendo. Contraste grande. Por un lado, el conflicto de vida y muerte entre Jesús y las autoridades religiosas. Por otro lado, el movimiento de la gente deseosa de encontrarse con Jesús. Eran sobre todo los excluidos y los marginados que venían donde él con sus males y sus enfermedades. Los que no eran acogidos en la convivencia social de la sociedad y de la religión, eran acogidos por Jesús.
• Mateo 12,17: La preocupación de Mateo: Jesús es nuestro Mesías. Esta reacción diferente de parte de los fariseos y de la gente lleva a Mateo a ver en esto una realización de la profecía del Siervo. Por un lado, el Siervo era perseguido por las autoridades hasta el punto de ser escupido en el rostro, pero no volvía el rostro atrás, sin avergonzarse, y puso su rostro como un pedernal (Is 50,5-7). Por otro lado, el Siervo era buscado y esperado por la gente. Las multitudes de las islas distantes esperaban su enseñanza (Is 42,4). Era exactamente esto lo que estaba aconteciendo con Jesús.
• Mateo 12,18-21: Jesús realiza la profecía del Siervo. Mateo trae por entero el primer cántico del Siervo. Lee el texto bien despacio, pensando en Jesús y en los pobres excluidos hoy:
He aquí mi Siervo, a quien elegí,
mi Amado, en quien mi alma se complace.
Pondré mi Espíritu sobre él,
y anunciará el juicio a las naciones.
No disputará ni gritará,
ni oirá nadie en las plazas su voz.
La caña cascada no la quebrará,
ni apagará la mecha humeante,
hasta que lleve a la victoria el juicio:
en su nombre pondrán las naciones su esperanza. 

4) Para la reflexión personal

• ¿Conoces un hecho en que las autoridades religiosas, en nombre de su religión, decidieron perseguir y hasta matar a personas que como Jesús hacían el bien a la gente?
• Jesús es el Siervo de Dios. Y hoy ¿nuestra Iglesia, nuestra comunidad, yo, somos siervos de Dios para la gente? ¿Qué nos falta? 

5) Oración final

¡Qué admirable es tu amor, oh Dios!
Por eso los seres humanos
se cobijan a la sombra de tus alas;
se sacian con las provisiones de tu casa,
en el torrente de tus delicias los abrevas (Sal 36,8-9)

Darse y entregarse… al Señor

Para los que nos encontramos inmersos en pleno verano, es bueno detenernos en este sugerente texto que en exclusividad, San Lucas, nos presenta. Merece la pena hacerlo por dos razones fundamentales:

-Porque, en el camino de la vida, necesitamos escuchar, detenernos y suministrar un poco de oxígeno al espíritu

-Porque, en un contexto social donde se echan en falta amigos o una mano que anime, el evangelio pone el acento en la acogida. Acoger es también un color fundamental en el cuadro de la vida cristiana.

1.- No podemos caer en la tentación, al escuchar el evangelio de hoy, de confrontar acción y contemplación. Las dos son necesarias para un cristiano. Siempre es bueno recordar la hazaña de un enamorado de los automóviles y de las carreteras. Viajaba, no se detenía ante nada ni para nadie; sólo pensaba en sí mismo y en su coche. Hasta que, en cierta ocasión, un consejero –de esos que saben aconsejar oportunamente y en el momento preciso- le dijo: tarde o temprano, amigo, tendrás que detenerte a repostar gasolina o no llegarás donde pretendes. Combustible y horizonte (lejos de oponerse) se complementan. Contemplación y acción (lejos de enemistarse) son necesarias para vivir con más calidad de vida, para preguntarnos sobre las grandes verdades de nuestra existencia.

2.- ¿Somos Marta o María? Podría ser el interrogante de este domingo. Por experiencia, también los sacerdotes, sabemos que el activismo no es bueno. Que, el exceso de trabajo, nos puede aislar de lo fundamental. Incluso, las prisas, los agobios, el hacer por hacer, nos puede transformar en simples autómatas. Hace ya algunos años Papa Benedicto XVI, al dirigirse a los sacerdotes sobre el Sacramento de la Penitencia, nos decía –y lo recuerdo como si hubiera sido hoy mismo—que “no practicar este sacramento, nos puede convertir en meros funcionarios”. Es verdad. Cuesta recluirse en el silencio, en lo que aparentemente no da fruto o, incluso en aquello que no nos gusta o que más sacrificio conlleva para nuestro modo de vivir. No siempre lo que produce satisfacciones inmediatas es algo que asegure la felicidad permanente.

3.- En el término medio, casi siempre, está la virtud. Jesús no desprecia, ni mucho menos, la entrega de Marta. Le indica que afanarse tanto, no merece la pena. Que con menos basta. Que, María, se ha detenido un momento para recuperar fuerzas y volver con más ímpetu a la vida. Jesús no ensalza a María porque no haga nada sino porque, siendo tan trabajadora como su hermana, ha sido inteligente y ha dicho “hasta aquí he llegado” es necesario contenerme para escuchar palabras de vida; un encuentro con Aquel que me va a dar luz para seguir adelante. En las dos hay algo en común: las dos se brindan: una, materialmente, y la otra espiritualmente. Y, por cierto, las dos cosas son recibidas por el Señor.

Que allá donde nos encontremos, y especialmente cuando nos encontremos sobrepasados por las circunstancias, responsabilidades u obligaciones, seamos capaces de romper con todo ello (por lo menos momentáneamente) y, buscando aquellos oasis de paz, de fe y de silencio, podamos reinsertarnos después pero con otro sentido y con otra amplitud de miras. Dios nos quiere inmersos en el mundo pero sin dejarnos comer o anular por él. ¿Lo intentamos?

4.- QUIERO DARME, SEÑOR

Como Marta, allá donde mi mano sea necesaria,
y como María, al silencio para estar contigo
Como Marta, para mitigar la sed del sediento
y, como María, para llenarme del agua viva de tu pozo

QUIERO DARME, SEÑOR
A Ti, que sales al encuentro del que te busca
y, también, allá donde mis hermanos reclaman mi presencia
A Ti, que buscas la mirada de mis ojos
y, a Ti, sin vivir de espaldas al necesitado de cariño
Sí, Señor; quiero darme y entregarme
Como, Marta, en los mil detalles de cada jornada
y, como María, arrodillándome ante el Misterio de tu Palabra
Como, Marta, no olvidando mis dones de generosidad
y, como María, no dejándote siempre para el final

QUIERO DARME Y ENTREGARME, SEÑOR
Sintiendo el gozo de ofrecerme con lo poco que tengo
y, sabiendo que estando Tú conmigo
no me faltará nunca tu aliento en mi caminar
Déjame, Señor, como Marta servirte con lo que soy
Déjame, Señor, como María sentarme a tu lado
Déjame, Señor, como Marta agasajarte
Déjame, Señor, como María mirarte a los ojos
QUIERO DARME Y ENTREGARME, SEÑOR

Javier Leoz

Comentario del 20 de julio

Tras la curación, acaecida en la sinagoga el sábado, de un enfermo con parálisis en un brazo y el desafiante interrogatorio lanzado por su sanador a los fariseos allí presentes con propósitos inquisitoriales, se produce la maquinación contra él. Al salir del lugar, refiere el evangelista, aquellos fariseos, incapaces de responder a los argumentos de Jesús, resuelven acabar con él, planificando el modo concreto de llevar a cabo estos propósitos asesinos.

Ante esta seria amenaza, Jesús decide marcharse del lugar, arrastrando tras de sí a muchos, a todos esos que buscaban remedio para sus dolencias y enfermedades. Se aparta, por tanto, prudencialmente del peligro más inmediato, pero sin renunciar a su labor habitual y al contacto con todos esos enfermos para los que había venido como médico. Muchos le siguieron y él los curó a todos, aunque insistiéndoles en que no lo descubrieran, pues esa publicidad podía serle muy perjudicial en esos momentos en que parecían haber puesto precio a su vida. No sabemos si en esta ocasión le hicieron caso o no; pero quedaban advertidos de la situación de riesgo en que podían colocar a su sanador.

Jesús seguía cumpliendo lo predicho por el profeta Isaías. Realmente con él y en su día se cumplía esta Escritura profética. Y Mateo tiene especial interés en subrayar este cumplimiento, precisamente para mostrar al mundo que Jesús era realmente el Mesías profetizado desde antiguo, el único Mesías que cabía esperar. Él es, en verdad, el siervo, el elegido, el amado, el predilecto de Dios del que habla Isaías: aquel sobre el que ha puesto su Espíritu para anunciar el derecho a las naciones; una acción que llevará a cabo sin porfiar, sin gritar, sin vocear por las calles, sin quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo vacilante, de la manera más pacífica y serena, como cordero manso entre lobos.

Pero no parará hasta ver implantado ese derecho que no es cualquier derecho humano, sino el derecho mismo de Dios: no parará, porque empeñará su propia vida en este asunto, y con ella embarcará a sus seguidores y enviados para que sigan en su empeño y prolonguen su misión en el tiempo, con la esperanza de que algún día se haga realidad. Esta esperanza es la que nos tiene que mantener trabajando por el Reino de Dios y su justicia, o también, por la implantación del derecho (divino) en y entre las naciones, que son los pueblos más diversos de la tierra. Alcanzado este objetivo, todos podrán esperar en su nombre, que es también esperar gracias a él.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

En positivo

65. El Sínodo reconoció que los fieles de la Iglesia no siempre tienen la actitud de Jesús. En lugar de disponernos a escucharlos a fondo, «a veces predomina la tendencia a dar respuestas preconfeccionadas y recetas preparadas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes se planteen con su novedad y sin aceptar su provocación»[24]. En cambio, cuando la Iglesia abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, porque «permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas»[25].


[24] DF 8.

[25] Ibíd.

Betania: un ambiente de sosiego y de paz

1.- ABRE TU PUERTA. “Alzó la vista y vio tres hombres en pie, frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro…» (Gn 18, 2). Abrahán está sentado a la puerta de su tienda. Hace calor dentro y la brisa fresca de la tarde invita a sentarse al aire libre. La añosa encina de Mambré aumenta, con el rumor de sus hojas, la sensación de bienestar, el aire sereno que llena de calma y de paz el espíritu del viejo patriarca. Por el sendero pasan tres caminantes. Tienen la piel curtida por el viento caliente del mediodía, traen el aire cansino de quienes caminaron horas y horas. Sus pies resecos y polvorientos hablan de guijarros y tierra dura de mil caminos.

Abrahán se levanta y sale a su encuentro: Venid, traeré agua para vuestros pies, pan para vuestra hambre, sombra de mi encina para vuestro sol ardiente, brisa de atardecer para vuestro calor del mediodía… Hospitalidad patriarcal, acogida amable para el que va de camino, palabras blandas para el que está lejos de su patria. Hoy también pasan, delante de nuestro cómodo rincón, muchos que vienen de lejos, el aire cansado y el corazón triste y solo. Que sepamos abrir la puerta, practicar la hospitalidad, la acogida cordial de los antiguos patriarcas.

«Añadió uno: Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo…” (Gn 18, 10) Muchas veces se repite el mismo hecho. Después de haber ejercido la hospitalidad con una persona desconocida y necesitada, resultó que se trataba del rey, o del mismo Dios. A cambio de esta generosidad, de ese sacrificio de compartir el pan y el techo, se recibe un don infinitamente mayor, algo que se anhela, algo que llena de ilusión y de alegría el corazón. En el caso de Abrahán, éste recibe la promesa de que Sara, su vieja y amada esposa, tendrá un hijo. Su esterilidad y su vejez no serán obstáculos para que les nazca un niño, ese hijo nacido de la libre que tanto habían añorado.

No siempre se da el milagro de que caiga la tosca apariencia tras la que, sin duda, se esconde el Señor. Y ocurre así porque recibir al Señor no es eso lo más importante. Lo que realmente tiene valor es que uno sea capaz de abrir el corazón, de hacer sitio en su casa a quien lo necesita. Ese es el verdadero milagro, lo que Dios valora y premia con su bendición, un pago más que suficiente, para quien, por amor a Dios, abre la puerta de casa a quien está muy lejos de la suya.

MARTA Y MARÍA. «Y Marta se multiplicaba para dar abasto al servicio…» (Lc 10, 40).Hoy nos habla el Evangelio de que Jesús va a Betania y se hospeda en casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. No es la única vez que entra el Señor en esta casa, como nos lo indica, por ejemplo, el evangelista san Juan. Se ve que Jesús se encontraba a gusto con aquella familia, que le ama con sencillez y generosidad. Allí había calor de hogar, un ambiente de sosiego y de paz, de dicha serena y entrañable. De ahí que podamos considerar Betania como un modelo para nuestros hogares que, según la predilección de Jesús, debería parecerse al de Nazaret. Es de gran importancia conseguir que el propio hogar tenga ese calor de familia bien avenida, que sea un lugar en el que gusta estar y vivir, un sitio para descansar y recuperar fuerzas, el rincón íntimo de nuestra vida en el que encontramos cariño y comprensión, consuelo y ánimo para la lucha y el trabajo de cada día, descanso para las fatigas que la existencia humana comporta.

Marta y María a pesar de ser hermanas eran, sin embargo, muy distintas. Marta parece nerviosa e inquieta, se preocupaba demasiado de las cosas materiales, se angustiaba porque no llegaba a lo que ella quería. Se multiplicaba para dar abasto con el servicio, dice la versión litúrgica de este pasaje de San Lucas. María por el contrario aparece tranquila y de carácter sosegado. En otro momento, mientras Marta sale deprisa al encuentro del Señor, ella se queda sentada. Sólo cuando le dicen que el Señor estaba fuera y la llamaba se levanta y acude a Jesús… Mientras Marta va de un lado para otro, María escucha arrobada las palabras del Maestro. Estas dos actitudes han quedado en la vida espiritual como modelos de la vida contemplativa y la vida activa. Incluso se ha considerado que Marta representaría el activismo, esa especie de herejía que olvida la oración y la vida interior, por atender al servicio de los hombres.

Esas dos actitudes no tienen por qué ser una dicotomía insalvable. Incluso podemos afirmar que es un ideal de vida cristiana, el conjugar esas dos facetas de la vida espiritual. Vivir una intensa vida de oración, ser contemplativos, y al mismo tiempo trabajar sin descanso por el Reino de Dios. Vivir metidos en el corazón del mundo, con el ejercicio de una profesión determinada, y al mismo tiempo estar de continuo estrechamente unidos a Dios. Puede parecer imposible, o por lo menos muy difícil, pero lo cierto es que, en definitiva, es lo que enseña la «Lumen gentium» del Vaticano II cuando habla de la unidad de vida, es decir, cuando exhorta a no vivir una vida cara a Dios y otra cara a los hombres, sino que esa vida de cada día, la que se desarrolla en una actividad cualquiera, esté siempre marcada y sostenida por una unión íntima con Dios, gracias a una vida espiritual sólida, alimentada con la oración y la mortificación, con la frecuencia de sacramentos que haga posible vivir habitualmente en gracia de Dios.

Antonio García-Moreno

En el siglo XXI todos los cristianos queremos ser de vida activa y contemplativa al mismo tiempo

1.- ¿Señor, ¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano. Respondiendo, le dijo el Señor: Marta, Marta, andas inquieta y preocupado con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada. Es equivocado pensar que lo que le dice Jesús a Marta es que es mejor escucharle que servirle. Lo que Jesús le dice a Marta es que él no necesita muchas cosas, que con algo que haga él tiene suficiente; que se deje ya de preparar cosas y que se siente a la mesa con ellos. Como dice muy bien santa Teresa, comentando este relato evangélico de Lucas, es muy acerado: “Sin los servicios de Marta, el Maestro se hubiera quedado sin comer aquel día”. Precisamente hoy, que estamos celebrando la fiesta de san Benito, todos nosotros, los cristianos, queremos seguir el consejo el él da a sus monjes: ora et labora (reza y trabaja). Y, si nos fijamos ya en san Pablo vemos que él siempre quiso ganarse con sus propias manos el pan que comía, para no ser carga material para nadie. San Agustín, cuando funda monasterios, el primer consejo que da es que cada una de los que entran en sus monasterios deben trabajar todo lo que puedan y gastas sólo aquello que necesiten. Así resultaba que los monasterios agustinianos no sólo no eran carga material para la sociedad, sino que daban continuas limosnas a los pobres que tenían alrededor, que eran siempre muchos. En esto que estamos diciendo creemos que tampoco debemos separar vida consagrada de frailes y monjas, de la vida seglar, de los cristianos que viven casados. Para ser buen discípulo y buen amigo de Jesús lo único que se necesita es guardar su mandamiento, es decir, amarnos unos a otros como él nos amó. Esto vale exactamente igual para las personas a las que llamamos de vida activa, como para las que llamamos de vida contemplativa y para los que llamamos personas consagradas, como para las que llamamos personas seglares.

2.- En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré… Alzó la vista y vio a tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo: Señor, si he alcanzado tu favor no pases de largo junto a tu siervo. La actitud de nuestro patriarca Abrahán frente a los tres huéspedes que se acercaban a su tienda constituye para nosotros, los cristianos de este siglo XXI, un maravilloso ejemplo de amor fraterno. Abrahán supo ver en el huésped al mismo Dos. Todo encuentro con l prójimo necesitado debería ser para nosotros una teofanía. En el prójimo necesitado está siempre presente Dios mismo. A pesar de los siglos que han pasado desde Abrahán a nosotros y de las circunstancias tan distintas que hay entre la vida del patriarca Abrahán y la nuestra, aprendamos a hacer de la hospitalidad una virtud cristiana. El mandamiento de Jesús que nos manda amar al prójimo como él nos amó vale para todos los siglos y para todos los pueblos del mundo.

3.- Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros; así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia. Como san Pablo, también cada uno de nosotros, los cristianos, formamos parte del cuerpo místico de Cristo. Sepamos aceptar todos los sufrimientos que la vida nos traiga para colaborar con Cristo en la salvación del mundo.

Gabriel González del Estal

En casa de Lázaro, Marta y María

Entrados ya en pleno verano, tiempo de descanso y de vacaciones para muchos, escuchamos en el Evangelio de hoy cómo Jesús también descansaba en casa de sus amigos. Hoy va a casa de Lázaro, de Marta y de María. Nos viene muy bien escuchar hoy este pasaje del Evangelio, pues nos recuerda cómo ha de ser también el descanso de un cristiano.

1. Acoger a Dios en nuestra casa. Tanto la primera lectura, del libro de Génesis, como la lectura del Evangelio de este domingo nos hablan de la acogida de Dios en nuestra casa. En este tiempo de verano, seguro que muchos de nosotros aprovechamos para salir, para visitar a algún familiar o amigo, o incluso para recibir en nuestra casa más visitas que a lo largo del año. El tiempo de vacaciones es un tiempo de descanso, y qué mejor que descansar con los nuestros, con nuestra gente. Pero no se nos debe olvidar que el descanso de las vacaciones no es darle vacaciones al Señor. A veces nos puede pasar que durante las vacaciones nos olvidamos un poco de Dios. Lo tenemos presente a lo largo del año, mantenemos la tensión en cuanto a la oración, a la asistencia a la Eucaristía. Pero cuando llega el verano tenemos el peligro de relajarnos en estas cosas. Por eso nos viene muy bien escuchar hoy este pasaje del Evangelio. Jesús también descansaba e iba a ver a sus amigos. Cuántas veces, a lo largo del Evangelio, escuchamos cómo Jesús iba a comer a casa de alguna persona, un publicano, un fariseo, un banquete… Pues Él también está deseando hospedarse en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestro interior. Como Marta y María, o como Abrahán en la primera lectura, hemos de abrir nuestro corazón y hospedar a Dios que viene a hacer morada en nosotros.

2. – El servicio. Cuando Jesús entra en casa de Lázaro, su hermana Marta se pone inmediatamente al servicio. Esta actitud de Marte es muy loable, pues no duda en atender bien a su invitado. Nos enseña a cada uno de nosotros una virtud que no debemos olvidar: el servicio. Jesús nos enseña que el verdadero amor es el que es capaz de ponerse al servicio del otro. Así lo hace también Marta. Cuando recibimos a alguien en nuestra casa, procuramos que todo esté bien preparado, que no le falte de nada. Esta actitud de hospitalidad y de servicio que tenemos hacia los demás, hemos de tenerla también con el Señor, y por Él con los demás. No ama el que no sirve. Por eso, la actitud propia de un cristiano es la del servicio. Servir es dar la vida en las pequeñas cosas, en los pequeños detalles. Y es sin duda una muestra de amor al otro. Pero hemos de aprender a servir sin quejarnos, y sin querer demostrar a los demás cuánto servimos o qué serviciales somos. El servicio en lo escondido, en el silencio, es el servicio que Dios aprecia. Servir a Dios en primer lugar, con nuestras buenas obras, con nuestras obras de piedad, con nuestra oración. Y servir a los demás de forma desinteresada, a los más necesitados, acogiendo a quien nos busca, dándonos a quien nos necesita. Y servir también a la Iglesia en sus distintos ministerios.

3. La contemplación. Pero en el Evangelio encontramos otra actitud más, la de María, que en silencio estaba a los pies de Jesús escuchando. Esta actitud de María no es comprendida por Marta, que se está deshaciendo en el servicio y ve cómo su hermana no le ayuda. Ante la queja que presenta Marta ante Jesús, el Maestro le responde que sólo hay una cosa importante. Esto nos enseña que, por encima de todo, incluso del servicio, está la escucha de Dios, de su palabra. Y no son dos actitudes contradictorias. Es sencillamente una escala de prioridades. Lo más importante es escuchar a Dios, y de ahí ha de nacer necesariamente el servicio a los demás, pues eso es lo que nos pide Dios en su palabra. No es bueno estar siempre inquietos con tantas cosas que hacer, sin tener ni un momento para pararnos delante del Señor y escucharle, como tampoco es bueno estar dedicados exclusivamente a escuchar a Dios y no hacer lo que Él nos pide que es servir a los demás. Por ello, el Evangelio de hoy nos enseña estas dos actitudes tan importantes y propias de un cristiano: la contemplación y la escucha de Dios, y el servicio a los demás.

Durante estas vacaciones de verano, seguro que tenemos tiempo para todo, y especialmente hemos de encontrar tiempo para escuchar a Dios, para contemplar, para leer su palabra, y también para servir a los demás. En la Eucaristía encontramos estas dos actitudes: escuchamos la palabra de Dios, le contemplamos, y después somos enviados a servir.

Francisco Javier Colomina Campos

Nada hay más necesario

El episodio es algo sorprendente. Los discípulos que acompañan a Jesús han desaparecido de la escena. Lázaro, el hermano de Marta y María, está ausente. En la casa de la pequeña aldea de Betania, Jesús se encuentra a solas con dos mujeres que adoptan ante su llegada dos actitudes diferentes.

Marta, que sin duda es la hermana mayor, acoge a Jesús como ama de casa, y se pone totalmente a su servicio. Es natural. Según la mentalidad de la época, la dedicación a las faenas del hogar era tarea exclusiva de la mujer. María, por el contrario, la hermana más joven, se sienta a los pies de Jesús para escuchar su palabra. Su actitud es sorprendente pues está ocupando el lugar propio de un «discípulo» que solo corresponde a los varones.

En un momento determinado, Marta, absorbida por el trabajo y desbordada por el cansancio, se siente abandonada por su hermana e incomprendida por Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano». ¿Por qué no manda a su hermana que se dedique a las tareas propias de toda mujer y deje de ocupar el lugar reservado a los discípulos varones?

La respuesta de Jesús es de gran importancia. Lucas la redacta pensando probablemente en las desavenencias y pequeños conflictos que se producen en las primeras comunidades a la hora de fijar las diversas tareas: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas cuando en realidad solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará».

En ningún momento critica Jesús a Marta su actitud de servicio, tarea fundamental en todo seguimiento a Jesús, pero le invita a no dejarse absorber por su trabajo hasta el punto de perder la paz. Y recuerda que la escucha de su Palabra ha de ser prioritaria para todos, también para las mujeres, y no una especie de privilegio de los varones.

Es urgente hoy entender y organizar la comunidad cristiana como un lugar donde se cuida, antes que nada, la acogida del Evangelio en medio de la sociedad secular y plural de nuestros días. Nada hay más importante. Nada más necesario. Hemos de aprender a reunirnos mujeres y varones, creyentes y menos creyentes, en pequeños grupos para escuchar y compartir juntos las palabras de Jesús.

Esta escucha del Evangelio en pequeñas «células» puede ser hoy la «matriz» desde la que se vaya regenerando el tejido de nuestras parroquias en crisis. Si el pueblo sencillo conoce de primera mano el Evangelio de Jesús, lo disfruta y lo reclama a la jerarquía, nos arrastrará a todos hacia Jesús.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 20 de julio

¿Qué ha hecho Dios por ti? ¿Serías capaz de hacer una lista de todas aquellas acciones amorosas de Dios a través de las cuales te ha ido cuidando desde el seno materno? No. De todas no puedes porque no eres consciente. ¿Serías capaz de recordar algunos acontecimientos de salvación, de traer a la memoria a algunos ángeles (personas) que han sido mensajeros de Dios y que te ayudaron a encontrarte con Él, que fueron guías y luces en tu vida? Estoy seguro que si te pusieras en oración prolongada, un día de retiro, de desierto y orases con esta intención: “Señor ayúdame a ser consciente de todo aquello que has hecho por mi”, te llevarías alguna sorpresa agradable.

Fíjate en el salmo 135 que nos propone hoy la liturgia de la Palabra. Va enumerando los distintas situaciones en las que Dios ha sido amoroso con su pueblo: En nuestra humillación se acordó de nosotrosnos libró de nuestros opresores; con mano poderosa, con brazo extendido… Y la antífona va contestando: Porque es eterna su misericordia. Te propongo que en tu oración de hoy escribas tu propio salmo trayendo a la memoria y al corazón las acciones amorosas que Dios ha ido haciendo en ti desde que tienes uso de razón, y alábale orando con la antífona del salmo … porque es eterna su misericordia.

La lectura del Éxodo es lo que hace, recordar la acción amorosa de Dios para con su pueblo al liberarlo de la esclavitud. Y el Evangelio nos recuerda la última y mayor acción amorosa que Dios nos ha hecho: darnos a su Hijo. Así reza el evangelista Mateo parafraseando al profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.

Hoy es sábado. Que María Madre de Jesús y Madre nuestra interceda por nosotros para que tengamos un corazón agradecido que sepa cantar las maravillas del Señor en nuestra vida como ella hizo en el Magníficat.

Juan Lozano, cmf.