I Vísperas – Solemnidad de Santiago Apóstol

I VÍSPERAS

SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Pues que siempre tan amado
fuiste de nuestro Señor,
Santiago, apóstol sagrado,
sé hoy nuestro protector.

Si con tu padre y con Juan
pescabas en Galilea,
Cristo cambió tu tarea
por el misionero afán.
A ser de su apostolado
pasas desde pescador:

Por el hervor del gran celo
que tu corazón quemaba,
cuando Cristo predicaba
aquí su reino del cielo,
“Hijo del trueno” llamado
fuiste por el Salvador.

Al ser por Cristo elegido,
por él fuiste consolado,
viéndole transfigurado,
de nieve y de sol vestido
y por el Padre aclamado
en la cumbre del Tabor.

Cuando el primero a su lado
en el reino quieres ser,
Cristo te invita a beber
su cáliz acibarado;
y tú, el primero, has sellado
con tu martirio el amor.

En Judea y Samaría
al principio predicaste,
después a España llegaste,
el Espíritu por guía,
y la verdad has plantado
donde reinaba el error,

SALMO 116:

Ant. El Señor llamó a Santiago y lo hizo su compañero, para enviarlo a predicar.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor llamó a Santiago y lo hizo su compañero, para enviarlo a predicar.

SALMO 147:

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se transfiguró delante de ellos.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

El envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

Hacer caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se transfiguró delante de ellos.

CÁNTICO del EFESIOS

Ant. Tú fuiste, Santiago, el primero, entre los apóstoles, que derramaste tu sangre para fecundar la Iglesia. Aleluya.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo.
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tú fuiste, Santiago, el primero, entre los apóstoles, que derramaste tu sangre para fecundar la Iglesia. Aleluya.

LECTURA: 1Co 4,1 5

Tendréis mil tutores en Cristo, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

RESPONSORIO BREVE

R/ En esto conocerán todos que sois mis discípulos.
V/ En esto conocerán todos que sois mis discípulos.

R/ En que os amáis unos a otros.
V/ Que sois mis discípulos

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ En esto conocerán todos que sois mis discípulos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Astro brillante de España, apóstol Santiago, tu cuerpo descansa en la paz, tu gloria pervive entre nosotros, Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Astro brillante de España, apóstol Santiago, tu cuerpo descansa en la paz, tu gloria pervive entre nosotros, Aleluya.

PRECES

Oremos, hermanos, a Dios, nuestro Padre, y pidámosle que, por intercesión del apóstol Santiago, proteja a nuestra nación y bendiga a todos los hombres; digamos:

Acuérdate, Señor, de tu pueblo.

Padre santo, tú que dispusiste que nuestra nación fuera protegida por el apóstol Santiago,
—concede a cuantos en ella moran ser fieles a su mensaje evangélico.

Padre santo, bendice a la Conferencia episcopal de nuestra nación y derrama tu Espíritu sobre nuestros obispos,
—para que con celo propaguen el mensaje apostólico.

Padre santo, haz que nuestros gobernantes y cuantos les asisten,
—gobiernen con rectitud y trabajen para el bien de otros.

Padre santo, derrama tu Espíritu sobre nuestro pueblo,
—para que todos vivamos en mutua comprensión y cumplamos con lealtad nuestros deberes cívicos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Padre santo, tú que quisiste que el apóstol Santiago fuera el primero entre los apóstoles, en gozar del reino de tu Hijo resucitado,
—concede a nuestros difuntos participar en esta misma gloria.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 24 de julio

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Muéstrate propicio con tus hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones de tu gracia, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 13,1-9
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas.
Decía: «Salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga.»

3) Reflexión

• En el capítulo 13 del Evangelio de Mateo empieza el tercero gran discurso, el Sermón de las Parábolas. Como ya dijimos anteriormente en el comentario del evangelio del miércoles (14° del tiempo ordinario), Mateo organizó su evangelio como una nueva edición de la Ley de Dios o como un nuevo “Pentateuco” con sus cinco libros. Por esto, su evangelio nos presenta cinco discursos o enseñanzas de Jesús, seguidos de partes narrativas, en las que se describe cómo Jesús practicaba lo que había enseñado en los discursos. He aquí el esquema:
Introducción: nacimiento y preparación del Mesías (Mt 1 a 4)
a) Sermón de la Montaña: la puerta de entrada en el Reino (Mt 5 a 7)
Narrativa Mt 8 e 9
b) Sermón de la Misión: cómo anunciar e irradiar el Reino (Mt 10)
Narrativa Mt 11 e 12
c) Sermón de las Parábolas: el misterio del Reino presente en la vida (Mt 13)
Narrativa Mt 14 a 17
d) Sermón de la Comunidad: la nueva manera de convivir en el Reino (Mt 18)
Narrativa 19 a 23
e) Sermón de la venida futura del Reino: la utopía que sustenta la esperanza (Mt 24 e 25)
Conclusión: pasión, muerte y resurrección (Mt 26 a 28).
• En el evangelio de hoy vamos a meditar sobre la parábola de la semilla. Jesús tenía una manera bien popular de enseñar por medio de comparaciones y parábolas. Generalmente, cuando terminaba de contar una parábola, no explicaba, sino que acostumbraba decir: “¡Quien tenga oídos para oír que oiga!” (Mt 11,15; 13,9.43). De vez en cuando, explicaba a los discípulos (Mt 13,36). Las parábolas hablan de las cosas de la vida: semilla, lámpara, grano de mostaza, sal, etc. Son cosas que existen en la vida de todos, de la gente de aquel tiempo como de la de hoy. De este modo, la experiencia que hoy tenemos de estas cosas se vuelve para nosotros un medio para descubrir la presencia del misterio de Dios en nuestras vidas. Hablar en parábolas es revelar el misterio del Reino presente en la vida.
• Mateo 13,1-3: Sentado en un barco, Jesús enseñaba a la gente. Como en el Sermón de la Montaña (Mt 5,1-2), también aquí Jesús hace una breve introducción al Sermón de las Parábolas, describiendo la manera en que Jesús enseña a la gente a orillas del lago, sentado en un barco, y mucha gente está su alrededor para escucharle. Jesús no era una persona culta (Jn 7,15). No había cursado estudios en la escuela superior de Jerusalén. Venía del interior, de Nazaret. Era un desconocido, medio campesino, medio artesano. Sin pedir permiso a las autoridades religiosas, comenzó a enseñar a la gente. A la gente le gustaba oírle. Jesús enseñaba sobre todo mediante parábolas. Ya vimos varias: la del pescador de hombres (Mt 4,19), de la sal (Mt 5,13), de la lámpara (Mt 5,15), de las aves del cielo y de los lirios del campo (Mt 6,26.28), de la casa construida sobre roca (Mt 7,24). Pero ahora, en el capítulo 13, las parábolas empiezan a tener un significado especial: sirven para revelar el misterio del Reino de Dios presente en medio de la gente y en la actividad de Jesús.
• Mateo 13,4-8: La parábola de la semilla habla de la vida de los campesinos. En aquel tiempo, no era fácil vivir de la agricultura. El terreno era muy pedregoso. Había mucho matorral. Poca lluvia, mucho sol. Además de esto, muchas veces la gente al pasar por el campo pisaba las plantas (Mt 12,1). Sin embargo, y a pesar de todo esto, todos los años, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza. La parábola del sembrador describe lo que todos sabían y hacían: la semilla sembrada por el agricultor cae. Una parte cae a lo largo del camino; otra entre piedras y espinos; otra parte en tierra buena, donde, según la calidad del terreno, se reproduce treinta, sesenta y hasta cien veces. Una parábola es una comparación. Se sirve de cosas conocidas y visibles de la vida para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. La gente de Galilea entendía de semillas, de terreno, de lluvia, de sol y de cosecha. Y Jesús se sirve exactamente de estas cosas conocidas por el pueblo para explicar el misterio del Reino.
• Mateo 13,9: Quien tenga oídos para oír, que oiga significa: “¡Esto es! Habéis oído: ¡ahora se trata de entender!” El camino para llegar al entendimiento de la parábola es la búsqueda: “¡Traten de entender!” La parábola no entrega todo inmediatamente, pero lleva a pensar y hace descubrir desde la experiencia que los oyentes tienen de la semilla. Provoca la creatividad y la participación. No es una doctrina que llega ya pronta para ser enseñada y asimilada. La Parábola no da agua embotellada, sino que entrega la fuente. El agricultor que escucha la parábola, dice:“Semilla en la tierra, ¡yo sé lo que es! Pero Jesús dice que esto tiene que ver con el Reino de Dios: ¡Qué será?” Y nos podemos imaginar las largas conversaciones de la gente. La parábola se mezcla con la gente y lleva a escuchar la naturaleza y a pensar en la vida. Una vez alguien preguntó en una comunidad: ¿Para qué sirve la sal? Discutieron y, al final, encontraron más de diez diversas finalidades para la sal. Y fueron a aplicar todo esto a la vida de la comunidad y descubrieron que ser sal es difícil y exigente. ¡La parábola funcionó!

4) Para la reflexión personal

• ¿Cómo fue la enseñanza del catecismo que has recibido cuando eras niño/a? ¿Fue de comparaciones sacadas de la vida’ ¿Recuerdas alguna comparación importante que el/la catequista te contó? Y hoy ¿cómo es la catequesis en tu comunidad?
• A veces somos camino; otras veces piedra; otras veces, espinos; otras veces, tierra buena. Yo ¿qué soy? En nuestra comunidad ¿qué somos? La Palabra de Dios, ¿qué fruto está produciendo en mi vida, en mi familia y en nuestra comunidad: treinta, sesenta, o cien?

5) Oración final

Yahvé en su santo Templo,
Yahvé en su trono celeste;
sus ojos ven el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres. (Sal 11,4)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 10, 10-12

<

p style=»text-align:justify;»>10Y [estando] en casade nuevo los discípulosle preguntaban sobre esto.
11Y les dice: “Quien repudiea su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; 12y si ella, repudiandoa su marido, se casa con otro, comete adulterio”.

<

p style=»text-align:justify;»>10, 10-12: Como sucede con frecuencia en Marcos (2,17.22.28, etc.), no se registra la respuesta de los opositores de Jesús a su declaración; es posible que el evangelista haya deseado dejar la impresión de que quedaban atónitos y mudos ante su réplica, como ocurre en 12,17. La escena cambia inmediatamente «a la casa» en la que Jesús se queda y, como sucede también con frecuencia (cf. 4,10; 7,17; 9,28), este domicilio se convierte en el lugar donde los discípulos piden a Jesús en privado un esclarecimiento de lo que acaba de decir (10,10). Su perplejidad subraya la radicalidad de la posición de Jesús, que preocupó no solo a los extraños sino también a los cristianos. 
Jesús responde al evidente desconcierto de los discípulos afirmando que un hombre que se divorcia de su esposa y se casa con otra mujer comete adulterio (10,11), al igual que una mujer que se divorcia de su marido y se casa con otro hombre (10,12). Esta designación del nuevo matrimonio como adulterio amplía la lógica de 10,6-9, ya que si el primer matrimonio permanece efectivamente, constituir una segunda unión es cometer adulterio. Podría parecer más lógico en principio afirmar que la persona que se divorcia, que está todavía casada «realmente» con su antiguo cónyuge, comete bigamia si vuelve a casarse. La bigamia, sin embargo, no está consignada como pecado en el Antiguo Testamento, al menos 
 para los varones, y de hecho la poligamia fue practicada por personajes célebres del Antiguo Testamento como Abrahán y Jacob. Aunque muchos judíos posteriores no vieran con buenos ojos esta práctica, no fue proscrita formalmente en círculos rabínicos hasta el siglo XIII de nuestra era. El adulterio, por el contrario, fue considerado siempre una transgresión grave; el tabú contra él es uno de los Diez Mandamientos (Ex 20,14; Dt 5,18) y era punible con la muerte (cf. Lv 20,10; Dt 22,22).

Esta designación del nuevo matrimonio como adulterio vincula el texto de 10,11-12 con la subsección anterior de nuestra perícopa, en la que el matrimonio indisoluble estaba ligado a una concepción «realista» y casi mágica de la fusión permanente de dos personas creada por la unión sexual. El hecho de que la perícopa concluya con un enunciado que se preocupa por la impureza sexual («comete el adulterio», es la palabra final) subraya el grado en el que la preocupación por la sexualidad había penetrado en el pasaje entero.

El dicho de Jesús que prohibía el divorcio era conocido en todas partes en la iglesia primitiva; en 1Corintios, por ejemplo, Pablo se refiere a una palabra del Señor que afirmaba que una esposa no debería abandonar a su marido y que un marido no debería divorciarse de su esposa (7,10-11). Sin embargo, el Apóstol introduce algunas precisiones en su exégesis de este dicho. Añade, por ejemplo, que si la mujer es realmente la que se divorcia de su marido, debe permanecer sola, reconociendo así implícitamente que hay divorcio y no condenándolo sin apelación. Y continúa restringiendo la norma de Jesús sosteniendo que se aplica solo a los casos en los que ambos cónyuges son creyentes; por el contrario, «si el cónyuge increyente se separa…, que se separe; en tal caso el hermano o hermana no están ligados» (7,15). En este caso, pues, Pablo está dispuesto a dejar de lado su preocupación genuina por la pureza del matrimonio (cf. 1Cor 6,16; 7,14) en favor de algo que considera más importante al parecer: «pues Dios nos ha llamado a la paz» (7,15b).

La Iglesia, en su sabiduría o en su confusión, decidió canonizar ambas cosas: la actitud más laxa de Pablo hacia el divorcio, que se acerca a la noción romana tardía de que el matrimonio está basado en el consentimiento, y la oposición inflexible de Jesús aunque esta oposición esté mitigada en el evangelio más influyente por una cláusula de excepción que considera la fornicación como una razón legítima para el divorcio (Mt 5,32; 19,9). En el cristianismo más primitivo la Iglesia tuvo a bien modificar incluso la doctrina del Señor sobre temas importantes, una libertad responsable que, como precedente, es probablemente más significativa que cualquier doctrina como tal.

Sin embargo, esta importante perspectiva no significa que los cristianos sean sencillamente libres para hacer o no caso del mandamiento de Jesús sobre el divorcio; tienen que preguntarse más bien adónde se trata de llegar. Cuando se hace así, resulta claro que la preocupación que tal mandato manifiesta acerca de la impureza es solo el reverso de una elevada concepción del matrimonio y del acto sexual, que atribuye una importancia transformativa a ese acto y a la relación que crea. Cuando un cuerpo penetra en otro, o es penetrado por otro, ha tenido lugar una transacción de eterna importancia que, por su combinación de las contraposiciones y la resolución de las contradicciones, refleja la unidad de Dios con el mundo en la nueva edad inaugurada por el advenimiento de Jesús. Y en una cultura en la que el sexo es trivializado a menudo y usado simplemente para la satisfacción privada o para afirmar la dominación sobre los demás, tenemos que escuchar con atención la palabra de Jesús. Al mismo tiempo, debemos también ser conscientes de los absurdos a los que podría conducir el aplicarlas aislándolas de la preocupación de Pablo por la «paz»; una niña que ha sufrido los abusos sexuales de un adulto, por ejemplo, ¿ha de considerarse como permanentemente «casada» con quien ha abusado de ella?

Para los antiguos pensadores, incluidos los bíblicos, el matrimonio y el sexo heterosexual estaban unidos con el regalo divino de los hijos; ciertamente, en Gn 1,28 la primera bendición de Dios a la humanidad después de haberlos creado varón y mujer es: «Sed fecundos y multiplicaos». No es casualidad, por tanto, que nuestro pasaje, en el que Jesús retrotrae la institución de matrimonio «al principio de la creación», vaya inmediatamente seguido por la bendición de unos niños.

Comentario del 24 de julio

Jesús habla en parábolas a la multitud reunida en torno a sí: Salió el sembrador a sembrar. La parábola no hace sino describir su propia actividad, porque la siembra que esparce el sembrador no es otra cosa que la palabra que se lanza a diestro y siniestro con el propósito de que germine y dé fruto. Pero no siempre esa semilla va a parar al sitio adecuado. Son los avatares de la siembra. Parte de la simiente cae al borde del camino; parte, en terreno pedregoso; parte, entre zarzas, y el resto en tierra buena. No todo terreno, por tanto, es tierra buena; también hay lindes, campos pedregosos y tierra de zarzas. Y en todas esas situaciones se encuentra la semilla.

El sembrador, en su afán de sembrar el mundo con su palabra no repara demasiado en las particulares circunstancias de cada terreno, como si todo terreno, por el hecho de serlo, fuera fecundable y capaz de producir. La presencia de un corazón humano es, para este singular sembrador, motivo suficiente para emplearse en esta labor que es su labor, porque la salvación viene por la palabra. Por eso Jesús le dedicó gran parte del tiempo de su vida pública al ministerio de la palabra (predicación), y por eso compara su labor con la de un sembrador que recorre los campos de Palestina. Pero Jesús sabe que el mensaje no siempre va a parar al lugar idóneo.

A veces cae en los bordes del camino, y ahí el terreno está tan aplastado que la semilla no puede penetrar en él. Tales son –explica Jesús en privado a sus discípulos- los que escuchan la palabra del Reino sin entenderla. Escuchan, pero no entienden; la palabra no entra en su interior, porque lo que no se entiende se queda fuera, y estando fuera cualquier pájaro se la puede llevar. No es que no se haya escuchado; es que no se ha entendido. Basta esta falta de entendimiento para que se quede fuera y no pueda germinar ni producir fruto.

El terreno pedregoso se caracteriza por su falta de profundidad: la semilla prende porque hay tierra, pero la escasez de ésta no permite que eche raíces y acaba secándose. Son –explica también Jesús- los que escuchan la palabra de Dios y la aceptan en seguida con alegría, pero como carecen de raíces y son inconstantes, a la primera dificultad o persecución sucumben. Hay, por tanto, aceptación pronta y alegre, pero también superficial; y lo que no echa raíces, porque se queda en la superficie, tiene pocas posibilidades de supervivencia. La superficialidad en la que viven no es base suficiente para sostenerse, prosperar y dar fruto. Recuerdan a esos jóvenes entusiasmados con ocasión de un encuentro, convivencia o peregrinación que enseguida se diluyen en el ambiente de incredulidad o escepticismo en el que viven a diario perdiendo su puntual entusiasmo o fervor misionero. Quizá aceptaron la palabra por lo que tenía de amable y de hermoso, pero no fueron capaces de asumir los compromisos implicados en ella.

En el mundo hay también zarzas que crecen y ahogan la semilla ya germinada, pero aún tierna. Son los afanes de la vida y la seducción de las riquezas. La palabra es escuchada con complacencia y aceptada con seriedad, pero queda estéril por el estrangulamiento que ejercen los afanes y las seducciones de la vida. Y es que el dinero y lo que se puede conseguir con él tienen mucho poder de seducción; y la seducción nos hace esclavos de lo que nos seduce y nos incapacita para seguir con libertad una determinada propuesta o asumir como propio un proyecto de vida. En el capítulo de los afanes de la vida podemos incluir negocios, proyectos mercantiles, preocupaciones por crecer en el escalafón social o en el ámbito laboral, por lograr un puesto más prestigioso u ofrecer una mejor imagen, etc. Todos esos afanes acaban estrangulando la planta que, alcanzada la madurez, tendría que dar mucho fruto.

Finalmente está la tierra buena. En ella, la semilla, debidamente acogida, acabará dando fruto en mayor o menor medida. La cantidad (treinta, sesenta o ciento por uno) y la calidad del fruto dependerán de la calidad de la tierra, pero también de la labranza a que esa tierra haya sido sometida. No basta con que sea tierra buena abundante (con suficiente profundidad para echar raíces); es preciso que esté bien labrada (liberada de piedras y zarzas, mullida, estercolada y regada) y, por tanto, en la mejor disponibilidad posible para acoger la siembra.

No queda sino prepararnos como tierra buena para recibir la mejor semilla y que ésta pueda germinar y dar abundante fruto. No olvidemos que nuestros frutos serán nuestra más grande alegría; porque no hay mayor satisfacción para una tierra (o vida) que fructificar.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

69. Ya desde el punto de vista demográfico, en algunos países hay muchos jóvenes, mientras otros tienen una tasa de natalidad muy baja. Pero «otra diferencia deriva de la historia, que distingue a los países y continentes de antigua tradición cristiana, cuya cultura es portadora de una memoria que no hay que perder, respecto de los países y continentes marcados en cambio por otras tradiciones religiosas y en los que el cristianismo es una presencia minoritaria y a veces reciente. En otros territorios, además, las comunidades cristianas y los jóvenes que forman parte de ellas son objeto de persecución»[27]. También hay que distinguir los jóvenes «a quienes la globalización ofrece un mayor número de oportunidades, de aquellos que viven al margen de la sociedad o en el mundo rural y sufren los efectos de formas de exclusión y descarte»[28].


[27] Ibíd., 11.

[28] Ibíd., 12.

Comentario Domingo XVI de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Enséñanos a buscar, a no conformarnos con el silencio, a preguntar, a escuchar. Enséñanos a llamarte, sin resignarnos al ruido vacío. Ayúdanos a adivinar tus huellas en lo que nos ocurre cada día, Despierta tu voz que late dentro, aunque a veces ni nos demos cuenta. Enséñanos a orar. AMÉN

 

Lc 11, 1-13

«1Y sucedió que, al estar él en cierto lugar orando, cuando terminó, dijo uno de sus discípulos a él: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”.

2Pero les dijo: “Cuando oréis, decid: ‘Padre, sea santificado tu nombre, venga tu Reino,

3nuestro pan cotidiano danos cada día,

4y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos metas en tentación’”.

5Y dijo a ellos: “¿Quién de vosotros tendrá un amigo e irá a él a medianoche y le dirá: ‘Amigo, préstame tres panes, 6porque un amigo mío ha llegado de camino a mí y no tengo qué ofrecerle’?

7Aquel, desde dentro, respondiendo, dirá: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos conmigo están acostados; no puedo levantarme a darte’.

8Os digo que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, se levantará por su insistencia molesta y le dará cuanto necesite.

9Y yo os digo: Pedid y os será dado; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.10Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.

11Pero ¿a qué padre entre vosotros el hijo pide un pez y en lugar de un pez le da una culebra? 12¿o pide un huevo y le da un escorpión?

13Así que si vosotros, [siendo] malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo pidan!”».

CONTEXTO

Continuando el evangelio del pasado domingo y, tras un brusco cambio, la acción evangélica se sitúa en un cierto lugar donde Jesús está orando. La petición de un discípulo da lugar al evangelio de hoy, centrado en la relación con Dios Padre, una relación que llamamos oración. Seguimos en el “camino discipular” y en él debe centrarse la interpretación del texto. Si el domingo pasado se nos invitaba a recibir de Jesús su palabra y su enseñanza, no hay que olvidar que Jesús es el enviado del Padre y a Él nos lleva. A una relación de confianza y dependencia de un Dios que es, ante todo, Padre.

Después del evangelio de hoy, el relato lucano nos narra un episodio de exorcismo, que despierta controversia entre la gente (11,14-22): desde una profunda relación con Dios, Jesús se empeña en apartar de la gente todo lo que es “no-Dios” (demonios, espíritus inmundos), aunque esa labor le cree problemas.

 

TEXTO

Podemos apreciar en este evangelio una cuidada estructura:

.- La pequeña introducción de 11,1, donde se presenta la petición de un discípulo, da paso a dos partes ternarias paralelas:

1. a) vv. 2-4: la enseñanza de Jesús (el “Padrenuestro”);
b) vv. 5-7: un ejemplo (parábola del “amigo inoportuno”);
c) v. 8: una frase sumaria de Jesús.
2. a) vv. 9-10: la enseñanza de Jesús (la “eficacia” de la oración);
b) vv. 11-12: un ejemplo (la atención a los hijos);
c) v. 13: una frase sumaria de Jesús.

Las palabras clave son orar, pedir, dar; por su parte, el término Padre abre y cierra la enseñanza de Jesús (vv. 2 y 13). Semánticamente, el texto pasa del “orar”de la primera unidad al “pedir” de la segunda. Contra algunas tendencias actuales, la oración también es petición. Para que los discípulos experimenten su total dependencia del Padre y sean movidos por sus dones, sobre todo del Espíritu Santo. Como Jesús.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• El texto presenta a Jesús en oración, un trazo típico de Lucas, que está presente en muchos momentos del evangelio (3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28; 11,1; 22,17.19.41; 23,34.46; 24,30), en distintas circunstancias y, sobre todo, en momentos decisivos de su vida. Si el Maestro y Señor tiene una relación así con Dios Padre, ¿no tendrá que ser igual en el caso de sus discípulos? ¿Cuidamos la relación con Dios, cuidamos la oración?

• Las peticiones del Padrenuestro “comprometen” a Dios. Él tiene que santificar su nombre, es decir, manifestar sus hechos salvadores que hagan patente su bondad paternal. Él tiene que traer su Reino, es decir, colmar las esperanzas de una vida plena y digna de todos sus hijos e hijas. Él tiene que darnos el sustento cotidiano, en forma de pan para el cuerpo, reconciliación para el espíritu y fuerza ante las dificultades y tentaciones. ¿Dónde y cómo apreciamos la presencia salvadora del nombre y el reino de Dios? ¿Nos sentimos sustentados por Él?

• El ejemplo del amigo que pide supone una “vuelta de tuerca” (un argumento a fortiori): si un “simple” amigo nos daría cuanto necesitamos, ¡¡cuánto más lo hará quien es mucho más que un amigo, quien es un Padre providente!!

• El que pide lo hace con insistencia y perseverancia (tema que reaparecerá en el evangelio: 18,1-8); el que da es alguien a quien se puede pedir con toda confianza (un padre, un amigo, Dios Padre); en consecuencia, cabe esperar que se recibirá lo que se pide. Pero el texto culmina con una petición especial: el Espíritu Santo (que es el motor del discípulo). Y Dios no desatenderá dicha petición.

• El evangelio nos enseña a entregarnos confiadamente a una relación profunda con Dios Padre, a mimar la relación con Él; solo una vida habitada por Dios, una vida teologal (centrada en la fe-confianza, esperanza y amor) puede asentar un discipulado cabal.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo XVII de Tiempo Ordinario

XVII Domingo de Tiempo Ordinario
28 de julio 2019

Genesis 18, 20-32; Salmo 137; Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Entonces Jesús les dijo: «Cuando oren, digan: ‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación’ «. También les dijo: «Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?»

Reflexión

Jesús nos enseña a orar llamando a Dios nuestro Padre. ¿Como es nuestro Padre del Cielo? En el Padre Nuestro pedimos que venga el reino de Dios. ¿Como es el reino de Dios? ¿Tratan de santificar el nombre de Dios, cumplir su voluntad, perdonar, compartir el pan y combatir el mal del mundo? Compartir. ¿Piden a veces cosas y se desilusionan cuando no ocurren? ¿Les dan sus padres todo lo que piden inmediatamente? ¿Por qué? (A veces se lo niegan porque ellos consideran que es mejor para ustedes.) Dios también, cuando creemos que no nos escucha, es porque no nos conviene. ¿Qué quiere darnos Dios siempre? (El Espíritu Santo) ¿Por qué? ¿Cómo quiere Dios que seamos cuando oramos? (audaz y perseverantes)

 

Actividad

Actúen la parábola de la perseverancia en oracion. En la siguiente página corten puertas y panes.

Escriban en las puertas lo que le están pidiendo a Dios. Luego, en los panes, escriban las cosas buenas que Dios les ha dado en esta semana. Cada niño lleva sus puertas y panes al altar y dicen; “Sé que siempre me escuchas, Jesús.”

Oración

Señor, enséñanos a orar. Decir el Padre Nuestro bien despacio con mímicas.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

¿Has tratado de enseñarle a otra persona cómo hacer algo? Supón que un amigo se acerca a ti y te dice: «Enséñame cómo hacer un emparedado de mantequilla de maní y jalea». ¿Qué le dirías? Bueno, puedes decirle algo como esto:

Primero coges dos rebanadas de pan.

Luego coges mantequilla de maní y la untas en una de las rebanadas.

Continúas con la jalea (me gusta la de uva) y la untas en la otra rebanada de pan.

Finalmente, unes las dos rebanadas de pan.

Cuando hayas hecho eso… ¡TE LO COMES!

(Opcional: He provisto un enlace a una copia de una canción para los niños que puede ser usada con este sermón).

Como sabes, Jesús se mantenía mucho tiempo en oración y era un gran maestro. Un día se fue a un lugar tranquilo a orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le dijo: «Señor, enséñanos a orar.»

Jesús le contestó: «Cuando ores, di: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”.

Es una oración preciosa, ¿no es así? No es muy larga, pero hay tres cosas en esta corta oración que toda oración debe incluir. En primer lugar, alaba a Dios, nuestro Padre celestial. En segundo lugar, le pide a Dios que provea las necesidades del día. Finalmente, le pide a Dios perdón por las veces en que uno se queda corto de lo que él espera de nosotros.

Después de 2000 años, todavía oramos de la manera en que Jesús nos enseñó.

«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Amén.»

Comentario al evangelio – 24 de julio

“¡Por fin un día de feria!”, pensarán algunos hermanos. Es verdad; las fiestas nos agradan, pero al mismo tiempo pueden llegar a cansarnos. Hoy, de todos modos, la Iglesia recuerda también a algunos santos que podemos venerar. Les invito a fijarse en uno: el presbítero Sarbelio (Chárbel) Makhluf, de la orden de los maronitas libaneses, que vivió de 1828 a 1898, beatificado en 1965 y canonizado en 1977. Su condición de cristiano de Oriente recuerda la universalidad de nuestra fe y la coexistencia al interior de nuestra Iglesia católica de diversas tradiciones, ritos y sensibilidades. El Espíritu del Señor sigue usando mil caminos para hablarnos; no nos empeñemos en ponerle barreras y fronteras.

La figura del P. Chárbel evoca también la pasión por descubrir la voluntad del Padre que hemos contemplado ayer y anteayer en Brígida y María Magdalena, y pone ante nuestros ojos la importancia del desierto, de la dedicación en profundidad a la oración y de que no concedamos en nuestras vidas a los ajetreos del mundo un lugar que no merecen.

En el desierto encontramos en la lectura del Éxodo al pueblo de Israel. Como tantas otras veces sus actitudes se parecen mucho a las nuestras. Quienes han sido singularmente amados por Dios, quienes son objeto de su preocupación y cariño, quienes han sido librados de la mano opresora del Faraón, añoran las ollas de Egipto y tiempos pasados que parecen mejores. (¡Cuántas veces hemos vivido episodios semejantes en el caminar postconciliar de la Iglesia!; ¿creemos de verdad que es el Señor quien guía su barca?). El desierto no se presenta atractivo, como tampoco lo son a primera vista muchas de las puertas estrechas que nos invita a cruzar el Señor.

Pero su fidelidad brilla sobre todo y en toda circunstancia: “haré llover pan del cielo”, “al atardecer comeréis carne y a la mañana os saciaréis de pan”. Dios Padre sigue ofreciéndonos de muchos modos pan del cielo. Y uno de esos modos por excelencia es su misma Palabra, esa palabra que tantos desconocen y que nosotros tenemos la gracia y el privilegio de escuchar; esa palabra que el Sembrador sale a diario a sembrar encontrando acogidas tan diferentes: Santos y santas de Dios, ayudadnos a ser tierra buena que acoge la Palabra. Enseñadnos a preparar nuestro corazón para que el Señor pueda darnos cada día la ración de verdadero pan del cielo que nos convenga.

Pedro Martínez, cmf