Vísperas – La Transfiguración del Señor

VÍSPERAS

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que, si yo te viere,
veré mil jardines;
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

No quiero contento,
mi Jesús ausente,
pues todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Gloria, gloria al Padre,
gloria, gloria al Hijo,
gloria para siempre
igual al Espíritu.
Gloria de la tierra
suba hasta los cielos.
Véante mis ojos,
muérame yo luego. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía; «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía; «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

CÁNTICO 1 TIMOTEO:

Ant. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, contemplado por los ángeles,
predicado a los paganos.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, creído en el mundo,
llevado a la gloria.

R./ Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

LECTURA: Rm 8, 16-17

El mismo Espíritu  y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
V/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

R/ Fuerza y esplendor están en su templo.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Aleluya.

PRECES

Dirijámonos confiados a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado en la montaña, delante de sus discípulos y digámosle:

¡Dios nuestro, alumbra nuestras tinieblas!

A ti, Cristo, que, transfigurado, revelaste la resurrección a tus discípulos antes de la pasión, te rogamos por tu Iglesia santa, que sufre y trabaja en el mundo,
— para que, en la tribulación, siempre se transfigure con el gozo de tu victoria.

A ti, Cristo, que tomaste a Pedro, a Santiago y a Juan, y te los llevaste aparte a una montaña alta, te pedimos por el papa Francisco y los obispos,
— para que sirvan a tu pueblo en la esperanza de la resurrección.

A ti, Cristo, que en la montaña irradiaste el esplendor de tu rostro sobre Moisés y Elías, te pedimos por los judíos, el pueblo antaño por ti elegido,
— a fin de que consigan llegar a la plenitud de la redención.

A ti, Cristo, que iluminaste la tierra cuando la gloria del Creador amaneció sobre ti, te pedimos por los hombres de buena voluntad,
— a fin de que caminen al resplandor de tu luz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A ti, Cristo, que transformarás nuestro cuerpo humilde según el modelo de tu cuerpo glorioso, te pedimos por nuestros hermanos difuntos,
— para que entren en tu gloria.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los profetas, y prefiguraste maravillosamente nuestra perfecta adopción como hijos tuyos, concédenos, te rogamos, que, escuchando siembre la palabra de tu Hijo, el predilecto, seamos un día coherederos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 6 de agosto

La Transfiguración de Jesús
Una nueva forma para la realización de las profecías
Lucas 9,28-36

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

Pocos días antes, Jesús había anunciado que Él, el Hijo del Hombre, debía ser rechazado y crucificado por las autoridades (Lc 9,22; Mc 8,31). Según la información del Evangelio de Marcos y Mateo, los discípulos, sobre todo Pedro, no entendieron el anuncio de Jesús y quedaron escandalizados por la noticia (Mt 16,22; Mc 8,32). Jesús reaccionó duramente y se dirigió a Pedro llamándolo Satanás (Mt 16,23; Mc 8,33). Y esto, porque las palabras de Jesús no respondían al ideal de Mesías glorioso que ellos tenían en su mente. Lucas no habla de la reacción de Pedro y de la dura respuesta de Jesús, pero cuenta, como hacen los otros, el episodio de la Transfiguración, por él entendido como una ayuda por parte de Jesús, de modo que los discípulos puedan superar el escándalo y cambiar de idea respecto al Mesías (Lc 9,28-36). Llevando consigo a los tres discípulos, Jesús sube a una montaña a rezar, y en la oración, se transfigura. En el curso de la lectura del texto, es bueno observar cuanto sigue: ¿Quiénes aparecen en la montaña para conversar con Jesús? ¿Cuál es el tema de la conversación? ¿Cuál es la conducta de los discípulos?

b) Una división del texto para ayudar a leerlo:

i) Lucas 9,28: El momento de crisis
ii) Lucas 9,29: El cambio producido en la oración
iii) Lucas 9,30-31: La aparición de dos hombres y su conversación con Jesús
iv) Lucas 9,32-34: La reacción de los discípulos
v) Lucas 9,35-36: La voz del Padre

c) El texto:

Lucas 9,28-36

28 Unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. 29 Y mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante. 30 Y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; 31 los cuales aparecían en gloria,  y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33 Cuando ellos se separaron de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Podríamos hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. 34 Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y, al entrar en la nube, se llenaron de temor. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.» 36 Cuando cesó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué es lo que más te ha gustado en este episodio de la Transfiguración? ¿Por qué?
b) ¿Quiénes van a la montaña con Jesús ¿Por qué lo hacen?
c) Moisés y Elías aparecen sobre la montaña junto a Jesús. ¿Qué significado tienen estos personajes del Antiguo Testamento para Jesús, para los discípulos, para las comunidades de los años ochenta? ¿Y hoy, para nosotros?
d) ¿Cuál es la profecía del Antiguo Testamento que se cumple en las palabras del Padre respecto a Jesús?
e) ¿Cuál es la conducta de los discípulos en este episodio?
f) ¿Has tenido alguna transfiguración en tu vida? ¿Cómo te ha ayudado la experiencia de la transfiguración para asumir mejor tu misión?
g) Compara la descripción de Lucas sobre la Transfiguración (Lc 9,28-36) con la descripción que hace de la agonía de Jesús en el Huerto (Lc 22, 39-46). Trata de ver si son semejantes ¿Cuál es el significado de esta semejanza?

5. Una clave de lectura

para los que desean profundizar en el tema.

a) El contexto del discurso de Jesús:

En los dos capítulos precedentes del Evangelio de Lucas, se impone la novedad traída por Jesús y crecen las tensiones entre el Nuevo y el Antiguo Testamento. Al final, Jesús se da cuenta que ninguno había entendido su propuesta y mucho menos su persona. La gente pensaba que fuese como Juan el Bautista, Elías o cualquiera de los Profetas (Lc 9,18-19). Los discípulos lo aceptaban como el Mesías, pero como un Mesías glorioso, según la propaganda del gobierno y de la religión oficial del Templo (Lc 9,20-21). Jesús trató de explicar a los discípulos que el camino previsto por los profetas era un camino de sufrimiento, por el papel asumido hacia los marginados, y el discípulo podía ser tal, sólo si tomaba su cruz (Lc 9,22-26). Pero no tuvo mucho éxito. Y en este contexto de crisis, es cuando sucede la Transfiguración. En los años treinta la experiencia de la Transfiguración tuvo un significado muy importante en la vida de Jesús y de los discípulos. Les ayudó a superar la crisis de fe y a cambiar los propios ideales respecto al Mesías. En los años ochenta, época en la que escribe Lucas para sus comunidades cristianas de Grecia, el significado de la Transfiguración se intensificó y se propagó. A la luz de la resurrección de Jesús y de la expansión de la Buena Nueva entre los paganos en casi todos los países, desde la Palestina hasta Italia, la experiencia de la Transfiguración comenzaba a ser vista como una confirmación de la fe de las Comunidades Cristianas en Jesús, Hijo de Dios. Los dos significados están presentes en la descripción e interpretación de la Transfiguración, en el evangelio de Lucas.

b) Comentario del texto:

Lucas 9,28: El momento de crisis 
Varias veces Jesús había entrado en conflicto con las gentes y con las autoridades religiosas y civiles de la época (Lc 4,28-29; 5,20-21; 6,2-11; 7,30-39; 8,37; 9,9). Él sabía que no le permitían hacer aquello que estaba haciendo. Antes o después, lo detendrían. Además, en aquella sociedad, el anuncio del Reino, como lo hacía Jesús, no estaba tolerado. ¡O daba marcha atrás, o le esperaba la muerte! No había otra alternativa. Pero Jesús no retrocede. Por esto en el horizonte aparece la cruz, no ya como una posibilidad, sino como una certeza (Lc 9,22). Junto a la cruz aparece la tentación de continuar el camino del Mesías Glorioso y no el de Siervo Sufridor Crucificado, anunciado por el profeta Isaías (Mc 8,32-33). En esta hora difícil, Jesús sube a la montaña para orar, llevando consigo a Pedro, Santiago y Juan. En la oración encuentra la fuerza para no perder la dirección de su misión (cfr Mc 1, 35).

Lucas 9,29: El cambio que tiene lugar durante la oración
Apenas Jesús ora, su aspecto cambia y aparece glorioso. Su rostro cambia de aspecto y su vestido aparece blanco y refulgente. Es la gloria que los discípulos imaginaban para el Mesías. Este cambio de aspecto les demostraba que Jesús, de hecho, era el Mesías que todos esperaban. Pero lo que sigue del episodio de la Transfiguración indicará que el camino hacia la gloria es muy diverso del que ellos imaginaban. La transfiguración será una llamada a la conversión.

Lucas 9,30-31: Dos hombres aparecen y hablan con Jesús 
Junto a Jesús, en la misma gloria aparecen Moisés y Elías, los dos mayores exponentes del Antiguo Testamento, que representaban la Ley y los Profetas. Hablan con Jesús del “éxodo” que debería llevar a cumplimiento en Jerusalén”. Así, delante de sus discípulos, la Ley y los Profetas confirman que Jesús es verdaderamente el Mesías Glorioso, prometido en el Antiguo Testamento y esperado por todo el pueblo. Además confirman que el camino hacia la Gloria pasa por la vía dolorosa del éxodo. El éxodo de Jesús es su Pasión, Muerte y Resurrección. Por medio de su “éxodo” Jesús rompe el dominio de la falsa idea divulgada, sea por el gobierno como por la religión oficial y que mantenía a todos enmarcados en la visión de un Mesías glorioso nacionalista. La experiencia de la Transfiguración confirmaba que Jesús con su opción de Mesías Siervo constituía una ayuda para liberarlos de sus ideas falsas sobre el Mesías y descubrir un nuevo significado del Reino de Dios.

Lucas 9,32-34: La reacción de los discípulos 
Los discípulos estaban profundamente dormidos. Cuando se despertaron, pudieron ver la gloria de Jesús y los dos hombres que estaban con Él. Pero la reacción de Pedro indica que no se dieron cuenta del significado de la gloria con la que Jesús aparecía delante de ellos. Como nos sucede también tantas veces, sólo nos damos cuenta de lo que nos interesa. El resto escapa a nuestra atención. “Maestro, bueno es estarnos aquí”. ¡Y no queremos descender de la montaña! Cuando se habla de Cruz, tanto en el Monte de la Transfiguración, como en el Monte de los Olivos (Lc 22,45), ¡ellos duermen! ¡A ellos les gusta más la Gloria que la Cruz! No les agrada oír hablar de la cruz. Ellos desean asegurar el momento de la gloria en el Monte, y se ofrecen para construir tres tiendas. Pedro no sabía lo que decía. Mientras Pedro habla, una nube desciende de lo alto y les envuelve con su sombra. Lucas dice que los discípulos tuvieron miedo cuando la nube los envolvió. La nube es un símbolo de la presencia de Dios. La nube acompañó a la muchedumbre en su camino por el desierto (Ex 40, 34-38; Num 10,11-12). Cuando Jesús subió al cielo, fue cubierto por una nube y no lo vieron más (Act 1,9). Una señal de que Jesús había entrado para siempre en el mundo de Dios.

Lucas 9,35-36: La voz del Padre
Una voz sale de la nube y dice: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle”. Con esta misma frase el profeta Isaías había anunciado al Mesías–Siervo (Is 42,1). Después de Moisés y Elías, ahora es el mismo Dios quien presenta a Jesús como Mesías-Siervo, que llegará a la gloria mediante la cruz. Y nos deja una advertencia final : “¡Escuchadle!”. En el momento en el que la voz celeste se hace sentir, Moisés y Elías desaparecen y queda Jesús solo. Esto significa, que de ahora en adelante es sólo Él, el que interpreta las Escrituras y la Voluntad de Dios. Es Él la Palabra de Dios para los discípulos: “¡Escuchadle!”

La afirmación “Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle” era muy importante para las comunidades de finales de los años ochenta. Por medio de esta afirmación, Dios Padre confirmaba la fe de los cristianos en Jesús como Hijo de Dios. En el tiempo de Jesús, o sea, hacia los años 30, la expresión Hijo del Hombre indicaba una dignidad y una misión muy elevada. Jesús mismo relativizaba el término y decía que todos son hijos de Dios (cfr Jn 10,33-35). Pero para pocos el título de Hijo de Dios se convirtió en el resumen de todos los títulos, más de ciento, que los primeros cristianos dieron a Jesús en la segunda mitad del siglo primero. En los siglos siguientes, fue en este título de Hijo de Dios, donde la Iglesia concentró toda su fe en la persona de Jesús.

c) Más profundización:

i) La Transfiguración se narra en los tres evangelios: Mateo (Mt 17,1-9), Marcos (Mc 9,2-8) y Lucas (Lc 9,28-36). Señal de que este episodio recogía un mensaje muy importante. Como hemos dicho, se trató de una ayuda muy grande para Jesús, para sus discípulos y para las primeras comunidades. Confirmó a Jesús en su misión en cualidad de Mesías-Siervo. Ayudó a los discípulos a superar la crisis que la cruz y el sufrimiento les causaban. Llevaba a las comunidades a profundizar en su fe en Jesús, Hijo de Dios, Aquél que reveló el Padre y que se convirtió en la nueva clave para interpretar la Ley y los Profetas. La Transfiguración continúa siendo una ayuda para superar las crisis que el sufrimiento y la cruz nos producen hoy. Los discípulos soñolientos son el espejo de todos nosotros. La voz del Padre se dirige a ellos, como a nosotros: “¡Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle!”

ii) En el evangelio de Lucas existe una semejanza muy grande entre la Transfiguración (Lc 9,28-36) y la escena de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos (Lc 22,39-46). Se puede percibir lo siguiente: en los dos episodios, Jesús sube a una Montaña para orar y lleva consigo a sus tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan. En las dos ocasiones, Jesús cambia de aspecto y se transfigura delante de ellos: glorioso en la Transfiguración, sudando sangre en el Huerto de los Olivos. Las dos veces aparecen figuras celestiales para confortarlo, Moisés y Elías y un ángel del cielo. Y tanto en la Transfiguración como en el Huerto, los discípulos duermen, se muestran extraños al hecho y parece que no entienden nada. Al final de los dos episodios, Jesús se reúne de nuevo con sus discípulos. Sin duda alguna, Lucas tuvo la intención de acentuar la semejanza de estos tres episodios. ¿Cuál sería? Y meditando y rezando llegaremos a entender el significado que supera las palabras, y a percibir la intención de su autor. El Espíritu Santo nos guiará.

iii) Lucas describe la Transfiguración. Hay momentos en la vida en los que el sufrimiento es tan grande que una persona llega a pensar: ¡Dios me ha abandonado! Y de improviso la persona descubre que Él jamás se ha alejado, sino que la persona tenía los ojos vendados y no se daba cuenta de la presencia de Dios. Entonces todo cambia y se transfigura. ¡Es la Transfiguración! Sucede cada día en nuestra vida.

6. Salmo 42 (41)

“Mi alma tiene sed del Dios vivo!”

Como anhela la cierva los arroyos,
así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios,
del Dios vivo;
¿cuándo podré ir a ver
el rostro de Dios?

Son mis lágrimas mi pan
de día y de noche,
cuando me dicen todo el día:
«¿Dónde está tu Dios?».
El recuerdo me llena de nostalgia:
cuando entraba en la Tienda admirable
y llegaba hasta la Casa de Dios,
entre gritos de acción de gracias
y el júbilo de los grupos de romeros.

¿Por qué desfallezco ahora
y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!
Me siento desfallecer,
por eso te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
a ti, montaña humilde.
Un abismo llama a otro abismo
en medio del fragor de tus cascadas,
todas tus olas y tus crestas
han pasado sobre mí.

De día enviará Yahvé su amor,
y el canto que me inspire por la noche
será oración al Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿por qué he de andar sombrío
por la opresión del enemigo?
Me rompen todos los huesos
los insultos de mis adversarios,
todo el día repitiéndome:
¿Dónde está tu Dios?

¿Por qué desfallezco ahora
y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Para el Domingo XIX de Tiempo Ordinario

Maranata significa «Ven, Señor». Es la última palabra de la Biblia y era la oración apasionada de los primeros cristianos.

Maranata pide el fin del mundo, aquel formidable día en que Cristo, apareciéndose en todo el esplendor de su gloria, inaugurará la nueva vida de los hombres bajo un cielo nuevo y en una tierra nueva.

Dios mismo, nos dice Jesús, nos invitará al gozo de lo que él es: se pondrá el delantal, los sentará a la mesa y les irá sirviendo uno a uno».

Pero por muy extraordinario que sea este grandioso final que nos aguarda, no se ha convertido aúnen la razón de nuestra vida. Nos cuesta comprender qué es lo que Jesús quiere de nosotros cuando nos dice: «vosotros vivid como hombres que aguardan».

Y cuando repetimos dócilmente según sus enseñanzas: «Padre, que venga a nosotros tu Reino», esta oración no hace palpitar de esperanza nuestro corazón, a pesar de estar bien claro el sentido de esa petición: «que llegue ese día en el que Dios reinará de una manera plena y definitiva»; ese día por el que suspira también toda la creación, como dice san Pablo; una creación que está gimiendo ahora, hasta desesperadamente, en todos los cataclismos de la naturaleza, «en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8, 21).

Vigilar significa no distraerse, no amodorrarse, no «instalarse» satisfechos con lo ya conseguido.

En medio de una sociedad que parece muy contenta con los valores que tiene, el cristiano es invitado a vivir en esperanza vigilante y activa.

Vigilar -tener las lámparas encendidas para el encuentro con el Señor -que puede suceder en cualquier momento-, significa tener la mirada puesta en los «bienes de arriba», de los que se nos hablaba el domingo pasado; no dejarse encandilar por los atractivos de este mundo, que es camino y no meta; tener conciencia de que nuestro paso por este mundo, aunque sea serio y nos comprometa al trabajo, no es lo definitivo en nuestra vida.

Vigilar es vivir despiertos, en tensión. No con angustia, pero sí con seriedad, dando importancia a lo que la tiene.

Como el estudiante que desde el comienzo del curso piensa en el examen final. Como el labrador que siembra y está siempre pensando en recoger buena cosecha. Como el deportista que, desde el primer esfuerzo, sueña con llegar primero a la meta.

Esto no supone desentendernos de las cosas de aquí abajo.

Esa metáfora «cosas de arriba / cosas de abajo» podría ser entendida dualísticamente en un enfoque no cristiano. El cristiano ha de esforzarse por buscar siempre las «cosas de arriba» (la fraternidad, el amor, la solidaridad, el proyecto de Dios) entre «las cosas de abajo» (en la vida diaria, el trabajo, el hogar, la calle, la política, la cultura)…

Lo cual quiere decir que tenemos que ser protagonistas no sólo de la espera del Reino, sino ya, desde ahora, de su construcción. Dios nos ha dado unos talentos que debemos administrar y hacer fructificar.

La Eucaristía es para nosotros alimento para el camino. Nos da la fuerza para seguir adelante y para trabajar por el Reino de Dios. Y mientras la celebramos repetimos con frecuencia nuestra mirada hacia el futuro «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo».

La Eucaristía nos ayuda a tener bien firmes los pies en el suelo, con un compromiso y una misión en este mundo, pero con la mirada puesta en el final.

Comentario del 6 de agosto

La Transfiguración del Señor fue un acontecimiento que tuvo testigos como Pedro, Santiago y Juan: un acontecimiento localizable, que se sitúa en lo alto de una montaña, pero de carácter místico, como esas experiencias inefables que sólo pueden expresarse en un lenguaje figurado: su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Pedro, uno de los testigos de aquel acontecimiento, nos habla de él como si se tratara de una teofanía, como de ese momento en que Jesús les mostró su grandeza o se puso de manifiesto la gloria de Dios, que se hacía presente en Cristo Jesús, aquel hombre a quien ellos tenían por maestro, profeta, enviado de Dios. Y con el resplandor de la gloria, la voz autorizada de lo Alto que le proclama el Hijo: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle. Dios le señalaba ante los testigos escogidos como su Hijo amado, no sólo con la palabra, sino también con el resplandor de su gloria. Así lo entendió Pedro. Por eso puede hablar del poder de Jesús y anunciar su última venida, porque ha sido testigo ocular de su grandeza. No se apoya, pues, en fantasías o conjeturas, en ilusiones nacidas de su deseo de inmortalidad, sino en una experiencia ocular y auditiva, en algo que él vio y oyó estando con Jesús y otros dos compañeros en la montaña sagrada.

San Lucas se atreve a describir esta experiencia con palabras similares a las empleadas por algunos profetas del Antiguo Testamento en sus visiones. Habla de un cambio de figura o de aspecto en Jesús ante los ojos asombrados y temerosos de los discípulos que le acompañan; de la aparición de dos personajes, Moisés y Elías, que representan la Ley y la profecía y aglutinan la Antigua Alianza; se permite incluso aludir al gozo experimentado por los testigos del suceso, recordando la exclamación jubilosa de Pedro: Maestro, ¡qué hermoso es estar aquí! Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Y finalmente, la voz: esa voz que sale de la nube (lugar de la presencia de Dios) como de una boca oculta y misteriosa y que delata al Transfigurado como su Hijo predilecto que, por lo mismo, debe ser escuchado. Para Pedro, aquella voz (y visión) significó la confirmación de la palabra de los profetas, esa palabra con la que él podía estar familiarizado. Jesús era realmente el enviado de Dios, más aún, su Hijo amado, su único Hijo. Por eso, debe ser escuchado, porque habla de parte del Padre. El imperativo de estar a su escucha brota de su condición de Hijo. ¿Qué otra persona puede merecer mayor atención que la venida de parte de Dios para comunicarnos su mensaje, su voluntad?

Cesada la visión, acabada la experiencia, bajaron de la montaña. Y Jesús les manda no contar a nadie lo que han visto y oído hasta que resucite de entre los muertos. Al parecer, aquellos testigos respetaron esta consigna; y sólo tras la resurrección de Jesús dieron a conocer al mundo su experiencia. Ya no había motivos para mantenerla oculta. Aquello había sido un anticipo de la misma resurrección: como en la Transfiguración también aquí se había producido la transformación de un cuerpo terreno y mortal en cuerpo glorioso, pero a diferencia de aquel cambio momentáneo de figura, aquí se había dado una transformación permanente y definitiva.

Pero no debemos alterar el orden de las cosas. La transfiguración es el marco en el que acontece la voz imperiosa salida del cielo: escuchadlo. En él hemos de fijar nuestra mirada, ante todo para escucharlo. Esto es lo que realmente importa. Sólo prestándole atención como a lámpara que brilla en lugar oscuro podremos dejarnos transformar (=transfigurar), empezando por la mente, capaz de captar el significado de las palabras, pasando por los sentimientos, que tanto contribuyen a modelar la personalidad de una persona, y acabando por el cuerpo que la muerte reduce a materia en descomposición, pero la resurrección transforma en soma glorioso.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

82. En nuestro tiempo «los avances de las ciencias y de las tecnologías biomédicas inciden sobre la percepción del cuerpo, induciendo a la idea de que se puede modificar sin límite. La capacidad de intervenir sobre el ADN, la posibilidad de insertar elementos artificiales en el organismo (cyborg) y el desarrollo de las neurociencias constituyen un gran recurso, pero al mismo tiempo plantean interrogantes antropológicos y éticos»[35]. Pueden llevarnos a olvidar que la vida es un don, y que somos seres creados y limitados, que fácilmente podemos ser instrumentalizados por quienes tienen el poder tecnológico[36]. «Además en algunos contextos juveniles se difunde un cierto atractivo por comportamientos de riesgo como instrumento para explorarse a sí mismos, buscando emociones fuertes y obtener un reconocimiento. […] Estos fenómenos, a los que están expuestas las nuevas generaciones, constituyen un obstáculo para una maduración serena»[37].


[35] Ibíd., 37.

[36] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 106: AAS 107 (2015), 889-890.

[37] DF 37.

Recursos – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

PRESENTACIÓN DE UNA REVISTA DE PROGRAMACIÓN DE TELEVISIÓN

(Esta ofrenda la hace un o una joven)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo esta revista de programación de televisión. Lo hago tan sólo como ejemplo de los valores que defiende y vive nuestro mundo y sociedad actuales, y frente a los cuales no parece consentirse ninguna oposición y resistencia. Los valores evangélicos son bien distintos, y Tú nos pides vivirlos. Con esta revista, quiero presentar mi compromiso de testimoniarlos en el ambiente donde vivo, me divierto y trabajo.

PRESENTACIÓN DE UNA JOYA

(La ofrenda, que puede consistir en un adorno de mujer, la puede hacer una de las señoras de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco esta joya, en mi nombre personalmente y en nombre de toda la comunidad, como signo de las apetencias de este mundo, frente a los bienes que Tú quieres que anhelemos y busquemos. Haznos comprender a todos y a todas que lo que tenemos es sólo un medio, y no un fin. Por eso, no es importante. Es más, estamos llamados y llamadas a compartirlo.

PRESENTACIÓN DE UNA TOALLA DE PLAYA

(Lo puede presentar cualquier joven o persona adulta de la Comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, en este ambiente nuestro, en nuestra sociedad, disfrutar del sol, “estar guapos y guapas” es un deseo y nos lleva a una búsqueda ansiosa. Hoy te ofrecemos esta toalla, como signo de este tiempo vacacional. Y te pedimos que nos ayudes a vivir el descanso como un valor que nos acerca más a Ti, Creador del universo, y a nosotros mismos y a nosotras mismas, tantas veces necesitados y necesitadas de sosiego y de paz interior. Haz que nos recuperemos bien para comenzar el nuevo curso como una nueva oportunidad en nuestra vida.

PRESENTACIÓN DE UNA ROCA

(Lo realiza una persona adulta de la Comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor y Dios nuestro, esta roca, como signo de que te reconocemos como nuestro refugio y fortaleza. Es más, no queremos tener otro. Queremos escuchar tu voz, que nos sosiega y nos da paz. Y eso aún en medio de las dificultades que hoy en día nos presenta la vida. Profundiza, Señor, nuestra fe en Jesucristo, tu Hijo amado, para que le podamos sentir como compañero de camino y como nuestra seguridad.

PRESENTACIÓN DE UN ATLAS MUNDIAL

(Puede hacer esta ofrenda un profesor o profesora, si lo hubiere en la comunidad; si no, un estudiante)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo este atlas mundial, que no es otra cosa que los planos de la casa donde vive toda tu familia. Con él reconozco que Tú no puedes tener preferencias entre los pueblos y los seres humanos de la tierra, porque todos son tus hijos e hijas. Y también quiero dejarte en claro que yo no me abrogo, y no lo puede hacer de ninguna de las maneras, ningún tipo de privilegio. Señor, hazme sensible a la grandeza y la universalidad de tu corazón, para que yo pueda reconocer a todas las personas como mis hermanos y hermanas.

Oración de los fieles – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

A estar alerta, nos invita el Evangelio. Una tarea dura, pues siempre nos dejamos llevar. Hoy pedimos al Padre que nos ayude a discernir su voluntad y nos de fuerza para llevarla a cabo. Repetimos:

SEÑOR, DESPIÉRTANOS HACIA TI.

1.- Por la Iglesia, el Papa y los Obispos, los sacerdotes y diáconos para que nunca dejen de anunciar y servir a Cristo con sus palabras y sus obras. OREMOS

2.- Por todos los pueblos del mundo para que vuelvan sus ojos hacia el Padre y abandonen las sendas que llevan a su perdición. OREMOS

3.- Por los enfermos, los pobres, los que están sin trabajo o viven lejos de su casa, para que descubran en estos acontecimientos la cercanía del Señor y Él los saque de esta difícil situación. OREMOS

4.- Por los que disfrutan de las vacaciones, para que sea este un momento de pasar más tiempo junto al Señor, en la oración y la Eucaristía. OREMOS

5.- Por los jóvenes para que vivan siempre en esa tensión que necesita quien sigue a Cristo y vive el Evangelio. OREMOS

6.- Por todos los que participamos de la mesa del Señor, para que constantemente estemos en actitud de escucha a la voluntad del Padre. OREMOS

Padre, atiende con generosidad estas plegarias que tu pueblo humildemente te presenta.

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

Amen.


Danos fuerza Señor, y no dejes de alimentar a tu pueblo que confiadamente presenta estas súplicas. Repetimos:

ESCUCHA A TU PUEBLO, SEÑOR.

1. – Por el Papa, los obispos, sacerdotes todos aquellos que proclaman al mundo el Pan de Vida, para no se cansen nunca de proclamar la eficacia de la Eucaristía. OREMOS

2. – Por los presidentes de estado y de gobierno, por los presidentes regionales y locales, para que actúen de forma conjunta y esto revierta en beneficio del pueblo. OREMOS

3. – Por aquellos que sufren desesperación, por los que dudan ante el valor de la vida, para que se vean alimentados con la fuerza de Dios para enfrentar la dificultad del camino. OREMOS

4. – Por los creyentes que se encuentran alejados de Dios, para que encuentren en la oración la ayuda ante sus angustias. OREMOS

5. – Por todos los que se encuentran de vacaciones para que estos días sean estímulo para acercarse más asiduamente a la oración y la eucaristía. OREMOS

6. – Por todos nosotros, para que como nos pide Pablo seamos buenos comprensivos y misericordiosos. OREMOS

Padre, atiende estas plegarias y aquellas otras necesidades que sabes que tenemos.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

Comentario al evangelio – 6 de agosto

Hoy la humanidad no puede olvidar que también hoy conmemoramos el aniversario del bombardeo de Hiroshima, que es como decir el aniversario de una de las páginas más antihumanas del siglo XX. Hiroshima es el símbolo, no de una trans-figuración, sino de una horrible des-figuración.

Despertados por la memoria de todas las desfiguraciones que nos ofrece la historia pasada y reciente, fijemos ahora nuestros ojos en la escena de la transfiguración de Jesús. La tradición ha situado la escena en el monte Tabor. El texto de Mateo se limita a decir que «en un monte alto». ?Imaginemos la escena en tres tiempos: subida, estancia y bajada.

Mientras suben, los discípulos llevan en su mochila el desconcierto causado por las palabras que Jesús les ha dicho un poco antes (cf Mt 16,24-28). No saben qué significa cargar con la cruz o perder la vida para ganarla. Nosotros subimos también a ese Tabor con nuestras dudas y aflicciones. Y la ascensión se nos hace pesada. El camino da vueltas y vueltas.

En la cima del monte tiene lugar una experiencia de la belleza de Dios. Debió de ser de tal magnitud que Pedro, en nombre de los otros, exclama: «¡Qué bueno/bello es estar aquí». También podría haber dicho: «Si seguirte a ti consiste en esto, yo me apunto en seguida». Es la experiencia de ver que «todo concuerda»: Moisés (la ley) y Elías (los profetas) levantan acta de que Jesús no es un impostor sino el Mesías anunciado («conversaban con Jesús»). Por si fuera insuficiente el testimonio de estos dos notarios del Reino, se oye la voz del que todo lo puede: «Este es mi Hijo amado». Tanta concordancia produce miedo. Y otra vez, como en el relato de ayer, Jesús tiene que repetir el mismo mensaje: «No tengáis miedo». Pero añade algo: «No se lo contéis a nadie».?La bajada debió de ser en silencio. Hay experiencias para las cuales no disponemos de palabras adecuadas. Y, sin embargo, se trata de experiencias que nos permiten seguir caminando en el llano con más sentido y con más esperanza.

¿No os parece que es imposible acercarse a los rostros desfigurados sin haber experimentado la transfiguración de Jesús? ¿O acaso en los rostros desfigurados es donde se produce hoy la verdadera transfiguración?